Manuel Quimper Benites del Pino (Lima, h.1757; Lima, 1844).

Navegante, explorador, cartógrafo, marino, y alto funcionario español.

Su padre era bretón (Quimper -en bretón, Kemper- es una localidad francesa, capital del departamento de Finistère (Penn-ar-Bed), en Bretaña). Su madre, española. Manuel tuvo, al menos, un hermano, que residió casi o toda su vida en Lima (como atestigua una carta que escribió desde Nutka el 31 de mayo de 1790, antes de comenzar la expedición del estrecho Juan de Fuca).

En 1770 ingresó en la Compañía de la Marina Española de Lima. Su primera gran navegación comenzó el 10 de octubre de 1770 en el navío de línea “San Lorenzo” con destino a la isla chilena de Chiloé, regresando a Lima el 28 de marzo de 1771.

Con el respaldo del virrey Amat, en abril de 1771 Quimper ingresó en la Real y Pontificia Universidad de San Marcos, en Lima, especializándose en matemáticas y su aplicación a la náutica. Se graduó con sobresaliente en junio de 1774.
Ese mismo año navegó en la fragata “Águila” (o “Santa María Magdalena”) a las órdenes de Domingo Boenechea en su segunda expedición a la isla de Tahiti.

Desde junio hasta diciembre de 1777, Quimper se dedicó al transporte maderero entre Guayaquil y Callao para la construcción naval, a bordo de la urca “Nuestra Señora de Monserrat”.
Quimper ascendió a Alférez de fragata a finales de 1780, residiendo en Callao. Tres meses más tarde transportó víveres desde Callao a Talcahuano.

En 1782, participó en el reconocimiento de las islas chilenas de Juan Fernández, y de allí pasó al puerto de Valparaíso, demostrando pronto sus aptitudes cartográficas.

En 1783 se instaló en el Callao con el empleo de Ayudante del Capitán de fragata Juan Hezeta, jefe de ingenieros.

Entre 1785 y 1786, Quimper sirvió bajo las órdenes del Capitán de navío Antonio María Vacaro en la escuadra que defendía el Pacífico Sur.

En abril de 1786 salió del Callao rumbo a Cádiz en el navío “Santiago la América”, y llegó cuatro meses más tarde a su destino. Poco después de su llegada, solicitó al Rey el ascenso a Alférez de navío, que le fue concedido por Carlos III, por sus trabajos y navegaciones, en abril de 1787.

En febrero de 1787 recibió licencia para trasladarse a Madrid y, tras permanecer cuatro meses en la Corte, regresó a la mar y sirvió en la protección de la bahía gaditana.
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Quimper permaneció en España hasta 1789. Para entonces, británicos y rusos realizaban incursiones cada vez más frecuentes a la costa NO de Norteamérica, lo que causó gran inquietud en España. Por ello, el ministro de Marina, Antonio Valdés, siguiendo las directrices reales, ordenó expediciones para averiguar las intenciones de estas dos potencias.

Se encomendó a Quimper y otros seis destacados marinos esta operación, saliendo el 26 de mayo de 1789 de Cádiz con rumbo a la Nueva España, a bordo del navío “San Ramón”, cuyo capitán era el brigadier Pedro Autrán. Los objetivos de la operación eran dos: explorar el NO de Norteamérica, y abastecer las misiones franciscanas y dominicas de la Baja y la Alta California.

En el mismo navío viajaban también entre otros, el segundo conde de Revillagigedo (nuevo virrey de la Nueva España), y el marino Juan Francisco Bodega y Quadra (recién ascendido a comandante del departamento marítimo de San Blas, Nayarit, México), también limeño como Quimper, y compañero de armas.

