La gente de aquellos tiempos, tenía otra visión del honor que el que tenemos en tiempos actuales. Eran de "otra pasta" y realmente la salida del puerto por cuya bocana al parcer sólo cabía o había calado para un buque, fué un verdadero suicidio, cosa que hoy denomonaríamos "quijotada", pero que en aquellos años, se tendría otro concepto, la prueba es que salieron de "uno en uno", cosa que para los "yankees" era parecido a un tiro al blanco y aún así, la flota española, "les plantó cara". Por poner un ejemplo, en caso de combate hoy en día, un oficial combate igual que el soldado y con las mismas armas, hace 100 años no, combatía sable en mano hasta que recibía la orden de su superior para usar el revólver, ejemplo de ello, está en la campaña de 1909, de la cual, se ha celebrado el 1r centenario el año pasado en Melilla.

¡Un cordial saludo!

Hannes Hunger.

Pues retomo el hilo ¿Que tomo? un ronnnnnnn

Me he agenciado de una barrica o tonel de 8 litrejos, roble gringo a falta del galo, ya lo he enjuagado con agua y anís y lo estoy enronando y dando vueltas, para que chupe que luego chuparé yo

¡Contramastre, sois incorregible! "si no puedes con él, únete a él", ¡venga pues ese ron!

¡Un cordial saludo!

Hannes Hunger

Hola OTerrorOsmares.

Ya ves la derivada que ha ido teniendo el debate.

Muchas gracias por agenciarte esa barrica de roble yankee que, estamos todos seguros por aquí, vas a compartir,...como compartimos viaje y compañía.

Un muy cordial saludo.

Juan Ignacio.

Hay que ver lo que hace el ron

Muy buenos días, OTerrorOsMares.

Eso es lo bueno de "los buenos debates y buenos compañeros de viaje", que uno empieza por aquí...y termina por allá.

Además, si a esto le sumamos un buen ron,....pues mejor que mejor!! La velada de debate y charla sale mucho mejor....

Y a este respecto hay que recordar (al César lo que es del César) que quien puso el ron fue usted.

Así que, vaya el agradecimiento de una "agradecida" tripulación, que regó estupéndamente el debate con ese excelente ron.

¿Cómo va esa "barrica de roble gringo" subteniente Oterrorosmares?. No baje la guardia con ella que, después de batir al inglés, "bien se le puede hacer una visita" y darle envidia al francés.

¡Un cordial saludo compañero!

Hannes Hunger

¡Vamos! ¡Vamos!... no empujen, que habrá para todos...
y que me dicen de esa historia de Bacardí que ganó en una apuesta, durante su embarque hacia Santiago de Cuba, la fórmula para elaborar su excelente añejo. Alguno de ustedes puede ampliarla?

Hola Kidojavi. Hay una leyenda (que no es urbana), y que tiene bastantes visos de realidad. Y aunque parecido a lo que dices, no es del todo así.

Verás, la cosa no fue ni por una apuesta, ni en el viaje a Santiago de Cuba. Ya llevaba en la isla varios años el fundador de la marca, cuando se produjo el hecho que paso a narrarte a continuación.

Todo empezó cuando Facundo Bacardí Masso (nacido en Sitges en 1.814), emigró con su familia a Cuba en 1.830 (contaba pues 16 años).

En la isla continuó el negocio familiar que no era otro que comerciante de vinos y licores. O sea, que ya había tomado contacto con el asunto.

Estuvo varios años trabajando en el proceso de destilación del ron, en el puso empeño y tesón, pero la verdad es que la suerte no le acompañaba, saliendo un licor peleón, muy típico de toda la zona.

Quería encontrar un licor mucho más suave, que fuera más propio de salones, y no circunscrito a las tabernas, como pasaba hasta entonces.

Pero la suerte le era todavía esquiva.

