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 Aquella olvidada ocasión en que derrotamos a Nelson 
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Capitán de Navío
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A mediados de 1.797, frente a las costas de Cádiz, el Almirante inglés John Jervis, Jefe de la Flota del Mediterráneo, y su segundo, el recién nombrado Contralmirante Horatio Nelson, se encontraban muy confundidos respecto al curso de la batalla que estaban librando para la toma de Cádiz, empresa que habían creído fácil y sin problemas, sobre todo después de su decisiva victoria sobre la flota española en Cabo San Vicente, el 14 de febrero de ese mismo año, y que supuso la pérdida a manos inglesas de cuatro buenos navíos y el grave daño de otros cuatro, cuando 15 navíos ingleses (1.232 cañones) se enfrentaron a 27 españoles (2.308 cañones), bajo el mando del Teniente General de la Armada, José Fernández de Córdoba.

Y es que no se esperaban en Cádiz una defensa tan formidable, eficaz y mortífera como la que les estaba enfrentando José de Mazarredo, quien ayudado por Gravina, Escaño y Churruca, entre otros, estaba haciendo gala de extraordinarias dotes como líder y gran innovador en estrategia y táctica, impidiendo que el centro del comercio de la corona española cayera en manos enemigas.

Pensaban que se iban a encontrar con una Armada Española desmoralizada y con grandes vacíos en su cadena de mando, muchos muertos o heridos, o retirados, bien por edad, bien por estrés de combate, bien por estar bajo sospecha, sometidos a un consejo de guerra que se alargaría dos años por su conducta en la batalla de Cabo San Vicente. Además, pensaban encontrarse con un Mazarredo no en su mejor forma, sobre todo después de sus graves desencuentros con el poder político, que le había relegado a un injusto olvido y unos puestos secundarios y discretos, y que sólo un grave contratiempo como Cabo San Vicente pudo rescatar, al menos de momento.

Pero Mazarredo supo enfrentarse con éxito y ganarles la mano a estos dos formidables almirantes ingleses, a pesar de contar con unos efectivos tanto humanos como materiales muy por debajo de los de su enemigo. De ahí, la gran confusión que sentían Jervis y Nelson, incapaces de saber cómo poder ganar a alguien que ya le habían supuesto derrotado, causar grave daño a la flota española bloqueada en Cádiz y tomar el control de esta plaza.

Además, eran muy conscientes del estado de su propia flota, que pocos meses antes se había sentido muy orgullosa por su decisiva victoria sobre los marinos españoles, haciéndoles sentir invencibles, y que ahora se encontraba desmoralizada y confusa al ver que esos mismos marinos, que creían inferiores, estaban derrotando a los navíos y a los jefes que les habían llevado a la victoria y al dominio del mar. A ello se sumaba el grave problema de tener unas arcas vacías y unos compromisos de pago a la marinería que Jervis no podía cumplir, con lo que el riesgo de amotinamiento era muy alto.


19 Mar 2010 18:08
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Por ello, ambos hombres miraron hacia Canarias como objetivo deseable. Las islas pasaban por un mal momento, ya que no tenían la defensa asegurada tras el grave tropiezo de la flota española en Cabo San Vicente. Y ambos deseaban las islas por doble motivo. Por un lado, gran parte del tráfico de mercancías que antes llegaba a Cádiz, era ahora desviada a Santa Cruz de Tenerife, y de hecho, varias fragatas de la Real Compañía de Filipinas, que portaban un cargamento muy valioso en maderas, piedras preciosas, telas, y otros artículos por los que se pagaba un alto precio en Europa, así como lingotes de plata y oro, de considerable valor, se encontraban en esos momentos allí.

Por otro lado, hacer realidad un deseo muy antiguo del Almirantazgo, conseguir una base fuerte como lanzadera para reforzar sus pretensiones en el Atlántico Sur, con la que poder contactar mejor con sus bases en el continente africano, desde Nigeria hasta Ciudad del Cabo, así como en las islas de la Ascensión, Santa Elena y las Malvinas, y asegurar mejor su presencia en todo el Atlántico Sur hasta los cabos de Hornos y de Buena Esperanza.

Con ello lograrían además levantar la moral de sus hombres, llevándoles a una victoria fácil, sabedores de la deficiencia en la preparación y número de las tropas españolas defensoras de las islas, del carácter de su jefe, un militar gris, viejo y enfermo, y de la falta de apoyo cuando se iniciase el ataque, dependiendo tan sólo de sí mismas, por lo que, concluían, se encontraban con unas islas poco y mal defendidas, fáciles de tomar.

Nelson aprovechó el momento para presentar su plan a Jervis. Le ayudaba la reciente incursión en Santa Cruz de su íntimo amigo, el capitán Richard Bowen, quien en una osada y fácil maniobra, al mando de las fragatas Terpsichore (32 cañones) y Dido (40), logró capturar en la noche del 17 al 18 de abril la fragata “Príncipe Fernando”, recién llegada de Isla Mauricio, y que transportaba 600.000 pesos en oro, plata y otras mercancías valiosas, lo que no hizo sino confirmar la escasa y mala defensa de las islas, así como las riquezas que podían allí albergarse. Bowen confirmó la presencia de otras naves, entre ellas la fragata “Princesa”, llegada de Manila con un cargamento de 1.200.000 pesos, y la nave corsaria francesa “La Mutine”.


