Biografía de don Alonso Pérez de Guzmán.



Capitán general del mar Océano y de las costas de Andalucía.



Séptimo duque de Medinasidonia.



Se ignora su fecha de nacimiento. Aunque el lugar debió de ser en el de la residencia de sus padres en Jerez de la Frontera.



En el año de 1559 heredó el título, de su hermano Juan Alonso.



En el año de 1588, en reemplazo de don Álvaro de Bazán, fallecido en Lisboa el día ocho de febrero de éste mismo año, fue nombrado capitán general de la Armada que allí se alistaba para ir a invadir Inglaterra.



Salió llevando por vicealmirante a Martín de Recalde y a don Miguel de Oquendo, al frente de una flota de ciento treinta buques, que sumaban 57.868 toneladas, con 2.431 piezas de artillería y 30.650 hombres a parte las tropas para el desembarco.



Debía de incorporársele desde los Países Bajos, Alejandro Farnesio, duque de Parma, con otros 26.000 hombres, y juntas todas las fuerzas, llevar a efecto la invasión de la isla de Albión.



Los cortesanos franceses la bautizaron como armada <<Invencible>> como mote despectivo y sobre la cual se hacían apuestas, sobre las varias vicisitudes por las que pasó, pero en España se le conoce como <<La gran Armada de 1588 o como La Empresa contra Inglaterra>>.

Pero el error del rey Felipe II fue el nombrar a tal duque como generalísimo de la flota y de la empresa, llevando a ésta un total y rotundo fracaso.



El barón de Hübner, en su obra <<Sixte Quint>> publicada en París en el año de 1882, le califica acertadamente de <<hombre sin experiencia y sin ventura>>, además no hizo caso de los consejos dados por sus lugartenientes, que eran unos experimentados capitanes de la mar.



Farnesio aconsejó al Rey tratar de negociar una paz con Inglaterra, aprovechando el temor que producía el ver a tan gran cantidad de buques reunidos, sin necesidad de exponer la armada a un fracaso, que veía muy probable si la expedición se llevaba a efecto.



El duque de Parma, se afirmaba en su punto de vista, que no era otro, que la armada debía despejar de enemigos el canal antes de hacerse él a la mar, transportando a sus numerosos y queridos Tercios de Infantería españoles.



La armada esta compuesta, por muy heterogéneas fuerzas; se hablaban en ella seis lenguas, estaba falta de pilotos prácticos del canal y los buques faltos de víveres y municiones.



El duque de Medinasidonia, arbolaba su estandarte en el galeón San Martín, se tomó muy poco cuidado en los que se quedaban rezagados, y los hubo en abundancia debido a los malos tiempos, por salir en una época del año equivocada; las galeras fueron arrojadas a las costas de Francia y hubo algunas en que se sublevaron los galeotes; ocurrieron abordajes entre los propios buques y la galeaza capitana se perdió en la barra de Calais, pereciendo en ella don Hugo de Moncada.

No era Alonso Pérez de Guzmán, hombre capaz de corregir tal desorden, pues ni tenia experiencia náutica ni estaba acostumbrado a manejar semejante cantidad de fuerzas y menos en la mar.



Al cabo se sucedieron los combates y en ellos y sobre todo por los malos tiempos, hicieron que sólo regresasen a España cincuenta y tres buques de esta armada; algunos, por ser lo vientos contrarios, tuvieron que rodear por el norte las islas de Albión.



Don Alfonso de Leiva, pereció en la costa de Irlanda y otros ochenta y un buques, con catorce mil tripulantes, fueron destruidos por los temporales, loa que pudieron llegar a tierra fueron hechos prisioneros, sumando un total de dos mil.



El día veinticuatro de septiembre, fondeó el duque en Santander con muy pocos buques, después de un breve descanso y aprovisionarse de agua y víveres, continuó viaje a Lisboa.



A su llegada a esta ciudad, solicitó licencia alegando motivos de salud, que le fue concedida por el Rey, pues ya no había armada que mandar.



El pueblo español, hizo responsable de todo lo ocurrido al duque de Medinasidonia, nunca se le perdonó, sobre todo su poco deseo de pelear, sus propios soldados lo despreciaban; que no es poco decir.



Don Luis de Góngora, en un verso satírico, le tituló <<Dios de loa atunes>> y que culpa tenían los atunes.



A pesar de todo, el rey Felipe II, le mantuvo en su estimación y confianza; no me extraña que la historia lo reconozca como el <<Rey Prudente>>.

En el año de 1596, cuando los ingleses, al mando de lord Charles Howard de Effingham, atacaron a Cádiz, el duque estaba de gobernador y capitán general de Andalucía, con residencia en Sanlúcar, y si bien fue avisado de la aproximación de la armada inglesa, al haber sido avistada desde la costa del Algarbe, no tomó providencia alguna de utilidad: cuando entró en Cádiz con abundancia de tropas, ya los buques ingleses se perdían de vista en el horizonte.



