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 Otto Kretschmer 
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Capitán de Navío
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Nuevo mensaje Otto Kretschmer
Nunca tuvo la fama ni el reconocimiento público de Prien, Lüth, Brandi o Schultze. Sin embargo, es considerado por muchos como el más mortífero y el mejor de aquella generación de ases alemanes, comandantes de submarinos.

Su lema era:"Un torpedo, un barco; doce torpedos, doce barcos"




"Podemos ganar o perder una batalla, triunfar o fracasar en una empresa, ocupar o ceder posiciones, pero del dominio que ejerzamos sobre las rutas oceánicas y sobre la libre aproximación y entrada a nuestros puertos dependerá que podamos librar una guerra, o hasta que conservemos la vida... Lo único que llegó a asustarme durante la guerra fue el peligro de los submarinos alemanes."

La Segunda Guerra Mundial,
SIR WINSTON CHURCHILL




Muchos consideramos a este bravo y magnífico comandante de submarinos alemán como el máximo exponente de este arma. No en vano, fue quien tuvo el récord de toneladas enemigas hundidas.




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Comandante del navío: Nuestra Señora de Begoña R. O. del 6 de abril de 2010.

Nuestra mayor gloria no está en no caer nunca, sino en levantarnos cada vez que caemos (Confucio).

No preguntes lo que tu país puede hacer por ti; pregunta lo que tú puedes hacer por tu país (John F. Kennedy).

Si llegas a saber que mi navío ha sido hecho prisionero, di que he muerto (Brigadier Cosme Damián Churruca y Elorza).


21 May 2010 16:07
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Capitán de Navío
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Nuevo mensaje Re: Otto Kretschmer
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A continuación transcribo literalmente el prólogo que el Almirante sir George Creasy, G. C. B., C.B.E., D.S.O., M.V.O., hizo del libro "La Herradura Dorada", de Terence Robertson.


