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 La marina en el bloqueo de La Isla de Leon en 1810,Documento 
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Lo prometido es deuda compañeros de travesía, he aquí los comentarios que hace una obra homónima del Teniente Coronel de Infantería de Marina D. Federico Obanos Alcalá del Olmo, Don JOSÉ GÓMEZ DE ARTECHE al Ministerio, obra que no he conseguido encontrar hasta ahora; solo con el resumen que hace este señor explica muy bien como fue el bloqueo a grandes rasgos ,espero que os guste tanto como a mi, recuerdo a los compañeros por si no se enteraron que el original lo pueden encontrar en la biblioteca virtual del Instituto Cervantes; allá vamos:

Espectáculo grandioso, á la par que eminentemente dramático,
ofrecieron Cádiz y la isla de San Fernando en que asienta
aquella insigne ciudad, durante el sitio de 1810 á 1812 por las
tropas del emperador Napoleón, allí regidas por su hermano
José y sus más renombrados generales. Ni las derrotas del Bruch
y de Bailen en España y la de Vimieiro en Portugal, ni los fracasos
sufridos ante Valencia, Gerona y Zaragoza, habían impresionado
el ánimo del César francés, nunca hasta entonces conmovido,
ni advertidle siquiera de los obstáculos que le opondrían
el valor y la pertinacia de los españoles para la realización
de sus gigantes proyectos. Su campaña afortunada para
vengar tan significativos reveses, aunque interrumpida cuando
la consideraba á punto de terminar, y la, para sus armas, gloriosísima
de Wagram, coronada con el tratado de Viena, le hicieron
creer que ningún obstáculo encontraría ya para la conquista
de nuestra Península. Y arrojando sobre ella ejércitos y ejércitos,
de tanto tiempo atrás tenidos por invencibles, decretó la invasión
de Andalucía, por un lado, bajo la dirección, según acabo
de decir, de su hermano, y, de otro, la de Portugal, regida por
el mariscal Massena, el Niño mimado de la Victoria.
El episodio más brillante de la primera de esas invasiones, la
de Andalucía, fué el sitio de Cádiz, donde se estrellaron la tan
cacareada furia francesa y el mal supuesto genio militar de algunos
de los generales que á ella y solo á ella debían su reputación
de talentosos. A dos años, nada menos, se extendió la acción
de ese episodio; tal importancia llegó á informar, tales esfuerzos
exigió de unos y otros de sus actores, sitiadores y sitiados, y tal interés ha inspirado á los que han pretendido historiarlo.
Muchos lo han hecho con más ó menos fortuna, pero sin
que se haya llegado á decir la última palabra, según su vulgar
sentido, sobre suceso, ya lo he calificado, que ofreció al mundo
espectáculo tan grandioso y eminentemente dramático,
Y he aquí que esta noche me toca dar á la Academia cuenta
de un nuevo trabajo histórico que á ese mismo asunto se refiere,
emprendido por el teniente coronel de Infantería de Marina don
Federico Obanos Alcalá del Olmo, presentado en el libro, todavía inédito,
con el título de «La marina en el bloqueo de la isla
de León (1810 á 1812)», y que el ministerio del ramo ha remitido
á informe de esta Real Academia por conducto del de Instrucción
pública. Nuestro ilustre Director, pensando, y perdóneme que muy
respetuosamente se lo diga, pensando equivocadamente, en mi sentir humilde, ser más propio de un historiador de nuestra guerra de la Independencia que de quien nos haya transmitido el recuerdo de las glorias de la marina militar española, exponer aquí su juicio sobre el libro á que me estoy refiriendo, ha creído conveniente encomendármelo á mí; y yo, sumiso á su mandato, voy á ofrecer ese juicio á la Academia, que, como siempre ha
hecho, lo apreciará en perfecta justicia. La tarea no es corta ni fácil para las débiles fuerzas que me restan; porque el escrito del Sr.: Obanos se extiende á la descripción de cuantos sucesos tuvieron roce alguno con el servicio de la Marina en aquel dilatadísimo bloqueo de la ciudad hercúlea, con los datos y observaciones que mejor lo den á conocer y explicar.

