Prólogo

Desde la aparición de las armas de fuego surgió también la necesidad de contar con unos elementales sistemas de puntería y un embrión de lo que hoy podríamos llamar dirección de fuego, cuando armas de distintas características batía unos mismos objetivos.



Trasladar al mar este tipo de armas suponía hacerlo también con los problemas de puntería y la dificultad, no menor, que suponía una plataforma móvil contra otra de características similares.



Han transcurrido por tanto, hasta el comienzo del siglo XX, más de 500 años donde las punterías, procedimientos y los materiales evidentemente evolucionaron, las distancias de combate aumentaron, aunque no de forma significativa, y el embrión de una dirección de fuego siguió durante mucho tiempo siendo eso, un embrión.

Debo aclarar también que al hablar de la dirección de fuego me refiero a “centralizada” en la artillería naval y esa apareció tímidamente finales del XIX comenzando su desarrollo a principios del siglo XX y tuvo su más evidente expresión en la Primera Guerra Mundial con su canto del cisne como artillería tras las batallas del Mar de Coral y Midway.

Con la aparición de la electrónica y su enorme desarrollo posterior, la cuestión ha quedado en “manos” de las máquinas.

Antecedentes

Toda una serie de progresos y acontecimientos propiciaron el nacimiento de la dirección centralizada del tiro naval, es más debería decir su “absoluta necesidad”, por tanto y de forma resumida y superficial habrá que hacer un recorrido sobre estos progresos.

No pretendo hacer un estudio detallado sino solo unos apuntes sobre la dirección de tiro en las primeras décadas del siglo XX.

Si tuviese que elegir un punto de inicio sin duda sería la batalla de Sinope, librada el 30 de noviembre de 1853 durante la guerra de Crimea, cuando la flota rusa destruyó a la turca con el empleo de proyectiles explosivos (granadas), inventados por el francés Paixhans en 1819 para mortero y que supuso el principio del fin de la madera, resultando que Navarino (1827) había sido el último de los combates entre este tipo de buques.


Batalla de Sinop o Sinope

Ante este tipo de proyectil los buques comenzaron a acorazarse y los cañones se perfeccionaron para poderlos batir, ya solo hay que unir el perfeccionamiento de la propulsión a vapor para encontrarnos, en breves años, en una nueva era.

Las pólvoras, óptica, cañones, proyectiles y las torres además de los primeros ordenadores analógicos mecánicos y algo de balística serán el objeto de este rápido repaso

De la pólvora negra a la cordita

Sin entrar en profundidades y dejando a un lado el asunto de la invención de la pólvora, tanto me da que fuera en el siglo IX como en el XIII, que fueran los chinos, los árabes o que surgiera simultáneamente en varias partes.

En un tratado de 1266, el monje fray Roger Bacon da la siguiente composición y proporciones como una mezcla intima de salitre, carbón y azufre, siendo 7 partes de salitre, 5 de carbón y otras 5 de azufre (41%, 29.5% y 29.5%), tomando mezcla íntima como algo relativo pues en el almacenaje, los componentes tendían a establecerse en capas según su densidad y el molido ni era uniforme ni estaba exento de impurezas.

La mezcla se hizo más estable cuando en el siglo XV se redujeron los componentes a polvo, se mezclaron con agua para hacer una pasta y una vez seca, triturandola y tamizándola para hacer distintos grosores de grano y una mayor uniformidad y estabilidad de la mezcla

El porcentaje de salitre (nitrato de potasio) fue aumentando paulatinamente siendo la fórmula a finales del siglo XVIII, que puede considerarse final, de un 75% salitre, 15% carbón y 10% azufre.

A finales del siglo XIX la pólvora negra fue desplazada por la pólvora sin humo, con base nitrocelulósica (nitrato de celulosa gelatinizado) y descubierta accidentalmente en 1845, aunque no se incorporó oficialmente a un ejército (el francés) hasta 1886

Una variante consistió en mezclar el nitrato de celulosa con un alto explosivo como la nitroglicerina, dando lugar a una pólvora de doble base o pólvora compuesta.

Un explosivo común de doble base es la “cordita”, que contiene de un 30 a un 40% de nitroglicerina y una pequeña cantidad de vaselina como estabilizador, produciendo muy pocos residuos aunque si humo.

El final de esta cuestión consiste, como último adelanto, en la forma y tamaño del granulado, distinto para cada una de las aplicaciones, con el fín de conseguir unos tiempos determinados y unas velocidades regulares de deflagración, tanto en las de base de nitrocelulosa como en las de doble base.