Este libro trata fundamentalmente de las hazañas de un oficial alemán de submarinos, el capitán de navio Kretschmer, desde que estalló la guerra hasta marzo de 1941, mes en que fue hundido el U-99. Considero a Kretschmer el comandante de submarinos más idóneo y capaz que produjo Alemania; surgido en momentos en que nuestras defensas iban cobrando lenta forma y todavía no habían salido de su lastimosa mediocridad, Kretschmer fue el hombre que ocasionó mayores y más dolorosas pérdidas a la navegación aliada, siendo indudable que la destrucción de su buque y su propia captura, acaecidas simultáneamente con la desaparición de Prien y Schepke, significó un golpe de muerte para el Comando de Submarinos de la Marina alemana. Para nosotros fue un rutilante rayo de esperanza cuando todo era sombrío en la Batalla del Atlántico.
Como si fuera hoy, recuerdo haber reconstruido uno de sus primeros ataques contra convoyes aliados. En ese entonces la mayoría de la gente concebía a los submarinos atacando según métodos ortodoxos, sumergido a profundidad de periscopio. Personalmente yo había llegado a la conclusión de que estábamos frente a ataques efectuados con el submarino en superficie, confiado en que su tamaño reducido era una especie de seguro contra posibles avistajes. Pero las distintas horas en que habían hecho impacto los torpedos, la posición de los blancos en las filas de cada convoy me dijeron a las claras que Kretschmer no se había limitado a mantener a su buque en superficie, sino que además había llegado al extremo de cruzar el convoy en diagonal.
Esto era algo nuevo. Y sin embargo, tampoco puedo olvidar que, después de mucho pensarlo, llegué a la conclusión de que la maniobra era demasiado arriesgada como para no habérsela ejecutado por accidente o error. Esta obra demuestra que, por el contrario, se trataba de una táctica deliberada, planeada cuidadosamente y ejecutada con brillantez.
Felizmente en este sentido Kretschmer tuvo pocos imitadores, aun cuando para nuestro infortunio su obra, como la de Prien y Schepke, perduró hasta mucho después de que ellos dejaron de representar un papel activo en la Batalla del Atlántico. Esos hombres y algunos de sus contemporáneos habían señalado el camino, y fueron las tácticas por ellos concebidas las que dieron origen a los ataques nocturnos en superficie a cargo de "manadas" de submarinos en número creciente a medida que los alemanes incrementaban su producción naviera. Ingentes sin duda fueron las pérdidas causadas por esos ataques a las valientes flotas mercantes de los países aliados en buques y vidas humanas.
Antes de mucho esas pérdidas comenzaron a aumentar a un ritmo tan alarmante que pronto excedían el de nuestra producción naviera y sumaban un total decididamente peligroso. De que trajéramos a las islas abastecimientos y tropas por mar dependía nuestra facultad de seguir luchando.
Pero la situación tenía una doble faz: también nuestras contramedidas crecían en cantidad y eficacia; el número de nuestras embarcaciones de escolta aumentó, lentamente al principio, después con mayor rapidez; el caudal de aviones de que disponía el Comando Costero creció; se concibieron tácticas nuevas; y, quizá lo más importante, el tiempo nos alcanzó para adiestrar a marinos y aviadores en el empleo de ese potencial creciente con un máximo de eficiencia.
Por otra parte, la táctica "sumergible" del enemigo tenía un punto débil, si se lo sabía explotar. Para sacar partido de la mayor movilidad que da la velocidad en superficie, el submarino aceptaba la vulnerabilidad inherente a operar en superficie una vez resuelto el problema de la posición. Aviones en cantidad suficiente pueden cubrir extensas zonas de mar y tienen oportunidades excelentes de localizar y atacar sin demora a un submarino en superficie. Buques provistos de buenos radares pueden contrarrestar la ventaja que su tamaño reducido reporta al submarino, y lo que el ojo humano no distingue es perfectamente visible para el ojo del radar en la más negra oscuridad.
Entonces la Batalla del Atlántico pasó de combate a carrera. ¿Podríamos invertir la situación y comenzar a causar pérdidas irreparables a los submarinos alemanes antes de que el enemigo nos las ocasionase a nosotros, a los hombres y buques de nuestra marina mercante?
Hoy la victoria aliada pertenece a la historia, pero para lograrla vivimos momentos de verdadera angustia. Sin embargo, ya a fines de 1943 teníamos en jaque a la fuerza submarina enemiga, y para entonces la producción naviera norteamericana, en pleno auge, entregaba unidades nuevas a un ritmo que permitía descartar de plano toda posibilidad de derrota.
De cualquier forma considero un deber destacar aquí el hecho de que la victoria lograda fue la derrota de la táctica "sumergible" de los submarinos de Doenitz, que tanto peligro entrañaron para la causa aliada. El submarino como tal de ningún modo fue vencido; lo prueba la idea enemiga de equipar a sus submarinos con el Snort, dispositivo que habría de permitirles usar sus motores diesel en inmersión y así reabastecidos reanudar la batalla. Pero para entonces ya habían perdido más del cincuenta por ciento de su libertad de movimiento, además de haber soportado pérdidas abrumadoras, de manera que no volvieron a causarnos verdadera inquietud.