Facundo era muy, pero que muy, aficionado al mar. De hecho se dice que en Cuba siguió manteniendo la costumbre que tuvo siempre en su tierra natal: darse un paseo junto al mar cada mañana de su vida, antes de ponerse a trabajar.

Pero Facundo no era sólo comerciante de vinos y licores. Precisamente por este amor al mar, a finales de los años 50 se hizo con una empresa de goletas que conectaban Santiago de Cuba con varias islas del Caribe.

Eran unas naves que estaban en pésimo estado, y las oficinas eran bien cutres, la verdad, pero tenían un panorama estupendo de la bahía. Pero el amor que Facundo sentía por el mar y su personalidad y carácter tan emprendedor, animoso e infatigable, que siempre le hacía sobreponerse y superar las dificultades, contagiando alegría y dinamismo por todos lados, hizo que se enfrascase en esta nueva aventura empresarial.

Ello hizo que se embarcase repetidas veces en sus barcos, y que hiciese innumerables travesías en ellos. ¡Por fin podía meterse en el mar, y no contentarse sólo con su visión, como hasta entonces!

En uno de estos viajes cambió su vida,...., y la historia del ron, para gusto de todos nosotros.....por cierto.

Era 1.860, y existía otra crisis en aquella época (ya vemos que no son características de estos tiempos....). Se embarcó en "La ESperanza", uno de los barcos que más adoraba.

El destino era la isla de La Martinica. El problema es que el viaje lo empezaron tarde y, ¡claro!, el tiempo se les echó encima. Era el mes de octubre, y la meteorología andaba revuelta.

Un ciclón estaba atizando y dándole bien a todo el Caribe.

No pudieron hacer otra cosa que fondear en el puerto y esperar a que la cosa se tranquilizase.

Pero, ¡claro!, ¿cómo iban a pasar el tiempo, si ya estaba todo hecho y a la espera de la partida?

Pues no se les ocurrió otra cosa que hacer que lo que han hecho siempre, toda la vida, miles y miles de marineros, en todas las épocas, y circunstancias, y en todos los puertos del mundo....irse a las tabernas del puerto a conocerlas bien-bien, en profundidad.

E hicieron lo único que se puede hacer en las tabernas de este puerto...beber el ron (tan peleón como el de Cuba).

Una de las noches debió ser antológica. La borrachera que alcanzaron dejó pequeñas las anteriores.

En medio de esa alegría que da el alcohol a buena dosis en sangre, le prometió a un francés que le había caído fenomenal que "¡nada, no te preocupes, que a Santiago de Cuba te llevo yo en mi barco, La Esperanza, que lo tengo fondeado en el puerto!".

Y es que el francés debía coger allí un barco que le llevase de regreso a casa, a Francia.

Llegó el día de la partida, porque parecía que ya el tiempo se había serenado, y había dado una tregua.

Y allí estaba Facundo, con la resaca, intentando acordarse del rostro del francés.

Sin embargo, como buen español, las promesas son las promesas, y un apretón de manos (aunque con la cabeza embotada de alcohol), es un acuerdo sagrado, más que si lo fuera firmado en papel.

En fin, ¡eran otros tiempos, y otro talante!

Llegó el francés cargado de maletas, y ahí que subió a bordo de La Esperanza.

Los dos hombres hicieron una gran amistad a lo largo de la travesía.

En una de sus charlas, cuando ya la amistad había impregnado esa llama que hace que luzca en todo momento, ya de por vida, el francés cogió una de sus maletas, y de allí sacó una frasca que dio a probar a Facundo.

Éste, una vez echado el primer trago, casi se cae del impacto. Estaba probando un ron suave, dulzón, que nada tenía que ver con esa aspereza del ron jamaicano, propio de las tabernas.

¡Era un verdadero ron de salón!, ¡era el ron que llevaba tantos años deseando destilar!

Ya en Cuba, el francés se alojó en casa de Facundo. La amistad era prounda entre los dos hombres.