Por ejemplo, si se están quemando granos esféricos uniformemente cuando su grosor se ha reducido a la mitad la superficie que se sigue quemando, y en consecuencia los gases producidos, se reduce al 25%, en cambio si el granulado tiene forma de cilindros huecos, al quemarse por dentro y por fuera la reducción de la superficie exterior se compensa con el aumento de la interior, lográndose una mayor uniformidad.


Granulado para un proyectil de 105

El cañón

Inevitablemente es el siguiente paso a considerar, simplificando el asunto al llamar “cañón” a todo artefacto capaz de lanzar un proyectil merced a los gases producidos por la combustión de la pólvora.

En el siglo XIII ya se empleaban bombardas de hierro en las galeras con un alcance medio unos 800 o 1000 metros, si bien su alcance efectivo tal vez no excediera de los 400 y en combate de los 200.

Fue en Alemania, en 1480, cuando se consigue fundir en un solo bloque el primer cañón para cargar totalmente por la boca, iniciándose así la era de la artillería de avancarga, que habría de durar hasta las postrimerías del Siglo XIX.

A lo largo de 400 años hubo naturalmente muchas mejoras, el bronce y el hierro colado o fundido, la unificación de modelos y calibres, la adopción de la llave de fuego de chispa en 1790 y otros muchos que no hubieran impedido a dos artilleros separados por 200 o 300 años, manejar los distintos materiales con un pequeño tiempo de adaptación.

En 1846 aparece el primer cañón de retrocarga con ánima rayada, proyectado por el piamontés Cavalli y construido en Suecia, sin embargo a bordo de los buques se siguió con la avancarga y aunque se introdujo el rayado del ánima, la retrocarga no se generalizó hasta 1875.

Para no alargar el tema solo citar que el conjunto de mejoras que supusieron el perfeccionamiento de la retrocarga, el empleo del acero y el sistema de zunchos, el ánima rayada, el casquillo, el invento de la espoleta y la adopción de proyectiles cilindro-cónicos hicieron, en menos de 50 años, que la artillería en general y la naval en particular diese un salto cualitativo mayor que en toda su historia anterior.


En estos cañones de la torre de popa del Dreadnought (1906) se observan los cilindros concéntricos (camisas, manguito y ánima) que conformaban el tubo de una pieza naval moderna.

Entramos pues a principios del siglo XX con alcances de 6.000 a 7.000 metros y que rápidamente se elevan a los 16.000.

Como ejemplo tomemos el cañón alemán de 380/45 que podía lanzar un proyectil de 760 kg. a 16.800 metros con una velocidad inicial de 890 m/seg.

Con una elevación de 16 grados (la máxima permitida por su afuste) y aplicando la fórmula para el cálculo del tiempo (2 x Vo x sen 16/ 9,81) tenemos un tiempo de vuelo aproximado al no considerar los efectos de viento y rozamiento, de 50 segundos.

Si el blanco se mueve a 12 nudos, recorre en ese tiempo unos 300 metros, más de dos veces su eslora. La cosa se complica para lograr un impacto.


Esquema de un cañón Armstrong

La torre

Para la aplicación del sistema de dirección centralizada del tiro son necesarios muchos sistemas y mecanismos de todo tipo, pero el final del proceso es que las armas queden apuntadas en dirección y alcance, mantengan una cadencia de fuego adecuada como consecuencia del entrenamiento y de un sistema eficaz de recarga y realicen con prontitud las correcciones para adaptarse de forma continua a la situación.

Nada de eso es posible sin la adopción del conjunto de mecanismos que componen una torre.

En 1861 se había inventado en los EE.UU. el sistema de cañones sobre plataformas giratorias, para ser instaladas en baterías acorazadas flotantes.

Fue este un avance revolucionario ya que las piezas podían apuntarse los 360º con la única limitación de los obstáculos presentes en la cubierta del buque, siendo instalada la primera torre en el buque Monitor puesto en servicio en 1862 y probada en la batalla de Hampton Roads, primera entre dos buques blindados y autopropulsados.

Su movimiento, en principio con un cabrestante a mano, evolucionó a máquinas movidas a vapor, a sistemas hidráulicos y finalmente eléctricos o mixtos


Esquema de los principios de una torre



Torre del acorazado italiano Cavour, que montaba cañones de 305/46

Los proyectiles

Las “granadas” comunes en la artillería terrestre entre los siglos XIII y XIV tardaron mucho en ser aceptadas en la marina, siendo huecas resultaban demasiado ligeras para tener precisión, sobre todo con viento, su fragilidad las hacía sensibles a las cargas de proyección de los cañones marinos con peligro de explosiones prematuras.



