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 1898. Hasta el último hombre... 
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(continuación Capítulo XXXIV)

00:25 “USS Boston”.

Un primer estampido procedente de la pequeña isla situada a su estribor rompió el silencio de la noche. Acto seguido replicaron armas ligeras y ametralladoras; cinco segundos más tarde, una salpicadura producida por una boca de fuego mediana se abría a pocos metros de su proa.

El Capitán Wildes ordenó al timonel caer a estribor unas cien yardas. Uno de sus dos revólveres Hotchkiss 37 mm de cinco tubos situados en el puente fue el primero en responder al fuego enemigo. Cuando recobrara el rumbo que llevaban antes del ataque lo haría con su pieza de 8” de proa, con las tres de 6” de su costado de estribor y con otras piezas ligeras. Su buque y el “McCullock” -autor de las indiscretas llamarada- serían los encargados de repeler la agresión que se estaba produciendo desde Fraile, siguiendo lo planificado en las instrucciones previas.

00:26 “USS Olympia”.

El Capitán Gridley dirigió el fuego de su poderosa embarcación contra la isla del Caballo, desde donde habían comenzado a disparar en dirección a la flota. A su proa, por el costado de estribor, estallaron cuatro o cinco minas a poco más de 50 yardas.

Dewey recordó donde estaban fondeadas éstas en los croquis del Cónsul Williams, coincidiendo con la situación de las habían explosionado. Debían en consecuencia evolucionar unas 300 yardas al norte de la canal para evitarlas; los torpedos fijos –de acuerdo con planos- dejaban espacio en un amplio pasillo central, el cual se estrechaba según se iban acercando al paso entre islas.

00:30 Isla del Caballo.

El TN Sanz sabía que le tocaba actuar con precisión, sólo disponía de siete torpedos fijos al norte de la canal. Su camarada del Fraile ya había hecho funcionar a los suyos, ahora le tocaba a él.

Si lograban acertar con una mina, sería como darle a una mosca con una bala de cañón. En esa parte de la bahía apenas se habían desplegado una quincena de artefactos, lo que pretendían era tan sólo un ardid. Esperaban que el enemigo pensara que tenían el medio centenar de torpedos instalados que decían los falsos informes y se desplazaran a una derrota predeterminada, donde tenían marcas de tiro para los cañones resultado de los ejercicios de prácticas previos. A mayores lograrían que la escuadra no se dispersase; y aunque sólo fuera como consecuencia de la estadística, al concentrar los disparos y los buques yanquis en una zona determinada, conseguirían aumentar la posibilidad de acierto.

00:35 “USS Boston”.

Unas 500 yardas a popa y 200 a babor, Wildes con su nave seguía al “Olympia” y a los otros cuatro buques que le precedían. Después de las explosiones de los torpedos fijos al Norte y Sur de su derrota, la trayectoria de la flota se había centrado entre las islas.

Los reflectores -al menos en número de cuatro- los alumbraban de continuo, cruzándose su haz con los propios. En mención a las luces, resultaba curiosas algunas balizas que situadas en grandes boyas emitían destellos; no tardaría en darse cuenta los norteamericanos, que se trataba de referencias de tiro para las estaciones de observación y en consecuencia disparar con las Gatling contra ellas.

El “Boston” castigaba repetidamente al Fraile con los tres cañones de 150 mm del costado de estribor. Lo hacía de igual forma con el 203 mm Mark II de proa, pero en esa última pieza tenían serios problemas para reponer a los sirvientes. El sencillo montaje de barbeta dejaba desprotegidos a los artilleros, quienes estaban cayendo muertos o heridos repetidamente, debido a los impactos recibidos sobre sus carnes por parte de las balas de ametralladora y bolitas metálicas de las granadas shrapnell enemigas. Había tanta sangre en el trozo de cubierta comprendida dentro de la barbeta circular sin techo, que el serrín empleado para absorber el plasma que bañaba los tablones, se convertía en una masa pegajosa adhiriéndose a los pies descalzos de los marineros.

Un crujido sobre la cabeza de Wildes le indujo a levantar la vista hacia la arboladura; una verga del trinquete había sido alcanzada por un proyectil de 152 mm desde el Fraile, precipitándose seguidamente sobre el voladizo del puente. El fumador marinero, Julios Richarson Jr., no tendría que limpiar las letrinas del crucero una vez hubiese acabado esta batalla ni ninguna otra, el peso del aparejo acababa de aplastarlo contra la cubierta.

00:40 Isla de Corregidor.

No sabían que barco en concreto estaba disparando contra sus posiciones. Suponían que bien pudiera ser el “Baltimore”, ya que el que lo hacía era el segundo de la línea y disparaba granadas de 8” y 6” a la vez.

A efectos de puntería, los buques tenían la ventaja sobre la costa de que estaban en movimiento y era más difícil centrarlos, pero a su vez podían precisar mucho menos el tiro. Durante la noche, a no ser que alguna potente luz les diera referencias, apuntaban poco más que al bulto formado por la oscura silueta de la tierra que veían recortada sobre el horizonte.

La intensidad de fuego sobre las posiciones de la isla de Corregidor era bastante elevada; disparaban sobre ella, además del mencionado “Baltimore”, el “Concord” y el “Petrel”. El fuego se iba afinando a medida que las piezas enemigas descubrían las posiciones españolas, las cuales rápidamente se relacionaban desde las embarcaciones con las tenues luces que las rodeaban a aquellas y por sus fogonazos.

Como resultado una granada de más de 260 libras incidió directamente en el emplazamiento de un cañon de 152 mm. La pieza quedó inservible y la mayoría de sus sirvientes perecieron.

Tristemente los camilleros y el páter debieron comenzar a ejercer su labor.

00:45 “USS Raleigh”.

El crucero de 3.600 toneladas había adelantado al “Baltimore” por su costado de estribor, entretenido este último como estaba en sus objetivos de Corregidor. A los cañones de menor calibre del primero, les correspondía un blanco más cercano: la isla del Caballo. Como consecuencia directa, la misma nave se había convertido a su vez en pieza de caza de las baterías de ese pequeño trozo de tierra.

El modesto buque de guerra comandado por el Capitán Coghlan, disponía de un cañón de 150 mm y 10 de 127, disfrutando una protección horizontal de 2” en cubierta. Aún en su humildad, el “Raleigh” era superior a cualquiera de los barcos de Montojo que le esperaban en Cavite.

00:46 Isla del Caballo.

Aquéllos obuses de aspecto robusto tenía un moderno montaje de marco bajo y giro central, siendo capaces de lanzar proyectiles de 140 kg hasta 9.000 metros de distancia. Lo malo era acertar con ellos, máxime a un blanco en movimiento. La munición describía una trayectoria curva ideal para romper cubiertas protectrices, pero no para hacer puntería. Estas piezas debían aprovechar la oportunidad que les brindaba el hecho que los barcos de guerra enemigos estuvieran pasando por lugares con marcas de referencia.

En los últimos 20 minutos habían efectuado 9 disparos entre los dos; fue al décimo, cuando un proyectil perforante de acero rompió las cubiertas del “Raleigh” atravesando su protectriz y estallando en el interior.

No muy lejos la pieza triunfadora se encontraba su pareja de batería. Precisamente en ese lugar, y a consecuencia del fuego enemigo, deflagraron varios sacos de pólvora prismática de un canal que esperaban en un improvisado polvorín para ser introducidos como carga de proyección dentro de los cierres tipo tornillo de los obuses. Hubo una serie detonaciones en cadena y al final una gran explosión. La segunda pieza artillera de 240 mm saltó por los aires, de la mayoría de los sirvientes no quedó ni rastro.

00:47 “USS Raleigh”.

Abajo, en máquinas y calderas, sólo percibían la lucha por el ruido. Lo peor de ser maquinista o fogonero -además de trabajar a 60ºC- era la conciencia de saber que si el barco se hundía, serían los que menos posibilidades tendrían de salir del mismo con vida.

Al Jefe de Máquinas Frank Baley, cuando el techo se le vino encima, sólo le dio tiempo a apretarse el gorro contra su cabeza con las manos. Un gran proyectil penetró en la sala, desplazando materialmente de su cuna al único motor que le funcionaba al “Raleigh”. Se sucedieron varias explosiones, una llamarada recorrió la sala en toda su extensión quemando el aceite y las grasas de las sentinas, a los que no les dio tiempo a parapetarse se abrasaron vivos. El buque quedó inmóvil con un incendio en las máquinas, mientras brigadas de eficientes bomberos yanquis acudían a la carrera a sofocarlo.

00:50 Isla del Fraile.

El TN Moreno se percató rápidamente que a uno de los barcos enemigos le había sacudido alguna batería española con dureza. El buque que ocupaba ahora el segundo puesto de combate en la línea enemiga se había detenido súbitamente. En pocos minutos, los otros buques lo rodearon para prestarle apoyo y protegerle.

La nueva circunstancia era una ventaja para los españoles, quienes tenían ahora a su merced blancos inmóviles; por el contrario y en su defensa, los yanquis se habían vistos obligados a aumentar la cadencia de tiro.

Como consecuencia del fuego enemigo, el Fraile ya había perdido alguno de sus hombres y una ametralladora; sin embargo, los tres Armstrong y los dos Nordenfelt de 57 mm estaban intactos todavía a pesar de su deficiente protección.

Donde habían incidido varios proyectiles era el la pared vertical de roca que se levantaba inmediatamente tras las piezas. Fue precisamente un corrimiento de grandes piedras -desencadenado en última instancia por un proyectil de 203 mm-, el que desplazó de su asentamiento a uno de los cañones de 152 mm. A los sirvientes les dio tiempo a saltar fuera del emplazamiento y salvo un par de fracturas abiertas -en piernas y brazos, más no pocas contusiones- salieron casi todos ilesos.

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02 Ago 2010 18:09
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(continuación Capítulo XXXIV)
00:55 “USS Baltimore”

Este crucero era el segundo en importancia de la flota del Comodoro Dewey. De presencia algo anticuada y tosca, estaba protegido por cubierta de acero sobre línea de flotación de 2” a 4”. Como armamento montaba cuatro potentes Mark III de 8” y seis Mark III de 152 mm, todos emplazados dentro de reductos protegidos de acero de 2” de espesor.

Su Comandante, el Capitán Nehemiah M. Dyer, había maniobrado el buque a babor, retrasado en principio la posición con respecto al “Raleigh”; una vez detenido éste, se le había puesto de nuevo a su par. Como la situación se había tornado en crítica al estar prácticamente estancados sobre el mismo sitio -ofreciendo por ello fácil blanco-, nadie mantenía ya la disciplina de fuego del principio.

Los buques yanquis tenían instrucciones en el sentido de controlar el gasto de munición en esta primera fase de la batalla. El “Baltimore” guardaba en sus pañoles 75 proyectiles por cañón para los de 8” y 100 para cada uno de los de seis. Dewey les había ordenado que no sobrepasasen el 10% de consumo antes de llegar a Cavite, pero lo delicado del momento exigía una respuesta más generosa.

El Teniente Ellicot dirigía el fuego del cañón de 203 mm de la aleta de babor del crucero. Durante los primeros 20 minutos de combate se había disparado a la orden del Oficial Ejecutivo, Capitán de Corbeta John Briggs, quién daba las instrucciones desde la torre blindada de mando. Las voces se enviaban la mayor parte por medio de los tubos acústicos y en menor medida por señales ópticas o en algunos casos concretos a través del teléfono o el telégrafo interno. La cadencia en la pieza de Ellicot no había superado el disparo cada tres o cuatro minutos durante ese tiempo. Cuando el “Raleigh” se paró averiado, recibieron la orden de fuego a discreción y la ratio pasó a un disparo cada 90 segundos.

El Tte. Ellicot y los suyos estaban protegidos por el baluarte del cañón. Hasta el momento, algún impacto de ametralladora había rebotado en él y un par de proyectiles de 57 mm se desviaran hacia la cubierta al no incidir directamente sobre la curvada plancha de metal que lo blindaba.

El Subteniente McCornack -oficial auxiliar de la pieza- había advertido que sobre la superficie del agua se precipitaban de forma cada vez más cercana proyectiles mayores -posiblemente de 6” o superiores-. Lo que no esperaba nadie era la mala fortuna de recibir un impacto directo de un Hontoria de 200 mm, del cuál los americanos pensaban que los españoles ni tan siquiera disponían de alguno de ellos en Manila. El proyectil arrancó de cuajo el saliente reducto artillero, el cual con cañón y hombres cayeron al agua. Ellicot , retirado unos pasos, pudo ver con impotencia como delante de él desaparecían pieza, su oficial y seis hombres.

01:00 Isla del Caballo.

La poderosa artillería del “Olympia” descargaba toda su furia sobre las baterías del TN Sanz. Las dos torres dobles de 203 mm y sus cañones tr. de 5”, parecían querer borrar del mapa la pequeña isla.

La maleza ardía en varios lugares, al menos un obús y un cañón ligero de 57 mm estaban destruidos. En el precario botiquín dirigido por un joven Teniente médico, ayudado de un practicante y tres enfermeros, no daban abasto. El quirófano de campaña parecía mesa de carnicero y no sala de operaciones para humanos. Con todo, lo más desquiciante eran los alaridos de aquél bravo voluntario de Manresa, quién destrozado de cintura para bajo no encontraba consuelo en el alcohol a sus terribles dolores -la morfina se había terminado de inmediato al alcanzar el fuego americano el dispensario-.

Siempre todo lo malo es susceptible de empeorar, que fue lo que sucedió cuando un Krupp de 150 mm recibió un impacto directo de dos proyectiles de 203 mm. A muertos, heridos y cañón destrozado, hubo de añadirle el corte de las comunicaciones telegráficas con Corregidor. El generador eléctrico que las alimentaba era un amasijo de chatarra imposible de recuperar.

01:15 El “Olympia” dejó a popa el “Caballo” y el “Fraile”, el fuego había ido disminuyendo de forma paulatina en los últimos quince minutos. Antes de esto, para salir del atolladero en que se hallaban, Dewey ordenó al buque de apoyo “Zafiro” largar un cable y dar remolque al “Raleigh”. El Comandante del primero, Subteniente Pearson, fue eficiente en grado extremo con la maniobra y en apenas unos minutos la flota pudo reanudar su marcha rumbo NNE hacia Manila.


Media hora pasada la una de la madrugada, el Capitán Gridley entró en la sala de derrotas y le dio novedades a Dewey.

Cap.Cridley “Señor, sin novedad en el “Olympia”; a no ser por un proyectil de unas 6” que nos ha dado en el costado, justo encima de la cubierta protectriz, estallando en el plano inclinado de ésta y en el cual al rasgarse un poco se ha provocando una entrada de agua sobre la dinamo principal que está precisamente debajo.
>>Por el momento, nos hemos quedado sin energía eléctrica en la mayor parte del buque.”

Comodoro Dewey “Lamberton que informes de daños tiene del resto de los buques de la flota.”

Su jefe de Estado Mayor repasó unas notas y contestó.

Capitán Lamberton “Lo que ya sabíamos hasta ahora, más otro impacto de tipo medio en “Concord.”, el cual ha afectado a las cocinas. Además, hay docena y media de aciertos de calibres ligeros y unos cuantos de ametralladoras. Fallecidos, once hasta el momento y veinte heridos de diferente consideración. El incendio del “Raleigh” ha sido extinguido, pero sus máquinas son irrecuperables.”

Todavía tuvieron que escuchar durante otros diez minutos más los estampidos de los cañones españoles, que forzando la puntería y procedentes de las islas se iban quedando atrás en la lejanía. Dewey hacia rato que ordenara alto el fuego.

Dewey “Bien señores, hemos gastado casi el 20% de las municiones, un 100% más de lo previsto. Las defensas de la entrada no eran tan fieras como las que pintaba el informador del Subteniente Upham, pero tampoco consistían en los viejos cañones de bronce y avancarga que nos habían anticipado inteligencia naval y el cónsul Willians.
>>Seguiremos a 8 nudos hacia Manila, no quiero llegar más tarde las 5 de la mañana que es cuando empieza a amanecer.
>>Que el “Nashan” se quede con el “McCulloc” a modo de escolta a unas doce millas al Este de Corregidor.
>> El “Olympia” dará remolque al “Raleigh; ya cerca de Manila, al segundo lo volverá a tomar el “Zafiro”. Ambos permanecerán detrás de nuestra línea de combate, entre a 4000 y 5000 metros de la costa, apoyándonos con fuego de contrabatería dirigido sobre tierra. Necesitamos sus cañones a modo de batería flotante, no me puedo permitir el lujo de prescindir de ellos

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02 Ago 2010 18:18
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(Continuación del Capítulo XXXIV)

02:00 Crucero “Reina Cristina”, Arsenal de Cavite, Manila.

El Contralmirante Montojo había escogido a este buque como su insignia. El crucero no protegido de 2ª clase “Reina María Cristina” se encontraba aquella noche fondeado con el resto de la flotilla del Apostadero de las Filipinas al Este de Punta Sangley y con la Ensenada de Bacoor a sus espaldas, en definitiva guardando la entrada al Arsenal de Cavite.

En la junta de comandantes celebrada al mediodía de ayer, parte de aquellos habían expresado su desacuerdo con la decisión adoptada de esperar a la flota enemiga en Cavite y sin movimiento. Consideraban mejor opción permanecer al Sur de la escollera del puerto de Manila -apoyados por sus baterías- y arrancar rumbo Sur desde allí; una vez la flota enemiga estuviese a su altura, empezarían un combate al uso tradicional en marcha y formando dos línea paralelas separadas por la barrera de torpedos fijos.

El Almirante argumentó que quería poner a la escuadrilla del apostadero como cebo para que los yanquis intentaran atravesar la barrera de minas y que alguno diera con ellas, después ya arrancarían rumbo Norte hacia Manila. Montojo tenía la convicción que de ponerse en paralelo desde el principio, con dos líneas de buques enfrentados, los americanos guardarían distancias superiores a los 1000 metros por miedo al que suponían -falsamente- potente armamento torpedero español; y por lo tanto, no intentarían atravesar la barrera minas. Por otra parte, no podían esperar fondeados en Manila apoyados por sus baterías, ya que el Capitán General no quería que la ciudad corriese un riego constante, ni se convirtiera en el objetivo principal de Dewey ; primero, la flotilla española debía debilitar al enemigo. En base a todo aquello, don Patricio había llegado a una solución de compromiso con Primo de Rivera.

El Capitán Cadarso había preguntado que ocurriría -cosa probable- si los buques americanos violaban sin incidencias la barrera de los torpedos fijos plantándose al Norte de Cavite, evitando así que la flota de Montojo pudiera arrancar hacia Manila y dejándola en consecuencia aislada. El CN Boado contestó que era un riesgo que debían correr y que de todas maneras en algún momento tendrían que moverse. La decisión fue tomada como estaba planeada, aunque se dejó constancia en el acta de varios votos particulares en contra.

Don Patricio Montojo paseaba ahora impaciente por la cubierta principal del crucero en compañía de los Capitanes Cadarso y Boado. A lo largo del día, gran parte de los oficiales se habían trasladado a Manila para despedirse y dejar allí sus familias; ya por la tarde, asistieron a una fiesta de exaltación patriótica dada por el Capitán General. Sobre las diez de la noche regresaron a sus naves y en ellas habían estado recibiendo puntual información de las evoluciones de la escuadra de Dewey.

El TN José María Núñez, Oficial del Estado Mayor de Montojo, se acercó presuroso al encuentro de su Jefe.

TN Núñez “A la orden de vuecencia mi Almirante, mis Comandantes… Los americanos han sobrepasado las islas y se dirigen hacia nosotros. Según informa el Comandante de la estación de Corregidor TN 1ª Miranda.”

Montojo “Nada que no esperásemos. ¿Les hemos causado daños?”

TN Núñez “El TN de 1ª Miranda cree que han tocado de cierta consideración a un buque y hecho blanco en casi todos. No se puede precisar más, de lo que tenemos certeza es que la división al completo ha violando nuestras defensas y están en el interior de la bahía.”

Boado. “Eso no es bueno, yo esperaba que al menos hundiéramos alguno de ellos.”

Cadarso “Si es verdad que uno está tocado de gravedad, me daría con un canto en los dientes. Además han tenido unos 45 minutos de fuego, con lo que habrán consumido abundante munición. Debemos tener en cuenta que las defensas no eran nada del otro mundo, tenemos suerte con que los americanos vengan con una flotilla de tres al cuarto”

Montojo “¿Daños propios?”

Nuñez “Provisionalmente tenemos quince bajas definitivas y cuarenta heridos, la mayoría en el Caballo. Hemos perdido un cañón de 200 y tres de 150 mm, un obús de 240, un par de Nordenfelt y alguna ametralladora.
>> El “Arayat” no da señales de vida, con lo cual las bajas pueden ser superiores a las mencionadas. A parte de esto, han detonado todos los torpedos fijos de la Boca Grande excepto uno y efectuado unos 800 disparos, 200 de ellos iguales o mayores a 150 mm. Los torpedos automóviles de las plataformas no han sido utilizados.”

Boado “En resumen, nuestra potencia de fuego ha disminuido casi en un 40% y hemos consumido prácticamente la mitad de munición importante; sin embargo, el grueso de la flota enemiga sigue viniendo hacia nosotros.”

