'

Plano otro.

'

Plano nº 3

'

Plano 4

'

Plano 5




.

'

Combate



Al amanecer se divisaron, pero hasta medio día no se entablo el combate, sobre las 11.30 hasta las 17.30 horas del glorioso aunque infausto, 21 de Octubre de 1805.



Fuerzas británicas--- 27 navíos de línea y 4 fragatas; 2.246 piezas de artillería; Almirante Horacio Nelson.



Fuerzas franco-españolas--- 33 navíos de línea, (15 de ellos españoles) y 5 fragatas; 2.520 piezas de artillería; Almirante Villeneuve.



Dado que los británicos disponían de siete navíos de tres puentes y su artillería de más calibre; las fuerzas enfrentadas quedaban bastante equilibradas.



Villeneuve, viendo llegar la escuadra enemiga, creyó que iban á atacar en masa y dispuso que todos estuvieran prestos para el combate. Nelson dio su famosa orden <<Inglaterra espera que cada uno hará su deber>> (Englánd expects every man to do his duty).



Casi al mismo tiempo Churruca á bordo del San Juan Nepomuceno daba su célebre orden <<Hijos míos: en nombre del Dios de los ejércitos, prometo la salvación eterna al que muera cumpliendo con su deber>>.



Poco antes de iniciarse el combate, las fuerzas aliadas quedaron todas en línea, pero una sola línea muy irregular y muy poco sostenida, que no se pudo corregir, tanto por la flojedad del viento, como porque el enemigo se les venía encima; en realidad, sólo los catorce navíos que habían entre el Santa Ana y el Príncipe de Asturias, en que tenía arboladas sus insignias Álava y Gravina, se hallaban en perfecto orden de batalla, fue la única porción de nuestras fuerzas que se presentó bien formada, justificando así con creces la fama que ya gozaba el jefe español; la vanguardia tenía tres buques fuera de la línea y en el centro, desde el Bucentaure, que arbolaba la insignia de Villeneuve, hasta el Santa Ana, sólo había un buque en su puesto; los demás, que eran cuatro, quedaron muy a sotavento, dejando un gran claro al enemigo, que seguramente no esperaba encontrar tan gran oportunidad.
.

'

La longitud de tan desdichada línea era de más de una legua marina. En virtud , de la primitiva subdivisión de escuadras y de las evoluciones sucesivas, la armada combinada, al comenzar el combate se hallaba en el orden siguiente: Neptuno, Scipion, Intrepide, Rayo y Formidable, con la insignia de Dumanoir; Duguay-Trouin, sotaventado, Montblanc, fuera de su puesto natural, ocupando a barlovento el del anterior; Asís, San Agustín, Heros, Santísima Trinidad, con la insignia de Cisneros, Bucentaure, con la insignia del almirante en jefe, Neptune, sotaventado, dejando en claro su puesto, Redoutable, fuera de su lugar, bien que alineado algunos cables más a vanguardia, San Leandro, caído a sotavento; San Justo, también sotaventado harto mas que el anterior, Indomptable, caído como el San Justo; Santa Ana, en su puesto, con la insignia del general Álava, Fougueux, Monarca, Plutón; Bahama, Aigle, sotaventado, Montañés, Algeciras, con la insignia de Magon, Argonauta, Swift-Sure, Argonaute, sotaventado, San Ildefonso, Achille, sotaventado, Príncipe de Asturias, a su bordo el general Gravina y a sus ordenes el mayor general don Antonio de Escaño, Berwich y San Juan Nepomuceno.



Enfrente se presentaban dos líneas: la de Nelson con dieciocho buques y la de Collingwood con quince, que llevadas de este modo, podían fácilmente romper la débil línea que tenían enfrente, dándose un doble choque que su delgadez no podría resistir.



Esta complicada maniobra, digna del genio de Nelson, no fue intuida por Villeneuve, empecinado en su idea de mantenerse en una sola línea, tan imperfecta como hemos visto; pero sí por Gravina, que valiéndose del telégrafo de señales, pidió a aquel autorización para maniobrar independientemente con los doce navíos que componían la escuadra de observación, para acudir adonde creyese más conveniente, pues vio que había posibilidad de coger al enemigo entre dos fuegos, no obstante lo cual le fue ordenado mantenerse en línea como hasta entonces, con lo que perdería una posibilidad de contrarrestar la maniobra británica; esta negativa fue censurada por los mismos franceses, especialmente por el contralmirante Magon, quien opinó: <<que ello sería causa de la derrota, pues la reserva era lo único que podía destruir los planes de Nelson impidiendo sus desarrollo>>.



Cabe asegurar, que bien distinto habría sido el resultado de la acción, si el almirante en jefe de la combinada se hubiera llamado Gravina y no Villeneuve.
.

'

Sobre las once y treinta minutos el San Agustín, capitaneado por Cagigal, rompió el fuego disparando el primer cañonazo contra uno de los navíos de la columna de sotavento, fuera del alcance de la bala, el Monarca disparó otro tiro que fue más acertado y el segundo del combate, siendo ambos estampidos como la señal repetida, de que la hora suprema era llegada.



