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 Filipinas, incorporación e historia en el Imperio Hispánico 
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Nuevo mensaje Filipinas, incorporación e historia en el Imperio Hispánico
Introducción

Se ha hablado mucho de la historia de las Filipinas dentro de la Monarquí Hispánica. Pero la gran influencia de la historia-ficción creada por los usamericanos, así como la tendencia española a dar más credibilidad a lo que viene de fuera que a lo propio, la han desvirtuado hasta convertirla en una "historia" virtual.

¿Saben que no hubo conquista; que la incorporación fue libre, mediante pactos de sangre?

¿Saben que hubo un referendum en las islas, en tiempos de Felipe II, para que sus habitantes decidieran libremente si querían o no pertenecer o seguir perteneciendo a la Monarquía Hispánica?

¿Saben que ese referendum se repitió a mediados del s.XIX?

¿Saben que la guarnición española en las islas ascendió siempre a unos pocos cientos de soldados, porque los oficiales y soldados nativos se bastaban para defender su pertenencia a la Monarquía?

Pues estos temas son los que vamos a ver en este hilo del foro. El objetivo es restituir, en la medida de lo posible, la verdad histórica.

Las islas Filipinas antes de la llegada de los hispanos

El archipiélago era un conglomerado hetereogéneo de pueblos, culturas y religiones.
Sobre los primeros pobladores (asentados hace, al menos, 30.000 años), y a los que pertenecería, probablemente, el pueblo aeta (considerado como autóctono, dada su antigüedad), la cultura neolítica se inició alrededor de 9000 años adC; la cultura de los metales, hacia 1.600 adC.
Entre los siglos II y XV de nuestra era llegaron inmigrantes provenientes de Indonesia y Malasia, agrupados en clanes. Estos inmigrantes, a diferencia del resto del mundo malayo, prácticamente no sufrieron la influencia de la gran cultura clásica india.
A partir del siglo XI se suman a indonesios y malayor, barcos mercantes musulmanes, japoneses y chinos, poblando las islas de comerciantes y artesanos.
Hacia el siglo XV se inicia la islamización de las islas del sur, al llegar numerosos musulmanes de origen malayo, quienes establecieron sultanatos, con un jefe que recibía el nombre de "rajá".

El encuentro con los occidentales y los primeros contactos

La primera visita registrada por el mundo occidental se dio con la llegada de Fernando de Magallanes a la isla de Homonhon, al sudeste de Samar el 16 de marzo de 1521, al frente de la expedición española que se había propuesto circunnavegar la Tierra.

La situación de las islas de aquél archipiélago seguía siendo, entonces, muy hetereogénea.
Políticamente, estaban constituidas en reinos o clanes locales (frecuentemente enfrentados).
Su nivel cultural y económico variaba desde un nivel alto en aquellos territorios con contactos ya históricos con Indonesia, Malasia, China y Japón, hasta un nivel primitivo en aquellos otros que habían tenido escasos contactos con el mundo exterior.
Las lenguas habladas en el archipiélago eran muy diferentes, aunque en las costas del Sur se utilizaba un malayo muy básico como “Lingua franca”.

Después de avistar Homonhon, Magallanes desembarcó en Cebú, y firmó un “pacto de sangre” con el rajá Humabon, para una alianza y mutua defensa.
Humabon se convirtió después al cristianismo.
Fue, precisamente, la aplicación de dicho pacto, combatiendo contra el jefe Lapu Lapu, de la vecina isla de Mactán, lo que causó la muerte del propio Magallanes el 27-4-1521.
Después, Humabon traicionó el pacto, matando en un banquete a unos 30 comensales de la expedición de Magallanes.

En 1525-26 tuvo lugar la expedición de García Jofre de Loaísa, que tenía por objeto tomar y colonizar las islas "Malucas" (o Molucas), ricas en especiería, cuya propiedad se disputaban las coronas de Castilla y Portugal.
Formaban parte de ella Juan Sebastián Elcano (que murió en la expedición), y un jovencísimo Andrés de Urdaneta (que fue uno de los pilares de la colonización efectiva del territorio).
No consta que tomaran contacto con las Filipinas (que, además, aún no tenían ese nombre).
(cont.)

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02 Mar 2009 11:23
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El nombre de Filipinas

En una visita posterior, en 1543, López de Villalobos alcanzó las islas de Samar y Leyte en este archipiélago, y él fue quien las dio el nombre de "Islas Filipinas" en honor al entonces Infante de España, futuro Felipe II.

Pero, salvo la presencia de misioneros (escasa pero continuada), aún no estaba asegurada la colonización española de las islas, al no disponer de asentamientos permanentes.

