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 Ensenada y sus Virreyes 
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Se ha publicado recientemente en la revista electrónica Nuevo Mundo Mundos Nuevos, número 7 (2007), un interesante trabajo de investigación.

Peralta Ruiz, Víctor 2007. Camaradas Políticos y Paisanos. Amistad y clientelismo entre el virrey de Nueva Granada Sebastián Eslava y el marqués de la Ensenada (1741-1754) 1. Nuevo Mundo Mundos Nuevos, 7 (Edición electrónica). https://nuevomundo.revues.org/document3289.html.

Camaradas Políticos y Paisanos. Amistad y clientelismo entre el virrey de Nueva Granada Sebastián Eslava y el marqués de la Ensenada (1741-1754)

Introducción

La originalidad del poder detentado por Zenón de Somodevilla y Bengoechea, el marqués de la Ensenada, no sólo se circunscribió a sus múltiples proyectos destinados a impulsar la modernización de la monarquía hispánica sino también a su habilidad para crear una amplia y diversa red de colaboradores políticos inscritos en el llamado “partido ensenadista”2. Este conjunto de hombres, verdaderos colaboradores del círculo del político riojano, actuó bajo la consigna de sugerir y llevar a la práctica sus múltiples proyectos reformistas.

El poder de Ensenada se explica como resultado de una coyuntura definida por la definitiva promoción política y económica de los grupos provincianos vascos, riojanos, cantabros y navarros en detrimento de la elite castellana. Felipe V agradeció así los apoyos financieros que aquellos le prestaron durante la guerra de Sucesión. Connotadas familias vascas y navarras obtuvieron numerosos títulos nobiliarios. Pero, como ha observado José María Imízcoz, lo que más destacó de este cambio social fue el acceso de un número importante de vizcaínos, guipuzcoanos, alaveses y navarros a la alta administración borbónica como influyentes secretarios de estado y del despacho, destacando “vizcaínos como el marqués de Grimaldo (Estado), el marqués de Villarías (Guerra y después Estado) o Agustín Pablo de Ordeñana (Estado y Guerra); navarros como Juan Bautista de Iturralde y Gamio (Hacienda), Miguel de Múzquiz y Goyeneche (Hacienda) o Casimiro de Uztáriz (Guerra); y guipuzcoanos como Juan Bautista de Orendain (Estado)”3. El grupo de investigación que coordina el profesor Imízcoz ha demostrado como el fenómeno político que Julio Caro Baroja denominó la “hora navarra del siglo XVIII” respondió a una estrategia familiar consciente y continua de colocación de los nacidos en estas provincias en los más lucrativos negocios mercantiles y en las más altas carreras administrativas, militares y eclesiásticas.

Según el estudio de Cristina González Caizán la red política ensenadista se manifestó a través de una clara estructura jerárquica piramidal dentro de la península ibérica4. En la cúspide estuvo exclusivamente el marqués en su condición de “jefe”, apelativo con el que era conocido por sus partidarios. En el lugar intermedio de esa pirámide estuvieron sus principales colaboradores, sus hombres de máxima confianza, aquellos que le debían su puesto en la corte y administración. Entre estos nombres destacaron el vasco Agustín Pablo de Ordeñana, oficial de la secretaría de Estado y Guerra, y su hermano Pedro Antonio. El extremeño José Banfi y Parrilla, oficial mayor de la Secretaría de Indias. El alicantino Alonso Pérez Delgado, oficial de la Secretaría de Marina. El vasco Manuel Antonio de Horcasitas Montaño, tesorero general de Hacienda. El abate montañés Facundo Mogrovejo, secretario de la embajada napolitana en Madrid. Todos ellos formaron parte del núcleo principal del partido ensenadista5. Finalmente, en la base de la pirámide estaban aquellos que ocasionalmente apoyaron el proyecto ensenadista, pero su permanencia en la administración no estaba relacionada con el destino político del marqués. Por ejemplo, en tal situación estuvieron el empresario cántabro Juan Fernández de Isla y los marinos y científicos Antonio de Ulloa y Jorge Juan.

El modelo clientelar propuesto por González Caisán no contempló el caso de los “ensenadistas” que actuaron en la América española. ¿Quiénes fueron estos personajes? La respuesta es aún difícil de precisar por la carencia de investigaciones. Quizás se debería comenzar por el estudio de las máximas autoridades americanas. La coyuntura bélica iniciada en 1739 fue propicia para el entendimiento entre el ministro de Marina e Indias y los virreyes. El propio Ensenada lo mencionó así en su Representación dirigida a Fernando VI en 1747. Allí especificó este ministro que:

“Hay en América los tres virreyes Eslava, Manso y Horcasitas, que no se pueden mejorar, y bien inútiles y perjudiciales han sido algunos de sus antecesores. Ningún gobernador ha ido a la América en el tiempo de mi ministerio, de que no haya habido probabilidad a lo menos de ser cual conviene sea, porque por pretensión, empeño, parentesco o amistad, a ninguno se ha enviado; y algunos no han ido porque no han querido, por más que se les haya procurado persuadir y rogar”6

Se puede sostener la hipótesis de que Eslava, Manso de Velasco y Güemes y Horcasitas, fueron los soportes del ensenadismo en América y gozaron de la plena confianza del ministro debido a cuatro factores. Primero, les vínculo el paisanaje al ser los tres originarios de las provincias del norte más leales a Felipe V: Eslava nacido en Navarra, Güemes y Horcasitas en Santander y Manso de Velasco en La Rioja. Segundo, les unió su condición de tempranos camaradas de armas por la causa borbónica primero durante la guerra de Sucesión y, posteriormente, en las jornadas bélicas de Italia, Gibraltar y Orán. Tercero, les ligó la pertenencia a una congregación religiosa como la cofradía de Nuestra Señora de la Valvanera7. Por último, en cuarto lugar, les afilió la capacidad de liderazgo que los tres virreyes esgrimieron durante la fase más conflictiva de la guerra con Inglaterra.