Efectivamente, a las doce menos diez minutos, el Santa Ana y el Fougeux, que mandaba el capitán Baudoin, rompieron el fuego sobre el Royal Sovereign, que se dirigía a toda vela contra el San Ana. Las descargas iban acompañadas de grandes gritos de ¡Viva España! En los buques españoles y ¡Vive l’empereur!, en los franceses.



El Victory y el Royal Sovereign se adelantaron solos e intrépidos, recibiendo las descargas de la flota combinada; el Bucentaure, Trinidad y el Neptuno, contra el primero, la primera andanada fue tan contundente y acertada que al impactar en su casco le hizo escorar, quedando tan destrozado que Collingwood hubo de abandonarlo y transbordar a la fragata Eurygalus en medio del combate; el San Leandro, San Justo y el Indomable, descargaron contra el segundo.



La división de Nelson maniobró con intención de cercar el buque de Villeneuve, pero el Trinidad y Redoutable acudieron en su auxilio decididos a impedirlo. El Trinidad, con sus descargas a un tercio corto de tiro, hizo tales estragos en la arboladura del Victory, que sin la oportuna ayuda del Temeraire, que acudió a toda vela, hubiera quedado enseguida sin gobierno.



Nelson se colocó en primera fila entre su gente, sin querer cubrirse las condecoraciones y placas que lucía en su pecho. Su médico, el doctor Scott, le había prevenido que hacía mal en mostrarse tan llamativo, pues atraería el fuego de fusilería enemigo sobre su persona y así fue, recibiendo una bala disparada desde el Redoutable, le entró por el hombro izquierdo, le atravesó el pecho quedándosele incrustada en la columna vertebral, dejándolo herido de muerte.
.

'

En la confusión que siguió. El Redoutable intento abordar al Victory, pero pudo evitarlo el Temeraire, acudiendo también el Mercury.



Se declaró un incendio a bordo del Victory, que quedó sin gobierno; el incendio se propagó al Temeraire, que consiguió alejarse, pero quedaron el Victory, Redoutable y Mercury, los tres sin timón, formando un grupo que marchaba a la deriva y el viento empujó hasta chocar contra el Fougeux.



El espectáculo que ofrecía entonces el centro de la armada combinada, más que combate ordenado, era imagen de la más espantosa confusión. Se sucedían las descargas y la lucha era más bien de uno contra uno.



El Berwick, francés, tuvo que rendirse al Defence. El Bucentaure luchaba con gran valentía, hasta que, completamente desarbolado, tuvo que arriar bandera, no quedándole siquiera un bote para conducir al comandante en jefe a bordo de otro buque, por lo que fue hecho prisionero.



El Trinidad, después de haber combatido con gran acierto al Victory, se vio rodeado por el Conqueror, Leviathan y Neptune, aun así siguió manteniendo su pabellón a costa de prodigios de valor de su dotación hasta la caída de la tarde, en que su heroico comandante, viendo que tenía en las bodegas sesenta pulgadas de agua, que sus palos estaban destrozados y su cubierta obstruida por los muertos, heridos y escombros, los pocos supervivientes se rindieron y apenas habían acabado de ser transbordados a los buques enemigos, el Trinidad se fue a pique, llevando a su bordo un gran numero de heridos, en otras versiones se dice que le pegaron fuego al ver que no podía llegar a Gibraltar, pues la intención era el conservarlo como trofeo, por ser el único cuatro puentes que ha existido en el mundo.



Los actos de heroísmo de los marinos en esta memorable jornada fueron muchos, sublimes y admirables, por todos conceptos. El Trinidad no sucumbió sin que se hubiese intentado su socorro.



El Heros, francés y el San Agustín, que se encontraban a su proa, cuando le vieron abrumado de enemigos, pidiendo auxilio, volaron en su ayuda y pelearon valerosamente a su lado.
.

'

El comandante del Trinidad, Francisco Uriarte, escribió en su parte: <<Roto el centro y rendidos algunos buques de él, se replegó el enemigo en numero de cinco navíos sobre éste, que sostuvo el fuego hasta más de las cinco de la tarde, que fue preciso ceder ante tanta superioridad y a dos repetidos abordajes, que al tercero ya no pudo oponérseles suficiente gente, por hallarse ocupada en las baterías la poca que restaba, continuando el fuego contra los otros buques que me estrechaban a tiro de pistola>>. Uriarte continuó defendiendo su buque hasta que vio su bandera en el agua y no había un solo hombre que le obedeciese.



Valdés, que con su Neptuno estaba a las órdenes inmediatas de Dumanoir, al ver el giro que tomaba el combate y que Dumanoir no daba orden alguna, rompió la disciplina y viró de bordo para acudir al lugar donde se luchaba.



Preguntóle Dumanoir la razón de su movimiento y Valdés, sin detenerse, le contesto: <<Al fuego>>. Y el comandante del Rayo imitó enseguida su conducta, siguiéndole el francés Intrepide, siendo este el último buque en rendirse de la flota combinada, fue atacado por cinco de los enemigos, que le dejaron casi destrozado y con más de trescientas bajas.



Por lo que los esfuerzos de estos héroes resultaron vanos; el Neptuno, cercado por cuatro navíos, sostuvo un fuego horroroso; su jefe perdió la vida y quedaron tendidos en sus puentes noventa y ocho muertos y ciento cuarenta y seis heridos.