El asentamiento de la colonización

En 1565 llegó al archipiélago Miguel López de Legazpi al frente de una expedición enviada por el Virrey de Nueva España para hacer efectiva la pertenecia de las Filipinas al Imperio Hispánico.
Legazpi recaló en las islas de Samar, Leite, y Carvallán, y firmó un pacto de sangre con el jefe Sikatuna, en la isla de Bohol.
Después, el 27-4 del mismo año, desembarcó en Cebú. Hubo enfrentamientos con el jefe Sri Tupas (o rajá Tupas, hijo de Humabon), con el que hubo que emplear la fuerza. Al final, Tupas propuso la paz y renovó el pacto de sangre con Legazpi. Después vino la construcción allí del primer asentamiento español.

Pero el esfuerzo colonizador principal se produjo más al norte, en la isla de Luzón. Allí, en la bahía de Manila, el propio Legazpi fundó la ciudad de su nombre en 1571. Había comenzado la era de la colonización española, que duraría más de tres siglos. Una vez instalado en Manila, Legazpi concluyó nuevos pactos de sangre con los jefes Matandá y Lakandola. En todos estos pactos, los dirigentes de las islas reconocen la soberanía del Rey de España, del que se confiesan vasallos, y se incorporan al Imperio Hispánico, en igualdad de condiciones con los demás territorios, como una provincia más.

En esta expedición, el P.Urdaneta, veterano del viaje anterior de Loaísa, descubrió el circuito de corrientes oceánicas y vientos favorables para el retorno a América (hacia el N), que hasta entonces se había revelado imposible, permitiendo el establecimiento de la ruta regular de flotas entre Manila y Acapulco conocida como el Galeón de Manila.

Características específicas de la colonización en Filipinas

A partir de Legazpi, la incorporación al Imperio Hispánico es un hecho, pero conviene resaltar algunas caracter´siticas que diferencian esta colonización de la de América:

1) Hubo siempre una presencia muy pequeña de españoles. Excepto los puestos principales, toda la administración y autoridad recayó en nativos sin ascendencia española.
2) Esta no presencia de españoles hizo recaer todo el peso de la colonización en la labor de misioneros, que realizaron una labor admirable tanto en el aspecto religioso como en los aspectos económico y, sobre todo, social.
3) La aculturación fue una obra exclusivamente americana. España incorporó las Filipinas al Virreinato de Nueva España, que fue quien se responsabilizó de todos los aspectos administrativos, jurídicos, económicos y de defensa.
4) El sentimiento de unidad entre los filipinos, que no había existido antes, apareció desde principo del siglo XVII, y se afirmó en plano de igualdad los siglos posteriores.
5) El sentimiento de incorporación libre al Imperio, en plano de igualdad con los demás reinos hispánicos (incluidos los peninsulares), estuvo muy presente siempre en Filipinas.
Precisamente fue la imposibilidad (o, más bien, incapacidad de la clase política española) de recuperar esa condición de provincia igual a las peninsulares las que hizo radicalizar hacia la independencia las posturas filoespañolas de los grandes intelectuales y políticos filipinos del s.XIX (encabezados por Don José Rizal)

(cont)

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02 Mar 2009 11:48
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El plebiscito de 1598. Introducción

Conviene recalcar que, salvo algún caso excepcional, España no conquistó ni las Filipinas ni los demás territorios del Pacífico. Los diferentes clanes, reinos o sultanatos filipinos se incorporaron libremente a España, en tiempos de Felipe II, con la promesa de que no iban a recibir un trato discriminatorio en relación con las demás provincias del Imperio hispánico (incluidos los reinos peninsulares). Los españoles cumplieron su promesa, y no hubo dominación, sino ejercicio del poder monárquico, como se verá más adelante.

Las únicas excepciones a lo citado la constituyeron:
-Los igorrotes, de la región de Cordillera, en el norte del archipiélago
-Los "moros" de Mindanao y parte de la población islámica del sur
Estos pueblos (y alguno más, aún más minoritario) siempre se resistiron a la colonización.

La mayoría de la población campesina siguió viviendo de sus cultivos de subsistencia. Además, gracias a la intervención y protección de los frailes españoles, nunca pagaron tributos a los europeos.

Hubo algún levantamiento de estas comunidades rurales, y también de la china. Siempre fueron pacificados por los religiosos españoles, a los que respetaban extraordinariamente.

Se dio incluso un caso insólito, con un precedente cercano, aunque diferente. Carlos I había convocado a sabios y juristas en Valladolid durante unos dos años (1550-51) para tener un dictamen sobre la legalidad y legitimidad de las acciones en los nuevos territorios. Sus conclusiones marcarían la forma de actuar sobre los mismos y, mientras tanto, se paralizó la colonización. De igual manera, Felipe II convocó en 1598, poco antes de su muerte, un plebiscito en las Filipinas para que su pueblo decida, libremente, si quiere o no integrarse en la Monarquía Hispánica. Esta consulta vino motivada por un Sínodo que había promovido Monseñor Domingo Salazar, primer Obispo de Manila, y que no pudo ver el resultado del plebiscito por haber fallecido con anterioridad.

