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 Naufragio en la Armada de la Guardia de la carrera de Indias 
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General de División R. C. I. M.
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Nuevo mensaje Naufragio en la Armada de la Guardia de la carrera de Indias
Buceando por internet he encontrado este tema que me ha parecido interesante sobre un naufragio en la carrera de indias,tema que tengo que decir que controlo poco,espero que os guste y despues de leerlo los mas duchos en el tema lo puedan extender:
La travesía
El 20 de septiembre de 1639, la ciudad de San Cristóbal de La Habana
despedía con júbilo a la Armada de la Guardia de la Carrera de Indias y a su
comandante, el general Jerónimo Gómez de Sandoval. La flota debía dirijirse
en derechura hacia España gobernada por el piloto mayor Alonso Bautista, el
cual trazaría en las cartas la singladura más adecuada para los buques que
componían la escuadra. La ruta se iniciaba en la propia costa cubana, ascendiendo
en dirección al noroeste, a través del peligroso canal de las Bahamas y,
a partir de aquí, continuaba su subida con el mismo rumbo, mediando entre el
cabo de Virginia y las Bermudas. Logrado el paralelo 38, la flota aprovecharía
los vientos reinantes para, en dirección este, viajar con seguridad hacia las
Azores y Europa.
Durante la travesía, Gómez de Sandoval ordenó que se cumplieran las
preceptivas normas de la Corona española en lo referente a la visita de
las naves que comandaba. Siguiendo sus instrucciones, el 17 de octubre se
formó una comisión en la capitana de su Armada, compuesta por un veedor
general, un contador, un sargento mayor, un alguacil real y un escribano —el
propio autor del documento, Juan Rivera y Saavedra—. Entre aquel día y los
dos siguientes se inspeccionó la nave almiranta, la urca La Vitoria, los patache
El Galgo y La Margarita, el navío San Diego y la urca La Viga. El 21 de
octubre, el estado de la mar empeoró decididamente y la comisión tuvo que
interrumpir las visitas, quedando alojada momentáneamente en la última
embarcación inspeccionada, La Viga.
TEMAS GENERALES
812 [Junio
El naufragio de La Viga
La caída de la noche trajo malos augurios para los tripulantes de la urca La
Viga (6). Un fuerte viento soplaba desde barlovento y con muchas dificultades
podían seguir el rumbo que marcaba el farol de la nave capitana. Ésta se veía
a duras penas por la amura de la urca, mientras capeaba también el temporal
como podía. El piloto de la nave frunció el ceño en varias ocasiones, maldiciendo
en voz baja mientras pensaba que la zona donde se encontraba el
barco, entre la costa de Florida y la isla Bermuda, no era la más adecuada para
maniobrar con aquel viento. Hacia las dos de la mañana, La Viga pareció
encabritarse como un corcel asustado, e inmediatamente un fuerte golpe,
seguido de un ensordecedor ruido, pareció sentenciar el barco a desfondarse
contra unas traidoras peñas. Apenas se habían repuesto del susto los atribulados
tripulantes cuando se recibieron órdenes urgentes del capitán de la nave
para que se dispararan dos piezas de artillería. Era la señal acordada para
avisar al resto de la escuadra del peligro que penetraba profundamente en las
maderas de La Viga. La tripulación corrió frenéticamente a cumplir con aquel
mandato que, en parte, podía garantizar su supervivencia, porque ninguno de
ellos podía imaginarse cuánto aguantaría su embarcación sin deshacerse y,
llegado este último caso, no sería nada despreciable la ayuda que los otros
barcos de la escuadra podrían facilitarles. Cuando aún flotaba en el aire el
sabor amargo de los cañonazos, los tripulantes del infortunado buque, aliviados
al observar cómo los faroles del resto de buques de la escuadra se alejaban,
volvieron a preocuparse de su comprometida situación (7). El mar, lejos
de haberse encalmado, batía con mayor violencia los costados maltratados de
la urca, que amenazaba con destrozarse definitivamente. El horror se instaló
como un pasajero más a bordo de La Viga, aunque los esforzados marineros
continuaron maniobrando velas y cabos, negándose así a dejarse morir en
aquella oscura noche. La situación era cada vez más caótica. Los jirones de la
lona entorpecían los movimientos de la tripulación sobre cubierta y, poco a
poco, el ánimo comenzó a fallar entre sus componentes. Algunos pasajeros
empezaron a gritar, presos del pánico más absoluto, mientras un nuevo embate
del cruel mar hacía quejarse de dolor a las maltratadas cuadernas de la embarcación.
Sólo la resuelta determinación del capitán Mateo Lorenzo y el s a rgento
mayor Félix Garci González, ayudados por otros firmes integrantes de la
tripulación (8), serenaron a los marineros. Repuesta en parte la disciplina a
bordo de La Viga, pese a las ingratas circunstancias, el capitán Mateo Lorenzo
ordenó que se cortaran todos los mástiles del buque. De aquella manera se
evitaría que cualquier estructura de la arboladura ofreciera resistencia a las
ráfagas que azotaban la urca y, en consecuencia, se suavizarían los encontronazos
continuos contra los peñascos. Pronto, bajo la acción de hachas y navajas,
las jarcias quedaron tendidas en cubierta, ajenas ya al servicio del aparejo
de la nave a la que estaban destinadas. Seguidamente y con un gran estrépito,
los mástiles cedieron a los golpes de los marineros y cayeron sobre las tablas
de la cubierta. A partir de aquel momento, el atronador fragor de los elementos
desatados era sólo alterado por el ruido incansable y monótono de las
bombas de achique, que trabajaban continuamente.

