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 Dobleazur: La mili en Alborán 
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Sargento 1º
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LA MILI EN ALBORÁN

Cuando tropecé con esta narración, me produjo la impresión de haber encontrado una historia, más que real, llena de humanidad. Considero que las situaciones y los estados de ánimo que se describen, guardan escondidos en lo más profundo algo más que unos episodios recordados con añoranza, llenos de cariño y plenos de espíritu de sacrificio.

Según mi criterio, se narran momentos que no fueron buscados, sino simplemente vividos. Situaciones semejantes a las de tantos y tantos españoles, que casi sin darnos cuenta, hemos prestado servicio a nuestra Patria en otros buques, otros acuartelamientos y otros puestos del suelo nacional.

¿Han cambiado los tiempos? Creo que sí. No me atrevo a decir si para bien o para mal. Pero aunque creamos que han cambiado, sé que en nuestra actual juventud también hay muchos corazones que laten al compás del Himno Nacional y se emocionan cuando pasan bajo nuestra bandera.

He considerado que esta narración es algo más que una historia humana.

Me he permitido recopilarla, si bien haciendo un breve resumen del original escrito por el Infante de Marina, D. Eugenio Sánchez Vicente quien, ahora a sus 64 años, narra con gran detalle la memoria de su servicio militar en la Isla de Alborán. Me atrevo a exponerla aquí con mi respeto más sincero y en la confianza de que, si por casualidad él también la leyera, sepa perdonar mi atrevimiento.

Hay que situarse en abril de 1962, cuando el Servicio Militar en España era obligatorio. Este anónimo Infante de Marina nos lo cuenta así.

1: PROLEGÓMENOS

El día dos de abril de 1962, con diecisiete años de edad, ingresé como voluntario en el Tercio Sur de Infantería de Marina de San Fernando, junto con otros 65 chavales.

A los tres meses de mi ingreso, tras jurar bandera, me ofrecieron firmar por un periodo inicial de cuatro años para convertirme en soldado profesional. No era ese mi interés y tomé la decisión de no firmar, si no de cumplir mi voluntariado de 24 meses y después licenciarme. El hecho de no haber aceptado con mi firma la continuidad de esos cuatro años me hizo formar, sin quererlo, en el grupo de los “renunciados”, motivo que me hizo padecer más de una discriminación y juraría que hasta el desprecios de algunos de mis jefes más inmediatos.

Fui destinado a la llamada “Compañía de Servicios” donde pernoctaban todos los que de día prestaban sus servicios como chupatintas en las oficinas, o estaban de machacantes en las casas de los jefes haciendo todo tipo de trabajos domésticos.

Con seguridad, la condición de “renunciado” fue determinante para ir castigado a la Isla de Alborán. Hoy, con la distancia que dan cuarenta y siete años, realmente agradezco lo que entonces consideré una injusticia. Hoy puedo decir que soy uno de los pocos que han podido pisar la Isla y vivir los inolvidables, extraños y esperpénticos episodios que relato más adelante. Por tanto, ahora puedo decir agradecido ¡Gracias mi capitán, no todos mis compañeros vivieron la mili como yo!

Por causas que no me paro a relatar me gané a pulso dos semanas en el calabozo y cuando salí me tenían reservada la sorpresa de Alborán.

El 8 de enero de 1964, cuando solo faltaba un mes para licenciarme, me desplazaron por tren hacia Málaga y allí embarqué en el “Dragaminas DM6 Segura”, un veterano en servicio desde 1949, que sería el encargado de llevarnos a la Isla de Alborán. El destacamento lo formábamos ocho soldados (tres castigados), un Cabo y un Sargento.

Aquella primera noche me ocurrió algo que, aún hoy, me pone la carne de gallina. Por la noche nos dieron un “coy” para dormir (una especie de hamaca) y lo colgué en la hilera superior de ganchos del sollado, justo debajo de una tubería enfoscada bastante gruesa que conducía agua caliente ¡qué calentito voy a estar!, me dije. A mitad de la noche un hormigueo en la cara me despertó... ¡El tubo estaba cuajado de chinches y cucarachas de todos los colores y tamaños que caían sobre mí! Lástima que no lo hubiera presenciado un juez de los Record Guiness para certificar la nueva plusmarca de velocidad de salto desde un “coy”. Desde ese momento, dormí sentado enfrente de la cocina, al final del pasillo de salida a cubierta, vestido y enrollado en una manta.

En el “Dragaminas DM6 Segura” estuvimos amarrados a puerto cinco días a causa del mal tiempo. El relevo que teníamos que hacer del destacamento destinado en Alborán solo era posible si no había demasiadas olas, ya que la isla carecía de toda infraestructura. No disponía ni siquiera un pequeño espigón que posibilitara que un bote pudiera realizar un desembarco, digamos normal, al abrigo de las olas.

Una noche se recibió un parte meteorológico que indicaba que a la mañana siguiente el tiempo sería muy favorable. Empecé mal la aventura, porque aquella misma noche me había invitado a cenar una prima mía que vivía en Málaga y cuando regresaba al buque iba algo bebido y bastante tarde. Cuando me acerqué al muelle me percaté de que el barco ya se encontraba desatracando, por lo que tuve que embarcar saltando desde tierra a la borda de la popa que ya se alejaba.

Me presenté al Comandante quien me ordenó ponerme el traje de faena más usado que tuviera y que me presentara al jefe de máquinas. Esa fue la razón por la que pasé toda la travesía metido en un agujero de cuatro metros cuadrados allí abajo, casi en la quilla, echando carbón sin parar a la caldera. Me dijeron que la aguja de un enorme manómetro no podía bajar de no sé qué número, y aquella maldita aguja siempre estaba casi rondándolo. Lo curioso es que yo, que me mareaba hasta en puerto, me encontraba perfectamente dale que te pego a la pala, a pesar de que el parte meteorológico que pronosticaba muy buen tiempo, debía referirse a las Islas Canarias porque aquello se movía como un cascarón de nuez. Tanto se movía que, el Comandante, antes de llegar a la Isla de Alborán decidió abortar la operación y ordenó regresar nuevamente a Málaga.

Los intentos se repitieron en varias ocasiones: Desde Málaga a Alborán y como el tiempo no era propicio, continuábamos hasta Melilla. Unos días de estancia allí y nuevamente viaje a la inversa hasta Málaga.