Cadarso “Yo era lo que esperaba, ya digo que si tuvieran un crucero o lo que fuera seriamente averiado me daría por satisfecho. Nuestra misión no es vencerles, sino impedir el desembarco y causarles el mayor daño posible, aunque para ello tengamos que morir en el cumplimiento del deber.”

Montojo “Caballeros vamos a tratar de descansar un poco, dentro de un rato necesitaremos de toda nuestra atención y fuerzas.
>>José María que me despierten a las cuatro, a no ser que haya alguna novedad antes. A esa hora, el desayuno debe estar servido para todas las tripulaciones.
>>Buenas noches a todos.”

Los presentes adoptaron la posición de firmes respetuosamente. El Contralmirante Montojo se retiró caminando como si tuviera sobre sus espaldas un gran peso, y de hecho tenía una responsabilidad enorme: que el Sol de España no se pusiera en las Filipinas y la vida de unos 1.800 hombres, entre ellos sus propios hijos.

Todos se dirigieron a sus camarotes. Más que tener la intención de dormir sobre las húmedas sábanas e intentar al tiempo dar caza a pequeños seres alados, se dispusieron a reflexionar sobre lo que se les venía encima en lo que podían ser las últimas horas de existencia para cada uno ellos.

02:00 En un lugar entre las islas de Corregidor y el Fraile.

El que su “amona” en Hondarribia le llamaba cariñosamente Patxi, fue lo último que el joven maquinista pudo comentar al Contramaestre, antes de sentir como algo le agarraba de las piernas y le arrastraba con fuerza hacia las profundidades.

Al poco de empezar la batalla, el “Arayat” fue abordado por un gran buque enemigo a cosa hecha. Se habían acercado demasiado y los habían descubierto. Alcanzados por un disparo que les destrozó las calderas, quedaron al pairo; después, un barco de color gris literalmente les había arrollado. De nada sirvieron los disparos de su nueve centímetros, aunque uno de ellos diera en el costado del buque enemigo causándole un redondo agujero, ni tampoco los de las ametralladoras.

Le dio tiempo a lanzarse por la borda, pasando a continuación un rato en compañía del contramaestre flotando en el agua, ambos intuyeron una aleta sobresaliendo de la superficie. Si hubiera podido escoger, seguro que hubiese preferido la suerte de los compañeros que habían perecido en la embestida.

De los 35 tripulantes del pequeño cañonero -28 filipinos-, sólo17 llegaron a la costa o fueron recogidos por el “Leyte”, entre ellos don Ramón el Contramaestre, de los demás nunca más se supo.

02:15 Embarcadero Norte Isla de Corregidor.

El TN Cuesta miró hacia popa viendo como quedaba atrás la negra silueta de piedra formada por el muelle, sobre la que destacaba una lúgubre machina que con su cable a la pendura semejaba a árbol de ahorcado. Su pequeña escuadrilla partía como forajidos en la noche en busca de una víctima incauta.

Se dirigían bahía adentro, buscando las naves que Dewey dejara detrás de sí por no ser estas puramente militares. La misión no estaba exenta de riesgo, el oficial estaba seguro que los buques auxiliares no estarían indefensos. Estos Irían armados de forma ligera y posiblemente estuvieran escoltados por algún patrullero o bote auxiliar artillado.

Agustín Cuesta utilizaría como señuelos a los anticuados “Acevedo” y “Ordoñez”, y atacaría con su torpedero el “Halcón” al objetivo principal.

(Fin del capítulo)

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02 Ago 2010 18:28
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CAPÍTULO XXXV
LA BATALLA DEL ATLÁNTICO SUR (4).
Atlántico Sur, 20 millas al E de la costa de Brasil. 17:00 horas locales del 30 de Abril de 1898. (04:00 horas locales del 1 de Mayo en Cavite)

El “Pelayo” disparó por segunda vez en el día el cañón de 317 mm de proa. Los estampidos eran tan descomunales que como de costumbre todos los cristales de las lumbreras de las máquinas hacía tiempo que habían desaparecido otra vez. Por lo demás, los ataques se habían convertido por decirlo de alguna manera en rutinarios. El de ahora era el tercero de hoy, harían un cuarto por la noche con la finalidad de no dejar descansar a la tripulación del “Oregon”.

Nuestro acorazado no había tenido demasiada fortuna por el momento. Sólo un proyectil de 140 mm había dado en la diana y sin prácticamente efectos para la integridad del buque enemigo. La coraza del casco rechazó el disparo efectuado a 3.500 metros de distancia, dejando tan sólo con unos arañazos como recuerdo. Los cruceros reportaron un acierto de 240 mm del “Princesa de Asturias” y un par de 140 mm los otros dos.

A su vez y a primera hora de la mañana, el “Oregon” había herido al “Cisneros” con un proyectil de 100 libras en el mástil de popa, partiéndoselo a la altura de la cofa.

Lo peor de la jornada estaba todavía por llegar. El “Solitario” -que de esa manera apodaban a nuestro acorazado- se había ido un poco de caña y adelantado al “Oregon”, pudiendo los americanos entonces por primera vez utilizar la torre de 13” de proa, con la fortuna de la que carecieran los nuestros. A la segunda andanada, sus cañones gemelos proyectaron 2000 libras de pura energía contra la barbeta de 280 mm de babor del “Pelayo”. Ni tan siquiera los 450mm de blindaje pudieron evitar que la misma fuese perforada en primera instancia y explotará por los aires a continuación. Decir que en su interior no quedó nadie con vida es una obviedad. En cuanto a daños se refiere, el tubo del cañón se desprendió golpeando la cubierta donde hizo migas una pieza de desembarco y quebró la cubierta; después, deslizándose por un costado, partió uno de los cañones de 140 mm que asomaba por las portas.

Los bomberos apagaron con relativa facilidad el fuego, lo más difícil y tremendamente duro fue excarcelar de entre los gruesos hierros a los compañeros que habían quedado sepultados bajo su peso.

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03 Ago 2010 13:59
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CAPÍTULO XXXVI
LA BATALLA DE CAVITE (2). 1
Crucero “Reina Cristina”, Fondeadero del Arsenal de Cavite. 4:50 horas locales del 1 de Mayo de 1898.

La cubierta principal del buque no sólo lucía ordenada y limpia como era de costumbre y fama en los buques de la Armada española: los suelos de madera baldeados, bronces bruñidos y cabos adujados; hoy estaba especialmente despejada, permaneciendo todos los pertrechos en su estiba arranchados a son de mar.

Las anclas se desentalingaron, las cadenas se habían echado abajo y los botes auxiliares al agua por sotafuego, en donde aguardarían preparados con tripulación abordo para posibles apoyos y auxilios. Encima de los baos que soportan las embarcaciones menores, se tendieron redes que defenderían a las dotaciones de los objetos que cayesen de los altos; además, establecieron traveses con coys, sacos de carbón y jarcia, a modo de parapeto contra astillazos y cascos menudos.

Don Patricio Montojo paseaba inquieto en las proximidades de la torre blindada de mando. Su mano derecha permanecía entremetida dentro de los botones de la guerrera azul marino, mientras esperaba con impaciencia la aparición de la flota de Dewey.

Desde Punta Sangley hasta una milla al través de la desembocadura del Pasig se habían colocado una barrera de minas 2 eléctricas y mecánicas, en unas cinco millas de longitud y mil yardas de ancho. En total cien torpedos fijos situados dentro de esos limites y 25 por fuera para coger a alguien desprevenido. Aproximadamente una mina cada 400 metros en la zona; si embarcaciones de unos 100 metros de eslora se movían por ella sin precaución, existía la posibilidad que alguna saltase por los aires. El día 19 había regresado el “Isla de Mindanao” con el cargamento trasbordado del “Isla de Panay” en Siam; a partir de ese momento, todo fue una carrera contra el reloj para instalar las 60 minas que traían a bordo. Los pequeños cañoneros y botes menores del apostadero a duras penas dieron abasto para fondearlas; por lo cual, a la mitad de ellas sólo se les dispuso el dispositivo mecánico de iniciación, no uniéndolas a los cables que hubieran hecho posible su voladura a voluntad. De esta manera, unos 75 torpedos fijos podían ser accionados eléctrica o mecánicamente según se desease, los otros 50 sólo por contacto -estos últimos se introdujeron en mitad del campo minado-.


Dewey se daría cuenta enseguida que estaba obligado a permanecer al otro lado de la barrera y emprender un duelo artillero al viejo estilo: en línea y movimiento, con su escuadra situada al Oeste de franja minada y la española al Este -por dentro de los torpedos fijos y más cercana a tierra-. Nuestros buques irían desde Punta Sangley a Manila y darían la vuelta antes de llegar a la escollera situada frente Intramuros -al Sur de la desembocadura del Pasig-. Montojo deseaba que el intercambio de disparos se produjera entre los 2000 y 3000 metros de distancia.

La flotilla española se situaría en Cavite, con su insignia el “Reina Cristina” posicionado el más cercano a Punta Sangley; de ahí, hacia el Este formarían el “Alfonso XII”, el “Reina Mercedes”, los “Isla de Cuba” y “de Luzón”, y cerrando la línea “Austria” y “Ulloa”.

La idea era emparejar los barcos y así intentaría combatir Montojo: el “Cristina” de 3.500 toneladas, frente a las 5.870 del “Olympia”; el “Alfonso XII” de 3.900, contra el “Baltimore” de 4.413; las 3.090 del “Reina Mercedes” con las 3.189 del “Boston”; “Cuba” y “Luzón” de 1.050 cada uno, para las 3.640 del Raleigh; el ”Antonio de Ulloa” de 1.150, contra los 1.710 del “Concord”; y los 1.150 del “Juan de Austria” por los 892 “Petrel”.

En total la escuadra yanqui desplazaba 19.714 toneladas y portaba diez cañones grandes, 43 medios, 56 ligeros 3 y 11 ametralladoras. La más modesta de Montojo desplazaba tan sólo 14.890 y montaba 46 piezas medias, 60 ligeras 4 y 13 ametralladoras.

Sólo sirva como referencia pero en un cálculo estimativo, los americanos tenían un 16% superior la potencia artillera que los españoles y desplazaban un 25% más en tonelaje.

No obstante, la supuesta superioridad extranjera era atenuada por las baterías de costa de Manila y Punta Sangley 5; las cuales, además eran apoyadas por numerosas piezas de sitio, campaña, cañones navales desembarcados y ametralladoras. Otra gran parte de la artillería de sitio, campaña y montaña, así como algunas ametralladoras estaban distribuidas entre unidades que defendían los alrededores de Manila frente el posible ataques de los insurrectos filipinos.

La Armada había internado en el Pasig un par de cañoneros -Bulusán y Callao- y traído costosamente -después de despiezarlos- desde la Laguna de Bay cuatro cañoneras -Basco, Gardoqui, Urdaneta y Otalóra-. La mitad de las piezas de artillería 6 de todas ellas habían sido desmontadas e instaladas en Cavite. El aviso “Marques de Duero” estaba retirado y próximo del buque hidrográfico “Argos”, ambos al fondo de la Ensenada de Bacoor.

El material apostado en tierra, aunque difícil de valorar, posiblemente hiciese superior a la potencia de fuego española. No se podía olvidar que la escuadra yanqui estaba ya dañada y que el “McCullock” no les acompañaría a Cavite.

Lo que hacia más fuerte y le daba favoritismo a los americanos era la mejor protección de sus cruceros con respeto a las embarcaciones españolas. Los cuatro barcos principales yanquis poseían cubierta protectriz de mayor o menor espesor y las baterías estaban blindadas tras casamatas o baluartes.

Sólo los pequeños cañoneros “Luzón” y “Cuba” disfrutaban de protección horizontal. A nuestros tres cruceros mayores se les habían blindado las piezas medias y aunque su cubierta sobre la línea de protección era de solidez superior a un mercante normal no tenía blindaje, en todo caso era muy parecida a la de los cañoneros yanquis “Concord” y “Petrel”. El “Ulloa” y el “Austria” no tenían tan siquiera ni eso.

La cubierta protectriz implicaba que las partes más importantes del buque -maquinas, calderas y polvorines- estuviesen a resguardo por una especie de caparazón de tortuga; que como tal, al acercarse a la línea de flotación formaba un plano inclinado, creando con el forro del casco un estrecho cinturón a modo protección vertical. Los barcos modernos como el “Olympia” -o los mismos “Cuba” y “Luzón”- disponían a mayores de división celular y cofferdams rellenos de celulosa, elementos que pretendían evitar o al menos retrasar la entrada de agua a través de las vías provocadas por los impactos de los proyectiles enemigos. A los “Cristinas” también se les habían incorporado unos espacios vacíos -a costa de la capacidad de las carboneras- que hacía la función de los citados cofferdams. Ni que decir tiene que otra parte fundamental a proteger eran las piezas de artillería, porque para que éstas disparasen necesitaban de artilleros y estos desaparecían si perecían bajo el fuego enemigo.

Imagen

Orfebre

04:50 horas. Baluarte de la Luneta, Manila.

El Teniente General Fernando Primo de Rivera y Sobremonte había escogido el viejo baluarte del siglo XVI como puesto de mando. Los ingenieros habían reforzado la protección del mismo con sacos terreros y una pared adicional a las centenarias piedras de la muralla. Se procedió a dotar a la estación igualmente de cuantos elementos de visión, puntería y comunicaciones se disponían.

El primer Marqués de Estella era asesorado -además de por su Estado Mayor- por varios de los oficiales del Regimiento de Artillería de Plaza y por los coroneles Garcés del Cuerpo de Artillería de la Armada y Ferrer del de Ingenieros del Ejército. A ellos se les había sumado Lucas Pena después de que Montojo rechazara de plano su presencia en el “Reina Cristina”, por considerar a este lugar demasiado peligroso para un civil.

Cuando la flotilla de Dewey comenzó a hacerse visible con la llegada del amanecer, el Coronel Garcés comprobó los datos por el teléfono de campaña e informó al General.

Coronel Garcés “Mi General hemos confirmado la distancia con las mediciones hechas desde los telémetros de Fuerza Santiago, La Luneta y San Gregorio. El enemigo navega a unos 4.500 metros acercándose, cambiando el rumbo de Noreste a Sur y a una velocidad de seis nudos posiblemente disminuyendo.”

General Primo de Rivera. “De la orden de abrir fuego, que se concentren los disparos sobre el buque insignia y en su defecto en los barcos mayores. Dejo a su criterio el momento de la detonación de los torpedos eléctricos”

04:55 Baterías de Fuerza Santiago.

Las posiciones defensivas estaban bien organizadas. Las diferentes baterías de Manila se alineaban delante de los baluartes de las murallas, parapetadas tras barbetas construidas a base de sólidos muros de piedra. A sus costados y separando las piezas, se levantaban grandes montículos de tierra que daban protección a hombres y polvorines.

Un artillero dio vueltas al manubrio que hacia girar la ruedas dentadas de la contera sobre el carril con forma de sector de circunferencia graduando en 160º. Al llegar el índice al punto indicado, el marco de tipo alto de la pieza se detuvo, ahí esperaría inmóvil hasta que el apuntador viera la proa del “Olympia” pasar por delante del punto de mira. La teja de la pluma lucía vacía, lo cual indicaba que un granada perforante de 50 Kg. con 16.3 Kg. de pólvora prismática adosados a su culote estaban al otro lado del cierre listos para hacer fuego. Un segundo artillero rotó el volante que elevaba el tubo cañón hasta el ángulo que había ordenado el Oficial que leía las tablas. Antes, al Capitán de la batería le habían facilitado los datos de distancia obtenidos en la estación telemétrica -indicándole los metros desde aquella con discos de colores-, siendo este Oficial principal el que le trasladó los mismos al subalterno jefe de pieza, para que éste a su vez buscase el ángulo de inclinación adecuado en las tablas anteriormente mencionadas.

El apuntador salto desde los brancales al suelo, habiendo puesto primero un pie sobre los estribos. El Capitán -uniformado de campaña en lienzo crudo, gorra de plato blanca con visera negra y permaneciendo con el sable apoyado en el hombro- dio la orden de fuego a uno de los cañones Ordoñez de 150 mm. El jefe de pieza repitió la voz reglamentaria y saludó militarmente al disparo, sin solución de continuidad el tirador jaló con fuerza hacia atrás del cordel. El cañón retrocedió por el marco hasta que se detuvo amortiguado por topes elásticos de la contera; los sirvientes se aprestaron raudos para ayudar a meter la pieza en batería de nuevo, repitiendo la operación de carga y puntería.

El estampido seco del primer disparo había llenado de ruido la silenciosa Bahía de Manila, señalando con ello el inicio del combate.

05:00 “USS Olympia”.

Un oficial de impoluto uniforme blanco se dirigió con gran respecto a otro de superior graduación y similar vestimenta.

CF Lamberton Jefe EM de la Escuadra. “Le ruego Señor entre en la torre blindada; los disparos van algo largos pero la dirección es correcta, sólo es cuestión de tiempo que nos acierten. Creo que sería conveniente responder al fuego.”

Comodoro Dewey “Yo creí que nos íbamos a encontrar la flota española en Manila, al no estar aquí prefiero reservar la munición para ellos. Parece que nos esperan en Cavite.”

Dos minas hicieron explosión no muy lejos de la proa del “Olympia”, segundos más tarde les siguieron otras, hasta completar una docena en intervalos de 15 segundos. Dewey interpretó correctamente que existía una línea de dirección NE a SW, la cual era peligroso traspasar. Los nuestros se estaban precipitando al hacer estallar demasiado pronto los torpedos y no permitir penetrar en el campo a toda la escuadra americana.




1-Croquis de la Batalla de Cavite primera parte.
2- El empleo de la palabra mina es más moderno que la denominación torpedo fijo.

3-10 cañones de 203 mm, 23 de 150 mm y 20 de 127 mm tr. Piezas ligeras: 30 de 57 mm, 6 de 47 mm, 20 de 37mm y 11 ametralladoras, Gatling o Colt.
4-12 piezas de 160 mm, 6 de 150mm tr, 6 de 140 mm tr y 22 de 120 mm tr. Ligeras eran 17 de 57 mm, 9 de 42 mm, 34 de 37 mm y 13 ametralladoras.
5-Entre Manila y Punta Sangley: 4 cañones de 240 mm, 6 Ordóñez de 150, 3 Kupp 150 mm, 3 Hontoria de 160 mm, 6 OH S de 210(avancarga); a la artillería de costa le apoyaban parte de las piezas del nuevo Regimiento de sitio, además de una batería Krupp 75 mm, otra de Nordenfelt de 57 mm, 2 Nordenfelt de 42 mm, 2 revólveres de 37 mm y algunas ametralladoras.

6-1 de 9 cm, 2 de 7 cm, 2 ametralladoras de 25 mm y 2 de 11 mm.

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(continuación capítulo XXXVI)

05:05 Doce millas al este de Corregidor. 24 Km Oeste de Manila.

El “McCullock” era un aviso construido en composite 1 de 1.400 toneladas de desplazamiento, nula protección y armado con cuatro cañones de 6 libras, más un tubo lanzatorpedos. Pertenecía al departamento del Tesoro de los EEUU, habiendo sido adscrito recientemente como buque de apoyo a la escuadra del Pacífico.

Normalmente su Comandante era el Capitán Daniel Hodgsdon, quien pertenecía a la plantilla del departamento en cuestión; sin embargo, para la ocasión se había comisionado a bordo al Teniente Elliot de la Navy. Eran frecuente las rencillas entre ambos por asuntos relacionados con el mando del buque, al ser difícil diferenciar las cuestiones militares de las puras de navegación.

Fue el segundo de Hodgsdon, el Primer Teniente Foley, quién advirtió poco antes del orto la presencia de dos embarcaciones furtivas acercándose a velocidad considerable hacia el Nanshan. El Teniente avisó a su jefe para que él decidiera, no tardando mucho el Capitán en aparecer en el puente de navegación.

Después del combate de la pasada noche y una vez que el Comodoro les ordenara quedarse en segunda línea a su buque y al Nanshan, él y el Tte. Elliot se habían retirado a descansar. Sin embargo, Daniel Hodgsdon no pudo conciliar el sueño, le pesaba demasiado la muerte de su Jefe de Máquinas , Frank Randall, a causa de un ataque al corazón sufrido durante lucha habida. Estaba indignado en extremo con el Teniente William Elliot, al pensar que éste había demostrado indiferencia por el suceso, por no ser Randall de los suyos.

Tte. Foley. “Daniel toma, mira esto -le entregó unos prismáticos-. Los he visto por casualidad, han encendido el proyector en repetidas ocasiones y he podido centrarlos. Debiéramos llamar al Teniente Elliot, creo que son unos torpederos que van atacar al Nashan”.

Los dos buques americanos permanecían con las máquinas encendidas pero prácticamente inmóviles. El mercante estaba 200 yardas al Oeste y más cercano a Corregidor que el “MacCullocK”. Los torpederos venían desde la Boca Chica de la bahía y estaban a unas 2.200 yardas de distancia del mercante, el cual quedaba situado entre los barcos de guerra de ambos bandos.

Cap. Hodgsdon “Claro que lo son y no vamos a llamar a nadie, que hubiera estado despierto. Los cazaremos nosotros, de lo contrario él se pondrá todas las medallas. Máquinas avante todo, piloto vamos a por ellos.
>>Por cierto Señor Foley, mientras estemos en guerra llámeme Capitán o Señor, sobre todo si esta delante de Elliot.”