Las circunstancias personales influyeron en el deseo de Ensenada de mantener a sus tres “amigos” en los más importantes puestos de América, mientras durase su gestión. Los virreyes de Perú y Nueva España continuaron en sus puestos a lo largo del ministerio de Ensenada e incluso sobrevivieron a la purga política de los ensenadistas luego de la caída en desgracia del ministro en junio de 1754. No fue ese el caso de Eslava, que al año siguiente de haber escrito Ensenada la Representación dirigida a Fernando VI, es decir en 1748, dejaba por voluntad propia el virreinato neogranadino y retornaba a Madrid para actuar cercanamente al lado de su valedor político. Pero veamos más detenidamente cómo evolucionó la amistad política entre el virrey Eslava y Ensenada8.

1. Primer momento, camaradas de armas

Sebastián Eslava nació en el pueblo navarro de Enériz, entre Puente la Reina y Pamplona, en enero de 1685. Su hoja de servicios militares se inició en 1702 al integrarse al tercio de Navarra en calidad de alferez. Durante la guerra de Sucesión combatió por la causa de Felipe V. Participó en el fracasado cerco de Gibraltar de 1704. Estuvo en la jornada que concluyó con el asalto de Barcelona el 11 de septiembre de 17149. Posteriormente, participó en el cerco y rendición de Messina en 1718. Eslava abandonó la isla de Cerdeña el 6 de mayo de 1720 y retornó a España. Sus nuevas correrías expedicionarias se trasladaron al norte de África y, en concreto, a Ceuta cuya plaza defendió de los continuos asaltos marroquíes.

De sus actuaciones militares la más importante fue sin duda su participación en la expedición que al mando del marqués de Montemar en julio de 1732 reconquistó Orán, plaza ésta que desde hacía veinticuatro años se hallaba en poder del bey Hacén. Fue en Orán donde Eslava coincidió entre otros con Zenón de Somodevilla, José Antonio Manso de Velasco y Juan Francisco de Güemes y Horcasitas. Somodevilla en su condición de comisario tuvo la responsabilidad de organizar los preparativos de la escuadra destinada a reconquistar la plaza argelina. Fue en ese combate naval donde se consolidó la amistad entre los cuatro personajes norteños que en la siguiente década serían los más poderosos jerarcas de la administración americana. El contacto directo entre Eslava y Somodevilla quedó en este momento interrumpido por una serie de circunstancias. Mientras eslava retornaba a España, Somodevilla prosiguió su tarea de coordinar las actuaciones de la marina y el ejército en las expediciones italianas que se iniciaron en 1733. En 1736 el éxito de esta empresa le condujo a la concesión del título de marqués de la Ensenada. Poco después, tras la muerte de Patiño, Ensenada ocupó cargos de importancia en la marina como secretario del consejo de almirantazgo. Esta trayectoria se vio interrumpida en 1740 con el fallecimiento en Viena del emperador Carlos VI, hecho que condujo a Felipe V a recuperar Italia en la figura de su hijo Felipe. Ensenada fue nombrado secretario de estado y guerra del infante Felipe, y por tres años se desenvolvería en el ambiente diplomático alejado de los asuntos marinos.

2. Segundo Momento, El Virrey Héroe

Por instancia del ministro de Marina e Indias José de la Quintana, Eslava fue nombrado virrey de Nueva Granada el 25 de febrero de 1739 en atención a “su buen juicio, experimentada capacidad y conducta desinteresada, de edad competente para visitar aquellas provincias, de genio providencial para dar reglas y expedientes y nuevos establecimientos”10. Entre las instrucciones urgentes que llevaba se encontraba la orden de proteger la plaza de Cartagena del ataque de los ingleses. En efecto, el 23 de octubre de 1739 España había declarado la guerra a Inglaterra11. La escuadra naval inglesa comandada por el almirante Vernon, destruyó las fortalezas de Portobelo y Chagres entre fines de 1739 y principios de 1740. Cartagena se convirtió en el inmediato objetivo de Vernon, como último obstáculo para controlar la defensa hispana del Caribe.

La llegada de Eslava a Cartagena se produjo el 21 de abril de 1740 y fue allí donde estableció y montó su centro de operaciones, debiendo coordinar sus acciones con el comandante general del apostadero, el marino vizcaíno Blas de Lezo y Olavarrieta12. Pero en el contexto del asedio inglés a dicha plaza efectuado entre marzo y mayo de 1741, Eslava y Lezo tuvieron una fuerte discusión sobre la estrategia a aplicar para contener el ataque inglés. A pesar de su condición de paisanos, el enfrentamiento entre ambas personalidades fue irreconciliable. Concluida la contienda con el retiro de la armada inglesa de Vernon ante la imposibilidad de tomar el fuerte de San Fernando, Eslava procedió a destituir y aislar a Lezo con el propósito de afianzar su autoridad. El siguiente paso ideado por Eslava para hacer recaer en su persona el mérito de la afrenta a los ingleses fue confeccionar un diario de guerra. Tal fue el objetivo del Diario de todo lo ocurrido en la expugnación de los fuertes de Bocachica y sitio de la ciudad de Cartagena de las Indias escrito por su secretario personal Pedro de Mur. El Diario de Pedro de Mur alcanzó fácilmente la condición de texto verídico de todo lo ocurrido en Cartagena de Indias durante la fracasada invasión inglesa. Mur construyó un escenario adecuado a los intereses del virrey y de la monarquía española. Frente a la presencia en el Caribe de una armada inglesa nunca antes vista en esos mares la resistencia procedió de la “acreditada experiencia del virrey de Santa Fe Don Sebastián de Eslava” en su condición de máximo responsable de los batallones, milicias y navíos de guerra emplazados en Cartagena. El hincapié puesto en el Diario en destacar a Eslava como un militar experimentado y cuajado en previas contiendas bélicas fue fundamental para otorgarle un innato liderazgo en el desarrollo de la contienda. Entre las virtudes atribuidas al virrey estuvieron su prudencia, desvelo y riesgo en acudir puntualmente al socorro de las fortificaciones en los momentos más extremos del combate13. Contrariamente al resalte de la figura del virrey, Lezo sólo fue mencionado en el Diario un par de veces y su actuación en la contienda fue prácticamente ignorada.