En el siglo XVII comenzaron a utilizarse con bombardas en los asedios, pero como proyectil explosivo para artillería naval no fue introducido hasta 1922, cuando se experimento el obús del mayor Paixhans empleado como cañón con efectos devastadores en comparación con los proyectiles inertes

Los progresos en la fundición del hierro, la adopción del fulminato de mercurio para las cápsulas explosivas, la adopción de la forma cilindro-ojival y la puesta a punto de espoletas mecánicas y pirotécnicas permitieron unos proyectiles completamente cerrados.

Un rápido y seguro sistema de carga unido a eficaces proyectiles

Balistica

Siempre importante pero determinante a grandes distancias, puede dividirse en varias partes

Balística interior

Aquella que estudia el movimiento del proyectil en el interior del ánima del arma desde que empieza su desplazamiento y hasta que abandona el tubo.



La balística interior podemos dividirla en dos fases:

1ª.- Al encenderse la carga propulsora, la presión de los gases en la cámara de combustión crece bruscamente logrando vencer la inercia del proyectil y produciendo el cizallamiento del anillo guía y banda de forzamiento, amoldando su forma exterior a la del ánima estriada.

Esta presión de unos 400 Kg/cm2 se llama “Presión de forzamiento”, iniciándose el movimiento lo que aumenta el volumen de la recámara ralentizandose el aumento de presión que alcanza su máximo cuando el proyectil ha recorrido un corto espacio, superando los 4.000 Kg/cm2.

Alcanzada esta presión comienza a disminuir, a pesar de que sigue la deflagración de la carga, por el rápido aumento de la cámara de combustión, hasta que se consume el propulsor lo que ocurre entre un tercio y dos tercios de la longitud del ánima.

2ª.- El proyectil termina de recorrer el resto del tubo presionado por los gases en expansión hasta terminar de adquirir la velocidad lineal y angular con la que abandonará la boca del arma.

Su estudio en relación con la resistencia de los metales y las aceleraciones del proyectil propiciaron innovaciones como la banda o aro de forzamiento que permiten el giro al adaptarse a las estrías e impiden las fugas de gas, la longitud del ánima y en consecuencia la del tubo, hasta el punto en que la presión deja de ser eficaz.

Balística intermedia o de transición

Al iniciar el proyectil la trayectoria balística existe una zona donde todavía no han empezado a manifestarse de forma determinante los elementos externos y sin embargo no han dejado de actuar los internos.

Al abandonar la boca lo hace rodeado de gases dotados de una velocidad mayor que la del propio proyectil, habiendo demostrado la experiencia que al menos en los primeros 50 metros y a pesar de la resistencia de aire, continua la aceleración durante un breve tiempo, pudiendo perturbar la trayectoria si esa acción no es simétrica.

Como ejemplo y para hacerse una idea, en el cañón Krupp SKC/34 de 380mm, el proyectil 800 kgr iniciaba su vuelo con una velocidad de 820 m/sg rodeado de gases a más de 1.500 m/sg. Este cañón era el de dotación en el Bismarck y Tirpitz.



En esta salva del Iowa se aprecian los proyectiles de las dos torres proeles del acorazado lejos ya de la influencia de los gases de proyección cuyos efectos, además del humo, se aprecian perfectamente en el agua a estribor del buque.



En esta famosa fotografía del Iowa, se observa este efecto con mayor claridad.

Desvíos probables

Aún sin contar con los factores externos, la trayectoria teórica no es una línea parabólica sino un cono con vértice en la boca de fuego cuya intersección con el plano horizontal da lugar a zona de dispersión en forma de elipse.



En teoría todos los proyectiles lanzados con el mismo ángulo y por la misma arma deberían caer en el mismo punto, no obstante diversos factores varían en mayor o menor medida el resultado de este proceso de un disparo a otro: La velocidad inicial.

Entre otros hay que destacar:

El lote de munición.
Pequeñas diferencias de los proyectiles, dentro de las tolerancias de fabricación.

La temperatura y humedad de la carga de proyección y su colocación en la recámara.
Que influye en la velocidad de combustión y por tanto en la presión.

El desgaste del tubo y la acumulación de residuos

Empíricamente se ha determinado que el eje mayor corresponde a la desviación por alcance.

Otros estudios, con el objetivo de conocer el comportamiento del proyectil, se refieren a la Estadística y Probabilidades de Tiro, donde se imparten conceptos como; centro de impacto, cono de dispersión, trayectoria media, centro de tiro, errores sistemáticos, errores accidentales, dispersión transversal, elipse de dispersión, error probable, disparos anormales, factores de probabilidad y factor de dispersión, junto a estadísticos respecto al centro de impacto y respecto al centro de tiro.

Balística exterior

Analiza las trayectorias y los efectos del medio ambiente sobre el proyectil.