No tardó mucho el cutter-aviso en ponerse a poco más de diecisiete nudos rumbo de encuentro con las pequeñísimas embarcaciones españolas; las cuales, armadas ambas con dos tubos torpederos y una ametralladora de 25 mm, a duras penas llegaban a alcanzar la velocidad del “MacCullock”, se encontraban por tanto en una situación altamente comprometida.

05:12 Baterías al Sur de La Luneta, Manila.

El cañón Ordoñez de 240 mm Modelo 1881 estaba montado en marco alto para barbeta de giro anterior. El gran calibre de su boca podía imponer respeto, pero en realidad era una pieza claramente anticuada. La lucha entre la costa y las naves podía estar algunas veces planteada a distancias cercanas o superiores a los 5.000 metros; por lo cual, a las cuatro piezas se les habían practicado algunas reformas en la maestranza de artillería con la finalidad de poder aumentar la carga de proyección y modernizar el marco. Con lo anterior se pretendía aumentar la velocidad inicial y su alcance máximo, originalmente cifrado éste en unos 6.000 metros.

El equipo de la pieza estaba regularmente instruido, siendo el quinto disparo que efectuaban en los casi 15 minutos de combate. Ningún cañón español hasta el momento había hecho blanco, aunque la horquilla comenzaba a estrecharse bastante. Los americanos por su parte devolvían el fuego con poca intensidad.

El Cabo cobró del tiraflictor, en principio pareció un disparo fallido, pero no era así por desgracia; unos instantes más tarde, el cañón reventaba por tubo y recámara. El joven Alférez que estaba a su costado fue proyectado a varios metros de la pieza, cayendo en el suelo ya muerto con su blanco uniforme manchado de sangre, tierra y humo. Las ropas del Suboficial que auxiliaba al anterior y las del Cabo del cañón se incendiaron con la pólvora de los sacos, la cual había salido despedida por el reventado cierre. Los demás sirvientes resultaron heridos por esquirlas metálicas y restos de la carga de proyección.

05:18 Bahía de Manila. Torpedero “Halcón”. Unas 12 Mn al Oeste de Manila.

Los primeros rayos de Sol despuntaban hacía unos minutos por el Este. El Teniente Cuesta había llegado más al interior de la bahía que sus compañeros de patrulla; su embarcación, el “Halcón”, venía ahora de vuelta con rumbo SW a una velocidad de 24 nudos y a menos de dos millas de distancia del “Nanshan”.

El TN Agustín Cuesta observó en la lejanía como el “Ordoñez” y el “Acevedo” atraían sobre sí la atención del aviso yanqui encendiendo los reflectores repetidamente a cosa hecha. Una vez el “McCullock” salió en persecución de aquellos hacia la Boca Grande de la bahía, él inició el ataque al Nashan.

05:19 “USS Olympia”. 2 millas al Oeste de Manila.

Dewey ordenó rumbo al 200 -de acuerdo con los planos y las explosiones que se repetían de minuto en minuto a su costado de babor- para evitar los campos minados españoles.

Se estaba empezando a poner francamente nervioso. A los chorros de agua que se levantaban generados por los torpedos fijos, se le unían entre 70 y 80 disparos de calibre grande o medio que se habían efectuado desde costa -los cuales curiosamente estaban pasando algo largos-; otros de calibre ligero-75 mm y 57 mm de artillería de campaña- caían al limite de sus posibilidades, a pocos metros de distancia de sus barcos.

El costado del crucero retumbo. Hacia la mitad de banda de babor hubo un estallido brutal y mucho humo, las piezas de un cañón de 127 mm saltaron por los aires desperdigándose sobre la cubierta y mezclándose con partes de los cuerpos desmembrados de un puñado de jóvenes americanos. El siniestro era el resultado del fuego del Ordoñez de 15 cm situado más al sur de la Luneta, los españoles acababan de centrar el objetivo.

Al jefe de la Escuadra Norteamericana de Asia se le agotó la paciencia, dando una orden que se pasaría a la historia -aunque de forma menos grosera-:

“Si está preparado, dispare de una jodida vez Gridley”

El Olympia giro sus torres de 8” movidas por vapor y abrió fuego. Era la señal para que el resto de la escuadra se pusiera en acción.

05:21 Bahía de Manila. “USCR McCullock”

“¿Cómo no se me ha avisado antes? ¡Me he despertado por los disparos!” La voz era la de un Oficial que entraba abotonándose precipitadamente los últimos ojales de su guerrera azul pálida. El Teniente Elliot estaba sumamente irritado.

Cap. Hodgsdon “Modere el tono Teniente, esta hablando con el Comandante de buque. Ya he tomado todas las medidas adecuadas; es más debiera felicitarme, el torpedero de babor esta herido de muerte, le hemos acertado tres o cuatro veces con nuestros cañones de 6 libras.”

Tte.Elliot “¡Hombre de Dios! ¿quién protege al Nanshan? estamos a más de dos millas de distancia de él. Esto es una falsa descubierta y no un ataque principal, si lo fuera se hubieran divido no permanecido juntos, quieren distraer nuestra atención sobre ellos. Dé la vuelta de inmediato.”

05.22 Bahía de Manila. Transporte Nanshan.

El Teniente Benjamín Hodges dio la orden de avante toda y timón a estribor. Era demasiado tarde, el intercambio de disparos entre el mercante -con su cañon de una libra y armas individuales- y el pequeño diablo español que se acercaba a toda velocidad disparando sus dos Nordenfelt de 42 mm fue breve. Dos enormes explosiones elevaron materialmente al transporte de la superficie del agua.

A la incredulidad inicial, le sucedió el desorden y pánico. El “Nashan” se hundía con rapidez, los dos torpedos lo habían partido en tres partes por la quilla, sus tripulantes se lanzaban al agua sin tiempo para echar los botes ni a ponerse los chalecos salvavidas.

El “McCullock” regresaba a toda máquina disparando. Cuando estuviese más cercano sus botes colaborarían en el rescate y el aviso trataría de perseguir a los torpederos.

El “Halcón” -que había tenido tres bajas en el intercambio de disparos con el mercante- intentaría ganar lo más rápido posible la Isla de Corregidor por el mismo lugar donde había zarpado, debía de trasladar con máxima urgencia sus heridos a la enfermería. El “Acevedo” recogió a los supervivientes de su zozobrado gemelo -el malogrado “Ordóñez”- y se dirigió al embarcadero Sur de Corregidor por la Boca Grande.



05:27. Puesto de Mando de la Luneta. Manila.

Las baterías de Manila se callaron al fin, la escuadra yanqui se alejaba hacia Cavite. Las piezas de Punta Sangley tomaron el relevo, desde allí se ejercía ahora el control de los torpedos fijos.

El General Jaúdenes, Segundo Cabo de Filipinas y de Jefe de las fuerzas terrestres, recibió las novedades de daños. El castigo era desproporcionado para el poco tiempo que había hecho fuego sobre ellos la flota enemiga.

En poco más de cinco minutos una docena de proyectiles de 8”, 100 de los medios -150 y 127 mm- y unos 300 de 57mm 2 navales , habían saturado con explosiones y fragmentos de granadas el paseo de María Cristina. Al cañón de 240 mm accidentado, se le unían en pérdidas la de un obús de 210 mm y un cañon Ordoñez de 150 mm. Entre muertos y heridos había más treinta, a los que tendrían que sumar algunos civiles, ya que varios proyectiles habían caído dentro de Intramuros.

05:30 Crucero “Reina Cristina”, Cavite.

Las baterías de Punta Sangley y los cañones de los buques españoles hacía tiempo que habían roto fuego; eso sí, sin mucha intensidad ni precisión, semejante en todo caso a la escasa respuesta americana.

Dewey una y otra vez intentaba atravesar la barrera de minas, pero en cuanto explosionaban un par de ellas retrocedía volviendo a su derrota original. Montojo no se había movido de su fondeadero, aún siendo en extremo peligroso permanecer quieto. Como se dijo antes, lo que estaba tratando de hacer, era poner a su flota como cebo para que las naves norteamericanas se metieran en el campo minado y alguna fuera a dar en un torpedo fijo. Curiosamente, las mismas explosiones de las minas eran las que disuadían al enemigo a internase entre ellas.

Varias de las gabarras llenas de arena, las cuales se habían dispuesto a modo de parapeto a la altura de las líneas de flotación de nuestros buques, ya habían desaparecido a consecuencia de los disparos del enemigo. Por otra parte, el fuego de las armas ligeras de Olympia había desalojado de artilleros las piezas de 57 y 37 mm de proa del “Reina Cristina”, el “Mercedes” tenía un feo agujero en la línea de flotación de un 150 mm enemigo y el “Alfonso” -que perdiera de principio un cañon Hontoria de 160 mm- padecía un incendio de tamaño medio en cubierta.

A unos 1500 metros de la costa y a una milla del “Cristina”, el buque insignia de Dewey terminó su giro a estribor, navegando por unos minutos al Oeste -dando el costado de babor a tierra- y tomando a continuación rumbo inverso de vuelta a Manila.

Fue en ese momento justo, cuando Montojo dio orden de avante toda para ponerse a la par y del otro lado del campo minado de la escuadra yanqui. La flota española no debía separarse demasiado de la barrera, ya que no podía pegarse mucho a la costa, donde había zonas con calado insuficiente.




1-Esqueleto metálico y casco de madera.
2-Los cuales tenían un alcance superior a sus homólogos terrestres

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(Continuación capítulo XXXVI)

05:40 “USS Boston” 1500 metros norte de Punta Sangley.

Cada buque seguía a su predecesor a unas 200 yardas. El Boston cerraba la formación, tal así que la nave del Capitan Wildes se encontraba a unas 800 por popa del “Olympia”.

No sabía el motivo, bien pudiera ser porque la nostálgica imagen de su buque con aparejo de bergantín manco en las vergas y quebrados los mastelerillos del trinquete -desde la noche anterior- despertará la atención o que siendo el último de la línea diera más tiempo a afinar la puntería; pero lo cierto, es que algunos cañones de 9 y 7 cm habían hecho blanco en su casco gris con asiduidad. Lo que desconocía el Capitán Wildes es que el TN Valera -diligente Comandante de las piezas de esa zona- utilizaba los cañones pequeños a modo de subcalibres. Tampoco conocía que a esas horas, el “Olympia” era alcanzado en los ascensores de popa para la munición gruesa por dos proyectiles de 160 mm de los Hontoria emplazados en el vecino arenal. Tan sólo un par de minutos después, una de las piezas de 6” mm del “Boston” era destrozada por el fuego de un Krupp enemigo de similar calibre.

05:45 Batería Cañones Hontoria 160mm. Punta Sangley.

Los gritos de “camillero, camillero”, proferidos por un joven oficial 1 de origen asiático, ahogaban los quejidos y sollozos de los artilleros filipinos en uno de los Hontoria; el cual, siendo alcanzado por el cañoneo naval enemigo, había quedado inútil. El torpe conjunto metálico, del montaje de corredera 2 de aquél cañón, era ya tan sólo un recuerdo del pasado. Las gruesas estachas y los consistentes cabos que segundos antes por medio de poleas servían para cobrar o tirar de la cureña 3 , aparecían ahora a la vista quemados y rotos, con sus chicotes hechos trizas. Los destrozados pies de cabra y espeques con que a modo de palancas se ayudaban en fuerza los sirvientes para el giro de la pieza, simulaban ser leños astillados listos para echar a la hoguera.

Varios cuerpos de soldados españoles y de otros nativos del archipiélago, estaban sin distinción de razas tendidos en playa mezclados con sus arenas. Algunos trataban de ser aliviados por nerviosos enfermeros, otros eran bendecidos en extremaunción por el páter armado con un crucifijo. Muchos de los sirvientes de las desprotegidas piezas menores habían sido puestos fuera de combate en los primeros lances del combate.

05:45 Crucero “Reina Cristina”. Una milla al Norte de Punta Sangley.

El buque del CN Cadarso no tardó mucho en ponerse en paralelo al “Olympia”. En su engañosa nueva juventud, el crucero había salido a todo lo que daban sus máquinas desde fondeadero - 13.5 nudos-, situándose a unos 500 metros de la barrera de mimas -de unos 1000 metros de ancho-; entre una cosa y otra, le separaban 2000 metros de su rival en el duelo.

La lucha se iba a desarrollar en principio según lo planteado: a cuatro nudos y con frecuentes retenidas o arrancadas; aunque sería más ventajosa de lo esperado, pues uno de los buques yanquis no se había presentado. En el bando español creció el optimismo pensando que el “Raleigh” se había hundido en la noche anterior, la alegría fue parcial y duró poco.

5:50 “USS Olympia”. Unos 2000 metros al norte de punta Sangley.

El bueno del Capitán Charles Gridley estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano en esta batalla, era una persona gravemente enferma. Sobreponiéndose a sus dolencias y siguiendo las instrucciones de Dewey, fijó unos parámetros para su lucha individual con el buque insignia español.

El “Olympia” tenía ya algunos daños: una pequeña vía de agua, el ascensor de la torre de 203 mm 4de popa averiado y un cañon de 127 mm de estribor fuera de uso. Lo más grave eran los problemas eléctricos que afectaban entre otras cosas a los acumuladores, los cuales a su vez hacían llegar la corriente a los estopines que iniciaban la carga propulsora de los proyectiles de artillería para las piezas medias de tiro rápido.

Calculaba que en la nueva situación podría disparar su torre de 8” de proa cada 90 segundos; con la de popa era más complicado, los proyectiles de 260 libras estaban siendo izados manualmente con un sistema de poleas de cubierta en cubierta, quizás llegarían a disparar una vez cada cinco minutos con uno de los cañones de la torre. Las cinco piezas de 127 mm -por costado- alcanzarían, si se lo proponía y solucionaban los problemas eléctricos, a efectuar hasta 60 disparos cada 60 segundos. Utilizaría sus 20 piezas ligeras de tiro rápido a discreción para barrer la cubierta principal y los costados a la altura de la flotación del “Reina Cristina”. En todo caso, él esperaba que los calibres ligeros acallarán rápidamente la artillería enemiga; pero ésta en contra de lo previsto, se empeñaba en rechazar los proyectiles: “los muy cabritos habían blindado la artillería media” pensó Charles Gridley acertadamente.

El número de disparos reales en todos los buques de ambos bandos era muy inferior al de las posibilidades teóricas. Los cañones -aunque muchos eran de tiro rápido- perdían la puntería con frecuencia y había que recuperarla. Tenían también fallos o interrupciones constantes, sirva como ejemplo que los circuitos eléctricos que alimentaban las baterías haciendo detonar a los estopines se averiaban a menudo. Los americanos por anterior debían utilizar frecuentemente iniciadores pirotécnicos, incluso en los cañones de carga simultánea. A los problemas de los cañones, había que sumarle la abundante munición defectuosa y el que no podían desperdiciar la buena con disparos inútiles, debiendo esperar por esto último a que el humo se disipase después de una tanda sostenida de fuego.

Al comandante del “Olympia” la capacidad artillera del “Reina Cristina” le empezó a resultar conocida al cabo de cinco minutos de combate. Cada sesenta segundos dispara dos proyectiles de de 160 mm y unos 10 de 15 cm. El volumen fuego de calibres menores era la mitad del suyo. A favor del buque español, la novedad del blindaje de las piezas medias, añadido a que algunas de ellas eran de tiro rápido; con todo, eso no era lo que más estaba sorprendiendo a los norteamericanos acerca de las capacidades de la escuadra española.

El cada vez más débil Capitán Gridley dirigía su buque desde la insoportablemente calurosa torre de mando, lo cual no le permitía tener una visión de conjunto de la batalla. Por contra, Dewey no paraba de entrar y salir del mismo lugar con evidente riesgo físico para su persona, pero a la vez se percataba de más detalles; por ello y después de algún tiempo, se dio cuenta que el segundo y tercer barco de formación enemiga -de parecida apariencia al “Reina Cristina”- eran en realidad los cruceros “Alfonso XII” y “Reina Mercedes” mejorados.

Dewey se dirigió a su Jefe de EM Lamberton. “Amigo nunca reconoceré haberlo dicho, pero me estoy empezando a arrepentir de haberme metido en esta ratonera. La batalla la podemos ganar sólo a costa de quedarnos bloqueados en esta puñetera bahía. No nos podremos retirar ni ahora ni más tarde, aunque con seguridad saldremos seriamente dañados. Si nos vamos, la victoria sería considerada una derrota.”

05:55. Crucero “Alfonso XII”. Una milla al norte de punta Sangley.

El buque del CN Eliza seguía a cuatro nudos y a unas 200 yardas al “Cristina”. El rival que tenía a su par era superior, el “Baltimore” por el costado de combate apenas si tenía alguna rozadura hasta el momento.

La tripulación acababa de conseguir apagar un incendio en el pañol de cabullería, teniendo ya las primeras bajas en el cañón de 160mm de la amura de babor. A cada tres de sus disparos de su 160 mm, le devolvían otros tantos de los dos de 8” “del Baltimore”; por cada 10 acciones de fuego de sus Hontoria 140 mm transformados a tiro rápido, le replicaban tres de los mucho más lentos MarK III 150/30; a sus doce piezas ligeras, se oponían otras tantas del americano. Los cañones principales y medios en ambas naves -dadas las protecciones- sólo serían acalladas y sus sirvientes puestos fuera de combate por la acción directa de un calibre del mismo tamaño.

No tardó mucho el CN Eriza en comprender cual era su principal desventaja: la falta de blindaje horizontal. Un proyectil de 8” le entró por un costado partiéndole la cubierta sobre la línea de flotación e introduciéndose en la sala de calderas. El purgatorio de la mina se convirtió en definitivamente el infierno, al menos tres de las calderas se resquebrajaron debiendo apagarlas lo más rápido posible. Al extenuante trabajo de echar carbón a 60ºC, hubo que sumarle la lucha contra el fuego producido por los proyectiles enemigo.

06:00 “USS Raleigh”. 5.000 metros al Oeste de Manila.

El averiado crucero había sido remolcado por el potente “Olympia” hasta unas ocho millas de distancia de la costa. Allí mismo tomó el relevo de nuevo el “Zafiro”, el cual abarloado a sotafuego lo estaba empujando, pretendiendo permanecer el transporte oculto de vistas y fuegos españoles.

La velocidad era inferior a los tres nudos. Su cañón de 150 mm disparaba tres proyectiles cada dos minutos, los 4.7” -cinco por costado- podía hacerlo hasta 12 veces en el mismo espacio de tiempo; pero como no tenía almacenados más de 1000 proyectiles -de los que casi 200 los había utilizado durante la noche- estaba obligado a regular el consumo con gran cuidado.

Las baterías de Manila abrieron fuego de nuevo, esta vez centrándose en el “Raleigh”. El crucero se había acercado hasta unos 4.500 metros de distancia de la costa.

06:02 “USS Petrel”, dos millas al Norte de de Punta Sangley.

Al CF Wood, en relación de capacidades propias comparadas con las del enemigo, le había tocado bailar con la más fea.

De hecho, si la tripulación del CF de la Concha no estuviese tan poco afortunada -pensaba el americano-, su buque debiera llevar el triple de impactos encajados que su oponente. En los quince primeros minutos de combate, el pequeño “Petrel” había efectuado 18 disparos con sus cuatro cañones de 150 mm -2 por banda- y unos 100 con los calibres ligeros.

Su estructura era más sólida que la del español “Juan de Austria”, pero eso no era justificación suficiente para el balance de la lucha. El “USS Petrel” sólo había perdido una de sus piezas de 37 mm y tenía algún impacto en el casco; por ahora, las bombas de achique se bastaban para desalojar el agua que entraba a través las vías provocadas por los impactos de 57 mm en su mayor parte, el incendio de la cubierta principal estaba controlado.

“Señor, siento comunicarle que el Teniente Wood acaba se ser alcanzado de gravedad. Creo que debiera ir a verlo, se encuentra tendido junto la pieza de 6” de popa. El doctor ha ido para allí, lo están intentando fajar y no se le puede mover por si se le salen las tripas,”.

CF Wood “Gracias Edward hazte cargo del mando; me acercaré hasta el lugar, quiero estar con el Teniente Wood, no me gustaría que fallezca sin ninguna cara conocida cerca”.

Con está novedad, el Oficial ejecutivo del Petrel dejaba constancia que un proyectil de 120 mm -18 Kg- había hecho blanco por fin en el cañonero yanqui.

06:05 Cañonero 1ª “Don Antonio de Ulloa”. 2.3 millas al Norte de Punta Sangley.

El CF Enrique Rubiou unía a los mismos problemas que el Comandante del “Juan de Austria”, el hecho que su enemigo era más fuerte que el de aquél. A los cuatro Hontoria de 120 mm Mod. 1883 transformados a tiro rápido se les atascaba el cierre cada dos por tres y las agujas salían despedidas frecuentemente. El cañón de fabricación más reciente, instalado en la proa, había recibido el impacto directo de un 6” del “Concord”, quedando en consecuencia inutilizado.

Otro inconveniente notable era el que los calibres ligeros americanos traspasaban la desprotegida línea de flotación del buque español con suma facilidad. El “Ulloa” había empezado a tener problemas con sus máquinas y calderas, así como dos pequeños incendios que amenazaban al pañol de pintura. El cañonero español disparaba similar número de proyectiles de 57 y 37 mm que el “Concord”, pero estos rebotaban sobre la cubierta de acero de entre 9 y 11 mm situada sobre la línea de flotación del buque norteamericano.