Durante uno de los días de espera en Melilla fuimos a las Islas Chafarinas a llevar provisiones y a por un marinero que había enfermado. Fue un día espléndido de sol; no entiendo cómo no se aprovechó para hacer el desembarco previsto en Alborán.

El último de los intentos de desembarco lo hicimos desde Melilla.

Cuando llegamos a la Isla el tiempo no era el más apropiado, pero el Comandante debería estar ya hasta la gorra de tanto paseo y ordenó definitivamente el desembarco.

Se botó una barcaza enorme y allí nos metimos diez infantes de marina con todo el equipo, un farero y dos albañiles, los víveres suficientes para un mes de estancia más los tres marineros de la tripulación del bote, un Sargento y el Cabo primero de maniobra... Lo que sigue es una tragicomedia divertidísima.

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Premio a la mejor Narrativa, año 2008.


30 Ene 2009 19:03
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2: DESEMBARCO

Una vez realizada la botadura de nuestra barcaza, los marineros comenzaron a remar en dirección a la isla que estaba a unos trescientos metros. Durante el trayecto el Cabo de maniobra nos explicaba: No os preocupéis que este desembarco lo he hecho cientos de veces y en peores condiciones que las de hoy. Vamos a hacerlo por la playa de levante que hoy está más resguardada. Si os fijáis en el oleaje de la playa, se alternan momentos de relativa calma con la llegada de tres grandes olas seguidas, las tres Marías. Lo importante es que al llegar cerca de la playa estas olas rompan por popa; para ello yo os indicaré el momento en que, rápidamente, debemos hacer la maniobra de viraje, bogando vosotros, los de babor, y ciando los de estribor.

Lentamente nos íbamos acercando a la playa y cada vez las olas eran mayores. Algunas superaban la borda de la barcaza. Estábamos chorreando y comenzaba a inundarse el bote. Llegado el momento, el Cabo gritó: ¡Atentos a mis órdenes...! ¡Ahora, ciar, bogar, rápido, rápido!

La primera María nos cogió antes de lo previsto y por la banda de babor. Entró abundante agua y el bote se inclinó alarmantemente. La segunda María, mayor que la primera, rompió de lleno por babor barriéndonos a todos. Casi volcamos. Dentro de la barcaza el agua nos llegaba hasta las rodillas. Todos con caras de asustados. ¡Vamos, vamos, que podemos!, vociferaba el Cabo empapado hasta las cejas y con los pelos estilo Anasagasti pegados a la cara.

Yo pensé en lo peor cuando vi que se acercaba la tercera María. Era enorme. El viraje estaba casi completo pero no sirvió de nada. El golpe fue tremendo y algunos salieron despedidos. El bote se inundó totalmente y… se hundió.

La profundidad era de menos de dos metros y nos cubría someramente. Gracias a esto y a que todos sabíamos nadar no hubo ninguna desgracia. Allí estábamos todos dando saltitos y sacando las cabezas para respirar. Era imposible nadar con todo el equipo sobre los hombros y mojado, incluido el fusil y la manta. De todo ello me deshice inmediatamente. Yo no sé por qué, quizás por los nervios, pero a mí aquello me hizo una gracia tremenda, sobre todo viendo la calva y el pelo del Cabo de maniobra saliendo y entrando en el agua, cada vez con “peinado” distinto. Con las risas casi me ahogo.

Como pudimos fuimos llegando a la playa y comprobamos que no faltaba nadie. Solo teníamos algunos rasguños. Pero nuestro pobre Cabo de marinería, no entiendo porqué iba descalzo y con las plantas de los pies llenas de púas de erizo… ¡Pobrecillo!

Cuando nos tranquilizamos, algunos volvimos al agua para rescatar lo que pudimos. Sacos de patatas, sacos de petate, latas de conservas, equipajes, gorros, fusiles...

En el mismo bote embarcó el destacamento relevado. Me impresionó muchísimo ver que tenían sus caras quemadas y resecas. Muy delgados, muy sucios. Con unas espesas barbas y con los pelos largos y apelmazados... unos auténticos náufragos. En aquel momento me hice una idea de lo que me esperaba vivir en la Isla.

En cuanto trasladamos toda la impedimenta arriba al faro, nos dieron unas horas de descanso que yo aproveché para explorar la Isla. Supongo que habréis visto alguna foto o reportaje de la Isla de Alborán. Es un islote de unos cinco kilómetros cuadrados de extensión, en forma de punta de flecha, con una longitud de unos 600 metros y 250 de ancho por su parte más amplia, donde se encuentra el faro y las instalaciones para el destacamento. En el otro extremo está el “cementerio de la vieja”, unos enterramientos de, al parecer, la suegra de un farero, la mujer de otro y un piloto alemán de la Segunda Guerra Mundial. A poca distancia del faro se encontraba la panadería, un pequeño habitáculo subterráneo habilitado para este fin.

Todo el terreno es desértico y la rara vegetación existente son unas hierbas y matorrales con hojas carnosas. La Isla se levanta unos veinte metros, sobre una plataforma más extensa que la circunda y que queda casi al descubierto durante la marea baja. Está atravesada por varias cuevas, aéreas y submarinas, que, creo recordar, desaconsejaron desarrollar hace años un proyecto de la Marina de construir una base de helicópteros y aviones Harrier.

De los ocho soldados que éramos, uno iba como panadero y otro como cocinero. Pronto descubrimos que ninguno de ellos tenía ni idea de aquellas profesiones. Los primeros panes que se hicieron pesaban como piedras, los había hecho sin levadura y cuando le preguntamos dijo: ¿Y ezo qué é lo que é? En cuanto al cocinero, hizo para la primera cena un potaje repugnante que, no obstante, comimos como pudimos. Con la práctica fueron aprendiendo y acabaron haciendo buen pan y buenos guisos... cuando podían (ya lo entenderás más adelante).

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30 Ene 2009 19:10
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Nuevo mensaje Re: Dobleazur: La mili en Alborán
3: PROVISIONES

Los destacamentos estaban previstos para un mes, excepto para el farero que era de dos meses, por lo que los víveres se proveían en consecuencia. Otros artículos, como tabaco, jabón, dentífrico, etc., se los había procurado cada cual, también pensando en un tiempo similar.

Algunos alimentos esenciales como la harina, arroz, garbanzos, aceite, leche, café, azúcar... se agotaron antes de transcurrido un mes, debido principalmente al naufragio sufrido en el desembarco, donde se perdieron provisiones que no se repusieron durante mucho tiempo, y por otro lado, a que al destacamento anterior lo relevamos casi con un mes de retraso, por lo que acabaron con todas las reservas comestibles que había en la Isla.