Tras llegar a Veracruz, los siete marinos se trasladaron a San Blas. Estando allí, supieron en el mes de julio de 1789 que la balandra inglesa “Princesa Real” y el paquebote “Argonauta”, capitaneados respectivamente por Thomas Hudson y James Colnett, habían llegado a las costas del noroeste de América para capturar pieles de nutrias, muy apreciadas en los mercados asiáticos, y establecer su base de operaciones en el puerto de Nutka (costa NO). El destinado por el rey de España a ocupar Nutka en calidad de comandante de la plaza, don Esteban José Martínez, consideró ilegal este intento. Por ello, apresó los dos barcos y envió la “Princesa Real” a San Blas, poniéndolo a disposición del virrey Revillagigedo. Éste, no queriendo complicar aún más las difíciles relaciones con los ingleses (que, a pesar de sus buenas intenciones, no pudo evitar un conflicto diplomático, conocido por los británicos como "Nutka Sound Controversy", que casi termina en una nueva guerra) envió a Quimper a devolver la balandra a sus dueños y, al mismo tiempo, averiguar sus intenciones, y reconocer el estrecho de Juan de Fuca.

Quimper zarpó de San Blas el 3 de febrero de 1790 en el Princesa Real. Tras unas semanas bastante azarosas de navegación, llegaron a Nutka el 5 de Mayo con daños en la nave. Terminadas las reparaciones el 25 de mayo, y al no encontrar a los ingleses,
Quimper dejó Nutka el 31 de mayo, y llevando de piloto a Gonzalo López de Haro, inició el reconocimiento del estrecho Juan de Fuca, buscando también comprobar si desembocaba en el Atlántico.

El uno de junio llegaron a la ensenada de Clayoquot, donde permanecieron diez días. En este tiempo reconocieron la costa y la llenaron de topónimos españoles (la mayoría, perdidos en la actualidad) que recordaban a compañeros y políticos de la época: Puerto de Revillagigedo (Sooke), Puerto Eliza (Pedder Bay), Puerto de Valdés y Bazán (Royal Roads).

Una vez reconocida toda la margen norte del estrecho, lo cruzó en dirección sur hasta una bahía en la orilla meridional, a la que llegó el 8 de julio, y que llamó, en su propio honor, bahía –o puerto- de Quimper (actualmente, de New Dungeness). Siguió al Puerto de Bodega y Cuadra (Discovery Bay), Puerto de Córdoba (rada de Esquimault) y Puerto de Núñez Gaona (Neah Bay).

A pesar de estos reconocimientos, con sus correspondientes trabajos cartográficos, Quimper no llegó a averiguar que el estrecho de Juan de Fuca era, en realidad, el canal meridional de la isla de Vancouver.

El 4 de agosto dio por terminados los trabajos, y puso rumbo a Nutka, donde debía de entregar la balandra a los ingleses. El mal tiempo le impidió arribar al puerto, y el 16 de agosto se vió obligado a cambiar el rumbo hacia Monterrey, capital de la provincia española de la Alta California, adonde llegó el primero de septiembre.

Reparada la nave, el 25 de octubre reanudó el viaje hacia el puerto de San Blas, adonde llegó el 13 de noviembre de 1790. Allí sorprendió que la “Princesa Real” aún estuviera en manos españolas.

En San Blas fue informado de su ascenso a Teniente de fragata.
Mientras tanto, y una vez supo el virrey de que aún no se había devuelto la “Princesa Real”, informó a Madrid de la situación, sugiriendo que se devolviera al armador británico, la South Sea Company, en Macao. Con el informe, el virrey incluía la cartografía levantada por Quimper, incluyendo el “Plano del puerto de la Bodega y Quadra”.

Una vez aprobado el viaje por Madrid, Revillagigedo ordenó a Quimper llevar la balandra a su Macao y, al mismo tiempo aprovechando sus cualidades para la exploración y levantamiento de planos, le ordenó reconocer las islas Sándwich (Hawai).

Se trataba de un archipiélago estratégico. Situado en el centro del Pacífico Norte, ya había destacado un ilustre marino español su importancia geopolítica, “al estar equidistante de San Blas, Nutka, sonda del Príncipe Guillermo en Alaska, Japón, Filipinas y Cantón; con una abundancia de alimentación, clima privilegiado, su gente simpática y buenos marineros”. Y esta importancia se pondría de manifiesto en la 2ª guerra mundial del s.XX. Ya en el s.XVIII los barcos británicos dedicados al negocio de pieles en el Noroeste de la costa norteamericana solían invernar en él.

