Gracias por la cita
Ilustra perfectamente lo que quería decir: hoy en día es un arcaísmo que nadie utiliza, como decir Moscovia o Ragusa por muy usual que fuese en el siglo XVII.

Abundando en el tema de los balleneros de la costa cantábrica.

El Cantábrico fue el mar donde se inició la práctica de la caza de la ballena.

La conocida como ballena franca (balaena biscayensis o baleana glacialis), venía a partir de otoño a las aguas templadas del golfo de Vizcaya. Las gentes costeras descubrieron, ya en la prehistoria, el gran beneficio que podían obtener de los cetáceos que quedaban varados en las playas. De esta forma, hacia el siglo XI los vascos construyeron las primeras balleneras e instalaron atalayas costeras, con vigías contratados por las cofradías durante la temporada de caza, que duraba del 1 de noviembre al 15 de marzo. Avistados los cetáceos en algún punto de la costa, un enjambre de barcas se lanzaba rápidamente al mar.



Para cazar a la ballena usaban arpones, unidos a cabos de unas 80 brazas (unos 135 m), a los que se fijaban flotadores, confeccionados con odres. Para rematarlas, se utilizaban lanzas o sangraderas, con las cuales se cortaban las arterias vitales del animal. Se exigía que cada barca tuviera como mínimo dos arpones, dos sangraderas grandes, y dos medianas. A remo, las barcas se acercaban a su presa, esperaban a que subiera a la superficie para respirar y la arponeaban. También podían acorralarla, si estaba cerca de la playa. Cuando el animal se desangraba (la sangre de los cetáceos no se coagula) y agotaba, tratando de huir arrastrando los flotadores y la embarcación, era rematada con una sangradera. Entonces, exánime, se giraba, mostrando la panza.



La ballena franca muerta no se hunde, lo que permitía remolcarla hasta la playa, aprovechando la marea alta. Cuando bajaba la marea, se despiezaba en una auténtica fiesta. Los trozos eran cargados en carros y llevados a la casa de ballenas, edificada en la costa, donde se fundía la grasa en grandes calderas y se almacenaban los diversos utensilios empleados en la caza y en el despiece: arpones, lanzas, cabos, las grandes cuchillas para cortar grasa y carne etc. Una ballena adulta de la época podía medir hasta treinta metros y pesar 150 toneladas; otra, la habitual en el siglo XIX, podía alcanzar los 18-20 m y pesar unas 70 toneladas. De la primera se obtendrían unas 60/65 toneladas de grasa, que producirían 48/50 toneladas de aceite; de la segunda, unas 30 toneladas de grasa y unas 24 de aceite.
En la casa de las ballenas se repartían los diversos lotes entre los participantes, se indemnizaba a los heridos, se pagaban las barcas y pertrechos dañados y a partir de 1616, se entregaban los porcentajes debidos al rey y a los concejos. Con un impuesto del 2% se mantenía la luz de La Halla, un primitivo faro del puerto de San Sebastian. En Gijón, parte de la ballena o de sus ganancias se entregaban a los marineros inválidos y a las viudas de los marineros.

Parte de la grasa se fundía y servía para iluminar; el resto y la carne se salaban. Las lenguas eran manjar especialmente apreciado en los comedores elegantes. Las barbas, utilizadas por las ballenas para filtrar el plancton que constituye su alimento, tenían múltiples aplicaciones: látigos, arcos, escudos y las costillas rígidas de los corsés. Los huesos tenían numerosas utilidades, incluso como abono y cerca para huertos, como en Luanco.

L a actividad ballenera fue muy importante, como se refleja en la heráldica de muchas poblaciones cantábricas, cuyos pescadores descubrieron la manera más fácil de cazar a los cetáceos, valiéndose de su gran sentido familiar. Primero arponeaban a la cría y mientras la madre intentaba reanimarla, la atacaban a ella y si el macho acudía en su socorro, también se convertía en presa.



Las embarcaciones utilizadas para la caza de bajura (chalupas o vizcaínas), estaban construidas a tingladillo; tenían unos diez metros de eslora, dos de manga y tres palmos de puntal, y podían llevar hasta doce personas (10 remeros, un timonel a popa y el arponero a proa). Para no alertar a las ballenas, se recubría la carena con pieles engrasadas y se empleaban remos de pala fina para evitar el chapoteo.

