Argonauta II

El Argonauta II ha nacido. Es un barco que se sumerge debajo del agua y que anda sobre ruedas por el fondo del mar lo mismo que si fuese un automóvil.

Su misión es rescatar los inmensos tesoros que hay sepultados en el mar.

Según las estadísticas oficiales sube a 600 millones de pesetas el valor de los barcos y mercancías que se pierden en un solo año de naufragios; y como así viene sucediendo desde hace siglos, en el fondo del Océano hay riquezas más fabulosas que las de Klondike (¿?). Se ha dicho, y con razón, que el mar debe ser más rico que la tierra, debido a los millones de naufragios de barcos cargados de verdaderos tesoros; la mayoría de estas pérdidas han sido en aguas donde un barco como el Argonauta puede operar con bastante facilidad. Solo el carbón procedente de las lanchas carboneras idas a pique que hay en los grandes puertos tales como Nueva York, Liverpool, Cardiff, Bilbao, Port Said, etc., forman otras tantas minas de inmenso valor.

Además el Argonauta desempeñará un gran papel en las guerras futuras por cuanto puede cortar los cables de las minas y telegráficos, y, si se quiere, colocar torpedos debajo de los buques enemigos.


Argonauta II.

El primer Argonauta fue construido por Simón Lake hace año y medio. Cuando su inventor y constructor tenía 10 años, leyó la novela de Julio Verne Veinte mil leguas de viaje submarino, y, desde entonces, empezó a pensar y a trabajar en la construcción de barcos submarinos. Después de muchos años de estudios y experimentos consiguió su objeto, pero nadie le hizo caso, porque el público se mostraba y se ha mostrado siempre muy escéptico en la cuestión de navegación submarina y de máquinas para volar.

Lake, sin embargo, en vez de meter ruido y de hacer que pregonaran su invento los periódicos, se dedicó asiduamente a hacer pruebas sabiendo que la experiencia es el mejor maestro. Quería ante todo saber si su barco era o no capaz de realizar la empresa que quería encomendarle; para ello ha navegado dentro de él más de mil millas por encima y por debajo del agua, ha descendido al fondo del mar centenares de veces y se ha pasado uno y dos días de un tirón viviendo, comiendo y durmiendo dentro de su barco estando éste sumergido. Así ha podido ver los inconvenientes que ofrecía su primer Argonauta y emprender la construcción del Argonauta II con un gran caudal de experiencia y dando ya como resuelto el problema.

El nuevo buque submarino o, hablando con más propiedad, el automóvil submarino, fue botado al agua este verano último. Por fuera es enteramente lo mismo que un yate ordinario; pero debajo de la línea de flotación toma la forma de un casco cilíndrico con una rueda a cada lado para caminar y otra detrás que hace el oficio de timón o guía cuando avanza por el fondo del mar. Las ruedas de los costados no tienen más que 90 centímetros de diámetro y están dispuestas en tal forma que pueden subirse o bajarse.


El Argonauta II en el fondo del mar.

Cuando el Argonauta se pone en disposición de bajar al fondo del mar, parece enteramente un torpedero. Encima de su cubierta cóncava y herméticamente cerrada hay una a modo de chimenea que también se cierra herméticamente y que sirve para entrar y para salir. De uno y otro lado de ésta hacia popa y hacia proa, arrancan dos que parecen mástiles y que son en realidad tubos para suministrar aire al bote cuando está sumergido a no muy grande profundidad.

Al descender, se cierra la chimenea de entrada, se echan las pesadas anclas de modo que contribuyan a arrastrarlo hacia el fondo y se toma en los compartimientos dedicados a este objeto el agua necesaria para hacer la carga. El mar está al principio tan transparente que a veces no se sabe si se está fuera o dentro de él; luego va haciéndose más denso y la luz va haciéndose más amarillenta hasta quedar los tripulantes en una media obscuridad.

Cuando se toca fondo, se siente una ligera sacudida. Si el suelo es de cieno, se suelta la cantidad necesaria del agua de los compartimientos para que el barco no pese demasiado y no corra peligro de hundirse; pero si el suelo es firme no se echa fuera ninguna agua hasta que se quiere subir, y entonces el barco se remonta como si tuviera flotadores.

Su casco está construido con acero del mismo que sirve para los acorazados. Necesita tenerlo así para resistir la presión del agua a grandes profundidades.

Dentro de la caja del Argonauta, pero separado por gruesas puertas herméticas de hierro, hay un departamento destinado a los buzos, Cuando éstos quieren salir abren un grifo y llenan su compartimiento de aire comprimido hasta que el aparato registrador marca una presión superior a la del agua. Entonces abren la puerta que comunica con el mar y es espectáculo curioso ver como el agua se detiene ante la presión del aire que hay en la cámara; se la toca, se la ve agitarse y, sin embargo, no puede entrar. El buzo sale de su departamento y empieza a caminar por el fondo del mar y a hacer su trabajo en los buques naufragados sin tener necesidad de perder el tiempo ni de correr riesgos que implican el subir y el bajar cuando operan desde un buque que está en la superficie del agua.

Caminando por el fondo del mar, el Argonauta parece un monstruo marino con sus grandes ojos eléctricos o proyectores que iluminan hasta una distancia de 150 metros para reconocer los restos de barcos.

Como hemos dicho, cuando se encuentra a gran profundidad no puede recibir aire del exterior, y entonces los tripulantes tienen bastante provisión de aire comprimido para resistir durante dos días. Al principio sienten violento dolor de oídos, pero poco a poco se acostumbran y además practican la regla de tragar mucho aire, con lo cual evitan en gran parte el dolor.


Buzo saliendo del Argonauta.

La perfección de los accesorios y de los aparatos de que está provisto, es maravillosa. Los hay para indicar la presión del aire dentro del barco y la del agua en el exterior; tiene un ciclómetro parecido al que usan los ciclistas para registrar la marcha del barco; otro para indicar con perfecta exactitud la profundidad a que se está y la inclinación, de modo que se sepa si el Argonauta está subiendo o bajando alguna cuesta. Aligerando la carga de agua el barco submarino se queda tan ligero que al avanzar sobre sus ruedas casi salta por encima de los obstáculos sin que los tripulantes sientan violentas sacudidas.

Uno de los descubrimientos más extraños hechos por Lake es que el fondo del mar es, por lo general, llano, cosa de mucha importancia para su barco. Dice que la impresión que todos tenemos de que hay en el mar grandes desniveles y tremendos precipicios, resulta completamente falsa según su experiencia; es una impresión que sacamos viendo los mapas en los cuales se meten miles de millas de terreno en el ancho de una sola página, con lo cual resultan muy exagerados los declives. Algunas playas tienen más inclinación que otras; pero Lake afirma que hay muy pocos sitios en el fondo del Océano Atlántico que no pudieran ser llamados llanos si estuvieran en tierra firme.

Claro es que no puede hablar del mar cerca de las islas Canarias, ni del Océano Pacífico, donde, como es sabido, hay grandes desniveles, porque no ha estado en ellos todavía.

Lake espera ser archimillonario antes de mucho y es muy probable que lo consiga.

Aparte de que a él acudirán, y ya empiezan a acudir, cuando se pierde algún barco con cargamento de valor, tiene a su disposición sin competencia alguna los inmensos tesoros que desde siglos vienen quedando sepultados en el fondo del mar.

Alrededor del Mundo. 21 de julio de 1899. Nº 7.

Un saludo.