06:15 Crucero “Reina Mercedes”. 3 millas al norte de Punta Sangley, rumbo Norte.

El Segundo, CF don Emilio Acosta, prodigaba su presencia en todos los puntos de combate del crucero: ordenaba, corregía, animaba, si era necesario cargaba y hacía fuego por sí mismo. El “Mercedes” ya había perdido un par de piezas de artillería y cuatro o cinco de sus calderas estaban averiadas. El “USS Boston” le había sacudido varios cañonazos de 150 mm y con muchos más de sus piezas ligeras.

La bahía se llenará hace tiempo del humo de la pólvora; había explosiones, cañonazos y silbidos continuos, las voces de las arengas de los oficiales se confundían con los gritos de los heridos. El lío era tan grande que don Emilio no oyó llegar la granada, tampoco supo porque estaba tirado en el suelo y sus piernas no eran más que una sanguinolenta masa de carne informe. Su reacción fue la de 93 años antes del Brigadier Churruca en Trafalgar.

“Sigan con el fuego, esto no es nada. ¡Viva España!”

Minutos después moría en la enfermería el bravo marino.




1-Era unos de los 5 primeros filipinos en obtener estrellas de oficial, la política de Maura estaba cambiando muchas cosas.
2-Muy parecido al de marco bajo en tierra.
3-En el montaje de corredera, el marco o cureña apoyaba la contera en unos bolines (o ruedas) que se movían por dentro de unos carriles con forma de arco de circunferencia.
4-Los proyectiles pesaban más de 100Kg cada uno.


Continuara...

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(Continuación Capítulo XXXVI)

06:20 USS Bostón 3.4 millas al norte de Punta Sangley, rumbo Norte.

El Capitán Wildes estaría satisfecho con el resultado del combate individual contra su oponente, si no le hubiesen descerrajado un cañonazo de 240 mm con una granada ordinaria de 144 Kg. desde las cercanías de La Luneta. El proyectil había incidido con precisión sobre la línea de flotación de su nave. Se vio obligado entonces a dejar que varios compartimentos se inundaran, cerrando sus respectivas puertas estancas, la reserva de flotabilidad se resentiría por ello.


El “Reina Mercedes” le había causado algunos daños en cubierta y destrozado el puente de gobierno principal, pero en líneas generales le estaba ganando la partida de tú a tú; a pesar de ello, tenía ya cinco fallecidos y una decena de heridos esperando por el cirujano -esto sin contar la bajas del combate de anoche-.

06:30 Cañonero “Isla de Cuba”, 4 millas al Note de Punta Sangley.

El CF don José Sidrach se dirigía con su bonito buque pintado de gris hacia las cercanías del “Reina Cristina”.

Él y su gemelo -el “Isla de Luzón”- debieran haberse enfrentado conjuntamente al “Raleigh”, al cual podían haber batido de haber sido ese su único objetivo. No obstante, la retirada posición en el combate del crucero yanqui había variado los planes. Desde el Insignia, el Contralmirante Montojo les había ordenado apoyar uno al “Cristina” y el otro al “Alfonso”, sin arriesgarse mucho y constituyendo una especie de reserva.

A pesar de su posición más retrasada, sufrían algún impacto esporádico de la potente artillería enemiga. Sin ir más lejos, el marinero de primera Burgos acaba de pasar al lado del comandante portado en volandas por sus camaradas; después de que un valiente compañero extremeño se hubiese jugado el pellejo para bajarlo de la gran cofa, donde fuera alcanzado por tiro ametrallador. Así mismo, un proyectil de 3 libras había destruido el foco del el costado de estribor situado sobre el voladizo del puente.

Cuando el cañonero protegido se encontraba cerca de cuatro millas de su fondeadero en Cavite y a más de dos al Oeste de la ciudad de Manila, su bella proa labrada en bronce se dejó caer a babor para tomar rumbo de vuelta al Arsenal. Al mismo tiempo, el “Reina Cristina” -situado unos 300 metros más cercano a la barrera de minas- viraba a su estribor, mostrándole al cañonero los orgullosos leones rampantes que flanqueando el escudo de la roda decoraban sus amuras -las fieras estaban medio tapadas por las cadenas que le daban protección parcial a la proa-. Crucero y cañonero regresaría al Sur casi a la par, continuando ambos el combate con el poderoso “Olympia”.

06:40 Pieza de artillería Ordóñez de 150 mm. Castillo de Fuerza Santiago Manila.

El Sargento Markov -nunca supe por que le llamaban así- corrigió el alza unas milésimas y a continuación ordenó que se le igualara el punto de mira bajando el cañón levemente. A la pieza no la estaban moviendo en deriva para perseguir a los buques en movimiento; simplemente disparaba como al acecho, cuando la presa pasaba por delante hacían fuego.

El veterano Teniente dio la orden. Al saludo de los presentes, por la boca de la pieza salió una granada ordinaria de 42 kg a una velocidad de 530 metros por segundo, ocho después la misma impactaba con estruendo en el costado del “Baltimore” a la altura de la cubierta principal.

06:41 Crucero “USS Baltimore”. 4’5 millas al Norte de Punta Sangley, unos 4.200 metros Oeste de Manila. Rumbo Norte.

La escuadra americana sólo empezó a dar la vuelta una vez lo hicieron los españoles, siendo así que la maniobra fue realizada más Norte, dejando a su través las baterías de Manila.

La cubierta principal del barco americano se había convertido en un auténtico caos. Un proyectil de tamaño medio había incidido en ella rebotando primero en la borda, después en el forro de madera de la cubierta y alcanzando a continuación un cañón de 150 mm emplazado a sotafuego; tras esto, la bala comenzó el camino de regreso al costado estribor, destruyendo una pieza de seis libras, no sin antes haber perforado a uno de los ventiladores. Murieron al menos dos sirvientes de la pieza pequeña y en la media hubo varios heridos.

El “Baltimore” tomaría cumplida venganza pocos minutos más tarde. Un momento antes de virar 180º sus dos cañones de 8” del costado de estribor abrieron fuego al unísono, allá en la costa se produjo una gran polvareda.

06:45 Puesto de Mando de La Luneta, Manila.

Lucas Pena juró que lo vio venir por el cielo y debido a eso se había echado a tierra dando aviso. Instantes más tarde, a sus pies desaparecía entre una nube de polvo y fuego un segundo Ordóñez de 150 mm.

El agente no pudo reprimir por más tiempo la ansiedad, debía hacer algo. Abandonó entonces la seguridad del reducto donde se encontraba el Puesto de Mando y tomó dirección al emplazamiento que acababa de reventar. Quería por lo menos ayudar al trasporte o dar consuelo de los heridos, cuando no subirse al marco de un cañón o acarrear munición si fuera necesario.

En el lugar del desastre el panorama era desolador. Los hombres sin atención médica -los galenos estaban sobrepasados- se hallaban desparramados por el suelo arenoso con graves mutilaciones profiriendo amargos quejidos.

El “Raleigh” también bombardeaba de continuo las posiciones artilleras españolas. Consecuencia de ello y unos 10 metros a la izquierda del periodista, un oficial y varios soldados -ataviados en uniforme de rayadillo con salacot por sombrero- fueron descuartizados por las granadas de ese buque. A Lucas una esquirla de metralla le produjo un tajo en la mejilla derecha; a pesar de ello, se sumó en ayuda de unos artilleros de campaña que tomaron el puesto de los compañeros recién caídos sirviendo un Nordenfelt de 57mm.

06:55 “USS Raleigh”. 3 millas al Sur de la desembocadura del Pasic 6.0000 metros de las baterías de la Luneta.

El paralítico crucero avanzaba a poco más de 2 nudos remolcado por el “Zafiro”. La intención habría sido dar la vuelta y volver al Norte para seguir castigando las baterías de Manila. Los norteamericanos desistieron esa idea, al considerar un tanto complicada bajo el fuego enemigo la maniobra de cambio de costado para el remolque en rumbo inverso. Se abrirían al Oeste separándose lo suficiente de los cañones de la capital y se colocarían a unas 3 millas de Punta Sangley, a la que atacarían por el mismo costado.

Tardaron sólo un minuto en decidirlo, durante el cual permanecieron sin arrancada ofreciendo su inmóvil y vulnerable costado a las piezas enemigas. El proyectil de 80 Kg. del viejo OHS de 210 mm llegó al límite de sus posibilidades a la borda de la cubierta principal, la perforó y después estallo abajo en la de baterías.

El enfermero Carpenter se vio obligado discutir en el corredor de las piezas afectadas con el Segundo de abordo CC Singer. El gallardo oficial americano se negaba a abandonar el combate por causa de su amputado brazo, cuya carne abierta dejaba el hueso a descubierto. Exigía ser vendado e inyectado en morfina, esto fue poco antes de perder el conocimiento.

07:05 “USS Olympia” 2 millas al Sur del Pasic. 2 millas al oeste de Manila.

El buque insignia de Dewey empezaba su segunda ronda camino de vuelta a Cavite. Como el Comodoro consideró que eran demasiado leves los daños causados al enemigo, ordenó arreciar el fuego -aunque siempre a voluntad del Comandante y de manera controlada-.

Estaban teniendo bastantes problemas con los acumuladores que hacían ponerse incandescentes a las resistencias de los iniciadores eléctricos de los cañones de 8”. Menos mal que las de los de 5” habían vuelto a funcionar correctamente y de forma extraordinariamente eficaz, aún cuando parte de la munición era de mala calidad.

Los disparos del “Olympia” se centraban casi con exclusividad en el “Cristina”, el cual estaba recibiendo un severo correctivo. A su vez ellos, desde hace unos minutos, debían soportar el ataque combinado del citado crucero y del pequeño -pero bien armado- cañonero “Isla de Cuba”. De esta manera, aunque en el insignia español se empezaba a notar cierta disminución de su poder ofensivo, este era compensado por la ayuda del nuevo rival.

Dewey se empeñaba en dirigir el combate gran parte de tiempo desde el puente voladizo sin protección alguna. Eso era un estímulo y ejemplo para sus subordinados; pero se podía volver en contra, causando gran desmoralización si era alcanzado en su persona. Su oficial de banderas, Teniente Brumby, no lo dudo ni un instante al oír como el silbido de un proyectil se acercaba hacia donde se encontraba su jefe, se abalanzó sobre el Almirante y lo tiró al suelo.

La metralla de la shrapnel taladró al leal ayudante quebrándole la espalda. El CF Lamberton rogó entonces a Dewey que se refugiara en la torre del comandante. El Comodoro accedió a regañadientes y visiblemente irritado, ordenando aumentar la ratio de disparos contra los españoles a modo de castigo por el fallecimiento de su leal ayudante.

07:10 Crucero “Reina Cristina”. 2 millas al sur del Pasic, rumbo Sur.

Al Insignia español se le venía encima una masa de fuego hasta ahora desconocida. Era la consecuencia directa del enojo de Dewey, poco importaba que al ayudante yanqui le hubiese roto la columna vertebral metralla de 120 mm de un proyectil del “Isla de Cuba”.

El Segundo, CF Mariano, apenas sí podían relevar a los sirvientes muertos en las piezas pequeñas. A los Nordenfelt y revólveres Hotchkiss de proa ya lo habían hecho al completo en cuatro ocasiones, dejándolos por imposible. Las piezas de 160 mm y 150 tr. disparaban regularmente; aunque para las primeras, en ocasiones debieran limar los estopines y correderas para que entrasen; y en las segundas, las más de las veces fallasen las baterías eléctricas. Todo ello llevaba a retrasos e interrupciones de fuego.

Una granada del “Olympia” le acaba de destrozar el servomotor, quedando el buque en la práctica sin gobierno. Un segundo impacto de 8” entró por la popa estallando en la cámara de oficiales, donde se produjo un gran fuego cuyas llamas comenzaron a salir por la balconada.

El Contralmirante Montojo se asomó a la puerta de la torre blindada para poder observar en directo lo que estaba ocurriendo. Coincidiendo dicha salida a cubierta con la explosión de un proyectil de 127 mm, el cual además de destrozar el forro de madera y la cubierta bajo ella, creó una onda expansiva que catapultó a don Patricio al interior de nuevo. La violencia fue tal, que al golpearse contra un mamparo se fracturó una pierna. Eso último de todas formas no era ni con mucho lo más grave de la desesperada situación de nuestro crucero, había ya cerca de 30 muertos y los heridos se aproximaban al centenar.

Un nuevo proyectil penetró en la enfermería, rematando a algunos de los que estaban agonizantes de atemano y acabando con la vida del capellán -páter Novo- quién los auxiliaba espiritualmente.

Don Luís Cadarso estaba en todos los lugares del buque a la vez: baterías, polvorines y puente. Hasta bajó a las calderas y máquinas para insuflar ánimos a unos más que desmoralizados fogoneros, asustados como estaban a consecuencia del fuego y el agua. Fuego que ardía libremente en algunas carboneras y agua que entraba con fuerza por las pequeñas vías que habían producido los disparos menores del “Olympia”. Ambos elementos amenazaban con trasladarse a la sala de máquinas.

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(continuación Capítulo XXXVI)

07:15 Crucero “Alfonso XII”. 2.3 millas al sur del Pasic, rumbo Sur.

Si el “Reina Cristina” andaba apurado, el buque que portaba orgullosamente el nombre de su fallecido marido “Alfonso XII” no estaba mejor parado. En grandes extensiones de los suelos de la cubierta principal, asomaban a través del forro de madera los retorcidos hierros derretidos por los incendios habidos en cubiertas inferiores. Para llegar a algunos cañones había que hacer equilibrios sobre los desnudos baos, portando la munición de más 50 kg a mano, ya que la cubierta había desaparecido parcialmente. Lo peor no era eso, ya que la mayor parte de la misma era practicable y desde los reductos artilleros se podía seguir disparando con relativa normalidad -si exceptuábamos que los ascensores para la munición media dejarán de funcionar hace tiempo-; lo más grave era que sus diez calderas estaban dañadas seriamente y en poco tiempo quedarían inútiles.

Un proyectil de 150 mm cayó en la cubierta inutilizando un cañón de 140 mm. Con el último impacto, los caídos en combate iban para 20 y los heridos muchos más de 50.

En un punto intermedio entre Punta Sangley y la desembocadura del Pasic, el crucero “Alfonso XII” quedó inmóvil a merced del fuego enemigo. Únicamente el apoyo directo del “Isla de Luzón” aliviaba un poco la situación.

07:20 Cañonero “Ulloa. 2.5 millas al Sur del Pasic, rumbo Sur.

Desde el comienzo del combate la tripulación del endeble buque lo estaba pasando francamente mal. El “Concord” ya le había endosado dos granadas de 150 mm. Además, justo cuando realizaba el viraje de regreso a Cavite y al cruzarse con el Olympia en vuelta encontrada -aunque separados por 2000 metros-; este último, le había disparado con uno de sus 127 mm, acabando con el único cañón de 120 mm que le quedaba útil de ese costado. Sólo podía disparar ya con las piezas menores; pero en estas, el índice de supervivencia de sus sirvientes era muy bajo, al ser barridas de continuo por las del cañonero yanqui.

A las 7:21 horas se cruzaba a la altura del través con el “Boston”, el cual todavía no había comenzado a virar. Fue con la pieza proel de 8”, con la que aquél le borró materialmente el puente de navegación de la superestructura. El Capitán Robicou y otros ocho miembros de la tripulación fallecieron al instante, al menos tuvieron diez heridos. Segundos más tarde, otro proyectil de 150 mm del “Concord” -el cual le venía ganando el través desde popa- cayó tan cerca de la hélice que le partió el eje dejándolo inmóvil.


07:25 Cañonero “Juan de Austria”. 2.5 millas al sur del Pasic, rumbo Sur.

El buque del CF D. Juan de la Concha casi se da de bruces con el detenido “Ulloa”; en ese momento, contuvo la marcha y esperó a que su oponente el “Petrel” que venía por popa se pusiera a su altura.

Tenía un par de fallecidos y 12 heridos, problemas para dirigir la maniobra desde el puente de gobierno y el servo motor había sido alcanzado por un seis pulgadas perdiéndose el control. El cañonero se gobernaba ahora bajo cubierta.

Por lo demás, sus daños podrían haber sido más graves, aún peor estaba su oponente. Al “Petrel” le había desaparecido parte del timón por la cercana explosión de una mina, teniendo los palos de mayor y mesana partidos, más no pocas bajas entre muertos y heridos.

07:27 Crucero “Reina Mercedes “. 2.4 millas al Sur del Pasic, rumbo Sur.

Al detenerse “Alfonso” y “Ulloa” toda la formación contuvo la marcha. El crucero español tenía cinco muertos y diez heridos, siete calderas reventadas, habiendo perdido dos de sus cañones principales. Había recibido al menos 35 impactos, aunque la mayoría menores; lo menos malo era que conservaba sus máquinas y casi no tenía vías de agua.

07:30 Crucero “USS Olympia”. 3 millas al Sur del Pasic, rumbo Sur.

Su rival el “Reina Cristina” se había parado. El Comodoro desconocía el motivo, pero eso carecía de importancia, debían aprovechar la circunstancia para machacarlo. Dewey estaba medianamente satisfecho con el resultado que hasta el momento había obtenido, aunque los daños propios eran mayores de los esperados.

Solamente en el “Olympia” habían recibido 20 impactos, con 9 muertos y unos 15 heridos abordo. El Capitán Gridley había fallecido cuando al abandonar por un momento el insoportable ambiente de la torre blindada para tomar aire fresco, unas esquirlas de metralla le cercenaron la frente. Quizás hubiese sido lo mejor para él morir de manera tan rápida, en vez terminar devorado por el cáncer de hígado que le consumía sin tratamiento alguno; lo que unido a la disentería, le estaban haciendo pasar un auténtico calvario en el último tramo de su vida.

Dewey que había tomado personalmente el mando del “Olympia”, estaba altamente preocupado por el consumo de la de munición, decidiendo en consecuencia llamar personalmente por uno de los tubos acústicos y preguntar en los polvorines acerca de la de 127 mm.

Comodoro Dewey “Teniente, dígame que munición nos queda”

El Comodoro se olvidaba que había impartido instrucciones para que le advirtiesen poco antes de haber consumido la mitad y a esa cantidad fue a la que se refirió el 2º Teniente Henry Butler.

2º Teniente Butler “Nos quedan quince disparos por pieza, Señor”

Dewey entró en estado de alarma, en diez minutos si no había control podían acabar con toda la munición. Esto sin haber hundido a ningún barco español todavía y sufriendo un serio correctivo en carnes propias.

Dewey “Alto el fuego. Señor Lamberton de la orden a la flota de reunirse una milla al oeste para recibir instrucciones”

“De pasó podremos desayunar” comentó el Teniente Cadwell que sustituía a fallecido Brumby

El CF Lamberton le contestó un tanto enfadado “¡No diga estupideces hijo, para desayunar estamos con la que está cayendo!”.

07:35 Crucero “Reina Cristina”. 2 millas al Norte de Punta Sangley.

El buque insignia español se había detenido ante la falta de propio gobierno, quedando al pairo con la proa señalando al Oeste. Montojo decidió trasladarse al “Isla de Cuba” para seguir dirigiendo desde allí el resto de la batalla.

El Almirante había ordenado abandonar el buque ante los crecientes incendios. Fue entonces y ante la inesperada retirada yanqui, cuando el CN Cadarso pidió permiso para continuar la lucha abordo con la parte de la tripulación 1 todavía ilesa, ya que era la única manera de cumplir la misión asignada: causar el mayor daño posible al enemigo. Le quedaban algunos cañones útiles y si no eran presionados por escuadra americana durante un rato podrían sofocar los incendios.

El Comandante del “Cristina” ordenó la evacuación de los heridos más graves a las vedettes que les auxiliaban, para ser trasladados seguidamente y a la mayor brevedad posible al hospital de Cavite. Después de hacerlo su buque sería remolcado a las proximidades de Punta Sangley por el “Isla de Cuba”.

Y así se hizo; de tal manera que cuando el mismísimo don Luís se encontraba en primera persona dirigiendo la maniobra del trasbordo de los heridos desde uno de los reductos medios de estribor, una última y traicionera granada de los americanos en retirada le partió el cuerpo. De él no se puede decir otra cosa que no quiso vivir de otra manera y no supo morir de otra forma.

El CF Mariano asumió el mando y se dispuso a cumplir con lo que había sido la última voluntad de su Comandante, luchar hasta el final.

08:00 “USS Olympia”. 3.5 millas al NNW de Punta Sangley.

Sobre las ocho horas, el Comodoro Dewey logró reunir a su dolorida escuadra. Aclarado el error de interpretación habido acerca de la munición, procedió a redistribuir la misma entre los diferentes buques. Los norteamericanos tomaron además otras medidas como autorizar un refrigerio a base de agua azucarada, café o té y bizcocho; reparar de emergencia cuanta avería se pudiera, terminar de sofocar varios puntos activos de fuego -sobre todo en el “Boston”-, etc...

