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NEPER
(1550 –1617)




<<Con la reducción del trabajo de varios meses de cálculo a unos pocos días, el invento de los logaritmos parece haber duplicado la vida de los astrónomos.>>
(Pierre-Simon Laplace).


Matemático escocés descubridor de los logaritmos, John Neper nació el año 1550 en el castillo de Merchiston (Edimburgo).

A los trece años, en 1563, comenzó sus estudios en la Universidad de Saint-Andrews, de la que salió años más tarde para viajar por el continente europeo.

De regreso a Merchiston en 1571, contrajo matrimonio un año después, administrando a partir de entonces los bienes de la familia por encargo de su padre, al tiempo que continuaba sus estudios de matemáticas y teología.

A pesar de haber pasado a la posteridad por sus contribuciones en el campo de las matemáticas, para Neper era ésta una actividad de distracción siendo su preocupación fundamental la exégesis del Apocalipsis a la que se consagró desde su estancia en el colegio.

En 1614 Neper publica su obra Mirifici Logarithmorum Canonis Descriptio, en la que da a conocer los logaritmos que él llamó números artificiales. En dicha obra promete una explicación que la muerte le impidió publicar, pero que fue añadida por su hijo Roberto en la segunda edición, publicada en 1619.

Por lo demás, dedicó gran parte de su vida a inventar sistemas para contener la invasión de Felipe II de España.

Trabajó durante 20 años en su invención de los logaritmos antes de publicar sus resultados, afirmación que permite situar el origen de sus ideas hacia el año 1594.

Neper pensó que todas las cifras se podían expresar de forma exponencial, con lo que la multiplicación y división de números quedaba notablemente simplificada, sumando o restando sus exponentes. Fue advertido por Henry Briggs (1556-1631), un matemático inglés, nacido en Warley Wood y fallecido en Oxford, de la conveniencia de utilizar números exponenciales de base 10.

Los logaritmos así expresados son conocidos como brigsianos, comunes o vulgares, siendo los más utilizados para el cálculo ordinario.

Merced a los logaritmos, como se sabe, las multiplicaciones pueden sustituirse por sumas, las divisiones por restas, las potencias por productos y las raíces por divisiones, lo que no sólo simplificó enormemente la realización manual de los cálculos matemáticos, sino que permitió realizar otros, que, sin su invención, no hubieran sido posibles.

Otro descubrimiento que pasó desapercibido, pero que tuvo una colosal importancia, fue la transformación de la coma tal y como la utilizamos hoy en día.

Lo que no deja de ser sorprendente.

Neper era sin duda una mente prodigiosa. Transferido a nuestros días, sería un brillantísimo cerebro.

Sin embargo perdió el tiempo con un conjunto de absurdos llamado Teología. Contasta más si cabe con la faceta precisa y exacta de las matemáticas.

Eso nos enseña que el cerebro puede estar muy desarrollado en ciertas áreas, y estarlo muy poco en otras.

También, que como dijo el clásico, somos enanitos en las espaldas de un gran gigante. Desde nuestra altura podemos ver todo lo que ve el gigante y un poquito más.

Si Neper hubiese sabido algo más de lo que años después trajo la física, las ciencias naturales, la biología, la genética y la química, sin duda se hubiese ocupado de temas mucho más verídicos e importantes que la teología.

No fue un caso aislado el de Neper. El mismo Newton consagró más tiempo a la teología que a la ciencia, y el gran Pascal nació para ser azote de los jesuitas. Supongo que cuando les llegue el turno lo pondrá en su biografía nuestro querido Jovellanos.