En principio, el reconocimiento de las Sandwich se había reservado para Malaspina, pero por Real Orden del 22 de diciembre de 1790, Valdés ordenó a Malaspina explorar el pasaje de Ferrer Maldonado. Por ello, y al tener que hacer el viaje a Macao, el virrey decidió que fuera Quimper quien hiciera ese reconocimiento. Malaspina inició su viaje meses después (diciembre de 1791) rumbo las islas Marianas, y en su diario dice que, a los pocos días de hacerse a la mar, pensó en la posibilidad de desviarse hacia las Sandwich, decidiendo al final no hacerlo, ya que hacía poco que “el teniente de fragata Quimper había permanecido un mes en dichas islas, adquiriendo todas aquellas noticias políticas y naturales”.

Quimper zarpó el 14 de febrero de 1791 en la “Princesa Real” desde el puerto de San Blas. Las instrucciones del virrey se las había transmitido su paisano Bodega y Quadra. El 20 de marzo siguiente avistó las islas Sándwich, y tres días más tarde ancló en la costa occidental de Hawai, en la actual bahía de Kawaihae, a la que Quimper llamó ensenada de Ulloa, en honor al ilustre marino. Después recorrió el litoral y el 1 de abril alcanzó la bahía de Kealakekua (o Karacacoa), en donde había muerto el gran marino británico Cook el 14 de febrero de 1779. Allí se encontraba el comandante inglés de Nutka, James Colnet, quien propuso al español que devolviera allí la balandra. Al negarse Quimper, aduciendo sus órdenes, preparó un intento de abordar el barco, del que desistió ante la actitud decidida del español.

El 6 de abril dejó Hawai y puso rumbo a la isla de Maui, bautizando la bahía de Maalaea como ensenada de Quadra. El día 10 llegó a la costa SO de la isla de Oahu, donde avistó “una gran ensenada de buen fondeadero y abrigada de los vientos” a la que llamó ensenada de Quimper, lugar donde hoy se levanta la base naval norteamericana de Pearl Harbor. En esta isla hubo, además de intercambios comerciales con los nativos, muchos regalos de éstos a los españoles. El rey de la isla le regaló morriones de plumas, esclavinas, mantos, perlas y mantas (algunas de las piezas están en el Museo de América en Madrid).

Siguiendo las instrucciones recibidas, Quimper levantó un mapa de estas islas, conservado hoy día entre los manuscritos de Bodega y Quadra en el Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores en Madrid.
Finalmente, el 19 de abril, Quimper abandonó el archipiélago rumbo a Manila. El 4 de junio vio el Cabo de Engaño, al norte de la isla de Luzón, y bordeando esta costa se dirigió hacia el sur, dejando caer el ancla seis días después frente a la península de Bataán. El día siguiente alcanzó la bahía de Manila y tras costear Corregidor, arribó en la base naval de Cavite a las cuatro de la madrugada, tras cincuenta tres días de travesía desde las Sandwich, desde donde había zarpado el 19 de abril.

Para costear el viaje, la Princesa Real llevaba una carga de más de tres mil pieles de nutria para su entrega a Manuel Agote y Julián de Fuentes, factores de la Real Compañía de las Filipinas en Macao. Sin embargo, en ese momento existía en China un mandato que prohibía la importación de pieles, ante la duda de que se hubieran cazado en territorio ruso.

En Manila, Quimper entregó el mando de la balandra a Vicente Llanos y Valdés, que debía efectuar la última singladura hasta Macao. Allí arribó el 12 de agosto, pero nada más llegar, un tremendo huracán dañó tan seriamente “Princesa Real”, que hubo de subastarse por dos mil dólares como casco inservible. Y este fue el triste final del barco.

Ya resuelto el asunto “Princesa Real”, Quimper estaba en Manila cuando llegó la expedición de Malaspina el 26 de marzo de 1792. Siguiendo instrucciones, Quimper entregó a Malaspina su colección cartográfica, de historia natural, y de costumbres recogida en el archipiélago de las Sándwich, y que incluía: “esteras, mantas, flechas con sus respectivos arcos, lanzas, pedazos de diferentes maderas, morriones de plumas, grandes caracolas, conchas de perlas, y otras curiosidades que enriquecieron su colección de historia natural”.

