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El día veintitrés de abril del año de 1826, vino al mundo en el Ferrol.


Con la edad de trece años sentó plaza de guardiamarina en el departamento del Ferrol, por lo que corría el año de 1839.


Al finalizar sus estudios preliminares, se le ordeno embarcar, haciéndolo en la goleta Minerva como subalterno, en este cargo y casi ininterrumpidamente, trasbordo al pailebote Cartagena y de éste al Terrible, de igual clase, continuando en la corbeta Mazarredo y la fragata Cortés.


Al ser ascendido se le otorgó el mando del vapor Don Juan de Austria y posteriormente el de la corbeta Mazarredo, en la que ya había servido de oficial subalterno; con este buque estuvo destinado en las Antillas, por las que navegó hasta el año de 1864, en que por orden superior regreso a España.


En el mes de noviembre del año de 1865, se le destinó otra vez a América, siendo nombrado Comandante de la Estación Naval del Río de la Plata.


Al estallar la guerra del Pacífico, contra las repúblicas de Chile y Perú, se incorporó en aquellas aguas la fragata Almansa, de la que obtuvo el mando, haciéndose a la mar en cuanto estuvo alistada, para doblando el cabo de Hornos, incorporarse a la escuadra del mando de don Casto Méndez Núñez, arribando a Valparaíso justo después del bombardeo de esta ciudad por nuestra escuadra, siendo el día nueve de abril del año de 1866.


La Almansa, junto con la goleta Vencedora, al mando del teniente de navío Patero, formaron división en el bombardeo de El Callao.
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En éste bombardeo, que fue una decisión del propio comandante en jefe de la escuadra don Casto Méndez Núñez (y que se narra en su biografía), por haberse puesto en entredicho el valor de los españoles, al bombardear a una ciudad indefensa, le llevo a decidir bombardear la plaza que en aquellos momentos y a nivel mundial se considera la mejor defendida.


Por la prontitud de la activación de la fragata Almansa, su tripulación era muy inexperta, pero en cambio su comandante era un vigoroso, valeroso y entendido hombre de la mar, que supo ganarse rápidamente el aprecio de los que estaban a sus órdenes, lo que supuso, que en el viaje desde Valparaíso hasta El Callao, demostrara que nada tenía que envidiar a la de su compañera, por tipo y parecidas características Villa de Madrid, pues las dos casi compitieron en velocidad y maniobrabilidad, siendo que ésta ya estaba en servicio algún tiempo más.


En el bombardeo, tanto la Almansa como la Vencedora y por precaución de su comandante en jefe, se les destino al bombardeo de la ciudad y guardarse de que ninguno de los buques enemigos, pudiera hacerse a la mar y estorbase a nuestra escuadra, en este cometido, se acercaron tanto a la costa, que en varias ocasiones estuvieron a punto de varar, saliendo de ellas porque el fondo era fangoso y sus hélices, aún levantando gran cantidad de él pudieron salir de sus apuradas situaciones, a las que les llevaba el ardor de combatir de cerca al enemigo y no dejarle ni pensar.


En el bombardeo la Almansa, llegó a recibir unos ciento sesenta impactos, algunos le causaron graves daños pero uno de ellos, le produjo un incendio en el antepañol de pólvora de proa, viendo que no podían hacerse dueños de la situación, subían al puente a pedirle a don Victoriano que inundará el lugar, por tres veces se lo pidieron, a lo que contesto y se ha hecho famosa la frase, <<hoy no es día de mojar la pólvora>>, pero ante la insistencia, autorizo a salirse de la línea de la escuadra, para poder destinar más hombres y medios a la labor de extinción, lo cual se logró, regresando a su puesto en el combate tan sólo treinta minutos después; éste era el valeroso comandante de la Almansa, pues apunto de perder el buque por explosión del pañol, no consintió en mojar la pólvora.

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Entre las bajas de la Almansa se encontraba la del guardiamarina don Ramón Rull.


La Almansa, fue reparada después del combate y por orden de don Casto, puso rumbo al sur volviendo a doblar el cabo de Hornos, realizando una escala en Río de Janeiro y desde allí a España.


