RELATOS DE UN MARINO


El recuerdo del gozo ya no es gozo, mientras que el recuerdo del dolor todavía es dolor.
(Lord Byron)



Desde que nací sólo conozco el mar; me pregunto quien fue mi madre pues no la conocí, tampoco tuve el cariño de un padre porque me crié entre marineros sin modales. Ni siquiera sabia leer, pero ahora que he llegado a mi vejez y estoy cansado de vagabundear, he decidido contar una de las historias que marcaron mi adolescencia.

Yo, desde que comencé a caminar me mandaban fregar la cubierta del barco en el que estaba en ese momento; pues me usaban como moneda de cambio y cada vez que la tripulación se cruzaba con otra me vendían. En muchos de aquellos barcos me utilizaban para cocinar. Para lo cual es de saber que, según el uso de las naves, se había de almorzar con un poco de bizcocho, algunos dientes de ajos, sendas sardinas o queso y, a veces algo de vino en pie, a toda la gente, y sólo los domingos y el jueves se les daba carne, y los demás días de la semana pescado y legumbres. Puesta pues una mesa en el combés del navío, desde popa a proa, donde toda la gente quepa, se han de asentar por las bandas y de cuatro en cuatro se había de poner su montón de bizcocho y cuatro libras de carne, y a cenar la mitad, y sus tres veces de vino a cada comida; y el día de pescado si se daban sardinas, se daban a cada uno cuatro. Por manera que entre cuatro que comen en un servicio se ponen 16 sardinas con su aceite y vinagre, y se daba bacalao, lizas o pargos, con su olla de habas y garbanzos. Y al cenar se les daba el servicio de sólo el pescado, el bizcocho, aceite y

vinagre y su bebida.
A veces, pasaba hambre, pues no solían ser amables conmigo.
¡Tú! Grumete- me decía alguno con cara de asco- echame más vino si no quieres que te haga un dibujo en la cara- continuaba mientras todos reían.
Sí señor- decía yo con la vista puesta en el suelo .
Solía comer galleta que era como un trigo duro en ésa forma y comía alguna rata que otra para calmar mi estomago; ya que la mejor comida era para los marineros etc. pero tenía que dar gracias; porque como decían me estaban salvando la vida ya que, en tierra estaba muriendo de peste negra y yo era afortunado por estar allí entre gaviotas y delfines. Eso me decían cuando me veían con la cara triste mientras ellos bajaban a tierra a descansar y yo me quedaba allí sólo en compañía de las ratas del barco.
Recuerdo que varios días después subían todos a bordo listos para zarpar y se llenaba nuestra despensa. Yo me alegraba un poco de no estar sólo e ir a otros lugares; aún así anhelaba bajar a tierra.
Señor, por qué yo nunca bajo a tierra con los demás -pregunté medio indignado a un hombre con un garfio en su brazo derecho.
Tú aún eres un niño, grumete insolente- contestó burlona mente mientras se marchaba.
Me tumbé en un rincón enfurecido y con los ojos llenos de lágrimas, hasta que me golpearon y me dijeron:

Deja de hacer el vago y ve a trabajar si no quieres que te tire por la borda.
Yo salté al instante y fui a la despensa para ayudar a ordenar toda aquella comida: mis tripas rugían sin parar Brr, brrr... mi estomago era una tormenta, pero no osé tocar nada para alimentarme hasta la noche que comí una sardina y un baso de vino que me sirvió para irme a dormir.
Al amanecer me desperté con dolor de cabeza y no me encontraba bien; aún así tenía que hacer mis tareas, lo que yo no esperaba era que me vendiesen de nuevo porque algunos marineros habían muerto aquella noche de escorbuto y tuve que ayudar a arrojar sus cadáveres que por la borda. unas horas después, el capitán dijo que eran los mismos marineros que habían estado en ciertos antros, así que probablemente se habrían contagiado con la peste o alguna otra enfermedad. Pues algunos

