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 Una reflexión sobre la guerra y la razón 
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Capitán de Corbeta
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Nuevo mensaje Una reflexión sobre la guerra y la razón
Me atrevo a subir y someter a vuestro juicio algunas reflexiones entorno a la guerra y los anhelos de las personas. Como excusa, aparece de fondo el escenario de Trafalgar y en escena, la ciudad de Cádiz, que tuvo tan importante papel: antes, durante y despues de la batalla.

Sea por los heroes que en Trafalgar combatieron al precio de sus vidas.

UN DÍA DESPUES DE DOSCIENTOS AÑOS.
Paseo intemporal por la ciudad de Cádiz.


Cada navegante necesita un faro en las noches de tormenta...
Navegante, no dejes núnca de de otear el horizonte, hasta encontrar tu faro.


Navegante que has zarpado
y entre arrecifes caminas,
manten tu ojo avizor
a la corriente y deriva.

Determina bien tu rumbo,
él, marca la estela en tu vida...
No tengas miedo a la bruma
ni a la calma o ventolina.

Cuidado con las sirenas
cuyos cantos te desvian,
atención a la arribada.
Muchos puertos son: mentira.

Recuerda cuando navegues
que no hay tesoros en islas,
la fortuna está en ti mismo
y en el tiempo, que no tiras


Del patriotismo:

No es patria, aquella que escatima las oportunidades y despilfarra su talento de sus hijos.

No es patriota aquel que no se esfuerza en lo cotidiano buscando el beneficio más allá de sus propias narices.

No es libre aquel que no ha vencido al miedo con las luces de la razón.

M. Bellido


Introducción necesaria

Era una mañana cualquiera en el invierno del año 2005. La luz cálida del medio día, reinaba señora en la Alameda de Apodaca, cuando comencé a dar un largo paseo desde la muralla de San Carlos hasta el Parque Genovés. Me gusta el Parque Genovés. Es uno de los lugares más reconfortantes de Cádiz. El parque, para los gaditanos. A él, pertenecen los recuerdos más gratos que encontré, cuando siendo un niño llegué a Cádiz con mi familia. Mi padre, por entonces trabajaba en Astilleros de Cádiz y vivíamos alquilados en un pequeño apartamento de una casa de vecinos en los Callejones de Cardoso, junto a la calle Pasquín. Eramos emigrantes provenientes de otras tierras, también andaluzas, tierras que no tienen la suerte de disfrutar del mar.

Cada vez que podía, acudía al parque con los amigos del barrio, y juntos correteábamos entre la enormidad de arboles y arbustos que allí nos esperaban. Poco después, supe que casi todo aquel enjambre vegetal, lo componían y componen especies que llegaron a Cádiz provenientes de los más recónditos lugares de la tierra.

Todos esos arboles llegaron a Cádiz, o mejor dicho, los trajeron como a mí, y como a mí también, les ocurrió algo singular que suele ocurrir en esta tierra: ellos, como yo, nacimos en otras latitudes, y al poco, nos convertimos en gaditanos para siempre. Ya saben ustedes el dicho: - El gaditano nace donde le da la gana- y a mí, me conquistó Cádiz a los pocos días de llegar, junto a la balaustrada de la Alameda y entre los trabajadores portuarios, a los que con palpable inocencia y ansias de saber, atosigaba a preguntas sobre los barcos atracados, su procedencia y mil cosas más.

Nunca tuve una mala respuesta, ni una sola chanza o desdén. Aquel trato era una cortesía callejera nueva para mí –“Er pive no d’aquí quillo”- “Ojhú, con e’the levante er vapó de Matagrorda se vá pasá poragua- “Eze barco de la chimenea nerga, con el quezo blanco, eh’er “Camino” de la Trasatlántica, ca llegao etha mañana der Caribe- ”.

Un día; tal vez 21 de octubre, Enrique, el joven profesor del Colegio Jaime Balmes, comenzó hablar de la batalla de Trafalgar. Estabamos congregados en derredor a él, los quince alumnos que componíamos el curso experimental de octavo de primaria. Corría el año 1969. El maestro empezó a desgranar los sucesos en los que la ciudad de Cádiz se vio envuelta, antes y sobre todo, después de la batalla de Trafalgar.

Nos explicó, la relación de esta batalla con el cementerio de los ingleses que por entonces aún existía en Cádiz junto a la vía del tren, en la Segunda Aguada de las Puerta de Tierra. Lo recuerdo perfectamente con su letrero de hierro en forma de arco a la entrada, en el que se podía leer aquella frase misteriosa para mis ojos de niño:“British Cementury”.

Enrique, sentado sobre su mesa de profesor, hablaba a su embelesada audiencia de la hospitalidad de los gaditanos con aquellos que el mar arrojaba a las playas después de la batalla.

Como se contó tantas veces, los gaditanos no hicieron distinciones entre vencedores y vencidos y aliviaron en lo que pudieron el sufrimiento de los que llegaban mal heridos hasta la costa. Desde aquel día, comenzaron a resonar en mi mente infantil los nombres de Churruca, Gravina, Alcalá Galiano, Nelson, y todos los demás.

En un momento determinado, alguien que era yo, pensó que sin la menor duda en algún lugar de algún rincón importante de Cádiz, habría una enorme lapida con los nombres grabados de todos los que dejaron su vida en aquel episodio. Estuve a punto de preguntar por el lugar donde estaba tan ingente lápida. Más no quise mostrar públicamente mi ignorancia ante los compañeros, dado que al ser ellos nacidos en Cádiz, conocían a la perfección todos y cada uno de los rincones de la ciudad. Así que, resolví callar y preguntar a la salida del colegio.

Preguntaría al “Nani”, que compartía camino de regreso conmigo y era el más despierto de todos. Por conocer, se conocía de memoria todas las piedras de la Caleta. Las piedras y los caminos para llegar y regresar de ellas según qué marea. Sin embargo “el Nani” no conocía ninguna lápida tan grande como esa, y al llegar a la esquina del Arco Garaicoechea me razonó con cierta lógica lo siguiente: – Tu tha carahote pisha , pa una lapida como eza, hace farta un nicho que no vea de grande quillo –.

Al año siguiente, me incorporé al internado de la Institución Sindical Virgen del Carmen de Puerto Real como becario de Astilleros de Cádiz, y ya no volví a ver ni a Enrique ni a Antonio Eiras, el viejo profesor que nos observaba con cariño intentando descubrir las cualidades de sus alumnos. Pasaron los años y naturalmente, un día supe que la enorme lapida con los nombres de todos los fallecidos en la batalla de Trafalgar nunca existió en ningún sitio. Ellos dieron su vida y se acabó sin más.

Pero volvamos a la mañana soleada en el parque Genovés. Algo me llamó la atención antes de entrar por la puerta situada junto al Paseo de Carlos III. Parecía una suerte de monolito. Un recién llegado al que no tenía el gusto de haber visto antes. Me acerqué maniobrando con cautela cazando dos rizos en las gavias, las brazas a punto de maniobra para poner en facha el navío y la sondaleza preparada por estribor. No me daba buena espina aquella emergencia que como un farallón brotaba sobre el ahora escaso albero del paseo arbolado.

Lo examiné con detenimiento, de cerca, de lejos y por los cuatro costados. Era un monumento a los caídos en Trafalgar y por un brevísimo momento pensé que se estaba haciendo algo de justicia por aquellos infelices que murieron en aquella jornada, hacía ahora doscientos años justos. Pero no crean ustedes, no, ni un solo nombre, ni siquiera nombres alegóricos que representaran a los caídos bajo las tres banderas combatientes:

“A los anónimos marineros: Jhon, Michele y Manuel en su propio nombre y en el de sus compañeros muertos en la Batalla de Trafalgar”

O algo así, que recordara a las personas que en aquel episodio estuvieron y murieron. A cambio en el frío monolito aparece una frase más o menos como la siguiente:

A los caídos en la Batalla de Trafalgar.... y a continuación una lista: la lista de los barcos que estuvieron allí. Los barcos, sí. Los nombres de barcos. Los buques, mis queridos buques que a pesar de todo no son las personas pensé. Fue entonces cuando resolví levantar el fondeo largando gavias, velacho y mayor y proseguir mi singladura matutina empujado por el viento de poniente que se colaba entre los cedros y las buganvillas. A mi paso, todos aquellos viejos amigos vegetales de mi infancia parecían invitarme a compensar tamaña desconsideración con los verdaderos protagonistas de aquel episodio. De esta forma, y en modesta compensación, resolví escribir esta pequeña historia que habla de personas, de Cádiz y de la guerra.

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Segundo comandante de la corbeta: Descubierta R. O. del 15 de Julio de 2014.


12 Oct 2012 19:22
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Nuevo mensaje 2. Una reflexión sobre la guerra y la razón
El contexto
Los personajes que aparecen en esta historia son personajes reales y sus conversaciones son figuradas y entretejidas en el espacio intemporal del espíritu gaditano. Algunos de ellos, son gaditanos de vocación que amaron la razón y la libertad, en un Cádiz suspiro de modernidad dentro de un entorno geográfico e histórico asfixiado por la intolerancia, la intransigencia y la ignorancia. Ellos son la luz del faro. Antes de empezar la lectura, querido lector, tengo el placer de presentártelos.

Imaginase que está entrado usted en un gran salón neoclásico de una casa elegante de la Plaza de Mina. Aguarda en su interior un numeroso grupo de personas. Todos le muestran su cortesía y le saludan a su entrada, caras atentas y sonrientes, poses elegantes dieciochescos, y la luz. Luz en la ciudad de la luz, entrando a raudales por los ventanales.