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...es el verbo de la historia militar de España,
porque allí donde se ha combatido en mar o en tierra,
siempre ha habido un soldado de Infantería de Marina...
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21 Oct 2008 14:47
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Dice al final de su proemio: «Presentar el cuadro de las operaciones navales y militares de la defensa hasta en sus menores detalles, es el objeto dé este libro, sin dejar de reseñar ligeramente aquellos sucesos políticos de gran importancia nacional y hechos de armas que, aunque ocurridos en lugares apartados de la región, tuvieron alguna influencia forzosa en el curso de los acontecimientos.» «La satisfacción, añade, de haber acertado, bastaría á compensar con creces dé las horas invertidas en este modesto trabajo.»
Para alcanzar el resultado, en mi concepto satisfactorio, que ha conseguido para su especial propósito, el coronel Obanos ha registrado principal, si no exclusivamente, los archivos que la Marina conserva en su ministerio y en el departamento de Cádiz, más copiosos de datos por la índole misma del asunto á que les toca referirse. Y bien se hace conocer esa preferencia, muy natural, por otra parte, al fijar la atención en la escasez, ya que no carencia absoluta, de citas de historiadores de aquella lucha, por tantos títulos memorable, de historiadores extranjeros, de los franceses, sobre todo, tan interesados en el éxito de una contienda en que tomaban parte los dos elementos esenciales de la guerra, el terrestre y el marítimo. Este último funcionó en concepto de auxiliar en el sitio de Cádiz; pero ya se verá cómo la no sobrada actividad de nuestros aliados y la impotencia á que quedaran reducidas las fuerzas navales de España tras el desastre de Trafalgar, proporcionarían á los sitiadores la creación de algunas que no dejaron de, en ocasiones, entorpecer los esfuerzos de los sitiados. Su oficio y el espíritu de Cuerpo, arraigado en una carrera larga ya y honrosa, han llevado al Sr. Obanos á preferir, al estudio general de suceso tan extraordinario, el particular que se nos presenta, el de la Marina, cuyos servicios tanto contribuyeron á la feliz defensa de la ciudad hercúlea. Ya el autor había demostrado esa predilección á los estudios navales en un trabajo, si histórico en su prólogo, casi en su totalidad técnico, libro que, con el título de «Desembarcos pasajeros en tiempo de guerra», publicó en 1897. Ese libro, lisonjeramente informado por el Centro Consultivo de la Armada, obtuvo, y en mí concepto con justicia, largo premio del ministerio correspondiente, que le habrá animado á seguir haciendo de la Marina el objeto preferente de sus estudios, de su aplicación y talento.



Después de un brevísimo resumen de las operaciones militares
emprendidas por los franceses para la invasión de Andalucía
en principios de 1810, el Sr. Obanos describe en su nuevo
trabajo los preparativos ejecutados por los gaditanos, el ejército
y, especialmente, la marina, para resistir el ataque de las tropas con que, conquistadas Córdoba y Sevilla, se acercaba á Cádiz el
fogoso mariscal Víctor, resueltos nuestros compatriotas á rechazar,
como después lo hicieron, sus arrogantes intimaciones, como
las sugestivas ofertas del que, escuchadas y atendidas, creía poderse
considerar dueño indisputable de toda España.
Y así, y con la enumeración de las fuerzas existentes en la plaza
y los trabajos ejecutados en ella y en la costa de la isla de León
para burlar el pensamiento poliorcético que se atribuía al enemigo,
con los medios, escasos en un principio, de que se podía
disponer, llama la atención del lector sobre la conducta de las
autoridades militares y civiles y la de la Regencia, nombrada por
aquellos días en sustitución de la Junta central, fugitiva de Sevilla,
dispersa y disuelta, por fin, al trasladarse á Cádiz. Porque, como en toda colectividad española, tomó en Cádiz asiento la discordia, y su primera víctima fué el ilustre proceder que acababa de salvar aquel que la Historia ha declarado ser Tabernáculo de la Independencia española. Enviado, ya que no ostensiblemente desterrado, el duque de Alburquerque á Londres, donde al poco tiempo moría herido de la ingratitud de los que le debían libertad, hacienda y acaso la vida, y dominados los regentes por respeto á las circunstancias ó por su propia debilidad, quedó la Junta provincial, creada en los primeros momentos del peligro, dueña de los destinos de Cádiz, y, por si algo podía faltarle para fortificar su posición, hasta se la nombró Tesorera de cuantos fondos se conseguía allegar, ya de la ciudad y su comercio, bien de las provincias libres de la ocupación francesa y, principalmente, de América, puesta ya en comunicación con la Península. El Sr, Obanos va después recordando los ligeros choques entre sitiadores y sitiados que accidentaron la inauguración del sitio, faltos los nuestros, como también estaban los franceses, de los elementos necesarios para tal empresa, aun confiando éstos en que la conquista de Cádiz sería de empeño fácil y, además, corto después de la felicísima campaña de dos días anteriores. Ni deja de conmemorar las cuestiones suscitadas por el ministro y generales ingleses para ocupar, con sus tropas y alguna portuguesa,
los puntos más importantes de aquella estratégica posición, ni los temporales, tampoco, que en la bahía pusieron en peligro de naufragar y perderse las naves de las tres naciones aliadas, surtas en ella. Imponente fué la tempestad del 6 de Marzo de 1810, de que nos hace mención el Sr. Obanos, siquiera ligeramente, y que causó, cual era de temer, grandes averiasen varios buques de guerra y mercantes españoles, á uno portugués y á una fragata inglesa que zarandeada, puede decirse, de un lado á otro de la bahía exterior, acabó por irse á pique; pero el huracán del 15 de Mayo tuvo consecuencias más transcendentales. Nuestro erudito Secretario, maestro en eso de investigar los servicios de la Marina y dar su memoria á la posteridad con tal acierto como elegancia, nos ha descrito en alguno de sus incontables libros los horrores de aquella noche tremebunda y funesta.