Por su parte, el diario de Malaspina de mayo de ese año menciona la inminente llegada a Manila de la corbeta “Atrevida” procedente de Macao, y la salida hacia México de Quimper, quien, a su vez, llevaba parte de los trabajos hidrográficos de la expedición de Malaspina, así como dos anclas de bronce utilizadas por las corbetas de esta expedición, para lo que solicitó permiso al capitán general de Filipinas.

Antes de su partida, Quimper solicitó la autorización real para casarse con la andaluza Francisca Márquez, viuda del fallecido intendente de la provincia de Camarines, Antonio Carrión.

Finalmente, el 21 de mayo, Quimper zarpó al mando de la fragata “San José de las Ánimas”, acompañado por la goleta “Valdés”, a las órdenes del alférez Cosme Bertodano. Nada más pasar el estrecho de San Bernardino entre las islas Marianas y Filipinas, las dos naves fueron sorprendidas por un huracán y separadas. La goleta se vio obligada a regresar a Manila, pero la fragata, a pesar de sus grandes daños, pudo continuar su viaje y fondear el 6 de noviembre de 1792 en el Puerto de San Blas, tras una penosa travesía de medio año.

Antes de finalizar este año, Quimper fue ascendido a Teniente de navío y obtuvo el permiso para casarse.

Al llegar, Quimper recibió la real orden del 16 de octubre de 1792, concediéndole el permiso de contraer matrimonio, su ascenso a Teniente de navío, y su nombramiento de oficial de órdenes del comandante de San Blas, Bodega y Quadra. Este último cargo lo ostentó en tanto en cuanto Bodega fue comandante del puerto, ya que, habiendo éste enfermado, los médicos aconsejaron su relevo. Él, sin embargo, no consintió en renunciar, falleciendo en febrero de 1794. Menchaca lo narraba de esta manera:

“Pero no quiso hospitalizarse hasta que su sentido de la responsabilidad lo consintiera ... se hallaba prácticamente dado de baja en su mando ... cuando llegó a sus oídos que la situación internacional se estaba deteriorando ... y que la guerra ... contra los ingleses podía estallar ... en cualquier momento. Su conciencia le obligó a suspender la transmisión del mando interino en su amigo y subordinado don Manuel Quimper, y a continuar al pie del cañón, cumpliendo su deber hasta el límite de sus fuerzas.”

Quimper tampoco andaba bien de salud, y se le permitió ir a España. Se trasladó a Veracruz y, mientras esperaba embarcar, recibió su nombramiento de comandante de la “Atrevida” tan pronto arribase a Cádiz (no consta que llegara a tomar posesión de dicho cargo).

Llegó a Cádiz en julio de 1796, solicitando licencia para ir a Madrid a resolver asuntos familiares. En 1797, ocho meses después, ingresó en la prestigiosa Orden Militar de Calatrava.

En mayo de 1797, Quimper se embarcó en el navío “San Rafael”, perteneciente a la escuadra de José de Mazarredo. En noviembre fue destinado al apostadero de Algeciras bajo las órdenes de Bruno de Heceta, otro veterano de la exploración del NO de Norteamérica.
En 1798 solicitó el empleo de gobernador de la ciudad de Guayaquil. Pero, en cambio, se le nombró comandante de Bandera de los batallones de Marina en Madrid, cargo de detentó entre 1798 y 1802.

En 1802 regresó a América con el cargo de ministro tesorero de la Caja Nacional de Veracruz. En 1805 dejó su cargo en la costa del Caribe, al ser nombrado gobernador de Huamanga (que Bolívar rebautizó como Ayacucho, en quechua, “el rincón de los muertos”), en Perú. Pero se produjo incidente no suficientemente aclarado, que hizo que el recién nombrado virrey Abascal cancelara ese nombramiento, y le enviara en noviembre de 1806, también como gobernador, pero a Puno, junto al lago Titicaca. Desde allí, en julio de 1809, avisó a Abascal sobre los incipientes alborotos independentistas. Y fue en los alborotos de Puno donde se perdió casi todo su archivo personal que Quimper guardaba celosamente: documentos, libros, mapas y manuscritos.

