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Vino al mundo en la ciudad de Cartagena el 10 de enero de 1774, siendo sus padres don Miguel Tacón y Foxá, y doña María Francisca Rosique y Rivera.


En el mes de octubre del año de 1789, sentó plaza de guardiamarina en la compañía del departamento de Cartagena.


Abandono la academia con el grado de alférez de fragata, con fecha del día cinco de septiembre del año de 1791, ordenándosele embarcar y realizando cruceros, por los cabos de Santa María y San Vicente, puntos de recalada obligados por los buques provenientes de América.


Con fecha del día veintidós de noviembre del año de 1794, se le ascendió al grado de alférez de navío, con el que prosiguió como oficial subordinado, en cruceros y comisiones, sobre todo el aguas de la península.


Después de largas navegaciones por el Mediterráneo, con fecha del día cinco de octubre del año de 1802, se le ascendió al grado de teniente de fragata, participó en el combate sobre la defensa de Orán embarcado en el jabeque Lebrel, pasando posteriormente ya como comandante de la goleta Furia, a ser parte integrante de las fuerzas sobre el gran bloqueo de Gibraltar.


Participó en el desastroso combate de Trafalgar, por su valor reconocido, se le otorgaron los galones de teniente de navío en el año de 1806.


Pasó destinado a las fuerzas que se dedicaban a hacer el corso contra los argelinos y lo británicos, con lo que volvió a demostrar sus dotes de mando y su valor personal.


Estando al mando del bergantín Vigilante, por una desgraciada maniobra, sufrió un abordaje con el navío San Carlos, del que salió de él con una muy fuerte contusión en el tórax.


Al recuperarse de esta lesión, se le destinó al ejército como capitán de infantería, pero con el grado interino y responsabilidades de teniente coronel.
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En el año de 1810, se le nombró Gobernador militar y político de Popayán en Colombia, donde por aquellos días se produjo el levantamiento contra la corona de España, estuvo combatiendo con denuedo, pero ante la falta de efectivos y de ayuda de España, los insurrectos consiguieron ir comiéndose el terreno y por ello en el año de 1811, ya derrotado por los colombianos, se tubo que refugiar en la ciudad de Lima, donde llegó con tan solo veinticinco hombres.


Permaneció en aquellas tierras, prestando sus servicios en el Perú, hasta que le llegó la noticia de su ascenso a mariscal de campo, en el año de 1819 y con ello el regreso a España, pues el virrey quería comunicar el estado de aquellas tierras al Gobierno, por su falta de medios de todas clases para poder mantenerlas, ya que comenzaba en ellas la temida revolución insurreccional.


El Gobierno lo nombró Gobernador de la ciudad de Málaga, donde permaneció poco tiempo, pues se le ordenó en pasar con el mismo cargo a la ciudad de Sevilla, siendo ya el año de 1823.


Permaneció en esta ciudad hasta el año de 1834, en que se le ascendió a teniente general y se le nombró, Gobernador de la isla de Cuba, donde viajó y tomó el mando en el mes de junio del año de 1834.


Por espacio de cuatro años permaneció en la isla, su labor fue y es muy controvertida, pues depende de quién lo dice, así lo cuenta, pero nos ceñiremos a los hechos demostrados, que son a mi parecer los que hablan por si solos.


A su llegada a La Habana y tomar posesión de su cargo, ordenó se le entregaran informes del estado de la isla, de ellos dedujo que su situación era más que lamentable.


No existía la seguridad personal, por que los robos y asesinatos eran diarios por decenas, las fuerzas del orden no se movían y nada era controlado, pero no solo en las poblaciones, pues igualmente sucedían en las propias calles de la ciudad.


Los carruajes eran detenidos y asaltados, los ciudadanos temerosos de ello comenzaban a abandonar la ciudad, los cobradores de los comercios, se veían obligados a ir escoltados por la policía, para evitar a los asaltadores, ya que a menor resistencia de los que portaban algún caudal, eran apuñalados por ellos, los animales domésticos, poblaban la ciudad ante la falta de alimentos y falta de cuidados de sus dueños, por ello y guiados por instinto, al que olían que llevaba comida le mordían para conseguirla, eso a pesar de los pocos transeúntes, que por ella andaba.
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Ante esta situación Tacón se propuso poner fin a todo aquello, lo que le sobraba de firmeza, le faltaba de tacto, de ahí el no terminar de entender a este hombre, pues utilizó medios muy drásticos, con mano firme, que ha decir de algunos de sus biógrafos; <<los cubanos muchos años después, no sabían si execrar o bendecir su memoria>>.