Una de las innovaciones técnicas más importantes fue, sujetar los remos con toletes y estrobos a la embarcación, facilitando su viraje, en caso de que se revolviera la ballena poniendo en peligro la nave y a su tripulación ya que eran bateles muy frágiles frente a un animal de semejante tamaño enfadado y dolorido.
El arpón iba ligado a un cable que sale de la barca por una acanaladura tallada sobre la roda, recorre toda la ballenera en sentido longitudinal, gira en torno a una bita (el bitón). Hasta el momento de la caza, va enrrollado cuidadosamente, para evitar la formación de nudos, en el interior de un cubo. Tras ser arponeada la ballena intenta escapar y el cable de 100/150 m se va desenrrollándo rápidamente; pero como gira en torno al bitón, retiene y fatiga a la ballena. Por si la barca se alejaba mucho del buque ballenero, era normal llevar a bordo algunas provisiones y agua potable.





La eficacia de estos cazadores esquilmó la población de ballenas del Cantábrico y a partir de los siglos XV-XVI, vascos y cántabros tuvieron que buscar nuevas zonas de caza, armando (cronológicamente) carracas, naos, carabelas y galeones y contratando a pilotos y tripulaciones bretonas y normandas, conocedoras de los mares del norte. En aquellas tripulaciones mixtas, los capitanes y los arponeros siempre eran cántabros, guipuzcoanos, vizcaínos o labortanos (del Laburdi vasco-francés), todos reputados como los mejores de Europa. Esta hermandad se mantuvo incluso a comienzo de las guerras hispano-francesas del siglo XVI, desafiando las políticas de los respectivos países.



Fuente: La a. de la historia-N69

Se me había despistado el libro siguiente y le acabo de recuperar.:
Javier Garay Salazar
"Ballena"
año 2001
Ediciones Beta III milenio S.L.
C/ Luzarra 13
edicionesbeta@euskalnet.net

El libro se centra enla actividad ballenera de Castro-Urdiales.

A Javi le puedes localizar facilmente en Castro, pues es sumamente popular, si es que no se me ha ido de andanzas por ahí ahora que se ha jubilado. Ha sido pescador y marinero.

Una referencia:
González Echegaray, R. (1978). Balleneros cántabros. Institución Cultural de Cantabria/Caja da Ahorros de Santander, Santander.

Vuelvo a tomar la actividad con la web de las ballenas del Cantábrico, la estoy reformando en una nueva dirección:
https://www.wix.com/ballenascantabrico/ballenas
Agradezco las aportaciones recibidas y acepto sugerencias.
Saludos

Aqui dejo un video que espero os guste

https://www.youtube.com/user/ballenascantabrico

Aqui te pongo otra anecdota, pero en Cantabria.



El 2 de noviembre de 1942 un cetáceo fue arrastrado por las corrientes
Hasta la bahía y provocó una leyenda que se extiende hasta nuestros días.

Se cumple ahora el medio siglo de un hecho origen de una permanente polémica entre dos pueblos vecinos; origen, asimismo, de anécdotas y chascarrillos que, a pesar de la distancia, aún perduran, habiendo trascendido incluso allende las fronteras comarcales. Y es que, si por algo están unidas las dos villas marineras de Santoña y Laredo, no es por otra cosa que por la ballena, especie de hilo umbilical mantenedor de conversaciones serias o tertulias momentáneas donde la ya clásica pregunta “¿Quién se comió la ballena, los de Laredo o los de Santoña?”, sirve de pista para encender la mecha de la broma más ocurrentes por una y otra parte.

El traer a colación tal suceso tiene su causa y origen en la conmemoración de los 50 años de la aparición en aguas de la bahía santoñesa, en el transcurso de una mañana otoñal, de un voluminoso cetáceo que terminaba varado junto a la escollera del Pasaje santoñés.

La historia del singular suceso comenzó en la madrugada del 2 de noviembre de 1942, cuando la ballena fue avistada arrastrada por las corrientes. Octavio Valle (”Tavio”) – de Santoña - , afortunado descubridor, entre sorprendido y admirado, tras comprobar que aquello “”tan grande” era una ballena, no perdió tiempo en hacerse de un “chicote” con el que “trincar” al cetáceo e impedir que las mareas lo alejasen de la costa. Con las primeras luces del día la noticia de la aparición de la ballena, se extendió como reguero de pólvora, acudiendo allí masivamente hombres y mujeres, viejos y niños, todos ansiosos de contemplar aquel “bicho raro” para unos, “un monstruo marino” para otros, y para los más entendidos, “una ballena así de grande”.