Se trata de una especie tertulia donde el centro de atención queda alrededor de una dama de maneras finas y delicadas, que tras el enorme “cierro” ventanal nos deleita con sus ojos vivos y algo descarados. Todos la conocen y la aman de alguna u otra manera, responde al nombre de “Cádiz” y con finísima soltura se dispone a sentarse para contarnos una historia, nuestra historia. Y usted, querido lector, que ha sido convenientemente presentado será un viajero recién llegado a Cádiz invitado a la reunión. Espero que disfrute y que también un día, al conocer esta historia, se permita un paseo entre las calles que fueron testigos de la luz que brilló anunciando la libertad y que aún permanece en el espíritu de los que por aquí vivimos.

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Segundo comandante de la corbeta: Descubierta R. O. del 15 de Julio de 2014.


12 Oct 2012 19:24
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Nuevo mensaje 3. Una reflexión sobre la guerra y la razón.
Los protagonistas:-

Doña Rosario: la más viva estampa de Doña Rosario Cepeda. La valerosa mujer maniatada por una sociedad machista repleta de dirigentes mediocres y clérigos fanáticos preocupados casi de forma exclusiva por guardar sus privilegios y las apariencias.

- Don Cosme: se parece extraordinariamente a Don Cosme Damián Churruca, héroe en el escenario de la obra de Trafalgar, gran persona y valeroso marino. A mí me gusta recordarlo en casa de Doña Frasquita, en su tertulia, tal y como lo describe Don Benito Pérez Galdos en su Episodio de Trafalgar.

- Don Silvestre:l aristócrata que aparece un poco taciturno, cuando ya había caído en desgracia de su emperador. Sin duda uno de los guionistas que más fácilmente identificables en la historia: Napoleon. En el siglo XXI los guionistas son más discretos aunque mucho más letales que el corso. Pierre Charles de Villeneuve o Silvestre Villeneuve como Augusto Conte Lacave lo identifica en su magnifica obra “En los días de Trafalgar”. Fue comandante en jefe de la flota combinada en el escenario de Trafalgar.

- Don Roberto: lo identificamos con la figura del gran marino británico de fino sentido de humor Lord Curhbert Collinwood, comandante del Royal Sovering en Trafalgar.

- Don Alejandro: la viva estampa de Don Alejandro Malaspina. Hoy su recuerdo está rodeado de una parte del reconocimiento y admiración que merece y que a pesar de todo, no le hacen toda la justicia que sin embargo reconocen en otras latitudes. No sucede así con sus enemigos entre ellos Godoy, el ambicioso valido de su nefasta y estúpida real persona, Don Fernando VII.
- Jhón, El Nani, su compare y los otros: a ellos los encontré rebuscando en mis recuerdos de cuando era aprendiz en el Astillero de Cádiz. Allí como en ninguna otra parte después, pude palpar de manera clara la filosofía de un pueblo antiguo como el gaditano, que atesora más de dos milenios de sabiduría, de tolerancia, de sentido de humor y de historia viva. Al mar se lo debe.

- Don José Celestino: el Botánico lo conocen de sobra. Don José Celestino Mutis.

- Don Sebastián: nos trae el recuerdo de Don Sebastián Ruiz de Apodaca.

- Don Vicente: el marino y científico, creo que no puede ser otro que nuestro amado Don Vicente Tofiño. El Sabio. Científico a tiempo parcial, forzado por las circunstancias, según Doña Rosario fue el primer serviola bajado a cubierta.

- El Selu: es real como la vida misma aunque no tenga puesto en la plaza.

- Los dos camareros: son personajes anónimos a los que podrás encontrar cualquier día entre los muchos bares y menos restaurantes de Cádiz.

- El Macarty: fino gaditano y viñero que a todos nos ha vendido en muchas ocasiones los famosos “ cashésee” del Coro la Viña.

- Don Federico: que aparece mencionado tan solo una vez y de forma indirecta. Quizá en otra ocasión tengamos la oportunidad de hablar con él, largo y tendido como se merece. Como ustedes podrán comprobar en esta lectura, es a su casa situada en la Plaza de la Catedral donde se dirigirán Don Vicente, Don Sebastián y Don Celestino (este último para no parecer descortés). Federico Gravina y Napoli.

- Cádiz: que sigue ahí: elegante, marinera, fina, quieta y olvidada entre la bruma...

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Segundo comandante de la corbeta: Descubierta R. O. del 15 de Julio de 2014.


12 Oct 2012 19:28
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Nuevo mensaje 4. Una reflexión sobre la guerra y la razón.
El Serviola.

La mañana de otoño se ha colado con sigilo entre el cielo y mar, sorprendiéndome durante la guardia de alba en el puesto de serviola. Cádiz amanece húmeda y sobria como la cubierta recién baldeada de uno de aquellos buques de antaño.

El cielo, acoge el preludio de un día cargado de sentimientos y el joven sol pugna por llegar a la ciudad, donde las vigorosas nubes grises procedentes del océano, unen la tierra y el cielo con un halo de finísima lluvia.

Mis pensamientos se entrelazan con la fresca brisa marina mientras el horizonte del mar descubre su presencia por el suroeste. Un mar quieto, casi circunspecto, desnudo, sin bruma; es entonces cuando el susurro del viento trae el rumor de una conversación...

Son tres voces pausadas que de forma coloquial e inteligente hablan del mar, de los hombres y de la guerra. Mientras tanto, una sana algarabía de carcajadas y chanzas burlonas, que se acerca, se torna en un silencio forzado al pasar junto a los tres desconocidos tertulianos. Al poco, como pasado el arrecife, el murmullo se torna nuevamente en algazara en dirección al puerto.

Mas allá de la bocana de la bahía se recorta la figura de un pequeño velero. Un solo palo, ciñe el viento por la amurra de babor con rumbo noroeste y Punta Candor a sotavento. Mala cosa si no fuera porque hoy los barcos ya no temen como entonces la costa a sotavento, ¿O deberían temerla?. Por allí debió pasar rumbo a su naufragio el moribundo navío Rayo hace doscientos años. Doscientos años de Cádiz y el mar, de la bahía y de sus gentes. Sus gentes de hoy como las de antaño siguen siendo cálidas y acogedoras y a veces, como esta mañana, también miran al mar.

¿Quiénes son nuestros tertulianos? Me pregunto viéndolos desde el tope. Ahora se ven asomados a la balaustrada de la Alameda. Son hombres de mar sin duda. Sus maneras finas y elegantes, sus movimientos pausados, la gravedad de sus gestos, todo ello les hace acreedores del mayor respeto.

De vez en cuando, pasa junto ellos algún grupo de marineros que después de su travesía nocturna vienen de vuelta encontrada. Susurran algo en voz baja y ambos grupos se saludan al pasar. ¿A que buque pertenecen?. No hay duda, todos se conocen; y entonces algo viene a mi mente. Ayer fue un día sonado, si, hubo una representación en el Gran Teatro de la Compañía y en este caso la “obra” tuvo a Cádiz por escenario. Todos ellos son los actores, los protagonistas.

Sus ropas, su conversación en distintas lenguas, marineros, marinos, Cádiz, octubre y el mar; y es entonces cuando se hace pleno día en mi mente de serviola al despuntar el sol entre la Sierra de Las Cabras y Medina Sidonia.

Grito con todas mis fuerzas.

- -¡Cubierta!.

Las tres figuras lejanas miran al tope.

- -¡Permiso para bajar!

Solicito expectante.

- Acércate muchacho.

Resuena la voz del más enjuto de los tres.

Al mirar hacia arriba sus piernas adoptan una posición arqueada como las de un experimentado marino cuando mira a la jarcia desde el Alcázar, los otros dos, asienten con la cabeza y me deslizo por el ascensor que hace las veces de burda de barlovento en estos tiempos.

Las presentaciones: Don Cosme, Don Silvestre, Don Roberto. La formula de costumbre. Caras amables, aspecto agradable. Me transmiten la sensación de que guardaban un secreto en sus miradas.

- Dígame señor serviola, ¿qué se ve hoy en Cádiz desde el tope?.

- No sabría decirle Don Cosme, es curioso que ni el sol, ni la lluvia, ni el viento hallan querido faltar al alba.

Su mirada de asentimiento era correspondida por la de sus compañeros. Había algo de complicidad en esas miradas, algo viejo y sórdido, únicamente endulzado por los exquisitos modales y la serenidad que aporta la experiencia ganada con sudor y penalidades en las muchas singladuras por esos escenarios. Los escenarios de sus vidas, los escenarios de la muerte en el Gran Teatro de los intereses ajenos.

Otro grupo de marineros pasa. Don Roberto, con una inclinación de cabeza saluda a uno pelirrojo y destartalado, más largo que el mastelero de trinquete del Royal Sovering; éste, nos mira por el rabillo del ojo con timidez. Marcha con etílica dificultad dando trompicones y flanqueado en las bandas por dos compañeros: uno moreno y bajito con las patillas hasta el mentón y el otro, rubio y panzudo que parece sacado de un comic de Astérix. Ambos compañeros quieren prestar al larguirucho la función de los obenques al palo mayor.

- Se llama Jhon – Comenta Don Roberto dirigiendo su mirada al marinero de andares apuntalados -. Merodeaba junto Saint Peter, una preciosa iglesia situada al final de Bridge Street, en Chester, condado de Cheshire. Lo sorprendieron mis oficiales intentando quitar a uno de ellos el pudín de pasas que tan deliciosamente me había preparado Lady Mary, la joven esposa de Sir Henrry Hamilton. Fue arrestado y lo enrolamos en la Compañía...

Tras una breve pausa con la que Don Roberto escruta a sus compañeros, éste prosigue con cierto orgullo:

- Ahora es un estupendo marinero de primera. Lo tengo asignado a la cofa de trinquete, es un magnífico gaviero al que nunca tuve que quitar su ración de grog. Pobre hombre, cuando acaben las presentaciones de esta temporada, quizá tenga que volver como un pedigüeño a las calles de Chester o de Portsmouth. A lo sumo, algún funcionario le expedirá un certificado para que pueda mendigar sin que le molesten demasiado. ¡Que la suerte le ampare!.