El oficial que quedó al mando arrió la bandera, pero el temporal que sobrevino arrojo al Neptuno contra las peñas de Santa Cristina, donde se estrelló. El Rayo en muy mal estado y pésimo material, era el menos velero de la flota por lo que situado en vanguardia y sotavento, fue el último en llegar y poco podía hacer ya, siendo lógica la decisión de su comandante de regresar a Cádiz.
.

'

El San Juan Nepomuceno fue uno de los más distinguieron. Mandábalo el inmortal brigadier don Cosme Damián Churruca, gloria de la Armada Española. En cuando vio que el almirante francés alteraba la primera posición, para formar una línea tan delgada, dijo a su segundo: <<Villeneuve no conoce su obligación y nos compromete>>. Pero su valor y arrojo no decayeron ni un solo momento.



Durante más de dos horas peleó solo contra tres navíos que le combatían por ambos costados; después se presentaron a luchar contra él tres más, uno de los cuales, el Dreadnought, de tres puentes, se le puso por la popa a medio tiro de pistola y sin embargo, el San Juan Nepomuceno, único de toda la línea que se veía acometido por seis de igual o mayor fuerza no se rendía y seguía dando órdenes y repartiendo el fuego de sus cañones con el mismo orden que un día de zafarrancho o de salvas.



Toda la arboladura cayó hecha pedazos; la metralla y los cadáveres alfombraban la cubierta, pero Churruca ni se rendía ni se desconcertaba; acudía a todo, mandaba con su bocina de combate la maniobra; hacía las veces de capitán, pues éste había muerto, animaba a los más cansados, apuntaba él mismo los cañones y al acabar de hacer una puntería , que logró desarbolar a uno de los contrarios, una bala de cañón le arrebato la pierna derecha y cayó sobre la cubierta, exclamando: <<Esto no es nada; siga el fuego>> y apoyándose sobre el brazo derecho continuo dirigiendo la lucha, que causó asombro y admiración a todos sus seis adversarios. Pero sus fuerzas disminuyeron por la gran hemorragia producida y al ver que la vida se le escapaba, llamó a su presencia a todos los que aún vivían y les dio las gracias por su comportamiento, pidiéndoles que clavasen la bandera y que el San Juan no se rindiera mientras él viviese.



Uno y otro tardaron poco en sucumbir. Era completamente imposible, por falta de arboladura, cortar el circulo en que estaba encerrado y era también imposible continuar el combate contra fuerzas tan superiores; habían muerto el comandante, el capitán, el primer oficial, otros oficiales y ciento cincuenta y dos miembros de la tripulación y tenía a siete oficiales y doscientos cuarenta y tres heridos.
.

'

Cuando hubo arriado la bandera, los oficiales británicos de los diferentes navíos que cercaban el San Juan Nepomuceno, se presentaron a bordo para preguntar a cual se había rendido, disputándose todos tamaña gloria , a lo cual contestó arrogantemente el oficial Falcón, que había tomado el mando: <<Combatido por los seis navíos, a todos ellos sucumbo, que a uno solo jamás se hubiera rendido el San Juan Nepomuceno>>.


El acto religioso de la defunción de Churruca, se celebró asistiendo a la ceremonia los británicos al lado de los españoles.



El casco del San Juan Nepomuceno fue llevado a Gibraltar, donde estuvo conservado con gran esmero, durante largos años con la cámara cerrada y en la puerta el nombre de Churruca en letras de oro.



Esta puerta no se abría más que muy raras veces, para mostrarla a algún viajero de distinción y nadie penetraba en la morada que había ocupado el héroe, sino con la cabeza descubierta.



Con esta disposición honraba el Reino Unido al héroe que tanto se había distinguido combatiéndole.



Todos los buques españoles lucharon con gran denuedo, cubriéndose de gloria.



El Monarca fue uno de los primeros en romper el fuego; su valeroso comandante, Argumosa, atacó con gran denuedo al Bellerophon y al Thundering, se le incendió la proa y sus bodegas hacían gran cantidad de agua.



El San Ildefonso quedó tan destrozado que fue declarado incapaz de aguantar carena.



El Argonauta , al que mandaba Pareja cayó gravemente herido y siguió luchando hasta que, se hundió la cubierta del alcázar; atacado por los británicos Swisftsure y Belleisle, yéndose a pique al día siguiente del combate.
.

'

El Príncipe de Asturias, al mando del brigadier Hore, arbolando la insignia de Gravina y llevando también a bordo al mayor general Antonio Escaño, hubo momento en que se vio atacado por cinco, navíos británicos; luchando más de cuatro horas sin interrupción, tuvo que suspender sus fuegos, al quedar desarbolado y desmantelado completamente; cuando el San Justo y el francés Neptune se presentaron a socorrerle, Gravina había caído gravemente herido, por un casco de metralla en el brazo izquierdo y Escaño, que le sucedió en el mando, fue también herido en una pierna, por una descarga de metralla, que arrebató a cuantos estaban en cubierta.



Escaño no quiso abandonar su puesto, hasta que viendo los oficiales que la sangre le rebosaba el borde de la bota, le obligaron a ir a la enfermería; pero una vez le hicieron la primera cura, volvió a subir a la cubierta sostenido por dos marineros y allí permaneció mandando el fuego, hasta que viendo la batalla completamente perdida, hizo poner en su resto de arboladura la señal de retirada.