Un cuerpo lanzado con un ángulo, una velocidad inicial determinada y, describe una parábola merced a su inercia y a la acción de la gravedad y a la que denominamos trayectoria.

Esta inercia viene determinada por la velocidad inicial, consecuencia directa de todos los fenómenos de la balística interior.

La trayectoria resulta modificada a causa de otros elementos ajenos a los dos citados, inercia y gravedad, como son la influencia del viento, la resistencia aerodinámica, variable según la densidad, temperatura de la atmósfera y la forma del proyectil, el efecto el efecto giroscópico por la rotación del proyectil sobre su eje mayor e incluso la onda de choque como resultado de una velocidad mayor que la del sonido.

Los efectos aumentan con el tiempo de vuelo que está en función del alcance.

Todo ello se encuentra tabulado empíricamente como consecuencia de la experiencia anterior y las pruebas efectuadas con el arma a las que son de aplicación y que están materializados en las llamadas Tablas de Tiro.



Los movimientos del proyectil son, en esquema



La balística terminal estudia los efectos causados por el choque del proyectil contra un cuerpo dado y es evidente el distinto efecto del fuego en relación con la energía cinética del proyectil y su naturaleza, ángulo de incidencia y disposición de las zonas acorazadas, no obstante en el tema que nos ocupa, es el choque con el agua de un proyectil de gran calibre que levanta unas columnas de líquido y cuya observación es indispensable para la corrección del tiro.

Cálculo de la distancia

Cuestión de la mayor importancia y de cuya exactitud depende en gran manera la eficacia del fuego y que ha ido acrecentando su trascendencia conforme los avances técnicos en materiales y cargas de proyección permitieron establecer el combate cada vez a mayores distancias.

El cálculo se realizaba en principio a ojo y se materializaba apuntando con el “raso de los metales” que ya introducía un ángulo de elevación entre la línea natural de mira y la de tiro o eje del ánima.

En cualquier caso, el tiro se realizaba con un alcance que estaba dentro de la parte más tensa de la trayectoria siempre confiando en la habilidad del apuntador o en el disparo de una pieza aislada y el lento proceso que dio paso a alidadas y planchetas no pudo dar el siguiente paso sin el concurso de la óptica.

Como referencia citaré que el alcance a principio del siglo XIX de una pieza de 36 libras era, con una elevación de 8º, de unos 2.300 metros y que unos 130 años más tarde los cañones de los Nagato, Yamato e Iowa se acercaban a los 40 kilómetros que constituyen un límite para los elementos electro-óptico-mecánicos como alcance visual en un día despejado.

Ese fue el final y de alguna manera la proyección de un elemento inerte con complicados sistemas de lanzamiento fue sustituido por proyectiles similares pero con lanzadores muy móviles y de gran radio de acción (avión) hasta llegar, con el progreso electrónico y de todo tipo, a la situación actual donde proyectil, calculadores, iluminadores, incluso la toma automática de decisiones viajan juntos en cualquier dirección y a cualquier distancia.

Pasamos a los elementos ópticos para el cálculo de distancias.

Estadímetros o miras estadimétricas

Ya en 1851 se tienen noticias de un anteojo telemétrico debido al capitán de la Artillería francesa M. Terssen, fundamentado en el fenómeno de la refracción pero fueron los estadimétricos los que primero se usaron.

Es, de forma simple, una estadía incorporada a un anteojo, lo que representa para el apuntador un aumento en la percepción de un objeto lejano así como una reducción del campo visual que le centra en el objetivo.

Para conocer la distancia hay que encuadrar el objetivo en el retículo, que está graduado a distintas distancias, leyendo el resultado o interpolando entre los dos más próximos o haciendo los cálculos correspondientes con la constante estadimétrica del aparato.

La condición indispensable y que limitaba la exactitud de manera notable, es que hay que conocer la medida, horizontal o vertical, del objeto observado, por lo que en los puestos de observación se contaba con las características físicas (en el caso naval) de los buques de guerra adversarios.



En este famoso cuadro del puente del Mikasa en Tsushima, se observa a la izquierda una mira estadimétrica, además de los dos telémetros de coincidencia Barr & Stroud, deducido porque fueron los que equipaban a ambas escuadras.

Telémetros

Se puede decir que son la unión de dos teodolitos que miden el ángulo bajo el cual se ve un objeto, cuya distancia se quiere calcular, desde dos posiciones distintas separadas entre si por una magnitud conocida que llamamos “base del telémetro”

El problema se reduce a resolver un triángulo del que se conocen tres elementos, siendo uno de ellos un lado, y se calcula directamente de forma mecánica en función de la posición de los elementos ópticos cuando la imagen obtenida cumple unas condiciones determinadas.