Por los méritos contraídos en esta campaña que tan alto había dejado el pabellón de España, ya que en Valparaíso se había amenazado a don Casto, por parte de británicos y norteamericanos, a interponer sus buques, para evitar el bombardeo, pero que en el momento de comenzar éste, ellos pusieron rumbo al fondeadero donde estaban los buques apresados por los españoles y ninguno se atrevió a ponerse en el medio; fue ascendido a capitán de navío de primera clase. Grado que sustituía al del anterior brigadier.


Al estallar la guerra Carlista de 1872 a 1876, fue nombrado Comandante general de las fuerzas navales del Cantábrico, con las que estuvo presente en algunos de sus combates, entre ellos el bombardeo de Guetaria, donde como siempre su serenidad y valor, fue puesto a prueba, pero como siempre había demostrado salió airoso.


El día veintiséis de mayo del año de 1875, se hizo a la mar con el vapor de ruedas Colón, por habérsele notificado, que en diferentes lugares de la costa los carlistas habían colocado artillería, entre Guetaria y Motrico, con las que trataban de impedir el libre paso de los buques, pero insistió en ir a comprobarlo personalmente.


Por lo que acompañado de su escuadrilla y a bordo del vapor Colón acompañado de su estado mayor y como práctico a Andueza, que era el patrón de la trincadura de Lequeito y a quien don Victoriano tenía en gran aprecio y cariño, por las veces en que le había demostrado su valor y sus buenos servicios, se hicieron a la mar a las 10:30 horas, saliendo de Guetaria.

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Al poco de estar en la mar y desde las cercanías de Guetaria se le hizo un primer disparo, que fue a pasar entre los dos palos que arbolaba el vapor Colón, por lo que no se sufrió ningún daño.


No dio mayor importancia al hecho y continuaron la singladura, estando a la altura de Deva, fue vuelto a cañonear, pero tampoco se sufrió daño alguno y eso que se navegaba como a una media milla de distancia de la costa.


El práctico Andueza, que también tenía en mucha estima a don Victoriano, le insinuó el riesgo que estaba corriendo, permaneciendo en el puente descubierto del vapor, a lo que el valeroso Sánchez Bacaiztegui, le contesto <<calla cobarde>>, pero en tono casi jocoso, al terminar estas palabras un tercer proyectil, que había sido disparado desde las alturas de Motrico; tierra de grandes marinos y patria chica de don Cosme Damián Churruca y Elorza, le alcanzó en pleno pecho, al mismo tiempo que él estaba dando la orden de <<avante ¿ ¿ ¿ >>, que el destino no le dejo terminar.


Los cascotes del proyectil, fueron a herir al Mayor de la escuadra, don Claudio Alvargonzález, al secretario de don Victoriano, el capellán y a otros varios que en el puente se encontraban.


El día veintiocho de mayo, con una manifestación de dolor popular y con un riguroso duelo, tributándosele todos los honores correspondientes a su cargo y responsabilidad, por las escuadrillas a sus órdenes y también por las fuerzas del ejército, fueron llevados sus restos a San Sebastián.


El día dos de junio de 1875, el Gobierno, decretó le fuera concedido los honores correspondientes al grado de contralmirante con mando y muerto en acto de servicio, por lo que fueron embarcados en el propio buque insignia que le vio morir, el vapor de ruedas Colón y trasladados los restos del valiente marino al Departamento de Cádiz y de allí a La Carraca.
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Por lo que recibieron la definitiva sepultura, el día catorce de junio en el Panteón de Marinos Ilustres.


El día siguiente, se celebró una solemne misa de difuntos, y el Estado fue el encargado de costear los gastos del mausoleo, bajo del cual reposan definitivamente sus cenizas.


Al mismo tiempo el Gobierno, mandó poner una inscripción que resumiera sus servicios a la patria, en la cual se puede leer lo siguiente:





Don Victoriano Sánchez Barcáiztegui, por su bravura, caballerosidad, conocimiento profesional y dulzura de carácter, que hermanaba raramente con una gran energía, era querido por todos cuantos le trataban, y su memoria constituye una gloria de la Real Armada Española.



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Retrato de D. Victoriano Sánchez Barcáiztegui.