Quimper permaneció en ese cargo hasta su cese en 1810. Pero volvió a ejercerlo a partir del 13 de junio, al fallecer su sucesor, Manuel Antonio Nieto. Allí estuvo hasta 1814. El 14 de agosto de ese año, y tras los alborotos en el Alto Perú, Quimper tuvo que abandonar Puno.

Se le nombró nuevamente gobernador de Huamanga, pero el levantamiento del Cuzco le impidió ocupar su cargo. Por ello se dirigió a Arequipa, adonde llegó el 25 de agosto. Allí, el 9 de diciembre, recibió orden de ponerse al frente de una unidad e Caballería de 250 hombres, para socorrer Puno. Una vez cumplida la misión con éxito, marchó a Lima, y allí se quedó algún tiempo antes de ocupar su cargo en Huamanga, a causa de la rebelión independentista. Y en Lima estaba aún cuando en marzo de 1816, el virrey Abascal fue relevado por Joaquín de la Pezuela, quien confirmó el nombramiento de Quimper como gobernador de Puno, calificándole de militar activo y valiente en el tiempo en que había servido bajo sus órdenes en el Alto Perú.

Quimper cesó en su cargo de gobernador de Huamanga en 1820, tres años antes de la batalla de Ayacucho. En el mismo 1820 volvió a España por tercera vez, recibiendo la cruz de San Hermenegildo.

Además de un buen militar, fue también un buen literato. Y en esta estancia en Madrid aprovechó para publicar escritos suyos (algunos ya lo habían sido en el "Mercurio" de Lima años antes).

Así, por ejemplo, sabemos algo sobre su carácter y estado de ánimo a través de unos versos suyos:

Por su genial, retirado,
travieso sin lo servil;
apenas pudo subir
un grado por buen soldado;
su padre nada ha avanzado,
que el idioma de adular
ignora, y la militar
insignia aún no parece
en su pecho, y la merece
por mérito singular.

En 1821, la imprenta Álvarez de Madrid publica una obra suya en décimas, con el título “Laicas vivacidades de Quimper, antorcha peruana, acaecimientos del Perú en civiles guerras, promovidas por el Reino de Buenos-Ayres, desde el año de 1809 hasta el de 1818”. De él existe un ejemplar en la Biblioteca Nacional de Madrid, así como su manuscrito. Igualmente, cinco cartas de su hijo, el coronel Manuel Quimper, dirigidas al virrey Pezuela, narrándole el desembarco del general San Martín en Pisco.

Quimper no se sentía cómodo en Madrid. Con las revueltas americanas y los territorios independizados, los españoles recelaban de los nacidos en América. Quimper no era una excepción: se sentía un alericano para los españoles de la metrópoli, y un español -y militar- para los americanos independentistas.

De todas fromas, decidió solicitar el respaldo de José Bustamante al final de 1821, recordándole su encuentro casi tres decenios antes en la bahía de Manila a bordo de la "Atrevida", y solicitando su respaldo, pues -explicaba- que al haber perdido muchos de sus papeles y credenciales durante el saqueo de Puno, no disponía de justificantes escritos para respaldar su carrera naval. Por lo que se conoce, parece que Quimper nunca recibió ese respaldo.

En 1822, Quimper publicó en Madrid una nueva obra: “Islas Sandwich. Descripción sucinta de este archipiélago” (también conocida como: “Reconocimiento de las Islas Hawai (Sandwich) por el marino Español Quimper”), que se había publicado 30 años antes en el diario "Mercurio", de Perú. En la introducción del mismo, Quimper se sincera, explicando su situación, en que en la metrópoli le toman por americano, y en Perú, por español:

“Sin embargo del desprendimiento que ha hecho de mí el pasado y actual gobierno, dejándome en clase de jubilado ... me ... llena de satisfacción el haberme empleado desde la pubertad en ... el servicio de la nación, de navegaciones del mayor riesgo, como son los descubrimientos y reconocimientos de varios puntos del globo y concluir mis días en un retiro con mi mujer e hijos con la tercera parte del sueldo después de 46 años de servicios. Mi regreso de la América del Sur es procedente del abatimiento en que han quedado mis méritos y servicios a informe de un déspota y desconceptuado virrey ... ¡Este es el premio de la Ilustración y época de la libertad! ¡Qué dirán los americanos en cuyo suelo respiro el primer aliento y que me han visto servir con tanto entusiasmo ... Dirán ... que la rivalidad del español europeo busca medios para destruir el mérito y concepto del americano, aun cuando desempeñe sus deberes equilibrándose por aptitud a los peninsulares acreditados en el servicio de la nación”.

