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Vino al mundo el 12 de octubre de 1788 en la villa de San Fernando, siendo sus padres don Vicente Ruiz de Apodaca y Eliza, y doña Antonio Beranger y García.


Sentó plaza de guardiamarina en la Compañía del Departamento de Ferrol el 26 de octubre de 1802, con catorce años y catorce días de vida. Expediente N.º 3.122.

En el año de 1805, estaba embarcado en la cañonera nº 4, a las órdenes de don Cayetano Valdés, que lo era de todas las fuerzas sutiles, que estaban en la bahía de Cádiz para su protección, tanto de la ciudad como de su comercio marítimo de cabotaje.


Por orden superior, fue destinado a embarcar en el navío San Juan Nepomuceno, que estaba al mando de su cuñado el brigadier don Cosme Damián de Churruca y Elorza, por lo que participó en el desafortunado combate naval de cabo de Trafalgar, aquél fatídico día veintiuno de octubre del año de 1805.


En este trágico encuentro, el navío de 74 cañones San Juan Nepomuceno, llegó a ser atacado por seis enemigos, uno de los proyectiles de cañón arrancó a su comandante Churruca la pierna, lo que le ocasionó la muerte en pocos minutos, pero tuvo tiempo de llamar a su cuñado y decirle: <<Dí a tu hermana que muero con honor, queriéndola y amando a Dios>>.


Al abordar el buque la dotación de presa, al ser arriada la bandera de España ya muerto cu comandante, fueron conducidos al puerto del peñón de Gibraltar, siendo una de las pocas presas que pudieron conservar los enemigos.


Los oficiales y tripulaciones fueron bien tratados y algunos como Apodaca, fueron puestos en libertad bajo palabra de no combatir al pabellón británico, mientras no se llegara a un acuerdo de canje oficial.
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Al regresar al departamento de Cádiz, se le ordenó no embarcar, hasta que dicho acuerdo fuera finiquitado por las autoridades, y estando en esta situación el día nueve de noviembre, le fue notificado su ascenso a alférez de fragata, por su heroico comportamiento en el combate recientemente librado.


En el año de 1808, al producirse la invasión napoleónica y los marinos no tener buques, se decidieron reforzar a los batallones de la Real Infantería de Marina, por lo que estando en Ferrol se incorporó al tercer regimiento, que estaba al mando del general Blake, jefe en esos momentos del ejército de Galicia.


Con esta unidad, participó en todos los combates que se dieron en esos momentos, entre ellos los de Durango, Zorroza, Solupe, Espinosa de los Monteros, Lugo, más algunos de menor trascendencia.


Con fecha del día veintitrés de febrero del año de 1809, se le ascendió al grado de alférez de navío, siendo destinado al sexto regimiento de la Real Infantería de Marina, permaneciendo y participando en cuantos combates entró esta unidad; el día trece de abril del año de 1810, fue de nuevo ascendido a teniente de fragata, pasando a mandar una compañía en el la misma unidad.


Estando en ella se le encomendó una comisión, en la que se debía de hablar de coordinación con nuestros aliados británicos, por lo que tuvo que desplazarse en un buque de esta nacionalidad hasta la ciudad de Londres, al terminar con éxito su misión, regresó por los mismos medios, incorporándose a su unidad y puesto.


Poco tiempo después se le volvió a dar un nuevo destino, siendo el pasar como ayudante de la Compañía de Guardiamarinas del Departamento del Ferrol.


En el año de 1813, se le ordenó otro destino, por lo que tuvo que cruzar el océano Atlántico, pues debía llegar al apostadero de La Habana; a su llegada se le otorgó el mando de la corbeta Diana, siendo destinada a cruzar por los mares de las Antillas, vigilando especialmente las dos entradas del canal de las Bahamas.


Ya ascendido a teniente de navío, pasó a Méjico, estando a las órdenes de don Juan Ruiz de Apodaca, participando en el combate de la población de Virneyes.
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De esta acción, de nuevo fue destinado al ejército del Sur, por ello participó en la conquista de Tihuacán y en la del cerro llamado de <Colorado>.


Por sus esfuerzos, bien hacer y valor demostrados, se le otorgó por su mando el ascenso a capitán de fragata, pero una vez más en la lejanía el Gobierno no estuvo de acuerdo con esta decisión, por lo que no se le concedió la confirmación, pero como desagravio le concedió el grado de teniente coronel del ejército.


Pero sus jefes seguían concediéndole su confianza, por ello se le nombró Mayor General, de las tropas destacadas en la Puebla de los Ángeles y de Veracruz, a más de ser condecorado con el escudo de Distinción.


