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Mi primer día a bordo.
Hola Compañeros.

Ante todo perdonadme, por no haber escrito antes pero como dije me tenía que leer y ambientarme un poquito.
Me han destinado al Buque Escuela “Galatea”, un Bricbarca de cuatro palos. Pero como está navegando he pasado la semana, curioseando por el Arsenal de El Ferrol , y el resto de la base naval, incluso estuve hablando con marineros veteranos y un señor muy amable que me dijo que no me preocupara, que con buena voluntad y paciencia el camino se andará y seguro que asciendo rápido.

Debía ser muy importante pues aunque estaba de paisano, todos los que pasaba lo saludaban muy marcialmente y lo miraban con mucho respeto. De todas maneras yo estaba muy ilusionado y lo que quería era ver mi barco, así que mucho no hable con él después me dijeron que se llamaba Ensenada o algo así... y llegó mi barco vaya si llegó.

Ayer por la tarde vi movimiento de aparadores, los marineros se dirigían al muelle en el que me dijeron que “atracaría” que no aparcaría, como yo dije, y se mofaron de mi, pobre peludo no sabes lo que te espera.
Y apareció por la “bocana” -entrada de la ría- otra palabreja para el zurrón digo “petate” me creo todavía que estoy en mi pueblo, allí me fui yo .

Se acercó al muelle, cada vez mas grande con sus palos, recogiendo "cazando" velas, empujado por los remolcadores, mas cerca, mas y de pronto...la guerra, descarga de fusiles, cuerdas finísimas con un peso en el extremo fueron disparadas al unísono, desde los extremos del buque en proa y popa , me asuste por el estampido y me cubrí la cabeza temiéndome lo peor, mi Lepanto “gorro de marinero” rodó por el muelle y fue al agua.


Al mismo tiempo alguien me ordeno que ayudara con las “estachas” que son las amarras del barco, que los marineros amarradores ya estaban arrastrando hacia el muelle, “cobra seguido” me ordenaron y me quedé perplejo, un marinero me tiró de la manga, indicándome que le ayudará, empecé a cobrar con él “mano sobre mano” rápido al principio, más lento después cuando se acercó por fin la estacha y esta empapada pesaba como un muerto, clavándose en mis tiernas manos de estudiante, la “guía lastrada” que los artilleros del barco habían disparado con anterioridad.

Cobramos la estacha “animados”, por las voces e improperios -algo de cimarrones, gandules, haraganes y tambien algo sobre despellejar a alguien- de un señor barbudo y con cara y maneras de estar enfadado desde hacía años, el Contramaestre, que desde el barco nos lanzaba, en el momento en que la estacha chorreante de agua estuvo en tierra, el marinero veterano, se apoderó de ella, y la encapilló en el noray mas próximo, que no era mas que un viejo cañón clavado boca abajo en el muelle a un par de metros del “cantil” .

En ese momento, el Contramaestre, se desvaneció, toda su atención, estaba en la cubierta de proa “el castillo” , y ordenaba, ¡toma vueltas¡, ¡vira seguido!, ¡aboza!, ¡a la bita!, al tiempo que empezaba a sonar una musiquilla, que llevaba varios días oyendo por los muelles, el “chifle” del contramaestre.
Su música me pareció, muy rara y disonante tan pronto era sorda y baja, como estridente y aflautada. Vaya galimatías pensé yo.

El barco ya estaba atracado, la pasarela, plancha o portalon, ya estaba en tierra, nos llamaron a formar a los de nuevo embarque, y allí fui yo bastante mojado, sudoroso y sin el “Lepanto”.
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Poco a poco el bullicio y el aparente desorden del atraque, se fúe apaciguando, por fin subimos a bordo, pisamos el spardeck o cubierta de botes, saludamos a la bandera como nos habían enseñado, yo sin Lepanto incliné mi cabeza, en posición de firmes, mirando a la popa, como había visto hacer a algunas personas que de paisano o sin gorra lo habían hecho antes.

