La primera....



En el año 1.868, el Ministerio de Marina está ocupado por el Brigadier Juan Bautista Topete, quien desea abordar rápidamente dos cuestiones urgentes: el lamentable estado de la Armada que ha heredado, y la propia estructura de mando de ésta, aún más lamentable.

Para ello, uno de los primeros pasos que da Topete en cuanto le es posible, es promover al empleo de Vicealmirante a Méndez Núñez. Esta medida se queda sin efecto ante la negativa de éste, de un muy digno Méndez Núñez, y su renuncia al ascenso. Le hace llegar la siguiente carta a Topete:


"Ruego al Gobierno considere que apenas hace siete años me honraba con las modestas charreteras de Teniente de Navío y que para que pueda ser útil a la patria y al cuerpo de la Armada no es indispensable la concesión de un empleo que sólo desearía obtener cuando nuevos servicios prestados al país me hicieran digno de él".


No es ciertamente Méndez Núñez del tipo ambicioso y vanidoso que tanto frecuentaba por ahí, que por un galón más eran capaces de cualquier cosa. Él era de otra casta, como demostró a lo largo de su carrera militar, y en su vida personal. Al poco, un Decreto Gubernamental confirma y acepta la renuncia de Méndez Núñez:


"En atención a los motivos en que funda su renuncia del empleo de Vicealmirante D. Casto Méndez Núñez, vengo a acceder a dicha renuncia y disponer vuelva a figurar como Contralmirante en el escalafón respectivo, con la antigüedad que en dicho empleo de Contralmirante le esté asignada".

La segunda....


El Ministro Topete no se ha sorprendido para nada de la respuesta de Méndez Núñez, ya que en cierta manera dicen que la esperaba. De hecho, él mismo renunció al ascenso a Contralmirante y otras recompensas propuestas por Serrano.



Al Excelentísimo Señor General en Jefe de los Ejércitos Nacionales, Duque de la Torre:

Excelentísimo Señor.

Alta honra para mí ha sido recibir la comunicación de V. E. de 30 de septiembre último, llegada en estos momentos a mi poder, y en la que me participa V. E. que, en uso de las facultades de que está revestido, se dignaba a concederme el empleo de jefe de escuadra y la gran cruz de Carlos III, como recompensa a mis servicios prestados a la causa nacional.
Séame permitido, Excmo. Señor, exponerle respetuosamente que si bien aprecio y estimo en cuanto en sí valen tales muestras de distinción que le he merecido, prescindiendo de lo escaso de mis servicios, una circunstancia muy digna de consideración de V. E., manifiesta en mi carta a los gaditanos, y que imprime en sí carácter al movimiento iniciado por la Marina a mis órdenes en la bahía de Cádiz en la noche del 17 del pasado septiembre, me impide en absoluto aceptar ninguna clase de recompensa que no sea la obtenida con creces, interpretando fielmente la voluntad de los españoles, al dar el grito de libertad y honra contestado por todo el ámbito de la península en brevísimo plazo, sin lamentar ninguna catástrofe de esas que empañar suelen el justo brillo de la más santa de las causas, dando así fiel testimonio nuestro noble y generoso pueblo de lo merecedor que es de la libertad alcanzada por los esfuerzos de V. E., del general Prim y de sus demás compañeros.
Si fuese llegado el día de derramar nuestra sangre en defensa de tan santa causa, las recompensas serían aceptadas por la Marina con igual justicia que ganadas las tiene nuestro bizarro ejército. Personalmente tendré la honra de entregar a V. E. los diplomas que se dignaba acompañarme, y de los cuales me constituyo en depositario. Dios guarde a V. E. muchos años.
Excmo. Sr. Juan Bautista Topete.

Si, como el ganao que tenemos hoy ........

Dícese que Méndez Nuñez vio muy mal la actuación de la marina con ocasión a los sucesos que instauraron la república.
Su rechazo al cargo venía de estas consideraciones.

Si te refieres, Espaldar, a los hechos de "La Gloriosa", y a la actuación del propio Juan Bautista Topete, y la proclama de éste a bordo de la "Zaragoza", estamos de acuerdo.

Aunque creo yo que los desencuentros y desencantos de Méndez Nuñez respecto a la clase política española, y lo que es peor, a militares que habían entrado en el juego político, "politizándose" y sufriendo tremendas metamorfosis, tales que los compañeros de armas ya no les reconocían, creo yo que esos desencuentros y desencantos, repito, ya empezaron con los sucesos de Valparaíso y El Callao.

Méndez Núñez ya desde entonces, desde la época isabelina, huía de todo aquello que olía a política, y sobre todo de los militares politizados, que le apestaban. Los hechos de Septiembre de 1.868, no hicieron sino confirmarle y reafirmarle todo.

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La verdad es, que don Casto era militar y muy poco dado a las complacencias, para él solo había en su vida una escala, la de los galones ganados con honradez, el resto era política y ahí no entraba.


Cuando se enteraron algunos de sus compañeros de la respuesta que le dio al enviado del Gobierno, hubieron todo tipo de opiniones, ya que bombardear el Callao contra las órdenes del Gobierno, si algo salía mal irían todos de cabeza al pozo, pero como don Casto no admitía un No por respuesta de subordinado, pues todos al Callao.


En este bombardeo el comandante de la Blanca era Juan Bautista Topete, que tuvo una actuación muy valiente, pero eso para don Casto era su obligación, cuando se volvieron las tornas y don Juan le quiso nombrar Ministro, de muy buenas formas de dijo que el Ministerio lo llevará él que era político.


Don Casto solo se llevó bien con dos marinos, por su honradez y ganas, don Victoriano Sánchez Barcáiztegui y don Pascual Cervera y Topete, y eso que los dos eran más jóvenes y de mucho menor grado, aunque con don Victoriano había menos distancia.


Don Casto fue de los grandes, grandes. Tuvo detalles a lo largo de su vida, que solo son comparable a los de don Álvaro de Bazán, como el hecho de llevar la contraria al Rey y su Gobierno, y sin perder el humor ni temblarles las manos, eso dice mucho de un hombre que vivió en un siglo que era para haber emigrado todos los españoles, ya que muchos espadones ni siquiera se podían ver y esas disensiones en una Corporación, a don Casto le sentaba como un tiro en la barriga.


Se podría hacer mucho más largo, pero pienso que queda clara la posición de don Casto, ante cualquier rebelión, que no fuera para ganar una honra para y por España.


Un abrazo.
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