Blas de Lezo en su retiro cartagenero escribió a su vez un Diario en el que proporcionaba su propia versión de lo ocurrido durante el asedio inglés. El documento fue dirigido al ministro de Estado, el marqués de Villarías. Lezo acusó en su escrito a Eslava de falsear los hechos para que todo el rédito de la estrategia defensiva y del triunfo de las armas españolas recayese en su persona cuando fueron sus errores tácticos los que provocaron la derrota14. Lezo logró burlar los controles y consiguió que su escrito fuese secretamente conducido a Madrid por el general Leogano en la misma embarcación en que viajó Pedro Mur. Mur hizo entrega al ministro Quintana del parte de guerra confeccionado por Eslava el 9 de mayo, al que adjuntó los dos informes preparados por Desnaux en los que Lezo resultaba perjudicado. La venganza del virrey contra el marino donostiarra no terminaba allí. Por real orden del 22 de octubre de 1741 fue degradado de la jefatura de la comandancia y apostadero de Cartagena como castigo a sus reiterados actos de indisciplina en contra del virrey Eslava. Pero la medida disciplinaria no llegó a ser aplicada porque Lezo falleció poco antes, el 7 de septiembre de 1741, como resultado de las graves heridas infligidas en la defensa de Bocachica.

Desaparecido Lezo, resultó fácil a Eslava fabricar su mito de la heroicidad. El ministro Quintana convino con Mur en que éste ordenase los pliegos enviados por el virrey y redactase un relato oficial de los hechos para que fuese publicado de inmediato en Madrid. Tal fue el origen del Diario de todo lo ocurrido en la expurgación de los fuertes de Bocachica que Mur concluyó el 20 de agosto de 1741. El propósito propagandístico fue difundir la hazaña de la resistencia española a la invasión inglesa entre las principales monarquías europeas.

En carta de 5 de septiembre de 1741 el ministro Quintana transmitió a Eslava el reconocimiento de Felipe V por tan “célebre” victoria y la “enhorabuena de haber abatido el orgullo de la nación inglesa, haciendo que fabrique con su desgracia el escarmiento”15. Como premio final a su actuación se dispuso el ascenso del virrey a capitán general de los reales ejércitos. El virrey vio en parte colmada su ambición personal con su promoción al máximo rango militar de los ejércitos españoles, pero también esperaba que tal retribución se concretase en su próximo nombramiento como máximo gobernante del Perú. Sin embargo, tal deseo secreto se iba a complicar bastante pronto al producirse en octubre de 1741 el relevo de Quintana y asumir su puesto José del Campillo y Cosío.

3. Tercer momento: el reencuentro entre paisanos

Algunos indicios indican que Eslava perdió temporalmente con Campillo la influencia política lograda con Quintana. La suerte cambió a favor del virrey de Nueva Granada tras el repentino fallecimiento de Campillo el 12 de abril de 1743. En mayo el marqués de la Ensenada asumía los cargos de ministro de Guerra, Hacienda y Marina e Indias. La antigua amistad entre ambos personajes garantizaba su estrecho entendimiento. Por eso, una de las primeras decisiones de Ensenada fue dar curso al pedido de Eslava hecho en la época de Quintana de ser promovido al puesto de virrey del Perú. Tal nombramiento fue dispuesto por real cédula del 22 de junio de 1743 firmada en Aranjuez por Felipe V. Pero la anhelada promoción llegó en un momento inoportuno. Según el historiador Eulogio Zudaire, Eslava atravesaba por problemas de salud por lo que al tener conocimiento de esa noticia renunció a la dirección tanto de uno como de otro virreinato. La momentánea renuncia al cargo de virrey del Perú le fue aceptada, pero Ensenada convenció a Felipe V de que suspendiese el alejamiento de Eslava del virreinato de Nueva Granada, porque su mando era indispensable en la coyuntura internacional en la que España e Inglaterra continuaban enfrentadas por las guerras del asiento y de la sucesión austríaca16. Eslava reconsideró su renuncia y siguió al mando del virreinato. La estrecha amistad entre ambos era indiscutible y de ello da prueba una carta que el virrey dirigiera al ministro en ocasión de su nombramiento como lugarteniente general el 24 de mayo de 1743, expresando en la misma su complacencia por “la nueva confianza que VE ha merecido a la piedad de SM que me impele gustoso a tributar a VE las más copiosas enhorabuenas” 17. Tras esa decisión de seguir como máxima autoridad neogranadina se consolidó la prolongada etapa de colaboración con Ensenada que condujo a que Eslava terminara identificándose con la camarilla política del ministro riojano.

El referido año de 1745 no fue especialmente de buen recuerdo para el virrey, ya que en Madrid no se le volvió a proponer al máximo cargo en el Perú cuando se dio la circunstancia para ello con la renuncia del virrey marqués de Villagarcía. Eslava sintió como una ofensa que una autoridad americana de rango menor a la suya fuese preferida para dicho puesto. En efecto, según relata Alsedo y Herrera: “Eslava había llevado mal la providencia del año de 1745 con la que el presidente de Chile José Manso de Velasco, fue nombrado en la vacante del marqués de Villagarcía, a cuya sucesión estaba nominado en los despachos de aquel ascenso”18.

A fines de 1748 el virrey supo por el alférez de navío Antonio Posadas que la guerra con Inglaterra había concluido al firmarse la Paz de Aquisgrán. Concluía así su compromiso adquirido con Ensenada. Por eso, inmediatamente, solicitó su relevo en el cargo que había ejercido por diez años y este le fue concedido por real cédula de 22 de abril de 1749 nombrándose como su sucesor a José Alfonso de Pizarro, marqués de Villar. El ex gobernante se embarcó en el navío América con destino a Cádiz el 23 de febrero de 1750 y poco después se le hizo el juicio de residencia del que salió absuelto. Cuenta Zudaire Huarte que a pesar de estar el juicio de residencia en pleno procesamiento, le fue permitido besar la mano de Fernando VI en reconocimiento a su condición de “héroe superviviente de la gesta de Cartagena”19. En suma, la trayectoria política de Eslava estaba lejos de haberse acabado.