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Jefe de la Fuerza Expedicionaria de Infantería de Marina en Filipinas.
...es el verbo de la historia militar de España,
porque allí donde se ha combatido en mar o en tierra,
siempre ha habido un soldado de Infantería de Marina...
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07 Oct 2008 21:04
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Nuevo mensaje Re: NAUFRAGIO EN LA ARMADA DE LA GUARDIA DE LA CARRERA DE INDIAS
Después, ya no quedaba
mucho por hacer. Algunos tripulantes terminaron de cortar los mástiles y cualquier
otro trozo de madera superflua para que, en caso de que La Viga finalmente
se hundiera, les sirvieran como balsas o flotadores improvisados. Otros,
sin embargo, se recogieron en algún rincón mientras recordaban a sus familias
ahora tan lejanas; Sevilla, Cádiz, Bilbao, San Sebastián, Badajoz, La Habana
o Veracruz se convertían en pensamientos turbios a los que aquellos hombres
se agarraban tozudamente. Al final, pensaron también en sus almas, pues no
era conveniente que un buen cristiano se presentara ante el Divino sin tener
sus cosas terrenas en orden, así que, silenciosamente, una oración se asomó
lentamente a los labios de los marineros y pasajeros de la condenada urca.
El alba alumbró al desgraciado barco descubriendo a los desesperados y
agotados tripulantes contemplando con estupor cómo La Viga se encontraba
encallada a unas escasas tres leguas (9) (casi 17 kilómetros) de lo que parecía
la isla Bermuda. La alegría indescriptible de los marineros se enfrió cuando
un vigía informó de la presencia de otro buque naufragado: era el patache El
Galgo (10). Éste se encontraba a una media legua (casi tres kilómetros) a proa
de la urca y, en su posición, se encontraba bastante más cerca de la prometedora
costa. Su tripulación ya había comenzado el desalojo del patache
mediante balsas de fortuna que eran remolcadas a remo por una lanchuela. A
bordo de La Viga el júbilo volvió a recuperarse, porque la presencia de la otra
tripulación, así como la existencia de los restos de El Galgo, aumentaría las
posibilidades de supervivencia de todos los náufragos. Por otro lado, el mar
aparecía vacío de cualquier presencia de otros buques españoles en la zona, lo
cual sólo podía significar que la escuadra no había advertido la pérdida de
aquellos dos buques. En consecuencia, era impensable que Gómez de Sandoval
volviera a buscarlos mientras custodiaba los caudales del rey en la flota.
Recuperadas brevemente las fuerzas y asumido que sólo dependían de
ellos, los integrantes de la tripulación de la urca reanudaron sus trabajos para
reflotarla. El capitán Lorenzo realizó una inspección del casco, auxiliado por
el carpintero, que demostró los graves daños que había sufrido durante el
encontronazo y en el vaivén continuo provocado por el oleaje de la noche. La
conclusión era triste y evidente: había que abandonar el buque inmediatamente.
El mar había amainado y la tripulación comprendió que era el momento
más adecuado para iniciar el desalojo de la nave condenada. Puestas las
manos a la obra, pronto varias balsas estaban amarradas en los costados de La
Viga. Además, desde cubierta los marineros observaron cómo desde la costa
se dirigían al patache El Galgo algunas embarcaciones de vela latina repletas
de nativos que, finalmente, abordaron la nave española. Un tanto preocupados,
desde la urca no perdieron detalle de lo que ocurría a bordo del otro desa-
fortunado barco. Uno de aquellos extraños botes se acercó decididamente a La
Viga. El patrón, un marinero inglés, subió a bordo con prontitud y fue conducido
a la cámara del capitán, donde con un intérprete explicó que deseaba
ayudarlos y, al tiempo, les informó que Bermuda estaba bajo pabellón inglés y
su gobernador había dado órdenes de auxiliarles en lo necesario. La alegría se
desató entre los náufragos españoles y el capitán comisionó a varios oficiales
y funcionarios reales para que desembarcaran para tratar las condiciones de la
ayuda ofrecida por el funcionario inglés.
En tierra
Cuando, en la tarde del 22 de octubre de 1639, la comisión de La Viga
partía hacia tierra embarcada en una lancha, los españoles observaron consternados
cómo los solícitos lugareños de Bermuda habían entrado a saco en el
patache. En palabras del autor, el escribano Juan Gómez Saavedra, «Estos
trogloditas ingleses llegando a aquel maderoso cuerpo, tantos y tan aprisa por
el subían y bajaban que aun a los duros leños su insaciable hambre no perdo-
naba» (11). Después del desembarco en la isla, los españoles fueron informados
que se encontraban a unas cinco leguas (casi 28 kilómetros) al sur de la
sede del gobierno inglés en la ciudad de Saint George (12) y, acompañados
por el solícito patrón inglés, fueron alojados en una posada cercana al lugar de
la pérdida de los buques. Allí encontraron al capitán Francisco Martín, comandante
del patache El Galgo, que ahora meditaba sobre las próximas acciones
que debía llevar a cabo: acomodar a la tripulación naufragada, preparar víveres
y vestuario suficiente y asegurar el armamento a bordo de los buques.
Entre el capitán Martín y los recién llegados se acordó que él mismo y el
sargento mayor volverían al anochecer al lugar del naufragio para inspeccionar
los restos del patache e informar al capitán de La Viga de la situación en
tierra. La noche transcurrió sin sobresaltos y, al atardecer del día siguiente,
domingo 23 de octubre, capitán y sargento volvieron para detallar cómo el
patache estaba completamente destruido y la urca estaba embarcando tanta
agua por proa que ésta ya salía por las escotillas.
Después del abandono de los buques y siguiendo las indicaciones del
gobernador inglés, los náufragos entregaron todas las armas almacenadas.
También se realizó una cuenta de los tripulantes de mar y guerra que habían
desembarcado en Bermuda, arrojando un total de 160 personas, cifra que,
contando a los oficiales, funcionarios reales y pasajeros que estaban a bordo
de La Viga y El Galgo, arrojaría un total de 200 náufragos. En los días
siguientes, los españoles fueron alojados, mientras trataban de conseguir
descargar de la urca y del patache toda la artillería. En su solicitud a las autoridades
de la isla pesaba el hecho de que ambos buques eran militares y no
mercantes, pero el gobernador no se doblegó a aquella petición y se excusó
diciéndoles que debía mandar una notificación a su soberano para que decidiera
al respecto. Al tiempo y solícito, les informó que la artillería sería
descargada y puesta al recaudo de la guarnición inglesa en la isla. Los días
pasaron lentamente para los marineros españoles que empeñaron su tiempo en
negociar la salida de la isla, contratando para ello los servicios de alguno de
los buques ingleses que fondeaba en Saint George para comerciar con ropas y
manufacturas y cargar tabaco (13). Nuestro narrador nos cuenta, con todo lujo
de detalles, cómo el gobernador y sus asesores bloquearon continuamente
estos tratos porque tenían la intención de venderles un buque que se construía
en el puerto del mismo Saint George. Finalmente, los ingleses ofrecieron
aquella embarcación por 12.000 pesos, extremo que enfureció a los náufragos
porque aquella cantidad era totalmente injusta: «...siendo tan pequeño, no de
buenas maderas, de mala fabrica y mui poca clavazon». Los oficiales y
funcionarios españoles rechazaron aquella oferta de plano y sostuvieron que
permanecerían en la isla hasta comunicarse con el embajador español en la
corte inglesa. La situación se tornó tensa y los ingleses los amenazaron con
dejarles de alimentar y, en su caso, si los náufragos provocaban desórdenes
serían reprimidos con dureza. Situación complicada, sin duda. Los ingleses
retomaron las conversaciones rebajando el precio del barco hasta los 7.500
pesos, costo que los españoles, presionados, no tuvieron otro remedio que
aceptar. Así, después de 104 días de permanencia en la isla Bermuda el navío
adquirido, bautizado como El Salvador, se hizo a la mar el 3 de febrero de
1640 con 160 almas a bordo bajo el mando del capitán Francisco Martín.