En el plano naval y en la época que se está considerando, los había de dos clases:

De coincidencia

En su forma más simple dos prismas proyectan sobre la óptica interior dos imágenes, tomadas con la separación resultante de la distancia que los separa, es decir de la base del telémetro.

Otro sistema de prismas permite que en el objetivo se materialicen ambas imágenes en dos mitades, una por cada prisma.

Variando la posición relativa de un tercer sistema se consigue el efecto de hacer coincidir en el blanco las dos miras, en principio paralelas, resultando un ángulo que permite obtener en una escala la distancia a la que se encuentra el objeto.








En1911 la marina británica utilizaba telémetros ligeros con base 0,91 pero el humo, la niebla, la poca definición de las líneas verticales y el defecto de la coincidencia los hacía inferiores a grandes distancias.

La base aumentó a 2,74 metros en 1913 y a 7,62 durante la guerra

Otra forma de presentación en el ocular

Estereoscópicos

La visión binocular nos proporciona una sensación de relieve que también nos permite discernir sobre la posición relativa en distancia de los distintos objetos que nos rodean.

El sistema estereoscópico reproduce este efecto pero a una escala mayor, la distancia interpupilar es mucho más grande y el alcance visual se multiplica con la óptica.

En esta situación se introduce un retículo que flota delante de la vista y sobre el que se tiene control mediante un mecanismo óptico que le aleja o acerca y que intentamos colocar sobre el objetivo.

Cuando tenemos la apariencia de que el trazo flota encima de la figura en tres dimensiones que constituye el objetivo, la escala asociada marca la distancia.






En un telémetro moderno, el retículo está entre nuestros ojos, con los trazos aparentemente en el mismo plano, y un objeto que percibimos lejano, por lo que maniobramos con la escala de distancia y alejamos el retículo que comienza a formar una figura corpórea llegando un momento en que vemos los trazos en profundidad y el central parece flotar inmediatamente encima del objetivo.

Hemos determinado la distancia, pero tal sistema depende en gran medida de la capacidad de visión estereoscópica individual y del grado de entrenamiento

Otra forma de presentación al observador para el cálculo

Los telémetros en la segunda guerra mundial

La aparición de los radares de tiro, elementales en un principio, comenzaron a relegar estos cada vez más complicados aparatos a funciones secundarias en el cálculo de distancias, pero las longitudes de onda posibles entonces no eran capaces de distinguir el eco de los “piques” de los proyectiles en el agua, por lo que no eran fiables para la corrección del tiro y los ópticos siguieron siendo necesarios



Para dar una idea de las magnitudes que llegaron a alcanzar, en la figura anterior se muestra un telémetro estereoscópico con una base de 15 metros fabricado por Nikon, como los que montaban los acorazados de la clase “Yamato” en las torres de la artillería principal.

En el Iowa, el telémetro con sus servidores por dentro y fuera de la torre, al fondo la dirección de tiro con su telémetro y radar.



Por último el King George V y las direcciones de tiro y telémetros de torre de nuestro Canarias, como curiosidad

Cálculos para la puntería en dirección

Aparentemente la dificultad parecía encontrarse en centrar los cálculos en la correcta apreciación de la distancia pero, como consecuencia del aumento de esta, los tiempos de vuelo y las derivas cobran tal importancia que no basta dirigir la boca de fuego hacia el objetivo con unas elementales predicciones.

Una sola circunstancia favorece al tiro naval, que origen y objetivo se encuentran en el mismo plano, pero todo lo demás añade dificultades concatenadas.

En resumen, el tiro naval que estamos considerando, buque contra buque, consiste en hacer fuego desde una plataforma en movimiento (en tres o más dimensiones si contamos el estado de la mar) contra un blanco que también se mueve y además te contesta.

En primer lugar debemos saber la dirección de nuestro movimiento y relacionarlo con una referencia fija, y esta es la línea imaginaria que de proa a popa divide el buque en dos mitades iguales, la línea de crujía, a la que se referirán como origen los mecanismos de dirección de la artillería principal.



Estos datos, en unión de los estimados del objetivo, son parte de los que las distintas direcciones de tiro (principal, secundaria o secundarias, de torre o pieza) tienen en cuenta para que los calculadores determinen el ángulo de dirección de las piezas respecto a la crujía.

El Cursor

Por último, en función de los movimientos relativos entre el origen de tiro y el objetivo unido a las correcciones por deriva y por viento, se calcula el “cursor”, ángulo que determina la dirección verdadera que debe seguir la trayectoria balística para que los proyectiles impacten sobre el blanco o mejor dicho, en su probable posición futura.