Otro escritor británico dice: <<levantó una especie de civilización de piedra y cemento>>.


Lo realmente cierto, es que en muy poco tiempo sus medidas dieron resultado; pues los robos y asesinatos fueron castigados muy duramente; puso en orden a la administración de justicia, que se había convertido en una verdadera plaga en aquella época, pues el que más delito tenía menos cárcel le caía; ordenó perseguir a los vagos y maleantes; expulsó a los policías corruptos y los cambio por gentes de bien; se prohibieron las armas que casi todos llevaban encima; se estableció una serie de patrullas de las fuerzas armadas, que se encargó de limpiar las calles de malhechores, así mismo organizó el servicio de limpieza de la ciudad, que no existía; se empedraron la mayoría de sus calles; se logró combatir a los perros que poblaban la ciudad, llegando casi a su exterminio; se construyó el sistema de desagües de la misma, que tampoco existía; creó los cuerpos de los serenos y el del servicio de bomberos, que tampoco se había pensado en ellos; se alumbró a toda la ciudad; se pusieron las primeras piedras de un teatro, que iba a llevar su nombre; se preocupó de construir varios mercados, para que los ciudadanos no tuvieran que concentrase en el único que existía; construyó la cárcel, que mucha falta le hacía; así como un nuevo malecón en el puerto, el paseo militar y por último, se construyó en la isla el primer ferrocarril de España.


Pero a decir se sus biógrafos, puso a la isla en primera línea de adelantos y seguridad, pero por sus formas bruscas que acompañaban a todas sus decisiones, pues igual acometía una cuestión de delito que una de opinión, le granjearon la enemistad de muchos, ya que para él no había diferencias, entre nativos y españoles, si se era culpable, se era y no había más que discutir.


Por ello, se creó un ambiente entre los propios españoles, que disentían de su opinión y él al menor dato de desafecto a España, los embarcaba para la península, lo que agravaba el problema.


Su única defensa es que Tacón, había asistido al derrumbamiento del poder de España y la perdida de casi todos sus territorios, es quizás una forma débil de defenderle, pero supongo que en su foro interno, sus formas estaban provocadas por defender de la mejor forma que sabía los resto de los territorios de la corona de España y máxime nuestra aún querida “Perla del Caribe”.
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Un historiador español llamado Saco lo define así: <<Servil en España y tirano en Cuba>>.


Otro literato español, Sedano, en su obra: <<Ensayos políticos>>, lo define como: <<Nuevo Nerón, moderno Calígula>>.


Pero en cambio la opinión de Harponville, de origen francés, en su obras titula: <<Reine des Antilles>> dice: <<España debe a dos hombres la isla de Cuba: a Colón, que la descubrió, y a Tacón, que la civilizó>>.


Como se puede observar, los españoles con su auto critica siempre maliciosa y a veces mortal, son mucho más duros con él, que los escritores foráneos, de ahí la incomprensión del personaje, que por una parte colocó a la isla en un estado muy avanzado sacándola del ostracismo de sus antecesores, y por otra, por no ser un buen político, se le maltrata y se obvia toda su gran labor.


Y es que una vez más la soledad del mando, se traduce en como se dice, pero no en lo que se hace, razones que nublan la vista de los menos espabilados, mientras los que siempre medran, logran con sus escritos el vilipendiar sin faltar al respeto, pero nadie sabe que hubieran hecho ellos en su lugar y circunstancias, máxime si hubieran sido unos de los afectados por la situación de la isla a la llegada de Tacón.


Pero el Gobierno si que valoró su gran labor y por ello quiso agradecerle, con lo único que podía, por lo que se le concedieron los título de, marqués de la Unión de Cuba y vizconde de Bayamo.


Ya en el año de 1838, cansado y sobre todo muy castigado por sus enfermedades, que en la realidad se las había causado su larga y dura lucha, contra todo lo que se había encontrado en la isla, demandó del Gobierno el ser relevado de sus funciones, por lo que se le concedió, siendo sustituido en el cargo por don Joaquín de Ezpeleta.


Regresó a España, pero no por ello el Gobierno lo apartó de sus responsabilidades, pues se le nombró Gobernador de las islas Baleares.


Posteriormente, se le nombró senador del reino por la circunscripción de la provincia de Cádiz, estando en el desempeño de esta alta responsabilidad le sobrevino el óbito, en la capital de España, Madrid, en el año de 1855.



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