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Por suerte, no todos los hechos en una guerra son desagradables. El ella se saca lo mejor y lo peor del hombre.


En la anécdota que os voy a relatar no está enmarcada en un hecho militar, por lo que no es necesario sacar conclusiones de buenos y malos, ni tan siquiera de nacionalidades. Destacar sólo al hombre, con nombre y apellidos, que es esta ocasión, es español, pero que a buen seguro podría ser de cualquier otra nacionalidad.


El hecho sucedió en mayo de 1746. España y Gran Bretaña estaba en guerra desde 1739, en la llamada guerra de la Oreja de Jenkins ó también llamada guerra de Asiento. Navegaba frente a La Habana la fragata británica Elizabeth, cuando es destrozada por un temporal. Para salvar sus vidas el comandante británico entra en La Habana y se entrega como prisionero.


Lo sorprendente del caso fue la respuesta dada por el gobergador de la plaza don Juan de Güemes: "No, señor; aunque enemigos, somos hombres. Si os hubiérais presentado hostilmente, os declararía tales prisioneros; pero arrojados por un temporal, no sois más que desgraciados a quienes debemos los auxilios de la humanidad".


La fragata fue reparada, se abasteció de víveres y agua y pudo hacerse a la mar con un salvaconducto hasta las Bermudas.


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