Enseguida nos percatamos de que las provisiones eran insuficientes, sobre todo si se retrasaba nuestro relevo, como ocurrió en casi un mes. Dimos la voz de alarma y después de una semana arreglando el generador, se transmitió por radio la situación a la comandancia de Málaga. Tardaron más de diez días en mandar un helicóptero que, seguro que al ver nuestras pintas, sin ni siquiera tomar tierra, dejó caer unos cuantos sacos de víveres, que finalmente también resultaron ser insuficientes.

La realidad es que durante bastante tiempo comimos lo que podíamos conseguir del mar. En los raros días de relativa calma, utilizábamos un pequeño bote para ir de pesca con tres anzuelos y sedal que encontramos en el taller. Cogíamos sobre todo unos pequeños peces con rayas amarillas y muchas espinas, que llamaban “vaquillas”. Desgraciadamente los anzuelos los perdimos muy rápidamente enganchados en el fondo.

Una hermosa mañana vimos cómo un yate, de considerables dimensiones y bandera francesa, se aproximaba demasiado a la Isla. El Sargento nos mandó formar armados al pié del mástil e izamos la bandera. Les gritó advirtiendo que no se acercaran más o abriríamos fuego contra ellos. El yate paró y echó el ancla a una distancia al límite de lo permitido. Finalmente, el Sargento ordenó romper filas y los dejamos en paz.

A media mañana vimos cómo dos o tres personas se sumergían con equipos de buceo, con botellas ¡y fusiles! El Sargento comenzó a amenazarles y al comprobar que no hacían ni caso, me señaló a mí y a otros tres soldados y nos dijo que les siguiéramos con el arma cargada. Bajamos a la playa de levante y embarcamos dos soldados y el sargento en nuestro pequeño bote, enfilando la proa hacia el barco.

Advertidos de nuestra presencia, los buceadores habían subido a bordo y nos estaban esperando. Cuando llegamos al yate, nos invitaron a subir a lo que el Sargento se negó, soltando improperios, pistola en mano, por practicar la pesca submarina, además con botellas, en aguas españolas y en zona militar. Los franchutes se disculpaban y decían no entender nada. Una señora se acercó y chapurreando español nos dijo que ellos no querían pescar, que los fusiles los llevaban para defenderse de algún predador que apareciera; que ellos solo querían hacer un reportaje fotográfico, y nos enseñaban unas cámaras. El Sargento tuvo unos instantes de titubeo y ese fue el momento que aprovecharon para ofrecernos dos cartones de tabaco Camel, dos botellas de vino y media docena de latas de conservas. Inmediatamente cogimos los regalos y, después de advertirles muy dignos que les estaríamos vigilando, nos volvimos a la isla. De camino el gilipuertas del Sargento se pavoneaba diciendo: ¿Habéis visto como los he acojonado? ¡Es que un soldado español impone de la hostia!

De aquel soborno nunca más supimos. El Sargento, además de egoísta y de hacer su vida aparte (solo le vimos en contadas ocasiones), era un perfecto cabronazo.

Durante la marea baja, si el estado del mar lo permitía, recogíamos lapas, caracolas y pequeños pulpos entre los huecos de las aguas someras. Los poníamos directamente al fuego o la plancha de la cocina con un poco de sal y los comíamos con gusto, en ocasiones como único alimento del día.

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30 Ene 2009 19:12
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Nuevo mensaje Re: Dobleazur: La mili en Alborán
Una noche, alguien juró haber visto la silueta de un conejo merodeando por el faro. El farero nos descubrió que hacia algunos meses su compañero había traído a la isla dos parejas de conejos, que ellos se ocupaban de alimentar con pienso y de que no faltara nunca un poco de agua para ellos, en una pequeña concavidad que había junto al brocal del aljibe del agua potable.

Ahora, cuando lo pienso, me da una pena tremenda, pero entonces en aquellas circunstancias... Un compañero, pescador de Barbate, fue el encargado de cazar uno a uno, hasta un total de seis, a los pobres conejos que se acercaban a beber. Por la noche los esperaba sentado en el brocal del aljibe, justo encima del charco de agua; un rápido golpe con la culata del fusil, que dejaba caer sobre el pobre animal, era suficiente. La noche en que se conseguía alguno, nos reuníamos silenciosamente de madrugada en la cocina los ocho soldados y el Cabo, donde clandestinamente lo freíamos y devorábamos en alegre complicidad.

Estas circunstancias de penuria de alimentos, parecían no afectarles ni al Sargento ni al farero ni a los dos albañiles. Comían aparte y nadie sabía cuanto ni qué. Seguro que disponían de todo lo que les viniera en gana. Nunca lo supimos.

Por esto, una forma de conseguir comida era siendo sparring del Sargento. Acababa de terminar un curso de yudo y, para seguir practicando, de vez en cuando bajaba al anochecer y pedía un voluntario para hacer de contrincante, ofreciendo a cambio un par de huevos fritos con chorizo y dos sardinas en aceite. Siempre encontraba algún desesperado que aceptaba. Nos cachondeábamos al oír los tremendos trompazos de arriba durante la media hora que duraban los asaltos, tras lo cual bajaba el pobre con dolores para una semana… pero relamiéndose y sonriendo de satisfacción. En ese momento a todos se nos cortaba la risa y nos decíamos: En realidad no es para tanto; mañana me apunto.

En el taller, encontré un traje de goma de una sola pieza, unas gafas y unas aletas. Eran de una talla para liliputiense. El traje fue imposible ponérmelo, las gafas estaban mal pero medio servían y a las aletas les corté el talón y las adapté con unas cuerdas para ajustarlas al pié con calcetines gruesos.

Me metí en el agua solo en dos ocasiones, y por poco tiempo a causa del frío y las peligrosas olas. Allí está el paisaje más bonito, límpido, virgen y lleno de vida que he visto en mi vida: confiados peces por doquier, nadando entre una frondosa vegetación, y numerosas cuevas con enormes cabezas observando curiosas.

No hay que olvidar que desde hace muchos años, no se permite a nadie acercarse al islote a menos de trescientos o cuatrocientos metros. ¡Qué lástima no disponer de un fusil submarino!, se hubiera acabado el problema de la comida. Los peces casi se dejaban coger con la mano. Ni siquiera encontré material para poder hacer un rudimentario arpón.

