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 Dobleazur: Bautizo de mar 
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Sargento 1º
Sargento 1º

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Nuevo mensaje Dobleazur: Bautizo de mar
NUESTRO BAUTIZO DE MAR
(1 de enero de 2006)


El día 31 de diciembre de 2005, a las 12 de la noche, estábamos en Córdoba intentando coincidir las campanadas de fin de año con el tragar de las uvas de la suerte. Una hora después, por carretera, nos dirigíamos mi hijo (José Emilio) y yo al puerto deportivo de La Caleta de Vélez, en Málaga.

Llegamos a las cinco de la madrugada y nos dirigimos a la Torre de Control para conocer la previsión del tiempo según el último parte meteorológico:

.-- “El tiempo es el que ustedes pueden ver. Asómense a la bocana para más detalle”

Nos asomamos a la barra del puerto y, por más que forzábamos la vista, solo vimos la oscuridad.

Tuvimos que esperar a las 8:10 de la mañana para conocer la previsión oficial del tiempo emitida por el Instituto Nacional de Meteorología (INM). El parte predecía que la mar estaría en calma, con algunos borreguitos y vientos fresquitos de poniente. (“Fresquitos corresponde a escala 5 de Beaufort, velocidad de hasta 21 nudos = 10,7 m/s, equivalente a 40 km/h) Y a las 8:30 nos hicimos a la mar para una travesía de 70 millas, rumbo al puerto de Almerimar. Habíamos calculado unas 12 horas de navegación.

Fue nuestro bautizo de mar.

En el recién adquirido velero, de nombre “FARAMÁN”, solo habíamos navegado unas 3 horas unos días antes. Primero lo probamos con su anterior dueño (desde entonces, nuestro buen amigo José María), y después nosotros solos. Eso fue entre los días 15 y 20 de diciembre y sin salir más allá de las 3 nM.

No sabíamos sacar velas. Es la verdad. En teoría lo sabíamos todo, en la práctica nada.

Las cartulinas de nuestros títulos náuticos, los P.E.R., estaban aún frescas en su tinta. Recién concedidos. Precisamente José Emilio aprobó el teórico en Málaga, e hizo las prácticas, en la bahía de Málaga. Y yo, unos meses después de alcanzar la edad de jubilación, lo obtuve en Madrid. Y las prácticas las hice en el pantano de San Juan… (¿…?)

Aquellos que no han navegado por las aguas de un pantano, posiblemente desconocen las condiciones tan especiales que conlleva. Normalmente no existen mas olas que las producidas por la estela de otra embarcación a su paso por tu lado. El ruido del pantocazo se desconoce. En un pantano no puedes ni imaginar el efecto de navegar atravesado a la mar. Porque el mar no existe.

Pero… sobre la tabla plana de la superficie del agua reinan vientos, tremendos chorros de vientos entrecruzados. Vientos con un rolar constante y calmas chichas cada veinte o treinta metros, según sales de las sombras de un picacho de montaña. Porque los lagos y los pantanos están rodeados de moles imponentes de tierra. Y entre un alto picacho y otro, siempre un nuevo tubo de vientos te azota de improviso. La botabara se mueve de una banda a la otra, como el caño de la escopeta de un cazador que no sabe a qué conejo apuntar.

En las aguas de un pantano es normal ver una embarcación a vela escorada y con fuerte arrancada. La ves pasar a tu lado y tú esperando que una chispa de viento te mueva… Cuanto aquí describo es muy difícil que ocurra en la mar. Existe mucha diferencia de cuando navegas en un pantano de cuando navegas en el Mediterráneo. Como también es diferente navegar en el Mare Nostrum a surcar el gran Océano.

Volvamos a lo nuestro.

Para la travesía desde el puerto de La Caleta de Vélez al puerto de Almerimar, el equipo de navegación que habíamos preparado estaba al completo:

? Unos bocadillos
? Varias botellas de agua
? Dos litros de vino de Cómpeta
? Las cartas náuticas que cubrían hasta Almería
? Un GPS manual
? La colaboración del piloto automático
? Sesenta litros de gasoil y…
? Mucha, mucha prudencia y más ilusión.

De ilusiones teníamos la bodega y la sentina llena.

Así, con esa previsión del tiempo, con el equipo descrito y con viento y mar a favor que nos impulsaba por popa, decidimos hacer toda la travesía a motor. Habíamos decidido que el navegar a vela lo dejaríamos para otra ocasión, para cuando hubiésemos adquirido más experiencia.

