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Biografía de Don Diego de Ibarra


Capitán general de la Armada del Mar Océano.


Vino al mundo en la población de Elgueta, actual provincia de Guipúzcoa. Se desconoce el año, pero debió de ser a lo largo de la segunda década del siglo XVII.


Como todos en esa época muy joven se lanzó a las tareas de la mar, aprendiendo empíricamente sobre ella todos sus altibajos y movimientos, lo que le llevó a destacar por su gran práctica marinera y sobre todo por el gran valor que demostró en los todos los combate en los que participó.


De tal suerte, que ya se tiene algún dato de él al estar al mando de la Flota de la Carrera de Indias, por un documento que fija su arribada al puerto de Veracruz, el día siete de agosto del año de 1658, para cargar los azogues que eran necesarios en la Península.


Debido a su gran valor y sobre todo pericia marinera, se salvaron muchas flotas de caer en manos de nuestros depredadores marinos, por documentos se sabe, que en al año de 1663 mantuvo un combate para proteger a sus galeones y otro fechado en el año de 1666, lo que viene a confirmar que nunca le pudieron sorprender y por ello perder ninguno de sus bajeles.
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En este mismo año, pero ya al mando de la escuadra Real del Mar Océano, zarpó de la bahía de Cádiz con rumbo a la ciudad de Lisboa, a la que se le dió bloqueo, al quedar fijada la posición él con su escuadra, realizó una campaña para impedir el socorro a los portugueses, consiguiendo en distintos combates apresar a dieciocho buques, pero mientras esto se realizaba no dejó descansar a sus dotaciones y menos aún al enemigo, ya que bombardeó y desembarcó gente para destruir la almadrabas del Algarbe, bombardeó las poblaciones de Lagos, Sagres y Cascaes, puso rumbo a las islas Berlingas y en la más grande de ellas que estaba protegida por un castillo artillado, lo bombardeó, desembarcó su gente y lo tomó, se apoderó de la artillería que fue llevada a los galeones y voló el fuerte.


Se le pierde la pista y ya nos lo encontramos en el año de 1676, cuando después del combate naval de Agosta, toma el mando de la escuadra española.


Al fallecer De Ruyte, tomó el mando de la escuadra combinada Jan de Haen, quien quiso combatir sin seguir los consejos de Ibarra, quien le había señalado, que lo mejor era hacerlo protegidos por la artillería de Palermo, ya que se había artillado la escollera y el paseo de Marina, lo que suponía un gran aporte de fuego.


Pero Jan de Haen no le hizo caso y pasó a combatir en la mar sin ese apoyo, colocando además en el centro a la escuadra española, que era el punto más débil de la formación adoptada, razón por la que los brulotes fueran lanzados contra los españoles, yendo a dar de pleno uno contra el galeón insignia, el soberbio Nuestra Señora del Pilar, que montaba 64 cañones, por lo que inmediatamente se propagó el fuego a todo el buque.


A pesar de ello y de la confusión, la galera capitana del marqués de Bayona, a la que seguían varias de las suyas, se introdujeron en aquel bosque de palos, despreciando todos los peligros e intentaron sacar al galeón incendiado, pero dado el volumen de fuego que había alcanzado en poco tiempo no cejaron intentarlo, pero la voracidad del incendio les convenció de que era vano cualquier esfuerzo y un alto riesgo de vidas y buques.
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Dadas las circunstancias tuvieron que desistir, al apercibirse que muy pronto las llamas alcanzaría la santa bárbara del galeón, lo que inevitablemente significaría su voladura y con ella el poder salir dañados o hundidos todos los que se encontraban a su alrededor, como de hecho así sucedió.


Al propio don Diego de Ibarra, una bala enemiga le había arrancado una pierna, siendo transportado con una silla para continuar dando órdenes, pero al ver que su buque ya no tenía salvación dio la orden de abandonarlo, pero ésta no fue dada con suficiente antelación, pues el galeón saltó materialmente por lo aires a los pocos minutos.


De la tremenda explosión, él mismo fue lanzado al agua donde pereció, pues no pudo mantenerse a flote por la falta del miembro, además de que la hemorragia seria casi total al sumergirse en el líquido elemento, pero con él murieron otros setecientos cuarenta hombres de la dotación del galeón.


Falleciendo el día del combate que tuvo lugar el día dos de junio del año de 1676.




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