4. Cuarto momento: los amigos políticos

Ensenada no desaprovechó la oportunidad de demandar la colaboración puntual de un hombre ampliamente curtido en los asuntos americanos como era Eslava. La ocasión para esa nueva colaboración se presentó al estallar la rebelión liderada por el caraqueño Juan Francisco de León contra la Compañía Guipuzcoana de Caracas. Dicho movimiento social se produjo en abril de 1749 como resultado de la incapacidad de la compañía de abastecer adecuadamente a la provincia caraqueña durante los años que duró la guerra del asiento. Este hecho provocó el resentimiento de la población local que se vio obligada a obtener sus bienes del contrabando holandés y francés procedente de Curazao y la Martinica. Se había hecho una costumbre que el cacao producido en los valles de Caucagua y de Panaquire fuera directamente exportado por los nativos de origen canario a la región de Curazao. Para acabar con esa práctica en Caracas el gobernador Castellanos de pleno acuerdo con los factores de la Compañía envió a ambos valles una partida de doce hombres al mando de Martín de Echeverría. La misma fue rechazada por los nativos debido a que no deseaban “tal guardia de vizcaínos”20.

La rebelión fue conocida en Madrid en agosto de 1749 y la primera disposición de Ensenada fue que el oficial de marina Julián de Arriaga comandase la expedición militar encargada de controlarla. Esta arribó a La Guaira el 28 de noviembre de 1749 con instrucciones precisas de que una vez pacificada la provincia se oyese a las partes implicadas en el conflicto e impartiese justicia en nombre del rey. Convertido en gobernador de facto, Arriaga logró calmar a los rebeldes prometiéndoles que el monarca daría una solución justa a sus demandas. Poco después, consiguió que la compañía reanudase sus actividades aunque a un ritmo bastante reducido. El gobernador mantuvo puntualmente informada a la corte de las medidas que vino adoptando de acuerdo con sus instrucciones. Mientras tanto, en Madrid comenzó la discusión sobre el futuro de la Compañía Guipuzcoana. Era público y notorio que Ensenada no simpatizaba con el funcionamiento de esta compañía ni con ninguna empresa que se le pareciera, circunstancia que explicaba que durante su gestión dejase de fomentarlas21. Más bien era su deseo que se reactivara cuanto antes el tradicional sistema de flotas y galeones.

A raíz del conflicto surgido en torno a la Compañía el ministro solicitó al Consejo de Indias que le proporcionase un resumen de las quejas acumuladas en contra de esta institución que le fue remitido el 2 de septiembre de 174922. Su actitud en contra de la Compañía fue acrecentándose y a lo largo de 1750 Ensenada recurrió al consejo de distintas personalidades para tomar una postura definitiva. Según Hussey la opinión de estos consejeros derivó en la formación de dos bandos distintos. En el primer bando estuvieron los que se mostraron favorables a abolir la Compañía y de conceder un perdón general a los rebeldes caraqueños, destacando entre estos el presidente de la Casa de la Contratación Francisco Varas y Valdés, el miembro del Consejo de Castilla Francisco Cornejo y el marqués de Uztáriz, este último sobrino de Jerónimo de Ustáriz el autor de la Theorica y Práctica de Comercio y Marina. En el segundo bando estaban los que se decantaban por el mantenimiento de la Compañía y pedían un castigo riguroso para los rebeldes, sobresaliendo entre ellos el ministro de Estado, José de Carvajal y Lancaster, el ex gobernador Zuloaga y el ex virrey Sebastián de Eslava23. De todos ellos la opinión más determinante fue la de Eslava por el aval que conllevaba su experiencia y prestigio en los asuntos caribeños. Él fue el único consejero al que Ensenada instó en agosto de 1750 a que le entregase su parecer definitivo porque el rey estaba decidido a adoptar sus recomendaciones.

Eslava preparó a principios de 1750 un primer apunte sobre el motín de Caracas basándose en los informes presentados por el gobernador Arriaga. En el mismo disentía con este último en su recomendación de abolir la compañía como única salida a la crisis. Su opinión se decantó por varias soluciones alternativas según fracasara o no su aplicación. En primer lugar, fue del parecer que la Compañía subsistiera y que el gobernador se convirtiera en árbitro de un acuerdo entre la misma y los nativos para operar en condiciones ventajosas. De fracasar esa gestión, el paso que inmediatamente debía seguir el gobernador era proveerse de una cédula en que se implorase al rey en nombre de la provincia conceder la gracia de extinguir la Compañía. Pero recomendó diferir su entrada en vigor hasta que se arreglase la nueva forma de proveer a la provincia los géneros que necesitaba sin perjuicio de la Real Hacienda. Por último, de no aceptar los rebeldes esas condiciones se autorizaba al gobernador a suscribir otra cedula similar a la anterior pero sin mencionar la suspensión, dejando la solución final en manos del monarca.

Una vez entregado el informe a Ensenada, éste cumplió con elevarlo a Felipe V y la Corona adoptó el primer punto sugerido por Eslava en su plan, es decir, garantizar la subsistencia de la compañía Guipuzcoana, aunque reduciendo sus prerrogativas a las señaladas en su estatuto original. Además se dispuso la captura y destierro de Juan Francisco León y de otros cinco líderes de la rebelión caraqueña. La orden fue cursada al gobernador Arriaga el 27 de octubre de 1750, pero no fue éste quien aplicó dichas medidas sino su sucesor el teniente general Felipe Ricardos24. Como reconocimiento a sus servicios, el 28 de julio de 1750 Fernando VI premió a Eslava nombrándole gentilhombre de cámara y director general de la infantería española.

