La invención del sistema de flotas o convoyes, tal como se concibe hoy, es de patente española. Se hizo para mantener libres nuestras comunicaciones marítimas con las recién nacidas Indias Occidentales, atacadas por corsarios a partir de las guerras empezadas en 1521 con la Francia de Francisco I.



La sistematización de la navegación a América arrancó con el “Congreso de Burgos”, convocado por Real Cédula de 26 de noviembre de 1507, y en el que se creó el cargo de Piloto Mayor, siendo Américo Vespucio el primero en ocupar dicho cargo.



Cuando empezó la primera guerra en 1521 Magallanes se engolfaba en el Pacífico y Hernán Cortés sitiaba la capital azteca. El 24 de junio de 1522 Pedro Manrique, comandante de una escuadrilla, sostenía combate en el Cabo San de Vicente con siete naves corsarias. En el mismo año nace la Armada de la Guarda de la Carrera de Indias que, ligada a la organización de las flotas, patrullaba el triángulo San Vicente-Canarias-Azores, escoltando las flotas mercantes debido a los primeros zarpazos del francés. También hubo un intento el mismo año de organizar una Armada para guardar la mar de Poniente.



En 1527, durante la segunda guerra, se ordenó que se armasen buques sueltos para perseguir a los corsarios franceses. Uno de los apresamientos más famosos fue el del capitán Martín Pérez de Irizar, que apresó en aguas de San Vicente al corsario francés Juan Florín, que se había apoderado del tesoro mejicano de Cortés.



En 1528 dispuso el rey que esos buques sueltos se reunieran en una armada llamada “de Averías”, nombrando capitán general al comendador Aguilera.



En 1537, durante la tercera guerra, salió la escuadra del almirante Blasco Núñez Vela hacia Nombre de Dios para regresar con oro.



En 1543, durante la última de las guerras imperiales, se promulgó la ordenanza por la que no podía hacerse la travesía del Atlántico más que con buques de 100 t o más, reunidos en flotas de 10 bajeles cuando menos, formándose anualmente dos convoyes que saldrían en agosto y septiembre.



En 1553 se estableció un sistema de flotas, semiarmadas, escoltadas por 4 barcos de armada, que navegaban en conserva hasta el Caribe, allí se desperdigaba el convoy y se formaban 3 divergentes: a Santo Domingo, Tierra Firme y cabo San Antonio para las naves destinadas a México, cuyos dos escoltas se dirigían a La Habana.



En 1564 se dispuso la salida de dos flotas, una para Nueva España, que salía en abril con barcos para las Grandes Antillas, Honduras y México, y otros para Panamá, que saldrían en agosto, hacia Nombre de Dios. Todos estos barcos invernaban en Indias y se reunían en La Habana para regresar a la Península en marzo. La correspondiente Real Cédula establecía “...el orden que se ha de tener y guardar, cerca de la salida de las flotas que se despachan para Tierra Firme y Nueva España...”



En 1605 se organizó la junta de Guerra y Armada de Indias, para preparación y despacho de convoyes. Durante el resto del XVII quedó dispuesto que, para dar protección adecuada a la plata procedente del Potosí, la “Armada de la Carrera de Indias” escoltase a la “Flota de Tierra Firme”.



La composición de los convoyes evolucionó notablemente, desde los de 10 naves, apuntados anteriormente para 1543, hasta los de 72 que se registraron en una ordenanza de 1592. sin embargo, en los escritos elaborados por el Consulado a principios del XVII se estipulaba que debía formarse con 6 u 8 galeones y varios pataches y correos, aunque en la práctica variaba con la tensión internacional. En 1620 el Consejo dispuso fuese de 20 galeones; en 1655 quedó fijado en 4 buques de guerra y 2 pataches. Desde que se introdujo la costumbre de que esta armada acompañara a la flota que iba a Nombre de Dios (la Flota de Tierra Firme), se empezó a llamar de “Galeones”, por los barcos de guerra que llevaba el convoy, si bien la flota de Nueva España se llamaba “flota”, simplemente.

En cuanto a la escolta, se conoce por diversas ordenanzas que la capitana, insignia del capitán general, formaba y mandaba la vanguardia; la almirante, que arbolaba la del segundo en el mando, lo hacía a retaguardia, mientras el resto de los buques de la Armada se situaba a barlovento, a fin de acudir donde fuese precisa su presencia (Capítulo 21 de Instrucción de Generales de 1597). Para sus comunicaciones y otros menesteres disponían de 3 pataches, luego reducido a uno.



Las instrucciones para el convoy eran concisas y amplias; ya el monarca dispuso que los generales diesen a sus naos “Instrucciones para que cada día vayan a salvar a la Capitana, por la confusión que podría acarrear a las demás, bajo pena de severas multas. También ordeno que el almirante hable cada día dos veces al general, y luego se quede con la última Nao, y la Capitana vaya como la puedan seguir”.



Igualmente, se le ordenaba al general y al almirante que procurasen que ningún navío se separase de la conserva.



En cuanto al régimen interior de los buques de las escuadras y flotas, por una instrucción del capítulo 2 de las dadas para generales por Felipe III en 1628, debía haber “vigías en cada galeón para descubrir al mar, y hallando enemigos, se procuren aprehender, sin dilatar el viaje”, o sea, que el “listos para la descubierta” es casi cuatricentenario.


Extraído de
José Mª Blanco Núñez: “Organización y semántica naval moderna”