Sólo pudieron acudir a ella el San Leandro, San Justo y el Montañés españoles y el Neptune, Argonaute, Heros, Plutón y el Imdomptable franceses, se dirige hacía Cádiz, sin que los británicos, bastantes de cuyos navíos no estaban en condiciones de intentar la persecución, se lo impidieran; únicos que vio Cádiz con dolor regresar al puerto, de los treinta y tres navíos que habías salido a combatir.



El Bahama al mando del brigadier Galiano, al entrar en fuego arengo a sus hombre y dirigiéndose al joven guardiamarina que era pariente suyo, que portaba la bandera le dijo: <<Cuida de defenderla; ningún Galiano se rinde y tampoco un Butrón debe hacerlo>>. Recorrió luego todas las baterías, animando a la tripulación con patrióticas exhortaciones y al volver a la cubierta dijo a todos mostrándoles la bandera: <<Señores, estén ustedes en la inteligencia de que esa bandera esta clavada>>.



Acometido primero por el Colossus y después por dos navíos más, parecía poseído el Bahama por el ardor que animaba a su comandante, que de pie en medio del alcázar, animaba con su palabra a los combatientes, sin cuidarse de la herida que un astillazo hizo en su cara.
.

'

Al fin una bala le arrebató la vida, llevándole casi toda la cabeza y su cuerpo recibió por sepultura el fondo de la mar; el buque hecho casi astillas, poco después de haber arriado su bandera, siguió a su comandante, yéndose a pique.



También los navíos franceses pelearon con gran denuedo, rescatando en ese día la honra que habían perdido en el combate de Finisterre.



A bordo del Berwick fue muerto su comandante, el heroico Camas.



En el Redoutable, su comandante el capitán Lucas, luchó con gran heroísmo hasta quedar completamente inútil el navío, que fue remolcado por el británico Swiftsure; pero como había quedado tan maltrecho iba haciendo agua por todas partes y no pudo seguir el remolque, se fue a pique, hundiéndose de popa.



El bravo capitán Infernet, que mandaba el Intrépide, logró por un momento rechazar el formidable ataque que le dirigieron el Leviathán y el Spartan, pero tuvo que rendirse ante la superioridad del adversario, que logró desmantelar el navío, con más de trescientas bajas.



El Afrique recibió el fuego del Agamemnon y el Ajax y queriendo librarse de la acometida, fue a chocar con el Orion, sufriendo grandes desperfectos, pero luchando con gran coraje, hasta tener más de trescientos muertos y tuvo, por fin, que rendirse al Conqueror, que ya había hecho prisionero al almirante Villeneuve, venciendo al Bucentaure.



El Achilles hizo explosión, quedando convertido en un montón de astillas que flotaban por el lugar de la lucha, después de haber resistido largo tiempo el ataque de tres navíos, que tuvieron que retirarse a toda vela para huir de la terrible explosión, que se produjo el incendiarse su santabárbara. Los británicos tuvieron la humanidad de enviar botes para recoger a los supervivientes, que pudieron salvarse gracias a éste rasgo; pero el alférez en quien por muerte del comandante Newport, había recaído el mando rehusó salvarse y se hundió con los últimos despojos de su buque.



Los entrepuentes de los buques británicos quedaron también en un estado lamentable.
.

'

El Victory tuvo ciento cincuenta y nueve hombres fuera de combate; el Royal Sovereign, ciento cuarenta y uno; el Temeraire, ciento veintitrés; el Mars, noventa y ocho; el Achilles, setenta y dos; el Revenge, setenta y ocho; el Colossus, más de doscientos; el Thundering, setenta y seis y el Bellerophon, perdió ciento cincuenta y cinco en el abordaje contra el francés Aigle; Belleisle, noventa y ocho y Defiance, ciento veintiuno. Todos estos buques quedaron sumamente maltrechos, desarbolados y desmantelados, con las vergas hechas astilla.



Los británicos se refugiaron en Gibraltar al terminar el combate, llevando sólo tres de los diecisiete buques que habían logrado capturar, pues por causa de su mal estado y del temporal que se levantó al cesar el enfrentamiento, se perdieron al intentar remolcarlos hacía el puerto.



Ellos contabilizaron un total de mil doscientos cuarenta y una heridos y cuatrocientos cuarenta y nueve muertos, o sea, mil seiscientos noventa hombres, aunque es bien sabido que el vencedor, siempre tiende un tupido velo sobre sus bajas reales, pero con la proporción muy significativa de que hubo ciento cuarenta y nueve oficiales, que quedaron fuera de combate, de los cuales ciento veintidós perdieron su vida.



La flota combinada perdió treinta y cinco jefes y oficiales y mil veintidós marineros y soldados muertos y treinta y uno jefes y oficiales y dos mil cuatrocientos heridos, todos ellos españoles y tres mil novecientos noventa y cuatro franceses.



Como ejemplo de la típica conducta de los hombres de la mar, se cuenta un hecho de mucho merecimiento: el marino Félix Odevo, de Sanlúcar de Barrameda, que con su bote de pesca acudió y ayudó al salvamento de los náufragos, se encontró con cuatro británicos a los que recogió; al día siguiente, continuó su búsqueda y logró poner en tierra a cincuenta hombres del Berwick, que se encontraba estrellado y embarrancado; tres días después aún encontró al Monarca, flotando a la deriva y a su bordo descubrió veinticinco heridos, que yacían sin cuidados y muertos de hambre, logrando salvar a veintidós, que condujo al hospital.
.