¿Alguien conoce alguna iniciativa parecida en la Historia Universal, antes o después?. ¿Lo hicieron los anglosajones, franceses u holandeses en su expansión territorial?. Entonces, ¿dónde está la opresión sobre estos territorios, inventada, especialmente, por los usamericanos, para justificar sus ínfulas imperiales tardías?. ¿Pueden demostrarlo con pruebas, o es que contra el Imperio español valía todo?. ¿Dónde se quedaron aquellos principios de la verdad y la honradez, que fueron la bandera de los reformadores protestantes?

El plebiscito. Su gestación

El primer Obispo de Manila, Mons. Domingo de Salazar, O. P. convocó en 1584 (a los 5 años de hacerse cargo de la Diocésis) una especie de Sínodo, con asistencia de las autoridades eclesiásticas, gubernamentales y militares, para debatir, entre otros puntos, la legitimidad de la pertenencia de las Filipinas al Imperio Hispánico.
Los puntos debatidos son:
1) El reconocimiento de que existe un único título válido para el ejercicio de la soberanía española, que es el libre consentimiento de los naturales de las islas, a quienes pertenece gobernarse.
2) La existencia de los pactos de sangre entre los españoles y los dirigentes nativos, que han aceptado integrarse en el Imperio
3) La existencia de otros territorios filipinos, gobernados por los españoles, en que no se han sellado pactos. Por lo que es necesario que dichos pueblos asientan a dicha integración, pues de lo contrario, los gobernantes españoles (el Rey, y sus representantes) estarán incurriendo en ilegalidad y pecado.

Estas y otras conclusiones, entre otras, se hacen llegar al Rey y al Consejo de Indias, mediante carta de fecha 8 de Abril de 1584, escrita por el propio Obispo. El Consejo de Indias acepta las conclusiones.

Monseñor Domingo Salazar, acompañado por Monseñor Miguel de Benavides, O. P., vino a España en 1591 con los siguientes objetivos:
1) Proponer la creación de las diócesis de Nueva Cáceres, Cebú y Nueva Segovia en Filipinas, y la elevación de la diócesis de Manila a Archidiócesis
2) Denunciar ciertos abusos que las autoridades civiles estaban cometiendo contra los nativos
3) Proponer la celebración de un plebiscito entre los filipinos para pedirles su libre aceptación de la soberanía española.

El obispo Salazar falleció en 1594.
En 1595, el Papa Clemente VIII concedió la división y elevación de diócesis que habían solicitado, y designó a Benavides como obispo de la de Nueva Segovia. Después, el nuevo Obispo viajó en 1597 a Nueva España (ya que, al depender Filipinas administrativamente de Nueva España, allí debía celebrarse su consagración episcopal). Con él llevaba el Real Decreto en el que Felipe II (ya muy mayor) ordenaba convocar el plebiscito.

El plebiscito. Su realización


Monseñor Benavides regresó a Manila en mayo de 1598 y poco después fue a fundar -y tomar posesión- de su diócesis.
Respecto al plebiscito, el pregonero oficial de Manila hizo la promulgación pública el 4 de agosto de 1598.

A partir de esta fecha, las comisiones pertinentes se dirigieron a las diferentes regiones de Filipinas para recoger la respuesta de los habitantes. En su inmensa mayoría, acataron el dominio de España.

Ese mismo año falleció el Arzobispo de Manila, Monseñor Ignacio Santibáñez (el que había sucedido a Monseñor Salazar). Benavides fue nombrado nuevo arzobispo.

El referendum se realizó con todas las garantías legales vigentes en la época. Los filipinos se expresaron y decidieron con pleno conocimiento y libertad. Ejemplos de ello:

a) Al realizar la consulta en la provincia de La Laguna, los filipinos manifestaron la importancia de la consulta, y por ello solicitaron un plazo de un año para estudiar los pros y contras y poder expresar sus conclusiones con seguridad.

b) En la provincia de Pangasinán, los votantes aceptan el dominio español, pero ponen como condición que antes se les deben restituir los tributos entregados hasta entonces, porque, al no haber dado antes su aprobación a formar parte del Imperio, los conisderaban ilegales.

En ambas casos se aceptaron sus propuestas o solicitudes.

El plebiscito. Sus consecuencias


De esta manera, quedó legitimada la incorporación de Filipinas libremente al Imperio español como miembro de pleno derecho, y en igualdad de condiciones con las demás provincias o reinos.

