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Siendo a su vez el segundo hijo de don Beltrán de Guevara.


Virrey y Capitán General de Cerdeña y marqués de Campo Real. Se especifica esto, por ser el segundo hijo, ya que en la época era el primero el que se dedicaba a la carrera de las armas y de ahí lo anómalo de serlo él.


Primero recibió la educación en su casa y posteriormente, pasó a serlo en los mejores claustros de la época y al dejar estos, comenzó a prestar servicios de mar en las galeras de su padre, por lo que era una persona de rancio arraigo aristocrático, pero con una gran experiencia en los asuntos de la mar y su mando.
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Por lo que realmente se comienza a saber algo de él, al ser nombrado cuatralbo de la escuadra de galeras de Nápoles, en el año de 1668, con una asignación económica de cien escudos mensuales.


En esta escuadra y mando permaneció varios años, combatiendo contra todos los enemigos de España en el Mediterráneo, que no eran pocos ni débiles.


Pero por su buen hacer, fue nombrado Gobernador y Teniente General de las escuadras de Galeras de España y Nápoles, en las que permaneció varios años más, prestando siempre con acierto sus servicios a su Rey y España.


Siendo por ello ascendido a la más alta dignidad de las escuadras del Mediterráneo, el día doce del mes de mayo del año de 1696, cuando se le otorgó el cargo-título de Capitán General de las Galeras de España.


En el mencionado documento, se le expresa por parte del Rey, todo lo que conviene a su servicio y relaciona en parte, los derechos y obligaciones que le asisten como tal, entre los párrafos más importantes están los siguientes:
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<<en persona de autoridad, reconocido valor y experiencia en las cosas de la mar y de la guerra>>


<< Con la aprobación y crédito correspondiente a las obligaciones de su sangre y teniendo en cuenta los servicios de sus antepasados, los condes de Oñate y su padre y abuelos >>


<< las que al presente hay y las demás que en adelante se armarán >>, haciendo referencia a lo mal que estaban las escuadras en esa época.


<< que como a tal general os tocan y deben tocar según y de la manera que lo han usado y ejercido, pudieron usar y ejercer los otros capitanes generales de las dichas galeras, vuestros antecesores, y que libréis y hagáis pagar a la gente que reside y que sirviere en ellas todo el sueldo que han y hubieren de haber por nóminas y libranzas. . . . >>
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Y para terminar, se le conmina a prestar el juramento normal de sus antecesores en el mismo cargo; asignándole un sueldo de cinco mil escudos anuales y que a su vez, y como costumbre, que todos sus subordinados le reconozcan como a tal, a quién deben prestar su ayuda y asistirle en todo lo que hiciere falta para el buen funcionamiento de la Armada, siendo lo principal, el armamento, bastimentos, municiones y cualquier otra cosa que fuera necesaria, siempre en nombre del Rey, dándole las prebendas de serlo igualmente utilizado, para el mantenimiento de las personas que ocuparan sus cargos en la dicha Armada.


Un Real Orden emitida un tiempo después, el día uno de julio del mismo año, se le aumenta el sueldo a seis mil escudos anuales, siendo este el mismo que ya cobraba como Capitán General de la escuadra de Galeras de Nápoles, y otorgándole al mismo tiempo al igual que a sus antecesores, la quinta parte de todo lo que fuera apresado por la escuadra de su mando.


A finales del año de 1698, pidió licencia al Rey para tomarse un descanso de su ajetreada vida, el cual se le concedió con fecha del día ocho de enero del año de 1699, pasando a su casa que estaba en la actual provincia de Cuenca.


Estuvo poco tiempo, pues fue reclamado por la Corte, al ver que S. M. don Carlos II de España, había enfermado muy gravemente y nadie había ocupado su puesto, por la preocupación sobre la salud del Rey.
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Nada más recibir la cédula, se puso en camino a la ciudad de Cádiz, donde estaba lo que quedaba de la escuadra de Galeras de España, pero a pesar de ello no se dio por vencido e intentó el reorganizar lo poco que tenía, para poder servir a su Rey y a España.


Por el testamento de don Carlos II, que fue el último Rey de la dinastía de los Austrias, vino a España como nuevo rey don Felipe V, al cual le juró pleitesía, pero más por la orden de su anterior Rey, que por la venida de la nueva casa de Borbón.


La Armada en estos instantes, estaba tocando sus horas más bajas en toda su historia, ya que de galeras solo se disponía de unas pocas y en cuanto a galeones, solo estaban disponibles dos o tres.


Hasta aquí había llegado la sinrazón de los gobernantes, pues España aún conservaba intactos todos sus territorios, en los que a pesar de las malas lenguas, continuaba sin poner el Sol y eso estando con tan solo y en total, con una docena de buques útiles para entablar combate, a parte de que algunos estaban en la otra parte del planeta.
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Don Felipe V, tuvo que viajar a Saboya, pero la demostrada escasez de medios navales, le fue enviada una escuadra por su abuelo el Rey de Francia Luis XIV, que si bien se le había puesto el nombre del Monarca español, a uno de los navíos más importantes, estaban bajo el mando del conde D’Estrées.