'


En contra está, la oscura conducta que observó el vicealmirante francés Dumanoir; cuando Villeneuve dio la señal de virar por redondo a toda la vanguardia repetidas veces, vio el francés que el centro estaba abrumado por el número de sus enemigos, él siguió su navegar, sin obedecer primero y sin acudir al socorro después, reacción que sí tuvieron los españoles que iban en su división, pero a los que tampoco le pidió explicaciones.



Los cuatro navíos a sus ordenes, tras doblar el cabo San Vicente y haber costeado el litoral lusitano, fueron sorprendidos el cuatro de noviembre junto al cabo Ortegal, por la escuadra del vicealmirante Strachan, que sostuvo un rudo combate, consiguiendo rendirlos.



En septiembre de 1809, se celebró en Tolón un consejo de guerra, él dijo: <<Llegar tarde al sitio del combate, no hubiera servido más que para aumentar el número de bajas>>, y pregunto yo ¿para que escogió la carrera militar, sólo para llevar medallas?.



Carlos IV demostró en esta ocasión una energía de la que no se le creía capaz. Cuando tuvo noticias del desastre, consideró inmediatamente, que dado el heroísmo de cómo habían luchado los aliados, el honor del pabellón quedaba intacto y su primer anhelo fue el de recompensar a los héroes, que habían logrado escapar de la catástrofe.



A Gravina le nombró capitán general, noticia que recibió el héroe en su lecho de muerte.



A Álava le concedió la gran cruz de Carlos III y a todos los oficiales, que habían tomado parte en el combate, desde el más antiguo brigadier al más moderno guardiamarina, les otorgó ascensos adecuados.



Todas las viudas de los sucumbidos, tuvieron las pensiones correspondientes al grado superior al que tenían sus maridos; los suboficiales y marinos también fueron recompensados, recibiendo distinciones militares.
.

'

En cambio, cuando Napoleón conoció el desastre, su furor no tuvo límites, exclamando a gritos <<Villeneuve, devuélveme mis legiones y mis barcos>>, pero al serenarse y conocer con más pormenores todo lo sucedido, concedió la cruz de comendador de la Legión de Honor a los capitanes Lucas e Infernet, guardando sus rencores para los grandes jefes. <<Hubiera debido mandarle cortar la cabeza a Dumanoir>>, dijo delante de toda su corte de elemento oficial.



Y también fue inflexible para con Villeneuve, persiguiéndole con encarnizamiento. Dos años después, el emperador, cediendo a la instancia de Decrés, otorgó a su viuda una pensión de cuatro mil francos anuales <<en consideración a los servicios de su marido>>.



El Reino Unido veneró a sus héroes concediendo grandes honores a la memoria de Nelson. El hermano de lord Nelson recibió el título de conde, llevando anexa una renta de seis mil libras esterlinas por año; cada una de las hermanas tuvo también durante su vida una pensión de diez mil libras, además del regalo de cien mil libras para que se compraran propiedades. Los funerales de Nelson fueron celebrados en todo el país con gran pompa y solemnidad, levantándose estatuas y monumentos en muchas ciudades.



Collingwood, que por haber fallecido su jefe, le sucedió en el mando, con arreglo a la organización y reglamentos de la Marina Real, concedió ascensos para cubrir las vacantes que hubo en el combate, con las personas que más se habían distinguido en él.



En el combate murieron los capitanes de navío Duff, que mandaba el Mars y Cooke que lo hacía sobre el Bellerophon, siendo ascendidos sir Peter Parker y Thomas.



También ascendieron a capitanes de fragata Clavell y Landless. Pensiones a las viudas de los muertos y a los supervivientes que más se habían distinguido.



En el examen crítico de este importantísimo combate se encuentra, que fueron muchas las circunstancias que estuvieron en contra de los aliados.
.

'

Los mismos elementos les fueron adversos, pues durante todo el tiempo del combate el viento fue completamente contrario, favoreciendo, en cambio, a los británicos (era costumbre francesa el de combatir a sotavento, desde el siglo anterior y en esta ocasión lo pagamos los españoles; el viento, lo que hay que hacer es aprovecharse de él y no lo contrario, ¡es cuestión de táctica!, una de las razones, sino la principal, de la victoria de Nelson), después del combate, la tempestad que sobrevino se encargó de rematar el efecto destructor, que habían comenzado los navíos enemigos, (que Villeneuve hubiera hecho caso a Gravina, cuando le advirtió de la bajada de barómetros, anunciando la tormenta, desaconsejando la salida, lo demás son historias partidistas), haciendo imposible poder salvar a los navíos que hubieran podido ser remolcados y reparados luego si el tiempo hubiese ayudado y permitido la maniobra, sic.



La táctica de artillería, de la escuadra combinada, fue muy mala, consideraban y enseñaban, que para vencer había que desarbolar al enemigo y toda la precaución de los artilleros al tirar era el visar a las velas, palos y vergas de los buques del enemigo.



