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Biografía de don Andrés Morales.



Navegante Español.



Nació en el año de 1477.



Participó con Cristóbal Colón en varias expediciones.



También con las de don Rodrigo Bastidas y Juan de la Cosa, a Tierra Firme.



En las Antillas permaneció muchos años, ejerciendo como piloto mayor, sin poseer el título reglamentario oficialmente.



Era un gran entendido en las materias de cosmografía y cartografía.



Por sus profundos conocimientos sobre las corriente, realizó una interesante teoría sobre los <<torrentes de mar>>, como él las llamó.



Puede decirse, con muy poco error, que fue el primero que las estudió.



En el año de 1515, en una exposición, titulada <<Carta Marítima de la Costa del Brasil>>, que realizó para el obispo Fonseca, siendo aprobada por señor Díaz Solís.



Llevó a cabo otra exposición titulada <<Carta de Marear de las Indias Occidentales>>.



Fue uno de los llamados a consultar, por su autoridad en la materia, cuando surgieron los problemas de límites con el reino de Portugal.



En el año de 1516, el regente Cardenal Cisneros, lo nombró piloto de la Casa de Contratación de Sevilla.



Falleciendo en el año de 1517.








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Cartógrafo, además de navegante.

Quienes conocen algo más de su biografía ponen su lugar de nacimiento en Córdoba, aunque no lo afirman con total seguridad.

Una fuente importante de los pocos datos que se tienen sobre él son las probanzas que D. Martín Fernández de Navarrete realizó en Santo Domingo, en 1.513, sobre los viajes de Cristóbal Colón, y para los que el propio Morales fue nombrado testigo. En ellas, Morales manifiesta ser “plático náutico” y tener treinta y seis o treinta y siete años.

Parece que participó en algún viaje de Cristóbal Colón a América, pues Morales dijo conocer bien a Colón (narrando muchos pormenores de sus viajes, que difícilmente podía saber quien no hubiera navegado con él), a Niño, Ojeda, La Cosa, Guerra, Lepe, Pinzón, por los cuales estaba al tanto de lo descubierto, habiendo de todos recogido noticias. Concretamente, es muy probable que participara en el tercer viaje del Almirante, en 1498, si tenemos en cuenta lo que insinuó Juan de Jerez en otra declaración del pleito, nombrando a los pilotos que habían navegado con Colón.

En 1501 embarcó como piloto en la expedición de Rodrigo de Bastidas, con Juan de la Cosa, reconociendo la costa de Tierra Firme, en la actual Venezuela, hasta Nombre de Dios, el golfo de Urabá y puerto del Retrete. Al finalizar el viaje se quedó en La Española, y allí estaba cuando recaló Colón durante su cuarto viaje en dirección a Veragua y a dicho puerto del Retrete.

Posteriormente, y antes de 1508, Morales navegó muchas veces por aquellas regiones hasta el río Marañón (o río de las Amazonas), verificando por sí las descripciones que le habían comunicado otros.

En 1508, Fray Nicolás de Ovando (comendador mayor de Alcántara, y gobernador de La Española) encomendó a Morales explorar la isla y dibujar un mapa de la misma, el cual se ha conservado hasta nuestros días.

Al mismo tiempo que el mapa, escribió un libro que recogía los nombres y primeros pobladores de la isla (según las tradiciones locales), sus razas y territorios, lenguas, pronunciación, alimentos, moradas, cultivos, costumbres (como los “areitos” o bailes, el entierro de las principales de un cacique fallecido, etc). También describe con detalle la configuración de la costa, puertos y ríos; montes, valles, fuentes y lagos; flora y fauna.

Se recreó en la descripción de algunos accidentes extraños, como la gran cueva con agua que está en la provincia de Caizimú, al pie de una alta montaña, y que exploró entrando con embarcaciones.
Y una vez que terminó con el estudio de La Española, añadió al libro descripciones –más someras- de las islas de Cuba, Jamaica, Guadalupe, y demás Antillas menores.

Toda esta información, según el testimonio de Las Casas, se integró en el famoso “Islario de Alonso de Santa Cruz”.

Durante todos sus viajes por el mar Caribe, Morales se dió cuenta de la existencia de las corrientes oceánicas del océano Atlántico, a las que llamó ‘torrentes del mar’. Y llegó a intuir la corriente del Golfo, que luego sería tan importante para las rutas de regreso a Europa. La existencia de esta corriente fue confirmada muy pocos años después por el piloto onubense Antón de Alaminos en 1512, durante la expedición de Juan Ponce de León (ordenada por Fray Nicolás de Ovando) en la que se descubrió la península de la Florida (a la que se puso ese nombre por su frondosidad, y por haberlas descubierto el día de la Pascua Florida, o de Resurrección).