tripulantes llegaron a bordo con vómitos, fiebre, difícil respiración no podían respirar. La sífilis, me dijeron ya a los quince años es si no se casi nada de ella, se que produce mareos, flojedad y al final parece que no se pueden mover, por lo que no comen y se mueren, a parte de la consabida fiebre muy alta. También hubo de aquello, ya que se sabía donde iban muchos de ellos. Y el escorbuto, también nombrada como la enfermedad de "los belfos hinchados" al parecer, la falta de vitamina C, hace que los labios vayan hinchándose, lo que les impide masticar y se mueren de hambre.
Pero todo esto lo aprendí cuando fui un muchacho y mi nuevo dueño me instruía.
Al marinero que me vendieron esta vez, parecía buen hombre, nunca pasé hambre y ningún otro marinero me trataba mal; me enseñaron a escribir y leer, nos dirigíamos a malasia, eran tierras salvajes pero muy ricas para establecernos, los que quisiéramos. Antes de llegar tuvimos nuestros percances.
Uno de ellos fue con un barco inglés, lo recuerdo como si fuese en estos instantes.
Estaba observando la treta que un Rabihorcado lee hizo a una gaviota que cazó un pescado para comer y éste se lo robó y se lo comió:
¡ja, ja,ja! ¿ Habéis visto eso?- dije a otros marinos que cogí en gran estima.
¡ja,ja,ja! Ese pequeño truhán sabe como alimentarse sin trabajar para conseguirlo- estallaron en risas.
De pronto se oyó un estallido que casi nis alcanza. ¡boom!...todos corrimos hacía el lado de estribor que era donde había sonado el estallido, cual fue nuestra sorpresa cuando descubrimos que nos estaban atacando, como yo no había cogido un arma, sin pensalo cogí un mosquete para disparar,lo había visto hacer muchas veces y pensé que sabría hacerlo; pero una mano rechoncha me lo arrebató y cuando me volví mi compañero con un gesto amable me dijo:
Muchacho, yo me encargo, tú ve al camarote del Capitán.
Pero...
haz caso a tu superior - dijo.
Yo me fui corriendo, era evidente que nos estaban atacando. Ya estaba a buen recaudo de lo que ocurría fuera, los disparos no paraban de sonar ¡boomm, bomm! El capitán estaba a mi lado y otro marinero. Había otro

de nuestros hombres recostado en una especie de camastro improvisado que se debatía entre la vida y la muerte.
Es decir, una bala de mosquete había herido el brazo derecho del marino, un poco por encima del codo, causando por su fuerza la rotura en varios fragmentos del hueso húmero. Además, había seccionado la arteria humeral, la arteria principal del brazo
sin vacilar un momento fui a mi camarote cogí una sábana, la rompí y corrí para hacerle un torniquete como me enseñaron los cirujanos de todos los barcos donde había estado. aunque estábamos cerca de la costa, no podíamos arriesgarnos ha ir. La herida entrañaba un riesgo mortal....el destrozo del tejido más la suciedad hubiese por si mismo causado la muerte por infección y septicemia con una probabilidad mayor de 50% ,otro dato fatal....la sección de la arteria causaría la gangrena por falta de riego del antebrazo y la mano....esa lesión era 100% mortal despojado de su uniforme, sería sujetado fuertemente en una mesa o en una silla por varios asistentes, bajo sus dientes un cuero para morder tendiendo el brazo derecho al cirujano; este, colocaría en primer lugar un torniquete (esta vez sí) un poco por debajo de la axila. Su instrumental extendido, al alcance de su mano...primero tomaría el cuchillo de amputación, un cuchillo afilado y puntiagudo, algo mas grande que un cuchillo de mesa. Con un solo corte circular y rápido rodearía toda la carne a la altura del tercio medio del brazo, seccionando piel, músculos y nervio hasta el hueso, yo, impasible, retraería la carne seccionada hacia arriba, descubriendo todo lo posible, unos pocos centímetros, el hueso. Rápidamente, aplicaría la sierra, cortando el hueso húmero lo más alto que pudiese....El dolor se podía imaginar....Una vez cortado el brazo, hurgaría en la herida para localizar la arteria y la vena, se tomarían con un pequeño garfio, y se anudaron con hilos de seda. Probablemente aplicase después unos toques con un hierro calentado al rojo vivo, el cauterio, para parar la hemorragia de los pequeños vasos sanguíneos..Todo esto se realizaría en menos de 2 minutos de tiempo.-dos eternos minutos - Para finalizar, un vendaje.
Transcurrieron días hasta que conseguimos derrotar al enemigo,que, dicho sea de paso creo que se cansaron de tener tatas bajas. A mí ya me consideraban ayudante del cirujano y por ello me gané la libertad.
Aún recuerdo aquella vida, las vidas que salvé .

BIBLIOGRAFIA

https://www.todoavante.es

Antonio Luis Guanter S.A.

https://www.escalofrio.com/n/Catastrofes ... _Negra.php


AUTOR

Mayte Alcón Abellán

Bonito relato Lady.

Se agradece entre tanto barco

Un saludo

Antonio

gracias aunque no estoy muy convencida

Preciosos relato