(cont)

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02 Mar 2009 12:48
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Carta del Obispo Salazar a Felipe II, exponiendo las conclusiones del Sínodo

Localización y transcripción: Manel Ollé Rodríguez
https://www.upf.edu/asia/projectes/che/s16/salazar4.htm

Carta del obispo de Manila, Domingo de Salazar al Rey Felipe II:

Manila, 8 de abril de 1584
C.R.M.
Aunque quedo con mucha duda de si ésta a de yr a manos de V. Magestad, por aver de yr primero a la China, y no saver el viaje que de allí será Dios servido darle, pero por dar compañía a los pliegos que por no haver hecho viaje dos navíos que el año pasado de acá partieron, están represados, y si Dios diere buen viaje a la nao que está en la China y van a manos de V. Magestad, me paresçió escrevir esta declaraçión de lo que en las otras escrivo, porque como estamos tan apartados de V. Magestad desde que una carta que se escribe hasta que aya otra ay tanta mudança en las cosas que muchas veçes es menester escrivir al contrario de lo que entonçes se escrivió, no porque entonçes se aya escripto cosa que entonçes no fuese verdad y no porque mudándose las cosas, neçesariamente se a de hablar de ellas diferentemente de como antes se havía hablado.
En el navío que el año pasado partió de acá por Sant Juan, escriví a V. Magestad muy largo de todo lo sucedido hasta allí, y por ser varias las materias escriví a V. Magestad muy largo de todo lo suçedido hasta allí, y por ser varias las materias escriví cada cosa en su carta, y entre ellas fué una la tocante a la China, con la qual embié a V. Magestad una ynformaçión del estorvo que en aquel rreyno, por parte de los governadores de él, se ponía a la predicaçión del evangelio, sobre lo qual fundé el paresçer que en la carta escrivo de que V. Magestad con justo título podía embiar su exército y haçer guerra a los de la China, y a costa de ellos pagar a los que viniessen a la tal expediçión, y otras propusiçiones que a este propósito en aquella carta afirmo según por ella aparesçerá, lo qual todo es verdad y conforme a la doctrina de los teólogos que mejor en este casso sienten, supuesto ser verdad lo que de los governadores de aquel reyno se dize y en aquella ynformaçión se a provado.
Pero como las cosas de aquel rreyno nos an sido tan ocultas por la poca comunicaçión que entre ellos y nosotros a avido siempre, hemos andado a tiento sin aver podido saber con çertidumbre lo que entre ellos passa. Más nuestro Señor, que según sus secretos juicios tiene determinado el tiempo en que aquel çiego rreyno a de venir a conoçer la luz del ebangelio, pareçe que va ya abriendo camino como esto se haga, y este gran bien a querido su divina Magestad del mal que a todas estas yslas a venido a aver ydo con tormenta a dar en la China un navío que yva a la Nueva España, en el que los vezinos de estas çiudad avían embarcado lo que se escapó del yncendio para arrecuperar en algo la pérdida que entonces les vino, quedando toda esta çiudad asolada y abrasada. Y con la pérdida del navío que fué a dar a la China, an quedado todos tales que es lástima ver quales andan; pero de este daño temporal a sabido Dios sacar un tan gran bien, que aunque por aora no se save lo que de él suçederá, empero sólo lo que por esta vía emos sabido vale e ymporta más que todo lo que de allí se perdió y mucho más que se pueda perder. Ya V. Magestad save que a muchos años que los portogueses vinieron a la China, y por conçierto que con los chinas tuvieron, hizieron su avitaçión en la ysla de Macán, y cómo supieron la venida de los castellanos a estas yslas, luego se temieron que avíamos de pasar a la China y quitarles a ellos la contrataçión que en aquel rreyno tienen, o a lo menos por las pendençias y emulaçiones que entonçes entre castellanos y portogueses avía, pesávales mucho que los castellanos travassen amistad con los chinas, pretendiendo ser aquel rreyno de la marca de Portugal, para esto usaron de una maña no muy fundada en cristiandad que echaron fama entre los chinas que los castellanos eran ladrones corsarios y que no andavan sino a rrobar, y que si a la China yvan era con propósito de saquear alguna çiudad, y los que yvan como desmandados era por disimular, siendo espías de los que acá quedavan.