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Nuevo mensaje Re: La marina en el bloqueo de La Isla de Leon en 1810,Documento
Pero, de seguro, ofrecen las tristes escenas que en ella se representaron carácter aún más dramático y conmovedor en las relaciones de los que en ella representaron el papel de actores, víctimas, algunos, de su lucha con el mar y con nuestros marinos; salvados, no pocos, en la costa ocupada por sus compatriotas.
Pero sus sufrimientos en los pontones de Cádiz y en aquella noche no tienen comparación con los á que estuvieron condenados cuantos permanecían en aquella bahía, ya de los rendidos con la escuadra del almirante Rosilly el 15 de Mayo de aquel mismo año, bien de los que depusieron sus armas en la, para España, gloriosísima jornada de Bailen. Considerándose que no se les debía mantener en Cádiz para impedir su fuga de los demás pontones como el Castilla y el Argonauta, huidos anteriormente, se decidió por la Regencia, de acuerdo con los ingleses,
el destino de los prisioneros franceses á la isla de Cabrera, nombre, desde entonces, de execración entre los compatriotas de aquellos desdichados, y ¿porqué no decirlo? de horror y hasta de vergüenza para nosotros y para nuestros aliados. Porque si pudo haber falta de previsión en el Gobierno español y en las autoridades de Mallorca; si cabe que las circunstancias de aquella guerra pudieran impedir el abastecimiento regular para los prisioneros de la isla de Cabrera, muy cerca también de ella, en Mahón, tenían los ingleses surtas muchas de sus naves, dueñas absolutamente del mar y con recursos, como siempre, sobrados para atender á tal miseria cual podían observar á su inmediación, y nada hicieron para aliviarla. Se habían negado á transportar los prisioneros de Bailen á Francia, según se había estipulado en su capitulación, los veían morir junto á ellos por falta de recursos, que á ellos les sobraban y no les socorrían; se conoce que
ni siquiera lamentaban su infelíce suerte.
Nuestro autor no se detiene en eso, atento á describirlos servicios que, entretanto, andaba prestando la Marina en Cádiz, donde los almirantes Álava, Villavicencio, Valdés y Alvear, Maurelle, los Topete y otros, jefes más ó menos caracterizados, se esmeraban en oponer á los franceses cuantos obstáculos les era posible con los escasos medios que tenían á su disposición.
El Sr. Obanos no da tampoco al olvido la intervención de los ingleses en la defensa de Cádiz ni, por consiguiente, la, evacuación del castillo de Matagorda, cuya pérdida dejaba á descubierto del fuego de sus nuevos ocupantes la gran batería de Puntales y el canal de paso de entre las dos bahías, de la exterior á la interior de aquel gran puerto. El duque de Bellunne escribía al de Dalmacia y éste á Napoleón: «La toma de Matagorda infaliblemente habrá causado mucha sensación en Cádiz, con
tanta más razón cuanto al presente los buques enemigos podrán ser ofendidos en su fondeadero, y que solo furtivamente por la noche podrán comunicarse con la Carraca y el puerto interior. Nosotros también sacaremos la ventaja de poder aproximar nuestras baterías y arrojar bombas dentro de Cádiz, al mismo tiempo que se reunirá en el Trocaderó la flotilla de bombarderas y cañoneras que estamos en disposición de preparar.»
Eso dio lugar á que se acelerase en Cádiz la serie de planes que sin cesar se iban fraguando para impedir los progresos de los sitiadores, ya en la ocupación total del Trocaderó, bien en la construcción y armamento de fuerzas navales con que amenazar á las de los sitiados y aun algún desembarco en la isla. Porqué parece imposible, pero es lo cierto, que la escuadrilla creada por el mariscal Soult en Sanlúcar de Barrameda pudiera intentar acción (alguna eficaz á la vista de las flotas, más ó menos numerosas, española é inglesa, surtas en Cádiz, y contra la que Valdés
y Maurelle habían dirigido á la desembocadura del Guadalquivir, aunque sin resultado alguno favorable. Con eso no son de extrañar tantos y tantos choques como enumera nuestro autor, á la inmediación de la costa ocupada por los franceses y, á veces, al recoger los objetos encerrados en los buques españoles náufragos en ella, en el «Castilla» sobre todo. Aun así, y no mucho tiempo después de la llegada de los franceses y de su instalación en el Puerto de Santa María, Puerto Real, y Chiclana, habían desaparecido de Cádiz la sorpresa y. el temor que infundiera tal golpe de tropas como el que ofrecía á su vista ejército tan numeroso y afamado.
«No terminaba mal en cuanto á la defensa el año l8lO, dice el Sr, Obanos al final del cap., 6 de su obra, para lo que se habían propuesto hacer del pedazo del terreno que defienden las salinas un baluarte inexpugnable á la dominación de los franceses; porque aquélla estaba organizada en condiciones formidables y el enemigo privado de avanzar un paso fuera de sus líneas, ni por tierra ni por mar. Los víveres, eran abundantes y toda la población reflejaba la tranquilidad de los qué tienen conciencia de su fuerza. Pero ¡cuántos sobresaltos, escaseces y fatigas no había costado llegar á tal situación!