En 1.515, Morales había regresado a España (y avecindado en Triana, barrio de la actual Sevilla), convocado por la Casa de Contratación para formar parte de una Junta de pilotos, cartógrafos y exploradores, que se había creado para aclarar divergencias surgidas entre distintos relatos y mapas. Parece que las razones principales se debían al litigio con Portugal sobre Brasil, que ya había surgido.

La Junta se reunió en Sevilla en Noviembre de 1515. Asistieron Sebastián Caboto, Juan Vespucci, Juan Rodríguez Serrano, Hernando de Morales, Nuño García, y Andrés de Morales (no se sabe si ya era, en esas fechas, piloto de la Casa de Contratación, como los demás, o si le hicieron piloto a principios de 1516, como recogen otras fuentes).

Hubo divergencia de opiniones, porque aún no estaban bien fijadas las coordenadas del cabo San Agustín. En cuanto a la latitud, se aceptó sin grandes problemas la 8º Sur que había fijado Américo Vespucci. Pero en la longitud surgieron grandes discrepancias. Morales sostuvo, contra la mayoría (que opinaba que había que averiguarla a vista de ojos), que podía determinarla con bastante precisión, aún no habiendo navegado tan al Sur, basándose en las informaciones que había recogido de los primeros descubridores en 1498, Vicente Yáñez, Alonso Vélez, y especialmente de Diego de Lepe, y en sus propias observaciones. Entonces, el obispo don Juan Rodríguez de Fonseca le encargó realizar una carta de marear de la costa del Brasil, que confeccionó en unos pocos días.

Esta carta, con el nombre de “Carta Marítima de la Costa del Brasil“, fue examinada por Juan Díaz de Solís, piloto mayor, y por otros. Aunque Solís no había estado en el cabo San Agustín, la tuvo por muy cierta (aunque también sugirió que, además, se tratara de verificarlo “in situ”). Finalmente, la carta se utilizó, por mandato real, en el litigio con Portugal sobre los límites acordados en el tratado de Tordesillas.

Una vez nombrado piloto de la Casa de Contratación, realizó numerosos trabajos para ella, hasta su muerte en 1517.
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Fuentes:

- "Andrés de Morales, observador de las corrientes oceánicas". Artículo de La Ilustración española y americana

- Breve biografía de Nicolás de Ovando (1460-1518);
https://poesiadelmomento.com/hispanica/47marinos.html

- Pedro Mártir de Anglería y su obra "Orbe novo";
https://cvc.cervantes.es/lengua/thesauru ... _141_0.pdf

- El Enigmático Colón - Tercer Viaje, por el Dr. Juan Manuel Navarro Pineda

Por su interés, incluyo completo el artículo de "La Ilustración española y americana".

"Andrés de Morales, observador de las corrientes oceánicas".
https://www.cervantesvirtual.com/servlet ... 3_0006.pdf

Pocas noticias de este navegante han llegado hasta nosotros; bastantes, sin embargo, para entender que fue activo explorador, inteligente geógrafo, hombre estudioso, eclipsado por el brillo deslumbrador de los que, como primeros actores, llenaron la grandiosa escena del descubrimiento del nuevo hemisferio.

Presentado como testigo para las probanzas que el Fiscal del Consejo de Indias hizo en la isla Española el año 1515, relativamente a los viajes de Cristóbal Colón, dijo ser “piloto plático”, vecino de santo Domingo. Conocía y había tratado a los principales exploradores del continente hallado: al mismo Colón, a Niño, Ojeda, La Cosa, Guerra, Lepe, Pinzón, por los cuales estaba al tanto de lo descubierto, habiendo de todos recogido noticias. En 1501 embarcó como piloto en la expedición de Rodrigo de Bastidas, con Juan de la Cosa, reconociendo la costa de Tierra Firme, hasta el golfo de Urabá y puerto del Retrete. Quedóse en la Española al terminar la jornada, y allí estaba cuando recaló D. Cristóbal haciendo su cuarto viaje en dirección a Veragua y al mismo puerto del Retrete ya visto. Posteriormente navegó muchas veces por aquellas regiones hasta el río Marañón, o de las Amazonas, comprobando por sí mismo, de puerto en puerto, las descripciones que le habían comunicado, y con las propias observaciones, las de Vicente Yánez, Diego de Lepe y Alonso Vélez, hizo una carta de marear destinada al obispo don Juan de Fonseca.

Por extracto de su declaración, que vio D. Martín Fernández de Navarrete, estimó las buenas condiciones del testigo, e incluyó su nombre en la “Biblioteca Marítima”, dedicándole frases concisas y conjeturales juicios, a falta de datos seguros.