A nosotros nos hazían entender que en la China avía una ley que qualquier estrangero que en aquel reyno entrase sin liçençia del governador de la provinçia donde fuese avía de morir o ser esclavo del Rey. Con este engaño nos trayan a unos y a otros atemorizados, por lo qual ellos andavan rrecatados de nosotros, y nosotros no nos atrevíamos a yr a ellos.
Este discurso no me atreviera yo a escrivirlo a V. Magestad si no tuviera tanta provavilidad de lo que digo, que sin escrúpulo me atreviera a firmarlo, porque aún después que yo estoy en estas yslas, e visto estas dos cosas provadas porque a çiertos rrelgiosos que de estas yslas allá fueron con mucha dificultad, se escaparon de la muerte, teniéndolos los chinas por espías de los que quedaríamos en Luzón, y les dixeron que todos éramos ladrones. Y los vezinos de la çiudad de Macán me escrivieron aquí el año passado sobre que tratase que ninguno de estas yslas fuesse a la China, porque a todos quantos fuesen los matarían.
Este engaño, causado por los portugueses o por otra qualquier vía, en que hemos estado los chinas y nosotros, a desecho nuestro señor ordenando que esta nao con tormenta llegase a la China, donde al principio, pensando que eran corsarios, los trataron mal, pero viendo una nao sin arma y llena de mercaderías, entendieron que eran mercaderes y no corsarios. Luego les ayudaron a descargar la rropa para adereçar el navío y tornarla a embarcar, y les dexaron yr en paz a Macán. Y me afirman algunos de los que fueron por tierra a Canton, que fueron en el camino muy bien tratados, y que llegados allá los trataron mexor que a los portugueses, con más respecto. Y les dixeron que como pagasen los derechos al Rrey, querían todas las vezes que quisiesen yr de estas yslas a contratar allá, que ellos holgarían de ello. Esto es lo que de la arribada de aquel navío hemos sacado luz, por donde claramente consta ser falso que matan en la China a todos los que van sin liçencia a ella, y que no ay ley que proyva el entrar en ella, y que perdiendo la mala opinión que de nosotros tienen, holgarán que tengamos comerçio con ellos.
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02 Mar 2009 12:54
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Pues como yo en la carta que sobre lo negoçios de la China a V. Magestad escrivo, digo que porque de los governadores de ella está con tanto rrigor mandado que ningún estrangero entre allá, y que por esta parte se cerrava la puerta para que la predicación del evangelio no pudiesse entrar en quel reyno, fundando eso el poderles hazer guerra, pareçióme estar obligado a dar aviso a V. Magestad de la notiçia que después se tiene açerca de esto, por no ser causa que por callar yo venga algún mal a quien no lo mereçe. Y también lo hago para que V. Magestad sepa que si alguna vez escriviere algo y después supiere otra cosa, no dexaré de enmendar lo que oviere errado, más porque este negoçio es de tan grande ynportançia como V. Magestad vee. Lo que hemos acordado para que la verdad de él sea toda a V. Magestad manifiesta es que so color de yr a poner cobro en aquel navío, vayan de esta çiudad dos personas: una por parte del governador, que es el facto Juan Baptista Román, y tra por parte mía, que es el padre Alonso Sánchez de la Compañía de Jesús, que aora un año vino de allá. Entrambos a dos tales personas quales para tan grande negoçio se rrequieren, y que cada uno por la parte que le trae sabrá muy bien representar lo que a caro lleva. El yntento que en esta jornada hemos tenido es dar a entender a aquellos bárbaros la potençia de V. Magestad, y quanto les ymporta tener comerçio y amistad con sus vasallos, y que barrenen y penetren los yntentos que estos governadores tienen, y con qué propósito están para que, si de bueno a bueno quieren rreçibir el bien que, por medio de V. Magestad, Dios y la Yglesia les embia, se haga sin sangre, lo que Dios con tanta venignidad quiere que se haga; y si pareçiese severidad el estorvo e ympedimento que los governadores a la predicaçión del evangelio ponen según hasta aquí se ha entendido, en tal caso V. Magestad, a quien Dios y su Yglesia tienen cometida y encargada la comversión de tan ynumerables ynfieles como en estos rreynos están, verá lo que según esta obligaçión se deve hazer, que pasando la cosa conforme a lo que en la ynformaçión que a V. Magestad embío, va probado otra vez, torno a dezir, que no solamente podía V. Magestad con mano armada entrar en la China y abrir con armas la puerta por donde entre el evangelio, pero si los negoçios de por allá no lo estorvarem, estará V. Magestad obligado a hazerlo así. Y por embiar a V. Magestad certidumbre y claridad de lo que en esto ay, van a la China estas dos personas. Espero en la bondad y misericordia de N. Señor, que en los tiempos de V. Magestad se atribuya la gloria de aberlos rreduzido al conozimiento de Dios y gremio de la Sancta Madre Yglesia.