La solución encontrada a la crisis caraqueña confirmó al marqués de la Ensenada las dotes de Eslava como amigo, consultor y hombre de confianza privilegiado en los asuntos americanos. Aquel iba a solicitar de éste una nueva colaboración poco después de firmarse el tratado hispano-británico de comercio el 5 de octubre de 1750. Este acuerdo zanjó las diferencias que motivaron la guerra de la Oreja de Jenkins ya que Inglaterra cedió a España el derecho de disfrute del asiento de negros y el navío de permiso y, en compensación, esta última se comprometió a indemnizar con cien mil libras esterlinas a la Compañía del Mar del Sur. Un problema se había resuelto pero aún quedaban pendientes las cuestiones relativas al derecho de visita que España defendía y a la libre navegación de los mares que Inglaterra propugnaba. Para hallar una solución a este conflicto Ensenada conformó por real orden de 22 de diciembre de 1752 una junta consultiva presidida por Eslava y que además integraron Julián de Arriaga, Francisco Fernández Molinillo y Manuel Pablo de Salcedo. Todos eran personajes de su absoluta confianza y gozaban de su amistad. Arriaga antes de ejercer como gobernador de Caracas tuvo una trayectoria plenamente vinculada a la marina, habiendo realizado viajes de reconocimiento a las islas Malvinas, Valparaíso y Nueva España. En 1748 en su condición de capitán de navío dirigió una división naval encargada de hacer el corso en el Mediterráneo. Simultáneamente a su participación en la Junta, ostentaba los cargos de intendente general de marina en Cádiz y presidente de la Casa de la Contratación25. Por su parte, Fernández Molinillo era desde 1737 oficial primero de la secretaría de Marina e Indias, siendo en 1742 nombrado secretario de cámara del virrey de Nueva España Pedro Cebrián y Agustín, conde de Fuenclara, y en 1746, a su retorno a España, miembro del Consejo de Indias26. Por último, Salcedo ejercía desde febrero de 1749 el cargo de fiscal por el Perú dentro del Consejo de Indias27.

El objetivo más importante que Ensenada confió a la Junta integrada por sus amistades políticas fue el de delimitar una nueva normativa para el derecho de visita a las naves extranjeras con el propósito expreso de controlar el contrabando. El asunto era complejo porque dentro de la “paz armada” preconizada por Ensenada era arriesgado mantener invariable una práctica que había sido el pretexto utilizado por Inglaterra para desencadenar la guerra de 1739. En efecto, desde 1722 España promovió la preparación de flotillas de guerra para patrullar las costas del Caribe con potestad para apresar a los intérlopes extranjeros. Estas naves “guardacostas” suplieron progresivamente la tarea de las decadentes armadas de Barlovento y del Mar del Sur. Tal actividad se complementó con los ocasionales armamentos de corsarios financiados por particulares que promovieron algunos virreyes y gobernadores americanos. Una de las más destacadas fue la compañía de armadores en corso de Cartagena de Indias creada en 1737 bajo los auspicios del gobernador Pedro José Hidalgo y del comandante de los navíos guardacostas Blas de Lezo28. La Compañía del Mar del Sur alegó que la detención de sus navíos mediante tales métodos era una abierta violación del artículo 14 del asiento. A pesar de firmarse la paz en 1748, los guardacostas y corsarios españoles siguieron acosando a los navíos ingleses en alta mar dando motivos a que el gobierno inglés trasladara su protesta a Madrid a través del embajador Benjamin Keene29. Pero España desde la época de Patiño había impuesto el principio de que los guardacostas eran el único medio seguro de preservar el comercio colonial. Ensenada expresó con claridad esta misma máxima en su representación de 1751 al mostrarse firmemente convencido de que la marina debía atender “a la construcción de arsenales y navíos, al corso contra infieles y a guardacostas regulares en América”30. La pregunta era cómo preservar en América el derecho de visita cuando en la Paz de Aquisgrán se había evitado tratar esa cuestión.

Para evitar los excesos cometidos en el derecho de visita previo a 1739, Iturriaga fue de la opinión de rescindir el corso que los virreyes y gobernadores americanos habían autorizado a los armadores particulares. En su lugar las provincias americanas se obligaban a fomentar sus propios navíos guardacostas por lo que el establecimiento de astilleros pasaba a ocupar un lugar estratégico. Esta política debía complementarse con la creación de dos escuadras. La primera sustituiría a la fenecida armada de Barlovento con la misión expresa de cuidar las costas de Nueva España, Yucatán e islas de Barlovento y Sotavento. La segunda custodiaría toda la costa de Tierra Firme, desde la Guayana y la desembocadura del Orinoco hasta la provincia de Nicaragua. Este fue el primer dictamen que la Junta elevó a Ensenada el 19 de enero de 175331. Ensenada puso reparos a este planteamiento por ser económicamente inviable y así lo hizo saber a la Junta el 9 de marzo del referido año, por lo que esta tuvo que replantear el problema y proponer una nueva solución alternativa.

La Junta presidida por Eslava entregó al ministro Ensenada su dictamen definitivo el 29 de abril de 1754 que tituló Proyecto de ordenanza de corso para Indias. El documento constaba de dos partes: un justificante y un reglamento compuesto de noventa y dos artículos. En líneas generales este documento reconocía que el corso particular debía mantenerse mientras no existiese una infraestructura real que garantizara la construcción de los jabeques y fragatas requeridos para constituir las escuadras y guardacostas. Con ello las recomendaciones de Iturriaga quedaban definitivamente desechadas. Siguiendo la máxima de Ensenada de modificar el sistema transatlántico reduciendo la intromisión extranjera en el monopolio comercial gaditano se descartó la posibilidad de celebrar nuevos tratados comerciales con las potencias extranjeras que condujesen definitivamente al “exterminio de las Indias y sus tesoros”32.