Durante todo el combate y en los partes dados por los comandantes después del mismo, consta repetidas veces que continuamente se dio la orden de apuntar para desarbolar y desmantelar al contrario, (craso error que nos costo muy caro, yo diría que demasiado caro).



El mismo Napoleón no tenía una concepción de la Marina mucho más elevada, pues el veintinueve de agosto de 1805 escribía a su ministro Decrés: <<Estos ingleses que se vanaglorian tanto de su Marina con sus maniobras y combinaciones, quedaran muy pequeños en cuanto Francia tenga sólo dos o tres almirantes que quieran morir>>.



Entre los oficiales franceses no había armonía ni espíritu de cuerpo. Desde los más ignorantes hasta los más instruidos reinaba la fatuidad, el orgullo y la presunción, que llegaba al ridículo.
.

'

Cada uno se creía más hábil, no sólo que su jefe, sino entre todos los oficiales. En las memorias del capitán Lecente se llega a decir, que en esa época hasta el más ínfimo aspirante marino, criticaba la conducta de su almirante. ¡Esto es disciplina y nada más!.



Nelson, según dijo en varias ocasiones, sentía un gran desprecio por los franceses, por causa principalmente de lo que sucedía en Francia desde los tiempos de la Revolución y este sentimiento, era compartido por casi todos los oficiales de la flota británica en ese tiempo; las cartas que escribían a sus familiares, están impregnadas de alusiones desdeñosas a la jactancia democrática y a sus maneras ordinarias.



Decían principalmente que los marinos de la Republica carecían en absoluto de repectability, cualidad que ellos consideraban primordial en todo oficial de Marina.



Los británicos , por el contrario, tenían ya hacía tiempo una táctica completamente distinta y consagrada, por el éxito en varias ocasiones anteriores.



En lugar de gastar toda la pólvora, balas y el esfuerzo de los artilleros en hacer agujeros en las velas y cortar cabos de la arboladura, repartían sus fuegos, tirando la batería alta a la arboladura y la baja, a las partes vitales del buque y contra fuego directo a las baterías enemigas, produciendo grandes destrozos en la artillería y sus dotaciones, esto explica cómo y por qué las cubiertas de los navíos de la escuadra combinada, quedaron pronto cubiertas de cadáveres y heridos y por que los británicos pudieron echar a pique y capturar tan gran número de buques.



Las consecuencias del desastre de Trafalgar fueron funestas, principalmente para los franceses.
.

'

Fournier, en su obra Napoleón I, dice: <<El destino de todo el continente quedó profundamente modificado por este hecho; Napoleón, no solamente había perdido una batalla, sino que a partir de ese momento los británicos fueron los dueños incontestables de la mar; no había ya medio de intentar atacarles en su isla” y más adelante añade: “Que el veintiuno de octubre de 1805, Nelson conquisto la llave y diez años más tarde, Wellington, metiéndola en la cerradura, abrió completamente la puerta, la ruina de la potencia marítima de Francia en Trafalgar fue el principal factor del resultado final consagrado en Waterloo>>.



Y yo pregunto, ¿no se olvida de los españoles?.



O es que no tuvimos nada que ver con la caída final de Napoleón.




Pérdidas españolas:




Muertos:



Teniente general don Federico Gravina y Nápoli.

Brigadieres: don Dionisio Alcalá Galiano y don Cosme Damián Churruca.

Capitán de navío, don Francisco Alsedo.

Teniente coronel de Ejército, don José Graulle.

Capitanes de fragata: don Francisco Moyua y don Antonio Castaños.

Tenientes de Navío: don Jacinto Guiral, don Agustín Monzó, don Ramón

Amaya, don Juan González Cisniega, don Joaquín de Salas, don Juan Matute y don Juan Donesteve.

.

'

Capitanes del Ejercito: don Agustín Moriano y don Bernardo Corral.

Tenientes de fragata: don Pedro Moriano, don Martín de Uría, don Rafael Bobadilla y don José Rosso.

Tenientes del Ejercito: don Juan Justiniani y don Miguel Vivaldo.

Teniente de Artillería, don Miguel Cebrián.

Alféreces de Navío: don Ramón Echagüe, don Cayetano Picado, don Luis Pérez del Camino y don Juan Medina.

Alférez de Artillería, don Carlos Belorado.

Alféreces de fragata: don Benito Bermúdez de Castro, don Diego del Castillo, don Miguel García y don Aniceto Pérez.

Guardiamarinas: don Jerónimo Salas, don Manuel Briones y don Antonio Bobadilla.

Mil veintidós hombres de marinería y tropa.




Heridos:


3 Generales, 4 Brigadieres, 7 Jefes, 28 Oficiales, 5 Oficiales del Ejercito, 10 Guardias Marinas y 2.405 hombres de marinería y tropa.



Los buques:



Santísima Trinidad.- Con el casco destrozado y sin arboladura; se hundió después de ser apresado.

Príncipe de Asturias.- Entró en Cádiz en la noche del 21 con el casco y aparejo destrozado.

Santa Ana.- Apresado, sin arboladura, fue represado y entró en Cádiz el 24.
.

'

Rayo.- Entró en Cádiz el 21 tan maltratado, que naufragó en Arenas Gordas el 23, por no poder resistir el temporal.