19 Mar 2010 18:09
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Asimismo, la noche del 28 al 29 de mayo, otros dos navíos ingleses, las fragatas Minerva (44 cañones) y Lively (38), al mando del capitán Benjamín Hallovell, lograron nuevamente penetrar fácilmente en el puerto de Santa Cruz y hacerse con “La Mutine”. Todo ello, junto a las aproximaciones que realizaron en días sucesivos naves inglesas para comprobar el defectuoso estado de las defensas españolas, tanto en calidad como en cantidad, así como de conocimiento del terreno, y que demostraban que los ingleses campaban por sus respetos por aquellas aguas, y de los interrogatorios de las tripulaciones españolas presas, que confirmaron la presencia de un importante botín en las islas, custodiado en la Comandancia General, hizo que Nelson se mostrase muy convincente con su superior.

El plan de Nelson consistía en desembarcar bien al norte o al sur de Santa Cruz, en lugares no batidos por la artillería española, donde las colinas no estuvieran fortificadas y albergasen tropas, y desde allí tomar el puerto y la ciudad, adueñándose de naves, mercancías, oro y plata, armas y municiones, y todo aquello de valor que pudiesen encontrar. Un sencillo plan en el que Nelson contaba con la sorpresa, su determinación para la batalla y su liderazgo para llevar a sus hombres a la victoria, la concentración y maniobrabilidad de su poder bélico, su gran superioridad artillera y la debilidad de las tropas españolas y de sus mandos.

Una vez convencido Jervis, y dada su autorización el 14 de julio para el ataque a las islas, dejó que Nelson eligiese las tropas. Éste se decidió por formar un temible y disuasor contingente que encuadraba los navíos de línea Theseus (74 cañones), que enarboló su insignia, Culloden (74), Zealous (74), y Leander (50), y las fragatas Seahorse (38), Emerald (36), Terpsichore (32), y el cúter Fox, además de la bombarda española Rayo, apresada en Cádiz. En total 393 cañones, con la artillería de campaña, y 3.700 hombres, donde se encontraba un formidable contingente de infantería de marina (250 soldados) del capitán Oldfield. Una magnífica flota que partió el 15 de Julio segura de una victoria con que borrar la frustrada campaña de Cádiz, adueñarse de las islas, establecer una base de operaciones y quedarse con los tesoros allí guardados.


19 Mar 2010 18:10
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Frente a ellos se encontraban las tropas españolas con 84 cañones y 7 morteros, sólo con la mitad de la dotación para su funcionamiento (faltaban 350 artilleros), y 1.670 soldados, de los que 900 eran milicianos, de calidad militar irregular que dejaba mucho que desear, y los 110 marinos franceses de “La Mutine”, que se aprestaron a ayudar a los españoles. Insuficientes fuerzas para enfrentarse con éxito al ataque inglés. Estas tropas se encuadraban en los Cazadores Provinciales, el Batallón Canarias, las Milicias de La Laguna y Orotava, los Rozadores de La Laguna, una Bandera de La Habana, una Bandera de Cuba, un grupo de artilleros veteranos y de milicias, y un grupo de pilotos y auxiliares, todos ellos paisanos, además de los franceses de “La Mutine”.

El mando español estaba en manos del Teniente General Antonio Gutiérrez, Comandante General de las Islas Canarias, quien contaba 70 años de edad y una salud muy deteriorada, estando en esos momentos muy enfermo con un fuerte ataque de asma. Todo parecía indicar que el enfrentamiento entre un enfermo, viejo y gris militar español, al mando de una escasa y poco profesionalizada tropa, no tenía color frente al brillante almirante inglés, en pleno ascenso de su estrella, y al mando de una escogida y magnífica fuerza de la mejor marina de la época.

Sin embargo, el militar español hizo gala de una gran capacidad de liderazgo organizando la defensa de manera eficaz y rentable. Reforzó las fortificaciones, logrando que los diferentes fuertes defensivos solaparan bien sus tiros, haciéndolos muy efectivos y precisos, batiendo posibles lugares de desembarco, puso en marcha una eficaz cadena de mando, dotó de gran maniobrabilidad a las distintas unidades, con alta compenetración y complementariedad entre ellas, y logró sacar el máximo provecho de los milicianos. Su unidad de élite, el batallón Canarias (249 hombres), era clave de su sistema defensivo, así como las banderas de La Habana y Cuba, llegadas desde las colonias como refuerzo, pero que tan sólo sumaban 60 hombres.


19 Mar 2010 18:11
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De hecho, desde principios de noviembre de 1.796, cuando recibió la notificación del estado de guerra entre España e Inglaterra, el viejo militar se había aprestado a la defensa de las islas, sabiendo que pocos serían los refuerzos que pudiera recibir, y que todo iba a depender de él y de las fuerzas bajo su mando. Por ello, al valorar el estado de éstas, solicitó y ganó desde el principio la resuelta y leal colaboración de las autoridades civiles de las islas para preparar y armar a milicianos y paisanos.