Un día al Sargento se le ocurrió inspeccionar el depósito de munición. Había munición muy antigua o en mal estado que fuimos apartando del resto. Consiguió autorización para su destrucción y nos ordenó arrojarla por el acantilado.

Le convencimos de que era mejor dispararlas, consiguiendo así, además de no contaminar el mar, comprobar el funcionamiento de las armas y de paso, para nosotros lo más importante, intentaríamos cazar algún pez grande, que se podían ver desde arriba.

Lo pasamos de miedo. Estuvimos dos o tres días disparando con fusil, pistola, ametralladora de trípode, incluso tiramos algunas bombas de mano (con las que conseguimos algunas buenas piezas, que nos cenamos a la parrilla de una sentada).

Con el tabaco ocurrió lo mismo que con la comida; quince o veinte días antes de marcharnos, a la mayoría se les había acabado. La desesperación era total y se hacían batidas por toda la isla en busca de colillas. Yo no tuve problemas porque, además de no tirar ni una colilla, en previsión, había comprado dos botes de picadura que fumaba con mi pipa (aún conservo esta reliquia). A más de uno tuve que dejarle chupar de ella, con la promesa de no estrangularme por la noche.

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30 Ene 2009 19:13
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Nuevo mensaje Re: Dobleazur: La mili en Alborán
El papel de fumar que llevaba se inutilizó en el incidente del desembarco. Había un chaval, un tío estupendo, que estaba muy mal con el mono de nicotina. Le regalé un poco de tabaco y unas cuantas de mis colillas, y para que se las pudiera fumar enteras le fabriqué una pipa con una pequeña caracola, que perforé y a la que adapté la funda de un bolígrafo. Al día siguiente la pipa-caracola era la moda en el islote; todos se hicieron una.

El agua potable era suministrada periódicamente por un buque cisterna, almacenándose en un aljibe existente en el patio del recinto del faro, cuya tapa se cerraba con candado. Ni que decir tiene que su uso era exclusivo para beber, cocinar, cepillarse los dientes, afeitarse y lavarse la cara por las mañanas. Esto significó vivir el periodo de más bajo nivel de cuidados higiénicos de mi vida. Parecíamos auténticos náufragos con aquellos pelos y barbas descuidados, la ropa brillante por la mugre y el cuerpo... ni se sabe. Yo me las arreglé para coger en un par de ocasiones un cubo de agua para quitarme las cascarrias y el salitre de encima.

Además de la preocupación por la provisión de alimentos, había otra que ocupaba nuestras cabezas: La seguridad.

El mamón del Sargento nos metió el miedo en el cuerpo con cuentos de invasión de la isla por la noche por comandos de un submarino ruso, que podrían sorprendernos dormidos y pasarnos a cuchillo.

Después ciertos episodios acaecidos hicieron el resto. A nuestra edad y en aquel entorno hostil no era una misión difícil asustarnos. Un auténtico sainete.

4: ¡QUE ATACAN LOS RUSOS!

La vida en la isla la hacíamos de acuerdo con las horas de luz; nos levantábamos al alba y en cuanto anochecía nos acostábamos. Para alumbrarnos utilizábamos lámparas de carburo y velas.

Ahora, cuando lo pienso, me parece mentira, un mal sueño. Es increíble la naturalidad con la que convivíamos con las carencias de todo tipo. A nadie se le ocurrió, o no pudo, llevarse una caña de pescar, o al menos unos anzuelos y unos metros de hilo; ni una cámara de fotos. Ni siquiera un calendario.

La mayor parte de los días nos dedicábamos a ayudar en los trabajos que se estaban realizando en el faro. Me especialicé en subir arena y piedras con una carretilla desde las playas (me gustaría saber cuantos viajes hice y las toneladas transportadas). También participé en bordear con piedras, que después encalamos, la zona de alrededor del faro, el borde de los acantilados más cercanos, el camino hasta el cementerio, con la desviación a la panadería, y la bajada a las playas.

Por cierto, un día que había bajado a la playa a por material, me eché en la arena boca arriba a descansar un rato, debajo de una gran visera formada en el acantilado. Justo encima de mí había una gigantesca piedra cuya mitad estaba al descubierto y la otra mitad incrustada en la tierra (como una almendra al romper el turrón). Pensé: esta piedra algún día se tiene que caer, igual que estas otras que están en el suelo y que antes estarían en esos huecos vacíos de ahí arriba. ¿Y si se cayera ahora mismo? ¡Que tontería, ahora se va a caer después del tiempo que llevará ahí colgada! Pero por si acaso me levanté y me quité de en medio.

A la mañana siguiente, cuando volví a por arena, ¡joder! ¡La piedra estaba en el suelo! Me inundó un sudor frío que no veas. Nunca más me puse debajo de ninguna visera del acantilado.

Los albañiles también tenían el encargo de iniciar la construcción de un espigón o rompeolas en la playa de levante que evitara jugarse la vida en cada relevo (seguro que el desastre de nuestro desembarco no fue el único). Tiramos al agua montañas de piedras y sacos de cemento especial que fraguaba al contacto con el agua.

Los albañiles apuntaban diariamente las horas trabajadas por cada uno. Al final nos liquidaron. Para aquellos tiempos, un capitalazo. Una buena cantidad la “invertimos” en una gran juerga al llegar a Málaga. Recuerdo que con aquel dinero también compré mi primer reloj y otro para regalar a mi madre, cuya entrega recuerdo emocionado.

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30 Ene 2009 19:15
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Nuevo mensaje Re: Dobleazur: La mili en Alborán
El transito marítimo era bastante denso y parecían tomar la isla como punto de referencia, ya que con frecuencia se podía observar como variaban el rumbo.
A veces algunos se acercaban bastante al islote. Un día de bonanza un gran barco de pasaje pasó tan cerca que se podía ver perfectamente a las personas. Nosotros nos juntamos en la punta de poniente y comenzamos a bordear el acantilado dando saltos pidiendo socorro como si fuéramos náufragos. La borda se llenó rápidamente de pasajeros cámara en ristre y nosotros acabamos en la punta del cementerio, en pelotas y muertos de risa.

Una de las cuestiones que más nos preocupó a todos fue la sensación de sentirnos aislados, abandonados, vulnerables... lo que se tradujo en una permanente ansiedad y acojono que nos hacía estar en estado de alerta permanente. En definitiva, teníamos MIEDO.