Estando en la localidad de la Puebla de los Ángeles, esta sufrió un ataque con posterior sitio, que por espacio de cuarenta y ocho días se mantuvo, pero el día veintiséis de julio del año de 1821, ya casi sin hombres ni pólvora y para no aumentar las pérdidas e innecesariamente el sufrimiento de la población, decidió rendirse con unas honrosas capitulaciones.


Por ello casi inmediatamente, pudo pasar de nuevo a La Habana, donde se dedicó a movilizar todos los medios disponibles, para devolver a sus hombres a la libertad y a la isla.


De nuevo se le otorgó el mando de un buque, este era la bergantín Marte, con él realizó cruceros por las Antillas, en uno de ellos se encontró con una goleta colombiana, que estaba armada con diez carronadas y un cañón giratorio, no se arredro ante la superioridad de fuego de la enemiga, entablando combate con ella, después de unas horas de enfrentamiento, la puso en franca huída, pero no le pudo dar alcance por su mayor andar, lo cual le quitó el triunfo de poderla apresar, pues se encontraba prácticamente fuera de combate.


De nuevo se le destinó, como ayudante de la Mayoría del apostadero, pero ante la escasez de medios y hombres, le fue ordenado por su general, que se pusiera al mando de una división de botes armados, con la misión de atender a la vigilancia sobre los cayos del canal Viejo, para tratar de evitar el contrabando de armas, entre el continente y la isla de Cuba.
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A las órdenes del general Laborde, que era el jefe de las fuerzas navales de la isla y enarbolando su insignia en la goleta Sabina, le nombró su oficial de órdenes.


En uno de los intentos de socorrer al fuerte de San Juan de Ulúa, que este general logró mantener a salvo durante todo el tiempo que le fue posible, su buque, por un temporal de los de aquellas aguas quedó totalmente desarbolado, pero pudieron regresar al apostadero de La Habana.


Se le ordenó regresar a España, por lo que aprovechó el viaje de retorno del bergantín Vengador, en el que iba a bordo como pasajero, pero en la derrota se vió envuelto en un combate contra, un buque insurgente de mucha mayor fuerza, en el que se volvió a poner de manifiesto su valor, pues poniéndose a las órdenes del comandante del buque, realizó una gran labor, que dio como resultado que el enemigo, se viera obligado a pesar de ser más poderoso, a abandonar su intención de apresar al español.


A su llegada a España se le comunicó su ascenso efectivo, anteriormente denegado a capitán de fragata, ello produjo que fuera nuevamente destinado a la isla de Cuba, por lo que permaneció muy poco tiempo en la Península.


Al llegar a la isla se le otorgó la comandancia de marina de San Juan de los Remedios y de Nuevitas, con el mando en su estación naval.


Al poco tiempo, se le nombró segundo comandante del navío Soberano, con el cual regreso a España; por decisión de la jefatura de la Armada, se desplazó con licencia a la Corte.


El día treinta de octubre del año de 1830, fue ascendido al grado de capitán de navío, ingresando en el escalafón de los Tercios Navales.


Poco tiempo después fue designado como Comandante de Marina, de la provincia de Santiago de Cuba y como capitán de este puerto, por lo que de nuevo lo tenemos en su querida isla de Cuba.


En septiembre del año de 1837, hubieron unos sucesos políticos desagradables en la isla de Cuba.
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Por ello fue llamado a España, donde tuvo que pasar un consejo de guerra, pero no se le pudo hallar culpable, por lo que quedó exonerado de todos los cargos, que le señalaban como implicado en ellos.


Lo cual le mereció el beneplácito de sus superiores y de la Regente, por lo que fue nombrado, secretario de la Junta del Almirantazgo, conllevando el pasar de nuevo a la situación de activo.


En plena guerra civil, llamada como la primera guerra carlista, tuvo que realizar un viaje, que desde Cádiz le devolvía a Madrid, encontrándose en la Mancha, fue atacada su diligencia, por los defensores al trono de don Carlos, quienes le hicieron prisionero, pero pudo hablar y les convenció, de que pagando un rescate le pusieran en libertad, hecho que se llevo a efecto.


De nuevo nos encontramos con unas líneas que pueden llenar páginas, pues se le destinó nada más que como segundo jefe del apostadero de Filipinas, o sea un corto viaje de aproximadamente siete meses, eso con algo de suerte.


Encontrándose en este lugar y en este cargo, por la promoción general del mes de abril del año de 1839, se le otorgó el ascenso a brigadier.


Al ser ascendido, nuevo destino y otra vez de regreso a España, a ocupar el puesto que según la clasificación hecha en la corporación le tocó, así fue el día veintiuno de abril a incorporarse, al servicio de matrículas, siendo acompañado este puesto con el de vocal de la Junta del Montepío Militar.