En el pliego del segundo navío, escriví a V.Magestad una carta que es copia de otra que el año pasado fué por la vía de Malaca, en que va una, que los ynquisidores de México me escrivieron sobre que querían poner comissario del Sancto Offcio en estas yslas, y la que yo a esta carta les rrespondí, y porque en la carta que va (...) a V. Magestad declaro las rrazones que ay para que no se aya de poner aquí comissario, y los yncombenientes que se siguen de que vaya. No quiero tornarlo a rrepetir en esta, más de çertificar a vuestra Magestad que los yncombenientes que en la carta van expresados, se an visto después acá por experiençia en cosas que an acaesçido y bien claro está quan yntolerable e ynsufrible cosa sería si para los negoçios y causas perteneçientes al foro de la justiçia rreal no oviesse en estas yslas quien las pudiesse determinar, sino uno o dos alguaciles con facultad de solamente hazer informaçión y prender y remitir a México. Pues siendo que en las cosas que al fuero de la justiçia rreal toca, no era cosa que se podía sufrir, como a de querer V, Magestad que se sufra en las tocantes en las tocantes a la fee y sancto officio de la ynquisiçión, que son tanto más graves y peligrosas que las otras, quanto haze de ventaja lo espiritual a lo corporal, y el daño y perjuicio que de aver en estas ylas comissario del sancto officio, de la manera que los ynquisidores de México se sigue, no sólo es para los que por el sancto officio fueron presos o yndiçiados, como en la carta de V. Magestad declaro, pero en los mismos negoçios de la fee se le sigue muy grande, porque por esta vía o nunca se acavarán, o tan tarde que muchas vezes és de antes hecho el daño que se le pueda poner reparo. Yo digo lo que açerca de esto me pareçe conveniente, V. Magestad provea lo que más servido fuere.
Des estado en que esta tierra queda no quiero en ésta tratar a V. Magstad cosa alguna, aunque avía harto que dezir, pues de aquí a dos meses, plaziendo a N. Señor, a de salir de aquí un navío que vaya derecho a la Nueva España. Si Dios hasta allá me diese vida, en él daré a V. Magestad quenta de todo lo que pasa según lo que he hecho en los demás navíos que de acá an partido, y de lo que allí va escripto podrá V. Magestad conjeturar quales devemos quedar los que bivimos en estas yslas, pues quando esperamos el rremedio que avíamos menester, dió al través en la China, y aunque perder allí las haziendas fué para esta rrepública tan gran pérdida, como arriba digo, pero la mayor fué averse de pasar tanto tiempo en que V. Magestad venga a saberse de nosotros, y este es uno de los mayores riesgos que en estas tierras se corren, que aviendoles de venir de V. Magestad el bien que an menester y el rremedio de los males que pasan, para uno y lo otros se pase tanto tiempo que cando de acá se escrive, una carta, queda el que la escrive casi sin esperança de ver respuesta de ella, y ntretanto por acá, padeçense muchos travajos, y como el rremedio está lejos, los travajos de cada día se van haziendo mayores y menor la esperança de verlos rremediados. Dé Dios. A V. Magestad larga vida, que aunque la gran distançia del camino nos haze desmayar la çertidumbre que tenemos del cristianismo, por boca de V. Magestad pone esperança que savido lo que acá passa, lo a de mandar con toda brevedad rremediar, y el bien de toda esta tierra y el rremedio de los males que ay en ella está en que V. Magestad nos dé un governador que, apartados los ojos de los propios yntereses y aprobechamientos, los ponga en el serviçio de Dios y el de V. Magestad y en el bien de esta rrepública, que tan (...) y acavada la hallará, que por muy buena maña que se dé y diligençia que en ello ponga, terná harto que hacer y no hará poco en sustentarla que no se acave de perder, y si mucho tarda, podría ser no hallar qué rremediar. N. Señor por (...) misericordia, alçe de sobre nosotros su yra, y a V. Magestad alumbre para que nos obre (...) de tal persona qual para buen govierno de esta tierra es menester. De Manila, 8 de abril de 1584.
C.R.M.
Besa las manos de V. Magestad su menor siervo y capellán
El Obispo de las Filipinas
Fray Domingo Salazar