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21 Oct 2008 14:48
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Una cosa, sin embargo, impuso á los gaditanos más que el del aspecto
del ejército enemigo y el efecto de las bombas que sobre ellos arrojaba su artillería, y esa cosa, aterradora verdaderamente, fué la invasión en Cádiz y su isla de la fiebre amarilla, que, al igual dé otras ocasiones, duró desde Septiembre, en que parecía benigna, y Octubre, en que hizo grandes estragos, hasta Diciembre de aquel año de 1810 en que terminó.
El Sr, Obanos, aunque en pocos renglones, pinta aquella epidemia con tintas muy tristes, pero, sin dejar por eso de consignar, como Alcalá Galiano en sus «Memorias», que tan tremendo azote no llegó á interrumpir la alegría y satisfacción que reinaban en la sociedad gaditana.
El año de 1811 comenzó ofreciendo el espectáculo de una acción ofensiva por parte de los sitiados, qué nos describe, ligeramente como siempre, el Sr, Obanos. Si no de grandes resultados, el ataque de nuestras fuerzas sutiles á Rota reveló el espíritu de nuestros marinos y de los aliados, á punto de que la Regencia les dio las gracias por su brillante comportamiento. Siguió á esa acción una serie de encuentros que confirmaron la segundad en que se consideraba Cádiz, mucho más con la marcha del mariscal Soult á Extremadura, adonde le llamaba el mandato
del Emperador en auxilio de Massena, detenido al frente de las líneas de Torres Vedras, guarnecidas por el grande ejército anglo-portugués de lord Wellington, del que formaba parte la división del marqués de la Romana, muerto para desgracia de España, por aquellos días, el 23 de Enero de 1811; pérdida «irreparable», según escribía el general inglés á su Gobierno.
El Sr. Obanos recuerda, entre los pequeños sucesos de marinos y salineros de Cádiz, la campaña de Portugal desde sus comienzos en Ciudad Rodrigo, tan heroicamente defendida por el brigadier español Herrasti, hasta que Massena hubo de retirarse, falto de recursos para superar los insuperables obstáculos de su frente, cuanto por el abandono en que lo dejaba el duque de Dalmacia, excusándose con los que, á su vez, le había ofrecido la plaza de Badajoz. Y por cierto que el Sr. Obanos, al relatar aquellos sucesos, padece una equivocación, que no puede ser otra cosa, al referirse á la batalla de Busaco, donde mal podía retirarse Massena camino de Coimbra, según dice, cuando precisamente esta ciudad era el objetivo de tan reñido combate. Lo que hizo el célebre mariscal francés al verse batido en las alturas de Busaco fué el flanquearlas, como se le había aconsejado
el día antes, con cuya amenaza lord Wellington fué quien se retiró
á Coimbra y, por fin, á Lisboa.
Cádiz aprovechó la ausencia de Soult, esperando, con el esfuerzo que iba á intentar, obtener el levantamiento del sitio que hacía más de un año andaba sosteniendo, y de ahí la tan discutida batalla de Chiclana, causa del enfriamiento, siquier por pocos días, de las relaciones de la guarnición española y de los gaditanos con los ingleses. El Sr. Obanos describe aquella corta campaña, creo yo que con bastante exactitud, así como la áspera controversia entre los generales Peña y Graham, que mandaban las tropas aliadas; los esfuerzos de nuestra Marina para establecer comunicación fácil entre ellas, y la isla á la que habrían de acogerse por fin, después de aquel combate afortunado y todo.
Infructuoso, sin embargo, para el objeto propuesto, continuó días después el bloqueo, aunque no con el rigor de antes. Véase cómo pinta el Sr. Obanos el cuadro de la situación que siguió inmediatamente á la batalla de Chiclana: «Riñéronse, pues, en los mismos días, frecuentes escaramuzas por la escuadrilla sutil de los Caños, y curioso espectáculo debía ofrecer, desde los parajes elevados, aquella tierra baja de lo menos dos leguas de largo por una de ancho, presentando á la vista el sin número de figuras que forman los muros de las salinas, separadas también por innumerables caños y canalizos surcados en los momentos de los combates por escuadrillas que, al avanzar, despedían de sus cañones brillantes fogonazos, y al ronco tronar de las explosiones, mezclado con el sordo martilleo de la fusilería, densas pequeñas nubes de blanquecino humo, destacándose en un ambiente
puro y diáfano á la radiante luz del sol de Andalucía; y allá en la costa de enfrente, en la linde del pinar, tras los parapetos enemigos, también disparos y el humo de otros fogonazos mezclándose en espirales con las verdes copas de los elevados pinos. Por la parte de bahía, y según lo acordado, hicieron demostraciones los mismos días las fuerzas del mando de D. Cayetano Valdés, y después de amagar al Trocadero, desembarcó en
el puerto el regimiento de Toledo, fuerzas de Marina é inglesas, destruyendo las baterías de Eguía; atacaron á su vez á Rota, haciendo
lo mismo con las allí levantadas, una vez terminado de arrojar al agua la artillería.»