La llave del granero donde se guarda la suerte no estará en sus manos cuando le haga falta a Jhon – parece pensar Don Cosme -

- Actores de reparto, ya se sabe... – le traiciona el comentario a Don Silvestre, haciendo visible entre sus palabras una pizca del rancio aire aristocrático al estilo del viejo régimen de París.-

Don Cosme que andaba divagando entre sus pensamientos, no puede evitar intervenir:

- Permítame Don Silvestre, con el mayor de los respetos. Sin duda alguna usted advertirá que todos los actores, tanto los principales como los de reparto están obligados a subirse al escenario. No les queda otro remedio. Y no me negará que los únicos llamados al banquete del reparto tras la obra, son los guionistas y los dueños de la Compañía, lo puede ver a su excelencia en sus propias carnes, con lo principal que era usted en otras temporadas y toda la injusticia y mala saña que le ha vertido su señor el corso desde París.

- ¿Y del público?, ¿Que me dice usted?

Apunta Don Silvestre un poco incomodo intentando desviar la conversación.

La respuesta es de Don Roberto:

- Ellos no saben nada de la obra; ríen, lloran, o asisten perplejos. Algunos se enfadan en la cola por entrar los primeros y siempre pagan la entrada aunque no tengan buenos hospitales a los que acudir o sólidos puentes con los que vadear los ríos para acudir a su trabajo.

Ahora parece apuntillar Don Cosme:

- Y todo eso, a pesar de los diezmos que les cobran desde el gobierno y a que nadie les dirá cual será el argumento de la próxima obra a la que necesariamente tendrán que acudir, ni el teatro donde se representará, ni cuando se pondrá en escena y menos aún: el precio que han de pagar. Únicamente se les exige que estén silenciosos durante el acto, y que aplaudan al final. Incluso algunos siguen aplaudiendo después de doscientos años, para que vea usted Don Silvestre lo poco que cambian los tiempos.

Fue entonces cuando me delató el brillo de mis ojos y se me escapó entre los labios aquel pensamiento como una especie de susurro apagado y apenas esbozado.

No podía evitar establecer los paralelismos, mientras la luz de la mañana penetraba en todos los rincones de mi mente y los tres mostraban una complacencia parecida a la de un capitán que ve como el joven guardiamarina acaba de dominar los secretos para navegar mirando a las estrellas.

- Aunque tengan parientes pidiendo como mendigos en las calles de Chester.

Apunta Don Cosme mientras osculta el cielo de la bahía en demanda de la costa de Rota, pues algo en su alma de marino le hace percibir que era posible un cambio de viento.

- Aunque los tengan.

Suena una voz a coro en tono monocorde, mientras una gaviota roza con su pico el espejo de aguas grises que por momentos se tornan azuladas frente al Baluarte de La Candelaria.

Entre los saludos corteses a los escasos pescadores que han madrugado y las rituales miradas al mar, la conversación prosigue entrelazando vivencias en medio de la eterna tempestad del Cabo de Hornos, las apacibles islas de los mares del sur y los muchos recuerdos de otras obras y escenarios.

- ¡Que tiempos aquellos! –Comienza diciendo Don Cosme- Recuerdo una puesta de sol embriagadora y una mujer hermosa, casi una chiquilla. Era morena y tenía la mirada más dulce que se pueda imaginar.

Una pequeña pausa evocadora...

- Entonces yo no era mas que un muchacho que nacía al mundo, recuerdo también una bahía enorme de aguas cristalinas en la que fondeamos para hacer aguada y provisiones. La isla de La Cardona o del Espíritu Santo que los indígenas llamaban Vanuaatu, situada a los 15ºS y 167 E.

Don Cosme esta a punto de describir como se fundían la brisa fragante con el espectáculo crepuscular, cuando la sucesión de grados, latitudes y longitudes tuvo la virtud de formar un gran arco en el párpado derecho de la cara de Don Silvestre, que interviene rozando el límite de la descortesía.

- Es imposible Don Cosme. Sin duda alguna usted confunde el nombre o la situación de esa isla. A los 15ºS y 167 E , hay un grupo de islas efectivamente, y la que usted menciona sin duda parece ser la mayor del archipiélago de las Grandes Cícladas descubiertas por Mr. Louid Antonie Bougainville.

- Caballeros, por Dios, - intervino Don Roberto- no puede haber discusión, está fuera de toda duda. Ustedes hablan de Las Nuevas Hébridas Todo el mundo sabe que fueron exploradas por James Coock, es por eso que la Corona Britanica...

La historia de la puesta de sol con la muchacha de mirada dulce como la miel y el sabor romántico de las palabras de Don Cosme, se han desvanecido como por un maleficio. La nube negra de un gurú perverso pulula en el aire a esa hora por la Alameda. Fechas y nombres se esgrimen como razones irrefutables: 1606 D. Pedro Fernández Quirós, 1768.Mr Bougainville, 1773 Mr James Cook.

La lógica del teatro comienza a funcionar de forma inexorable, enturbiando las mentes hasta hace unos momentos preclaras de los tres caballeros. Todos guardan la debida compostura aunque a nadie se le ocurre preguntar por el final de la historia de Don Cosme, que también dispara sus verdades y supuestos derechos incuestionables como lo hace un mosquete contra la batayola del enemigo y éste, a su vez, recibe fuego graneado repleto de verdades también absolutas. Todas incompatibles y lejanas, muy lejanas; y por completo ajenas a aquel trozo de paraíso, donde una tarde, el sol y la brisa se aliaron con una mujer hermosa frente a las aguas turquesas de los mares del sur.

De repente mi mirada perpleja les hace detenerse. El primero en reaccionar es Don Silvestre.

- Le pido disculpas señor Serviola. Caballeros, hoy no debemos dejarnos derrotar por las disputas. Don Cosme, sería tan amable de proseguir con su interesante historia, por favor.

Pero a Don Cosme, su propia excitación que decrece por momentos, no le permite retomar con la misma ternura y sentimiento el hilo de su historia y se limita a concluir de forma insulsa, casi apresurada. Todos parecen comprender y desvían las miradas un poco avergonzados.

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12 Oct 2012 19:29
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Nuevo mensaje 5. Una reflexión sobre la guerra y la razón.
Nos salva la llegada de Don Alejandro. Don Cosme hace las presentaciones. Nuestro recién llegado ronda los cincuenta y más que caminar, parece navegar con la dignidad del buque bien construido aunque maltrecho y maltratado por las tempestades, no del mar, sino de los puertos. Los puertos de la política.

Don Alejandro tiene la mirada melancólica y habla con ligero acento parmesano. Era marino y es hombre de ciencia, tiene los pómulos salientes y aún se mantiene erguido en su delgadez. Con él, la conversación gira en torno a la botánica y la hidrografía; y la armonía reina de nuevo entre el aire fresco de la Alameda. El gurú maléfico ha sido vencido esta vez.

Hablan de Ornitorrinco Ornithorhynchus anatinus uno de los pocos mamíferos venenosos que existen y que se encuentra en los ríos del este de Australia, del Albatros Viajero Diomedea exulans, que acompaña a los buques que navegan al sur del paralelo 40; de la corriente fría que recorre el occidente del continente americano del polo al trópico y es responsable de que existan aguas frías aún en el ecuador y por cuya razón son excelentes para la pesca; de los monzones, de los alisios. Un gozo para la mente, un aliciente para el conocimiento, un regalo para la imaginación.

En muestra de respeto, el tiempo ha permanecido detenido hasta que la campana del Carmen nos saca de latitudes lejanas y nos devuelve a este día donde aún quedan cosas por hacer.

No hay despedida. Una ligera inclinación de cabeza y una mirada de inteligencia son el contacto cálido que por un momento nos une y nos aleja. Ellos prosiguen su conversación y me encamino a la muralla de San Carlos que a estas horas sigue desierta. Desde su baluarte apenas se percibe el susurro de la mar de fondo, residuo ya lejano de último temporal del oeste suroeste, junto a ella, el barrio que le da nombre despereza lentamente.

Algunas casas, las que miran a levante, tienen abiertos los postigos de sus cierros de cristal dando la bienvenida al sol de otoño que ya se muestra dueño y señor de este día de recuerdos y reflexiones.

Al fondo, tras la muralla, junto al cantil del muelle comienza a formarse una variopinta reunión multicolor. Son los marineros que veíamos pasar hace un rato y que ahora están fondeados con mucho porte junto al muelle. Me acerco. Al verme me acogen como uno más entre ellos.

- “¡Eh zerviola, pishaa! no te ze orvíe esí que zoy er Nani der mentiero a nusha jhonra”.

- “Te quirí puí ya. ¿ Jhonra tu...?”

Resuena una voz con el estruendo de un cañón de 18 libras, dirigido directamente a la oreja del Nani.

- “Ira quillo, como que zoy tu compare, que lo má jhonrao ca’sho tu ha zio dejá limpio a la’carta a eze inglé má largo que la prozeción der Corpu”.

Conversaciones entrelazadas, murmullo general, miradas y algún susurro. Por un momento cerca de mí, creí entender algo parecido a:

- “Aló Peter, ¿segá possibleoú encontreur a madame Cagmelá esta tagde en la mugallá como siempgé?

- “Thu conw lo mismow, thodoss los dhias, Martin”

- Aro joé, ¿y que va queré er chavá sinó, quillo?

Apunta el Nani ya recuperado de la andanada penol a penol que le acaba de “largar” su compadre hace unos instantes.

- ¿A cazo no he’mejon ethá pirao por una güena piva y andá rondandola por la muralla, que ethá a piña limpia en er teatro de lo cojhone?” O ethá ziempre mohqueao como lo jibia, que no zaben difrutá de lo que tienen, por musho que tengan. É má, zí má tienen, má jibia zon por que no tiene jhartura. Lo empatan tó con lanvidia y como el perro del hortelano, ni viven ni te dejan viví a ti. Tela pisha.

Todos los que estaban en el corrillo asentían moviendo la cabeza.