Esto no significa, empero, que el ingenio alemán haya permanecido ocioso; muy por el contrario, ya construían tipos de submarinos nuevos capaces de desarrollar altas velocidades en inmersión y de permanecer bajo la superficie por tiempo indefinido. Dichos tipos nuevos no alcanzaron a operar plenamente durante la guerra. En caso contrario, con toda seguridad que nos habrían puesto frente a nuevos y graves problemas que, aunque personalmente no dudo de que a la larga los habríamos resuelto a satisfacción, habrían costado una nueva etapa de cruentos daños a nuestras flotas mercantes.
Para finalizar, me creo obligado a añadir unas palabras sobre la entrevista que sostuve con Kretschmer luego de su captura, descrita en este libro. El motivo que me llevó a verlo no fue sonsacarle información. Seguramente un oficial capaz de conducir a su buque con tanta maestría sabría manejar su lengua con idéntica destreza. No me equivoqué: nada supe por su boca. Quise verlo movido por el deseo de juzgar por mí mismo a qué clase de hombre pertenece un buen comandante de submarinos; ver personalmente, si podía, en qué estado había quedado su sistema nervioso; estudiar sus reacciones ante superiores y subalternos, frente a lo previsto y a lo inesperado. En una palabra, catalogarlo.
Por si fuera de interés, incluyo la impresión que me causó. Vi ante mí a un oficial de marina consciente de su valer que sobrellevaba las difíciles condiciones de un cautiverio reciente con dignidad y modestia. Su foja de servicios lo calificaba de bravo e inteligente; su aspecto y modales eran los que corresponden a un jefe y a un caballero. Cuando nos despedimos deseé para mis adentros que no hubiesen demasiados como él. Lo último que le dije fue que esperaba volverlo a encontrar algún día en circunstancias más felices. Nada me alegrará tanto como ver llegada esa ocasión.


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21 May 2010 16:18
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Nuevo mensaje Re: Otto Kretschmer
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Y a continuación transcribo literalmente el prólogo de dicho libro, con comentarios de su autor acerca de Otto Kretschmer, que nos puedan dar una excelente idea acerca de su personalidad.



Cuando el asalto alemán de las rutas de navegación aliadas comenzó a perfilarse como la lucha más despiadada de la guerra, sir Winston Churchill describió el patrón al cual deberían ajustarse todos los partes sobre la Batalla del Atlántico. Los submarinos enemigos, dijo, se llamarían "embarcaciones U", quedando el término "submarino" reservado para las embarcaciones aliadas. El mismo Premier explicó la diferencia, 'Las embarcaciones U son esos villanos cobardes que hunden nuestros buques, mientras que los submarinos son esas naves valientes y nobles que hunden los de ellos." Ésta es la historia del más "cobarde" de esos "villanos": el capitán Otto Kretschmer, grande entre los grandes de la Marina alemana, que plagó los mares de una devastación no igualada por ningún otro marino de una nación en guerra.
Antes de caer prisionero había hundido embarcaciones aliadas en un total próximo a las 350.000 toneladas, incluyendo tres cruceros mercantes armados y un torpedero. Sus hazañas le valieron las más altas condecoraciones que otorga Alemania. Por todo el territorio alemán y' Europa ocupada circularon tarjetas postales con su retrato y hasta se compuso una marcha militar en su honor. Sin embargo, Kretschmer resistió denodadamente los esfuerzos del propagandista supremo, Goebbels, por "glorificar" su nombre en libros, artículos y películas cinematográficas. Desde la guerra, esa fobia por la perspectiva de ser pintado como "héroe" —-Kretschmer desprecia el heroísmo— persiste en él hasta el punto de haberse negado reiteradamente a apoyar con su firma o de otro modo el material publicado sobre su actuación. En el caso presente aceptó colaborar sólo cuando le hube dado la seguridad de que investigaríamos a fondo todas las fuentes de información disponibles para tener la certeza de que las experiencias del U-99 y de su tripulación aparecerían con la mayor precisión y objetividad.



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Erich Raeder condecorando a Otto Kretschmer con la cruz de hierro

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21 May 2010 16:37
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Almirante General
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Registrado: 02 Dic 2007 13:18
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Nuevo mensaje Re: Otto Kretschmer
A su U-99 le llamaron el “tiburón del Atlántico”. Sin duda ninguna le venía al “pelo”.

Un saludo. Ban-dra

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Comandante escuadra Apostadero de Filipinas. Insignia en el crucero Reina Cristina R. O. del 20 de abril de 2011

¡Yo no di más que un brazo a la Patria, si lo volviese a necesitar no le negaría vuestras vidas!. Cabo de cañón del Crucero Acorazado Vizcaya, Damián Niebla, a sus hijos, poco antes de morir.

Tu Regere Imperio Fluctus Hispane Memento


22 May 2010 20:51
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Traducción al español por Huan Manwë para phpbb-es.com