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Nació en Medinasidonia (Cádiz) en el mes de diciembre del año de 1804; siendo sus padres don Francisco Montes de Oca y Villacreces y doña María Josefa García, haciéndolo en su domicilio de la calle de San Agustín, nº 12.


En el año de 1821 sentó plaza de guardiamarina en la compañía del departamento de Cádiz.


En el año de 1822, embarcó en la fragata Sabina, en la que navegó por los cabos de San Vicente y Santa María en misiones de protección pero al poco tiempo tuvo que desembarcar por enfermedad.


Cuando se recuperó, se incorporó de nuevo, volvió a embarcar en la corbeta Diamante con destino al Ferrol para recoger allí al General Francisco Dionisio Vives, el cual había sido nombrado Capitán General de la Isla de Cuba.


A tal efecto, la expresada corbeta se dio a la vela el 15 de marzo siguiente.


Fue el primer viaje de importancia que realizaba Montes de Oca, con escalas técnicas en Canarias y Puerto Rico, llegó a La Habana y fue destinado a la corbeta María Isabel.


En México la marcha de los acontecimientos iba de mal en peor.
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Los que defendían la causa realista se veían obligados a retirarse poco a poco, hasta terminar por no quedarles más territorio que el castillo de San Juan de Ullúa, en Veracruz, bloqueado por una escuadrilla organizada por el antiguo teniente de navío norteamericano David Porter.


Laborde, gobernador de Cuba, envió la corbeta María Isabel con otras embarcaciones que tenía disponible en auxilio de los que resistían en el Castillo.


En esta misión tuvo su bautizo de fuego, sin embargo, la empresa no tuvo el éxito deseado, e día veintisiete de septiembre de 1824 sufrieron un fuerte temporal que desarboló y dispersó los buques, sin poder hacer otra cosa que regresar destrozados a La Habana.


En este episodio del fuerte temporal, en medio de él, fue necesario aferrar la gavia y la gente se resistía a subir para efectuar tal maniobra, ante el temor fundado de ser arrastrados por el temporal, en ese instante la pronta reacción de Montes de Oca fue, subir a la tabla de jarcia seguido por un grupo de esforzados marineros, llevando a cabo la operación, por lo que la corbeta pudo llegar a La Habana.


Por su heroico comportamiento durante este incidente se le condecoro con la Diadema Real de Marina.


Por los canales de Florida y del Yucatán, estuvo cruzando para proteger el trafico mercante de las Antillas, contra los corsarios que infestaban aquellas aguas, en la corbeta María Isabel.


Mientras tanto, en La Habana, el Jefe del apostadero le habilito como Oficial y le dio el mando de la corbeta Zafiro.
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En ella continuaron las misiones frente al castillo de San Juan de Ullúa, hasta que su gobernador, el brigadier José Coppinger, se vio obligado a capitular el 18 de noviembre de 1825, consiguiendo transportar a La Habana al resto de la guarnición.


Así terminaba para España su presencia en la colonia más rica de hispanoamérica.


En la corbeta Zafiro, regresó a la Península escoltando a un crecido número de buques mercantes, en una noche desafortunada, en el Canal de Bahamas, colisionó con la fragata mercante El Gran Turco y se desarboló del palo de trinquete, quedando inutilizado el bauprés.


Al amanecer, comprobaron la extensión de las averías, tras lo cual, y después de celebrar una junta de oficiales, se tomó la decisión de abandonar el buque en Puerto Rico.


Montes de Oca, que fue uno de los oficiales que combatió esta medida, se comprometió ante el comandante del buque a reparar las averías, cuando se encontraba en medio del trabajo apareció el buque corsario colombiano General Soublet, que intentó capturar la corbeta española.


La corbeta Zafiro, con el velamen todavía deteriorado consiguió hacer frente y presentar tenaz resistencia lo que hizo desistir a sus perseguidores.


Se terminó de poner a punto y se incorporó de nuevo al grueso de la expedición, llegó a España entrando en el puerto de Cartagena.


Posteriormente se trasladó a Cádiz con Montes de Oca a bordo, donde otra vez por motivos de salud, tuvo que ser desembarcado, a principios de 1826.
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Pero no le impidió la enfermedad proseguir con sus estudios y trabajos literarios.