Jhon, el larguirucho de Chester se acerca, me saluda tocándose la frente con el puño y un nervioso movimiento de pies que pone de manifiesto su carácter tímido. Lo anima a dirigirse a mí el compañero gordinflón que hace un rato le servía como obenque de babor. Aunque a estas horas ya no hay rastro de la estela etílica. Jhon es un tipo inteligente y sensible, resulta ser carpintero especialista en construcción de cimbras de madera para edificios en construcción.

Me cuenta que un día se quedó sin trabajo, no por que ya no supiera colocar las mejores cimbras debajo de las bóvedas en el castillo de Lord Rowton en Chester, donde trabajaba hacía diez años, sino porque un acuerdo político entre el Duque de Flintshire y Lord Warrinton protector de Lord Rowton, hizo cambiar el suministro de la madera, que ahora ya no procedía de los bosques de Dove Dale en Inglaterra, de donde Jhon se suministraba, sino de los Montes Cámbricos al norte de Gales, donde el Duque de Fintshire empezaba a tener intereses madereros.

Para contentar al reverendo Soulby propietario de los beneficios eclesiásticos de Glossop y primo del propietario de la explotación maderera de Dove dale, Lor Rowton sustituyo a Jhon por el hijo del reverendo que también era carpintero. De esta forma, de la noche a la mañana Jhon se vio sin trabajo, y cuando hubo consumido todos los ahorros que tenía y vendido sus herramientas para comer, tuvo que mendigar en las calles de Chester. Y aún con suerte, pues de haber sobrevivido su joven mujer al parto de su primer hijo el año anterior, hubieran quedado abandonados a su suerte de mendigos. Los tres.

Fue entonces cuando el hambre, lo encaminó hacia aquel pudin de pasas, que tuvo la virtud de convertirlo en marinero de primera a las ordenes de Don Roberto Collinwod.

Razones poderosas de mercado todas ellas naturalmente, pienso. Y me viene la idea de que quizá ese supuesto mercado no es mas que un manual de estilo para guionistas, cuando en las obras de teatro, el fuego de mosquete es sustituido por ofertas, demandas y cuentas de resultados a corto plazo, cortísimo plazo. Corto como la distancia de disparo de un pistolete.

- ¿Sabe una cosa Sr. Serviola?

- Dime Jhon, - respondo y aprecio su expresión tranquila de actor curtido en mil batallas -

- Un día me quitaron el hambre que ellos mismos me habían regalado sin más; y de pronto me vi navegado por todos los mares. He visitado todas las latitudes del planeta. La pluma del guionista me convirtió en marinero y he podido ver muchos pueblos y culturas desde las Maldivas a las Aleutianas, desde Tierra de Fuego a Jutlandia y en todos esos lugares encontré a gente buena y adorable y gente mala y despreciable. En todos esos pueblos sin excepción pude reconocer el amor, la bondad, el odio y la codicia sin límites. Esas y no otras son las verdaderas fronteras entre los hombres.

Por un momento la mirada de Jhon se endurece. No hay rastro de odio en sus ojos, que en cambio irradian a raudales la aplastante serenidad del gaviero que dejó de contar hace muchos años, las veces que subió a las vergas en noches oscuras como la boca de un lobo en medio de olas como montañas.

- Las fronteras y las naciones son a los hombres lo que las jaulas del zoo a los animales libres. – Concluye Jhon con una mueca de afecto-

Me despido. Antes de marcharme me dan algunas cartas que hace muchos, muchos años escribieron a sus novias, sus madres, sus amantes..., cartas que nunca llegaron. Ellos me dicen a coro que hoy se van. Es Jhon el que me habla.

- Quizá un día volvamos a vernos, serviola, quizá el capricho del tiempo nos regale un día con otro guiño y volvamos a vernos.

Se van allí donde hace doscientos años los enviaron los hábiles maestros de esgrimir la razón de estado, que es la razón que tienen los poderosos para mantener el estado de sus privilegios a costa del desprecio por la vida ajena. Faltaría más: Y que en esta ocasión, con la mayor naturalidad, casi por casualidad, escribieron aquella fatídica obra de teatro que un veintiuno de octubre estremeció la costa de Cádiz en el escenario de Trafalgar.

Me encamino a la plaza de Las Flores, a sabiendas de que las cartas nunca llegarán a su destino por mucho que las ponga en el buzón y sin embargo me juro a mí mismo que las meteré con mis propias manos en la boca de los leones aun a costa de quedarme manco de un bocado

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12 Oct 2012 19:30
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Nuevo mensaje 6. Una reflexión sobre la guerra y la razón.
En la calle Plocia.

Al pasar por San Juan de Dios, mi estomago me insinúa que el sol ya debe estar bien alto sobre el Barrio Santa María, y lo está. Decido entonces poner rumbo a la calle Plocia. Allí hay un buen fondeadero para estómagos insatisfechos. La casa de Atxuri, un gaditano que también nació donde le dio la gana, en este caso un poco más al norte.

Tras la puerta de cristales, como siempre hay caras conocidas. Algún saludo, miradas. Antes de enfilar el mostrador una mano en el hombro me hace girar hacia atrás.

- Sr. Serviola. Permítame presentarme, me llamo Vicente soy marino y nací en Cádiz hace ya una enormidad de años. Esta mañana le he visto oteando en el tope, en su puesto de serviola, y sabía que vendría, se puede decir que llevamos esperándole más de dos siglos. Me gustaría que conociera a unos amigos.

La casa de Atxuri es funcional y austera con evocadoras estampas cantábricas en las paredes, un ancho pasillo que hace las veces de comedor repleto de avisados comensales, nos conduce a un reservado tras una cristalera. Allí encuentro sentados a los amigos de Don Vicente.

Parecen muy complacidos y animados. Los caballeros se levantan y Don Vicente inicia las presentaciones. La dama, tiene una centelleante mirada en la que parece desbordarse la inteligencia a raudales, viste un traje de fina seda carmesí con encajes, el talle alto y el escote generoso que no llega a ser excesivo, se llama Rosario. Nombre muy común en esta tierra aunque ella no tenga nada de común. Evidentemente se trata de una mujer excepcional. Pocos días después, entre los viejos libros de mi casa pude conocer su historia.

Desde pequeña mostró una extraordinaria capacidad en todos los ordenes. Conocía los entresijos de los teoremas Euclidianos, era políglota de lenguas vivas y muertas, conocía los clásicos y era asidua a las tertulias académicas que se organizaban en su casa y a otras a las que era invitada entre las muchas que existían entonces en intramuros.

Víctima de una sociedad dominada por los hombres aún en aquel destello de libertad que iluminó a Cádiz, fue relegada a las tareas que sin dejar de ser loables, le impidieron en la practica desarrollar su talento tanto en las ciencias como en la política. Podría haber sido una magnífica regidora de la ciudad, terminó siendo eso precisamente aunque a título honorífico.

Don Sebastián es un caballero atento que se adelanta ofreciéndome su mano firme y a la vez delicada, me dedica unas cálidas palabras de bienvenida y me ruega que a su regreso no me olvide de escribir un día sobre el Caño del Trocadero y su olvidado castillo.

Fue Don Vicente el que me contó mientras Don Sebastián saludaba a un conocido, como a Don Sebastián lo encerraron en el castillo de San Luis junto al Caño del Trocadero por no haber querido rendir batalla ante los ingleses junto a la Isla Trinidad en 1797. Nuestro amigo resolvió hundir sus navíos ante un enemigo mucho más poderoso antes que entregarlos o provocar una carnicería innecesaria.
Una vez más quedaba claro que la razón de estado no está en razón de salvar vidas, aunque fueran vidas de compatriotas, es decir, de los nacidos de la frontera hacia adentro, que con la lógica nacional o nacionalista que viene a ser lo mismo, deben ser vidas mucho más valiosas que la de aquellos que viven de esa misma frontera hacia fuera. Aunque todos sabemos secretamente que con el tiempo, las fronteras van y vienen y que las montañas, los ríos y los campos que nos dan el trigo son los que permanecen en su sitio.

Por último, Don Vicente me presentó a Don José Celestino. Un poco más tarde, en un pequeño receso en la conversación provocado por la ausencia Don José Celestino, que debe levantarse para atender al requerimiento de uno de los presentes en el local, Doña Rosario se dirige a mí en un tono que muestra el gran respeto que profesa por él.

- Fue alumno ejemplar de la primera promoción de médicos y cirujanos, y no tan solo eso, pues a su formación teórica ha unido la sabiduría obtenida con la experiencia clínica en el Hospital de Marina de Cádiz. Y no crea usted Sr. Serviola, además es un estudioso de la Botánica, disciplina en la cual goza de gran respeto y admiración entre sus colegas naturalistas de toda Europa. Aunque su curiosidad científica le llevan aún más allá, pues es un ferviente divulgador de la filosofía Newtoniana, una delicia de hombre, créame.

- Además, hay que añadir su sensibilidad y fino sentido en lo que toca a las cuestiones políticas y sociales. –añade Don Sebastián-

Regresa Don José Celestino. Uno de los pinches del comedor le trae un vaso de agua.

- Disculpen ustedes amigos contertulios, este no era un caso que no pudiera resolverse con unos suaves masajes y la prescripción de un prolongado paseo por la muralla. El resto queda sujeto a la Ley de Boyle y de Mariotte.

Con su regreso prosigue la conversación. Ésta, se plantea en torno a las cuestiones eternas: la libertad, la razón, el conocimiento y los enemigos de todos ellos. De forma natural se da de lado al tono trascendente y la seriedad y profundidad, presentes en todo su esplendor, quedan perfectamente ligadas con atinados comentarios repletos de “guasa gaditana”. Una obra maestra única en materia de conversación esta forma gaditana de conversar; y así; me entero de algunos sucesos recientes acaecidos en la ciudad, de la ida y venida de algunos barcos que clandestinamente cruzan la bahía por la noche y de las ocurrencias del paisanaje al que no se le escapa detalle en relación con la política y los políticos; con la escena y el escenario en definitiva. Nadie pone énfasis excesivo en sus comentarios ni habla ex cátedra como lo suelen hacer los necios o los vanos.