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Con eso y con la noticia de nuevas entradas de las naves de los aliados por los Caños de las Salinas, se comprende cómo iban debilitando su acción los sitiadores, hasta que otros tormentos fundidos en Sevilla les permitieron apretar algo más el sitio.
Efectivamente, la llegada á la línea francesa de los famosos Villantroys, con mayores alcances y proyectiles de peso superior al de los hasta entonces conocidos, produjo un recrudecimiento, del sitio, que á veces impuso al vecindario de Cádiz. Pronto, con todo, se evidenció que los estragos que causaba el invento del célebre artillero francés no eran para mantener por mucho tiempo el pavor primero, al que luego sucedió la anterior tranquilidad, y con ella la alegre é irónica palabrería característica
de los andaluces.
El Sr; Obanos cuenta después la expedición del general Zayas á Huelva y su regreso á Cádiz, azotados los transportes, por un temporal que le hace recordar los de Marzo y Mayo del año anterior. También, entre otras muchas anécdotas con que ameniza su trabajo, trae á cuento de los alardes de patriotismo, que represéntan, los de dos hombres de las más humildes condiciones: él presidiario Hispano y el inválido de Maestranza Francisco Cerero; proyectista el primero, rechazado por el general Valdés, que dijo: «no sabía operar con presidiarios», y aventurero de mar el segundo, que con un hijo suyo, y lanzándose á nado por los Caños, logró capturar lanchas enemigas que le regaló la Regencia.
Una de las cosas en que más se ocupa el Sr. Obanos es en la discusión habida en un consejo de guerra celebrada por las autoridades militares de Cádiz, al estudiar despachos interceptados al coronel Lejeune, edecán de Berthier, en que se trataba de prócedimientos suscritos por el general Garbe para la conquista de aquella plaza. Más que nada servirá esa discusión para estudio de un sistema defensivo de nuestro territorio peninsular, en que necesariamente habrá de combinarse la acción terrestre con la naval
Necesita el Sr. Obanos relacionar los Sucesos de Cádiz con la marcha general de la guerra en el resto de la Península, las ondulaciones
de cuyo movimiento parecen reflejarse en el célebre sitio como las de las nubes en el mar. Los avances de las tropas napoleónicas y sus progresos en nuestro territorio se sienten en Cádiz con la violencia de los ataques terrestres y aun navales á las posiciones más avanzadas de la isla, y á las desgracias del intruso y de sus generales responde la debilidad ó quizá la paralización de las operaciones del sitio, de cuyo éxito esperan el definitivo
de la guerra. Es así como un incesante flujo y reflujo bélico el de la invasión de nuestra España, proporcional á la grandiosidad de la empresa y al tiempo de su duración. El primer avance, impulsado por las más diabólicas artes con las armas en reserva, parece irresistible; y Cádiz, á favor de la victoria de Bailen y dé Valencia, se ve libre de la visita del ejército imperial. La guerra de Austria impide a Napoleón proseguir su campaña de Burgos, Madrid y La Coruña, con la que sus mariscales aún pueden enseñorearse de una gran parte de