Ya recuperado se incorporó el trece de febrero, trasbordando a la corbeta Forastera, de la que desembarcó por ser destinada al desguace el 25 de mayo de 1827, pasando destinado al Arsenal de la Carraca.


El uno de septiembre embarcó de nuevo hasta el día quince de noviembre, y el veintidós de diciembre vuelve a cambiar de buque trasbordando a la fragata Perla, de la que vuelve a desembarcar por ir a su desguace el día catorce de marzo del año de 1828, pasando el uno de abril a la Restauración.


El día dieciocho de mayo volvió a ser destinado al Arsenal de la Carraca y allí continuó hasta el día treinta de enero del año de 1829, siendo en esta fecha destinado al bergantín Manzanares, del que desembarcó el día diecinueve de abril.


Después de un breve destino en el bergantín Relámpago, el día veintiocho de febrero se le dio licencia para unas breves vacaciones en Medinasidonia, que se prolongaron por espacio de siete meses, hasta el día veintisiete de septiembre.


Durante todo este periodo de tiempo profundizó en sus estudios literarios.


Publicó trozos de poesías, tradujo las églogas primera y cuarta de Virgilio, escribió una oda llena de ternura y sencillez a su amigo y protector el cura párroco de Medina don Manuel Moreno y escribió una sátira, compuesta en tercetos, contra la manía de las óperas que publicó en Mallorca.
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En el año de 1829, puso de manifiesto sus grandes dotes oratorias, al defender en un juicio a la tripulación de un bergantín pirata, que había sido apresado por nuestras fuerzas navales.


Fue ascendido a alférez de navío y destinado como ayudante de los capitanes generales del departamento de Cádiz, los generales Quevedo y Valdés.


Por la influencia de Valdés y su recomendación fue elegido procurador en las Cortes, en representación de la provincia de Cádiz, por lo que abandonó la carrera militar, para dedicarse en pleno a la política.


En este terreno se movía como pez en el agua, pues su oratoria abrumaba por su elocuencia y sentido común, por lo que recibió grandes elogios del conde de Toreno.


Decidió afiliarse al partido moderado, en contra de los carlistas y a los partidarios de la defensa de la Constitución del año de 1812.


Montes de Oca, que había sido ascendido a teniente de navío, participó en la reestructuración que Mendizábal, muy bien aconsejado por Valdés, pretendía realizar en la Marina.


Fue suprimida la Junta Superior de Gobierno de la Armada y la Dirección General, y se potenció la Secretaría del Despacho de Marina como centro de todos los asuntos relativos a la Armada.


Dentro de la Secretaría de Despacho se crearon cuatro secciones con otros tantos Jefes de sección; uno de ellos fue Montes de Oca; reunidos los cuatro Jefes de sección en junta diaria, presidida por el Ministro, y en su ausencia, por el subsecretario, formaban lo que se llamó entonces <<Consejo de Marina>>.
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Se presentó a las siguientes elecciones, pero no fue elegido, por lo que pasó como jefe de sección al Ministerio de Marina.


Prestó su apoyo al gobierno de Galiano e Istúriz, saliendo nuevamente elegido diputado.


Al estallar el motín de la Granja, llevado a cabo por los sargento Gómez, y el sargento García, autores del rocambolesco golpe de estado, obligaron a María Cristina a ceder en sus dos principales pretensiones: la proclamación de la Constitución de 1812 y la bajada del precio del tabaco.


Tras el golpe, cambió también el gobierno de la Marina, restableciéndose el que existía en 1823.


Montes de Oca fue separado de la Secretaría de Marina y se le ordenó salir para el Departamento de Cádiz.


Le fue ordenado viajar a Cádiz, donde conoció y entabló amistad con los escritores Lista y Reinoso.


En el año de 1837, en unas nuevas elecciones, salió elegido por su partido el moderado como diputado en Cortes, que además consiguió la mayoría, regresando a Madrid para ocupar su sillón en el Congreso.


De estas Cortes nacerá la Constitución de 1837: <<moderada en el fondo, progresista en la forma>> y en su conjunto, simplemente liberal.