Dicho así parece de una gran simpleza y probablemente lo sea para los radares y ordenadores de a bordo actuales, pero en el primer tercio del siglo XX, época objeto del tema, la cosa era bastante complicada y cuya solución se encomendaba a complejos mecanismos que no eran otra cosa que calculadores analógicos para ecuaciones diferenciales.

Calculadores. Los nuevos aparatos

El calculador Dumaresq

Como a gran distancia un proyectil toma un tiempo apreciable en llegar al blanco, el problema central de la dirección del tiro estaba determinado por la efectividad de los sistemas que, en base a una serie de observaciones de distancias y marcaciones al blanco y calculaban las futuras

El problema del establecimiento de las posiciones relativas entre los buques combatientes y el conocimiento de las variaciones continuas entre ambos, provocaron el desarrollo de soluciones similares en general y sobre todo poner la artillería bajo un control centralizado

El teniente John Dumaresq, inventó en 1902 un calculador que lleva su nombre y que consistía en una regla de cálculo trigonométrica en la cual el usuario introducía el rumbo y velocidad del buque propio, el azimut al blanco, y el rumbo y velocidad estimados de éste.

Sujeto a la precisión de esas estimaciones (de dudosa probabilidad) consecuencia de la observación óptica de miras y telémetros, la lectura resultante mostraba la velocidad de variación de distancia y la correspondiente deflexión para lograr dar en el blanco.

Mesa Arthur H. Pollen

En los primeros años del 1900 Arthur H. Pollen, un empresario con gran comprensión de la tecnología, fabricó una mesa de control tiro –en realidad, una computadora analógica precoz– cuyos componentes principales eran:

a) un telémetro muy mejorado.

b) un reloj conservador de distancias con un mecanismo de velocidad variable que, a diferencia de, por ejemplo el reloj Vickers, proveía una indicación precisa de la velocidad de variación de distancia aun cuando la velocidad era variable.

c) una mesa de trazadora (plotting) automática que mantenía un registro continuo en tiempo real de los rumbos y posiciones relativas del buque propio y del blanco.

Reloj Vickers

También llamado conservador de distancias, consistía en un aparato de relojería que movía un puntero alrededor de un dial calibrado en miles de yardas.

El puntero se graduaba en la distancia inicial y se lo ajustaba para que avanzara a una velocidad que reflejaba la velocidad de variación de distancia, obtenida a través de observaciones cronometradas o de un calculador Dumaresq.

En tanto aquella variación de distancia fuese constante o cambiase con velocidad constante, el puntero proveería la distancia al blanco en todo momento, y aunque no resolvía el problema cuando la variación en distancia estaba también variando, si redujo significativamente el elemento de estimación en el tiro.

Su utilidad mejoraba en tanto aumentaba la precisión de la medida de la distancia inicial lograda con telémetros cada vez más capaces.




Tablas de tiro Dreyer

A través de una gama de variables de entrada, proporcionaban los ángulos de elevación y dirección transmitidas directamente a las torres de artillería.

¿ Como eran estos calculadores?

En algún sitio he leído que eran los sueños de un matemático o las pesadillas de un relojero y solo ver el esquema del reloj Vickers lo corrobora.

Procedente de la batería de costa del Monte San Pedro (La Coruña), se encuentran en el Museo Militar partes de la dirección de tiro para los cañones Vickers de 15” (381/45) modelo 1923.
Aunque adaptadas a una situación determinada como defensa de costa, estas piezas no dejan de ser navales y su empleo así como los cálculos necesarios no difieren fundamentalmente de las montadas en un acorazado, algo más simples al ser fijo el origen de fuego.



Los dos cuerpos de la izquierda corresponden a los controles de las dos piezas que formaban la batería y debajo vistos desde encima.



Por último la mesa trazadora o “plotter”

La dirección del tiro centralizada (I)

Sea porque el aumento de la distancia a la que podían combatir dos formaciones o unidades navales exigía nuevos procedimientos, porque el progreso en los materiales y su creciente complejidad no permitía su actuación de forma aislada o sencillamente porque los resultados no estaban en consonancia con las posibilidades existentes, la dirección centralizada se hizo imprescindible.

No solo los adelantos técnicos, si los procedimientos, la instrucción continuada y la superación de viejas tácticas son quienes hicieron posible su implantación.

Desde la década de 1880 existía el concepto de un “director de tiro” que desde una plataforma elevada tomara la responsabilidad de los apuntadores individuales, pero no pudo aplicarse hasta que los circuitos eléctricos permitieran las comunicaciones de forma instantánea.