Un camarero se acerca a gran velocidad. Es muy delgado. Pelo negro engominado peinado hacia atrás, delantal blanco hasta las rodillas, el brazo derecho dispuesto a modo de bauprés rematado por una bandeja redonda que parece la cofa de una antigua sobrecebadera repleta de catavinos y una botella negra. Viene con la premura característica de los balandros que no descansan en su llevar y traer mensajes entre los navíos de una escuadra fondeada en bahía. Sirve una copa de amontillado de Jerez a los presentes y vira en redondo. Un compañero suyo mucho más joven se acerca tarareando una coplilla de carnaval, se dispone en facha, enmudece, saluda complacido y reparte sobre la mesa varios platos repletos de fínísimas lonchas de jamón, vuelve a saludar esta vez con una inclinación de cabeza, cía a babor y retoma su coplilla, pone el timón a la vía y se marcha como con viento fresco.

El amontillado agudiza los sentidos y su aroma abraza a los tertulianos tan suavemente como lo hace la bruma matutina de la bahía a los buques allí fondeados al alba. Es Doña Rosario quien rompe la brevísima pausa dirigiéndose a Don Vicente.

- Dígame Don Vicente, ¿cree usted que tendremos nuevo vendaval en los próximos días?

- ¡Ojalá que no señora!, Parece que el tiempo está mejorando, el barómetro ha estado subiendo desde anoche y el viento se está entablando en el estenoreste, un poco de frío si que habrá por la mañana se lo aseguro, sobretodo por la Alameda y San Carlos, aunque a medio día se podrá pasear plácidamente por el Campo del Sur.

- Les aseguro a ustedes que me maravillo de la precisión con que Don Vicente es capaz de predecir el tiempo. – comenta Doña Rosario, dirigiéndose a todos los presentes-

Don Vicente parece reflexionar y lanza un tenue suspiro que esconde una certeza mucho mas honda que la predicción meteorológica.

- ¿Será posible un día, predecir el tiempo meteorológico con precisión matemática?– Pregunta la dama a Don Vicente con verdadero interés -.

- Amiga mía, como usted bien sabe la matemática que llega hasta nosotros ha podido marchar por el camino seguro de una ciencia, y esto a sido así desde los tiempos más remotos que alcanzan la historia de la razón humana. La matemática que conocemos ha sido fruto de los mejores cerebros, de los acertados postulados filosóficos y del necesario sosiego en el que se ha desarrollado hasta este punto. Sin embargo de un tiempo a esta parte parecen agotadas las fuentes de las que se nutren los argumentos filosóficos en relación con la matemática.

- ¿Y cual es la razón de ese agotamiento, Don Vicente? – Pregunta de nuevo Doña Rosario-.

- Sin dula alguna es la sin razón misma, Señora; revestida en este caso de las prisas, las prisas cegadoras, las agotadoras prisas que llevan a la sociedad exactamente a ninguna parte, o mejor dicho a cualquier parte impredecible.
Todos atienden con interés mientras empiezo a comprender lo dañino que puede resultar el hombre cuando de forma obstinada se empeña en autolesionarse basando su desarrollo vital en ganarle tiempo al tiempo de forma estructural y desenfrenada, en lugar de poner manos a la obra dejando que el tiempo transcurra en armonía con la vida y con el trabajo.

Don Vicente es consciente del expectante silencio entorno a sus reflexiones y prosigue:

- La matemática es el motor. Es el cauce de una civilización tan compleja como la nuestra, en realidad de todas las civilizaciones, es por tanto, que una civilización sana, debe procurar ensanchar sin reservas el cauce del que se nutre su conocimiento. El problema surge cuando se establece una batalla contra el tiempo intentando ir más aprisa que lo que admite la propia capacidad vital del ser humano y no se cultivan con el sosiego y los esfuerzos requeridos, los proyectos en los que se sostiene una civilización a largo plazo. Estos proyectos como ustedes pueden comprender no deben estar sometidos al yugo de obtener resultados tangibles a corto plazo.
Don Vicente toma un sorbo infinitesimal de amontillado que agudiza el brillo de sus ojos.

- De hecho, el agotamiento de los recursos naturales que caracterizan el comienzo del siglo XXI, es una consecuencia del abandono al que se encuentran sumidos casi doscientos años atrás, los proyectos de investigación relacionados con las matemáticas, proyectos a largo plazo, que no necesiten presentar resultados concretos a comités financieros habidos por obtener resultados que rentabilizar lo antes posible.

Doña Rosario es una persona instruida y apasionada por la naturaleza; lo mismo disfruta deteniéndose ante el amarillo intenso de una “Pistorina brevifolia” pequeña planta que podemos ver junto a la marisma de Puerto Real, que con los tratados botánicos que le llegan desde Estocolmo y Praga. Su espíritu también sabe enriqueciese con las historias que cuentan los marinos y naturalistas que a la vuelta de sus viajes han de recalar en Cádiz después de haber visitado los mares del sur y los mares al sur del sur.

Además, su extraordinaria capacidad para comprender los entresijos de la nueva matemática, le hace intuir la perfecta armonía existente entre la naturaleza cuando se la observa con atención y la arquitectura que sostiene él calculo diferencial e integral.

- Amigo Don Vicente, no puedo estar más de acuerdo con usted respecto a las matemáticas, y fíjese bien lo que le digo: si las matemáticas son el cauce de la civilización, la fuente que las hace posibles está en la naturaleza, a espaldas de ella, las matemáticas pierden su sentido, pues espaldas de la naturaleza nada tiene vida, y en ausencia de vida nada es comprensible.

Mientras pienso que esta maravillosa mujer es un regalo, un prodigio muy adelantada a su tiempo, es la voz pausada de Don Sebastián la que habla. Su experiencia de marino le hace concebir el paralelismo de la civilización con un buque que navega por aguas desconocidas.

- Una civilización que no mire más allá de lo inmediato es una civilización miope es una civilización en la que sus mejores cerebros estarán enfrascados en obtener resultados tangibles solo a corto plazo. Esto supone irremediablemente navegar con total incertidumbre, pues nadie verdaderamente inteligente y preparado mirará el horizonte. Le pasará lo que le ocurre a un buque cuyos serviolas no tienen catalejos o carecen de la preparación y el sosiego necesario fuera del trajín propio de cubierta.

- ¿Y que le ocurrirá en tal caso a ese buque llamado civilización? – pregunta el propio Don Sebastián -

Dada la naturaleza política que parece ir tomando la conversación, es Don José Celestino quien se siente obligado a intervenir, a la vez que dirige su mirada a Don Vicente y a Don Sebastián en busca de su aprobación, pues por su condición de marinos conocen mejor los entresijos de la navegación y los buques.

- En este caso, el timonel no sabrá por donde vienen los arrecifes o los enemigos y lo más probable es que el buque termine encallando al no haber sido capaz de poner el rumbo según las circunstancias y con el tiempo necesario para realizar la maniobra. Si se trata de un enemigo, un buque sin serviolas siempre quedará a sotavento por bueno que sea su capitán.

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12 Oct 2012 19:32
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Nuevo mensaje 7. Una reflexión sobre la guerra y la razón.
Por primera vez me atrevo a preguntar, y aunque me doy perfecta cuenta de la categoría intelectual que hay entorno a la mesa. Me atrevo, porque me siento a gusto e identificado con el ambiente y por las miradas que me incitan a compartir públicamente mis pensamientos.

- ¿Es acertado plantearse la conducta del hombre y el entendimiento de la naturaleza a través de estructuras matemáticas?, o ¿Acaso la matemática no es más que una herramienta semejante a una carta de navegación que representa un perfil de costa?, Siendo como todos sabemos, la propia costa una cosa muy diferente a la carta...

Don Vicente recibe de la mano de Don José Celestino la botella de Jerez que ya media y la acerca a mi catavino que rellena a su justa medida, a su vez, me pasa el testigo y repito la misma operación con Don Sebastián. Don Vicente espera a que todas las copas estén llenas y con una cálida mirada se dirige a mí a la vez que a todos.

- Esa es una cuestión muy bien traída desde el siglo del que usted vive Sr. Serviola, usted percibe claramente que el mapa no es el territorio, y a sí lo expone. Aunque lo que en realidad ocurre es que usted está estableciendo una correlación entre un mapa del siglo XVIII y la matemática que lo hizo posible, y sin embargo, esa misma matemática en esencia puede ser utilizada como herramienta para comprender los fundamentos de un moderno navegador GPS. Quiero decirle que esta civilización situada en el siglo XXI aún se surte de las fuentes de conocimiento de hace casi doscientos años, como por otra parte es lógico. Ese se puede considerar el largo plazo. La cuestión está en que en los últimos 150 años no hubo avances en las ciencias de la matemática, ni un solo avance de calado amigo mío. Los serviolas desde entonces están en cubierta.

Las palabras de Don Vicente resonaron durante algún tiempo en mi mente. Una tarde muy fría de invierno, mientras un sol enorme y dorado se hundía bajo la nítida línea del horizonte, la curiosidad me hizo bucear entre los libros y empecé a relacionar fechas y nombres, y aquellos matemáticos eminentes que recordaba de mi época de estudiante volvieron a mí.

¿Cómo no había caído en la cuenta?. Allí estaban todos, entorno al siglo XVIII: Isaac Newton, que desarrolló en 1666 el cálculo diferencial o método de las fluxiones, un método que situó a las matemáticas por encima del nivel de la geometría griega; Wilhelm von Leibniz que llegó al mismo resultado que Newton casi al mismo tiempo, Gaspard Monge que vivió entre 1746 y 1818 y es el inventor de la geometría descriptiva; Leonhard Euler, que en 1748 realizó el primer tratamiento analítico completo del álgebra, la teoría de ecuaciones, la trigonometría y la geometría analítica y que trató el desarrollo de series de funciones; Joseph Louis Lagrange que descubrió el cálculo de variaciones, y sistematizó el campo de las ecuaciones diferenciales; Joseph Fourier que desarrolló por primera vez unas series trigonométricas, las series de Fourier y que fueron empleadas en el estudio de la Teoría del Calor, etc. .
Filosofía, matemáticas, física, ingeniería y tecnología. Una compleja cadena que únicamente tiene sentido cuando es visualizada a largo plazo, en una sociedad, donde unos individuos quedan influenciados por otros, donde los frutos de unos son recogidos por otros y donde es imposible obtener resultados inmediatos.