En relación con el asunto de la libre navegación la Junta propugnó que tal principio se aplicara a la navegación de “los bajeles de ambas naciones (Inglaterra y Holanda) yendo y volviendo de sus colonias” por lo que los corsarios estaban autorizados a actuar sólo cuando aquellos fuesen sorprendidos en los puertos y costas de los dominios españoles. El respeto al espíritu de los acuerdos de Münster y Madrid indujo a la Junta a sugerir que, en adelante, se prohibiese que los apresamientos se produjeran en alta mar “aunque en ellos encontraren metales y frutos que sólo los producen los dominios de VM en Indias”. Bajo ese mismo talante se solicitó que se dejase de perseguir a los navíos extranjeros que se encargaran del futuro asiento de negros y a los que “obligados de tempestad, desarbolo y otros accidentes del mar” se vieran obligados a fondear en las costas y puertos de la América española.

Por último, otro de los asuntos contemplados dentro de la política de defensa presentada por la Junta a Ensenada fue el del problema de la ocupación inglesa de la costa de Honduras desde fines del siglo XVII33. Se transmitió al ministro el temor de que la presencia de los leñadores británicos que explotaban el palo del tinte sirviese de apoyo para que la potencia europea se extendiese próximamente hacia las costas del Pacífico, sensación que también se tenía con relación a la presencia de los franceses en el Darién34. El mantenimiento de la neutralidad fernandina y el fracaso de las expediciones militares a Honduras de 1748 y 1750 obligaban a ser prudentes en una futura operación de desalojo. Por eso Eslava descartó organizar una nueva incursión militar y más bien se mostró partidario de que se agotasen las negociaciones diplomáticas. No obstante, no descartó que el gobernador de Guatemala se viese en la necesidad de preparar una nueva expedición militar para desalojar a los ingleses en caso de fracasar tales gestiones35. La prudencia de la Junta no fue respaldada por Ensenada al ver como las gestiones diplomáticas entre Londres y Madrid se hallaban en un punto muerto. Incluso antes de conocer el dictamen de Eslava, este ministro envió una orden al gobernador de Guatemala, Alonso de Arcos, para proceder a la expulsión de los ingleses con el fin de recuperar los territorios. En mayo de 1754 se iniciaba esta ofensiva armada en la bahía de Campeche, llegando los españoles a ocupar Vallis en septiembre. Sin embargo, la acción se paralizó con la llegada de la orden de retirada motivada por la apertura de una nueva coyuntura en el gobierno de Fernando VI tras la muerte de Carvajal, la destitución de Ensenada y el encumbramiento como ministro de Estado de Ricardo Wall36. El empecinamiento personal de Ensenada por recuperar Honduras y controlar la explotación del palo del tinte fue visto por sus enemigos como un paso hacia la ruptura de la neutralidad fernandina y ello le costó el puesto en julio de 1754. Constituye una sorpresa que algunos de los componentes de la Junta para América no cayeran en desgracia como le ocurrió a conspicuos miembros de la camarilla ensenadista que fueron desterrados a Granada u a otros lugares apartados de la Corte. Así, Eslava fue nombrado Secretario del Despacho de Guerra el 23 de julio de 1754, mientras que Julián de Arriaga se hacía cargo de la Secretaría de Marina e Indias unos días después.

5. Quinto momento: El mimistro Eslava

La Secretaría de Despacho de Guerra confiada a Eslava le obligaba a vigilar los asuntos militares relacionados con la correspondencia con los capitanes generales de ejército y provincias, directores generales e inspectores de los cuerpos de infantería, a conservar, acrecentar y disminuir el cuerpo de los reales ejércitos, a aumentar la artillería en todas sus partes y a cuidar de la formación de los cuerpos de ingenieros, academias y escuelas militares37. Según el historiador inglés William Coxe, la permanencia de Eslava en el equipo ministerial que presidía Ricardo Wall se debió a la protección que muy en especial le brindó la reina Barbara de Braganza, a pesar de no ser de la misma opinión el monarca y de que “el ministro inglés (Keene) dice terminantemente que resucitaba en él el alma de Ensenada”38. Sólo gracias a la influencia de su esposa se explica que Fernando VI aceptara a regañadientes a Eslava en el ministerio. No obstante, el rey no ocultó su animadversión hacia el viejo héroe de Cartagena. A propósito de un conflicto ministerial generado por Eslava en relación con el apresamiento de un buque francés por parte de un corsario inglés cerca de Cádiz, el monarca reprendió a Ricardo Wall y le espetó que “por qué no le había quitado el empleo (a Eslava), declarando que era indispensable separar al punto a este viejo chocho, que no quería más Ensenadas…”39. El ministro de Estado con el apoyo de la reina convenció a Fernando VI que al margen de tal incidente Eslava era ante todo un anciano cuya trayectoria había que respetar por sus invalorables servicios y probada lealtad a la monarquía.

Tal como le había ocurrido cuatro años antes en su condición de director general de la infantería española, el flamante ministro de Guerra no pudo mantenerse apartado de la problemática indiana. Su implicación más conocida en este asunto se produjo en 1754 al serle remitido un plan de reformas para América con el título de Discurso sobre los males y abusos de la América y verdadero modo de remediarlos que redactó Francisco Malhorti. La importancia de este manuscrito dentro del género proyectista fue destacada por primera vez por Ramón Ezquerra40. ¿Quién era Malhorti? Dentro del manuscrito este autor hacía constar que era un navegante, comerciante y traficante de negros de origen francés y que a partir de 1732 había concentrado el grueso de sus actividades mercantiles en las costas de Tierra Firme.

