El Comandante D. Luis se erguía orgulloso en el alcázar. Desde allí,con voz firme, daba las órdenes oportunas para que su navío, 76 cañones, maniobrara frente a la mar brava que jugaba con él. A la vez, con su pericia habitual, intentaba seguir la estela de un corsario que merodeaba por aquellas latitudes caribeñas. Desde su puesto de mando en el "Nuestra Señora del Carmen", con gesto decidido, dirigia a su tripulación, la mejor de la escuadra, a la que había adiestrado personalmente.

Cortando las rugientes olas, que, en vano, intentaban detener su misión, el navio estaba a punto de dar alcance al rufián de la bandera negra cuando......

¡Bam!. Un portazo.

-Carlitos, hijo, ya estoy en casa.

¡No podía ser!. Mami había vuelto a casa antes de tiempo. Y entonces D. Carlos volvió a ser Carlitos. Enseguida la amenazadora figura de mamá apareció en la puerta del cuarto de baño. Y aquella tierna progenitora, cuyo cálido abrazo ahuyentaba todos los miedos y cuya caricia dulce gustaba de revolver el pelo de Carlitos, se convirtió en una furia vociferante.

-¡Pero que haces con la bañera llena¡. Pero...¡ Mirate.Estás empapado! ¡Y encima con el uniforme del colegio!

-Mami...yo....

-¡Calla, anda, calla! ¿Que escondes ahí?

Carlitos sintió pánico

- ¡Pero bueno!. ¡La maqueta del "Nuestra Señora del Carmen" de tu padre!. Con lo que le costó terminarla. Ahora si que te la has cargado. ¡De momento te vas a la habitación hasta que te avise!. Nada de Play, ni de ordenador, hasta que yo te lo diga. ¡Y ya hablará tu padre contigo cuando llegue!

Y entonces Carlitos- D. Carlos en su imaginación- humillado y triste toma el camino de su habitación-exilio mientras masculla impotente: ¡Que sabrás tú lo que es una batalla desesperada!

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Amigo langara


Gracias. Gracias. Gracias. Muchísimas gracias.


No se la edad de don Carlos, pero algo parecido me pasó cuando tenía seis años, no era un navío, parecía más una especie mal hecha de carabela de Colón, que mi abuela la tenía envuelta en papel de celofán encima de la Radio, y el temible no fue mi padre, sino mi abuela. Pero el grito de -tierra trágame-, me lo dio mi madre.


No me acordaba del hecho, y me lo has devuelto como un gran regalo.


Un abrazo.
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Gracias, Sr. Intendente General, por el honor que me haceis. Lo cierto es que la historia es pura creación, pero, ¿quien no se ha sentido implicado, de alguna forma, en travesuras parecidas?.

felicidades Langara por este relato corto, que con o sin barco creo que todos lo pasamos