Don Vicente prosigue:

- Las matemáticas son a la civilización lo que el catalejo al serviola. El serviola además de utilizar el catalejo también ha de saber interpretar lo que sucede allí a lo lejos en el horizonte y a veces más cerca, y debe saber que bajo una determinada disposición de nubes se encuentra una isla, o que una bandada de pájaros arremolinados puede señalar un escondido arrecife submarino. La textura del mar, los hileros de corriente y un sin fin de manifestaciones son señales que el serviola debe interpretar convenientemente, pues es posible que el salvamento del buque dependa de ello. El serviola ha de estar atento para saber leer y obedecer a la naturaleza. Y sin duda toda esa información será mucho más sencilla de analizar si se puede acercar la imagen a través de un buen catalejo.

- ¿Esta usted sugiriendo que hemos navegado sin serviolas durante todo este tiempo?

La pregunta me salió del alma y en cierta forma debo reconocer que deseaba secretamente obtener una respuesta negativa pues una respuesta afirmativa significaría admitir que nos encontrábamos navegando en un buque llamado “Civilización Occidental” por un mar desconocido, sin visibilidad y a toda velocidad. Sería admitir una locura...

Todos miramos a Don Vicente, que responde con la voz muy pausada.

- Hace mas o menos dos siglos tuvieron lugar las primeras manifestaciones técnicas verdaderamente revolucionarias desde la rueda hidráulica. Algunos le llaman Primera Revolución Industrial. Sea como fuere, más por la avaricia y ambición desmedidas o por ceguera de los denominados hombres de negocios, (como si en la especie humana tuviera cabida clasificación alguna) que a los serviolas los hicieron bajar a cubierta para presentarles la siguiente alternativa: halar de brazas y escotas de aquí en adelante o desembarcar en el primer puerto. Con ello nuestros inteligentes guionistas únicamente pretendían abaratar costes a corto plazo: la comida, el agua para beber, el espacio ocupado en el sollao, ya se sabe... Solo les interesaba el número de nudos que marcaba la corredera al final de cada guardia y el número de velas dispuestas en la jarcia. La carrera por consumir el tiempo a tragantadas había comenzado.

- Así la investigación pura en torno a la matemática, fue quedando relegada a los puestos segundones en la escala del prestigio social desde el momento en que se consideró que mirar al horizonte no incrementaba la velocidad del buque.

Esta reflexión me hace recordar el modo de vida frenético y dominante en muchas ciudades del “primer mundo” donde todo discurre a enorme velocidad y donde los primeros en no ser tenidos en cuenta son los seres humanos que allí viven precisamente. Correr es el falso objetivo sustituto bastardo de vivir.

Al salir de mis pensamientos veo como por primera vez se palpa un silencio incomodo en la reunión y es que en el fondo, se está planteando el fracaso de un modo de vida basado casi exclusivamente en el desarrollo tecnológico, casi tan exclusivamente que todos los esfuerzos parecen haberse enfocado en hacer crecer la economía. Crecer y crecer cada vez más y más rápido. Sin limites. Crecer sin límite en un mundo lleno de límites, incluidos los matemáticos.

Se hacen notar los sonidos procedentes de la barra y el murmullo del bar. Don Sebastián rompe el embarazoso silencio ofreciendo una copa a Don Vicente que este acepta con una sonrisa y es de nuevo Doña Rosario la que atina en el comentario:

- Los hombres se deleitaban con el trabajo, y el mismísimo demonio muerto de envidia, urdió y urdió hasta inventar las prisas. Aunque en este caso, se trata de un demonio muy selectivo, pues las prisas son delicadamente reservadas para los actores de la obra y para el público, que debe correr de aquí para allá al son subliminal de las gacetillas o al paso que les marca el reloj de sus fabricas y así poder ganar el dinero suficiente con el que pagar su entrada en el teatro.

Las palabras de Doña Rosario reverdecen en mi algunas situaciones vívidas en mis largos años de experiencias fabriles desde que era casi un niño hasta ahora y entonces empiezan a aflorar los recuerdos y sucederse imágenes y situaciones vividas en primera persona...

Estoy a punto de contar algunas de esas experiencias, aunque al final me reprimo pues en este caso los ejemplos no añadirían nada sustancial a la cuestión y es por ello que trato de ensayar una reflexión que plasme o de sentido a mis pensamientos.

- Desgraciadamente se tiene asumida como una verdad universal un error de concepto: se supone que existe una relación inversamente proporcional entre el valor del trabajo y el tiempo en que este se realiza. De hecho la persistencia en este error ha llagando a convertir el concepto de calidad en algo subjetivo, en algo falso. Lo más alejado del sentido trascendente que tenían los ingenieros romanos o los canteros medievales cuando realizaban sus obras.

Don José Celestino parece salir de un estado meditabundo: su brazo izquierdo permanece casi en jarras sobre la pierna, el codo derecho sobre el filo la mesa y el mentón ligeramente apoyado sobre los nudillos, mantiene la cabeza erguida y su rostro se muestra tranquilo y apacible. Tras alisarse la ceja muy despacio con el dedo índice retoma la conversación en el punto que le preocupa, punto del que acaba de salir en sus pensamientos:

- Pero en realidad los individuos civiles no están sujetos a las estrictas ordenanzas que rigen en el mar para el gobierno de un buque. Un serviola no sujeto a la disciplina naval tiene derecho a exigir permanecer en el tope y no ser bajado a cubierta, ¿no creen ustedes?

La respuesta a la pregunta ha de quedar en el aire pues llega hasta nosotros un personaje curioso. Todos lo conocemos más que de sobra. No me pregunten por que es conocido como “El Macarty”, eso no tiene ninguna importancia. La mirada más guasona del universo en su estado más puro y natural llega hasta nosotros. Un privilegio. “Se quea der tirón con el cante delo callí pasa” y está el tiempo justo “pa no da la murga” saludar con sumo respeto y dignidad y sacarnos unos cuartos “pa la chirigota, que’hte año va ze un pelotaso pa matase”. Se marcha tocándose un inexistente sombrero y a otra cosa mariposa.

- Ojalá que todas las matanzas de aquí en el futuro sean como las que están rondando en la cabeza del Macarty y sus colegas, - comenta Don José Celestino. Dando la palabra a Doña Rosario que se muestra su interés por intervenir -.

- Ese es otro aspecto crucial de la cuestión. La libertad y la mayoría de edad para ejercerla. La voluntad de los individuos. La ilustración señores. El pensamiento de Kant en el siglo XXI tiene aún más vigencia que cuando fue escrito por primera vez.

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12 Oct 2012 19:33
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Nuevo mensaje 8. Una reflexión sobre la guerra y la razón.
Don Sebastián ha tenido tiempo más que suficiente de leer los escritos de Inmanuel Kant en su prisión injusta en los castillos de San Luis y San Sebastián; estos escritos se los traía secretamente de vez en cuando el criado de un pariente suyo, envueltos en ropa y comida. Por esta razón se adelanta:

- La ilustración es la puerta que se abre individualmente ante el hombre que accede a la mayoría de edad. La minoría de edad por tanto es la incapacidad de servirse del propio entendimiento para conducirse por la vida sin la dirección de otro. Uno mismo es responsable de esta minoría de edad cuando la causa de ella no yace en un defecto del entendimiento, sino en la falta de decisión y ánimo para servirse con independencia de él, ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! He aquí el concepto mismo de la ilustración.

Pienso que estoy realmente encantado, mis sentidos trabajan con plena intensidad y no tengo ni rastro de muestras de cansancio. Entonces me atrevo a intervenir.

- Que verdad es esa que usted dice, aunque no lo es menos que el animo y la decisión para conducirse con independencia pueden estar y de hecho lo están, condicionados en la mayor parte de las veces por una variable si no nueva si muy acrecentada después de los últimos doscientos años. Se trata de la presión mediatica.
Créame que estoy impaciente por conocer la naturaleza de esa presión, - comenta Don José Celestino -.

- Se trata de la letal presión que sobre el entendimiento y la voluntad de algunas personas, ¡muchas créame!, ejercen los “medios” los medios de comunicación que reparten sutilezas subliminales e incluso burdos mensajes, en mayor cantidad que metralla se repartió en Trafalgar, y en Trafalgar la batalla naval más grande de la historia, se luchaba penol a penol y apenas duró unas horas. En este caso sucede a todas las horas de todos los días y en todos los lugares de la vida de un individuo.

Se produce un breve silencio que me resulta eterno. Escruto las miradas y los gestos de los presentes con la avidez y velocidad del que necesita una señal.

Es el camarero delgado de pelo negro y su compañero los que producen el sosiego necesario a mi estado de ánimo. Aparecen esta vez con menos velamen desplegado y disponen en el centro de la mesa una extensa muestra gastronómica de las que se recuerdan con anhelo indescriptible cuando el sol abrasador de las Fiji o el frío intenso de las Malvinas son los amos y señores de la cubierta.
Cazón en adobo o “Bienmesabe”, como gusta decir en la Isla de León, Puntillitas fritas en aceite de Algodonales, Urta a la roteña traída del Bajío de las Puercas esta misma mañana, “Papas aliñás” de la huerta de Conil, Riñones de cerdo al Jerez aún humeantes – lo riñone no’pheran, dice el más avispado de los camareros- y dos botellas de Manzanilla de Sanlucar, ni muy fría ni natural. En su punto.