El Jefe de la Escuadra del Pacífico se ubicó en uno de los alerones del puente y dirigió sus prismáticos hacía la flotilla enemiga. Entre el humo -más producto de los incendios que del despedido por las chimeneas- podía distinguir los blancos uniformes de los marineros españoles que parecidos a los propios, no se dejaban confundir con los azules oscuros de los de sus mandos. Supuso que muchos de ellos se habrían despojado de la parte superior de la vestimenta, como pasaba en las naves yanquis, sobre todo en máquinas, calderas y reductos.

Dewey “Señor Lamberton, ¿Cual es su opinión? ¿nos retirarnos o atacamos?”

Lamberton “¿A dónde nos vamos a retirar? Señor; en ese caso sólo podemos volver a casa con el rabo entre las piernas, vamos a tomar un respiro y volvemos a rematar lo que hemos empezado. Ellos están más dañados que nosotros, debemos hundirle alguna nave, después ya veremos”

Un proyectil de uno de los Ordóñez de Manila levantó una salpicadura de agua a pocos metros del “Olympia”.

Dewey “Eso es lo que quería oír, no podemos regresar a los EEUU sin una victoria, antes me inmolo con la flota. Por cierto, estoy harto de esos disparos desde Manila, mándeles un mensaje contundente: Dejen de disparar o abro fuego sobre la ciudad.”

08:10 Puesto de Mando de La Luneta, Manila.

Coronel Ferrer “Mi General un mensaje de Dewey: “dispararé directamente sobre Manila, si ustedes lo continúan haciendo desde allí sobre mi escuadra”.”

General Primo de Rivera “Vaya una estupidez, ese Comodoro que viene a hacer la guerra o a una regata. Toca atarse los machos y redoblar el fuego; si dispara sobre la población civil deliberadamente, más le valdrá no caer prisionero”.

1- La tripulación de los cruceros clase “Alfonso XII” sobrepasaba normalmente los 350 hombres (al haber suprimido el aperejo, posiblemente habría disminuido a unos 300). Los del tipo “Don Juan de Austria” tenían unos 180. Los “Isla” 150

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(Continuación capítulo XXXVI)
10:25 Al Este de Punta Sangley.

Montojo había regresado casi al mismo punto de partida en Cavite.
El “Ulloa” -sin máquina y muy dañado- se situaba ahora el más cercano al arenal dando su costado de babor hacia el Norte, ya que por estribor no le quedaba artillería sana. En el “Austria” estaban preparados para llegado el momento mover a su hermano unos metros hacía la popa y dejarlo varado en poca agua.

El “Reina Cristina” se colocó unos 100 metros al Este del “Ulloa”. Tenía el gobierno restringido, la mitad de la artillería fuera de combate y seguían luchando contra varios incendios. Si lo hubiesen abandonado cuando dijo Montojo, a estas horas estaría en el fondo de la bahía. El nuevo insignia, el “Isla de Cuba”, le guardaba las espaldas para remolcarlo hacia el interior de Bacoor cuando ya no tuviera posibilidad física de mantenerse a flote.

El “Alfonso XII” no disponía de ninguna caldera que funcionase y su casco estaba materialmente acribillado, padecía también numerosas vías de agua. Por el contrario, conservaba seis cañones medios y bastantes piezas ligeras, no teniendo fuegos abordo. El “Isla de Luzón” desempeñaba con respecto a él, la misma función que su gemelo con respecto al “Cristina”. Los dos cañoneros protegidos eran los que estaban en mejor forma de la escuadra, permaneciendo casi intactos.

El “Reina Mercedes” había perdido algunas piezas de artillera media y ligera, tenía más de la mitad de las calderas dañadas y existían varias vías de agua; pero en general, presentaba mejor aspecto que sus hermanos. Lo mismo le pasaba al “Austria“, cuyo mayor problema era el ser gobernado bajo cubierta.

Con esos mimbres debió hacer el cesto don Patricio Montojo. Dio de beber a su tripulación, no así comida -ya que no quería que las posibles heridas en la barriga pillaran a nadie con ella llena-, y se preparó para recibir la definitiva acometida americana.

10:30 horas. Escuadra americana. 2.5 millas al Norte de Punta Sangley, rumbo Sur.

Dewey se dispuso a aplastar la debilitada flota española. Ahora se podían acercar un poco más, la primera barrera de minas había desaparecido y la segunda estaba unas 300 yardas al Este de aquella.

El “Baltimore” que encabezaba esta vez la formación tomó rumbo a Punta Sangley.

El “Petrel” -bastante dañado- permanecería en un lugar cercano al punto de reunión. Dispararía sobre Manila y sus posiciones artilleras, no necesitaba afinar demasiado la puntería, el blanco era general y amplio.

El “Raleigh” centraría sus disparos en las baterías de Punta Sangley. Este crucero se situaría a unas tres millas de distancia, con lo que no era muy fácil acertarle; sin embargo, podría distraer al fuego de costa español sobre los buques americanos que propiamente iban a atacar.

El “Bostón” permanecería en un punto intermedio, dividiendo sus disparos entre Manila y la escuadra. Estaría atento por si algún buque enemigo conservaba las ganas de navegar y se dirigía de nuevo a la capital.

Las otras tres naves norteamericanas concentrarían sus fuegos sobre los barcos españoles, teniendo la ventaja de estar en movimiento frente a los inmóviles restos de aquellos.

10:45 Crucero “Reina Cristina”. Este de Punta Sangley.

Ya no les quedaban barcazas de arena a modo de parapeto y su inmovilidad hacía de él un fácil blanco.

El CF Mariano vio primero como el “Austria”, ayudado de algunas vedettes, daba un tirón del “Ulloa” y éste quedaba varado en el arenal. El tozudo cañonero pudo seguir disparando desde su postrada posición con sus dos cañones de 120 mm. Uno de ellos alcanzó al “Olympia”, no en parte principal pero todo valía, al final la consistencia de la nave enemiga se vería perjudicada.

Después fue su barco, el “Cristina”, el que se convirtió en el objetivo principal de todos los disparos americanos, excepción hecha de los del “Boston”. Los rescoldos de los fuegos mal apagados se reavivaron, otros nuevos aparecieron.

La bandera nacional arrancada de su puesto en primera instancia, fue izada de nuevo en su sitio. No se iban a rendir tan fácil, en un postrer esfuerzo intentó una carga desesperada hacía el buque insignia americano. El barco, que estaba gobernado bajo cubierta, llevó un rumbo titubeante y avanzó sólo unas pocas yardas. Logró desmontar una pieza de 4.7”del “Olympia” a base de mucho coraje y de la puntería de sus Hontoria de 160 mm. De seguido encajó varios proyectiles de distinto calibre y bien fuera por un incendio antiguo o por uno nuevo, el polvorín de munición situado en la amura de estribor estalló, haciendo mil pedazos esa parte del casco.

El crucero no aguantaba más, invirtió máquinas ayudado por “Isla de Cuba” y se internó acto seguido en la ensenada de Bacoor, aprovechando que los americanos empezaban a virar al Norte. Allí quedaría varado.

10:55 Batería Krupp 150 mm. Punta Sangley.

Los cañones Krupp llevaban el peso del combate desde tierra. Un segundo Hontoria había tenido una interrupción al bloquearse el cierre y uno de los dos poco precisos obuses Plasencia fuera alcanzado hace rato por los disparos del “Raleigh”. Ese buque estaba haciendo un alarde en cuanto el gasto de munición se refiere.

Las tres piezas de Kupp 150 mm estaban protegidas sobre su pedestal por reductos metálicos anclados a tierra, que ya eran los suyos en el “Castilla”. Pocos minutos después de las once de la mañana, uno de esos cañones era destruido por el continuo fuego de cobertura americano.

11:00 “USS Boston” dos millas y media al norte de Punta Sangley.

El veterano crucero repartía su trabajo entre atizarle al “Alfonso” y apoyar al “Petrel” en su bombardeo a Intramuros.

El Cap. Wildes pudo contemplar la costa de la Bahía de Manila en todo su esplendor: el sol abrasador llegando al cenit, las aguas azul turquesa de la bahía, playas de blancas arenas y miles de verdes palmeras. Lo que interrumpió la armonía del paisaje fue el crucero “Mercedes” abandonando la formación española en Cavite y encaminándose hacía el Norte, siguiendo una derrota poco más cercana a costa que en la primera ronda. Se preparó Cap Wildes para moverse al compás de barco español, el cual posiblemente tratase de ponerse bajo cobertura de los cañones de Manila.

11:15 Crucero “Alfonso XII”. Ensenada de Bacoor.

Una vez el “Baltimore”, “Olympia” y “Concord” hubieron virado, descargaron su furia sobre el mayor de nuestros buques. Éste sin fuerza motriz, anegado de agua en sus bodegas y con más de de 150 bajas -entre muertos y heridos-, tomó camino de la ensenada de Bacoor remolcado por el “Luzón” para quedar varado en un bajo arenoso.

El Comandante Eriza -gravemente herido- y su tripulación habían cumplido sobradamente con su deber. Se retiraban con la bandera erguida sobre el asta de popa, habiendo dejado un último recuerdo en las superestructuras y cascos del “Baltimore” .

El malagueño marinero de 1ª Antonio Jarano, una vez desaparecidos los artilleros, se convertía en un héroe al acertar con uno de los cañones de 57 mm de popa a las naves yanquis, antes de ser traspasado en su persona por las balas americanas.

11:30 Puesto de Mando de La Luneta. Manila.

Los operadores de los teléfonos de campaña cantaban en voz alta las demoras de las estaciones de observación sobre los barcos americanos. Entre el primer y segundo combate habían explosionado más de 50 torpedos fijos, sin más resultado que la rotura del timón en el “Petrel”.

El “USS Boston” había dejado caer su proa a babor para tomar rumbo Norte. La voz de alerta la dio uno de los oficiales que manejaban los telémetros:

“¡Atentos!: objetivo en proximidades a la nueve exterior. Demora de la Luneta al torpedo nº 9 exterior 2-3-2. Demora de La Luneta al Objetivo 2-3-0”.

Cnel. Garcés “Pidan datos de inmediato a Punta Sangley y Maricaban”

Operador con Punta Sangley. “Demora al Nº9 exterior 0-1-1; objetivo al 0-0-9, 0-1-0 … en el punto”

Operador con Maricaban “Demora al nº9 exterior 2-8-5; objetivo al 2-8-2, 2-8-3, 2-8-4…” -El observatorio estaba situado intermedio Manila y Cavite-

“Luneta en el punto”. gritó el oficial que había alertado de la oportunidad.

Cnel. Garcés “Fuego al NUEVE”.

Un sargento dio vueltas a la manivela del detonador. Allá en lo lejos, una columna de agua se levantó de la superficie. Lucas Pena vio claramente con los prismáticos como el “Boston” parecía doblarse en su estructura, balanceándose a babor bruscamente. Si no le habían acertado, seguro que estuvieran muy cerca, causándole daños serios.


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Orfebre

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(continuación Capítulo XXXVI)

11:31 “USS Boston”. 2 millas al Sur del Pasig.

Dos minutos antes, el Cap. Wildes estaba empezando a pensar que su aprensión en cuanto atacar Manila podía ser un tanto exagerada. Bien es cierto que tenían múltiples daños, pero la flota española estaba a punto de irse al garete. Hace un cuarto de hora su buque -ayudado del “Petrel”- había incendiado el trasatlántico “Isla de Mindanao” -fondeado cercano a la desembocadura del Pasig 1 - y estaba seguro que un par de cañones más de las baterías de la capital eran a esta hora tan sólo chatarra.

Llevaba navegando unas 200 yardas rumbo Norte para atajar el intento de fuga de “Reina Mercedes”, cuando su buque se estremeció dando un brusco balance a babor, unos interminables segundos después volvía a quedar adrizado; lo último, sólo sería un espejismo que duraría pocos minutos.

Wildes ordenó al CF Norris un informe de daños. No tardaron tiempo en participarle que tenía una fea y amplia grieta en la parte inferior del casco, por donde estaba entrando agua a borbotones. La nueva avería unida a los compartimentos ya inundados, precipitarían el hundimiento del buque en no mucho tiempo.

El Capitán ordenó dirigirse al SW de Punta Sangley, intentaría quedar varado en algún bajo arenoso. El mismo Wildes bajó a las máquinas para compartir la suerte de los que debían jugarse el pellejo hasta última hora.

12:30 “USS Olympia”. 2 millas SW de Punta Sangley, rumbo Sur.

Dewey ordenó alto el fuego y siguió al “Boston” con la finalidad de darle apoyo en el momento crítico.

El buque que fuera uno de los primeros representantes de la “New Navy” se empezó a escorar a estribor rápidamente. Los marineros echaron los botes salvavidas, otros se lanzaron al agua. La mayor parte de la tripulación de 259 hombres se pudo poner a salvo cuando el buque se asentó en el fondo, su cubierta principal afloraba por la superficie de aguas someras; por lo contrario, el Capitán Wildes no regresaría de las máquinas.

Dewey dio por finalizado el ataque, recogió a los supervivientes y se dirigió hacía el exterior de la bahía. Una vez allí evaluaría los daños y tomaría una determinación.

12:45 Cañonero “Isla de Cuba”, ensenada de Bacoor.

El Contralmirante Montojo sintió un gran alivio cuando la flota yanqui cesó la acometida tomando rumbo Oeste.

Sus fuerzas estaban al límite de posibilidades, el CF D Leopoldo Boado le entregaría una hora después el parte provisional de daños:

- “Reina Cristina”: 57 muertos y 150 heridos. Hundido. (60 impactos)
-“Alfonso XII”: 33 muertos y 130 heridos. Hundido. (60 impactos)
- “Don Antonio de Ulloa”: 18 muertos y 30 heridos. Hundido.(48 impactos)
-“Don Juan de Austria”: 9 muertos y 18 heridos. Buque no operativo (26 impactos)
-“Reina Mercedes”: 12 muertos y 20 heridos. Gravemente dañado (35 impactos).
-“Isla de Cuba”: 2 muertos y 6 heridos. Buen estado (6 impactos).
-“Isla de Luzón”: 2 muertos y 7 heridos. Buen estado (10 impactos).
(Los impactos se conocerían con posterioridad al informe)
-Baterías de Punta Sangley y Arsenal de Cavite: 34 muertos y 81 heridos. Destruidos un cañón Hontoria de 160 mm, un Krupp de 150 mm y un Obús de 210. Además otras piezas menores, entre ellas una de sitio Verdes-Montenegro de 150 mm
-Daños diversos en los edificios y estructuras del Arsenal.
-Otros combates menores: Se han perdido el cañonero “Arayat” y el torpedero “Ordóñez”, se precisaran las bajas en posteriores informes.
-Disparos efectuados por las fuerzas navales: Entre 4.000 y 5.000(1.350 de 160 a 120 mm; el resto de 57 mm o menores).
-Disparos efectuados por las baterías de Punta Sangley: Más de 850 (200 grandes o medios, el resto menudos).

Don Patricio Montojo dobló el escrito con sus manos y lo introdujo en un bolsillo interior de la levita; a continuación, con todo el cuerpo dolorido se dirigió a Manila en un bote a vapor para reportarse al Capitán General y a Madrid.

15:45 Fortaleza de Fuerza Santiago, despacho del Capitán General.

General Primo de Rivera. “¿Cómo estás Patricio?, te veo machacado. Nos han sacudido de lo lindo; pero creo que ellos van servidos, los hemos rechazado.”

Patricio Montojo “Estoy vivo, que es mucho mejor a como están más de 150 de mis hombres. La Armada se ha sacrificado como se nos pidió, espero que no caiga en barbecho.” El Contralmirante visiblemente entristecido por las bajas le entregó el documento con el informe.

Primo de Rivera. “Miguel que un camarero sirva la comida al Almirante, después debe ir al hospital. Mientras tanto, yo leeré su informe para unirlo al de Jáudenes.”

Miguel Primo de Rivera se cuadró y pidió cortésmente a Montojo que le acompañara al comedor privado del Capitán General, teniendo para eso el Contralmirante que ser portado a brazo sobre una silla.

Don Fernando Primo de Rivera leyó por última vez el telegrama antes de mandarlo a Madrid. Al minucioso relato horario de los hechos, había que unirle el combate de anoche en la Boca Grande, los daños reportados por Montojo, los de Manila y una aproximación sobre el enemigo:
“…………………………………………………………………………………………..
-Baterías de Manila. 23 muertos y 54 heridos. Destruidos dos cañones de 240 mm, dos 150mm y dos obuses de 210 mm. Además de varias piezas de campaña y una par de sitio de las situadas en la escollera (Un obús Mata de 150 mm y un cañón Plasencia de 120mm)
-Disparos efectuados por las baterías de la capital: 1.500 (410 de piezas grandes o medias; el resto calibres menores). Consumida mitad de la munición.
61 torpedos fijos explosionados.
-Manila capital: Población civil 20 muertos y 100 heridos. Numerosos daños en edificios e infraestructuras.
-Se tiene conocimiento que el enemigo ha perdido el crucero “Boston” y un mercante auxiliar, al menos otro buque gravemente averiado. El resto de la flota ha sido dañada de diversa consideración...................................”

18.00 “USS Olympia”. 6 millas al Este Corregidor.

La flota americana permanecía al pairo en la mitad de la Bahía de Manila. Las más de 24 horas de vigilia hacían que no se percatasen de unos de los anocheceres más maravillosos que pueden contemplar los ojos de una persona.

La mayoría de las luces de los buques estaban apagadas, la redes antitorpedos caladas y algunas vedettes armadas con ametralladoras patrullaban la zona desde el agua. Las tripulaciones cenaron rápido para proceder a retirar los tablones que hacían las veces de mesas -colgados de los techos por unas cadenas- y poder así acoplarse a sus coys en los sollados para echarse a dormir.

Además del abundante personal de guardia, tan solo trabajaban ya los cirujanos, sanitarios y capellanes en las enfermerías.

Dewey había convocado una reunión de comandantes en la sala de guerra. El ambiente era de máxima tensión, el resultado del combate era incierto. Gran parte de los presentes disfrutaba de alguna bebida fuerte y casi todos fuman grandes cigarros. En verdad merecían relajarse, las ojeras delataban su extenuación. El Comodoro entró en la sala y todos se pusieron de pie.

Comodoro Dewey “Caballeros siéntense por favor, se lo tienen bien merecido. Les felicito a todos por su valeroso comportamiento, felicitación que quiero que hagan extensiva a sus tripulaciones. Ruego un minuto de silencio, oración y recuerdo para todos lo bravos que hoy han fallecido, que Dios los bendiga. -un minuto de silencio-
>>EL CF Lamberton les hará un resumen de la situación. Cuando termine les comunicaré mi decisión y después escucharé ruegos, preguntas y sugerencias.”

CF Lamberton “A continuación les daré parte de de las bajas y daños que hemos sufrido desde que ayer noche entramos en la bahía de Manila.
>>Del combate tenido lugar esta mañana desde las 05:00 horas hasta las 12:45: Fallecidos 56, heridos 120, desaparecidos 26. A ellos hay que unirles 11 muertos y 20 heridos en el combate de anoche, más 10 desaparecidos y 15 heridos en el Nashan. Lo que hace un total de 67 muertos, 155 heridos y unos 36 desaparecidos.
“USS Olympia”: 26 impactos.14 muertos y 33 heridos. Ha perdido dos cañones de 127 mm y tres ligeros. Averiados ascensores de munición de popa y dinamo principal, algunas vías de agua, daños en estructuras. Estado general listo para el combate.
“USS Baltimore”:20 impactos.15 muertos y 29 heridos. Ha perdido un cañón de 203 mm, uno de 150 y algunos menores. Tuvo varios incendios y presenta alguna vía de agua, daños en estructuras. Listo para el combate.
“USS Raleigh”:14 impactos. 6 muertos y 17 heridos. Sus motores están destrozados sin arreglo posible, presenta daños en artillería y estructuras. Puede combatir sin movilidad y navegar sólo a vela.
“USS Boston”: Se desconocen los impactos, puede que unos 20. 13 muertos, 30 heridos y 26 desaparecidos. Hundido por un torpedo fijo.
“Concord”: 13 impactos.7 muertos y 13 heridos. Ha perdido un cañón de 150 mm y presenta daños en estructuras interiores. Estado regular.
“USS Petrel”: 16 impactos. 12 muertos y 25 heridos. Dos cañones desmontados, timón roto. Estructuras seriamente dañadas. Estado general malo.
“USCR McCullock”: Un par de impactos de 25 mm. Estado óptimo.
“Zafiro”: No presenta apenas daños.
“Nashan”: 10 desaparecidos. Hundido por la acción de un torpedero español.
Disparos efectuados 8.900; 2.800 de calibres superiores a 127 mm. Consumido entre el 75% y el 80% de las existencias.
>>Del Enemigo: Hundidos al menos dos cruceros, un gran cañonero, una cañonera y un torpedero. Gravemente dañados un crucero y un cañonero, otros dos cañoneros tocados.
Imaginamos que sus defensas terrestres están seriamente afectadas.”