Y allí estuvo alojado el francés, en casa de Facundo, esperando la llegada del barco que iba a llevarle de vuelta a Marsella.

Cada mañana, ambos hombres daban un paseo al lado del mar, siguiendo la costumbre de Facundo.

Compartían muchas cosas en común, y disfrutaban de una profunda amistad.

Justo la víspera de su partida, el francés se acercó a Facundo para tomarse la última garrafa de su ron,...y para hablar con él acerca del mismo.

Fue entonces cuando el francés le confesó a Facundo que también su oficio era vinatero y licorero. En prueba de su amistad, le confesó a su amigo la fórmula secreta que él había desarrollado, para lograr ese ron suave y fuerte (pero no peleón ni áspero) a la vez, fino, oloroso, agradable a los sentidos (al gusto, al olfato, a la vista).

Con ello, Facundo pensó en atacar de verdad el mercado licorero de la zona,...y si la suerte le acompañaba, mucho más allá.

Con ese fin, Facundo, dos años después, en febrero de 1.862,
adquirió una vieja destilería de Santiago, y fundó la empresa Bacardí.

Y aquí surge otra "leyenda", la que afirma que el logo del murciélago fue idea de la esposa de Facundo (Amalia Lucía Victoria), cuando descubrió en unas cuevas que existían en los terrenos de la destilería, una gran cantidad de murciélagos.

Ya ves, parece que la fórmula secreta del ron, mejor dicho, su universalización (o globalización, como se diría ahora), fue fruto de la amistad.

Interesante historia, compañero Mariner, y muy bien narrada ¡Gracias!. Es curiosa la relación de Sitges con Cuba: Facundo Bacadí, Miró Argenter...

¡Ah! y para mi gusto -insisto- el mejor: el "Matusalem", que tiene ese sabor suave y dulzon de ron de "salón"

Totalmente de acuerdo, Kidojavi, el mejor el Matusalem.

Aunque para los cubatas me tomo el Havana 7, unas veces, y otras el Barceló, y otras el Pampero (Aniversario, edición especial). Ya ves, combino el cubano con el dominicano, y el venezolano.

Saludos.

Pero para tomar solo (sin nada, sin hielo, ni cocacola, ni otras historias), el Matusalem.

Yo el de la barrica de un amiguete. Cosa mas fina no he probado

¿Me invita a un chupito para degustarlo? Nostromo,tengo curiosidad.

Un saludo y mantengase derecho Rumbo que va, Sotacómitre

Es que no es mia. Yo me he propuesto vaciarsela. Pero me he agenciado de una barrica de 8 litrejos, roble americano chamuscado con pie bajo castellano y estoy haciendo que chupe ron bueno el roble a base de meterle algo de ron agrícola e ir dando 1/8 vuelta cada 8 horas.

En verano estará lista.

Esperaremos al envejecimiento hasta el verano, que con Cola, angostura , hielo y una rodaja de lima.....uf ...para combatir los calores.

Saludos y mantenga ese rumbo como va, que va bien Nostromo, Sotacómitre

¡Atento a periscopio, entonces Oterrorosmares!, que ese ron ha de resultar de lo mejor. Aguardarmeos entonces al estío.

¡Un cordial saludo!

Hannes Hunger

Ni cola, ni hielo ni limon, ustedes lo que hacen es irse al baile a alternar, cosa que socialmente está muy bien vista. Pero digo que estos rones embarricados son cosa fina y si digo esto despues de haber probado un montón, será por algo.

Jo, con tanto RON me habéis hecho recordar al Capitán Silver y mis noches en el Bolo con el Jose María, sobre todo cuando ibamos al Kiki y el Kiki hijo nos decía, el día que delante de nosotros nos desprecintaba la botella de Bacardí (que conste que no tengo comisión): Payos, ¿a que hoy el cubata sabe mejor?.
El Bolo, año de gracia de 1972. Y el que no se lo crea que pregunte en comisaria por Eulogio.