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Combate naval de Messina 11 / II / 1675


Éste tuvo lugar, en las cercanías de la desembocadura septentrional del estrecho del mismo nombre, el día once de febrero del año de 1675, entre una escuadra española y otra francesa.


En la ciudad de Messina se produjo una sublevación el día siete de junio del año de 1674, por lo que sus habitantes lograron poner en conocimiento del Rey de Francia, su desacuerdo con la situación, de estar dominados por la Corona de España, por lo que querían abandonar su tutela y le ofrecían la posesión de la ciudad.


Por ello El Rey Sol, Luis XIV, se apresuró a proclamarse como protector de ella, al mismo tiempo que daba las órdenes oportunas, para que se prepara una expedición en socorro de aquellos, por las prisas se alistaron solo seis navíos, que dieron protección a un gran convoy con provisiones para suavizar la situación en la que se encontraban, logrando llegar a esta ciudad el día veintinueve de septiembre del mismo año.


Al ser enterada la Corte española, dispuso enviar socorros para salvaguardar su integridad territorial, por la inmediatez, se envió a la escuadra que en esos momentos se encontraba en el puerto de Barcelona, que era la Armada del Océano al mando de Melchor de la Cueva, formada por veintiún galeones, con un total de once mil ochocientas toneladas y 874 cañones.


A ella se unieron las escuadras de galeras de España, Nápoles, Sicilia y Génova, pero a pesar de ser un general de galeras, se le otorgó el mando de toda la escuadra al marqués del Viso, por ser el comandante general de las galeras y por que la expedición se hacía en el mar Mediterráneo, razones de mucho peso en aquella época.


La expedición se hizo a la mar a primeros del mes de octubre, llegando con buen tiempo al estrecho de Messina el día diez, por lo que lanzaron las anclas en las proximidades de la ciudad.


Al día siguiente, había cambiado el tiempo, convirtiéndose en un fuerte temporal, pero sin reparar en ello se ordenó el abrir fuego sobre los buques enemigos, ya que era casi imposible el poder lanzar brulotes contra la escuadra francesa, que se encontraba al ancla en la dársena del puerto, pero ésta no hizo mención de hacer nada, ya que la superioridad española era manifiesta.


El temporal fue en aumento, lo que obligó a los españoles a levantar el bloqueo y buscar un refugio, consiguiendo alcanzar el puerto de Milazzo, donde dejaron caer las anclas; los franceses se vieron libres y aprovecharon la ocasión, se hicieron a la mar a pesar del mal tiempo, consiguiendo llegar a puertos de su país.
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El tiempo fue mejorando, lo que permitió a la escuadra española volver al bloqueo, que se ejercía con veintidós galeones, diecinueve galeras y, dieciséis tartanas y bergantines; ya que por tierra la ciudad estaba asediada ya por las fuerzas del ejército.


El dispositivo de bloqueo, que se extendía desde el propio estrecho hasta Milazzo, en el extremo inferior de las islas Lípari, con la siguiente situación de las diferentes escuadras; en éstas islas, cruzaba la escuadra de Flandes, al mando de López Gijón, que estaba compuesta por grandes fragatas de entre 40 y 50 cañones; en el otro extremo, se encontraba el grueso de la escuadra del Océano, al mando de Melchor de la Cueva y fondeados en las aguas cercanas a Reggio, con diecisiete navíos, y entre ellas cruzando entre ambas, se encontraban las diecinueve galeras, que por poder ser su propulsión a remo, eran más independientes de los vientos, al mismo tiempo que mantenían comunicados a los dos mandos.


En esta situación se encontraron con el segundo envío de socorro a la plaza por una escuadra francesa, que al mando del jefe de escuadra Valbelle, pretendía entrar en el puerto, con su convoy de siete grandes trasportes y escoltado por seis navíos, ya que la situación de los asediados era francamente de no poder resistir ya más.


Pero el francés no se arredró e intento el cruzar las línea de los españoles, pero unas horas antes el tiempo había vuelto a cambiar, esto dificultó a los españoles el poder cortarle el paso, mientras que los franceses era favorecidos por él.


Por ello y con ese fuerte viento del noroeste, obligó a López Gijón a no poder mantener la posición y de hecho, tuvo que maniobrar como pudo para evitar, que sus buques no se estrellaran contra las rocas de la costa de Calabría; mientras que a Melchor de la Cueva le era materialmente imposible el ir contra el viento, por lo que solo hizo que retroceder y desde Reggio, nada pudieron hacer las galeras, pues eran zarandeadas y cada dos olas una les llegaba hasta el palo mayor, lo que les imposibilitaba el poder mantenerse en la mar.


El temporal por espacio de tres días se mantuvo firme, esto impidió totalmente a los españoles el poder cerrar el paso a los franceses, mientras que estos con el viento casi en popa, avanzaban lentos pero sin enemigos posibles, por todo ello consiguió el llegar y fondear en el puerto de Messina el día tres de enero del año de 1675.


A pesar de la llegada de esta nueva remesa de bastimentos, los asediados consideraban, al igual que sus aliados, que era imposible el mantener aquella situación por mucho tiempo, si no llegaban fuerzas superiores para poder enfrentarse a los españoles y alejarlos del lugar.
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El Rey francés eso ya lo tenía previsto, por eso ya se encontraba de viaje una tercera expedición, que al mando del duque de Vivonne, estaba a punto de llegar, con más buques de guerra y más mercantes.


Sobre el día diez del mes de febrero, a los españoles les llegaron noticias de esta nueva expedición, que había sido detectada con las anclas lanzadas en la isla de Strómboli, por lo que de inmediato se pusieron en marcha para intentar cortarles el paso.