Comodoro Dewey “Puedo entender que estamos lejos de casa, cansados y que hemos perdido a muchos amigos. Alguno podría caer en la debilidad de querer regresar a la Costa Oeste de Los EEUU, pero no puede ser.
>>Y digo a la costa Oeste, porque es al único sitio adonde podríamos ir. No repararan nuestros barcos, ni nos venderán carbón o municiones en ningún otro sitio, ni tan siquiera nos permitirán recalar mucho tiempo. En Honolulu no hay medios suficientes.
>>Se preguntaran por qué no podemos volver; hay varios motivos, pero el más importante es el recuerdo y el ejemplo de los que hoy han caído aquí. Si nos vamos de la Bahía de Manila, lo que ha sido una brillante victoria sería convertido por los españoles en una derrota y podríamos crear un pesimismo en nuestro país muy contrario a los intereses de la Unión. Además saben que a perro flaco todo son pulgas y si terceros países piensan que vamos perdiendo, podrían estar tentados a subirse al carro del ganador.
>>Pero existen más motivos. Nos hemos comprometido con los rebeldes filipinos. Si abandonáramos la lucha ahora, ellos pactarán con los españoles un acuerdo y se acabarían nuestras posibilidades de dominar el archipiélago.
>>Por otra parte, si dejamos sin vigilancia la bahía, los españoles podrían reponer sus defensas sin necesidad de mandar una flota. Sólo bastaría con que enviaran buques mercantes con cañones, munición y minas; con lo cual cuando volviésemos a atacar, cosa que haremos seguro, no serviría para nada lo que hemos conseguido con tanto dolor hoy.
>>Por último y lo más importante, nuestra misión sirve para distraer las fuerzas enemigas. Permaneciendo aquí como dueños de la bahía que somos, nuestro enemigo esta obligado a retirar barcos de guerra del teatro de operaciones del Atlántico donde se librará la batalla decisiva.
>>Ahora hablen si quieren”.

CF Asa Walker “Aunque el “Concord” es de los buques menos dañados, una vez que ha quedado claro que nos quedamos, como vamos a arreglar los desperfectos y sobre todo la pérdida de cañones.”

Dewey “A partir de mañana deberán trabajar a destajo para darles la apariencia más saludable posible a nuestros buques. Se reparará lo que se pueda y lo que no, debe parecer que está listo.
>>No obstante, por supuesto que exigiré a Washington refuerzos, repuestos, munición y provisiones a la mayor urgencia.”

Cap. Dyers -Baltimore- “Tenga en cuenta Señor que la situación en cuanto munición es en extremo delicada; y la del carbón, una vez hundido el “Nashan”, empeorará día a día”

Dewey “Tienes razón, gracias a la poca eficiencia del Cap. Hodgsdon hemos perdido nuestro almacén de combustible y eso es una contrariedad. Pero no es menos cierto que salimos llenos de Manila y que hemos gastado muy poco, además el vapor “Monocacy” anda por China intentando conseguir carbón y municiones. Tambien estoy esperando un carbonero procedente de Australia”

Cap Coghlan -Raleigh- “Se me ocurre que el “Boston” está hundido a poca profundidad, con la cubierta rozando la superficie. Si lo intentamos, podríamos recuperar muchos pertrechos valiosos del mismo, así como posiblemente alguna pieza de artillería.”

Dewey “Ese es el espíritu que quiero. Mañana el “Concord” con apoyo del “Baltimore” -no vaya a ser que nos ataquen con lo que les quede- se pondrá manos a la obra.”

CF Norris -2º del Boston- “¿Qué vamos a hacer con los heridos graves y con los muertos?”

CF Lamberton. “Siento comunicarles que los cuerpos de los fallecidos habrá que tirarlos al mar por la borda. Los españoles no nos permiten desembarcar para enterrarlos cristianamente, parece ser que el bombardeo de Manila no les ha gustado demasiado; a nuestra solicitud, han contestado que la guerra es total. A los heridos los trasladaremos mañana en el “Zafiro” y “MacCullock” hasta Hong-Kong.”

Dewey “Parece que no va haber pactos de caballeros con el enemigo. Tampoco nos dejan utilizar el telégrafo, nosotros íbamos a ofrecer no cortárselo a cambio.
>>En fin, tenemos mucha labor por delante, cuando vuelva el “Zafiro” dragará para encontrar los cables y cortarlos.
>>Usted Norris -Segundo del “Boston”- ya que no tiene barco, preparará un plan de ataque para tomar la isla del Caballo. Quiero que fuera de aquí tengan la sensación que estamos atacando y no a la defensiva. Contará con su tripulación y los infantes de marina; dispone además de cinco piezas de artillería para desembarco y cogerá prestadas cuatro de las Gatling, le daremos un apoyo moderado desde los buques.”




1-El punto de fondeo inicial del mercante era la Ensenada de Bacoor pero se cambio al pensar que los americanos no atacarían un buque mercante desarmado, lo cual quedaría más claro separado de la flota del apostadero.
Fin del capítulo

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CAPÍTULO XXXVII
LA BATALLA DEL ATLÁNTICO SUR (5)

“USS Oregon” Puerto de Río de Janeiro, Brasil. 17:30 horas locales del 4 de Mayo de 1898.
Poco antes de entrar en el puerto de la capital carioca, el “Pelayo” le había dejado un último recuerdo de 315 kg lanzado a 620 m/s y desde 3000 metros de distancia. El acorazado español desde que perdiera su pieza de 280 mm de babor, al mismo tiempo que nuestros tres cruceros se retiraban en cada ronda de ataque correspondiente, viraba hacia ese mismo costado tomando rumbo Sur unos minutos y disparaba un par de veces con el cañón del mismo calibre de estribor. En su última oportunidad había acertado en la zona de mayor grosor del cinto del “Oregon”, con la suerte que precisamente muy cerca del punto de impacto era de donde hace unos días lo hiciera un 240 mm de los cruceros. La enorme plancha de acero Harvey terminó por ceder, agrietándose y formando una respetable vía de agua.

El aspecto del “Oregon”, cuando echó anclas en mitad del puerto, fue toda una sorpresa para las amistosas autoridades cariocas que le esperaban a pie de muelle. En verdad que daba pena verlo, además de los dos torpedos de el primer combate, había encajado bastantes proyectiles enemigos: uno de 317mm, el citado de 280, cinco de 240, una veintena de 140 mm e innumerables de calibre ligero. Una torre de 203 y otra de 150mm desaparecidas, a uno de los tubos de un cañón de 330mm le habían dado con un proyectil de 240mm directamente, los daños en superestructuras y cubiertas interiores eran múltiples. Si no hubiese sido un buque tan robusto se habría hundido sin remisión.

Tras desembarcar, el Capitán Clark se dirigió al Palacio de Catete -sede del Gobierno brasileño-; el Embajador Page, quien le acompañaba en el carruaje, no esperaba un hombre tan mayor al mando de uno de los principales buques de batalla de su país. El diplomático desconocía que el avejentado aspecto del marino era fruto de la continua tensión de los últimos días de combate y de la extenuación de tan larga travesía.

Cap. Clark “¿Qué novedades tiene para mí señor Embajador?

Embajador Page. “Bueno Capitán, lo principal es que los españoles han declarado la guerra el pasado día 23; sin embargo, han reconocido haber atacado y hundido a nuestro nuevo crucero el “New Orleáns” ya a finales de marzo. Por otra parte, el día uno tuvo lugar un combate en la Bahía de Manila; parece que hemos ganado, aunque a costa de perder un crucero protegido y padecer daños considerables en los otros buques.”

Cap Clark. “Después me contará los detalles, lo que me interesa ahora es la postura de los brasileños en todo esto.”

Embajador Page. “En principio es favorable, pero dependerá de hasta donde puedan apretar los españoles. Nos darán carbón e incluso están dispuestos a permitir nuestra estancia unos días. Ahora bien, si terminan por declarar el internamiento, este sería definitivo. A no ser que Washington envíe la escuadra y tengan una disculpa para soltarnos.
>> Es una imposición de las potencias. Estas no se entrometerán si Brasil se declara beligerante abiertamente contra España; pero si no lo hace, ha de cumplir las normas internacionales de neutralidad.”

Cap Clark “Todo es muy complicado. El “Oregon”, con carbón o sin él, tiene para dos meses en el dique seco por lo menos. Al final, dependerá de lo fuerte que se sienta el enemigo. ¿Donde está nuestra flota?”

Embajador Page. “La Volante de Schley defendiendo la costa Este de un posible ataque de la escuadra española, la cual está ahí fuera esperándole a usted. La de Sampson, ayer mismo en Key West, preparada para interceptar a Cervera.”

Cap Clark “Pues sí que estamos aviados. ¿Qué protección nos ofrecen los brasileños?”

Embajador Page “La que pueden. En realidad, no tienen más que tres buques de combate: un modesto acorazado y dos cruceros protegidos. Otro pequeño acorazado esta arreglándose en Alemanía y su trío de torpederos, una vez hayan calado las Bullivant los españoles, no servirán para mucho. El crucero es “Almirante Barroso” 1, el cual posiblemente haya visto salir de puerto para impedir que los españoles nos ataquen.
>>En cuanto la artillería de Costa, los Armstrong de calibres grandes son bastante anticuados y los Krupp de 150 mm los están empezando a recibir todavía, además el sistema defensivo quedó dañado durante la rebelión de la marina del 93.

Cap Clark “Al crucero ese, los españoles le pueden pasar por encima como una apisonadora; y tiene razón, los cañones grandes que he podido distinguir desde el “Oregon” a la entrada, me parecieron en su mayoría de avancarga”.

Acorazado “Pelayo”. Un lugar cercano a la costa de Río de Janeiro.18:00 horas locales 4 de Mayo de 1898.
Al Capitán del crucero brasileño “Almirante Barroso” le debió quedar claro que la presencia de su buque no inquietaba a la amenazante escuadra española; no venían en visita de cortesía, era un bloqueo en toda regla. Los buques de guerra extranjeros le saludaron, pero no tuvieron la cortesía de tapar las bocas de fuego y claramente las tripulaciones mantenían el zafarrancho de combate.

CN 1ª Matta “Teniente tome nota:

Excmo. Señor Presidente de los Estados Unidos de Brasil:
Por la presente tengo el desagradable deber de comunicarle que si en un plazo de 24 horas a partir 18:00 horas día hoy (4 de Mayo de 1898), el acorazado de los Estados Unidos “USS Oregon” no es expulsado o declarado internado, el puerto de Río de Janeiro quedará bloqueado a todo tipo de buques; incluidos los brasileños civiles o militares. Reservándome el derecho de posteriores represalias. Capitán de Navío 1ª Juan José Matta, Comandante en Jefe de la 2ª División Naval de la Escuadra de Instrucción de la Marina de Guerra Española qDg VE muchos años”

CN Ferrándiz “¡Hombre!, francamente he visto declaraciones de guerra más diplomáticas.”

CN 1º Matta “Es un órdago, no nos queda otra alternativa. Es más, cuando reciba la confirmación de que Cervera esta al Norte de Brasil, si esto sigue igual atacaré. No podemos esperar a que los americanos manden su flota en nuestra búsqueda.
>>El mensaje se lo vas a llevar tú en mano al mismo Presidente y no se lo darás a nadie más sin mi autorización personal. Tienes permiso para suavizarlo con palabras bonitas, hazte acompañar del legado español y hablarle entre los dos de la tradicional amistad hispano brasileña etc, etc…. Aunque la verdad no tiene más que un camino, son los únicos que les han vendido barcos a los norteamericanos cuando casi estábamos ya en guerra; y seguro que te podrás cerciorar como en tierra los yanquis han tenido un caluroso recibimiento y gozan de todas las prebendas por parte de las autoridades de Río.”
>>Sé que es un cometido desagradable para ti, pero no podemos permitirnos el lujo de andarnos con gentilezas.
>> En realidad tengo un as en la manga, su situación política interna es en extremo delicada, prácticamente acaban de terminar una guerra civil. En relación a esto, hay un agente de la Oficina -un tal Gálvez- que tiene contacto directo con sus opositores. No creo que al Presidente Prudente Morais le guste que se filtre esa nota que llevas en tus manos y sus enemigos se envalentonen.”

CN Ferrándiz “Como no de resultado habremos dañado nuestros mejores buques por nada.”

CN 1º Matta “Llévate al Alférez Valdés contigo. Que por los procedimientos de la Oficina aproveche para poner un cable a Madrid con el parte de situación. Por cierto ¿quieres recordarme las novedades de los combates?”

CN Ferrándiz. “Aparte de lo que ya sabemos de la primera parte de la batalla esto es lo que hay:
-El “Pelayo”: 2 muertos y 10 heridos. 10 impactos; el más importante el de 330 mm que barrió la torre de 280 de babor; tenemos otro acierto de 8” en el cinto, el cual hay que retocar pero no es muy grave; y uno de 150 en la chimenea de popa, los demás son de fuego ligero. 30 días de Astillero, excepto por lo del cañón.
-El “Princesa de Asturias”. Un muerto y 3 heridos.7 impactos; un proyectil de 203 se ha llevado puesto un cañón de 140 mm y un 150 mm se ha estrellado en la faja blindada sin consecuencias, los de calibre ligero han ocasionado daños tan sólo aparentes. 20 días de reparaciones.
-El “Cataluña”. Cuatro heridos. 6 impactos; los dos de 150 mm, habiendo producido averías en la tubería principal de vapor -con lo cual pierde andar- y en el gobierno, los otros daños carecen de importancia. 15 días de trabajo.
-El “Cardenal Cisneros”. 2 muertos y 5 heridos. 9 impactos; ha recibido en su cañón de 240 mm de popa un golpe directo de un proyectil de 260 libras, quedando inservible. Un mes en el dique seco.

>>Hemos gastado el 50% de la munición y dos de los carboneros deben estar a punto de llegar para rellenarnos por última vez. Como les han dado carbón tambien al “Giralda”, “María Cristina” y “Ciudad de Cádiz”, posiblemente con esto se queden sin nada.”

CN 1ª Matta “Está bien, utiliza al “Giralda” para entrar en puerto con el mensaje. No les digáis nada de la aprehensión del “Marieta”, no sea que lo intente interceptar desde los EEUU.
>>Buena suerte y disculpa por la faena que te hago.”
“A tus órdenes”. Don José Ferrándiz se vistió con su mejor uniforme, siendo trasbordado al “Giralda” en un bote, después se dirigió a puerto acompañado por el Alférez Valdés.

(Cuatro días más tarde) Palacio del Catete, Río de Janeiro. 16:00 horas de 8 de Mayo de 1898.
El Ministro de Asuntos Exteriores del Brasil, Dionisio de Castro, había convocado a los americanos en la sede de la Presidencia de La República.

Al recoleto palacio neoclásico acudió el Embajador Mr Page y el Capitán de Corbeta Cogswel. La tensión había postrado en la cama, víctima de unas supuestas fiebres, a un debilitado Capitán Clark. A los pocos minutos de llegar fueron recibidos por el Canciller y por el Ministro de Marina don Manuel Alves.

Dyonisio de Castro: “Señores me disculpo en nombre del Presidente cuyo estado de salud no les permite recibirlos personalmente.
>>Me veo en el deber de comunicarles que esta misma tarde, a las 17:30 horas locales, si el acorazado “USS Oregon” no abandona las aguas del puerto de Río de Janeiro, el Gobierno de Brasil -muy a su pesar- se verá en la obligación de declararlo internado a todos los efectos. Internamiento que durará hasta que se firme un acuerdo de paz entre su país y el Reino de España.”

Cap. Cogswell “Su Excelencia conoce perfectamente que nos es de todo imposible salir de sus aguas territoriales con las averías que presentamos y la escuadra española esperando ahí fuera.”

Dyonisio de Castro “En ese caso, esta tarde a la hora mencionada, un piquete de la Marina de Guerra de Brasil se hará cargo de la autoridad de su barco. Su tripulación, excepto la estrictamente necesaria para el mantenimiento, deberá abandonar el buque. No se permitirán trabajos de reparación a cargo de empresas o ciudadanos brasileños. Los embajadores de Inglaterra y Francia a petición de España actúan como garantes del internamiento. Por su puesto, los oficiales y tripulación dispondrán en tierra de todas las comodidades y atenciones posibles, pudiendo hacer relevos a los embarcados”

Embajador Page “Necesitamos tiempo hasta que llegue la escuadra norteamericana en nuestro socorro, después les indemnizaremos con creces de lo que pueda pasar.”

Manuel Alves -Ministro de Marina- “Les hemos dado tres días de más. El Capitán Matta impuso unas condiciones muy claras ya el día 4. Hace escasamente una hora, un representante de la escuadra española nos ha dado un ultimátum en unos términos explícitamente amenazantes. Si no accedemos a sus demandas abrirán fuego, no podemos alargar más su estancia.
>>Les comunico que una segunda escuadra -con otros cuatro acorazados- al mando del Almirante Cervera, esta frente a las costas de Recife desde hoy por la mañana. Si a las 18:30 no recibe un mensaje del Embajador español en Río -con el que tienen comunicación telegráfica en claro- confirmando el internamiento o expulsión del Oregon, nos atacarán allí; al mismo tiempo que la escuadra que está ahí fuera hace lo propio.
>>Si entablamos combate con ellos, es seguro que hundirán nuestras pocas fuerzas, dejándonos indefensos ante una fortalecida Armada Argentina y debilitados contra un ataque interior. No tenemos opción”

Embajador Page “Mi país combatirá a su lado y venceremos.”

Dyonisio de Castro “Por lo que nosotros sabemos, ninguno de sus barcos ha abandonado aguas cercanas a los EEUU a estas horas, no llegarían a tiempo.
>>En cuanto al desarrollo futuro de la guerra, les deseamos de todo corazón una gran victoria a la hermana Republica de Norteamérica; pero francamente, no es nuestra guerra, en todo caso si tiene fuerzas suficientes mándelas y oblíguenos a levantar el internamiento, protestaremos de cara a la galería pero nada más. Lo último que he dicho si saliera a luz pública lo negaría y además se romperá cualquier posibilidad de materializarlo.”




1-Gemelo del “Amazonas”.

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CAPÍTULO XXXVIII
INCIDENCIAS DEL ESTADO DE GUERRA (3).

Casa de los Heros, Calle Alcalá, Madrid. 08:30 del 9 Mayo de 1898.

En la Presidencia del Gobierno había una moderada satisfacción por como iban saliendo las cosas hasta la fecha. El Ministro de Marina, Contralmirante Bermejo, tomó la palabra.

Contralmirante Bermejo. “El objetivo en el Atlántico Sur está cumplido, la División del Capitán Matta regresa a Cádiz para ser reparada. Los daños no parecen demasiados importantes; nosotros ya estamos adelantando los preparativos, aunque para sustituir los cañones tocados vamos a tener serios problemas.”

Presidente Sagasta. “¿Qué pasa con las comunicaciones desde Manila? Después del parte de la batalla no hemos recibido más novedades.”

Galindo “Es seguro que Dewey ha cortado los cables. Utilizaremos un sistema alternativo, consistente en pasar mensajes entre dos embarcaciones que se encontrarán al Norte de Luzón. Una saldrá desde algún lugar cercano a la Bahía de Manila y la otra de Hong-Kong, ésta última regresará a la colonia británica para enviar el telegrama correspondiente desde allí. Nuestros agentes ya lo tenían previsto, las embarcaciones son juncos nativos que pasarán desapercibidas. Las informaciones se demorarán en cuatro o cinco días, pero en igual situación están los americanos.”

Canalejas “Me gustaría saber cuando va a salir la Escuadra de Reserva para Filipinas y cual será su composición.”

Contralmirante Bermejo “He dado la orden al Contralmirante Cámara para que la aliste a la mayor brevedad posible. Lo que ocurre es que el grueso principal no se pondrá en marcha hasta dentro de un mes por lo menos, que es el tiempo calculado para que el nuevo “Reina Regente” este operativo.

>>Además de ese crucero protegido, la formarán los del mismo tipo “Carlos V”, “Alfonso XIII” y “Lepanto”; los cañoneros torpederos “María de Molina”, “Blas de Lezo” y “Marqués de la Victoria”; los cruceros auxiliares Rápido y Patriota, el aviso “Joaquín de Piélagos” y les acompañaran tres o cuatro carboneros”.

General Correa, Ministro de Guerra. “Eso quiere decir que no llegarán allí hasta finales de Julio, no se si el Ejército aguantará el asedio.”

Galindo “Debe aguantarlo mi General, los americanos tampoco recibirán demasiados refuerzos de forma rápida. De todas maneras, pienso que si los carboneros se fueran situando a lo largo del recorrido iríamos ganando tiempo, será mucho más fácil que cruceros y cañoneros se muevan solos.”

Bermejo “En honor a la verdad, la Junta de la Armada ha decidido que los carboneros salgan un poco antes escoltados por los auxiliares y se dirijan a Siam, donde esperaran a la flota. El hecho es que los franceses en Somalía, los italianos en Abisinia y los tailandeses en sus territorios, nos venderán carbón, pudiendo dejar la mayor parte del que portan nuestros buques para Filipinas.

>>Otra decisión de la Junta es que el aviso “Joaquín del Piélago” escolte a uno de los carboneros y a tres remolcadores -los últimos fletados y armados por 25.000 libras- a los efectos de trasladar el dique flotante de Cartagena hasta Manila. La SECN se ha comprometido a finalizar la construcción del nuevo dique que se estaba haciendo para las Filipinas y dejarlo en la ciudad departamental, con lo que no ha habido demasiadas protestas. El propósito es que sí nuestros buques grandes sufren daños en Asia, tengamos donde repararlos.
>>Esta parte la hemos tratado de llevar con gran discreción. El hecho es que el dique ya navega desde ayer por el Mediterráneo, aunque se haya dicho que es trasladado a Ferrol para practicarle una carena en la Campana.
>>Les participo que como material de refuerzo, entre los mercantes y los auxiliares, llevarán municiones de toda clase; esperamos tener preparados a tiempo igualmente: 60 torpedos fijos, 3 cañones de 240 mm, 6 de 150mm y una batería de Nordenfelt de 57mm.
>>Para resumir, cuando la Escuadra de Reserva zarpe de España lo hará en exclusiva con los cruceros y los cañoneros.”