El futuro contraalmirante Fiske, siendo capitán de fragata, inició la técnica de control desde lo alto de un mástil, en la batalla de Cavite en 1898, donde los resultados, por parte norteamericana, fueron:


(Fragmento de una imagen publicada por history.navy.mil)

Con 10 cañones de 203 mm y 43 de otros calibres, que dispararon unos 6.000 proyectiles, se obtuvieron un 2,37% de impactos a una distancia de combate de 2.000 metros, cuando se tenían 5.000 metros de alcance efectivo.

En Santiago de Cuba, los cañones de 330 no obtuvieron ningún impacto, los de 203 un 4% y, contando todos los calibres, de 9.400 disparos dieron en el blanco el 1,3%.

En el siguiente encuentro de importancia, Tsushima, la flota rusa carecía de miras telescópicas pero su nivel de entrenamiento era bueno en distancias comprendidas entre los 5.000 y 7.000 metros.


(Imagen procedente de battlefieldspain.blogspot.com)

La batalla se desarrolló a 2.700 metros y casi exclusivamente entre piezas de gran calibre, logrando los rusos 138 impactos

Por parte japonesa, además de una mayor calidad en los proyectiles, los telémetros, que probablemente algunas unidades estuvieron dotadas con la regla Dumaresq, el fuego en salvas, la corrección del mismo, y la disciplina en abrir y cesar el fuego a la señal del buque insignia, lograron un 6% de impactos.

La dirección del tiro centralizada (II)

Tras Tsushima, los grandes calibres, la precisión y alcance, la rapidez de disparo, los perfeccionamientos en la organización del tiro marcaron las siguientes construcciones.

Telémetros, mecanismos de cálculo, perfeccionamiento de las torres y los mecanismos para su manejo, municiones y propulsores marcaron los siguientes pasos.

No todo fueron grandes inventos, la instrucción de apuntadores para que mantuvieran el blanco independientemente del rolido (escora alternativa de una a otra banda) mediante el reglaje de los engranajes que permitían mantener con facilidad la puntería compensándolo, y cambiando de lugar la mira del cañón de forma que no afectase al apuntador el retroceso del disparo. A esto se llamó “puntería continua”

A partir de 1920 se adoptó una especie de estabilizador que computaba el ángulo de rolido y por medio de un giróscopo aseguraba el mantenimiento de las distancias manteniendo los cañones apuntados en un ángulo fijado en relación al horizonte, en lugar de hacerlo con al buque propio.

El fuego en salva se hizo posible cuando los cañones fueron dotados de percutores accionados eléctricamente a través de un circuito controlado de forma centralizada.

Una vez cargados y apuntados, su dotación se apartaba y se mantenía a resguardo del retroceso, entonces eran disparados al unísono en salva por el oficial de control de tiro.

Esto hacía —en teoría— que todos los proyectiles llegaran juntos al blanco y entonces era posible para el controlador (ubicado en una plataforma elevada instalada en un mástil) observar dónde habían caído, apreciar los desvíos, determinar las correcciones y hacerlas aplicar a los cañones, y disparar una nueva salva para repetir el proceso.

Una vez que se hubiera “horquillado” el blanco podría ordenar el fuego “a discreción”, es decir con los últimos datos recibidos, disparar cada pieza o torre de manera independiente y tan rápido como fuera posible.

Mientras tanto, el controlador, que se mantenía observando, volvería a retornar al fuego por salvas si apreciaba cambios en la distancia o en el rumbo del enemigo, para tratar de volver a horquillar el blanco.

En la práctica, corregir el tiro era para el controlador una tarea muy difícil, si no imposible, por la dificultad no solo de observar los “piques” en el agua, sino a veces distinguir a que armas, incluso buque, correspondían.

La dirección del tiro centralizada (III)

Mezclando procedimientos británicos, alemanes e incluso de la US Navy, para la artillería principal (La USN adoptó el predictor de distancias Ford en 1916, que era una computadora analógica que podía solucionar una ecuación diferencial) un poco de imaginación y un bastante de osadía, he compuesto una secuencia completa del procedimiento en la Primera Guerra Mundial, que podría ser como sigue:

Se detecta en el horizonte una columna de humo que resulta ser un buque al que no se le identifica como propio y, según la situación se maniobra para alejarse, conservar la distancia o, como en esta suposición, cerrar paulatinamente sobre el objetivo intentado alcanzar la mejor situación respecto al viento, la luz y la distancia más conveniente.

Mientras tanto desde las estaciones de dirección de tiro (como mínimo dos, principal y secundaria) elevadas sobre las superestructuras, los telémetros determinan la distancia, comunicándose las mismas al “director de tiro” situado en la estación transmisora situada bajo la cubierta al amparo de la coraza del buque.

