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 Desarrollo y Táctica del Arma Submarina en la Kriegsmarine 
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Desarrollo y Táctica del Arma Submarina en la Kriegsmarine



Muy temprano, en la mañana del 4 de octubre de 1918 en el Mediterráneo, en medio de un ataque a un convoy mercante fuertemente protegido, el submarino atacante, totalmente fuera de control, giró violentamente y comenzó una inmersión hacia el fondo, como si se tratase de un trozo de plomo.



Se hundió hasta el nivel peligroso de 60 metros, luego hasta 90, y bajo la enorme y creciente presión, dos de los tanques de aire de reserva hicieron explosión.


Para salvar a su dotación de un exterminio innecesario, el comandante abandonó todo pensamiento de evadir al enemigo, ordenó soplar todos los tanques de aire que quedaban, y mandó atrás todos los motores para corregir la inmersión.


El submarino invirtió inmediatamente su rumbo, y con los tanques llenos de aire com-primido salió disparado de las profundidades, como un corcho en una botella de champán, y surgió en la superficie bajo las mismas narices de un crucero británico con sus destructores de escolta.


Alcanzado por la barrera de fuego artillero, el submarino comenzó a embarcar agua, achicada rápidamente con aire comprimido; una nueva inmersión era totalmente imposible, y al comandante no le quedó otra alternativa que el abandono del buque.


El jefe de máquinas y otros seis marineros se hundieron con el barco en la tarea de abrir ventilaciones, mientras que el resto de la dotación fue recogida por un destructor y llevada a Malta.


Este fue el principio, para el comandante, con muchos meses de confinamiento en campos británicos de prisioneros, tiempo durante el cual tuvo mucho tiempo para pensar sobre el futuro de los submarinos en la guerra.


Sus pensamientos de entonces fueron llevados acertadamente a la práctica. Al ser puesto en libertad, asegurado por sus superiores de que los submarinos volverían a formar parte de la marina alemana, de vuelta al servicio activo, fue ascendiendo grado a grado durante los diecisiete años que siguieron hasta llegar a ser comandante del crucero Emden.


El verano de 1935, el gran almirante Reader le relevó de su mando y le encargó de una tarea que en principio, consideró algo así como un premio de consolación, pero que llegó a ser la culminación de las ambiciones de su vida: el mando de la nueva fuerza de submarinos de la marina alemana reconstruida.


El nombre de este oficial era Karl Doenitz.


En los años transcurridos Doenitz no había olvidado su viejo amor por los submarinos.


Fuentes, La guerra naval en el Atlántico de L. Sierra, editorial Juventud. Navíos y Veleros, editorial Delta, Armadas de Trafalgar a nuestros días Vol. II, Editorial Delta. La Flota de alta mar de Hitler, de Richar Humble, Submarinos, la amenaza secreta de David Mason, editorial San Martin y Archivos propios.

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30 Abr 2011 21:18
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Según los términos del tratado de Versalles, Alemania tenía prohibido construirlos, y Doenitz había restablecido su vida como oficial de superficie; pero el 16 de marzo de 1935 el tratado de Versalles fue repudiado, y denunciado un mes más tarde por medio de un tratado anglo-alemán.


De acuerdo con este, Alemania se comprometía a limitar su marina a un 35 por ciento de la inglesa, excepto las fuerzas de submarinos que sería autorizada hasta representar un 45 por ciento de la capacidad británica, e incluso en circunstancias especiales, y después de comunicarlo, llegar al 100 por cien con restricciones correspondientes en otros departamentos.


El acuerdo acerca del tamaño potencial de la fuerza de submarinos estaba basado en motivos, todo menos altruista por parte de los ingleses, y no encerraban ningún gran sa-crificio por su parte.


Los ingleses no veían un futuro para los submarinos en las flotas mundiales, particularmente en la suya.


La misión principal de la Marina británica fue, en siglos de tradición, la protección de las rutas comerciales de Inglaterra y la estrategia futura es¬taba basada en el mismo concepto.


Representaba un papel defensivo para el que los submarinos, arma esencialmente de ataque, estaban totalmente fuera de lugar.


En consecuencia, los ingleses mantuvieron pocos submarinos, e incluso para 1939 disponían solo de 57 unidades.


Se firmo el acuerdo anglo-germano, el 18 de junio, y diez días después, tuvo lugar en el astillero de Kiel una ceremonia que mostraba que los años transcurridos desde la Primera Guerra Mundial, no habían sido desaprovechados por los ingenieros alemanes.


Se trataba de la ceremonia de entrega del U-1. En aquellos años críticos el núcleo de la futura fuerza de submarinos había sido construida subrepticiamente y con gran esfuerzo.


Dos submarinos, por ejemplo, fueron construidos para las marinas finlandesa y turca, pero se entregaron después de un extenso «período de pruebas», llevado a cabo por una gran cantidad de jóvenes que oficialmente pertenecían a la «Escuela Antisubmarina».