Sin embargo, debió justificar su conducta ante el Rey y éste la probó, <<agradeciendo el celo>> sic.



Había conseguido la confianza del absoluta del monarca, en gran parte debido a su <<relación del estado en que se hallan las cosas de estos reinos y fuera de ellos de la obediencia de S. M. y del peligro y riesgo en que al presente están>>, conquistando con ello un elevado concepto de su capacidad.



Fue por ello, confirmado en los cargos de capitán general del mar Océano y de las costas de Andalucía y se le aumentaron aún más las atribuciones; no solamente siguió atendiendo a la provisión de las plazas del norte de África y guarda de las de Andalucía, sino que entendió en el despacho de flotas, armamento de la escuadra, su escolta, acopios y organización.



Propuso hombres para generales, almirantes y capitanes, inició jornadas, redactó instrucciones y nada se hacía sin su consentimiento.



Por último <<en consideración a los servicios y cualidad de su casa y porque quedara en ella, como es justo, señal de gratificación que merecía el amor y celo y lo bien y honradamente que había empleado la persona en tantos y cualificados negocios como se le encomendaron>>, por título del año de 1602, ratificado en el año de 1612, se le nombró capitán general del mar Océano a su primogénito Manuel Alonso, conde de Niebla, <<para después de los días de su padre>>.

El duque fue una especie de ministro de marina, sin título ni responsabilidad y con residencia en Sanlúcar.



Cuando en el año de 1604, fue nombrado capitán general de las galeras don Pedro de Toledo, se le prevenía de que había de tratar los asuntos de importancia con el duque de Medinasidonia y que a éste le tocaba decidir y a los demás obedecer.



En el año de 1606, dispuso el duque que una escuadra organizada por él, mandada por el general Juan Álvarez de Avilés, se estableciese <<en fortaleza>> en la bahía de Algeciras, para defenderse del ataque de la escuadra mucho más fuerte holandesa, que vino al mando del almirante Heemskerk.



La armada española fue batida, y la opinión pública, acusó al duque, no sin razón, por dar órdenes terminantes a un general desde lejos y con la amenaza <<de ser tenido por traidor>>, si no las cumplía estrictamente.



En el año de 1612 fue nombrado príncipe de la mar Filiberto de Saboya, con atribuciones aún más amplias que las que tuvo don Juan de Austria, pues disminuían las del capitán general de las costas de Andalucía, y por ello se consideró agraviado el señor duque, elevando al rey las consiguientes reclamaciones.



Seguramente del disgusto falleció en el año de 1619.

Biografía completa de Alonso Pérez de Guzmán, VII Duque de Medina Sidonia, apoyada en documentos de la época, escrita por Isabel Álvarez de Toledo, (XXI Duquesa de Medina Sidonia q.e.p.d.) con la colaboración de la Junta de Andalucía.
https://amerilis.iespana.es/alonsoperez/ ... nuobra.htm
En ella se desmienten varios de los prejuicios que hay sobre este personaje que, entre otras cosas, fue un gran mecenas de las Artes y una víctima de la política de Felipe II, auténtico descalabrador del Imperio que heredó y donde según él "en mis dominios no se ponía el sol".

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Amigo jmarmol


Aprovecho esta aportación para dar una explicación, por lo tanto en ella aunque me refiera a ti no hay nada particular, y muchísimo menos contra ti, pero hay cosas y cosas, verdades y verdades, razones y razones.


En primer lugar dejar claro, que las biografías aportadas por mi no son exactamente una biografía o lo que se suele entender por tal, ya que para el foro lo único que pretendo en dar a conocer a muchos, (la inmensa mayoría olvidados) y solo centrándome en sus hechos de armas, sin entrar en cuestiones particulares, ya que de hacerlo así solo hubiera escrito dos o tres como mucho, por lo tanto solo se resaltan los hechos de armas y si cabe alguna anécdota del biografiado, nada de parentescos y otras cuestiones que para el tema del foro no son precisas.


La obra que mencionas fue publicada en 1995, son dos tomos de 500 páginas escasas, publicado por el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, con la aportación de la Junta de Andalucía. Es una selección de documentos del Archivo de la casa de Medina Sidonia, muy apropiados a una disculpa para don Alonso Pérez de Gúzman. Su aportación es buena, pero en nada resta la responsabilidad de este hombre, por su incapacidad y prepotencia demostrada en la Jornada contra Inglaterra, (nada de Armada Invencible, que además es como lo titula, ya que ese nombre es peyorativo y creado por la nobleza de Francia en contra de España), ya que siendo un desconocedor total de los temas náuticos, en ningún momento hizo caso a Leyva, Recalde, Oquendo y otros, que si sabían de la mar y simplemente se fracasó, por no haberles hecho caso. Aunque el fracaso fue muy inferior a lo que hubiera podido suceder si los verdaderos marinos no hubieran sabido en el retorno ocupar sus verdaderos conocimientos, ya que no se perdieron tantos buques, y mucho menos tantos hombres como otras plumas muy "hispanistas ellas " han ido dejando caer sobre el tema, pero como los españoles solemos ser más críticos con nosotros que con el enemigo, así nos va la historia.