Al darme la vuelta vi la mirada inquisidora del Contramaestre, nos tomaron nota y tras un breve papeleo, se me acercó un cabo con cara de muy pocos amigos, y me recrimino el estado de mi uniformidad y el permanecer en cubierta sin “la prenda de cabeza”, preguntándome mi nombre me dijo que me apuntaba para un “baldeó”, mientras meneaba la cabeza y se dirigía al Contramaestre sonriendo ambos, yo entendí que como soy novato baldeo sería pagar alguna ronda en la cantina de “balde”, me encogí de hombros, y esperé a mis compañeros.

Empecé a mirar el barco con una inmensa curiosidad, habíamos bajado por una escala a la cubierta principal, y estaba parado ante el “lío” de cuerdas mas grande que había visto en mi vida, el “propao” del palo mayor, alrededor de este palo había como una balaustrada de madera con unos remates de bronce en las esquinas, y en medio unos palos cortos que parecían cachiporras como las de mis tebeos de mocedad, llamados “cabillas” en los que tomaban vueltas multitud de “cabos” se que son cabos por que, me explicaron que a bordo de los buques no hay mas cuerda que la del reloj y la que cuelga de badajo de la campana, que por cierto no es un cabo, sino una obra de artesanía hecha con unos cordones blancos en los que han hecho unos nudos imposibles , rabiza le llaman y a los nudos piñas y cajetas.

Ya estaba cayendo la tarde y en ese momento sonó por los altavoces, una orden seca, y potente “Galateá” a la bandera frente a popa ¡¡¡ PRESENTEN!!! Todos los que estaban en cubierta se giraron al unísono hacia la bandera que ondeaba en el pico del mesana, y permanecían en el primer tiempo de saludo militar, yo me puse firmes de nuevo, talones juntos, barriga dentro, pecho fuera, cabeza alta , sonaba el himno nacional, mi primer barco y mi primer arriado de bandera, mas orgullo no cabía, que felicidad, aún se me saltan las lagrimas al recordarlo...
Terminó el día, fuimos al sollado de proa, dormitorio, comedor, aula, pañol de armas portátiles, sala de juegos y esparcimiento todo en uno.

Se nos asignó una hamaca “coy” viejísimo el mío, ya te harás uno nuevo, hacerlo quién ¿yo?, pero si no se hacer un nudo, y esto es una lona cosida, con hilo bramante, conteste.
Hilo de velas, me rectificaron y ya aprenderás, coserás tu coy, y las velas, y los toldos y las fundas de los motores y de los metales, harás vainas, ollaos, punto de espada, empalomar etc, ya te enseñara el maestro velero, pero eso sera mas tarde antes de ascender a cabo, de momento limpiareis, limpiareis y baldeareis.

Aquello sono como un presagio.

Los coys fueron estibados en la batayola, unos encima de otros, en un extremo del sollado, llamaron para cenar, los cabos de rancho empezaron a dar ordenes, del techo se descolgaron, mesas grandes y bancos, en un santiamén el comedor estaba montado, se abrieron taquillas, sacaron cubiertos vasos bandejas y unos peroles grandes con un asa para la comida que llamaban gavetas.

Me dieron una gaveta y me vi subiendo a cubierta y en la cola de la cocina, junto con otros grumetes y aprendices que son los marineros especialistas.
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Con la cena volvimos al sollao cada uno a su rancho respectivo, pedimos permiso para servir el primer plato y para sentarnos, se nos indico servir con cuidado de no poner poca comida a los cabos de rancho, pero tampoco mucha para no quedarnos nosotros sin ella, vaya lío, esto si era cuadrar el circulo, la sopa casi no la pruebo, y cuando me las prometía muy felices dejando para mí el mejor filete, del segundo plato sonó la voz del cabo de rancho, grumete apúntate un “baldeó” para que aprendas a servir mejor...

Esto del baldeo ya empezaba a preocuparme, lo mismo me gastaba en dos días lo poco que me habían dado en casa, hasta el primer sueldo. Terminó la ¿cena? Si apenas había empezado a comer el segundo plato, cuando se me ordeno servir la fruta de postre, y un instante después, se levantaba la concurrencia, se ordenó acabar pronto y que todos los grumetes y aprendices se quedaran en el comedor para recoger las mesas -arranchar y limpiar- el comedor.