Lo cierto es que las fábricas conserveras tuvieron que alterar sus horarios de trabajo y en los colegios se dio vacaciones. A los escolares lo mismo les daba que los maestros dieran o no vacación, porque desde el instante en que pudieron constatar la presencia del cetáceo junto a la escollera, hicieron el firme propósito de no perder detalle de cuanto allí ocurriese.

A remolque del vapor “Plus Ultra” la ballena fue remolcada hasta el lugar conocido como el “Cagadero” – un playón de Santoña donde se varaban las embarcaciones para ser reparadas y donde hoy, una vez rellenado, es la zona ade las instalaciones portuarias-.Subastada en la lonja de la cofradía, fue adquirida por 2.500 pesetas por los industriales Luisa Maza y los hermanos Ambrosio y Vicente Herrería, después de dar en el peso 14 toneladas y 16 metros de longitud.

Los hermanos Bonet, Casimiro y Tomás, provisto de un tronzador, fueron los encargados de trocear la ballena, operación, igual que todas, seguida con expectación por grandes y pequeños.

Los trozos se trasladaron posteriormente a la fábrica de Luis Maza, donde Quico, “el Cano”, Rufino Salgado y Nido Ruiz, provistos de sendos cuchillos de carnicero – Isaac Pila proporcionó este tipo de instrumentos- , procedieron al despiece. La cabeza del cetáceo fue estudiada por un equipo de biólogos venidos ex profeso desde Santander y posteriormente trasladada al Instituto Oceanográfico.


Y llegó el momento de catar el manjar. Cuantos curioseaban en torno a la fábrica de Maza, siguiendo muy de cerca el proceso de despiece, abrigaban serias dudas sobre los “filetes de ballena”; pero el hambre hace estragos cuando no milagros, y aquellas tajadas eran una tentación… El caso es que más de uno llevó a su casa un buen lote de carne de ballena.

De los 8.000 kilos de carne de ballena que fueron salados para su conservación, unos 4.500 kilos fueron llevados por los transportistas hermanos Valmaseda hasta la vecina localidad de Laredo, donde se pusieron en venta al precio de 5 pesetas/kilo. Y cuentan testigos de la época que “vendieron todo lo que se llevó″. Del resto, una gran parte se vendió al Ejército de Tierra y fue trasladado a Burgos. De la ballena se extrajeron 2.000 kilos de aceite, adquiridos por una fábrica de cosméticos de Barcelona-

Así fue la historia – posiblemente con alguna laguna, motivada por el transcurrir de los años-. Medio siglo después de un suceso causante de bromas y chascarrillos, donde la pregunta de rigor ha pasado de padres a hijos como herencia polémica, la conmemoración de este cincuenta aniversario tiene prevista la celebración de una “mesa redonda” donde, mano a mano, santoñeses y lardéanos aclararán el pleito.

Como anticipo, uno de los protagonistas supervivientes, Tomás Bonet, al hacerle la pregunta, respondió: “Los de Laredo, los de Santoña…. Y yo”.

Un saludo.

A pesar de reconocer la épica lucha de estos cazadores que ha dado lugar a relatos famosos como Moby Dick, no dejo de pensar que los cetáceos y demás mamíferos marinos son parientes demasiado próximos.

En todo el Mediterráneo es mítica la relación entre delfines y marineros.

Se que ustedes son gente recia y a mí, me pierde la sensibilidad, pero ¡qué le voy a hacer!, me dan pena las ballenas. Las veo tan inermes frente a los modernos sistemas de caza industrial.

Hoy día, creo que es más enriquecedor verlas cruzar el horizonte, que matarlas.

En fin, ¡Salvad las ballenas! (con perdón)

Un saludo a todos.

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Recia, siempre que sea de poder a poder, incluida la inteligencia y el saber.


Pero cazar ballenas a cañonazos, eso no es ni más ni menos que lo que es, un negocio puro y duro y debería al menos ponerse un límite a ese tipo de caza y hacerlo cumplir, ya que noruegos y japoneses se ríen del que ya está en vigor.


Más que cuestión de sensibilidad (que también) es cuestión de honradez del supuesto ser humano, sobre sí mismo. Pero si entre él mismo se mata, que se puede esperar que haga "con seres inferiores".


Un cordial saludo.
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