La red defensiva de Santa Cruz estaba formada por una serie de castillos y fortificaciones que albergaban la artillería mirando al mar, teniendo como baluartes principales el castillo de Paso Alto, al norte, el de San Juan, al sur, y el de San Cristóbal como eje principal central de toda la defensa, que contaba además con nueve baterías y una muralla defensiva, de un espesor de unos tres metros y medio, y una altura de unos dos metros, con buena adaptación a las características del terreno, aunque insuficiente frente a un buen ataque.

El 17 de Julio, Nelson convocó consejo de guerra. Explicó su plan de ataque, con una fuerza de desembarco de 1.100 hombres que saldría de todos los barcos, con fuerte apoyo artillero, a razón de 200 hombres por navío y 100 por fragata, al mando de los capitanes Miller, Fremantle, Bowen y Waller, la infantería de marina al mando del capitán Oldfield, y la artillería desembarcada al mando del teniente Baynes, todos bajo el mando del capitán Troubridge, comandante del Culloden.

El ataque consistía en dos fases. En la primera se desembarcaría una fuerza a dos millas del muelle de Santa Cruz, en la playa del Valleseco, para envolver y tomar el castillo de Paso Alto y las colinas circundantes. En la segunda, otra fuerza se dirigiría al mismo muelle para atacar y tomar la ciudad desde allí. Después, y de manera conjunta, como una tenaza, atacar y apoderarse del castillo de San Cristóbal. En la madrugada del 22 de Julio, las tres fragatas se acercaron a tres millas de la costa, y lanzaron las lanchas de desembarco en dos formaciones, una con 23 lanchas para la primera fase del plan, y otra con 16 lanchas para la segunda fase.


19 Mar 2010 18:11
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Sin embargo, se pierde el efecto sorpresa, por un lado, ya que son avistados y se da la alarma, y por otro lado, el efecto artillero de las fragatas es inútil ya que fuertes corrientes les impiden acercarse a la costa, y su tiro directo se muestra ineficaz ante las defensas españolas, habiendo sido mejor el tiro de mortero, que sólo disponía la Rayo. Las malas condiciones meteorológicas terminan por frustrar la acción, teniendo que volver las lanchas, y perdiéndose algunas.

Al poco, Nelson da nueva orden de ataque, y así a las 10 de esa misma mañana tiene lugar el segundo intento. Las fragatas son remolcadas por sus botes y fondean cerca del barranco del Bufadero, al noreste de la plaza, y fuera del alcance del fuego artillero del fuerte de Paso Alto. El bombardeo de protección y cobertura previsto por los ingleses contra Paso Alto fracasa de nuevo dadas las fuertes corrientes de la zona, impidiendo la precisión y eficacia del mismo.

Los ingleses logran desembarcar en la playa de Valleseco una fuerza de unos 1.000 hombres, a pesar del fuego de Paso Alto. El desembarco se realiza en muy malas condiciones, perdiéndose varias lanchas. La tropa de asalto, no familiarizada con el terreno, quedó muy dispersa y mal concentrada, perdiéndose una de las claves de la estrategia de Nelson. Además, se encontraron con muchos problemas para mover la artillería desembarcada, dadas las dificultades del terreno.

Mientras, desde el fuerte de Paso Alto se envió un destacamento a las alturas circundantes, para evitar su control por los ingleses, y dominar desde allí mejor la situación. Asimismo, el mando español envió un fuerte contingente de unos 200 hombres desde el castillo de San Cristóbal, al mando del Teniente Coronel Chirino Soler, jefe de la División de Cazadores, para ayudar a tomar las alturas por la fuerza, echando de ellas a las tropas inglesas llegadas hasta allí, quienes tuvieron que retroceder hacia el norte, a la meseta del Ramonal, por lo que españoles e ingleses quedaron separados por el barranco de Valleseco.


19 Mar 2010 18:12
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Sin embargo, el general Gutiérrez no se contentó con ello, sino que dispuso a sus tropas para cortar un posible avance inglés hacia el interior, por lo que envió un destacamento al mando del teniente García a ocupar la Cruz de Azur, y otro al mando del teniente coronel Creagh, jefe del batallón Canarias, con el encargo de reclutar milicianos en los pueblos cercanos de La Laguna para dirigirse con ellos después al Valleseco, abortando así un posible avance inglés. Con 30 soldados de su propio batallón y 50 civiles reclutados, y tras una rapidísima marcha, logra cumplir sus objetivos, contactando con el destacamento de la Cruz de Azur, y ocupando el Roque de la Fortaleza, apoyando el fuego de otras posiciones españolas, envolviendo a los ingleses en un infernal fuego cruzado.

Además, se les unieron unos 500 milicianos y paisanos reclutados en la vecindad, encabezados por el alcalde de Taganana, y un contingente de marinos franceses de “La Mutine”, muy activo y resolutivo, encabezados por su comandante, el capitán Pomier, por lo que el círculo se cerró, y los ingleses quedaron aislados y sin posibilidad alguna de avanzar hacia el interior de la isla.