Habiendo decidido regresar a Perú, su tierra natal, Quimper otorga poderes el 22 de febrero de 1822 ante el escribano José Amézcua, constatando como “intendente honorario de ejército y gobernador e intendente de la provincia de Huamanga, vecino de aquella ciudad, y que pronto regresaría a Perú y necesitaba tener personas de confianza en la Corte que le representasen en diferentes asuntos que ha dejado pendientes”.

Como especificó en él, Quimper regresó al Perú y según la obra del Conde de Torata, “pasó a los patriotas en el año 1823”.

En 1827 el gobierno de la República del Perú le nombró Capitán de fragata y más tarde Capitán de navío (sin constancia documental, excepto el testimonio del capitán de fragata de la Armada Peruana Jorge Ortiz Sotelo).

En Perú continuó con su obra literaria y escribió “Poema raro”, con algunos fragmentos publicados en la “Gazeta de Lima”.

El historiador de Perú Antonio Palau y Dulcet, dice que murió en Lima en abril de 1844.
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Los datos anteriores permiten ver, una vez más, cómo leales servidores de España quedaron abandonados a su suerte. Asimismo, nos describe los sentimientos de un peruano que se sentía español, una vez que la independencia de estos territorios fue un hecho.

A continuación, y como dato anecdótico, vemos lo que cuenta uno de sus descendientes, el abogado Alberto Quimper Herrera, sobre un hijo (desconocemos si el único, o si tuvo más) de Manuel Quimper, que llevaba el mismo nombre que su padre: el coronel Manuel Quimper.

Mientras el marino Quimper volvía a España por tercera vez, su hijo, después de servir en el Alto Perú, fue destinado en 1819 al puerto de Cañete, entre Lima y Pisco.

Pisco sufría continuos ataques, y por ello el coronel Quimper desplazó allí parte de sus milicias para ayudar al comandante de la guarnición, Manuel González. Estos refuerzos consiguieron estabilizar la situación temporalmente, y los habitantes de Pisco solicitaron el reemplazo de González por Quimper.

Así, el coronel fue nombrado comandante general de la costa del Sur del Perú el 9 de febrero de 1820.

En la tarde del 7 de septiembre del mismo año, se observó desde la cercana península de Paracas cómo se aproximaba la escuadra británica de Lord Cochrane al frente de unos cuatro mil hombres, con el almirante a bordo del navío “San Martín” y el general San Martín en la fragata “O’Higgins”. Ante tal superioridad numérica (el coronel Quimper disponís únicamente contaba de unos cuatrocientos milicianos para defender Pisco), ordenó abandonar la ciudad.

Pero en vez de dirigirse hacia Lima, el coronel tomó el camino opuesto, hacia el Sur, hasta Ica. El general San Martín permaneció en la región de Paracas con el grueso de su gente, pero envió a sus generales Juan Gregorio de Las Heras y José Arenales tras las huellas de la tropa de Quimper.

Al aproximarse Arenales con sus tropas, huyó de Ica el 6 de octubre, en dirección SE. Pasaron por Changuillo, y el 14 del mismo mes, el coronel Quimper fue derrotado defendiendo la plaza mayor de Nazca con poco más de doscientos hombres. Tuvo que huir hacia el cercano pueblo de Acarí, cerca de la costa.
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Fuentes:

Manuel Quimper Benites del Pino (Lima, 1754 - 1844).
https://www.biografiasyvidas.com/biografia/q/quimper.htm

"Manuel Quimper, un marino limeño en la costa oeste del Canadá"
por Eric Beerman
derroteros.perucultural.org.pe/textos/quimper.doc