Presumió que fuera acompañando a D. Cristóbal en alguna de las travesías del Océano, en la tercera acaso, porque de un modo vago lo insinuó Juan de Jerez en otra declaración del pleito, nombrando a los pilotos que habían navegado con el Almirante, y creyó, por indicios de ser familiar en Córdoba el cognomento Morales, que fuera Andrés natural de la ciudad, ayudando en su hipótesis la circunstancia de haber residido Colón en ella antes de acometer su empresa, así como la posibilidad de que allí conociera al joven y lo amaestrara en la náutica, como lo hizo con algún otro.

De ser así, no parece que dejara de expresarlo el interrogado al contar los pormenores que conocía de los viajes del Virrey, y como en otros atestados que constan en los autos, de Diego de Morales, Francisco Morales, Hernando de Morales, ninguna intención se hace de la naturaleza respectiva, al paso que dice Oviedo haber visto la luz en Soria el Diego, lo menos dudoso es que Andrés nació, donde quier que fuera, en 1476 o 1477, no habiendo razón para pensar que disimulara su verdadera edad, afirmando ser de treinta y seis o treinta y siete años al contestar a las preguntas generales de la probanza.

Se colige de las misma que hubo de emplearle en comisiones de mar el Gobernador de la isla Española, y que por ello se avecindaría en la nueva ciudad de Santo Domingo. Pedro Mártir de Anglería da testimonio de sus trabajos con frases merecedoras de trascripción:
“Supe, dice, que había venido a la corte cierto Andrés Morales, piloto de las naves que recorren aquellas costas, en cual investigó con diligente solicitud, ya el continente, ya los derroteros de las islas adyacentes, ya todo lo interior. Le dio el encargo de explorar La Española a este hombre Fray Nicolás de Ovando, comendador mayor de Alcántara y gobernador de la isla, porque era de distinguido ingenio y más apto que los demás para hacer esa exploración. Sobre estas cosas, el tal Andrés formó indicadores y tablas excelentes, a que dan fe los demás que conocen la materia. Voy a tratar las cosas hasta ahora ignoradas que él y otros varios me han enseñado”.

Describe en seguida la isla con presencia del mapa que el mismo Morales había diseñado, empezando por los nombres y primeros pobladores que tuvo, según las tradiciones de los indios; la situación geográfica; configuración y situación de la costa, puertos y ríos. En el interior, montes, valles, fuentes y lagos; clasificación de la flora y la fauna; razas, sus lenguas, pronunciación, costumbres, con extensión que aprovecha el autor para henchir cuatro capítulos. En alguno de ellos se detiene en la pintura de accidentes raros, por ejemplo, el antro o gran cueva que radica en la provincia de Caizimú, al pie de montaña altísima, con boca semejante a la portada de un gran templo.
Morales exploró la gruta con embarcaciones, y cuenta que por ocultos caminos confluyen allí muchos ríos como a una sentina. Hay hervideros y remolinos que luchan entre sí, y que, como a pelota, agitaron por mucho rato a su embarcación con horrendo estruendo, poniéndola en situación que le pesó mucho de haber buscado, y de lo que procuró salir con dificultad, porque andaba ya a oscuras entre la niebla de los vapores húmedos que produce el continuo choque de las aguas, ensordecido por el estruendo, y salió despavorido, como del tártaro, pareciéndole que había vuelto al cielo.

Traslada también Pedro Mártir pormenores curiosos de los “Areitos” o bailes y ritmos de los indios, de sus alimentos, habitaciones, cultivos, de sus particularidades notables, como la del entierro de las esposas más queridas del cacique difunto, y acabando con la isla Española, reseña con más brevedad, por las noticias del piloto, las islas de Cuba, Jamaica, Guadalupe, y demás Antillas menores.
El P. Las Casas refiere haber sido Andrés de Morales hombre honrado, que bien conoció, de los que habían declarado a favor de los descubrimientos de Colón, tratando del reconocimiento de la isla Española en términos parecidos a los de Pedro Mártir.

“En estos días, escribe, el Comendador mayor mandó a un piloto llamado Andrés de Morales que anduviese todos los rincones de esta isla y pusiese por escripto cuantos ríos y cuantas sierras y cuantos montes y cuantos valles, con la disposición de cada uno, que en ellos hallase. No pude yo ver esta descripción después que caí en buscarla, puesto que muchos años antes, si cayera en ello, me la diera el mismo Andrés de Morales. Pienso que la terná Alonso de Santa cruz. Cosmógrafo, vecino de Sevilla, porque destas cosas tiene en su poder hartas.”