Conclusiones

Eslava formó parte de la red política ensenadista vinculada a los asuntos americanos por poco más de una década. Lo hizo en su condición de virrey de Nueva Granada, entre 1743 y 1748, es decir, los primeros cinco años de Ensenada como Ministro de Marina e Indias. Entre 1749 y 1751 Eslava siguió siendo un hombre clave para Ensenada en los temas americanos, en especial, en la forma de enfrentar el motín de Caracas contra la Compañía Guipuzcoana. La colaboración entre Ensenada y Eslava tuvo su máxima expresión entre 1752 y 1754 cuando este último presidió la Junta Extraordinaria de Indias que asesoró al ministro en la formulación de un plan reformista para el conjunto de los territorios americanos y que contempló la continuidad del derecho de visita a los navíos extranjeros, el rechazo a la libre navegación de los mares, la “nacionalización” del tráfico negrero y el nuevo diseño de un sistema defensivo y ofensivo americano con Cartagena de Indias y La Habana como núcleos estratégicos.

En julio de 1754 la destitución y destierro de Ensenada junto con los políticos que formaron su camarilla política no afectó a Eslava debido a que la reina Barbara de Braganza asumió su protección. Esta circunstancia explica su nombramiento como ministro de Guerra no obstante que Fernando VI vio en él a un incómodo sobreviviente del ensenadismo. A pesar de desempeñarse en un cargo ajeno a la problemática americana, la desvinculación de Eslava con esa realidad no fue definitiva. Entre 1754 y 1756 mantuvo unas conversaciones con el comerciante de origen francés Francisco Malhorti, que éste transformó en un Discurso sobre el método de acabar con el contrabando suprimiendo el impuesto del palmeo, sobre la reforma del gobierno en la América española convirtiendo a las mismas de reinos en factorías y sobre la necesidad de convertir el puerto de Santiago de Cuba en una plaza.

Se puede concluir que la amistad política de Eslava y Ensenada tuvo la particularidad de hacerse manifiesta a ambas orillas del Atlántico. Tal amistad tan estrecha fue inicialmente el resultado de una mutua camaradería surgida al calor de las contiendas bélicas transcurridas entre la guerra de Sucesión y la toma del estrecho de Orán. También contribuyó a esa mutua fidelidad el que ambos pertenecieran al “partido del norte” que apoyó la causa de Felipe V, paisanaje territorial y político refrendado por el origen navarro de Eslava y el riojano de Ensenada. Por último, el fomento del vínculo clientelar entre ambos políticos de la monarquía hispánica no se puede explicar sin el factor americano. Como resultado de la defensa de Cartagena de Indias en 1741 Eslava no sólo fue convertido en un icono de la heroicidad hispana frente al enemigo inglés sino que su opinión en asuntos americanos adquirió un peso político relevante en la corte. Ensenada lo comprendió así y supo utilizar el “prestigio” de Eslava para reforzar sus propias redes personales en América y, además, promover con la ayuda de éste su política de neutralidad armada durante la época de Fernando VI.

Notas a pie de página

1 Investigador del CSIC, Madrid. Trabajo realizado como parte del proyecto I+D financiado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología de España, referencia BHA2003-02010.

2 José Luis Gómez Urdañez, El proyecto reformista de Ensenada, Lleida, Editorial Milenio, 1996; José M. Delgado Barrado y José L. Gómez Urdáñez (coords.), Ministros de Fernando VI, Córdoba, Universidad de Córdoba, 2002; Concepción Camarero Bullón (com.) El Catastro de Ensenada. Magna averiguación fiscal para alivio de los vasallos y mejor conocimiento de los reinos 1749-1756, Madrid, Ministerio de Hacienda, 2002.

3 José María Imízcoz y Rafael Guerrero, “A escala de Imperio. Familias, carreras y empresas de las elites vascas y navarras en la Monarquía borbónica”, en José María Imízcoz (dir.), Redes familiares y patronazgo. Aproximación al entramado social del País Vasco y Navarra en el Antiguo Régimen (siglos XV-XIX), Bilbao, Universidad del País Vasco, 2001, p. 187.

4 Cristina González Caizán, La red política del marqués de la Ensenada, Madrid, Fundación Jorge Juan, 2004.

5 Este brazo político se completaba según González Caizán con el grupo de riojanos que conformaron la madrileña Cofradía de Nuestra Señora de Valvanera como el marqués de San Nicolás, el marqués de Someruelos, el conde de Superunda, y el fraile Benito Marín.

6 A. Rodríguez Villa, Don Zenón de Somodevilla, marqués de la Ensenada. Ensayo biográfico, Madrid, 1878. Tal afirmación debe ser entendida en su contexto por implicar a los tres virreinatos más importantes de la América española: Nueva Granada, Perú y Nueva España. La guerra de la Oreja de Jenkins estallada en 1739 estaba llegando a su terminación sin que Inglaterra pudiese lograr su propósito de hacerse con el dominio pleno del Atlántico imponiendo el libre tráfico. Los tres, Sebastián de Eslava, Juan Francisco de Güemes y Horcasitas y José Antonio Manso de Velasco habían cargado sobre sus hombros el mayor peso de la contienda bélica, el primero como máximo jefe político establecido en Cartagena de Indias, el segundo desde su actuación como gobernador de la isla de Cuba y el tercero como capitán general de Chile. A esa red americana de partidarios de Ensenada debería agregarse el nombre de otros hombres fuertes del comercio con América, a saber, José de Iturriaga por parte de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas y Martín de Aróstegui por la Real Compañía de La Habana.

7 A la misma pertenecieron José Banfi, Agustín Pablo de Ordeñana y José Antonio Manso de Velasco.

8 El tratamiento del caso de Sebastián Eslava está tomado de un estudio más amplio incluido en Víctor Peralta Ruiz, Patrones, clientes y amigos. El poder burocrático indiano en la España del siglo XVIII, Madrid, CSIC, 2006.

9 Eulogio Zudaire Huarte, Sebastián de Eslava Virrey de Nueva Granada, Pamplona, Diputación Foral de Navarra, 1977, pp. 3-5.

10 Ernesto Restrepo Tirado, Gobernantes del Nuevo Reyno de Granada durante el siglo XVIII, Buenos Aires, Imprenta de la Universidad, 1934, p. 68.

11 Antonio de Béthencourt Massieu, Relaciones de España bajo Felipe V, Alicante, Asociación Española de Historia Moderna, 1998, pp. 453-517.