Con estos datos de distancia se elabora una media, para mayor precisión, y junto a los estimados por las observaciones sucesivas sobre velocidad y rumbo así como la ruta y velocidad propias, los aparatos electromecánicos ya descritos elaboran la “línea de variaciones de distancia.

Otro aparato (range clock) reloj Vickers, Pollen u otro cualquiera, proporciona los datos de azimut y elevación de las piezas de forma continua y el “plotter” o mesa trazadora materializa

Mientras tanto la artillería principal, que ya ha maniobrado con unos datos provisionales, se encuentra preparada y con los procedimientos para mantener las piezas en condición de disparo. Recibidos los datos, los apuntadores hacen coincidir los diales de las piezas con los transmitidos por la estación transmisora.

El director de tiro, mediante el control eléctrico centralizado, hace fuego con una o dos piezas aisladas, sucesivamente con un intervalo determinado o con semisalvas o salvas completas, o bien ordena hacerlo desde las propias torres, para reconocer en lo posible el origen de los “piques”

O también el llamado “tiro en escalera” donde las salvas no se hacían en función del tiempo (no se efectuaba una salva hasta ver los efectos de la anterior) sino en función de un grupo de distancias basadas en las calculadas por los telémetros.

Desde todos los lugares de observación, además del seguimiento continuo del objetivo, se observan los puntos de caída, y los datos de deriva y distancia llegan a la estación transmisora donde comienzan los cálculos para las correcciones, que comunicadas a las torres, reinician el proceso.

Así hasta que, centrado el tiro, se ordena el fuego a discreción para lograr la mayor cadencia posible o se sigue de manera centralizada andanada tras andanada.

La dirección del tiro centralizada (IV)

La centralización no paró en la artillería de un solo buque, sino a veces en la de toda una división (lógicamente con buques y piezas homogéneas) asumiendo el insignia la dirección.

El fuego se hacía en intervalos de tiempo sucesivos y se adoptó en la Royal Navy tras analizar los resultados de Jutlandia

El buque director disparaba una semisalva y en ese momento el resto ponía en marcha sus cronómetros, el segundo sumaba 360 metros y así sucesivamente.

Todos los observadores (spotters) observaban las caídas de los proyectiles que lógicamente lo hacía con una separación en tiempo y distancia que permitían su identificación.

Encuentros en la Primera Guerra Mundial

Consideremos los de Malvinas, Dogger Bank y Jutlandia

Desde el punto de vista británico, en el encuentro de las Malvinas, se elegió por estos la distancia de combate, 11.000 metros, con un alcance efectivo de las piezas de 14.600.

Los buques contaban con el sistema Dreyer pero carecían de equipo director de tiro.

De 1.180 disparos se lograron un 6% de blancos

Desde el mismo punto de vista, en Dogger Bank, se combatió a mayor distancia, 14.600 metros de un alcance máximo de 16.500 y aunque todos los buques contaban con el sistema Dreyer, uno solo tenía director de tiro. Se logró un 1% de blancos.

En Jutlandia se combatió a 6.400 metros aunque el alcance máximo sobrepasaba los 19.000 y se lograron impactos entre 13 y 14.000 metros.


La Royal Navy

En esta batalla por parte británica se logró un 2,17% sobre 4.598 proyectiles y por parte alemana un 3,33% sobre 3.574, atribuyéndose esta diferencia a los telémetros estereoscópicos, superiores con baja visibilidad y una mejor y más realista instrucción.


La Hochseeflotte

En el periodo entre guerras, se aplicaron las enseñanzas que se creyeron deducir de estas batallas, pero aunque tanto blindajes como artillería llegaron a su máxima expresión, el uso de la aviación tanto embarcada como con base en tierra, forzó un cambio radical.

En cuanto a la dirección del tiro, la aparición y desarrollo del radar trasladó el problema a otra dimensión.

Ligeramente fuera de lo propuesto en un principio, que era llegar a Jutlandia, solo mostrar una ligera pincelada del encuentro entre “Prinz Eugen” - “Bismarck” por un lado y “Hood” - “Prince of Wales” por otro.

En los 24 minutos de un combate que comenzó a 24.000 metros y llegó a los 15.700, los buques británicos tras no menos de 18 salvas solo lograron tres impactos sobre el Bismarck y ninguno sobre el Prinz, en cambio tras dos semisalvas, con la tercera el Hood queda encuadrado y tras una cuarta y quinta muy cercanas, la sexta lo envía al fondo, y el Prince of Wales tiene que retirarse con graves averías tras haber recibido siete impactos.

¿Suerte? Todo un conjunto de acciones propias, errores ajenos, entrenamiento y materiales de calidad suelen proporcionarla.



Un saludo

Antonio