Solo el que haya comprado su primer barco y recuerde las primeras horas de navegación estará en condiciones de saber qué se siente en esos momentos. Es una felicidad interna difícil de expresar. Es un placer sereno, intrínseco, personal e intransferible. Es algo no insignificante que a su vez compartes con un artilugio llamado barco que se deja dominar servilmente como si tuviera inteligencia. Es el inicio de una extraña amistad entre él y tú. Tú mandas, él obedece, pero también te habla de sus limitaciones que vas descubriendo a cada minuto… A mí me es imposible explicar la satisfacción personal sentida en aquellos momentos.

Navegábamos. ¡¡Y qué maravilla adivinar la salida del astro rey ¡¡ Primero fue la claridad en el horizonte. Después, con lentitud majestuosa apareció la enorme yema de un huevo frito gigante…

Con los barrotes del balconcillo de proa lo enmarcábamos una y otra vez, hasta que, en su ininterrumpida ascensión, desperezándose y separándose del mar, el globo rojo fue cambiando a amarillo y finalmente a blanco… A partir de ese momento no podíamos mirarlo de frente. Sus rayos y su rielar nos cegaban.

Durante la travesía mantuvimos una separación a la costa de unas 6 nM. Todo perfecto, aunque el viento también comenzaba a desperezarse y aumentaba, rolando hasta llegar a soplar por babor (del norte). Bajó la temperatura rápidamente unos 15º C en menos de diez minutos cuando, los chorros de viento, como cuchillos, bajaban de Sierra Nevada. La mar fue cambiando hasta formar olas de 2 y 3 metros… “FARAMÁN” continuaba su imperturbable ronroneo de motor, abriendo la mar con su afilada roda.

La bañera es el espacio donde el marino, sin querer, se baña. Los chorreones iban creciendo. Nuestras ropas de agua destilaban Mediterráneo. No veíamos mucho porque los cristales de nuestras gafas no tenían escobillas.


25 Dic 2008 03:44
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Sargento 1º
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Nuevo mensaje Re: Dobleazur: Bautizo de mar
La cosa se fue poniendo un poquito rara. Navegábamos sin velas y no obstante el fuerte viento nos hacía escorar hasta conseguir que el mar corriera por encima de la banda de estribor como si fuera un río. El velero se adrizaba inmediatamente, y el viento insistía con más fuerza, y el río entraba por proa y salía por la aleta. La altura de las olas iba en aumento, ahora observábamos unas moles de agua, como muros vivos, de más de 4 metros que nos perseguían por la popa. Cuando llegaban a “FARAMÁN” éste levantaba su espejo, se las pasaba por la orza, se elevaba “en la cumbre de la ola”, y después “bajaba a los infiernos” esperando el ataque de la siguiente.

Ni cuando estábamos, como una cáscara de nuez flotando en todo lo alto, ni cuando a nuestro alrededor solo veíamos unas inestables murallas de mar, ni cuando nos sentíamos como una patata en el fondo de una gran olla hirviente, nunca llegamos a tener sensación de miedo.

Mi hijo y yo lo hemos comentado después: no llegamos a tener miedo en ningún momento de la travesía. ¿Propio de la ignorancia? ¿Propio de la intrepidez? ¿De la inconsciencia? Puede que sí, con toda seguridad era la suma de todo eso. Después, cuando lo recordamos, hemos reconocido que en aquellos momentos cometimos la imprudencia de no habernos colocado los chalecos salvavidas. Estábamos tan ensimismados en nuestra faena, tan absortos por los fenómenos naturales que nos estaban sorprendiendo, que, nos olvidamos de la sensación de miedo. Nuestro instinto de conservación no nos avisó de las posibilidades de tener un percance. Sencillamente estábamos navegando y, aunque reconocíamos que las circunstancias no nos parecían normales, estábamos empapando nuestros espíritus de la nueva experiencia de navegar con mal tiempo.

Desde ese día, las relaciones que mantengo con la mar se han enriquecido, y también ha crecido el cariño, por “FARAMÁN”. Tengo grabada la impresión nítida de que el mar es un dios vivo, que nos trata como un ser superior puede tratar a sus hijos. Que está ahí para ser amado y respetado. Y que está ahí para vivirlo. Y del barco qué os voy a contar: Descubrí un verdadero amigo.

? ¡¡José Emilio, me voy a enterar por el GPS dónde nos encontramos. Y en las cartas veré a qué distancia se encuentra el puerto más cercano! ¡Si es que hay alguno!!

Manteníamos en toda la travesía un rumbo de aguja de 90º. Por la posición y las cartas descubrí que a rumbo de 45º se encontraba, a la distancia de 6 nM, el puerto de Motril.

Nunca habíamos estado en el puerto de Motril por lo que desconocíamos cómo era la bocana, aunque en la cartografía se representaba con orientación de entrada a unos 300º…

? ¡¡Papá, –me gritó José Emilio—observa cómo las olas le pasan por encima al buque carguero que tenemos allí delante!! ¡¡Y parece que un práctico le está ayudando a entrar al puerto!!