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02 Mar 2009 12:55
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Las Filipinas, provincia del Imperio

Desde la incorporación a la Monarquía Hispánica, hasta al llegada de los borbones, a principios del s.XVIII, las Filipinas fueron una provincia más del Imperio. La representación ante el Rey la ejercía el Consejo de Indias, que ostentaba la representación de todos los territorios de Ultramar.

Ya en tiempos de Legazpi, las Filipinas se constitueron en gobernación, dependiente de la Nueva España.

Poco después, en 1574, se creó la Capitanía General de Filipinas, dependiente igualmente del virreinato de Nueva España. Esta Capitanía cubría todo el territorio de Filipinas, Marianas (incluyendo Guaján), Palaos, Carolinas, Sabah, temporalmente algunos fuertes en las costas de Formosa (hoy Taiwan) y, también ocasionalmente, las islas Ralic, Ratac y Volcanes, y Bonín.

En 1584 se creó la Real Audiencia de Manila, que gobernaba la capitanía cuando ésta quedaba vacante; el capitán general ejerció las funciones de gobernador y presidente de la Real Audiencia (hasta 1861). Esta Audiencia agilizó los asuntos legales que, hasta entonces debían dirimirse en la Nueva España.

Los gobiernos locales siempre estuvieron en manos de los antiguos jefes o rajas, ahora llamados "gobernadorcillos". Asimismo, la defensa militar estuvo en manos de los nativos, con unos pequeños refuerzos españoles.

La incorporación al Imperio supuso la unificación política de las Filipinas, habitadas hasta entonces por diversas etnias y culturas "pigmeas" ("negritos" y austronésicos, protomalayos y malayos), que vivían en comunidades independientes y en constantes guerras.

La colonización también trajo elementos de la civilización europea como la rueda y el arado (que ayudó a crear núcleos urbanos) y una red de infraestructuras como puertos, puentes y caminos que contribuyó al florecimiento del comercio insular e internacional.

Los misioneros españoles trajeron la Fe Católica a Filipinas, religión mayoritaria de filipinos, y contribuyeron decisivamente a la educación en las islas, fundando numerosos colegios y universidades. Así, en 1611, los dominicos fundaron la Universidad de Santo Tomás, que es considerada la más antigua de Asia.

El galeón de Manila

Fue el nombre que se dio a las naves (primero) y flotillas (después) que realizaban dos veces por año entre Acapulco y Manila (ida y vuelta), con escala en Guaján. También se le conoció como "galeón de Acapulco".

Desde Acapulco llevaban a Filipinas mercancías procedentes de Nueva España (principalmente), siguiendo una ruta al N. del Ecuador. Retornaban con mercancías procedentes de las Filipinas y todo el Lejano Oriente, siguiendo la corriente de Kuro-Siwo hacia el N., virando luego al O para alcanzar la costa de Norteamérica. Una vez en Acapulco (u otro puerto alternativo, a veces), las que iban a seguir viaje a España se transportaban hasta Veracruz, y allí se embarcaban en las flotas de Indias, conjuntamente con mercancías de procedencia de los virreinatos americanos.

El primer galeón hizo el viaje en 1565, manteniéndose hasta 1815, una vez que la Nueva España se separó de España, constituyendo los estados de México y los restantes de Centroamérica y N. de Sudamérica.

Las Filipinas, colonia del Imperio, 1700-1815

La llegada de la dinastía borbónica supuso un cambio radical en las relaciones de los territorios de Ultramar con España.

Felipe V implantó una política centralista, opuesta a la de los Austrias.
Además, copió la estructura que Inglaterra, Francia y Holanda tenían para gobernar sus territorios extrametropolitanos. En consecuencia, se suprimió el Consejo de Indias (que representaba a las provincias de Ultramar) y ocupó su lugar el Ministerio de Ultramar, organismo extraño para las costumbres españolas.

La consecuencia inmediata es que las provincias ultramarinas perdieron esa condición para convertirse en colonias. Filipinas dejó de ser una provincia más, para pasar a ser tratada como "colonia de la Corona".
Además de suponer un trato de inferioridad y desigualdad, iba en contra de los pactos de libre adhesión que los filipinos habían firmado con España.
Se produjo un malestar muy visible entre los filipinos, que dio lugar a la presentación de protestas, pero no ocasionó rebeliones violentas.

Cuando se produce la invasión de la España peninsular por Napoleón, se pide ayuda a los territorios ultramarinos. Así, el gobierno contrario a Napoleón y José I, reunido en la Isla de León, promulga el Decreto de 15 de octubre de 1810, en el que se dice que "las posesiones españolas ultramarinas en ambos hemisferios forman con la Península un sólo reino, una sola misma nación, y una familia y, en consecuencia, los naturales de dichos lugares disfrutan de los mismos derechos que los nacidos en la Península".

La Constitución española de 1812 recoge cuáles son esos territorios: "las regiones españolas comprendidas por la América septentrional, la América meridional y las Islas Filipinas" (Const. art. 11).

La respuesta es variada. Algunos territorios, emulando a USA, aprovechan el momento e inician el proceso de emancipación hacia la independencia plena, mientras que otros se mantienen leales. Entre estos últimos está Filipinas, que acepta la Constitución, proclamándola en Manila el 27 de septiembre de 1812, y creándose una Junta Preparatoria para elegir los representantes filipinos en las Cortes Españolas.

(cont)

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Nuevo mensaje Re: Filipinas, incorporación e historia en el Imperio Hispánico
Las Filipinas, en el s.XIX. 1814-1896

La dependencia de la Capitanía General de Filipinas, del virreinato de Nueva España desapareció tras la independencia de México. A partir de 1815, depende directamente de la España peninsular.

España reconoció la lealtad de Filipinas varios años después de terminar la guerra de la Independencia, mediante el Real Decreto de 8 de mayo de 1826, que autoriza a Manila a lucir la Corona Real sobre el Castillo que figura en su Escudo de Armas. Se adopta el 4-7-1827, en acto solemne.