La propia isla y su situación eran suficientes para producir estas sensaciones: Sus pequeñas dimensiones; el horizonte exclusivamente de mar (solo en dos ocasiones divisamos muy tenuemente, lo que según el farero eran, por un lado, el cabo Tres Forcas y, por el otro lado, Sierra Nevada). El persistente mal tiempo reinante (fuertes vientos y grandes olas que, en ocasiones, llegaron a mojar el faro y hacían vibrar profundamente toda la isla), las noches de total oscuridad (cualquier reflejo del mar eran los comandos rusos que nos atacaban), el Cementerio de la Vieja (otra machada del Sargento: ¿A que nadie tiene cojones para ir solo de noche y traer como prueba la cruz de una tumba? Por supuesto nadie los tuvo, a pesar del premio que prometía), el escandaloso graznar de las gaviotas (las focas monje, aún supervivientes en las Islas Chafarinas, ya habían desaparecido de Alborán hacía años)... ¿Y si le ocurre a alguien un accidente o enferma de urgencia? ¡Pues se muere, y ya está!, respondió a la pregunta el bruto del Sargento.

Pero por si todo esto no era suficiente, nuestro querido Sargento echaba más leña al fuego con las historias para no dormir que nos contaba. Nunca mejor dicho, porque yo creo que lo que perseguía era que no nos durmiéramos y estuviéramos en alerta permanente, haciendo turnos de guardia de día y de imaginaria por la noche.

Su historia favorita era la de la invasión de la isla por los rusos: "Fijaros lo fácil que es para ellos acercarse a la isla por la noche con un submarino, del que salen unos comandos anfibios que silenciosamente acceden a la isla, suben al faro y nos degüellan a todos sin compasión".

Parecerá una tontería, pero para más de uno fue suficiente para hacer las imaginarias despierto.

Pero lo realmente sorprendente es que... ¡Esto casi ocurrió! Era una mañana muy temprano. Nos estábamos levantando cuando de pronto entró despavorido el panadero corriendo y gritando ¡Mi Sargento, un submarino, un submarino! El Sargento bajó como un rayo y todos le seguimos saliendo fuera.

Un enorme submarino estaba emergiendo muy, muy cerca, a la derecha del faro.

[Sargento] ¡Me cago en la leche!. Rápido, traer la bandera. Todos a formar con el arma cargada. ¡Vaya pedazo de submarino! Seguro que es ruso.

[Cabo] También puede ser español ¿No?

[Sargento] No digas tonterías. España no tiene submarinos.

[Cabo] ¡Cómo que no! Yo los he visto en Cartagena, mi Sargento.

[Sargento] ¡Que tontería! No tienes ni idea. ¿No sabes que esos submarinos están de exposición y que no funciona ninguno?

[Cabo] Pues yo conozco a marineros que están destinados en esos submarinos y dicen que hacen prácticas.

[Sargento] ¡Va! Serán simulaciones.

Mientras tanto el submarino había emergido totalmente y se desplazaba muy lentamente frente a nosotros.

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30 Ene 2009 19:16
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Nuevo mensaje Re: Dobleazur: La mili en Alborán
[Sargento] Cabo, iza la bandera. Atentos: ¡Presenten Armas!

Allí estábamos los diez infantes de marina, izando la bandera, firmes y saludando, como en una película surrealista.

Cuando el submarino se estaba situando a nuestra altura, aparecieron en el puente tres o cuatro tripulantes. Se abrieron las escotillas y salieron veinte o treinta marineros que formaron en cubierta. Se oyeron algunas ordenes de silbato y a continuación comenzaron a sonar intermitentemente las sirenas, al tiempo que todos nos saludaban militarmente e izaban en el mástil del puente la bandera de... ¡España!

[Sargento] ¡Hostia! La bandera de España. Un submarino español.

[Cabo] ¿Qué le decía yo, mi sargento? España tiene submarinos. Y bien cojonudos, que son.

Lenta y majestuosamente, el submarino pasó ante nuestros asombrados ojos, saludándonos mutuamente. A continuación, la cubierta quedó de nuevo despejada y lentamente desapareció bajo las aguas.

Nos quedamos petrificados. Todos estábamos emocionados y continuamos presentando armas aún después de haberse sumergido el submarino.

Pues la cosa no acabó ahí. La imaginación y la tozudez del sargento no tenía límites.

[Sargento] Pues yo tengo mis dudas. No creáis. Que los rusos son muy listos. ¿Quién nos dice a nosotros que no eran rusos que nos han engañado izando la bandera de España, con el fin de inspeccionar y fotografiar la isla para preparar mejor la invasión?

[Cabo, con sonrisa contenida y tono sarcástico] Lo mismo estaba yo pensando, mi Sargento. Hay que reconocer que este islote tiene un valor estratégico de primer orden para los rusos. Seguro que quieren montar aquí la Cuba del Mediterráneo. ¡Joder mi Sargento! ¡Qué películas se monta!

[Sargento] Vale, vale. Descansen. Rompan filas.

Todos festejamos la salida del Cabo y pasamos todo el día de cachondeo recordando el episodio.

Yo pensaba que si llega a ser un submarino ruso, lo que hubiera sido perfectamente posible, el Sargento nos hubiera hecho la vida imposible. Todos zurrados. Ahora sabemos que los rusos no son verdes ni tienen rabo, pero entonces...

Posteriormente, en una de sus escasas visitas, al Sargento se le ocurrió decir que otra forma de ocupar la isla sería mediante un ataque desde el aire: Un par de bombas bien tiradas y después la invasión con algunos comandos desde helicópteros, rusos por supuesto. Sería muy fácil.

¡Vale mi Sargento!. Todos nos reímos y nadie dio crédito a la nueva parida (o eso creo).

Unos días después, ocurrió un episodio que nos heló la sangre a todos y que parecía inicio de esta nueva amenaza para destruirnos.

5: ¡ATAQUE AÉREO!

Ahora resulta que, según la última información recabada, al Sargento no le faltaba razón con sus temores y obsesión con los rusos. Según parece, pescadores de la Unión Soviética intentaron ocupar la isla en varias ocasiones en los años sesenta, aprovechando el abandono de la presencia española, que se produjo en el año 1963 (lo que no es cierto puesto que yo estuve en la isla hasta primeros de Marzo del 64) y se prolongó durante un periodo de tiempo de cuatro años. Seguramente el destacamento que nos relevó fue el último antes de dicho periodo.