Tras este adiestramiento secreto, aquéllos se convirtieron en la espina dorsal de la fuerza submarina recién autorizada.


Durante 1934 fueron construidos en los astilleros Kiel, cierto número de refugios ligeros, fuertemente guardados, y fue de uno de estos, en junio del año siguiente, de donde salió el primero de los nuevos submarinos.


Otros siguieron en rápida sucesión, y para finales de septiembre ya había una flotilla de nueve.


Doetniz, con una hoja en blanco ante sí sobre la que comenzar, atacó su tarea con gusto y entusiasmo.


Durante los quince años precedentes no había existido ningún submarino, y todos los jóvenes que habían tomado parte en el adiestramiento secreto, eran niños cuando terminó la Primera Guerra Mundial.


Con Doenitz habían permanecido desde aquella guerra solamente un puñado de submarinistas, para convertirse en miembros de la nueva fuerza de submarinos, en especial el capitán de navío Thedsen que ocupó el puesto de «jefe de máquinas de la flotilla».

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30 Abr 2011 21:23
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Nuevo mensaje Re: Desarrollo y Táctica del Arma Submarina en la Kriegsmar
Doenitz se encontraba por consiguiente en condiciones de moldear sus dotaciones y sus tácticas según las líneas por él deseadas, ya que, aparte de las limitadas experiencias en operaciones de la Primera Guerra Mundial, no habían surgido nuevas líneas de conducta, junto a la nueva fuerza de submarinos, que éstos pudieran seguir; no se habían recopilado ningún «Manual de Instrucciones» que pudiera ser leído y seguido por Doenitz y sus hombres.


El almirante era libre de trabajar y explotar sus propias teorías, y en su mente tenía claros los principios en los que estaban basadas.


Pensaba, por ejemplo, que los submarinos conseguirían efectos mínimos, a menos que pudieran operar en grupos. Esta fue una de las más importantes lecciones extraídas por Doenitz, de sus experiencias al final de la Primera Guerra Mundial.


Entonces, cuando el esfuerzo de los submarinos alemanes estaba en su punto más alto, en tres meses de la primavera de 1917 no menos de 800 buques habían sido hundidos, totalizando cerca de dos millones de toneladas.


Enfrentado con estas cifras desastrosas, el Primer Ministro Británico Lloyd George había forzado al Almirantazgo e implantado el sistema de convoyes, en remplazo de la política de permitir a los buques mercantes navegar independientes.


Aquel hecho, recordaba Doenitz junto al total fracaso de los submarinos en el terreno de las comunicaciones y la cooperación, habían producido inmediatamente una reducción drástica en el número de buques hundidos.


En el caso de que los buques recurriesen de nuevo al sistema de convoyes, Doenitz planeaba con mejor sistema de operaciones, la constitución de manadas de submarinos formando una amplia línea cóncava en la que el enemigo había de penetrar.


El primer submarino que obtuviese un avistamiento, mantendría el contacto y comunicaría la posición a los otros buques de la formación, la cual se cerraba sobre el convoy por los flancos y la retaguardia como las mandíbulas de una trampa gigantesca.


Conforme su programa de adiestramiento se desarrollaba, Doenitz organizó en 1937 y 1939 extensos juegos de la guerra en el Mar del Norte, en los que sus conceptos sobre la táctica de los submarinos se vieron totalmente confirmados.


Doenitz, asimismo, meditó sobre el tamaño de submarino que deseaba, y examinó el problema a la luz de su noción del papel del submarino en una guerra futura, como unidad de una «manada matadora», operando contra buques mercantes navegando en convoyes con escolta.

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30 Abr 2011 21:27
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Nuevo mensaje Re: Desarrollo y Táctica del Arma Submarina en la Kriegsmar
Evidentemente, un submarino grande reunía las ventajas de la velocidad, mayor capacidad de torpedos, armamento de autodefensa más pesado, mayor radio de acción, y mejores condiciones de habitabilidad para la dotación.


Por otra parte, en favor de los submarinos más pequeños, Doenitz consideraba la mejor maniobrabilidad, su facilidad para hacer inmersión más rápidamente en una emergencia, y su mayor capacidad de pasar inadvertido en superficie.


Además Doenitz se veía obligado a considerar los términos del acuerdo naval anglo-alemán por el que se restringía el tonelaje total de la fuerza de submarinos admitida, pero no limitaba su número.


Doenitz mantenía que cuatro submarinos pequeños constituían una fuerza mucho más potente, que un submarino cuatro veces más grande, ya que juntos, podrían cubrir una zona mucho más amplia y tendrían mayores posibilidades de detectar al enemigo.


A la vista de todos los factores relevantes, Doenitz llegó a la conclusión de que el tamaño óptimo para la mayoría de su flota eran 500 toneladas, y esta se confirmó en las pruebas por el rendimiento de su submarino tipo VII.