Cada uno se sirve al gusto. Las copas de “Amontillao” de Jerez no se retiran, “El amontillao, niño, le hace el cuerpo a la manzanilla, quentonce ze namora de la copa y zuerta toa la sencia” eso me dijo no hace mucho tiempo un camarero amigo, en un bar cercano a mi casa; que por cierto, tiene en la pared la recreación de una gran carta de navegación hecha sobre cristal, donde se ve la ruta que hizo de Cádiz la ciudad más americana de Europa. El Español.

La conversación retorna.

- Siento discrepar con usted Sr. Serviola. La pereza y la cobardía son los verdaderos medios letales que hacen del hombre un esclavo, estos miedos interiores y no los externos son los responsables de la minoría de edad. Por eso les resulta muy fácil a los guionistas erigirse en tutores. ¡Es tan cómodo ser menor de edad! Si tengo un libro que piensa por mí, un clérigo que reemplaza mi conciencia moral, un médico que juzga acerca de mi dieta, y así sucesivamente, no necesitaré del propio esfuerzo. Con sólo poder pagar, no tengo necesidad de pensar: otro tomará mi puesto en tan fastidiosa tarea.

Eso es precisamente lo que potencian los miedos externos. De esa debilidad se nutren, a esa debilidad se dirigen y acrecientan. Es posible que sean las dos caras de la misma moneda Don Sebastián – Responde Doña Rosario –

- Verán ustedes –prosigue Doña Rosario - Se difunde la idea de que puede resultar inconveniente discrepar de lo previamente establecido aún en la debida forma y con razonamientos bien estructurados, y por tanto, una mayoría de hombres tienen por muy peligroso el paso a la mayoría de edad. El ejercicio de pensar. Los guionistas o tutores ya se han cuidado muy amablemente de tomar sobre sí semejante trabajo. Estos tutores después de haber amaestrado a sus borregos con forma de personas de modo que se comporten como pacíficas criaturas, quedarán seguros que en su rebaño nadie ha de dar un solo paso fuera de las andaderas que están marcadas. Naturalmente previamente les mostraron el riesgo que las amenaza si intentan marchar solas. Y así aparece el arma más letal de todas. El miedo, el miedo instituido, el miedo institucional.

Me siento verdaderamente encandilado por la personalidad de Doña Rosario, es maravilloso comprobar como se pueden aliar con tanta intensidad la inteligencia y la belleza en un mismo ser y dar como resultado una criatura verdaderamente irresistible. Quizá su presencia me inspira y me inhibe de mi natural timidez de forma que me sorprendo añadiendo:

- Efectivamente son hábiles fabricantes de miedo, de miedo servido masivamente a las horas de mayor audiencia. Miedo a la carta, miedo de baja y de alta intensidad y siempre al servicio del guionista: guerras, terrorismos, enfermedades, peligros naturales, miedo a quedarse sin trabajo, hasta el frío del invierno y el calor del verano pueden servir para proporcionar la debida dosis de miedo colectivo.

- A cambio se les ofrecerán seguridades, naturalmente tan falsas como el propio miedo que combaten. Falsas seguridades que se administrarán como antídotos antes que el miedo se convierta en pánico sin pretenderlo. El pánico en el patio de butacas es muy peligroso a no ser que se quiera quemar la sala, que también ocurre. – Concluye Doña Rosario dirigiéndome una mirada de proximidad cómplice que llega a hacer brotar en mí, una vaga idea sexual, que trato de sofocar sin que me delate la expresión de mis ojos.

La razón. La razón es el arma que deshace esos fantasmas. La razón como emblema supremo de la ilustración. Debemos retomar la bandera de la ilustración y extenderla a los confines de la tierra, ¿Qué lucha habrá que emprender para vencer a los guionistas?

¿Cómo y dónde comenzarla?

El intenso olor a café recién preparado me saca de las meditaciones mientras en la mesa se está disponiendo una gran cafetera de porcelana blanca de Macao con motivos orientales en tonos rosa palo. Hace unos momentos los platos fueron retirados por el moreno y su compañero y en su lugar ya han dispuesto pequeñas tazas de café a juego con la cafetera en perfecta alineación.

Transcurre la sobremesa de forma plácida entorno a los sucesos locales: La bohemia de la ciudad, el levante, la corporación municipal que ha inaugurado ya siete veces (antes de empezar las obras y aún sin proyecto) la ruta del paso por Estrecho de Puntales a la altura del Bajo de La Cabezuela; de los astilleros, de los políticos que nos visitan sin enterarse de nada.

Al hilo de esto, Don Sebastián al que le gusta pasear temprano por la “Plaza del Pescao” cuenta el revuelo de esta mañana:

- No encuentro otra definición más exacta que la de “carajhote.” Esta mañana en la Plaza, se acercan al puesto del Selu con muchas cámaras y micrófonos. Delante de ellas, y rodeado de profusión de estómagos agradecidos, el personaje que va a ser protagonista en del telediario de las tres. El Selu, más rápido de reflejos y que tiene a su cuñado en el paro, se adelanta: “Illoo, a ve zi tá al likindoy con Cai ya chone, que ta güeno toa la tele pa ti, ca quí astilleros no ce cierra pisha ”. El visitante y político protagonista del telediario de las tres, al ser cogido de improviso tarda una fracción de segundo en reaccionar, una eternidad para las miradas de los finos gaditanos que le hacen en esos momentos la más exacta radiografía que imaginar pudo el visitante de la Plaza.

Éste no sabe que cara poner y entonces de forma natural le sale la estampa de lo que lleva dentro. Casi nada. “el carahote”. Aún así, la gente le da la mano y se muestra cortes ante sus estúpidas preguntas.

La sobremesa acaba. Hoy al ser un día tan especial el almuerzo queda a cuenta de Atxuri. Despedida pausada y franco agradecimiento, sin duda habrá más ocasiones en las que saborear la buena mesa de Atxuri.

Al salir a la calle comprobamos como el color dorado de la luz cálida de la tarde se señorea en el ambiente. Si el otoño llena de contrastes los campos de Castilla y hace de la madurez en la naturaleza una expresión exuberante de paz y sosiego, en la ciudad de Cádiz ese mismo sol tampoco cae en saco roto, pues allí están para recibirlo las formas neoclásicas y la elegancia hecha arquitectura: El paseo sosegado por las calles de Cádiz mostrará sin esfuerzo la finura y la armonía elevada a su máxima expresión y todo ello en complicidad con la luz para deleite de los paseantes que sepan ver cuando miran.

Los tres caballeros se adelantan, aún deben ir a la Plaza de la Catedral para despedirse de Don Federico, probablemente se encontrarán allí con el resto de sus compañeros. Doña Rosario y yo caminamos mas despacio, hemos decidido no intervenir en las cosas de los marinos. Hoy para ellos es un día en el que afloran especiales sensibilidades.

En el último momento Don Vicente me susurra al oído:

- No se olvide usted Sr. Serviola de escribir sobre el Castillo de San Luis y El Caño de El Trocadero.

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12 Oct 2012 19:34
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Nuevo mensaje 9. Una reflexión sobre la guerra y la razón.
Al comenzar nuestro sosegado paseo desde Plocia a Topete donde depositaremos las cartas de los marineros, es Doña Rosario la que se adelanta y me habla de Don Vicente:

- Es un extraordinario científico, su verdadera vocación son las matemáticas y la astronomía, aunque naturalmente necesita de la paga de marino. No digo yo que le falte vocación de marino, lo es y de los de más mérito, aunque si de verdad tuviéramos dirigentes a la altura de las circunstancias Don Vicente se podría ganar la vida como un sabio que es, trabajando en aquello para lo que está dotado de forma excepcional. La ciencia. En cierta forma él es el primer serviola bajado a cubierta. A pesar de eso, cartografió toda la costa de España y llegó a ser Director del Real Observatorio Astronómico, por lo que aún no se desaprovecho toda su capacidad y sabiduría.

Dejamos las cartas y los leones no despertaron de su bronceada quietud. La Calle Sacramento coronada por la Torre Tavira aparecía desierta y llena de contraluces. Solo el graznido de las gaviotas rompía el silencio por encima de las azoteas y al llegar al viejo Hospital de Marina hoy Facultad de Medicina, Doña Rosario no pudo evitar detenerse y lanzar un pequeño suspiro.

- Cuantas cosas han cambiado, para no cambiar nada en sustancia desde entonces...
Quiero responder algo elocuente a ese esbozo de lamento cuando aparece por la Calle Chile junto a la Escuela de Ingeniería, un viejo conocido de esta mañana. Se trata de Jhon que anda un poco perdido buscando La Caleta.

- Buenas tardes Jhon, ¡me alegro de verle!.
Hago una breve presentación y para mi sorpresa Jhon se comporta con exquisita naturalidad y Doña Rosario le da la bienvenida en perfecto ingles. Hay química y eso me complace, ahora somos tres rumbo a la Caleta.

No voy a describir aquí el espectáculo que nos recibió en la balaustrada junto a la playa, eso lo dejo para plumas más autorizadas, pues no fue el paisaje, ni la luz, ni el mar ni el intenso olor a marea baja. Todo eso fue nada en realidad comparado con la magia que emanaba de nosotros y hacia nosotros. Esa magia se convirtió en paz, la paz en sueño y del sueño desperté al ocaso de un veintidós de octubre con la mente lucida y la certeza de haber vivido la realidad de todo lo que aquí está escrito.

Durante los siguientes días me dediqué a pasear por las calles de Cádiz y a hojear mis viejos y amados libros, reflexioné sobre el teatro y sus protagonistas. Esos actores mal pagados, y esos espectadores que lo ignoran casi todo.

Espectadores que no son más que números de una fabrica, que cuando son jóvenes permanecen constantemente amenazados con quedarse sin trabajo, bombardeados a diario por los poderosos medios de comunicación ¿Comunicación?, Llevados y traídos. Atónitos y amenazados por la espada del miedo que les ataca por babor y por estribor.