Bueno, continuamos con la historia.

Como decíamos, el Sargento no se rindió con el episodio del submarino y dejó caer la posibilidad de la ocupación de la isla por los rusos, esta vez mediante un ataque por aire.

Pues bien, unos días después vivimos una noche de infarto.

Hacía más o menos tres horas que nos habíamos acostado y todos dormíamos. Algunos compañeros, muy nerviosos y alarmados, despertaron a todos los demás jurando que habían oído un avión volando a baja altura.

En esas estábamos cuando apareció en el dormitorio el Sargento con los ojos desorbitados:

[Sargento] ¿Lo habéis oído? ¿Lo habéis visto? Es un avión en vuelo bajísimo. ¡Algo pasa!... ¡Silencio! ¿No oís? ¡Ahí viene otra vez!

Se podía oír claramente el ruido de un avión de hélice que iba aumentando de intensidad rápidamente. Todos salimos fuera corriendo a medio vestir y, parapetados en una esquina del faro, pudimos ver como un enorme avión pasaba muy cerca en vuelo rasante.

Todos coincidimos en que parecía tratarse de un avión de reconocimiento de esos que llevan una especie de cono en la cola.

[Sargento] ¡Me cago en la leche! ¿Habéis podido ver si es español?

Imposible ver ese detalle.

Por las luces del avión pudimos observar como éste realizaba un giro y volvía de nuevo recto hacia la isla. Esta vez pasó algo más lejos de nosotros, muy bajo y justo por encima de la panadería.

[Sargento] Esto me huele muy mal. O el avión tiene dificultades o nos están avisando de algo. Seguro que han visto algo raro en el mar; alguna embarcación (rusa, digo yo) que intenta desembarcar en la isla o algo así. ¡Todo el mundo aquí vestido y armado inmediatamente!

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30 Ene 2009 19:18
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Sargento 1º
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Nuevo mensaje Re: Dobleazur: La mili en Alborán
Mientras tanto el avión había dado la vuelta y volvía a acercarse de nuevo.

[Sargento] ¡Dispersaos! ¡Alejaos del faro!

Todos salimos corriendo en distintas direcciones, dando traspiés y produciéndose caídas a pesar de las linternas. El Cabo y yo fuimos juntos en dirección norte y nos agazapamos a pocos metros del faro.

El avión hizo otra pasada por encima de la panadería balanceando las alas; en esta ocasión no volvió a girar y se alejó definitivamente perdiéndose en la noche.

Entonces fue cuando unos compañeros descubrieron que detrás de la pared de la panadería había un pequeño incendio.

[Soldados] ¡Mi Sargento hay fuego en la panadería! ¡Fuego en la panadería!

El Sargento se había adelantado y estaba muy cerca de donde nos encontrábamos el Cabo y yo.

[Sargento] Ya decía yo que nos estaba avisando de algo. ¿Cómo se ha podido producir ese fuego? Puede haber sido provocado por alguna bengala lanzada por comandos (rusos, por supuesto) para señalizar posiciones.

[Cabo] ¿Mi Sargento, quiere que comuniquemos con la comandancia de Málaga?

[Sargento] De momento no.

Así nos mantuvimos durante un tiempo, viendo como la intensidad del fuego iba decreciendo poco a poco.

[Sargento] ¡Todos atentos! ¡Que nadie se mueva de donde está! ¡Voy a ir a inspeccionar! Y dirigiéndose al Cabo, a mí y a otro soldado cercano nos ordenó: Vosotros tres, venid conmigo.

Fuimos acercándonos a la panadería con mucha precaución, muertos de miedo. El Sargento delante, pistola en mano, y nosotros tres detrás, con los fusiles listos. Según nos acercábamos, comprobamos que, efectivamente, había un pequeño incendio cerca de la panadería. Las precauciones se fueron extremando según nos acercábamos; andábamos completamente agachados y el Sargento mandó que nos retrasáramos un poco y nos separáramos más entre nosotros.

Se podía ver que el fuego estaba limitado a una pequeña área de un par de metros.

Cuando estábamos ya muy cerca, el Sargento ordenó: ¡Alto! Nos acercamos a él. Lo que allí parecía verse era un objeto con aspecto cilíndrico en medio de las llamas.

Nos acercamos un poco más, muy despacio, y alumbramos con las linternas. Nos dio un vuelco el corazón. No era posible. Lo que vimos en medio del fuego era ni más ni menos que una... ¡ENORME BOMBA, o torpedo, de más de dos o tres metros de longitud!

[Sargento] ¡Hostia! ¡Una bomba! ¡Atrás, atrás! ¡Todos a cubierto! ¡Me cago en diez!

El susto fue tremendo. Salimos corriendo para atrás a toda leche. Más de uno dejamos atrás el fusil y alguna bota. Me caí un par de veces, pero ni me miré, como los buenos toreros.

Llegamos al faro y todos nos parapetamos. Les contábamos al resto lo que habíamos visto: ¡Un torpedo o una bomba que estaba ardiendo!

[Sargento] Cabo, comunique la situación a Málaga y que digan qué hacemos.

En Málaga no sabían nada. Que no podía ser nada grave porque les hubieran informado inmediatamente. Que nos mantuviéramos conectados porque se pondrían en contacto con nosotros cuando averiguaran algo.

Las caras eran todo un poema. Todos teníamos un susto tremendo. No hacíamos más que repetir que lo que había allí encima del fuego era una bomba gordísima, que seguro que era capaz de hacer desaparecer la isla entera.

El fuego se apagó al cabo de algún tiempo y ninguno de nosotros se movió de donde estaba hasta el amanecer.

El Sargento consideró que después del tiempo transcurrido la bomba se habría enfriado y el peligro de explosión había disminuido y decidió acercarse solo a inspeccionar.

Nosotros nos quedamos observando escondidos tras el faro. Vimos como llegaba al lugar, daba vueltas alrededor, se agachaba, se levantaba. Fueron unos instantes de tensión hasta que oímos la voz del Sargento que decía: No hay peligro. Podéis acercaros.

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30 Ene 2009 19:20
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Nuevo mensaje Re: Dobleazur: La mili en Alborán
Fuimos todos corriendo y vimos que lo que parecía un torpedo era en realidad una especie de depósito de un material de apariencia de cartón piedra, que sonaba a hueco cuando se le golpeaba. Todos respiramos y nos sentimos aliviados de semejante pesadilla.
La comandancia de Málaga nos comunicó que el objeto era un depósito adicional de combustible que se le había desprendido a un avión de reconocimiento (o se había desecho de él). ¿Y el incendio? En fin...