Mientras que la reina, doña maría Luisa de Saboya, tuvo que viajar a España a bordo de las galeras del conde de Tursis, ya que las nuestras estaban vigilando las costas norteafricanas.


La llegada de la escuadra francesa, causo sensación, pero en don Manrique de Lara fue desazón, ya que pidió que como iban a transportar al Rey de España, debían de estar bajo su mando, a lo que el conde francés se negó.


Todo esto hirió profundamente los sentimientos de don Manrique de Lara, tomando la decisión de presentar al Rey su renuncia a todos sus cargos, para lo cual se tomó su tiempo esperando a que la escuadra llegara a tierra española y que el Monarca también lo hiciera, una vez asegurado de que ya no volvía a embarcar, le dirigió el documento, pues en ningún momento quiso, que la decisión se tomara en las cubiertas de buques no españoles, ya que no le parecía pertinente.
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Pero como las cosas de Palacio van despacio, la contaduría de la escuadra de las Galeras de España, al mes siguiente le remitió el salario que le correspondía, pero no se entretuvo en nada a excepción de que al devolverse, llevara una nota suya y con su firma y sello, para que se supiera que lo había recibido, pero lo devolvía, en la mencionada nota escribió:


<<Que un Grande de Castilla no percibía haber sino cuando real y positivamente servía>>.


Vivió en un momento muy malo para la Armada y sufrió en propias carnes, los efectos de desprecio que otrora le hubieran costado al enemigo muy caro, pero en aquellos momentos solo se podía hacer una cosa ¡callar! y esto que parece muy sencillo, para una persona de su abolengo y mando, no era nada fácil.


Por lo que sufrió los sinsabores propios de la época, sufriendo al mismo tiempo el desdén del nuevo Monarca, que le aceptó sin más explicaciones su renuncia, por lo que al abandonar la Armada, ni siquiera se sabe su fecha de fallecimiento.


Este es el agradecimiento de algunos Reyes a sus humildes vasallos, eso siendo un Grande España, así que nos podemos imaginar lo que le podía ocurrir a un simple vasallo, que no hubiera sido Capitán General de las Galeras de España y duque de Nájera.


La cuestión no es baladí, porque nos puede dar o acercar a la idea, de la potestad del mando y como debían de comportarse, todos ante S. M. el Rey de España don Felipe V.




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Richelieu y El Conde Duque de Olivares tuvieron un empeño común, y por lo menos al segundo le salió mal:

Que los aristócratas se dedicasen a los asuntos militares, en vez de holgazanear, conspirar e incordiar en palacio.

El asunto de la nobleza de la sangre llevaba en su institución y mantenimiento un gran mal. Suponer que los hijosdalgo eran, por el mero hecho de su alto nacimiento, capaces de las altas misiones, y por el contrario, los nacidos sin probar hidalguía por los cuatro costados, quedar cercenados de por vida en sus logros y ocupaciones.

Así, por ejemplo, en la marina de la ilustración tenemos un conjunto de inutilidades de muy buen nombre y cuna, eso sí. Sin embargo, casos como Barceló son muy raros.

El sistema era nefasto y había que cambiarlo, si no queríamos que las enfermedades de la sangre se cargasen el país.

Por eso, todas estas biografías, en las cuales aparece una larga lista de apellidos famosos, tienden a moverme a sopesar si realmente habrá mérito probado en el biografiado, o simple aplauso por convencionalismo de los tiempos.

Muchos de los altísimos cargos, en la realidad de las realidades, nunca pasron de lo que podríamos llamar sin temor a equivocarnos, niños pijos.

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Encontrado más tarde:


El 6 de junio de 1687, contrajo nupcias con doña Nicolasa Manrique de Mendoza Velasco Acuña y Manuel, XII duquesa de Nájera; X marquesa de Cañete; condesa de Treviño, de Valencia de Don Juan y de Revilla; señora de Ocón, San Pedro, Redecilla, Ribas, Lumbreras, Villoslada, Ortigosa, Villoldo, Genevilla, Cabredo, Cevico de la Torre, Villademor, Fresno, Carvajal, la Parrilla, Poyatos, Uña, al de Meca, Rozas, los Barios y patrona General perpetua y universal de la Orden Seráfica de Nuestro Padre San Francisco, muriendo en prisión en el mes febrero de 1710. Esto viene a colación porque los historiadores nombran a don Beltrán, como duque de Nájera, pero en realidad el título era de su esposa y no de él. De hecho la sucesora en el título fue su hija doña Ana Manuela Sinforosa Manrique de Guevara y Velasco, como XIII duquesa de Nájera.


Un cordial saludo.
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