Sobre la Jornada de Inglaterra de 1588 tengo varias obras, pero hay una que es una maravilla y que fue publicada en 1988 en su cuarto centenario. Está publicada por el Instituto de Historia y cultura Naval, sus autores, don Jorge Calvar Gross, don José Ignacio González-Aller Hierro, don Marcelino de Dueñas Fontán y doña Mª del Campo Mérida Valverde, que se compone de cinco volúmenes con más de 600 páginas cada uno y su título; La Batalla del Mar Océano. Corpus documental de las hostilidades entre España e Inglaterra (1568-1604), donde da la casualidad que figuran la mayoría de los documentos de la primera obra, pero con añadidos de Simancas y de la Biblioteca Real. Aquí queda demostrado lo dicho con anterioridad, que lo lógico cuando uno no sabe de que va el asunto, es que se deje asesorar por los que si saben, pero don Alonso no lo permitió y de ahí el "desastre".


No me gusta hacer astillas del árbol caído, pero cuando la verdad es verdad, se le puede disfrazar, pero no por ello dejará de ser verdad y la única verdad, fue que no sabía nada de la mar y no se dejó asesorar. Eso no es culpa de don Felipe II, por que él ya le puso a unos inmejorables marinos a sus órdenes (toda vez que don Álvaro de Bazán ya había fallecido), pero repito que nunca tuvo a bien ni oírles y de ahí las consecuencias.


Un abrazo.
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Mientras se hacían los preparativos para la Empresa de Inglaterra, El Capitan General de Andalucía recibía una carta.

Carta firmada, dirigida al duque de Medina Sidonia, dando instrucciones en vista de las supuestas intenciones del escuadrón inglés liderado por Drake de atacar Cádiz.

Esta carta del rey Felipe II al duque de Medina Sidonia, el futuro comandante de la Armada Española que marchó para conquistar Inglaterra en 1588, se refiere a la defensa de España contra las incursiones inglesas. El rey respondía a la noticia de que un grupo de fuerzas navales bajo el mando de Sir Francis Drake, intentaba sabotear la Armada entrando por los puertos españoles para atacarla. El rey declara que ha recibido noticias acerca del daño que habían sufrido algunos de sus barcos en la bahía de Cádiz, pero que también ha sido informado de que Medina Sidonia había ayudado a defender la ciudad. Expresa su gratitud hacia el duque por sus servicios. Añade que, aunque un informe desde Sevilla decía que Drake había dejado la bahía el 1 de mayo, otro mensaje indicaba que había reunido refuerzos y había regresado. Si esto fuera verdad, sólo podría ser con la intención de tomar la ciudad. El rey exhorta a Medina Sidonia a obtener armas de los nobles y los pueblos de Andalucía y a formar una infantería y una caballería, y a lanzar una ofensiva contra los ingleses, en caso de que llegaran a las costas. La carta parece haber sido escrita con prisas, tal y como demuestra el añadido al final, de puño y letra del propio rey, y por el hecho de que, al contrario que la mayoría de las cartas reales españolas, no incluye la firma del secretario. Es un testimonio de la confusión causada por el ataque de Drake.










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“Ojalá tuviera el talento y la fuerza necesaria para una tarea de ese calibre” escribió el duque de Medina Sidonia a Felipe II, cuando este le notificó que sería el sucesor del Marqués de Santa Cruz al frente de la armada, mientras este agonizaba en Lisboa.

Medina Sidonia no confiaba mucho en sí mismo escribiendo al rey: “mi salud no es buena, y sé por mi escasa experiencia naval que enseguida me mareo y siempre sufro resfriados”. Pero el rey de España estaba decidido y lo obligó a tomar el mando, pues estando Dios de parte de la Empresa de Inglaterra no había nada que temer, y le escribió: ”Si fracasáis, pero la causa es de Dios, y no fracasareis”.

Felipe II había tomado su decisión basándose en un análisis que se demostró correcto: solo un noble linajudo y bien conectado con el poder conseguiría el respeto inmediato de los díscolos y orgullosos capitanes. Además era lo suficientemente rico como para ayudar económicamente a la expedición (era poseedor de una de las mayores fortunas de Europa).

La posibilidad de tener que gastar parte de su fortuna le preocupó al duque, y se quejó mucho, pues escribió al rey diciendo: ”tengo enormes deudas. Mi familia debe 900.000 ducados, y yo no tengo ni un solo real para gastarlo en la expedición”.