Cuando se terminamos de limpiarlo todo y salimos a cubierta ya noche cerrada, nos quedaban pocas ganas de más, después de un rato de cambiar impresiones nos fuimos a dormir, montamos los coys en los ganchos del techo, y a ver quien es el guapo que se sube a un coy colgando de los “baos” que son las vigas en los barcos.
Lo hice, como no lo sé, bueno si lo sé, con la ayuda de una papelera metálica grande y pesada, una vieja jarra de artillería en desuso.

No se cuando me dormí, sería pronto pero se cuando me desperté, o mejor me despertaron, “grumete” tienes un baldeo, pero mi cabo si son las cuatro de la madrugada, contesté, arriba ¡YA!, sonó una voz atronadora, que reconocí como la del Contramaestre.

Me levanté listo para:

Mi primer baldeo.
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Vale aquello de ....." No pares, sigue, sigue, sigue"
Saludos

Amigo Nostromo,

Estoy con usted en que hay días en nuestras vidas que no se olvidan jamás. Le recopilo "mi primer día a bordo", aunque tambien lo puede leer en otro asunto "qué me enganchó a la mar", pero no quiero pasar sin acompañarle en su narración:

En Algeciras, a la edad de 9 años, subí por primera vez a un barco. Mi padre era armador propietario de tres traiñas de pesca: “La Victoria”, el “María Pía” y “El Coyote”.

Recuerdo cuando muchas veces me permitió acompañarle al Bar “Sol y Mar”, en el puerto donde, muy temprano, después de la subasta en la lonja, se hacían “las partes” con los marineros…

Uno de aquellos días, el Patrón de Pesca del “La victoria”, me preguntó si me gustaría salir una noche a pescar… Aquello me entusiasmó tanto que, después de insistir dale que dale, mi padre al final accedió y me prometió: “la primera noche que tengamos mucha luna, saldremos”. Las noches buenas en la pesca de cerco, son las de “nocturno”, que así las llaman cuando no hay luna y la mar está obscura como boca de lobo.

Y salí a navegar. Recuerdo cada minuto de las 12 horas que pasé en la mar. No se me olvidará jamás el recuerdo del corto cabo que me pusieron a la cintura y firme a uno de los pasamanos del tambucho de motor. No se me olvidarán los recuerdos de aquella mar inmensa, su sonido, su movimiento, su olor…

Esa noche bebí el venenillo de la mar… y ahora, después de haber vivido de secano 60 años, como el Ave Fénix, se han movido las cenizas de la atracción al mar. No pasan ni quince días que, haga el tiempo que haga, mis ojos contemplan extasiados las olas, mi piel se deja acariciar por los vientos impregnados de sal… No pasan más de quince días sin que en cuerpo y alma viva la mar navegando en mi velero. Y conste que tengo que desplazarme 650 kilómetros desde Madrid hasta Almerimar. ¿Qué os puedo contar?

Pues yo queridos compañeros recuerdo muy vivamente mi primer embarque en el "magnifico" Castilla por el 95, lo recuerdo muy bien porque fue donde pude observar la primera comida que me dio mi querida mama cuando cruzabamos el estrecho de Gibraltar; dios, que mal lo pase, pero como me dijo un veterano, esto se llama marinear al soldado, un par de embarques mas y listo.

Fue verdad hasta cierto punto, porque en un temporal por las costas de Francia a bordo del Pizarro,sobre el 98, volvi a ver la comida de mi querida mama, estaba tan mal la mar que perdimos un portalon, entro mucha agua en las bodegas y dieron la alarma de abandono de buque.

Pero con la pericia dl comandante, que se fue hacercando a las costas, no tuvimos que saltar al agua.

¡Menos mal!

En fin, cada uno tenemos nuestra aventurilla con el mar.

Un saludo

Como reentrada es apoteósica.

Espero que nos sigas contando tu vida en el "Galatea"

Un saludo

Antonio