A lo largo del día 22, las tropas intercambiaban disparos bajo un sol abrasador, agotados por una sed horrible que llevo al desmayo a muchos de ellos, sobre todo ingleses. Los españoles fueron asistidos por gente del pueblo, que les trajo lonas, abundante agua fresca en cántaros, pan, fruta y otros alimentos. Los ingleses trataron de bajar al barranco de Valleseco a por un poco de agua, pero algunos españoles y los franceses se lo impidieron.

Se siguió viviendo un intenso intercambio de fuego de fusil y artillero, sin eficacia alguna dado el agotamiento de los contendientes y la distancia que les separaba, hasta que los ingleses comprendieron la imposibilidad de resistir más tiempo, dada las buenas posiciones españolas, su precisión en el tiro, lo escabroso del terreno para lanzar un ataque, que imposibilitaba sus movimientos, y la enorme dificultad de apoyo de su artillería embarcada, por lo que procedieron a reembarcar esa misma noche, la madrugada del 23.


19 Mar 2010 18:12
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Los ingleses pensaron que habían subestimado a las tropas españolas en número y en valor, determinación y capacidad. En efecto, la extraordinaria movilidad y flexibilidad de que estaban haciendo gala las tropas de Gutiérrez, bajo las órdenes de sus mandos que se mostraron extraordinarios, hacía parecer que eran mucho más numerosas de lo que realmente eran, atendiendo perfectamente la defensa de la ciudad, los puertos, otros elementos defensivos, y los posibles lugares de desembarco enemigo y sus futuros movimientos.

El general Gutiérrez no relajó en modo alguno la defensa y continuó enviando destacamentos a Puerto Caballos y San Isidro, por si la flota inglesa se le ocurría aparecer por allí. Asimismo, pensó que quizás los ingleses, y dado el carácter de Nelson, decidían atacar de nuevo, esta vez directamente a Santa Cruz, tratando de desembarcar en el muelle.

Gutiérrez estaba demostrando continuamente por sus decisiones tomadas, que se adelantaba al pensamiento y a los planes de Nelson. Y así, siempre que éste daba un paso, se encontraba con que ya Gutiérrez había pensado en ello y estaba allí, por delante de sus intenciones. El general español demostraba en todo momento saber anticiparse al enemigo y ganarle por la mano a todo un Nelson, considerado el mejor táctico de su tiempo.

La verdad es que el momento era difícil para el almirante inglés. Tras dos tentativas fracasadas y numerosos muertos y heridos entre su tropa, su situación era delicada. Además, tras una actuación en la batalla de Cabo San Vicente muy criticada por sus propios compañeros, su desencuentro con Jervis, y su gris actuación en Cádiz, Nelson no podía perder el protagonismo ni la iniciativa. Por ello, y muy en consonancia con su carácter, decidió lanzar un ataque completo y frontal contra las posiciones españolas, tal como ya había supuesto Gutiérrez.

Para ello dispuso desde primeras horas del día 24 de Julio al escuadrón inglés frente a la plaza de Santa Cruz, a unas 4 leguas del puerto, formando todos los buques ingleses en línea. Se procedió a bajar las barcas de desembarco y las escalas de asalto. A ello siguió un bombardeo de la Rayo en la tarde del 24, hasta que se convencieron de que no hacía mucho daño a las defensas españolas, que respondían continuamente a la agresión, sobre todo las baterías situadas en Paso Alto y en San Miguel.


19 Mar 2010 18:13
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Nelson había convocado a sus capitanes el mismo día y, tras reconocer el fracaso de los intentos anteriores, les comunicó que había decidido un asalto directo a Santa Cruz esa noche, para ir directamente al castillo de San Cristóbal, eje central de la defensa española, donde se encontraba la mayoría de las tropas enemigas. Nelson dio la orden de ataque en seis columnas, dirigiendo personalmente una de ellas, estando el resto dirigidas por los capitanes Troubridge, Miller, Hood, Waller y Thompson. Su idea era desembarcar en masa en el mismo muelle, tomar el castillo y desplegarse por la plaza de la Pila para reprimir cualquier intento de contraataque o de insurrección popular.

Antes del ataque, Nelson envió una carta a Jervis donde comunicaba su decisión de desembarcar bajo el fuego enemigo, y que iba en busca de la gloria o de la muerte. Muy de Nelson. Su frase más o menos fue la siguiente: “y mañana probablemente será coronada mi cabeza con laureles o con cipreses”, lo que muestra el grado de abatimiento y desesperación en que se encontraba el inglés.

Las seis columnas de ataque, un total de 700 hombres dispuestos en las lanchas de desembarco, serían apoyadas por el Fox, que embarcó lo mejor de la oficialidad, marinería e infantería inglesa, 180 hombres seleccionados en persona por Nelson, lo más granado que tenía, la punta de lanza del ataque. Además, se embarcaron otros 80 hombres en una goleta apresada poco antes a los españoles.