Cuando el duque de Medina Sidonia aceptó hacerse cargo de la Armada, se trasladó a Lisboa, donde pudo apreciar la penosa situación en que se encontraba todo, con un panorama desolador, Y el hecho fue que, si bien no era un marino notable, no hay mucho que criticarle a la hora de valorar su capacidad como administrador y organizador. Acompañado por su fiel séquito de escribanos, contadores y contables, comenzó de inmediato a poner orden.
Los intensos trabajos duraron toda la primavera y como primera medida (como sospechaba Felipe II), el duque gastó una fortuna de su propio patrimonio en pagar atrasos, reclutar hombres capaces y poner todo al día.

Tras la salida de Lisboa, la flota tuvo problemas, se dispersó y hubo de concentrarse en La Coruña en un estado deplorable. Ya entonces Medina Sidonia dio muestras de pesimismo y escribió al rey: “Los hombres están faltos de espíritu, los oficiales no saben lo que tienen que hacer; ya no somos fuertes”.

Cuando la “Armada Felicísima” estaba en el canal, en aguas enemigas, y teniendo la oportunidad de acabar con la flota de Drake y Howard atrapada en Plymouth, convocado consejo de guerra en el San Martín, con gran convicción, fundados en su experiencia, los capitanes más importantes sabían que era posible tener éxito. Pero Medina Sidonia, amparándose en las estrictas órdenes del rey de no atacar a los ingleses hasta no haber garantizado el cruce del canal por parte de las tropas de Flandes, se mantuvo firme en su decisión de no entablar combate si podía evitarlo, perdiéndose así una oportunidad única.
En descarga del duque hay que decir que no estaba autorizado a adoptar por su cuenta ninguna decisión y seguir las órdenes de Felipe II, que no era alguien con quien fuese fácil discutir, lo que a veces fue una de las causas de ruina de sus propios ejércitos.

Pero su falta de decisión canceló una gran baza, y es que la suerte casi siempre es de los audaces y es evidente que el sereno, firme y cumplidor duque, no era uno de ellos.

Tras la primera escaramuza de Plymouth con la flota inglesa quedó altamente preocupado y consternado escribió refiriéndose al enemigo: “Sus barcos son tan rápidos y ágiles que pueden hacer con ellos lo que quieran”.

Fue sin embargo, bastante correcto su mando en alcanzar los primeros objetivos previstos, en la lucha contra la armada inglesa y contra la adversidad del destino. Regresó enfermo de la desastrosa campaña, y pese a la derrota y al desprecio que sentía por él toda la nación, el rey le mantuvo en sus cargos de Almirante Y Capitán General de Andalucía.

En 1596, su lentitud en la toma de decisiones causó la caída y saqueo de Cádiz ante el ataque de una flota combinada anglo-holandesa. Aún así, el favor real continuó incluso con Felipe III.

En 1606 su obstinación y torpeza causó la derrota de otra escuadra en las cercanías de Gibraltar, esta vez a manos holandesas.

Lo cierto es que el duque de Medina Sidonia, siempre contó, inexplicablemente, con el favor del rey Felipe II de una forma constante e inmerecida.


Fuentes: Biblioteca digital; Las Reglas del Viento.

Resulta curiosísimo saber que Felipe II contribuyó en gran manera al fortalecimiento y actualización de la marina inglesa. La misma que luego combatió eficazmente contra su Gran Armada.

En 1555 solo sobrevivían en Inglaterra treinta unidades navales, en malas condiciones, de entre las cincuenta y tres, bien armadas, que llegaron a tener a la muerte de Enrique VIII, pues por recortes de presupuesto fueron vendidas o desmanteladas.

Sin embargo, por ironías de la historia, Felipe II, rey consorte desde su matrimonio con María Tudor, se interesó mucho por los asuntos ingleses, de manera que ante la pretensión del Consejo de llevar a la mayoría de barcos a reparar en los astilleros del Támesis, advirtió al mismo:

“ Puesto que la principal defensa de Inglaterra depende de que la marina esté siempre a punto para defe3nder el reino contra toda invasión, resulta pertinente que los barcos no solo estén capacitados para navegar, sino disponibles al momento. Y como el paso para salir del río Támesis no es fácil, los navíos deben de estacionarse en Portsmouth, desde donde pueden ponerse en servicio con mayor facilidad.”

Como resultado, se construyeron tres buques capitales de quinientas toneladas o más. En 1588 se utilizarían contra el hombre que había ayudado a su nacimiento (uno de ellos incluso fue bautizado Philip and Mary, hasta que Isabel cambió su nombre por Nonpareil).

Paradojas de la vida.

Fuente: La Gran Armada, de Colin M. y G. Parker