No acertaba: la minuta del inventario de los papeles que quedaron por muerte de santa cruz contiene “un pergamino en que está la descripción de la isla Española, con un escudo imperial”, y podría ser el mapa, pero no la reseña escrita. Esta hubo de aprovecharla Oviedo, como amigo de Morales, aunque no la cita, y andando el tiempo, Herrera, escrupuloso esta vez frente al autor, por tener probablemente a la vista el manuscrito del P. Las Casas, pues dice:
“En estos días, el Comendador mayor Ovando mandó a Andrés Morales, piloto de mucha experiencia, que anduviese todos los rincones de la isla y los pusiese por escrito, no dejando monte, río, valle ni sierra que no notase, con la disposición que en cada uno hallase; y porque ponerla por menudo en esta historia, como Andrés Morales lo hizo, sería cosa muy prolija, se dirá lo que basta para entender lo necesario de esta isla, en la descripción, general, que se hará aparte, de todas las Indias”.

Gracias al mismo Herrera, como cronista, hay también constancia del aprecio en que la opinión y los trabajos de Andrés de Morales se tenían en las regiones oficiales. Dado cuenta de las diferencias que surgieron con Portugal por la posesión de las tierras del Brasil, dice:
“.... y porque las cartas de marear de Castilla no parece que en ello estaban conformes, los oficiales de la Casa de Contratación suplicaron al Rey les diese licencia para hacer sobre ello junta de pilotos, y corregir las cartas. El Rey lo tuvo por bien, aunque advertía que mirasen si sería bien enviar primero personas que lo reconociesen a vista de ojos; y pues Juan Díaz de Solís y otros hombres muy peritos en el arte habían aprobado la carta que hizo el piloto Andrés de Morales, aquélla se debía creer que era la mejor... El Rey quería ver la carta y que se le enviase luego”.

Reunióse la junta en Sevilla en el mes de Noviembre de 1515, asistiendo Sebastián Caboto, Juan Vespucci, Juan Rodríguez Serrano, Hernando de Morales, Nuño García, y nuestro Andrés de Morales, avecindado por entonces en Triana, y probablemente, piloto de la Contratación, como los otros. Hubo divergencia de opiniones, por no estar bien determinada todavía la situación geográfica del cabo San Agustín; y como los más aceptaran razonablemente la latitud de 8º Sur en que lo había fijado Américo Vespucci, estimando que respecto a la longitud convendría averiguarla por vista de ojos, Andrés repitió que, por informaciones de los primeros descubridores en 1498, y singularmente de Diego de Lepe, hizo una figura de la costa por mandado del obispo D. Juan de Fonseca, la cual fue examinada por Fernando (¿Colón?), por Juan Díaz de Solís, piloto mayor, y por otros, y aunque no había estado él en el cabo San Agustín, la tenía por muy cierta, sin dejar por ello de convenir en la conveniencia de esclarecer la verdad, dudosa entre tantas opiniones contrarias, mandando que se viera y limitara la costa.

Puestos por escrito y firmados lo pareceres, encomendáronse para traerlos a Madrid al mismo Morales, según reza en principio el testimonio conservado en el archivo de Indias, y confirma el citado Pedro Mártir agrandando el concepto del navegante, del geógrafo, del observador agudo con estas frases sencillas:

”Aquél piloto Andrés, y Oviedo, de quien arriba se habló, vinieron a verme a mi casa de Madrid. En mi presencia comenzaron a disputar a disputar acerca del “torrente” (la corriente pelágica o marina). Los dos convienen en que estas tierras castellanas están unidas sin solución con las septentrionales a la espalda de Cuba y de las otras islas que están más al Norte de La Española y de Cuba por el lado de Occidente; pero cada uno sostiene que todo sucede de un modo diferente. El piloto pretende que aquél ímpetu de las aguas es recibido por el “gremio” (¿núcleo?) de la tierra del que se cree continente, la cual vuelve hacia el Septentrión, como dijimos, y de modo que con aquél obstáculo encorvado tome dirección giratoria, y vaya dando vuelta a la costa septentrional de Cuba y demás islas que hay fuera del círculo de Cáncer, donde la anchura del mar absorbe las aguas procedentes de estrechas fauces, y reprime aquélla corriente impetuosa; porque allí el mar es espacioso y muy capaz.”

Para el alcance de las opiniones de Morales conviene recordar que las emitía sin embarazo ni vacilación a fines de 1515, en presencia de uno de los señores del Consejo de Indias que con mayor interés examinaba las continuas relaciones de descubrimientos, como historiador que se había propuesto ser de los del Nuevo Mundo, y que por entonces no sólo era ya evidente para el piloto que las tierras por donde todavía muchos buscaban paso a la Especiería formaban un continente sin solución, de Norte a Sur, sino que, con clarísima percepción, abarcaba el régimen de movimiento de las aguas marinas, formulando pro vez primera, que sepamos, la teoría completa de lo que ha venido a nombrarse por acuerdo tácito “Gulf Stream”, sin diferencia esencial de lo que en nuestros días se sabe.
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