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07 Oct 2008 21:06
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Nuevo mensaje Re: NAUFRAGIO EN LA ARMADA DE LA GUARDIA DE LA CARRERA DE INDIAS
Apenas una semana después, el 9 de febrero de 1640, los 40 náufragos restantes
se embarcaron en una urca inglesa que regresaba hacia Inglaterra.
Epílogo
Desconocemos el destino final del total de los náufragos de la urca y el
patache de la Armada de la Guardia de la Carrera de Indias porque el documento
acaba justo aquí, a la salida de este buque hacia Inglaterra. Aunque
sabemos que el contramaestre de La Viga, Diego González, llegó con bien a
España, ya que la Casa de Contratación le pidió que informara sobre los extremos
de la pérdida del buque (14). Por último, destacamos que los restos de la
urca La Viga fueron encontrados por el buceador Ted Tucker en 1959, el cual
confirmó que la mayoría del cargamento y equipo de la embarcación ya había
sido saqueado en tiempos del siniestro (15). Desde entonces, los maderos
gastados por el paso del tiempo y la acción del agua y el salitre descasan definitivamente
en el fondo del Atlántico, jalonando así, en unión a cientos de
pecios más, un largo camino de esfuerzo y dolor legado por los marinos españoles
en la unión de España con su imperio de ultramar.