19 Mar 2010 18:14
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Hacia la medianoche del 24 de Julio se inició el ataque, favorecido por tratarse de una noche cerrada, sin luna. Los remos estaban cuidadosamente envueltos en lona para evitar ruidos. Hacia las dos de la madrugada, y cuando se encontraban a 300 metros de la costa, avanzando con mucho cuidado para no ser descubiertos, se dio la voz de alarma, perdiéndose el efecto sorpresa. Por parte española se dirigió un nutrido fuego artillero y de fusilería de toda la línea defensiva, desde Paso Alto hasta San Telmo, lanzando todo tipo de proyectiles, y desorganizando por completo el buen orden inicial de ataque inglés, impidiendo que las lanchas llegasen juntas a su destino, una zona de desembarco que estaba comprendida entre el muelle y las playas de su derecha, la caleta de la Aduana, y su izquierda, la playa de la Alameda, lo que debilitó fuertemente el ataque enemigo, y desmoronó una de las ventajas con las que quería contar Nelson, la de concentración de sus fuerzas, demostrándose una vez más la acertada disposición de las tropas españolas, previendo las características del ataque inglés.

De pronto hubo una gran concentración artillera sobre el Fox de las baterías de San Pedro, San Miguel y Paso Alto, provocando su hundimiento con mucho material y municiones, y la muerte de 97 hombres y numerosísimos heridos, abortando su ataque y desbaratando el núcleo central del avance inglés, ya que debía liderar el ataque a la playa de la Alameda. Parecía que la suerte estaba ya echada para los ingleses, que no obstante siguieron adelante con sus planes.

Sólo tres columnas de ataque pudieron avanzar hasta el muelle y la playa de la Alameda, logrando desembarcar nada más que cinco lanchas, una en el muelle y cuatro en la playa. El resto fue contra las rocas, donde tuvieron que aguantar un intenso fuego de la artillería y la infantería españolas. Las tropas desembarcadas en el muelle logran inicialmente desorganizar la defensa española y colocar en posición cinco de sus cañones, ante lo cual Gutiérrez toma personalmente el mando de una unidad de Cazadores, organiza muy acertadamente su fuego y ordena descargas cerradas, un nutrido fuego bien dirigido de mosquetería y metralla que prácticamente acaba con la vida de toda la tropa de asalto, con el suelo sembrado de cadáveres ingleses, sin casi nadie vivo, como afirmó días después el parte de guerra inglés.


19 Mar 2010 18:14
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Las cuatro lanchas que llegan a la playa de la Alameda, junto al muelle, en una de las cuales va el propio Nelson, intentan desembarcar pero se encuentran con una magnífica y terrorífica defensa dirigida por el capitán Román y el teniente Jorva, quienes con una tropa de soldados y milicianos, y apoyados por un mortífero fuego de metralla del cañón Tigre, logran causar una horrible mortandad en la tropa de asalto. El cañón había sido colocado allí dos días antes traído desde el castillo de San Cristóbal, tras abrir un boquete en el muro por el teniente de artillería Grandi, quien comprobó muy oportunamente que ese sector no estaba adecuadamente batido por las baterías del castillo ni por la de San Pedro, al otro lado de la playa, y pensando muy acertadamente que los ingleses pudiesen efectuar allí un futuro desembarco, tal como así fue, tomó la iniciativa de colocar dicho cañón que, con su fuego intenso de mortal y terrible metralla, hizo una gran carnicería entre los ingleses, frenando en seco su desembarco.

Y es el propio cañón Tigre quien alcanza al propio Nelson, hiriéndole gravemente en su brazo derecho antes de poder desembarcar, justo en el momento en que lo alzaba armado con su sable para dar la orden de ataque, siendo inmediatamente evacuado y sufriendo la amputación del mismo. Todo ello merma la moral de la tropa atacante, que además sufre graves bajas en su mando, como el capitán Bowen, considerado de los mejores oficiales navales ingleses, con un extraordinario futuro por delante, así como su segundo, el teniente Thorpe, mientras que resultó gravemente herido el capitán Fremantle, por lo que esa parte de la fuerza de desembarco quedó sin mando, mientras tenían que soportar un intenso fuego. Los supervivientes tuvieron que regresar a sus botes y reembarcar, incluso en barcas de pesca que se apropiaron, dejando tras de sí la playa repleta de muertos y heridos, tomando los españoles medio centenar de prisioneros.

Las otras tres columnas de ataque fueron arrastradas por el mar, siendo castigadas muy duramente por la artillería. Algunas lanchas dirigidas por Troubridge lograron desembarcar en la playa de la Caleta, logrando desde allí alcanzar la plaza de la Pila, aguardando la llegada del resto, tal como habían convenido. Sin embargo, por la impaciencia del propio Troubridge y ante la falta de una defensa eficaz, estos ingleses se internaron hasta la plaza de Santo Domingo, donde quedaron frenadas.