Este prototipo, del que Doenitz tenía diez de una flotilla de 24, a finales de 1935, disponía de cuatro tubos de lanzar en la proa y uno en la popa, y llevaban entre 12 y 14 torpedos.


Se manejaba bien bajo el agua, daba 16 nudos en superficie, y podía sumergirse en 20 segundos desde que se daba la orden de inmersión. Ciertas modificaciones de poca importancia iniciadas por el jefe de máquinas Thedsen, aumentó el tamaño original a 517 toneladas y elevó su capacidad de combustible de forma que su autonomía se elevó de las modestas 6.200 millas, a la respetable de 8.700 millas.


En todo este razonamiento, Doenitz había procedido sin contar con el Alto Mando Naval, el cual, no teniendo su misma visión de como las tácticas de grupo se estaban modelando en la práctica, seguía viendo al submarino con el mismo papel que desempeñaba al final de la Primera Guerra Mundial, es decir, el de un cazador solitario operando independiente, durante largos períodos de tiempo lejos de su base.


Casi todos los submarinos, insistían, deben encontrarse fuertemente armados sobre cubierta, para ser capaces de aceptar con confianza un combate artillero en superficie; deben tener gran capacidad de transporte de torpedos, y deben poder disfrutar de un radio de acción extremadamente grande.


El Alto Mando Naval, por consiguiente y a pesar de las protestas de Doenitz, dio prioridad a la construcción de «cruceros submarinos» de 2.000 toneladas.


Este fue el primero de muchos desacuerdos entre Doenitz y el Alto Mando en los años venideros.

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30 Abr 2011 21:32
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Nuevo mensaje Re: Desarrollo y Táctica del Arma Submarina en la Kriegsmar
Una nueva disputa surgió inmediatamente, con relación al número de submarinos necesarios para la conducción de una fu¬tura guerra, y en cuanto a su prioridad en la construcción naval.


Conforme el período de instrucción iba llegando a su fin, Doenitz se fue afirmando más y más en su convencimiento de que era probable una guerra a corto plazo, y de que Inglaterra se encontraría en el bando enemigo.


Por consiguiente pidió una flota de, al menos, 300 submarinos, que según estimaba, serían muy eficaces contra los convoyes.


El programa alemán de construcciones navales fue el «plan-z», el que preveía la construcción de 6 acorazados, con 8 cruceros, 4 portaviones, varios cruceros ligeros, y 233 submarinos, pero hasta 1948, según la fecha para completar el plan.


Concedidos sus 300 submarinos, y construidos con gran rapidez, Doenitz mantenía que podía asestar un rápido y decisivo golpe al enemigo.


En cualquier momento podía tener 100 submarinos en operaciones contra los convoyes, 100 en tránsito hacia o de vuelta de la zona de operaciones, y 100 en revisión en puertos alemanes.


Con una fuerza de 100 submarinos permanentemente en la línea de combate, los alemanes podrían mutilar las rutas comerciales de la mayor potencia naval del mundo, que desde hacía mucho tiempo, habían sido vitales para el desarrollo y supervivencia de la Gran Bretaña, lo largo de ella, en una corriente constante de buques mercantes, se transportaban no sólo una considerable proporción de los alimentos para una isla densamente poblada, sino también los suministros de minerales y combustibles, al mismo tiempo que vehículos y armas que Inglaterra consideraría vitales para el mantenimiento de una guerra.


Las rutas comerciales eran el punto vulnerable en que la economía británica podía ser doblegada, su moral por los suelos, y su población y gobierno a obligarlos a hincar la rodilla, estaba sin duda en la mente de Doenitz.


Pero el punto de vista de que los submarinos eran la única arma que podía desempeñar el papel de aislar a Inglaterra de sus recursos exteriores, era compartido por muy pocos superiores de Doenitz, por pocos de sus contemporáneos en ambos bandos, excepto quizá Churchill.


Churchill escribió en sus memorias más tarde: «Lo único que verdaderamente me asustó durante la guerra fue el peligro de los submarinos..., incluso a través de los amplios océanos, y especiamente en los accesos a las islas, nuestro cabo salvavidas estaba en peligro. Mi ansiedad era mucho mayor por esta batalla, de lo que lo había sido por los gloriosos combates aéreos llamados «La Batalla de Inglaterra». Y añadía: «El ataque de los submarinos era nuestro mayor infierno. Hubiera sido juicioso por parte de los alemanes, volcar sobre él todo su esfuerzo.»


Doenitz quería volcarlo, había pedido 300 submarinos, y sólo contaba al estallar la guerra, con 56.


Fuentes, La guerra naval en el Atlántico de L. Sierra, editorial Juventud. Navíos y Veleros, editorial Delta, Armadas de Trafalgar a nuestros días Vol. II, Editorial Delta. La Flota de alta mar de Hitler, de Richar Humble, Submarinos, la amenaza secreta de David Mason, editorial San Martin y Archivos propios.

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Traducción al español por Huan Manwë para phpbb-es.com