Argonauta.- Apresado, se hundió durante el temporal.

Montañés.- Entró en Cádiz con pocas averías.

Neptuno.- Capturado completamente desarbolado, se represó, entró en Cádiz y naufragó en el Puerto de Santa María.

San Agustín.- Apresado e incendiado por inservible.

San Justo.- Entro en Cádiz el 21, pero totalmente destrozado, tanto su casco como su arboladura.

San Juan Nepomuceno.- Apresado y llevado a Gibraltar.

San Francisco de Asís.- Entró en Cádiz el 21, naufragando en el Puerto de Santa María.

Bahama.- Apresado y llevado a Gibraltar.

San Ildefonso.- Apresado y llevado a Gibraltar.

San Leandro.- Entró en Cádiz con el casco destrozado. Desarboló durante el temporal.

Monarca.- Apresado, naufragando durante el temporal.



RESUMEN


Españoles:


Apresados por los británicos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .9
Recuperados. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .2
Perdidos por el temporal. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3
Perdidos en poder de los británicos. . . . . . . . . . . . . . . .4
Quedaron en la bahía de Cádiz. . . . . . . . . . . . . . . . . . .5
Fueron llevados a Gibraltar por los Británicos. . . . . . . . .3

'

Franceses:


Hundidos en el combate. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .2
Volados en el combate. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .1
Apresados. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .6
Estrellados en la costa después de apresados. . . . . . . . .4
No entraron en fuego (Dumanoir). . . . . . . . . . . . . . . . . . .4
Entraron en la bahía de Cádiz. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..5



Británicos:



Navíos hundidos en el combate . . . . . . . . . . . . . . . . . .5
Perdidos por el temporal. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .2
Desarbolados y estrellados en África. . . . . . . . . . . . . .2
Varado y hundido, en Santa María. . . . . . . . . . . . . . . .1
Prendido fuego por inútiles. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .2



Ante el cúmulo de afirmaciones en contra de las pérdidas británicas, paso a transcribir un documento que llegó a mis manos.



Pérdidas Británicas en el Combate de Trafalgar



Mi Reflexión



Una vez más me encuentro con el eterno problema y éste es, la incredulidad de muchos españoles, no sólo de los pertenecientes a este foro, (Dios me libre) sino más bien me da la sensación de que es todo el pueblo español, que por la intoxicación permanente de los medios, de todos ellos, tanto los escritos como los audiovisuales, da lo mismo, esta provocando el que siempre seamos los malos o perdedores, incluso consiguen que nos lo creamos y por más que se haga y se escriba en decir lo contrario, nadie nos cree en absoluto, es como si aun estuviera funcionando la inquisición, que siempre se le atribuye a España su invención, cuando fue en el Sacro Imperio Germánico-Romano, lo que hoy es Alemania, practicándose en Francia doscientos años antes que en España, pero pervive permanentemente la idea de que somos nosotros los malos y peor si cabe, que aun la practicamos.
.

'

Hay un ejemplo clarísimo de ello: El libro Noticias Secretas de América, cuyos autores son Jorge Juan y Antonio de Ulloa. Pero publicado en Londres en 1826 por Barry, en castellano y sobre una copia no autorizada. La polémica esta servida; primero, se publico buscándole un titulo morboso; en el original no figura la palabra (Secreta); segundo, se hizo fuera de España en español y sobre una copia no autorizada, acción que alegro a los españoles pero no a la historia de España y mucho menos a sus historiadores; tercero, que la copia fue muy posiblemente manipulada en sus contenidos y cuarto, que la investigación y posterior redacción no se escribió para hacerse público, ya que fue el Rey quien se lo pidió personalmente, a los dos integrantes españoles, de la expedición conjunta de científicos Franceses y Españoles, para su mejor conocimiento personal del funcionamiento de sus Virreinatos; por lo que era (Materia Reservada).



De la obra se conocen seis copias, cuatro con destino al gobierno y dos a la Marina, llegando hasta nosotros con algunas variantes, que cave achacar a los diferentes copistas.



Si entre las nuestras hay diferencias, ¿que no pasaría con la no autorizada y con destino a Londres?. Para mi un clarísimo acto de intoxicación por parte de los británicos y una clara intromisión en los asuntos internos de un país; ¿por qué, para que?, para una vez más injuriar a España y los españoles.



Los españoles, como se sabe, colonizaron la alta y baja California, este territorio estaba poblado por una tribu india, muy conocida por las películas que se han hecho sobre el tema, eran los Apaches; pues bien los españoles convivieron con ellos trescientos años, ¿quién los extermino?, los conquistadores del oeste americano y su incipiente ejercito, que como también sabemos, eran la escoria que no querían tener en su suelo los británicos, exportándolos como negros a sus colonias de América; ¿esto quien se lo recuerda a ellos?.



¿Qué ocurre con las medallas conmemorativas, emitidas antes de la victoria (que no lo fue), que se exhiben en el museo naval de Londres, donde figura de rodillas entregando su espada don Blas de Lezo, al invicto almirante Vernon?, simplemente por cortesía ¿no deberían retirarlas?, porque en el intento de conquista de Cartagena de Indias, que yo sepa por lo leído, el mencionado almirante Británico, tuvo que retirarse con el rabo entre las piernas, o no es así, ¡una derrota convertida en victoria para la posterioridad!.
.