Ante el rechazo del régimen español por parte de algunas regiones musulmanas, el Gobernador General, Narciso de Clavería, en 1846, consideró que era necesario convocar un nuevo plebiscito para ratificar o denunciar el régimen político existente.
Una vez celebrado, se transmitieron los resultados al gobierno de Madrid.

Y más tarde el mismo Gobernador General debió de comunicar que, por error, se había comunicado que alguna región había dicho "sí" a España, cuando realmente su voto había sido negativo.
Por ello, pedía al Gobierno central que dichas regiones debían considerarse plenamente y, por tanto, España debía cesar en su dominio sobre las mismas.

El 4 de julio de 1861, un Real Decreto devolvió Filipinas a su condición de colonia. Se estableció un "Consejo de Administración" (similar al de Francia en Argelia durante su Primer Imperio).
Esta situación se ratifica en la Constitución de 1876. Según dispone Filipinas y el resto de los territorios de Ultramar, menos Cuba y Puerto Rico, se gobernará por leyes especiales, no siendo aplicable en esos territorios dicha Constitución.
Esta disposición, sin consultárselo a los filipinos, añadida al agravio de ser considerada colonia en vez de provincia, sembró el germen del distanciamiento, y más tarde, de la segregación.
En muy pcos años se había pasado, como dice algún historiador de finales del s.XIX, del "Filipinas con España", al "Filipinas sin España", con el paso intermedio del "Filipinas bajo España".

En 1880 era Gobernador General Fernando Primo de Rivera. Intentó que los habitantes de la Provincia Montañosa (de religión animista, mayoritariamente), que ya habían votado en contra en 1598 (y lo habían reafirmado en 1846), aceptaran la autoridad de España. Siguiendo las pautas de comportamiento típicas del s.XIX, les comunica que, de no aceptarla, enviará una expedición militar.
Ante la respuesta negativa, organizó la campaña militar, que terminó con el sometimiento de los indígenas.
El Gobernador General comunicó a la Península que, por fin, en la Provincia Montañosa ondeaba soberana la bandera de España. Pero se encontró con la desautorización del gobierno de Madrid, que le dio órdenes de retirar inmediatamente la tropa, porque dicha región debe permanencer independiente, ya que "las leyes españolas no permiten que se gobierne un territorio sin el consentimiento de sus habitantes". Naturalmente, la orden terminante se cumplió.

En la segunda mitad del s.XIX, el nivel cultural en Filipinas seguía creciendo. Un grupo de jóvenes intelectuales filipinos se instalaron en la península en 1882, que buscan la manera de que Filipinas sea considerada como una provincia más de España. El grupo se dio a conocer como "La Propaganda", e inició esa campaña reivindicativa.

El 18-1-1889, un Real Decreto inspirado por Manuel Becerra, Ministro de Ultramar, echó más leña al fuego, al recoger textualmente: "La identidad política entre pueblos que configuran una nación soberana no es posible cuando la distancia, el clima, las características raciales y la diversidad de costumbres, necesidades y recursos marcan grandes diferencias como ocurre entre España y las Islas Filipinas".

Esto suponía un paso cualitativo en el distanciamiento. Un mes después (15 de febrero), los filipinos fundaron en Barcelona la revista "La Solidaridad", pidiendo que se volviera a reconocer a Filipinas como provincia.

En ese año se llegó a una situación irreversible. En "Solidaridad" escribían jóvenes titulados, destacando José Rizal (médico) y Marcelo Hilario del Pilar (abogado). A lo largo del año, del Pilar se convenció de que no hay solución pacífica, mientras Rizal siguió agotando esa vía.

Rizal regresó a Filipinas poco después, mientras del Pilar seguía en España. Pero la situación se había hecho irreversible. Triunfaron las tesis de del Pilar, mientras fracasaba Rizal en su intento.

La revolución violenta estalló en Agosto de 1896, acaudillada por Andrés Bonifacio, fundador del movimiento secreto "Katipunan". Rizal, por su parte, víctima de un error político (quizás también, judicial), fue encausado y fusilado el 30 de Diciembre de 1896.

El movimiento de secesión, 1896-98

El movimiento por la secesión era ya imparable. Lo que vino después, ya está recogido en otro lugar del foro.

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Bibliografía

-Espasa

-"La España oriental: cuatro siglos de España en Asia y Oceanía", por Federico Sánchez Aguilar; ed Fundamu, 2005

-"Provincia, sí; Colonia, no", por Antonio Molina; Revista Arbil:
https://www.arbil.org/(77)fili.htm

-Wikipedia

-Revista Historia y Vida (diversos números, entre 1975 y 1979)

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Traducción al español por Huan Manwë para phpbb-es.com