Pero de nuevo el viento, empezó a hacer de las suyas, pues en esos momento venía de noroeste, lo que de nuevo volvía a favorecer a los franceses, mientras que los nuestros, solo se pudieron mover gracias a que las galeras los tomaron a remolque, por lo que con muchas prisas comenzaron a sacarlos de estrecho, donde en un lugar considerado apropiado, fondearon quedando la entrada medio bloqueada, en su entrada por el Norte.


El día once de febrero, se vieron las velas de la escuadra francesa, que parecía traer rumbo desde Milazzo, los españoles pusieron rumbo de vuelta encontrada, pero solo la escuadra de Melchor de la Cueva, que eran los que formaban la escuadra de Flandes, en la que como capitana estaba un navío de 70 cañones, al que acompañaban otros cinco, pero de entre 40 a 50, porque mientras tanto y habiendo sido avisada, el grueso de la escuadra se estaba aproximando desde Reggio, donde estaba fondeada, pero otra vez la falta de viento en esa zona, obligaba a que las galeras los llevaran a remolque, con la intención de que la escuadra se reuniera.


Con esta escuadra de seis buques, el general español trabó combate con la escuadra francesa, que estaba al mando de Duquesne, éste mandaba la vanguardia con tres navíos y un brulote, en el centro, al mando de Vivonne con el mismo número de buques y tipos, mientras que en la retaguardia, formada por igual cantidad y tipo, se encontraba al mando de Preully d’Humières; todos los buques franceses estaban entre los 80 cañones del almirante del centro y los 56 del más pequeño.


Duquesne fue el primero en abrir el fuego, al que se fueron añadiendo posteriormente sus compañeros, por lo que el general español estaba en manifiesta inferioridad, por espacio de tres horas se mantuvo el combate, durante ese tiempo se habían ido incorporando los navíos españoles, que a remolque de las galeras pudieron llegar al combate, por lo que esta vez ya eran mayoría, logrando inclinar la balanza a su lado al llegar a tener la escuadra española catorce buques, contra los nueve de la francesa.
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Sobre el medio día, el viento volvió a caer y la calma producida, paró el combate ya que ninguno de los dos contendientes, podía hacer nada con sus buques.


Además los franceses se apercibieron de que ya nada podían hacer por forzar el paso del estrecho, ya que la mayoría de sus buques estaban en bastante mal estado, sobre todo el buque insignia de Vivonne, el Sceptre, que se había visto rodeado de cuatro españoles, que aunque de menor porte lo habían castigado muy duramente.


Pero el díscolo viento, sobre la primera hora de la tarde quiso agraciar con su presencia a los franceses, pues se levantó del Sur, lo que propició que Valbelle, que estaba oyendo el bombardeo desde su fondeadero en Messina, dio la orden de zarpar a su división, logrando llegar al socorro de sus compañeros, por lo que los españoles se vieron atacados pero entre dos fuegos, pero no se amilanaron y mientras pudieron fueron contestando al fuego de las dos partes, sufriendo daños y provocándolos.


La llegada de Valbelle, con sus seis navíos de refresco y con artillería de 72 a 50 cañones, dio un vuelco casi total al enfrentamiento, pero los denodados esfuerzos de los españoles, les obligaron a combatir hasta casi entrada la noche.


Al ir desapareciendo la luz, los españoles ya muy maltratados y por orden de su jefe Melchor de la Cueva, dio orden de retirarse, al que le siguió de cerca el capitán Centeno, poniendo aguas por medio con los franceses y con rumbo a las isla Lípari, viéndose obligados a dejar abandonado a un galeón de 44 cañones, en manos de los franceses, pues más valía perder uno que no los trece restantes, que se pudieron salvar, aunque muy mal tratados y agujereados.


Lo franceses al ver que se retiran los españoles, se envalentonaron, pues ya daban por ganado el encuentro, por ello los jefes Vivonne y Valbelle, los estuvieron persiguiendo durante un buen rato, pero a pesar de estar los españoles con graves dificultades, no les podían dar alcance y terminar su victoria, con una total.


Al ver que ya no había forma de alcanzarlos, dieron orden de virar y entrar en el puerto de Messina, donde ya habían ido entrando los demás de la escuadra francesa, pero eso sí lo hicieron muy ufanos de su gran victoria y en olor de multitudes.


Una vez más en la historia, se reproduce el hecho de que si no les hubiera favorecido el Dios Eolo, muy posiblemente, la victoria no hubiera sido tal y casi seguro todo lo contrario, pero esto ya son elucubraciones. Los hechos son los narrados.





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Al parecer el navío apresado por los franceses fue el Nuestra Señora del Pueblo, que había sido fabricado en Holanda por encargo en 1673, su artillería varía entre las 44 y las 50 piezas y algunas fuentes indican que fue recapturado por los españoles una año después, desconozco dónde y cómo.
Los navíos franceses que lo apresaron en Messina fueron el Fidele de 60 cañones y el Aimable de 48.
Aqui os dejo un dibujo de Willem van de Velde "el Viejo" de un navío español de 2 puentes construído en Holanda en la década de 1670, con toda probabilidad es el mencionado navío.
El enlace de dónde proviene el dibujo lo dejo en el apartado del foro que le corresponde.

El Nuestra señora del Pópulo fue recuperado entre el 5 y el 15 de noviembre de 1675 por el marqués de Orani con 9 galeras a los franceses. El Pópulo o Pueblo quedó en el puerto de Siracusa, pues estaba en muy mal estado, y sin posibilidad de reparación. En mayo de 1676 seguía en esas mismas condiciones. Finalmente fue carenado en Palermo y en agosto de 1676 ya estaba listo.