En la tarde del 19 de septiembre de 1914, el buque británico había fondeado en la rada exterior del puerto de Zanzíbar, en la costa occidental de la isla, a unos doscientos metros de la punta denominada Ras Shamgani. Era un fondeadero poco seguro, aunque se hallaba rodeado de islotes, bajos, arrecifes, a pesar de que su media docena de pasos de acceso resultaban difíciles de franquear debido a las fuertes corrientes.
El Koenigsberg zarpó del delta del rio Rufiji, a unas 70 millas al sur de Daar es Salaam con la marea del 19 de septiembre, a medio día de navegación hasta la boca del río, y durante la noche del 19 al 20 navegó hacia Zanzíbar con las luces apagadas.
Habían decidido aprovechar aquella oportunidad, que tal vez no volvería a repetirse. El crucero aleman contorneó por levante la isla de Zanzíbar y, en zafarrancho de combate, se aproximó por el sur al puerto de Zanzibar, por el paso meridional que era el más despejado. Cerca del islote denominado Chumbe avistaron los alemanes un patrullero, que no pareció reparar en el buque de guerra que entraba, presumiblemente creyéndole inglés, ya que el Koenigsberg le pasó a unos seiscientos metros de distancia.
Hacia las cinco de la mañana, todavía de noche, llegaban los alemanes a la boya de recalada del paso sur, junto a la que se encontraba un remolcador. Muy poco después, el claror de la amanecida desveló con cierta brusquedad a dichos marinos nuevos islotes y arrecifes y la verde costa tropical de Zanzíbar. Los alemanes observaron por la proa al crucero enemigo.
El Koenigsberg se hallaba , a unos 6.500 metros de distancia, sobre el supuesto Astrea, pues ese era el buque que creian en el puerto.
El crucero inglés fue, totalmente sorprendido.
Se hallaba fondeado a unos doscientos metros de tierra, libre de otros buques, y ofrecía un blanco muy bueno, de través. En cambio, el Koenigsberg se proyectaba sobre el cielo todavía oscuro del oeste y la pequeña isla de Chumbe.
A las 05.10 izan los pabellones a tope y rompen el fuego contra el enemigo, que pronto respondió con sus cañones.
Poco después de comenzar el combate se observaron densas columnas de humo que escapaban por las dos chimeneas del crucero inglés, que levantaba apresuradamente presión en calderas. Con tres salvas de artillería, el Koenigsberg encontró la distancia exacta e hizo numerosos impactos, que se observaron perfectamente, uno de los cuales provocó una gran explosión en la parte proel del buque.
La chimenea de proa cayó, el crucero se incendió en varios sitios, escoró a babor y se fue a pique poco después del combate, en aguas profundas.
El duelo duró tres cuartos de hora, en dos períodos separados por una pausa, ordenada por el capitan aleman, cuando el director de tiro, alférez de navio Apel, comunicó que el enemigo había izado bandera blanca, que había podido observar a través del alza directora.
Pese al más cuidadoso examen, no se pudo ver dicha bandera en medio del humo de la pólvora y del vapor, ya que no había viento, por lo que se dio la orden de proseguir el tiro.
Parece ser que los cincuenta cañonazos, disparados por el Pegasus resultaron cortos, y que tan sólo ocho minutos después de que este buque abriese el tiro, la totalidad de sus piezas de barlofuego estaban inutilizadas.
En el crucero inglés habían muerto 24 hombres y 55 más se hallaban gravemente heridos, de los que después fallecerían siete.
Entre los muertos figuraban el segundo comandante y el director de tiro.
El interior del Pegasus había quedado hecho una ruina, mientras que la cubierta exterior resultaba un caos de metales retorcidos y pedazos de cañones.
El Koenigsberg no se detuvo a recoger los náufragos, dada la inmediata proximidad del puerto de Zanzíbar al lugar del hundimiento, y porque Looff se proponía destruir también la contigua estación radiotelegráfica inglesa.
Ocho cañonazos derribaron dos de los cuatro mástiles de la supuesta estación, que, según fuentes británicas, era ficticia, pues la auténtica había sido preventivamente trasladada al interior de la isla.
El Koenigsberg había conseguido una rotunda victoria sobre su sorprendido enemigo.
Victoria que no había costado a los alemanes una sola baja y que causó sensación a escala mundial, pues para la omnipotente Royal Navy era una derrota sin paliativos.
Sin embargo, el precedente de Zanzíbar de nada serviría, al crucero ruso Zhemtchug.
Aquel mismo 20 de septiembre, el Koenigsberg tocaba de pasada en Dar es Salaam, cruzaba con la pleamar de la tarde la barra del Rufiji y, horas después, fondeaba en su escondite..