'

¿Que ocurrió con Zenón de Somodevilla, marqués de la Ensenada?, lo de siempre; representaba un gran peligro para la isla, el que se construyeran tantos navíos, que podían poner en desventaja la supremacía de Albión; solución hay que quitarlo del medio y así se hizo; perdiendo España a uno de sus mejores ministros de todos los tiempos, pero lo sabroso es la comunicación que envió el embajador británico Benjamín Keene, con aires no disimulados de triunfo y de regocijo <<Ya no construirá más barcos España>>. Dice un viejo refrán castellano “del enemigo, el consejo”; la alegría de los británicos por la caída del marqués, era la pena y la desgracia de los españoles, tan rebeldes siempre a aprender las lecciones que nos da la historia.



Hasta en lo deportivo tienen que marcar la pauta; la maratón, desde la fecha del combate y que se rememoraba en los juegos olímpicos, tanto en los antiguos como en los modernos, siempre tubo una longitud a recorrer de cuarenta y dos kilómetros exactos; pues bien cuando se celebraron en Londres a finales del siglo XIX, para que la llegada coincidiera con la tribuna presidencial, que a la sazón era la reina Victoria, se alargo la carrera ciento noventa y cinco metros y así continua, ¿no había ninguna otra medida a tomar?, pues al parecer no; porque la reina era inamovible, pero la prueba se podía modificar a gusto de los vasallos de la reina, para no molestar a ésta.



No entraremos en medidas y pesos, ni por donde conducir, porque ahí si que no hay nada que hacer, al igual que con su maravillosa Libra Esterlina. La tozudez llevada a sus últimos extremos y luego, van de guapos, salvadores del mundo, comprensivos y luciéndose, de que son la más antigua democracia del mundo y que pueden dar lecciones a cualquiera, pues aun en esto último se equivocan, ya que dieciséis años antes que ellos, mi Valencia del Cid como, cabeza y casa (Cap y casal) y con ella todo el Reino de su nombre, (somos la única, que el nombre de la capital dá el de la comunidad, de ahí la complicación a veces de distinguir una de la otra, menos para los meteorólogos porque para ellos somos “Levante”), por otorgamiento del rey Jaime I, se siguió aplicando la costumbre (costum), que ya se practicaba o servia como ley en la época musulmana, posteriormente se implanto otra ley los Fueros (Furs), estos disponían la formación de una cámara legislativa con tres brazos, el aristocrático y militar; el eclesiástico y el de los Gremios, (éste es parte importantísima de la vida de la ciudad, por ser los que agrupaban a todos los empresarios y trabajadores), por lo tanto ni en esto nos pueden dar lecciones, por eso actúan de mil formas distintas, con el sólo motivo de socavar la resistencia del pueblo español; a que viene la llegada esporádica, pero llegada, de los submarinos nucleares a Gibraltar, para lo que tuvieron que cambiar la categoría del puerto; además como aliados actuales tanto de los Norteamericanos, como de los Españoles, poseemos una base naval conjunta espléndida; Rota, además de ser uno de los cuarteles generales de la OTAN, como aliado de esta organización, no creo que le pusieran muchos impedimentos ¿por qué no los llevan a ella? sólo un motivo les mueve a hacerlo así, (recordar a los españoles que el peñón es suyo).
.

'

La actuación del supuesto aliado en NUESTRA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA, con los saqueos de Salamanca y Burgos, que en palabras de Gómez de Arteche, <<fue peor la liberación de estas poblaciones por los británicos, que la invasión y permanencia del ejercito Napoleónico>> ¡que ya es decir!; mientras que en nuestras posesiones de América, hacían todo lo posible por levantar al pueblo, consiguiéndolo, para que se emanciparan de la metrópoli. Después en nuestra dramática y sangrienta guerra civil 1936-39, hicieron todo lo posible para que se alargara, así quedarían menos españoles de los que preocuparse y España sería mas débil y manejable; por una parte al bando republicano, le facilitaban toda clase de pertrechos, transportándolos en buques que protegía la Marina Real y por la otra parte manteniendo representación, casi a nivel de embajador, (no podía ser de otro modo, siempre de tapadillo) al bando alzado por si ganaba la guerra. ¡Eso es diplomacia y previsión, lo demás, son cuentos de hadas!. ¡Cuánto nos queda por aprender; sobretodo a nuestros gobernantes!.



Aquí va una poesía, (no se si se denomina así) que viene como anillo al dedo, por el autor y su fecha, se podrá comprobar que no soy el único español en pensar como pienso, de estos Sir:


(Un inglés es...... como un hombre,
así....... muy tieso y muy largo......
muy seco....... muy orgulloso
y tan grave como un asno.


En todas partes se encuentra
todo lo mete barato,
con los fuertes muy humilde
con los débiles muy bravo.


Ofrece pero no cumple
y cuando a dos ve enzarzados
en una riña, se acerca
como echándola de guapo
y dice: “Si en paz os pongo,
¿qué me vais a dar? ¿qué gano?.


Y si gana toma cartas
y si no saca su cuarto
y se retira diciendo:
“Señores, ni entro ni salgo
que se arreglen como puedan
o que se rompan los cascos”.


José María Gutiérrez de Alba. 1856

.