España y hasta de Oporto, en Portugal, pero sin atreverse á trasponer la obscura sierra, teatro de su primera derrota. Todo, sin embargo, se muestra amenazante y lúgubre en 1810. Las victorias de Ekmul y Vagram permiten á Napoleón disponer de las, según él, incontrarrestables fuerzas de su (Grande Ejército) y las dirige á España, seguro de dominarla completamente y de arrojar de Portugal á los ingleses hasta hundirlos en el mar. Y ante Lisboa yante Cádiz se presentan innúmeras legiones con todos los caracteres de un huracán de hierro irresistible, del flujo que, inundando las más bellas y hasta entonces salvadas regiones de la Península, irán á estrellarse en Torres Vedras y en la roca que sustenta á la ciudad hercúlea. Con el reflujo respira Portugal, que se ve libre de la invasión, ya para siempre; y en Cádiz se fortifica la
esperanza de su tan suspirada liberación, con ver á sus mortales enemigos distraídos en operaciones como las de Ciudad Rodrigo y Badajoz, y á sus conciudadanos, si azotados todavía por las bombas francesas, tranquilos y dedicándose á la regeneración política de la patria con leyes que la salven de los despotismos hasta entonces reinantes en ella.
A ese reflujo obedecen las expediciones de Soult á Extremadura, que el Sr. Obanos conmemora, y el sitio de Badajoz y la batalla de Albuera, como toda aquella campaña que luego permitió á lord Wellington emprender el camino de los Arapiles y augurar á España el derrocamiento del poderío más grande que habían conocido las edades modernas.
No vamos á seguir al Sr. Obanos en su acertada descripción de esa campaña que en 1812 produjo el levantamiento del sitio de Cádiz, si resistido por el duque de Dalmacia, fundándose en tomar Andalucía por base única de la sujeción de España, aconsejado por la previsión más vulgar, como por la del rey José y sus mariscales Jourdan y Suchét, reunidos en la magna junta de Fuente la Higuerra.
Con eso, con los entusiasmos políticos y las discusiones que provocaban liberales y serviles en las cortés y el ir y venir de tantos personajes más ó menos importantes, príncipes, generales y embajadores, y hasta grotescos por sus pretensiones, trajes y actos, en Cádiz, corazón de la monarquía española y centro de su acción política, militar y diplomática, reinaba una alegría y una confianza en lo presente y lo porvenir, que auguraban un ya
inmediato y feliz desenlace del antes tremebundo drama que hacía dos años se estaba allí representando. El ejército y la Marina eran naturalmente sus principales actores, y tan hábiles ó afortunados se mostraban que nada dejaban que desear. El ejército, que en sus salidas y en Chiclana revelaba la confianza que en él debía depositarse para la defensa de Cádiz, la confirmó
luego con la de Tarifa, donde había fracasado el temerario arrojo de Víctor y Leval, su más acreditado teniente. La Marina no cesaba en sus laudables propósitos de impedir la entrada de los franceses en la isla, combatiendo valiente á la que ellos habían logrado organizar en el Guadalquivir, ya escoltando los transportes de tropa destinada á los puntos más amenazados de la costa, ya protegiendo su desembarco y acción militar.