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El resto de las lanchas llegaron a un punto de desembarco más al suroeste y, tras un intento fallido en el barranco de Santos debido al intenso fuego defensivo del Batallón Canarias, lo hicieron sin ser muy molestadas en el barranquillo del Aceite, siendo el grueso de ataque inglés, logrando desembarcar 17 oficiales y 260 hombres bajo el mando de los capitanes Hood y Millar. Inicialmente fueron detenidos por 40 soldados de las banderas de La Habana y Cuba al mando del teniente Castilla, pero al ver que incrementaba significativamente la tropa de desembarco, tomó la decisión de retirar sus tropas y unirse al Batallón Canarias.

Estas tropas inglesas fueron avanzando hostigadas continuamente por diferentes unidades españolas. Así, mientras se dirigían a la plaza de la Pila fueron atacados por milicianos al mando del capitán Benítez, quienes con certeras descargas les obligaron a retirarse, dejando tras de sí un buen número de muertos y heridos, retrocediendo hacia la parte alta de la plaza, pero se encontraron de nuevo con unidades del Batallón Canarias, al mando del propio teniente coronel Guinther, sorprendiendo y cogiendo en fuego cruzado a los ingleses.

Los españoles fueron concentrando más y más tropas, milicianos y paisanos en las cercanías de la plaza. Troubridge, al ver que nadie más se acercaba al punto de encuentro, fue en busca de las unidades de Hood, estableciendo así contacto ambos jefes y reagrupando lo que quedaba de sus respectivas tropas en la plaza de Santo Domingo, donde fueron arrinconadas por las fuerzas españolas, viéndose obligadas a refugiarse en el convento todas juntas, para protegerse del nutrido fuego de fusilería y de artillería de campaña española, contando tan sólo con 340 supervivientes en total (80 infantes de marina, 80 piqueros y 180 marineros).


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La situación era muy comprometida, estando rodeados por todos lados, y fuera del alcance del resto de tropas inglesas. Gutiérrez da la orden al Batallón Canarias para ocupar el muelle y la playa con el fin de cortar la retirada de las tropas de Troubridge y la llegada de refuerzos al convento, para lo que ordenó disponer artillería en el muelle. Fue otra acertada decisión, tal como se comprobó de nuevo, adelantándose a los planes de Nelson y ganándole una vez más la mano, ya que el almirante inglés había dispuesto una segunda oleada de ataque, enviando 15 botes hacia el muelle que transportaban una fuerza de 400 ingleses.

El intenso y bien dirigido fuego artillero, sobre todo de las baterías del castillo de San Cristóbal y del muelle (magnífica y terriblemente eficaz la decisión tomada, otra más, por el general Gutiérrez) hunde a tres lanchas, y crea una temible cortina de metralla que siembra la muerte en la fuerza embarcada, logrando que el resto de las barcas viren y regresen a sus buques repletas de muertos y heridos horriblemente mutilados, en una retirada tan espantosa y desesperada que incluso hubo lanchas españolas que intentaron acudir en ayuda de los heridos ingleses, pero la metralla española era de tal calibre que impidió que se pudiesen acercar a las lanchas inglesas. Se desbarató así cualquier ayuda que pudiese llegar a las tropas inglesas en tierra por parte de las fuerzas embarcadas, dejándoles a su propia suerte.

Tras esto, no quedaba otro remedio a las tropas inglesas rodeadas en el convento que rendirse, logrando una capitulación honrosa, sobre todo tras comprobar horrorizados que los españoles estaban preparándose con firme determinación para quemar el convento y lanzar una terrible oleada de ataque sin piedad, bajo el mando del teniente coronel Guinther. Se convinieron tres condiciones: que los ingleses saldrían con honores de guerra, que la flota inglesa no volvería a atacar Santa Cruz ni ninguna otra isla canaria en el futuro, y que el acuerdo fuese ratificado por un mando de la marina inglesa con autoridad suficiente.

La firma de la rendición tuvo lugar el 25 de Julio, rubricada de puño y letra por el propio Nelson, firmando con su mano izquierda, y procediéndose al reembarque de todas las tropas inglesas que estaban en tierra. Para ello formaron en la plaza de la Pila, desde donde desfilaron con armas al hombro, banderas desplegadas y redobles de tambor hacia el muelle, en busca de las lanchas que les habrían de devolver a sus naves, flanqueadas por 2.000 soldados y milicianos, entre los que se encontraba también el contingente francés que tanto y tan bien, con mucha bravura, se había batido, y que contaba asimismo con bajas entre sus filas.


19 Mar 2010 18:16
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Nelson tuvo que renunciar definitivamente al ataque, admitiendo la derrota, y habiendo perdido su brazo derecho. Sus bajas fueron 349 hombres (221 muertos, 123 heridos y 5 desaparecidos), mientras que las españolas fueron significativamente menores (24 muertos, de ellos dos oficiales, y 40 heridos). Por la cantidad y calidad de las bajas inglesas, tanto entre su oficialidad como entre la marinería y tropa, puede afirmarse que fueron más graves que las pérdidas que sufrieron en la batalla de Cabo San Vicente.