12 Para una biografía reciente de este marino nacido en Guipuzcoa en 1688 y fallecido en Cartagena en 1741 ver Gonzalo M. Quintero Saravia, Don Blas de Lezo. Defensor de Cartagena de Indias, Bogotá, Planeta, 2002.

13 Diario de todo lo ocurrido en la expurgación de los fuertes de Bocachica, p. 17.

14 Eulogio Zudaire Huarte, Sebastián de Eslava, p. 20; Gonzalo M. Quintero Saravia, Don Blas de Lezo. Defensor de Cartagena de Indias, pp. 229-272. Es interesante comprobar cómo el relato del asedio entre marzo y mayo de 1741 de Zudaire sigue al Diario de Pedro de Mur mientras que Quintero se vale del Diario de Lezo.

15 Ernesto Restrepo Tirado, Gobernantes del Nuevo Reyno de Granada, p. 71.

16 Eulogio Zudaire Huarte, Sebastián de Eslava, p. 22.

17 AHN, Diversos, Leg. 28, núm. 9 “De Eslava a marqués de la Ensenada, Cartagena febrero 26 de 1744”.

18 Alsedo y Herrera, “Incursiones y hostilidades de las naciones extranjeras”, p. 338.

19 Eulogio Zudaire Huarte, Sebastián de Eslava, p. 28.

20 BNE, ms. 11018 “Relación de los sucedido en la sublevación de Caracas… por un observador en La Guaira, abril 19 a junio 6 de 1849”.

21 José Miguel Delgado Barrado, “Reformismo económico y compañías privilegiadas para el comercio americano (1700-1756) en Agustín Guimerá (ed.) El reformismo borbónico. Una visión interdisciplinar, Alianza Editorial-CSIC-Mapfre, 1996, p. 131.

22 Ronald D. Hussey, La Compañía de Caracas 1728-1784, Caracas, Banco Central de Venezuela, 1962, p. 146; Monserrat Garate Ojanguren, La Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, San Sebastián, Sociedad Guipuzcoana de Ediciones y Publicaciones, 1990, pp. 139-141.

23 Ronald D. Hussey, La Compañía de Caracas, pp. 147-151.
24 Ibid., p. 156.

25 Gildas Bernard, Le Secrétariat d’Etat et le Conseil Espagnol des Indes (1700-1808), p. 51; Margarita Gómez Gómez, Actores del documento. Oficiales, archiveros y escribientes de la Secretaría del Despacho Universal de Indias durante el siglo XVIII, pp. 264-266.

26 Margarita Gómez Gómez, Actores del documento, pp. 368-370.

27 Mark A. Burkholder, Biographical Dictionary of Councilors of the Indies, 1717-1808, p. 114.

28 Amada Moreno Lorente “La fundación de la compañía de armadores en corso de Cartagena de Indias (1737)”, Temas Americanistas, núm. 2, Sevilla, 1983, pp. 29-30.

29 Juan Molina Cortón, Reformismo y neutralidad. José de Carvajal y la diplomacia de la España preilustrada, Badajoz, Junta de Extremadura, 2003, pp. 369-371.

30 Didier Ozanam “Representación del marqués de la Ensenada a Fernando VI (1751)”, Cuadernos de Investigación Histórica, núm. 4, Madrid, 1980, pp.

31 Lucio Mijares Pérez, “Programa político para América del marqués de la Ensenada”, Revista de Historia de América, núm. 81, México D.F., 1976, pp. 82-130.

32 Stanley J. Stein y Barbara H. Stein, Silver, Trade, and War. Spain and America in the making of early modern Europe, Baltimore and London, The John Hopkins University Press, 2000, pp. 248-249.

33 Al respecto el mejor estudio sigue siendo José Antonio Calderón Quijano, Belice 1663-1821: Historia de los establecimientos británicos del río Vallis hasta la independencia de Hispanoamérica, Madrid, 1944.

34 “Relación sobre el gobierno del virrey Eslava”, en E. Posada y P.M. Ibáñez, Relaciones de mando. Memorias presentadas por los gobernantes del Nuevo Reino de Granada compiladas y publicadas por..., Bogotá, Imprenta Nacional, 1910, pp. 40-41.

35 Ibid., pp. 101-106.

36 Juan Molina Cortón, Reformismo y neutralidad. José de Carvajal, pp. 396-404.

37 José Antonio Escudero, Los orígenes del Consejo de Ministros en España, Madrid, Editora Nacional, 1979, t. I, p. 231.

38 William Coxe, España bajo el reinado de la Casa de Borbón. Desde 1700 en que subió al trono Felipe V hasta la muerte de Carlos III acaecida en 1788, Madrid, 1846-1847, t. III, p. 424.

39 Ibid., p. 444.

40 Ramón Ezquerra Abadía “El ‘Discurso’ de Malhorti sobre los males de América”, Anuario de Estudios Americanos, tomo XXXI, Sevilla, 1976, pp. 243-267; Lorenzo Eladio López y Sebastián, “En torno a los proyectos del siglo XVIII: Don Francisco Malhorty y sus tres ‘Conversaciones’”, en Leoncio Cabrero et. al. Hispanoamérica hacia 1776, Madrid, CSIC-ICI, 1980, pp. 57-63.

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08 Mar 2007 21:36
Grumete
Grumete
Nuevo mensaje Re: Ensenada y sus Virreyes
Se ha publicado recientemente en la revista electrónica Nuevo Mundo Mundos Nuevos, número 7 (2007), un interesante trabajo de investigación.

Peralta Ruiz, Víctor 2007. Camaradas Políticos y Paisanos. Amistad y clientelismo entre el virrey de Nueva Granada Sebastián Eslava y el marqués de la Ensenada (1741-1754) 1. Nuevo Mundo Mundos Nuevos, 7 (Edición electrónica). https://nuevomundo.revues.org/document3289.html.


26 Ene 2008 00:48
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Traducción al español por Huan Manwë para phpbb-es.com