Fuente: Revista General de la Armada Junio 2006
Animo,ampliarme el tema compañeros

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07 Oct 2008 21:07
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Nuevo mensaje Re: NAUFRAGIO EN LA ARMADA DE LA GUARDIA DE LA CARRERA DE INDIAS
.

Estimado atietam. No sabría por dónde empezar para ampliar estos datos, siendo además el relato de un testigo de lo sucedido. A no ser que tenga alguna duda sobre alguna cuestión. A su servicio.


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08 Oct 2008 19:29
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Nuevo mensaje Re: NAUFRAGIO EN LA ARMADA DE LA GUARDIA DE LA CARRERA DE INDIAS
Querido compañero,en si,a rasgos generales,¿que es la guardia de la carrera de indias? seguro que me iluminaras el camino.Gracias de antemano.

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08 Oct 2008 21:41
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Nuevo mensaje Re: NAUFRAGIO EN LA ARMADA DE LA GUARDIA DE LA CARRERA DE INDIAS
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El sistema de Flotas de Indias duró del siglo XVI al XVIII. Antes de las reformas de Patiño nuestra Armada contaba con diferentes Armadas, en Flandes, Cantábrico, las de galeras en el Mediterráneo, Mar Océano, Mar del Sur, Armada de Barlovento, la Guarda de la Carrera de Indias, también llamada de Avería, etc. Como su nombre indica estaba dedicada a la protección de los mercantes integrados en las Flotas, compuesta generalmente por tres galeones, la capitana, la almiranta y la nave gobierno a los que se añadían los patachen, naves más ligeras que servían de avisos y avanzadilla.


Se llamó Armada de Avería, porque éste era el impuesto con que se gravaban las mercancías para sufragar los gastos de esta escolta. Vamos, que eran los propios comerciantes quienes pagaban su protección.


Espero haber resuelto la duda y haber creado alguna más. A su servicio.


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09 Oct 2008 08:57
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Nuevo mensaje Re: NAUFRAGIO EN LA ARMADA DE LA GUARDIA DE LA CARRERA DE INDIAS
Entiendo que se pagaba por su escolta sino habiatelas tu mismo,si señor,lo que mas me resulta curioso es su nombre:de averia,ya tengo otra duda jejeje.
Gracias compañero

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09 Oct 2008 13:25
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Nuevo mensaje Re: NAUFRAGIO EN LA ARMADA DE LA GUARDIA DE LA CARRERA DE INDIAS
Según el diccionario, avería en su 5ª acepción es:

" Daño que por cualquier causa sufre la embarcación o su carga "

En la vida corriente asociamos la palabra a la 4ª acepción " Daño que impide el funcionamiento de un aparato, instalación, vehículo etc, " y si simplificamos más solo pensamos en coches.

"Daño que padecen las mercaderías o géneros es la 1ª acepción del diccionario y la última una gabela es decir, un impuesto

Un saludo
Antonio

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"Si vis pacem, para bellum"


09 Oct 2008 18:31
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Nuevo mensaje Re: NAUFRAGIO EN LA ARMADA DE LA GUARDIA DE LA CARRERA DE INDIAS
.


Esta palabra procede del árabe, al igual que otros impuestos que se cargaban como la alcabala o el almojarifazgo. Avería venía a significar mercancía estropeada. Con muchas variaciones ya comenzó a ser utilizada la avería en época medieval, aunque no fue hasta las primeras décadas del XVI cuando este impuesto comenzó a ser reglamentado. Fueron los propios comerciantes, ante el peligro de ser atacados por piratas, cuando piden a la Corona que se organice una Armada para su defensa. Los excesivos gastos militares de la Corona derivaron a que fueran los propios comerciantes los que gravaran las mercancías con estos impuestos para pagar el apresto de la Armada.


Saludos.


.

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09 Oct 2008 19:26
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Nuevo mensaje Re: NAUFRAGIO EN LA ARMADA DE LA GUARDIA DE LA CARRERA DE INDIAS
Muchas gracias a los dos,siempre colocando la nave a sotavento para que podamos alcanzaros,gracias por la informacion.
Un saludo

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09 Oct 2008 19:28
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Traducción al español por Huan Manwë para phpbb-es.com