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21 Oct 2008 14:49
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La del sitio de Cádiz es una lección elocuentísima de arte militar para el estudio defensivo de las plazas de guerra situadas en la costa. Porque demuestra el partido que puede sacarse de la combinación de las fuerzas terrestres y marítimas para contrarrestar la de un enemigo que cuente con la, de otro modo, dirigida á la conquista de una posición con defensas robustas y bien organizadas. La plaza de Cádiz fué atacada por un ejército al que ayudaron algunas, aunque pocas, fuerzas sutiles creadas por su hábil sitiador, como la de Ferrol lo fué en 1800 por una escuadra poderosa y defendida por fuerzas terrestres que salieron de la plaza al encuentro de los que desembarcaron para asaltarla.Y esos ejemplos, como otros muchos que yo podría citar, ofrecen grande enseñanza para los que, encargados del estudio y preparación de un sistema defensivo de comarcas como España,
bañadas por el mar, buscarlo en esa combinación de elementos tan útiles para la guerra. Por eso, naciones á quienes parece que debiera bastar para su defensa uno solo de esos elementos, procuran reforzarla con el otro; haciéndose así invulnerables, en cuanto es posible, cuando se trata de resolver problemas tan complejos y transcendentales.
La lectura del manuscrito del teniente coronel Obanos es, así, tan instructiva para los devotos del arte polémica. Como que puede y debe ser complemento de una gran monografía militar que se intentase sobre tan hermoso episodio de la guerra de la independencia, cual el sitio de Cádiz. Sobre todo, esa lectura ahorraría á futuros cantores de aquella gloriosísima epopeya el estudio minucioso de elemento, el más influyente quizá, en el brillante éxito de una jornada cuyo relato provocará siempre el recuerdo y la comparación de las históricas más celebradas por las energías puestas en acción, y el inmenso, fructuoso y espléndido resultado conseguido en ella.
El escrito, pues, del Sr. Obanos, es muy recomendable en todos conceptos: en el de su objeto, para hacer manifiestos los grandes servicios de la Marina en el sitio de Cádiz de 1810 á 1812, y su eficacia tan gloriosa como afortunada; en el de la exactitud en las diferentes descripciones de los sucesos á que se refiere; en el de la forma que le ha sabido dar, cual conviene á una narración de asuntos tan variados y complejos, y al resultado que puede producir sirviendo de ilustración abundosa é instructiva á los que en adelante se dediquen á tarea tan benemérita cual la historia de los institutos militares de nuestra patria.
Así podría decirse al Ministerio de Instrucción pública para que lo transmitiese al de Marina, que es quien hace esperar recompensará, cual en justicia merece, el excelente y útil trabajo del teniente coronel D, Federico Obanos Alcalá del Olmo, que de tal modo honra al Cuerpo en que sirve.
Noviembre 14 de 1904.
JOSÉ GÓMEZ DE ARTECHE.

