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Vino al mundo en la Laguna, Santa Cruz de Tenerife, el 2 de abril de 1773, siendo sus padres don Antonio Estanislao de Monteverde y de Lugo y doña Francisca de Rivas Ome y Ome..


El día uno de octubre del de 1789, sentó plaza de guardiamarina en la compañía del departamento de Cádiz.


Durante sus estudios embarcó en diferentes buques del departamento de Cádiz, realizando con ellos las prácticas de todo aprendiz a las cosas de la mar.


En el año de 1793, fue ascendido a alférez de fragata, siendo embarcado en la escuadra de Lángara que en unión a la británica del almirante Hood, estuvieron defendiendo el arsenal y la ciudad de Tolón, frente a los revolucionarios.


A las ordenes del general Gravina, tomó parte en casi todas las acciones en las que intervino el general, siendo las más destacadas la defensa del fuerte de la Malga y en la evacuación, que el general Álava dirigió tan magistralmente.


Se halló también en la defensa de Rosas, donde se le dio el mando de la bombardera nº 2, pasando a tierra, donde guarneció el castillo de la Trinidad, hasta ser rendida la plaza.


Ya de alférez de navío, a bordo de la fragata Paz, en el desdichado combate del cabo de San Vicente, entre la escuadra española del general don José de Córdova, contra la británica del almirante Jervis, el día catorce de febrero del año de 1797.

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Pasó a finales de año al apostadero de Algeciras, donde se le dio el mando de alternativo de varias cañoneras, que atacaban a la plaza de Gibraltar y dando la escolta a algunos de los convoyes, que transitaban por la zona.


En el año de 1800, estaba destinado en el arsenal de El Ferrol, donde combatió contra los británicos, siendo muy distinguida su acción.


Pasó después a los batallones de infantería de marina en el departamento de Cádiz; de donde por orden superior cruzo el océano, para llegar a Cartagena de Indias, donde se le dio el mando del bergantín Cartagenero, que pertenecía a aquel apostadero.


Regreso a la península y se le destino al departamento de Cádiz, en el año de 1804, donde se le dio el mando de la cañonera nº 6, participando con ella contra el bloqueo, a que sometían los británicos a éste puerto.


Participó en el combate naval del día veintiuno de octubre del año de 1805, siendo herido y hecho prisionero.


Al ser canjeado, fue destinado otra vez al departamento de Cádiz, donde se le nombró ayudante en la compañía de guardiamarinas.


Al sobrevenir la invasión napoleónica, se le dio el mando de una batería de artillería, con la que estuvo hostigando a la escuadra francesa del almirante Rosilly, entre los días nueve y catorce de julio del año de 1808, hasta que este almirante se rindió.

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Hacía finales de éste año se le nombró capitán de cazadores del segundo batallón del regimiento de infantería de marina, destinándole a la región de Extremadura.


Tomando parte en todas las acciones de guerra, que se produjeron en esta región, pasando sucesivamente, a las de la Mancha y Andalucía, estando a su vez a las ordenes de diferentes jefes, como los generales Venegas, Cuesta, Arizaga y duque de Alburquerque, e interviniendo muy decididamente en la batalla por Ciudad Real y posteriormente en la de Talavera, en la que fue derrotado el ejército napoleónico, por esta última acción fue recompensado con el ascenso a capitán de fragata y se le concedió y condecoró con la cruz conmemorativa de dicha batalla.


En el año de 1810, encendida la llama de la emancipación en nuestras colonias de América, se le ordenó viajar a Costa Firme con ciento cincuenta infantes de marina.


Al iniciarse la guerra en Venezuela, por la independencia, se le envió con doscientos cincuenta hombres a la provincia de Coro y al pueblo de Sisique a unir sus fuerzas con las del cacique indio Juan de los Reyes, que era adicto a los españoles; unió a sus fuerzas las de éste que estaban compuestas por otros doscientos fusileros y cien flechero.


Aumentada su fuerza se dirigió a Caracas, que estaba a su vez con una guarnición de setecientos hombres, pero sin pensárselo arremetió contra ellos y al primer asalto los domino, recogiendo siete cañones y muchas armas portátiles y pertrechos, con los que sus fuerzas aumentaron en poder de fuego.


Después hubo un terremoto y aprovechando, el desconcierto de los pobladores de Barquisimeto, arremetió su vanguardia venciéndolos y apoderándose de otros siete cañones, con lo que aún se reforzó más.