Se le ofreció y aceptó el dieciséis de noviembre de 1839 siendo nombrado para las carteras ministeriales de marina, comercio y gobernación, en el gobierno de Pérez Castro, tomando parte en todos los debates parlamentarios, donde se puso de manifiesto de nuevo su extraordinaria oratoria.
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Este gabinete solicitó de la Regente la disolución de las Cortes y la nueva convocatoria que daría como resultados unas Cortes de mayoría moderada que serán inauguradas por María Cristina el 18 de febrero de 1840.


Una gran muchedumbre se agolpó en la puerta de las Cortes, pidiendo la disolución de éstas, él se encargó de salir al paso del pueblo y junto a unos milicianos, los contuvo hasta la llegada de las fuerzas del ejército.


El general Espartero, pidió al gobierno el ascenso a brigadier de Linaje, a lo que Montes de Oca se opuso, lo que le obligó a dejar sus ministerios, pero no su escaño, por lo que continuó como diputado, hasta que la revolución triunfó y fueron las Cortes disueltas.


En el verano de 1840 viajó la reina regente a Cataluña y estalló allí un motín en Barcelona, inspirado claramente, por Espartero, el cual hizo huir a la Regente en dirección a Valencia, donde llegaron las noticias de que en Madrid se había producido un estallido de violencia aún mayor.


Todos los apoyos le fallaron y hasta sus propios amigos le aconsejaban que abandonase España.


Fue derribada la reina regente Maria Cristina y mantenida Isabel II como Reina menor, el General Espartero quedó como dueño de la situación, siendo nombrado Regente.


La reina regente, con un grupo de seguidores se exilió en París, donde contó con el apoyo del Rey de Francia, Luis Felipe.


En París se formó un gobierno provisional en el exilio, que quedó compuesto por don Francisco Javier de Istúriz, el conde de Belascoain y Manuel Montes de Oca.
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Desde esta capital se planificaron una serie de golpes contra el General Espartero que no habrían de tardar en producirse, siendo el primero de ellos en el año de 1841 fue una de las más típicas estampas del romanticismo político español.


Diego de León y Montes de Oca, eran los encargado de dar el golpe revolucionario, haciéndolo éste en las provincias vascongadas.


Para ello se traslado a Vitoria, logrando formar una junta revolucionaria, que lanzó proclamas, y en ellas se ponía precio a algunas cabezas de los enemigos.


La contrapartida vino por parte del gobierno, que a su vez puso precio a la cabeza de Montes de Oca, ofreciendo 10.000 duros.


Por este cantidad surtió efecto, pues fue traicionado por los miñones, que le escoltaban en su huida desde Vitoria y le hicieron prisionero, siendo obligado a regresar a la capital alavesa.


Allí fue sometido a un juicio sumarísimo.


A las siete de la mañana vino a despertarlo el jefe comisionado a tal efecto, anunciándole que iba a ser puesto en capilla para fusilarlo a la una.


Se dedicó durante la mañana al aseo personal, dictó testamento y encomendó su alma.
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Solicitó, más tarde, permiso para mandar el fuego del pelotón de ejecución, cosa que le fue denegada –no ocurrió así en el fusilamiento de Diego León que mandó él mismo el pelotón- y llevándose al efecto, cumpliéndose la sentencia el día veinte de octubre del año de 1841.


Así falleció a los 36 años de edad Manuel Montes de Oca.


Los fusilamientos de este último y de Diego León no fueron, tal vez, tan influyentes en los ánimos, como nos describen todas las fuentes de la época, pero si crearon una aureola de inconformismo contra Espartero, que a su vez también cayó y a mi entender, encendieron muchas llamas de nacionalismos a ultranza que aun perviven.


Tras la caída del general y regente, por la falta de apoyo de su propio partido, fue preciso declarar la mayoría de edad dela Reina doña Isabel II.


Una de las primeras disposiciones de la Reina será ordenar la exhumación, en Vitoria, de los restos mortales de Montes de Oca y su traslado a Madrid con escolta.


Siendo finalmente enterrado, con honores fúnebres de ministro fallecido en el cargo, y depositados en el cementerio de la Sacramental de San Isidro del Campo.




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