Fue nombrado Mayor General de la Real Armada, interino con fecha del día siete de agosto del año de 1843, lo que representaba el regresar a la situación de activo.


Pasando al poco tiempo a tomar el mando del apostadero de Manila en las islas Filipinas, así que otro viajecito de nada; hacía poco que esta Comandancia, por virtud de una R. O., de reorganización de las islas, había sido separada del mando directo y dependencia de la Capitanía General.
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De nuevo pasó al escalafón de matriculas, pues fue nombrado jefe de la comisión hidrográfica del archipiélago de las Filipinas, dejando su anterior puesto.


Otra vez se le ordenó ponerse al frente de las fuerzas navales del apostadero, pero con interinidad, en este periodo de su mando autorizó, la agraciada expedición contra el nudo de la piratería de aquellas islas, que era la isla de Balanguingue, el cual fue totalmente destruido y dejó a las islas por un tiempo algo más tranquilas.


Esta acción naval con desarrollo en tierra, fue llevada a cabo el día veintiséis de enero del año de 1848, siendo personalmente dirigida por el capitán general de las islas el general don Narciso Clavería, estando al mando de las fuerzas navales su jefe el brigadier don José Ruiz de Apodaca, que enarbolaba su insignia en el vapor de ruedas Reina de Castilla, más los vapores, también de ruedas Magallanes y Elcano, quienes iban acompañados por todas las fuerzas del apostadero, compuesta de tres bergantines, dos pataches y una división de falúas cañoneras.


Al llegar los buques comenzaron el bombardeo de los fuertes, que estaban en la costa, llamados allí <cottas>, después de preparado el terreno, habiendo hecho enmudecer a la casi totalidad de la artillería enemiga, en los botes se transportó a las tropas del ejército, quienes desembarcaron y tomaron al asalto el principal de ellos, por lo que los piratas sufrieron un considerable castigo, al conseguir el éxito, pero imposibilitados por la falta de medios de poder permanecer en aquella isla, regresaron a Manila.


Los tres vapores de ruedas mencionados, fueron los primeros de España en aquellas a aguas y con esta acción demostraron el valor de los buques, que no eran dependientes de los caprichosos vientos. El vapor y sus sistemas de propulsión se iba imponiendo.


Como resultado de este triunfo, entre otros ascensos merecidos, se promovió al brigadier don José Ruiz de Apodaca al grado superior de jefe de escuadra.


Al poco tiempo se le ordenó regresar a España, y el día tres de junio del año de 1849, llegó a Cartagena, en donde se le designó Comandante General del Departamento.
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Por orden superior, el día veinticinco de enero del año de 1853, fue nombrado vocal de la Junta Consultiva de la Real Armada, además de entregársele el mando de Comandante General de los cuerpos de Artillería e Infantería de Marina, por lo que cesó en su anterior destino en la misma fecha.


Al ocupar tan altos cargos, fue también designado como consejero Real Ordinario.


Un tiempo después, fue vuelto a poner en marcha el desaparecido Almirantazgo, que a su vez había sido sustituido por la Junta Consultiva de la Real Armada, por ello fue cesado en sus anteriores cargos y nombrado vocal de este nuevo organigrama.


En el año de 1856, por uno de los tradicionales conflictos entre organismos, que ya en su día había hecho desaparecer al Almirantazgo, se produjo un nuevo encontronazo entre éste y el Ministerio de Marina, lo que se tradujo en la decisión del Ministro de turno, en que todos los miembros del Almirantazgo fueran desterrados de la Corte, siendo él confinado en la ciudad de Cádiz.


Como era costumbre, al caer el ministro y ser sustituido por otro, don José Ruiz de Apodaca fue de nuevo nombrado Consejero Real.


En el mes de julio del año de 1858, fue designado con el cargo de ministro del Tribunal Supremo de Guerra y Marina, al mismo tiempo se le concedía la Gran Cruz de Carlos III.


El día veintitrés de septiembre del año de 1861, por rigurosa antigüedad fue ascendido al grado de teniente general, acompañando al ascenso, el nombramiento de Senador del Reino.


Fue de nuevo designado Consejero de Estado, con fecha del día cinco de febrero del año de 1865.


Desempeñando este cargo, falleció en la ciudad de Madrid el día trece de marzo del año de 1867.





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Los una apunte sobre las "Kottas":
Estos fuertes tenían el incoveniente para sus enemigos de estar construidas muchas veces de madera de teca. Las balas de fusil, de ametralladora o incluso de cañones ligeros no podían atravesarla (era la madera de la "Numancia").