Números que finalmente terminan olvidados en aparcamientos para viejos cuando ya exhaustos, no resultan útiles a la Compañía, ya que a sus hijos como a ellos mismos en su día, solo les queda tiempo para trabajar sin tregua, gastar sin tregua, sin parar, sin parar y sin saber donde van. Eso sí, sin tregua. Porque el que descansa le puede dar por el gravísimo vicio de pensar y eso es muy peligroso para los guionistas, los dueños del teatro, el mercado, la Compañía... y tal y tal ¡faltaría más!

Personas numeradas que pagan en su salud un alto precio por respirar el aire emponzoñado de todos los días, mientras comen alimentos de diseño cuyas etiquetas ocultan lo que contienen, que tardan una vida; su vida, en pagar unas casas hacinadas y mal construidas cuando no situadas en zonas que se inundan si llueve, acechados por los impuestos y que con un poco de mala suerte mueren sin saber por qué o por quien, cuando lo único que han querido siempre es vivir, vivir con dignidad, vivir como ciudadanos libres. Vivir en paz.

Cádiz, en un frío día del invierno, que llegó tras el otoño en el que muchos más que en otros años, convergieron para recordar el escenario de Trafalgar.


Una carta en el buzón.
Aquel día 22 no pasó desapercibido para algunos, y menos aún a la fineza de los gaditanos que se dieron cita en la calle Plocia. Tanto es así, que faltando aún varias semanas para El Carnaval, recibí una coplilla anónima acompañada de la siguiente nota:


Estimado Sr. Serviola:
Soy un anónimo gaditano que tuve la fortuna de ser destinatario de un hermoso regalo. Un regalo del tiempo y de la magia reunidas una tarde en la calle Plocia. Allí aprendí algunas cosas importantes; y en gratitud, es un placer para mí, que sea usted el primero en conocer esta coplilla, que será canturreada en el próximo carnaval por las esquinas de Cádiz. Naturalmente por una Charanga Ilegal.


.
Siempre suyo:
Nos vemos en la plaza.

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12 Oct 2012 19:36
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Nuevo mensaje 10. Una reflexión sobre la guerra y la razón
Lo que no cuenta la historia
lo que la historia ocultó
que el bobo de Carlos IV
tan fresco que se quedó

Cuando el Corso displicente
desde París ordenó:
¡que mueran los inocentes
que a Trafalgar mando yo..!.

Da igual que sean Españoles
da igual que sean de la Albión
o Franceses, ¡que caramba!
que es lo mismo, digo yo

Al bobo de Carlos IV
de cacería le pilló
aburrido y timorato
bien poco que le importó

Que para despreciar vidas
la vida ajena es genial
que yo soy rey y eso basta
y !que sufran los demás¡

ESTRIBILLO
Que a Trafalgar, que a Tafalgar
“te va í” con tu hermana
con “toas tus casta”
y no vuelvas mas más

El rey “Jorgito” en su Támesis
tampoco era especial
pues era otro carnicero
de la plebe, claro está.

Los tres son la misma cosa
los tres al mismo cajón
marchen con su inteligencia
o con cuernos de cabrón

Que al bobo con María Luisa
el Godoy se la pegó
y al francés con mucha guasa
medio París lo arboló

Y no me digan ustedes
que Jorgito se libro
que hijo de Gran Bretaña
con el “venaso” cargó.

Luchan por sus privilegios
a costa de los demás
se esconden tras los colores
de una enseña nacional


Y les importa un comino
ni mucho menos ni más
que ya los historiadores
bien bonitos los pondrán

Y así se escribe la historia
la historia que no pasó
pues la historia verdadera
a nadie le interesó

ESTRIBILLO
Que a Trafalgar, que a Tafalgar
“te va í” con tu hermana
con “toas tus casta”
y no vuelvas mas más

Y es que el infierno señores
de la guerra es su señor
y el diablo toma nombre
de rey o de emperador

Que se lo digan a “Cai”
que fue la que lo sufrió
y que a Ingleses y franceses
bien pronto que socorrió

La historia que no escribieron
no se nos puede olvidar
y a nuestros tres “desalmaos” (guionistas)
al carajo hay que mandar

Que yo me “queo” con la gente
que sabe vivir en PAZ
que es la nación verdadera
y la autentica verdad.
ESTRIBILLO
Que a Trafalgar, que a Tafalgar...


Nota final:
Algunos de los personajes históricos protagonistas de este pequeño cuento, jalonan las calles de Cádiz con sus nombres, y ellos mismos, son parte de la historia viva de la ciudad. Ciudad en la que un día no muy lejano, prendió con fuerza imperturbable un anhelo: la libertad. Siendo desde entonces la característica más importante de Ser gaditano. Gaditano es a libertad como Cádiz es al mar, ya que desde el mar proviene su nacimiento y la vida sin libertad no es más sórdido un anticipo de la muerte.
Las conversaciones en la Alameda y la calle Plocia, son una licencia respetuosa que este aprendiz de contar cosas, pone en boca de tan dignos personajes, en la seguridad que, hacen honor a sus vidas y sus anhelos.
Las citas de Kant provienen de sus dos criticas: la del juicio y la de la razón pura. Los comentarios entrelazados con las reflexiones de Kant, son una reivindicación de su filosofía, precisamente en este comienzo del siglo XXI, donde tanta razón es necesario recuperar

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12 Oct 2012 19:40
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Nuevo mensaje Re: Una reflexión sobre la guerra y la razón
Amigo Manuel:

Genial, de verdad ap-s1 ap-s1 ap-s2 ap-s2 . Más, por favor.

Un abrazo,

Juan de Carranza

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Comandante de la división de cañoneros surta en el puerto de Cienfuegos, con insignia en el cañonero: Diego Velázquez R. O. del 19 de febrero de 2015.
Educad a vuestros hijos en sentimientos de devoción al deber, fe ciega en la disciplina y amor entusiasta por la Patria.-
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13 Oct 2012 11:27
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Nuevo mensaje Re: Una reflexión sobre la guerra y la razón
Gracias amigo Santi, espero que nos veamos un día disfrutando de unas tapas y un buen paseo por los rincones gaditanos que aparecen en el cuento.
Manuel

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13 Oct 2012 11:29
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Nuevo mensaje Re: Una reflexión sobre la guerra y la razón
¡¡ Cuenta con ello !!

Un abrazo,

Juan de Carranza, alter ego, de Santi

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13 Oct 2012 12:33
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Nuevo mensaje Re: Una reflexión sobre la guerra y la razón
Bueno amigo Manuel, si pide la opinión....

<Entre arrecifes caminas>, pues o navegamos o caminamos, y desde luego es bastante doloroso caminar en arrecifes si uno no tiene sus pies lo suficientemente protegidos. Creo que es mejor navegar aún dejando la quilla.


Será por la edad, pero leer todo lo que ha colgado, lo encuentro muy <enfarragoso>, tenga en cuenta, que todo lo que se ha de leer en una pantalla y con ese tipo de letra resulta muy dificultoso, le sugiero que de más puntos y apartes para facilitar la lectura, yo no he podido pasar del cuarto párrafo, en un libro puede que quede bien pero en la red y según como andemos de la vista......


Si consigue lograr eso, lo podre leer y dar mi opinión, como lector y profesional como marino, detectando formas o giros en las cuestiones náuticas.


Un saludo

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Nunc Mínerva, postea palas (Primero la sabiduría, después la guerra),
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13 Oct 2012 14:00
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Nuevo mensaje Re: Una reflexión sobre la guerra y la razón
Gracias por sus aportaciones Sotacomitre:

Créame si le digo con franqueza que las valoro en mucho.
Es verdad que la letra, la pantalla y la vista -también la mía- amen del estilo de este aprendiz de contar cosas, pueden resultar un hándicap para el lector. Me sucede a mí con otros escritos, aunque lo hecho, escrito está.

Además soy consciente que no resulta una lectura fácil: el tema elegido, el enfoque y tal vez el atrevimiento de rondar a la filosofía…

Por último, he de confesarle una cosa sobre el pequeño poema del navegante. También pienso que navegar para el marino, es mucho mejor que caminar, sobre todo porque es en tierra adentro donde se esconden los arrecifes más oscuros. Como pudiera comprobar en sus propias carnes, uno de los protagonistas del cuento: Alexandro Malaspina.

Hubo un mensaje con el que me comprometí a la hora de concebir el poema: navegar, caminar, vivir a fin de cuentas, usando la cabeza hasta donde cada uno tenga luces para hacerlo. Dándolo todo, aunque a veces pueda resultar peligroso.

Como no estar de acuerdo en que otras plumas más autorizadas hubieran encontrado la palabra literaria exacta. Por el momento, ruego una pizca de indulgencia para ese “caminar” alegórico que a muchos nos puede resultar reconfortante como imagen de que el camino de la vida, más que ninguna otra cosa, merece la pena.

¡Naveguemos y caminemos pues!
Un afectuoso saludo.

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13 Oct 2012 20:36
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Nuevo mensaje Re: Una reflexión sobre la guerra y la razón
'

Y con los cruceros actuales por sus grandes dimensiones, se pude perfectamente caminar sobre las aguas, mientras el buque navega.


Un cordial saludo.
.

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Si ignoras lo que pasó antes de que nacieras, siempre serás un niño. Marco Tulio Cicerón.


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13 Oct 2012 20:59
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Nuevo mensaje Re: Una reflexión sobre la guerra y la razón
¡Vale, vale, no lo ví con ojos de poeta, por eso me choco, lo de caminar sobre los arrecifes, pido disculpas.

Saludos

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13 Oct 2012 21:12
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Nuevo mensaje Re: Una reflexión sobre la guerra y la razón
No eran necesarias las disculpas, en todo caso, gracias nuevamente por hacerme llegar tu opinión.
Vaya desde El Puerto un fraternal y cariñoso abrazo.
Manuel.

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14 Oct 2012 11:54
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Traducción al español por Huan Manwë para phpbb-es.com