Antonio Maura. “Me parece arriesgado, pero acertado del todo lo que se está haciendo. Tengo una duda, ¿el dique de Cartagena tiene capacidad suficiente para sostener al “Carlos V”?”

Bermejo “En principio no, a lo mejor en vacío, retirándole la artillería y otros pesos puede”

Moret “Ni con esas. A plena carga el crucero desplaza más de 10.000 toneladas, en rosca unas 9.000. Aunque en ese dique ya ha estado la “Numancia”, meter un buque de más de 6.000 toneladas en él, es una temeridad.”
>>Cambiando de tercio ¿Como va el asunto del refuerzo de Guam y lo de Hawai?”

Galindo “Guam, dentro de lo que cabe, debe estar ya preparado. El cañonero Lezo nos irá informando -siempre que pueda- de lo que allí vaya aconteciendo, ya saben que no hay enlace directo con Agana.
>>Sobre lo segundo, las armas tardarán más de veinte días en llegar hasta Hawai.
>>Por último, tenemos una sorpresa para la costa Oeste americana, la cual me permitirán la mantenga en secreto por el momento. De lo que se trata, es de ir entreteniendo a los buques de guerra y soldados americanos a lo largo del Pacífico, lejos de las Filipinas.
>>Nuestro contacto en la Navy ha informado del alta para el servicio del crucero protegido “Charleston”. El buque tiene ya varias misiones asignadas: escoltar las tropas de tres transportes, atacar Guam y reforzar a Dewey. En breve, se terminará de modernizar el también crucero protegido “Filadelfia”, por eso tenemos preparadas varias operaciones de distracción.”

Sagasta “Una cosa más, ¿Cómo se nos presenta el paso del Canal de Suez?”

Pío Gullón Ministro de Estado. “Tendremos problemas creados artificialmente por las autoridades locales auspiciadas por los británicos, pero estamos seguros que pasaremos. Por el Convenio de Constantinopla tenemos derechos de libre tránsito reconocidos internacionalmente en todo tiempo.

War-Roon, La Casa Blanca, Washington. 08:30 horas locales del 9 de Mayo de 1898. Cuando en Madrid estaban acabando de comer, George Cortelyou terminaba con el habitual parte de situación para conocimiento de los presentes. A continuación, tomó la palabra el mismo Presidente visiblemente irritado.

McKinley “Resumiendo: tenemos más de un centenar de muertos, otros tantos prisioneros y desaparecidos; fuera de combate un acorazado de 1ª, otro de 2ª, dos cruceros protegidos y un cañonero posiblemente apresado; y además, la situación de Dewey en Manila es cuanto menos inquietante.
>>Alguien me quiere decir, ¿a qué demonios se debe el presente desastre? ¿quién va a pagar por él y cuales son los planes militares a partir de ahora?”

John Long -Secretario de Marina-. “Reconozco que la inteligencia naval ha fallado, los españoles estaban más fuerte de lo que pensábamos. T. Roosevelt y el Jefe de la ONI dejarán sus puestos. El primero como voluntario en el Ejército y el segundo pasará a comandar el cañonero “Bancrof”. Desde ese punto de vista, habremos depurado de cara al público las responsabilidades. No obstante y por lo que sabemos, ellos también han tenido sus perdidas.
>>En lo que se refiere a nuestros movimientos, Sampson salió hacia Puerto Rico el día cuatro. Allí esperará a Cervera, quien a su vez a dejado Recife en Brasil ayer noche. Schley con la Escuadra Volante continúa protegiendo la costa Este, cada vez hay rumores más insistentes que tres o cuatro cruceros españoles navegan desde Europa para bombardearnos y atacar el tráfico marítimo. Se han producido escenas de pánico en algunas ciudades, por ello no podemos mover la flota libremente, daría sensación de desamparo.
>>Por lo que se refiere al Pacifico, el crucero “Charleston” ya esta listo y en un par de días saldrá para Honolulu, donde se reunirá con tres transportes que llevan 2.500 hombres abordo. Después, todos juntos se dirigirán a Guam para conquistarla y a continuación a Manila para reforzar a Dewey.
>>Un último apunte, si me permite Señor Presidente y en descargo de la Navy, el “Maine” no fue hundido en combate, al “New Orleáns” lo atacaron a traición y el “Oregon” está a flote y se puede reparar.”

McKinley “¿A caso alguno de ellos volverá a navegar bajo nuestro pabellón en esta guerra? ¿A qué no?, pues que más da como los hemos perdido.
>>Alfred por favor quiero un análisis sensato.”

Cap Mahan “Para no volver a caer en triunfalismos, pienso que las pérdidas españolas -aunque su prensa reconoce cerca de 300 fallecidos- no son muy importantes en cuanto buques se refiere. Hemos hundido dos cruceros, un cañonero grande, un cañonero-torpedero, una cañonera y cuatro torpederos; dañado de consideración otro crucero y un segundo cañonero; así mismo, los buques principales que atacaron al “Oregon” tienen daños de diversa consideración. Hay que destacar que a los cruceros hundidos y al dañado gravemente, hasta hace poco los considerábamos tan sólo como transportes armados. Como conclusión no hemos abatido hasta la fecha ningún buque principal.
>>Y aunque sea ahondar en la herida, resulta increíble que el enemigo para atacar al “Oregon” haya movilizado al Atlántico Sur su único acorazado, tres cruceros acorazados, dos cruceros auxiliares, uno o dos avisos, un cañonero-torpedero, tres torpederos y cuatro carboneros - sin tener en cuenta la División de Cervera- y nosotros tengamos el grueso de la flota en el Caribe sin habernos enterado de nada.”

Mckinley “Bien, espero que mejoren las cosas por el bien de todos a partir de este momento. Por cierto Albey, de manera oficiosa tú te harás cargo de la Secretaría de Estado, Sherman ha dimitido. Day figurara como titular, pero no me fío ni de su lealtad ni de su capacidad.
>>También he decidido definitivamente que Shafter sea el Jefe del Ejército expedicionario, a Miles ofrecerle algo para quitárnoslo de encima.”

Russel Alger, Alvey Adee y HC Corbin se dieron por enterados de las órdenes del Presidente Mckinley.

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CAPÍTULO XXXIX
EL COMBATE DE CIENFUEGOS
“USS Marblehead”, Cienfuegos. 06:30 del 11 de mayo de 1898.

El Oficial Ejecutivo del cañonero “USS Nashville” envió la señal convenida al pequeño crucero protegido “Marblehead”, confirmando así que sus dos botes estaban preparados. El Capitán de Fragata Bowman H. McCalla -a bordo del segundo de los buques- miró hacia el Teniente Anderson, éste le hizo un gesto con el pulgar de su mano derecha hacia arriba, la operación podía dar comienzo. Misión: cortar los cables submarinos que unían La Habana con Oriente.

De la capital de la isla salían dos enlaces telegráficos internacionales. Uno por el norte que pasaba por Florida -lógicamente estaba controlado por los yanquis-, el otro iba a la costa Sur por Batabanó 1 . Desde esta última población, un cable submarino discurría a lo largo de la costa Sur de Cuba llegando a Santiago y de allí a Guantánamo. El tendido una vez en Santiago, enlazaba con Jamaica directamente y desde Guantánamo con Haiti. Si conseguían cortar el cable entre Batabanó y Santiago dejarían incomunicada La Habana con Madrid o al menos impedirían mandar mensajes con urgencia, ocasionándole con ello un trastorno de de difícil solución a los españoles.

El lugar que se consideró más idóneo para la acción fue la estación telegráfica de Punta Colorados. El mencionado accidente geográfico se encuentra en el municipio de Cienfuegos, cuya capital era una bella ciudad de 25.000 habitantes enclavada en el interior de la extensa y cerrada Bahía de Jagua. Dicha porción de agua se abre al Mar Caribe por un estrecho canal de 3000 metros de longitud. En la parte más ancha el mismo -la boca que se orienta hacia el Sur- tiene unos 1000 metros entre riberas, estando flanqueada a su lado Oeste por la llamada Punta Sabanilla y al Este por Punta Colorados. En este accidente geográfico había un faro casi al nivel del mar y retirado unos 10 metros costa. A 250 metros al NE de la citada torre de señales marinas y a igual distancia del agua, se encontraba la caseta de comunicaciones con los componentes eléctricos en su interior. De allí, salían hacia el mar los cables telegráficos: los que iban a Batabanó hacia Oeste y los de Santiago al Este. Unos 300 metros frente a la orilla desde ese punto, era el sitio indicado para localizarlos y cortarlos, en la misma zona donde las olas rompían contra unos afilados arrecifes.

El Capitán de Fragata Bowman H. McCalla era un bravo y eficiente marino de 54 años que tenía a sus órdenes una modesta agrupación naval. El insignia era el pequeño crucero protegido bajo su mando directo “USS Marblehead” 2 , el segundo en importancia era el cañonero de 1ª “Nashville” 3 del Comandante CF Mynard ; permanecerían en segunda línea de combate el yate armado “Eagle” 4 , el aviso “Windom” 5 y el carbonero “Saturm”.

La empresa era sumamente peligrosa, debían acercarse en pequeñas embarcaciones de poco calado a la costa; si lo hacían a la luz del día serían un blanco fácil, de noche no encontrarían los cables. Al final se decidieron por llevarlo a cabo a primera hora de la mañana.

Desde cada uno de los buques principales saldrían dos botes, uno a remo y un segundo a vapor. En los de remo viajarían 16 hombres -entre ellos el oficial al mando-, su pequeño calado les hacia propicios para ser los destinados a recuperar y cortar los cables pegados a la costa. La mitad de la tripulación llevaría rifles Lee y los otros revólveres, cargarían además equipos de supervivencia y las herramientas necesarias para el cometido que se pretendía: dragar, levar, cortar, etc...

Algo más separadas de los arrecifes se emplearían las pequeñas embarcaciones a motor, sus tripulaciones estarían compuestas por cinco marinos y embarcarían un pelotón de infantes -todos tiradores de primera-. La que se arriaba del “Marblehead” portaba un revólver de 37 mm y la del “Nashville” dos ametralladoras Colt Maxim.

La expedición sería dirigida por tres jóvenes oficiales. En uno los botes a remo iría el jefe de la misma, Teniente Cameron del “Nasville”; y en el otro, el que haría las veces de segundo, el Teniente Anderson del “Marblehead”, más espigado y bigotudo que el primero. Al mando de las vedettes se quedaría el barbilampiño Subteniente Magruder.

Con ser de antemano peligrosa la misión, eso no era lo peor; lo que más le preocupaba al CF McCalla -quien no dejaba de observar con sus prismáticos la costa- era el hecho que el éxito dependía en gran parte de lo que hicieran españoles. Apenas sí tenían datos de las capacidades militares del enemigo en aquél lugar, sabían que se habían reforzado pero no hasta que punto. Por el momento las pequeñas embarcaciones auxiliares se dirigirían hacia la costa, el “Marblehead” y el “Nashville” les seguirían a cierta distancia

respetando los calados. El primero se situaría a la altura del través de la boca de la bahía, el segundo más al Este frente caseta de los cables.

En breve comenzarían a cañonear las posibles posiciones defensivas en tierra; de esa manera, si en las trincheras o en los camuflados parapetos que se adivinaban desde los buques había alguien o algo, se vería obligado a contestar al fuego descubriendo su posición al mismo tiempo. Dependiendo de la intensidad de la respuesta, finalizarían la operación con éxito o se retirarían.

La incertidumbre inquietó los acerados nervios de los comandantes Bowman McCalla y Mynard, la vida de muchos de sus hombres estaba en juego.

06:45 Posiciones defensivas españolas, entre el Faro de Punta Colorados y la caseta telegráfica, costa exterior de Cienfuegos.

El TN 1ª Tiscar seguía las evoluciones de la flotilla yanqui con su viejo catalejo de marino. Hasta hace tan sólo unos 15 días, él era el Comandante del transporte armado “Legazpi” 6 ; ahora, la Armada le había confiado, en lo que a ella le concernía, de la defensa costera de Cienfuegos. Partía con la ventaja que cuando llegó a su destino, los Tenientes de Navío Miguel Esteban y Benigno Expósito 7 llevaban desde mediado Marzo preparándolo todo.

Siguiendo los criterios del Protocolo Santiago, Weyler y Manterola habían convenido de mutuo acuerdo defender tan sólo unas pocas zonas de la costa de un posible y futuro ataque americano. Concentrarían esfuerzos en ellas y dejarían las demás a la voluntad del enemigo. Sobre que se debía proteger La Habana no existió discusión alguna; y dentro de la estrategia del Capitán General, Santiago era una plaza fundamental para provocar el desembarco americano, además de la capital de Oriente y una de las ciudades más importantes de la isla. En estos dos lugares se volcó la artillería moderna que llegaba desde España y los escasos recursos navales del Apostadero General de La Habana. Aparte de los mencionados puertos, se necesitaba alguno alternativo para las incidencias, como tales se seleccionaron Matanzas en la costa Norte y Cienfuegos en la Sur.

El primero era un excelente puerto natural, bien comunicado con la capital para abastecerla por tierra y que en caso de necesidad tenía capacidad suficiente para albergar a la Escuadra de Instrucción al completo. El mayor inconveniente que presentaba era su defensa, la cual sería complicada contra una escuadra potente, al estar enclavado en una ensenada relativamente abierta.

El segundo, Cienfuegos, fue escogido por ser fácil de defender y estar bien enlazado por tierra con La Habana. Tampoco tenían otra opción, al acoger el lugar un nudo telegráfico de suma importancia.

Problema diferente era que una vez perfeccionado el dispositivo defensivo costero de La Habana, San Juan, Manila y Santiago de Cuba; para el resto, quedaron los desechos de tienta en cuanto material de artillería se refiere.

Centrándonos en Cienfuegos, tenía la ventaja que la entrada a la canal se podía cegar fácilmente con unas pocas minas eléctricas. A causa de eso se destinaron para su protección -retirándolas de otros lugares- unas 25. Dado el caso extremo de ser sobrepasadas éstas, siempre se podía hundir un buque que impidiera el acceso a la Bahía de Jagua; aunque en esa circunstancia, también se cerraría la canal del puerto como alternativa de destino para embarcaciones propias de cierto porte.

Lo de la artillería fue cosa más complicada. Su columna vertebral lo constituyeron cuatro cañones Hontoria de 120 mm modelo 1879 8. En un postrer esfuerzo a base de desarmar todo lo que flotaba y no esta preparado para combatir -cañoneras, pontones, buques hidrográficos, depósitos de marinería etc…-, se consiguieron reunir 6 piezas de tiro rápido de 42 mm y otras tantas automáticas de 37 mm. Para su servicio, la Armada concentró los efectivos de los mismos buques que había desarmado y el de los pontones abandonados. En total 300 hombres entre oficiales, suboficiales y marineros.

El Ejército colaboró con menos empeño, desplazando para ello piezas que en principio estaban destinadas a la Plaza de Santiago; pero que una vez recibidos los modernos envíos de material peninsular, sobraban en la mencionada Plaza fuerte de Oriente. 3 Obuses de avancarga de 210 mm y 5 cañones 160 mm entubados en Pallister, fueron el referido refuerzo. Ya cuando la guerra amenazaba en serio y quizás por sentir vergüenza con lo anterior, de La Habana llegaron dos modernos cañones de sitio Verdes-Montenegro de 150 mm; los cuales no eran lo mejor para costa, aunque si preferible a nada. Había que sumar además 2 cañones Plasencia de montaña y dos de bronce tipo Krupp de 90 mm que constituían la batería en dotación de la guarnición de Cienfuegos.

En cuanto a artilleros, el Ejército desencuadró una batería del 10º Batallón de Plaza de la Habana y movilizó otra de voluntarios en Cienfuegos, añadiéndoles los artilleros de la sección del tren de sitio. Total unos 250 hombres a las órdenes de un Comandante de Artillería del Ejército. La defensa de la primera línea de costa la completaban los 800 fusileros armados con maúser del Batallón Luzón.

La Armada había concentrado en el núcleo naval de Cienfuegos al cañonero-torpedero “Galicia” 9 -gemelo del “Temerario”- y a los pequeños cañoneros “Vasco Núñez de Balboa” 10 y “Diego Velázquez” 11 . Nuestras naves en principio permanecerían en el interior de la canal protegiendo los campos de minas, por si los americanos trataban de desbaratarlos con personal en embarcaciones menores.

Los botes americanos continuaron su evolución hacia la costa. Tiscar podía distinguir el creciente contorno de las figuras de sus tripulantes vestidos con ropa ligera y oscura. Seguro que no les importaba refrescarse con los rociones de agua salada, a esa hora de la mañana el calor comenzaba a ser en extremo pegajoso. En cuanto a la climatología se refiere, corría una brisa ligera, la cual había provocado una marejada tendida que hacia estrellarse las olas contra rocas y arrecifes cercanos a la costa, formado al golpear contra ellos una espuma blanca que contrastaba con el azul claro de la mar.

El “Marblehead” abrió fuego a unos 1300 metros con su artillería secundaria, enseguida se sumaron los cañones del “Nashville”. El TN 1ª Tiscar hizo un gesto para contener el intento de reacción de los soldados y marineros. A esa orilla de la canal, donde se encontraba el faro, se había destinado la mitad de la artillería; la otra desplegaba del lado Oeste y en el interior del angosto pasaje a la Bahía de Jagua, protegiendo de igual forma que las cañoneras los campos torpedos fijos.

Los barracones de soldados saltaron por los aires, después fue la misma caseta de de telégrafos y el faro. Algunos proyectiles golpearon directamente en los montículos de arena acumulada alrededor de las trincheras. El parapeto de una automática de 37 mm desapareció, dejando al descubierto su delgado escudo protector de forma cuadrada, poco después era alcanzada la pieza y sus sirvientes. Más atrás una granada shrapnell estalló encima de los obuses de 210 mm, matando a media docena de artilleros. Algunos soldados perdieron los nervios y saltaron fuera de los pozos de tirador, siendo abatidos por los disparos de las ametralladoras yanquis. El TN Tiscar solicitó al Comandante de Artillería Moscoso que enviará a alguien a Cienfuegos para pedir refuerzos. Posiblemente podrían contener al enemigo, pero parte de la guarnición estaba de pase pernocta o asueto en Cienfuegos y los necesitarían más tarde.

Cuando ya ardían faro, barracones y casetas; cuando dentro de las trincheras, las bajas empezaban a ser numerosas y los murmullos de los lamentos se mezclaban con los estampidos artilleros; fue ese el momento que un jinete escogió para partir al galope hacia el interior en busca de auxilio, las balas de los fusiles desde los botes le persiguieron sin encontrarlo.




1-Población situada a unos 30 kilómetros de La Habana, a la que se unía por ferrocarril y telégrafo terrestre
2-2.075 tons. 9 cañones tr de 127 mm; 6-57 mm;2-37 mm y un par de ametralladoras. Disfrutaba de una ligera cubierta protectriz y tenía blindados los reductos de la artillería principal.
3-1.371 tons. 8 cañones de 102 mm; 2-57 mm;2-47 mm; 2-37 mm.
4-434 tons. 2 cañones 57 mm
5-867 tons. 4 cañones de 102 mm; 2-47 mm

6-Atracado y desarmado en La Habana, encargándose de su custodia y cuidados un puñado de voluntarios habaneros de la Reserva Naval.
7-Excomandantes de los pontones “Fernando el Católico” y “Jorge Juan”, abandonados en Casilda y Nipe respectivamente
8-Posiblemente 3 del cañonero “Magallanes” y uno del “Alsedo”, a los que le había cambiado la artillería por otra más ligera de entre 7 y 9 cm (Hontoria, Krupp o Armstrong); la cual estaba emplazada a su vez antes de ello, en antiguas fragatas o cruceros de madera peninsulares, viejos cañoneros y pequeños transportes armados. Proyectiles 16 kg, velocidad inicial 520 m/seg, alcance 5.700 m

9-“Martín Alonso” (gemelo del “Temerario”) 571 tons. 2 de cañones de 90mm tr -intercambiados con un crucero auxiliar por dos de 120mm- ; 4-57mm; 1 am de 11 mm.
10-“Balboa” 300 tons. 2 nordenfelt-75mm; 2-37mm
11-“Velázquez” 200 tons. 2-57mm; 2-37mm

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(Continuación Capítulo XXXIX)

06:55 Bote a remos del Teniente Cameron, 400 yardas al través de la caseta de los cables.

Estaban a punto de llegar a los arrecifes, nada más sobrepasados estos, la profundidad volvía a aumentar de repente, disminuyendo despacio otra vez hasta la playa. Sobre ellos era donde debían ponerse a trabajar, a menos de 300 metros de la costa.