Hubo intercambio de presentes (Nelson envió un barril de cerveza y un queso, mientras que Gutiérrez distribuyó vino y alimentos, así como asistencia sanitaria, a las tropas inglesas que se encontraban en el convento, hasta su reembarque) y de magníficas cartas entre ambos mandos, y sobre todo, la expresión de una mutua admiración y respeto entre los dos hombres. Dos días después, el 27 de Julio, a las 15:00 horas, los buques ingleses levan anclas y ponen rumbo a Cádiz, donde bajo bandera de parlamento hacen entrega a las autoridades españolas de la carta del general Gutiérrez, tal como se había manifestado en el acta de acuerdo, dando cuenta de la victoria de las armas españolas y de la derrota de las inglesas. Y es que, no lo olvidemos, ¡estamos entre caballeros!

Nelson siguió su carrera triunfal, en la que este fracaso no tuvo realmente significado ni repercusión alguna, con la excepción de la pérdida de su brazo. En efecto, no fue sometido a consejo de guerra por su conducta y actitud, atacando una zona que desconocía, de la que no se informó debidamente, lanzando ataques frontales sin cobertura suficiente, no cuidando las líneas de retirada de todas sus tropas, y dirigiendo personalmente uno de los ataques con gran riesgo de su propia vida, lo que habría significado la decapitación del mando inglés. Y sobre todo, había subestimado a las tropas españolas y a sus mandos. Además, no logró los objetivos que le habían fijado y sufrió numerosas pérdidas.

Por parte española decir que el General Gutiérrez murió a los dos años tras una penosa enfermedad, no gozando en ningún momento de buen estado de salud. Se le concedió una discreta recompensa, no reconociendo ningún privilegio ni mérito alguno a ninguno de los mandos españoles que intervino en la batalla, ni siquiera un ascenso. Tampoco se reconoció el mérito de la ayuda de los franceses, que tan vital fue en determinados momentos. Ninguno de estos hombres tuvo el más mínimo reconocimiento por haber inflingido la mayor derrota sufrida por Nelson, por haber salvado de caer en manos inglesas un punto tan estratégico como es Canarias, y por haber evitado que los ingleses saqueasen la ciudad y se llevasen las mercancías y tesoros que albergaba provenientes de varios barcos llegados desde América y Filipinas, y que eran objetivo de Nelson.


19 Mar 2010 18:16
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Nuevo mensaje Re: Aquella olvidada ocasión en que derrotamos a Nelson
Llegados aquí nos gustaría poder analizar la actuación del general Gutiérrez durante esta breve campaña. Para hacerse una idea de la misma habría que tener en cuenta cuatro circunstancias. La primera es con quien había de enfrentarse, ya que a quien tenía delante era a todo un Nelson decidido a triunfar, un verdadero portento dotado del talento y del genio necesarios para convertirle en el mejor táctico de la época, al mando de una temible fuerza de ataque, y con la firme determinación de la victoria.

La segunda circunstancia era la situación de las Canarias, abandonadas a su propia suerte, con la flota española recién derrotada en Cabo San Vicente y bloqueada en Cádiz, sin posibilidad de ayudar a las islas, defendidas por un puñado de soldados y un contingente de milicianos mal y poco preparados y armados, algunos paisanos aguerridos pero sin experiencia alguna con las armas, y una artillería deficiente y mal servida, con la mitad de la dotación para hacerla funcionar adecuadamente.

La tercera circunstancia son las órdenes impartidas por Gutiérrez y su actuación durante los combates. Supo estar en lugares comprometidos, en los momentos más decisivos y anticiparse a los movimientos de Nelson, ganándole siempre la mano en su táctica. De hecho, uno puede leer los escritos del almirante inglés y de otros mandos ingleses, como el capitán Troubridge, donde hacen grandes elogios de su contrincante español en una forma y con una contundencia tales que pocos han sido los enemigos alabados así por Nelson, y donde reconoce que le ganó la iniciativa en repetidas ocasiones durante esas jornadas, anticipándose a sus movimientos y a sus propios pensamientos.


19 Mar 2010 18:17
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Nuevo mensaje Re: Aquella olvidada ocasión en que derrotamos a Nelson
La cuarta circunstancia es la derivada de dejar marchar al contingente inglés de la isla, con armas al hombro. Supongo que serán muchos los que afirman que en su lugar les habrían aniquilado, o parlamentado más duramente su rendición. Pero para ello habría antes que haber derrotado a Nelson como lo hizo Gutiérrez y luego haber acorralado a gran parte de sus tropas, y logrado esto, nada fácil por cierto, es cuando se podría hablar de tener un comportamiento u otro con los ingleses.

Pero llegados aquí, con la autoridad moral que le da a Gutiérrez haber derrotado a Nelson (son bien pocos los que pueden decir esto, y sentirse arrogados de tal autoridad, como la podía tener Gutiérrez), no podemos sino asombrarnos con la visión estratégica del general español, ya que consiguió dos propósitos fundamentales, el primero, el reconocimiento de la derrota de Nelson, el cese de las hostilidades y su marcha, con lo que quedaba conjurada la amenaza inglesa, y el daño a las personas y bienes de las islas. El segundo, más importante aún, el compromiso inglés de no volver a atacar a las islas nunca más, cosa que así fue desde entonces, eliminando por completo y de manera definitiva el peligro de ataques en el futuro, quedando salvaguardadas desde entonces las personas y los bienes de ser atacadas por fuerzas inglesas, al margen de la ayuda que pudiera o no prestarse desde la península. Y es que en Canarias sabían ya mucho de ataques ingleses en el pasado, y habían sufrido lo suyo por ello, muchas veces en soledad.

