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Se encontraba don Carlos III con su hijo entonces Príncipe de Asturias, en la que éste se dirige a su padre con motivo de haberse concertado su casamiento con María Luisa de Parma y dejan muy claro, lo que debió de sufrir el padre viendo y conociendo en manos de quien quedaba el aún entonces Gran Reino de España; pero vayamos a ello.


El hijo al padre: « me caso con alguien que jamás cometerá adulterio »


El padre asombrado de la estupidez del hijo, demostrando sus cortos alcances, le pregunta la razón.


El hijo dice: « Porque yo soy príncipe y, por lo tanto, diferente de los demás hombres, que no pueden casarse con princesas, sino con mujeres corrientes que le engañan »


El padre le dije: «¡ Carlos, hijo mío, pero que imbécil eres !. . .¡ Las princesas también pueden ser p. t .s !»


Y desde luego el padre don Carlos III, parece que en esta ocasión lo acertó de pleno.


Pero lo que no se, es si el hijo se llegó a enterar de lo que ocurría y siguió pensando toda su vida, que su esposa le era fiel.


Un cordial saludo.

Pues lo mismo no se enteró de nada, porque viendo el pelaje del angelito... Yo ya me creo cualquier cosa.