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El enemigo quería pararlo y lo intentó, haciendo que siete mil quinientos hombres remontaran el río Orinoco, tratando de envolverlo, pero se escapó de esta encerrona.


Continuó sus avances y esta vez le toco el turno a la ciudad de Valencia, a la que tomó al asalto; después de todo esto se le comunicó que no prosiguiera su avance sin antes recibir apoyo de Coro.


Pero su buena racha y su valor, le hizo atacar a una columna de mil hombres y ciento ochenta caballos, continuó sus ataque a otras poblaciones y fueron cayendo en su poder, Barinas, Tocuyo, Trujillo y San Carlos, en esta última ciudad su guarnición era muy poderosa, pero las venció produciéndoles doscientos muertos, ciento veintisiete heridos, cuatrocientos setenta prisioneros, apoderándose de quinientos fusiles y de toda la caballería.


Como no podía dejar fuerzas de ocupación, tuvo que volver a Valencia a enfrentarse con los republicanos, obteniendo una tan gran victoria, que puso en fuga al propio gobierno de la insurrección.


Por esta hazaña, se le ascendió a capitán de navío y se le nombró capitán general de Venezuela y con este cargo el que iba anexo de presidente de la Audiencia de Caracas.


Los insurgentes volvieron a la ciudad con un ejército de cuatro mil hombres al mando del general Miranda, Monteverde le batió en toda la línea, obligándole a abandonar sus posiciones


Los españoles presos en Puerto Cabello se sublevaron y con mucho valor y heroísmo consiguieron dominar a la guarnición republicana.

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Enterado de esta acción, reunió su ejército y presentó en la ciudad, derrotó al resto de la guarnición y consiguiendo todos los recursos que necesitaba, ya que reunió hombres y material, Bolívar pudo escaparse por la mar, lo peor fue que recibió tres heridas graves en este combate.


Continuó no obstante al mando, logrando someter a las provincias de Cumaná y de Barcelona, más a la isla Margarita, obligándoles a reconocer el poder del Rey de España, en toda la capitanía general de Caracas, y logrando apaciguar la revuelta de los negros del año de 1812.


En el año de 1813, continuó con sus combates en aquella capitanía, pero muchos de los cuales no le fueron afortunados, aún así se le condecoro con la Cruz de Carlos III.


Bolívar ataco Puerto Cabello, con lo mejor de sus tropas, el día treinta de agosto, pero Monteverde con las suyas le rechazó y además le causo seiscientos muertos.


Poco tiempo después recibió el refuerzo de un regimiento de Granada, efectuando una salida, pero en uno de los combates fue herido de gravedad, pues perdió casi toda la mandíbula inferior.


Un grupo de sus oficiales le convenció, dadas las circunstancias de su salud, a que entregara el mando y regresara a España, lo cual realizó.


Al llegar a la península, ya en el año de 1817, fue ascendido a brigadier, asimismo se le concedieron la condecoraciones de la Gran Cruz de Isabel la Católica y la de segunda clase de la Laureada de San Fernando.

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Intentó recuperar su perdida salud, por las heridas recibidas en tan brillantes combates, ello le llevo casi seis años, hasta el de 1823.


Pensando estaba ya repuesto, se le dio el nombramiento de capitán general de Puerto Rico, pero poco después tuvo que renunciar, porque a su conciencia, su salud no le permitía desarrollarlo con la dignidad que representaba.


Regresando de nuevo a la península, donde en el año de 1824, se le ascendió a jefe de escuadra, dándole el mando de comandante principal de los tercios de Levante.


En el año de 1827, fue creada la brigada Real de Marina, que reunía por primera vez a las armas de Infantería de Marina y la Artillería de Marina, nombrándosele como coronel general.


Fue hecho prisionero por los sublevados en el año de 1831, al ser vencida la intentona de rebelión, fue puesto en libertad.


Pero tuvo que pasar por un consejo de guerra, que tenía que dirimir su conducta en los hechos recientemente pasados; siendo absuelto y repuesto en sus cargos.


Pero éste trámite, que en otras circunstancias no hubiera significado nada, en su estado de salud de esos momento, le causó una gran preocupación, por su elevado pundonor tantas veces demostrado, lo que sin ningún lugar a dudas le adelanto su fallecimiento.


Que se produjo en la isla de San Fernando el día quince de septiembre del año de 1832.