? ¡¡Pues vayamos rumbo a lo que parece la bocana!!

Y así continuamos navegando, manteniéndonos a rumbo de colisión en un punto aproximado situado como a una milla por delante de la proa del carguero. ¡Y cómo rompían las olas contra la doble fila de container que portaba en su cubierta! La espuma blanca coronaba una altura de más de 8 o 10 metros. Poco a poco nos íbamos acercando. Lentamente, con cabezadas y pantocazos. Hundíamos muchas veces el balconcillo de proa y con ángulos de escora que nos obligaba a sujetarnos con fuerza para no levantar demasiado nuestros culos de los asientos de la bañera.

Corrían intermitentes ríos de agua en cubierta por el costado de estribor, desde la proa hasta el espejo de popa… En estas condiciones conseguimos arribar a la bocana, seguidos muy de cerca del práctico que remolcaba al carguero.

¡La madre que nos parió! ¡Qué cojones tienen los veleros!

Llamamos por radio y, desde el Club Náutico, nos indicaron la posición que nos reservaban para amarre.

Dentro del puerto también soplaba el mismo viento que fuera, formando borreguitos por doquier… Y aseguro que maniobrar en un puerto en condiciones de fuertes vientos es solo tarea de “manitas” muy profesionales… O de tener mucha suerte, como nosotros, que lo hicimos a la primera sin rozar las defensas.

El reloj indicaba las 18:00 horas del día 1 de enero de 2006.

¡¡Los más exquisitos boquerones fritos que hemos comido en nuestra vida los saboreamos en una taberna del puerto de Motril!!

No recuerdo cuántas cervezas nos bebimos. Un plato enorme de boquerones fritos… Muchas gambas cocidas y otra de pulpo a la gallega. Más y más cervezas… Después y como final, una “jartá” de ron añejo, como buenos piratas…

¡Valía la pena haber hecho la travesía para finalizar con aquel banquete exquisito. Nos habíamos cambiado de ropa. Pasamos por una bendita ducha de agua caliente. Dimos un paseo y tropezamos con aquella taberna del puerto. Muchas veces, desde entonces, lo hemos recordado… ¡Qué placeres tiene la vida!

Esa noche caímos rendidos. Dormimos como dicen que duermen los lirones y, por primera vez, a bordo de nuestro velero “FARAMÁN”

A la mañana siguiente, un buen desayuno y nuevamente a bordo.

La travesía desde Motril al puerto de Almerimar fue como deslizarse por una balsa de aceite. La mar en calma. El viento en calma. Y los espíritus gozando como solo se debe gozar en la gloria.

Mucho tiempo después de esas fechas hemos recordado todos y cada uno de sus momentos y, hemos llegado a la conclusión de que:

¡Hay que saber vivir la VIDA!


25 Dic 2008 03:46
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Capitán de Navío
Capitán de Navío

Registrado: 15 Ago 2008 09:34
Mensajes: 484
Ubicación: Madrid
Nuevo mensaje Re: Dobleazur: Bautizo de mar
Otro relato impresionante de nuestro compañero "Dobleazur".

Me alegro de que la intuición marinera (a buen seguro reducto en la memoria genética de remotos antepasados que durante generaciones gobernaron navíos) y la buena suerte cuando la chanza se presentaba negra hicieron de aqUella azorada travesía alcanzara un venturoso final.

Gracias a ello ahora se ha convertido en deleite para quienes la leemos.
La he paladeado como los buenos tragos que se concedieron "Doblezaur" y su hijo en la Taberna del Puerto de Motril. Supongo que allí el ron que degustaran sería el famoso pálido de Montero. Aunque un servidor que sólo lo ha probado una vez, sí que ha repetido muchas veces con el famoso "vino costa" (¡puede haber un nombre más marinero para un vino!) de los cosecheros de la costa tropical granadina. Rústico en su elaboración, sí pero cosa fina, oiga.

En fin, Motril y sus encantos. Me alegro que usted y su hijo,finalmente, llegaran a TAN BUEN PUERTO. (y que nos lo haya contado)
Felicitaciones.

P.D.: También me alegro que le dieran las uvas en mi querida Córdoba.

_________________
Capitán de Mar y Tierra de la Carabela San Lesmes R. O. del 31 de diciembre del año 2008
“La ignorancia es la madre del odio. El odio trastorna, nútrese del falso. El demonio es el padre de la mentira. La mentira se ceba de la ignorancia”.


29 Dic 2008 16:20
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Traducción al español por Huan Manwë para phpbb-es.com