Disculparme si alguna de las palabras usadas en esa época no le he encontrado una parecida de ahora sin modificar su contenido;espero que ayais disfrutado como yo.
Un saludo

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21 Oct 2008 14:50
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Estimados compañeros acabo de descubrir en Historia de la IM española de Jose Enrique Rivas Fabal que el autor que se menciona,el TTcoronel D. Federico Obanos y Alcala del Olmo llego a ser Inspector General del Cuerpo del 1918 a 1922;un detalle curioso que he querido compartir con vosotros.
Un saludo.


“…Este Cuerpo ha luchado siempre a la cabeza del ejército, en tierra y en la cubierta de los buques, y tiene por tanto glorias del Ejército y glorias de la Marina. Su sangre ha regado los campos de todas las partes del mundo y teñido de rojo todos los mares del globo, y su nombre se ha inmortalizado cada vez que la nación ha necesitado de su defensa..."

Don Juan José Navarro, Marqués de la Victoria.

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Jefe de la Fuerza Expedicionaria de Infantería de Marina en Filipinas.
...es el verbo de la historia militar de España,
porque allí donde se ha combatido en mar o en tierra,
siempre ha habido un soldado de Infantería de Marina...
Conde de Torre Vélez en el Parlamento en 1904.


22 Oct 2008 11:34
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Capitán de Navío
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Registrado: 15 Ago 2008 09:34
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Nuevo mensaje Re: La marina en el bloqueo de La Isla de Leon en 1810,Documento
Ante todo muchas gracias por tu compromiso no sólo hacia mi insaciable curiosidad, sino por lo que tiene de servicio al interés de todos los miembros del foro.
Como era de esperar el documento aquí, tan amablemente "volcado" por tí, tiene el valor del testimonio tanto del tiempo en que se escribió como de la época que en el mismo se describe. Por todo ello es doblemente interesante.
¡Un excelente trabajo de búsqueda! ...de un extraordinario compañero de foro.
Sincero agradecimiento multiplicado por mil.

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Capitán de Mar y Tierra de la Carabela San Lesmes R. O. del 31 de diciembre del año 2008
“La ignorancia es la madre del odio. El odio trastorna, nútrese del falso. El demonio es el padre de la mentira. La mentira se ceba de la ignorancia”.


22 Oct 2008 14:33
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Nuevo mensaje Re: La marina en el bloqueo de La Isla de Leon en 1810,Documento
Es genial, muchas gracias atietam por tu inestimable trabajo, es muy interesante. La web se está convirtiendo en un tesoro cultural impresionante.


22 Oct 2008 15:19
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Nuevo mensaje Re: La marina en el bloqueo de La Isla de Leon en 1810,Documento
Ademas de la del centro cervantes os recomiendo la de la Real Academia de Historia que seguramente ya tendreis pero por si acaso:
https://www.rah.es/

Y la del cervantes:
https://www.cervantesvirtual.com/catalogo/

Espero que os sean de gran ayuda.

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22 Oct 2008 18:28
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Nuevo mensaje Re: La marina en el bloqueo de La Isla de Leon en 1810,Documento
Os amplio el tema con las lineas de defensa de aquel hecho:

He aqui las lineas de defensa juntas que luego ire disertando:

Imagen
By [URL=https://profile.imageshack.us/user/atietam]atietam[/URL

Primera Linea de Defensa :
01.Sancti Petri
02.Sangenis
03.Urrutia
04.Aspiros
05.San Meliton
06.Conchuelas
07.Gallineras Baja
08.Gallineras Alta
09.Angeles
10.San Judas
11.San Pedro
12.Puestos de Infanteria
13.Santiago
14.Portazgo
15.Daoiz
16.Velarde
17.Aguila
18.Soledad
19.San Francisco
20.San Jose
21.Santa Lucia


Imagen
By atietam

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26 Dic 2008 21:19
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Nuevo mensaje Re: La marina en el bloqueo de La Isla de Leon en 1810,Documento
Segunda Linea de Defensa :
42.Ingleses
43.Zuazo
44.Jesus y Maria
45.San Francisco Xavier
46.San Carlos
Imagen
By atietam

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26 Dic 2008 21:27
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Nuevo mensaje Re: La marina en el bloqueo de La Isla de Leon en 1810,Documento
Tercera Linea de Defensa :
48.Centro (a)
49.Santibañez
50.Arillo
51.Cantera
52.Lazareto
53.Ossio
54.Baca (a)
55.Primera Aguada (a)
56.Segunda Aguada (a)
57.Playa Puntales (a)
58.Castillo Puntales
59.Glacis Puntales (a)
60.Furia (a)
61.Venganza (a)
62.San Fernando
63.El Chato
(a) En construccion.

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Un saludo

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Traducción al español por Huan Manwë para phpbb-es.com