El susto me duró hasta el final del destacamento.

Nuestro relevo se produjo sin incidentes una buena mañana, aunque con casi un mes de retraso al previsto y después de un intento fallido por el mal tiempo -todos preparados y viendo como el Segura pasaba de largo-.

Aquella noche en Málaga, con el dinero cobrado por el trabajo realizado en la isla, celebramos con una juerga fenomenal el estar vivos.

Nos dieron permiso para dormir fuera del barco. Cenamos todos juntos. Tomamos copas a discreción y acabamos en un club de alterne. Allí rematamos la noche.

Hubo quienes se encerraron en una habitación con otras tantas mozas. Repartieron por el suelo colchones almohadas y cojines. Se alinearon empelotados en dos paredes opuestas: ¡A la una, a las dos y a las tres! Apagaron la luz y...

¡Al ataqueee!... ¡Sálvese quién pueda!... ¡Ojo que voy!... ¿Tío, qué haces?... ¡Suéltame!... ¿Esto que es?...

Y de esta guisa acabó mi aventura en la Isla de Alborán, que algún día puede que vuelva a pisar.

FIN

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30 Ene 2009 19:21
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Nuevo mensaje Re: Dobleazur: La mili en Alborán
En su línea, Dobleazur

He pasado un buen rato leyendolo y, licencias aparte, se que la realidad supera con creces las más descabelladas fantasias

Gracias

Un saludo

Antonio

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Nuevo mensaje Re: Dobleazur: La mili en Alborán
Me ha divertido mucho,sobre todo el sargento al mas puro estilo chusquero.

Un saludo

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...es el verbo de la historia militar de España,
porque allí donde se ha combatido en mar o en tierra,
siempre ha habido un soldado de Infantería de Marina...
Conde de Torre Vélez en el Parlamento en 1904.


05 Feb 2009 12:18
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Nuevo mensaje Re: Dobleazur: La mili en Alborán
Me ha parecido una explicación amena y desenfadada.
Y, mientras la leía, me he sentido como si la estuviera viviendo.
Gracias, Dobleazur.

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A mí me parece, Señor, que no tengo otra cosa buena sino ser español (Catalina de Erauso, "la Monja Alférez", a un Cardenal)

05 Feb 2009 22:46
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Nuevo mensaje Re: Dobleazur: La mili en Alborán
Amigos míos, amplío las palabras que empleé como introducción a la recopilación de “La Mili en Alborán”. Reitero que considero que las situaciones y los estados de ánimo que se describen, guardan escondidos en lo más profundo algo más que unos episodios recordados con añoranza, llenos de cariño y plenos de espíritu de sacrificio.

Para mí esta narración es algo más que una historia humana, porque, según mi criterio, se narran momentos que no fueron buscados, sino simplemente vividos. Situaciones semejantes a las de tantos y tantos españoles, que casi sin darnos cuenta, hemos prestado servicio a nuestra Patria en otros buques, otros acuartelamientos y otros puestos del suelo nacional.

Me hizo recordar mi propio servicio militar (como voluntario en la Agrupación de Infantería La Reina II, en Córdoba), cuando viví la suerte de formar la guardia cuando, procedente de Sidi Ifni, volvían mis compañeros de armas. Y volvían con los uniformes destrozados, las botas rotas e inservibles, y las armas relucientes y firmes al hombro, bayoneta calada. Cada uno de los infantes que regresaban mantenían la frente y la mirada al cielo, donde descansaban tres de nuestros compañeros perdidos en África, con el orgullo del deber cumplido. Y como áurea, sobre nuestra bandera, podíamos ver el orgullo de nuestro amor a España.

A las 2 de la mañana, los que allí estábamos de guardia y que teníamos el honor de presenciar aquel regreso, junto con la multitud del pueblo de Córdoba, presentábamos armas queriendo abrazar con nuestros corazones. Recuerdo que en nuestra militar postura no podíamos limpiar las lágrimas que corrían como ríos hasta el suelo, queriendo en aquel momento besar nuestra Patria.

Y, leo yo entre líneas, entre las anécdotas que lo patinan, un orgullo de haber estado cumpliendo lo que en cada momento y lugar España requería.

Yo lo veo así. Es algo más que una sensilla narración.

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05 Feb 2009 23:44
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Nuevo mensaje Re: Dobleazur: La mili en Alborán
Jo DObleazur, has logrado que me acuerde del Sargento "Bocacha" y del Primera Espeso.

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Director del: Real Observatorio de Marina de San Fernando. R. O. del 30 de diciembre de 2011.


06 Feb 2009 13:23
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Nuevo mensaje Re: Dobleazur: La mili en Alborán
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¡Izad la señal nº5!: "A los que por su actual posición no combate, tomar una que los lleve rápidamente al fuego"


06 Feb 2009 17:54
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Nuevo mensaje Re: Dobleazur: La mili en Alborán
'

Amigo Dobleazur


Me he quedado de piedra.


Si eso se pudiera publicar en todos los diarios de España, al menos una vez en primera página, no se que pasaría.


Pero aquí y en mi caso, ha sido muy sencillo. Unas lágrimas han brotado de mis ojos y recorrido las mejillas, hasta conseguir nublar mi vista y dejarme sin teclado.


Que dolor produce el ver la España de hoy, cuando tantos hemos puesto nuestra más bella juventud al servicio de ella, sin quejas ni falsos patrioterismos, simplemente por el hecho de sentirse español y por que si no ibas, te buscaban y vaya si la cumplías, con ella creo que han robado parte de la grandeza y sobre todo quebrado la unión de la piel de toro.


Cada vez entiendo más a mi abuelo.


Vivir para ver.


Un muy fuerte abrazo. Y gracias.
.

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Si ignoras lo que pasó antes de que nacieras, siempre serás un niño. Marco Tulio Cicerón.


Hay criterios cerrados, de ásperas molleras, con los cuales es inútil argumentar. Miguel de Cervantes Saavedra.


Cuando soplan vientos de cambio, unos construyen muros, otros, molinos.

Sorpresa y Concentración.


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06 Feb 2009 20:46
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Grumete
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Nuevo mensaje Re: Dobleazur: La mili en Alborán
Muchas gracias por compartir aquellas vivencias con la tripulación, todo un lujazo!
Me has emocionado de verdad, y en estos tiempos que corren eso vale oro, gracias de nuevo.