No podemos olvidar además que con Gutiérrez nos encontramos con un oficial muy experto en luchar contra los ingleses, a quienes conocía muy bien en su forma de pensar y combatir, tal como demostró no sólo en esta ocasión, sino cuando lideró el ataque español contra las islas Malvinas, enfrentándose ya con notable éxito a los ingleses, como lo hizo también en Menorca, demostrando eficacia y extraordinarias cualidades tácticas y estratégicas. ¡Además fue quien demostró que Nelson no era invencible, a pesar de contar con fuerzas muy inferiores! ¿Cuántos pueden decir lo mismo?


19 Mar 2010 18:18
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Nuevo mensaje Re: Aquella olvidada ocasión en que derrotamos a Nelson
Mariner escribió:
Por parte española decir que el General Gutiérrez murió a los dos años tras una penosa enfermedad, no gozando en ningún momento de buen estado de salud. Se le concedió una discreta recompensa, no reconociendo ningún privilegio ni mérito alguno a ninguno de los mandos españoles que intervino en la batalla, ni siquiera un ascenso. Tampoco se reconoció el mérito de la ayuda de los franceses, que tan vital fue en determinados momentos


¿Que se podía esperar en aquella España de Carlos IV?

Lo que vino después.

un saludo

Antonio

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19 Mar 2010 20:24
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Nuevo mensaje Re: Aquella olvidada ocasión en que derrotamos a Nelson
Hola Orfebre. Muchas gracias, en primer lugar, por haber leído el relato. Y tienes razón,..., qué se podía esperar en aquellos tiempos... Como muy bien dices, lo que vino después.

¡Lástima de tantos buenos hombres que había! Ya sabes el dicho de "qué buen vasallo sería si tuviera gran señor".

Un muy cordial saludo.

Juan Ignacio.


19 Mar 2010 23:54
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Nuevo mensaje Re: Aquella olvidada ocasión en que derrotamos a Nelson
Buen aporte Mariner. Con tú permiso

Imagen


Bandera de combate de la fragata HMS Emerald.


Esta bandera fue tomada por los españoles en una de las lanchas que utilizaron los ingleses para desembarcar, se conserva en el Museo Militar Regional de Canarias.

Saludos Sotacómitre

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20 Mar 2010 00:02
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Nuevo mensaje Re: Aquella olvidada ocasión en que derrotamos a Nelson
Buenas noches, Sotacomitre. Antes de nada, muchas gracias por leer el relato y por tus palabras. Y en segundo lugar, muchas gracias a su vez por tu aporte... una bandera de combate del HMS Emerald. ¡¡Muy buena caza!!

Un muy cordial saludo.


20 Mar 2010 00:10
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Nuevo mensaje Re: Aquella olvidada ocasión en que derrotamos a Nelson
¡Gracias! Mariner, he pasado un rato muy agradable leyendo tu reconfortante relato.


20 Mar 2010 10:22
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Nuevo mensaje Re: Aquella olvidada ocasión en que derrotamos a Nelson
Muy bueno Mariner. Enhorabuena.

Un saludo. Ban-era

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¡Yo no di más que un brazo a la Patria, si lo volviese a necesitar no le negaría vuestras vidas!. Cabo de cañón del Crucero Acorazado Vizcaya, Damián Niebla, a sus hijos, poco antes de morir.

Tu Regere Imperio Fluctus Hispane Memento


20 Mar 2010 11:07
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Nuevo mensaje Re: Aquella olvidada ocasión en que derrotamos a Nelson
La herida mortal de Nelson


Horacio Nelson

Nelson huyendo de los españoles


Video interesante

Olvidada no tanto.

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¡Izad la señal nº5!: "A los que por su actual posición no combate, tomar una que los lleve rápidamente al fuego"


20 Mar 2010 11:33
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Nuevo mensaje Re: Aquella olvidada ocasión en que derrotamos a Nelson
Hola Kidojavi. Te agradezco que hayas leído el relato y el que haya contibruido a que pasases ese rato agradable que mencionas. Se trata, entre otras cosas, de hacer que uno disfrute de un buen rato, que ya la vida nos trae momentos de todo tipo y condición.

También me gusta mucho que lo califiques de "reconfortante" relato.

Lo dicho, que muchas gracias.

Juan Ignacio.


21 Mar 2010 17:58
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Nuevo mensaje Re: Aquella olvidada ocasión en que derrotamos a Nelson
Muy agradecido Cervera por haber leído el relato y por tu enhorabuena.

¡Estas cosas motivan a seguir adelante!

Juan Ignacio.


21 Mar 2010 17:59
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Traducción al español por Huan Manwë para phpbb-es.com