07 Feb 2009 02:13
Sargento 1º
Sargento 1º

Registrado: 19 Dic 2008 14:11
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Nuevo mensaje Re: Dobleazur: La mili en Alborán
A mi Alférez de Fragata. Jaito.
A mi Vicealmirante. Eusebio. Al que confieso no entender ni el inglés, ni el cuadro tan bonito con el que corresponde. Seguro que tendrá su “intríngulis” pero que mis entendederas no captan.
A mi Intendente General. Ensenada. Con quien comparto cuanto expresa.
A nuestro Grumete. Ruben. ¡Bienllegado. Un abrazo, tío. Eres de los míos!
Y a toda la extensa tripulación de este buque: Dejad que os cuente.

Tengo dos hijos varones de los que, por mil razones, me siento orgulloso.

Los dos se “libraron” del servicio militar.

El mayor en edad, se libró porque pedía prórrogas tras prórroga por razones de estudio y se la concedían, y cuando en una de las listas de “quintas” su nombre figuraba como “fuera de cuota”, fue razón por la que al final no hizo la “mili”, que en aquellos días, para él, fue motivo de celebración festiva, que yo compartí.

El siguiente en edad, que también ejercía ideas propias, me dijo un día muy serio: “Papá, no voy a hacer la “mili”, aunque me tenga que pasar muchos días encarcelado”.

Aquello me apenó y ensombreció, pero entendí que era su voluntad.

No es que yo presuma de ser un hombre moderno, creo más bien que estoy chapado a la antigua, pero mi carácter, antes que autoritario y dictatorial, es más de banda ancha y comprensivo. De siempre imbuí a mis hijos el derecho y sentido de la propia responsabilidad y en consecuencia el acatamiento de la consecuencia de nuestros actos.

Creo que, en función de la edad de nuestros hijos, debemos cuidarlos, guiarlos, aconsejarlos y dejar después que ejerzan su libre voluntad.

Aunque, por muy mayores de edad que sean, en nuestro corazón siempre aparecen como unos “pelusones” que aún necesitan el grano y consejo de nuestra mano. Ahí estamos. Siempre serán nuestros hijos y siempre ejerceremos nuestra misión de padres custodios.

A lo que voy.

El más pequeño ideó en secreto la manera de librarse de la “mili”. Cuando fue llamado a filas expuso que tenía defecto de visión en el ojo derecho. Cuando pasó por reconocimiento médico, antes tomó un cristal ahumado y miró fijamente al sol, y en consecuencia le detectaron que tenía quemados los bastoncillos oculares… (¿--?) ¡Y le dieron por inútil total! Hoy en día tiene una perfecta visión y no utiliza gafas. (¡La madre que lo parió!)

Pero, quizás porque la idolatría, y tambien la confianza sin escudos que tenemos mis hijos y yo es recíproca, ambos me han confesado en más de una vez:

-“Papá, hoy me arrepiento de no haber cumplido con mi deber del servicio militar a España”

Aquello ya pasó y G. a D. hoy mis dos hijos, en sus puestos de trabajo, prestan el mejor servicio a España que yo nunca pude imaginar.

Confieso orgulloso que, me han demostrado muchas veces, que a España se la puede servir desde otros muchos puestos.

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07 Feb 2009 21:47
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Registrado: 29 Ago 2007 18:44
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Nuevo mensaje Re: Dobleazur: La mili en Alborán
.
Con permiso de Eusebio:

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<<Sinópsis:
Una fuerza formada por tropas soviéticas y cubanas invade y destruye una pequeña localidad de Colorado, provocando la III Guerra Mundial. Un grupo de jóvenes con un alto espíritu patriótico consigue huir y preparar un rápido contrataque.

Reparto:
Patrick Swayze
C. Thomas Howell
Lea Thompson
Charlie Sheen
Darren Dalton
Jennifer Grey
Brad Savage
Doug Toby
Ben Johnson
Harry Dean Stanton
Ron O'Neal
William Smith
Vladek Sheybal
Powers Boothe
Frank McRae
Roy Jenson
Pepe Serna
Lane Smith
Judd Omen
Michael D'Agosta
Johelen Carleton
George Ganchev
Waldemar Kalinowski
Sam Slovick
Lois Kimbrell
Harley Christensen
Tacy Norwood
Fred Rexer
Michael Meisner
Victor Meisner
Raquel Provance
Gene Scherer
Tom Ireland
Christopher Janczar
Phil Mead
Sam Dodge
Ben Zeller
Dan Sparks
Ben Schick
George Fisher
Zitto Kazann
Jay Dee Ruybal
Julius L. Meyer

Montaje:
Ric Waite

Dirección:
John Milius

Guión:
John Milius
Kevin Reynolds

Música:
Basil Poledouris>>


Un saludo cordial.

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2º Secretario General del Foro.
Insignia en el navío: Resurrección R. O. del 27 de abril de 2008.
"Todo lo hemos perdido, mi querido Lord:
Estado, honor, patria, existencia..."

(De la carta de Gaspar Melchor de Jovellanos a Lord Holland, 2 de febrero de 1810).


08 Feb 2009 00:16
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Grumete
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Nuevo mensaje Re: Dobleazur: La mili en Alborán
Compañero Dobleazur, tengo que seguir dándote la razón:
Cuando me citaron para "tallarme", yo aducí que tenía entonces doble nacionalidad y pasaporte danés, y aunque sabía que por aquello no me escapaba de la mili, intentaba como fuera librarme de cumplirla. Claro, con diecisiete añitos estaba en plena edad rebelde y pre-universitaria y hacer el servicio militar era "lo último".
Muy poco después acabé embarcado en la marina mercante, que me sirvió de mili en muchos sentidos y además duró más años, y donde un día recibí carta de casa comunicándome que en el sorteo había salido "excedente de cupo".
Con los años pienso ahora que no me hubiese importado cumplir el servicio militar, sobre todo en la marina, pero son cosas que uno madura y descubre con la edad.
Como alguien dijo -disculpadme pero no recuerdo quien-: "Lo malo de la juventud es que se le da a los jóvenes".
Un saludo a todos.


08 Feb 2009 16:38
Grumete
Grumete
Nuevo mensaje Re: Dobleazur: La mili en Alborán
Muchas gracias por la narracion, me ha encantado.


15 Feb 2009 01:08
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Traducción al español por Huan Manwë para phpbb-es.com