Si el enemigo estaba esperándolos, debían haber muerto todos bajo el intenso fuego de los cañones de sus cruceros. De estar allí, lo normal es que hubiesen reaccionado con lo que tuvieran. Desde la mar se intuían trincheras y parapetos camuflados entre los densos matorrales que había tras las gruesas rocas y las finas arenas de las pequeñas playas; sin embargo, continuaba sin haber movimiento de reacción alguno por parte española.

Sus hombres se calzaron para no cortarse con los peligrosos arrecifes, la hora de la verdad había llegado. Los remeros de su bote bogaron con decisión el último trecho, el timonel lanzó un rezón a la orden para dragar el fondo y arrastrar el cable si daban con él.

El Teniente Anderson con sus hombres se situó frente al faro -según se miraba desde los barcos a costa, un poco a la izquierda enfilando la canal-, seguidamente comenzó a realizar las mismas operaciones que la embarcación de Cameron.

A 350 yardas de la orilla y a bordo de los botes a vapor, el Subteniente Magruder escudriñaba la primera línea de costa buscando alguna señal de peligro, las armas de las vedettes estaban listas y apuntando a tierra firme.

El contraataque se inició súbitamente. Unos matorrales que se caen y unas lonas que se deslizan, los cañones que aparecen a la vista de los asustados marineros americanos; luego, una primera descarga cerrada de fusilería.

Los hechos se suceden con rapidez: los primeros marineros son alcanzados dentro los botes a remo por la munición de los revólveres de 37 mm, la madera de la embarcación es agujereada por proyectiles de 42 mm, el agua y la sangre que se mezclan en la sentina, las tripulaciones que sueltan las herramientas y agarran los Lee para devolver el fuego, los carpinteros y calafates intentan taponar las vías de agua….

07:05 Posiciones defensivas españolas. Entre Punta Colorados y la caseta telegráfica.

Si el TN 1ª Tiscar hubiese tardado un minuto más en dar la orden de fuego, los hombres se hubiesen amotinado. El castigo americano había sido durísimo, antes de empezar a disparar tenían ya más de medio centenar de bajas entre muertos y heridos.

La tortuosa espera tendría su premio. Los tres cañones de 42 mm y las dos ametralladoras de 37 mm que quedaban en la zona, estaban resultando demoledoras sobre los botes americanos. En especial el fuego era mortífero sobre los más cercanos -los de remos-, varios de sus hombres habían saltado al agua y en ella eran acribillados por los Maúser. Los remeros y el timonel habían intentado previamente salir de aquel infierno, pero fueron barridos por las Maxim de 37 mm.

Lo hasta aquí descrito era lo positivo; por el contrario, empezaron a caer con generosidad proyectiles de 127 y 102 mm sobre los españoles, una irrespirable nube de polvo y humo oscureció el cielo bajo el que estaban nuestros artilleros.

Los dos Hontoria del Teniente Esteban ya habían abierto fuego en varias ocasiones, aunque apenas conseguían realizar un disparo por minuto y pieza. Cada dos o tres acciones de fuego, uno de los sirvientes debía emplear una baqueta para limpiar el ánima de los restos de pólvora y tela quemada que dejaban los saquitos con la carga de proyección.

En una de esas piezas, los sirvientes luchaban provistos de unos espeques para meter su marco 1 en batería -las ruedas de la antera se había salido de su raíl impidiendo el giro sobre la basa- . Cuando terminaron con la acción de fuerza, debieron jalar de unos cabos, lo cuales unidos previamente al marco del cañon se habían hecho pasar a través de unas poleas y por el interior de unas argollas adosadas a la pared frontal de la rudimentaria casamata. Sólo de esta manera podrían hacer girar aquél Hontoria tan rebelde.

El marinero que hacia las veces de cargador metió un proyectil de 16 kilogramos, a continuación otros sirvientes introdujeron unos saquitos de pólvora. El Cabo de cañón cerró la tapa de cierre y practicó puntería directa rasante; una vez hecho esto, cebó el grano con el iniciador y tiro del cordel que se unía al flictor. De seguido, abrió fuego la segunda pieza que había realizando idénticas operaciones.

Los dos disparos pasaron altos del “Nashville”, el cual devolvía el fuego multiplicado por cinco. Al menos las casamatas en las se luchaba eran de grosor respetable y si no recibían un impacto directo no les pasaría nada.

Del otro margen de la bahía, en concreto desde Punta Cocos -situada 900 metros al interior de la canal-, el Comandante de Artillería Moscoso se afanaba en intentar apuntar sus tres cañones de 160 mm -arcaicas piezas de bronce y avancarga -. Sus proyectiles eran de tetones, por lo que se destrozaban las estrías de las ánimas con los disparos. Debido a lo anterior, no podían hacer ejercicios con la frecuencia obligada, ya que la vida de los tubos sería muy corta. Los cañones habían sido montados en un rudimentario marco alto, estando protegidos dentro de pozos escavados en tierra.

Los artilleros introdujeron los sacos de pólvora negra, la saladera y el proyectil por la boca; comprimieron el conjunto con el empujador y apuntaron el arma. El Cabo cebó el grano del fogón dándole fuego. La pieza no disparaba siempre en el mismo lapsus de tiempo, por lo que solía sorprender a los que la servían.

En principio pensaron que algún proyectil del “Marblehead” les había alcanzado, más tarde se dieron cuenta que la pieza del medio había reventado. La escena del pozo terrero donde estaba emplazada la batería era espeluznante. Los vivos presentaban terribles mutilaciones y a los cadáveres iba a costar trabajo recomponerlos, la tierra se mezclaba con los fluidos corporales formando un pastoso engrudo de apariencia gelatinosa.


08:00 “USS Marblehead” 3.000 metros al SSO de Punta Colorado.

Tras una hora de combate no había duda, la misión había fracasado estrepitosamente. Los dos botes de remo y una de las vedettes resultaran ya hundidas, sus marineros muertos o desaparecidos.

El “Windom” se acercó a echar una mano y tratar de recuperar algún superviviente de los botes o aunque fuera sólo los cuerpos sin vida. El remedio fue peor que la enfermedad, el aviso fue alcanzado por el enemigo desde la batería de Punta del Diablo, produciéndose a consecuencia de ello un más que respetable incendio a bordo.

El crucero del Capitán McCalla y el “Nashville” continuaban en combate por orgullo y venganza, como único objetivo práctico les quedaba el tratar de socorrer a los náufragos y desmontar las defensas enemigas para un futuro ataque .

Por lo menos tenían la seguridad que muchos españoles serían bajas a esa hora y que gran cantidad de piezas de artillería enemiga resultaran ya dañadas, la última un cañón de 120 mm enclavado en Punta Sabanilla. Sus barcos principales tenían pocos daños, dado que la artillería enemiga era bastante tosca; terriblemente efectiva si se quiere con los calibres ligeros contra los botes y las personas, pero ineficaz en su empleo contra barcos modernos. Claro que para hacerla poco útil, las naves se habían tenido que retirar desde los iniciales 800 metros a casi dos millas, restando eficacia en el apoyo artillero a la operación de los botes.

08:30 Batería de Punta del Diablo.

Punta de Diablo era un saliente de tierra situado en la ribera Este del canal de entrada, unos 800 metros a su interior y enfrentada a Punta Cocos del otro lado.

Los dos cañones de 150 mm “Verdes-Montenegro” -aunque modernos- no estaban diseñados para disparar contra buques en movimiento, su empleo adecuado era para demoler fortificaciones estáticas. A pesar de sus características, podrían resultar peligrosos para un barco si éste no se les guardaba el respeto debido. Cargaban proyectiles de 35 kilogramos que lanzaban hasta 9.000 metros de distancia a una velocidad cercana a 500 metros por segundo. Si en el medio se cruzaba algún buque escasamente protegido, éste tenía posibilidades ser dañado de gravedad.

Eso precisamente era lo que le había pasado al aviso yanqui “Windom”, al quedarse inmóvil un buen rato cerca de la costa para ayudar en el rescate de los tripulantes de los botes. Después de esto la batería no tuvo ningún acierto más. Sus asentamientos se habían construido en unos pozos de tierra alargados, por los cuales sólo asomaba la boca del cañón. Cuando la pieza hacía fuego retrocedía sobre sus propias ruedas por una base construida con tablones de madera. A cada disparo se debía volver a meter la pieza en batería y apuntar. Lo que sí que produjeron los cañones en general, es cierto temor al adversario que se retiró a posiciones más alejadas, causando un gran alivio a las fuerzas propias.

10:00 “USS Marblehead”. 2 millas al Sur de Punta Colorados.

Era inútil y arriesgado continuar con la lucha. Hacía una hora y media que se había rescatado el último superviviente de los botes relacionados directamente con la operación. Varios de los hombres se habían conseguido mantener a flote en las cálidas aguas del Caribe, gracias a los elementos de supervivencia que habían llevado consigo. La suerte hizo que no aparecieran por allí los temidos tiburones.

De los 56 hombres que partieron a las seis y media de la mañana, sólo 23 volvieron vivos, de ellos la mitad con graves heridas. En los buques fallecieron otros siete -la mayoría en el Windom-, incluso el capitán Mynard fue herido. En cuanto a las embarcaciones -botes a remos y vedettes aparte-, sólo el “Windom” tenía daños de consideración. El “Marblehead” y el “Nashville” padecían algunos impactos pero ninguno de gravedad.

Unidades españolas de refuerzo empezaron a llegar a la costa desde el interior, sustituyendo en las baterías y trincheras a sus cansados compañeros, era la hora de retirarse para los americanos.

10:30 Enfermería de Punta Colorados.

Entre los muros derruidos de unos de los barracones se instaló el botiquín de campaña, donde un veterano médico local operaba a los centenares de heridos españoles en unas condiciones sumamente duras. En Cienfuegos existía un hospital decente, pero las primeras curas debían hacerse sobre el terreno.

El Teniente de Navío de 1ª don Francisco Tiscar abrió los ojos sobre una litera. A su alrededor todo era destrucción: hombres heridos, gritos, quejas y responsos del páter con los santos óleos de unción a cuestas.

Recordaba que a la mitad del combate, la metralla de una granada le había seccionado una arteria en la pierna derecha; entonces, ordenó a un enfermero que le practicara un torniquete y siguió dirigiendo la batalla hasta que poco tiempo después algo le golpeó en la cabeza, perdió la visión y ahí se acabaron sus recuerdos.

TN Esteban “¿Qué tal te encuentras mi Comandante?”

TN1ª Tiscar “Eso no importa ahora amigo mío, ¿Qué es lo que ha pasado?”

TN Esteban “Los hemos rechazado, no han conseguido su objetivo.
>>Los cables están intactos, aunque hemos perdido la comunicación temporalmente por la destrucción de la caseta. Los ingenieros trabajan sobre ello e informan que en poco tiempo, todo lo más en un par de días, restablecerán el enlace completamente.”

TN 1ª Tiscar “¿Muchas bajas?”

TN Esteban “Nos han dado muy duro, es terrible, sus cañones medios de tiro rápido han hecho estragos. Unos 350 heridos y más de 100 fallecidos.
>>También hemos perdido un 40 % de las defensas, otro ataque poco más potente que este y no lo contamos.
>>Al menos nuestros buques están intactos y tan sólo henos empleado tres torpedos fijos cuando el “Marblehead” se ha acercado demasiado a la boca del canal. Nada más los usamos para demostrar que los teníamos y que estábamos dispuestos a utilizarlos, después de eso ha virado marchándose.
>>Ahora descansa, yo me encargo de todo”.
El TN 1ª Tiscar volvió a cerrar los ojos.




1-En estas piezas, el montaje era de corredera para reducto

Fin de Capítulo

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CAPÍTULO XL
EL BOMBARDEO DE SAN JUAN.
San Juan de Puerto Rico. 12 de Mayo de 1898.

El triunvirato que presidía el Buró de Navegación de la US Navy -Contralmirante Crowninshield, Contralmirante Montgomery Sicard y Capitán Alfred Mahan- había ordenado el pasado día cuatro zarpar de Key West con destino San Juan a los buques de la Escuadra Norteamericana del Atlántico Norte. La misión asignada, en consecuencia a las informaciones facilitadas por la ONI del “dimitido” CF Grover, era la de esperar la previsible arribada a la isla de la Escuadra de Cervera.

A las pocas horas que Sampson levara anclas, el Buró recibió la comunicación del bloqueo impuesto al “Oregon” en Río. Dado que el Capitán Clark decía -en el cable enviado- que su acorazado de ninguna forma podía continuar viaje a los EEUU por sí solo, decidieron no variar las instrucciones impartidas a la Flota del Atlántico. Si fuera necesario ya enviarían un aviso con nuevas órdenes a Puerto Rico.

Como quiera que el día ocho se declaró el internamiento del “Oregon” y se conoció la salida para el Caribe desde Recife de la agrupación del Almirante Cervera, se prefirió dejar como estaba el lugar de destino de la división naval de Sampson y en la costa Este a la Escuadra Volante del Comodoro Schley. Esta última a modo preventivo, no fuera ser que Cervera o los cruceros de la península, peor aún todos juntos a la vez, decidieran atacar la costa Atlántica de los Estados Unidos. Las decisiones tomadas eran cuanto menos discutibles; en su descargo la imprecisa información, cuando no falseada, información que recibía el Buró de Navegación por parte de la ONI, hacía que las cosas no fueran fáciles.

04:00 “USS New York”.

El Contralmirante Sampson sufrió una penosa navegación hasta San Juan por culpa de los grandes e ingobernables monitores “Amphitrite” y “Terror”. Su Escuadra -además de los mencionados armatostes- estaba formada por su buque insignia, el crucero acorazado de 8.200 toneladas “New York”; los acorazados “Indiana” y “Iowa”; y los pequeños cruceros protegidos de 2090 tons, “Detroit” y “Montgomery”. A ellos se les sumó el remolcador “Wonpatuck”.

Además y desde hace días, varios cruceros auxiliares fuertemente armados bloqueaban la isla: “Yale”, “Saint Paul”, “Saint Luís” y “Yosemite”. El primero de ellos había entrado en acción un par de veces, el día nueve ya provocara el primer disparo fallido desde las baterías de San Juan y en la misma fecha apresó al mercante “Rita”. El citado vapor era uno de la media docena de carboneros españoles e ingleses que habían estado abasteciendo de carbón Cardiff a las principales plazas del Caribe.

La División Naval de Sampson era poderosa en cuanto artillería pesada: 4 cañones de 330 mm, 4 de 305, 8 de 254, 22 de 203, 4 de 150, 20 de 127 y 8 de 100.

Las defensas de San Juan no eran de todo conocidas para los americanos. Las construcciones, aunque antiguas, se creían sólidas y el acceso a la bahía era sabido que podía ser bloqueado fácilmente con unas cuantas minas o hundiendo un par de barcos en la canal, en base a ello no era aconsejable forzar la entrada. Acerca de la artillería, calculaban que tenían dos docenas de cañones de 152 mm Ordoñez y unos cuantos obuses de 240 mm. Las informaciones decían que podían haber sido reforzados con calibres pesados sin precisar el número ni la clase, tan siquiera se sabía si estaban realmente emplazados.

El día empezaba a clarear tímidamente. El no muy alto perfil de la costa de San Juan se dibujaba en el horizonte recortando el cielo; las aguas marinas que abrazaban la vieja ciudad colonial, todavía no dejaban ver su intenso azul con tan poca luz.

Según se iba aproximando al objetivo, el Almirante comenzó a distinguir los legendarios fuertes de la ciudad. En realidad, a Sampson le desilusionaron bastante, él esperaba orgullosas moles de altas paredes grises y poderosos muros de piedra. El marino desconocía que habían estado en obras y se demolieran parcialmente para facilitar el emplazamiento de las nuevas piezas pesadas.

Imagen


04:30 Castillo del Morro de San Juan.

El Comandante de la vieja fortaleza militar era el Coronel del Pozo; no obstante, la responsabilidad de la defensa artillera de San Juan recaía en el Coronel Sánchez de Castilla, Jefe del 12 Batallón de Artillería de Plaza. Él con sus ayudantes 1 y los ingenieros habían realizado un trabajo ingente en no mucho tiempo.

Se ordenó construir a la Junta de Obras del Puerto un muelle donde se pudiera instalar la grúa alemana de 80 toneladas que hacía tiempo se había comprado. Por allí desembarcaron los dos grandes cañones Krupp de 305mm -uno ceutí y el otro cartagenero- y los cuatro Ordoñez de 240 mm que llegaron a principios de abril -aún calentitos- procedentes de los hornos de Trubia.

Más fácil fue llevar a tierra las dos baterías Nordenfelt de tr., el tren móvil de iluminación Mangin y el proyector fijo de la misma marca. Adquiridas las primeras y los segundos a última hora en Inglaterra y Francia respectivamente, tras haber pagado su precio en oro a intermediarios supuestamente neutrales.

Para instalar las piezas más gruesas hubo de derruirse -no sin grandes protestas por parte de la sociedad local- parte de las antiguas defensas, cuyas estrechas rampas impedían el paso a los modernos cañones. En la Plaza había dispuestos ya hace tiempo apuntando hacia la mar 16 cañones Ordoñez de 150 mm y 6 obuses de 240 2. Dirigidos hacia el interior de la bahía se situaban 5 obuses de avancarga de 210mm y unas cuantas piezas de sitio 3. En el dispositivo colaboraba la artillería de campaña y montaña: 8 piezas Plasencia de 90 mm, 8 Krupp de 75 mm de tiro rápido, 8 Plasencia de 8 cm y algunas ametralladoras.

Las comunicaciones eran fluidas: teléfonos, telégrafos y heliógrafos. El sistema telemétrico se consideraba el mejor del de todas las plazas fuertes bajo soberanía española. Desde la isla de Cabras hasta el baluarte de San Fernando se fondearon dos docenas de los torpedos fijos, controlados desde una caseta situada bajo la segunda de las fortificaciones, y en el acceso a la bahía fueron zabordados los vapores “Manuela” y “Colón”. El estrecho canal de entrada se hacía en la práctica infranqueable para un buque hostil; por si acaso, del otro lado de mismo esperan los cañones del bien armado crucero auxiliar “Alfonso XIII” 4 y del cañonero de 1ª “Isabel II”. Entre ambos sumaban 6 cañones por banda de 120 mm tr. Apoyando a los anteriores, estaban presentes los cañoneros “General Concha” y “Ponce de León” 5 .




1-El Comandante Acha era alma técnica de disposición artillera y el Capitán Rivero, el espíritu de combate que representaba la necesaria voluntad de vencer.
2-Otros 6 cañones de 150 mm Ordóñez, 3 de 150 mm de hierro sunchado y 4 OHS de 240 mm, que también pertenecían a la plaza de San Juan se habían redistribuido entre otras plazas fuertes en compensación al material último recibido.
3-2 obuses Mata 150 mm, 4 morteros Mata 150 m y 6 cañones Plasencia de 120 mm; todos ellos, transportados en su momento por el “Antonio López”
El “Alfonso XIII” montaba 6 piezas de 120 mm tr, dos de 90 mm; además tenía 6 piezas ligeras de tiro rápido y dos ametralladoras.
4-El “General Concha” de 540 toneladas (gemelo del “Lezo”) había cambiado sus 3 piezas de 120 mm por otros tantos Armstrong de 8´7 y 7´5 mm procedentes del Navarra. Montaba demás 2 revólveres de 37 mm y tres ametralladoras de 25 mm. Se desembarcó del mismo una ametralladora de 11 mm.
5-El “Ponce de León” de 200 toneladas (gemelo del “Diego Velázquez”,Cienfuegos) estaban armado con dos Nordenfelt de 57 mm y dos revólveres de 37 mm.

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06 Ago 2010 09:33
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(Continuación Capítulo XL)

El Segundo Cabo de Puerto Rico, General Ortega, observaba con unos binoculares como uno de los pequeños cruceros -el cual a pesar de no llevar las banderas desplegadas, era sin ningún género de dudas de nacionalidad yanqui- venía adelantado al grupo, hasta que se detuvo a unas 1000 yardas del Morro. De seguido y muy cerca suya echó el ancla el remolcador “Wompatuck”, izando al mismo tiempo una bandera de llamativos colores.

El CN 1ª Vallarino -Comandante de Marina de la isla- asesoró al General, indicándole que el “Detroit” buscaba el límite de seguridad para el calado de los barcos mayores y que el remolcador señalaba el lugar con una bandera.

El General Ortega procedió a llamar inmediatamente por teléfono a la Fortaleza-Palacio de Santa Catalina, residencia del Gobernador -Teniente General don Manuel Macías Casado-. Con éste se encontraba en aquél preciso instante el Presidente autonómico don Francisco Quiñones.

El Segundo Cabo pidió autorización para abrir fuego, cosa que Quiñones quería dilatar todo el tiempo posible para alertar a la dormida población de San Juan. El Jefe de EM, Coronel Camó, influyó en la rápida decisión del Capitán General con un concluyente argumento.

“La guerra es la guerra, no podemos esperar a que disparen ellos. Quien da primero lo hace da dos veces y yo les aseguro que los americanos no vienen de paseo.”

General Macías “Dé al General Ortega la autorización para abrir fuego Coronel. Lo siento amigo Francisco, pero el Coronel Camó tiene razón. Yo pondré a la Guardia Civil a evacuar la población, usted haga lo propio con la Fuerza de Orden y los bomberos. Que lleven al personal civil a los espacios preparados al efecto.”

El Presidente D. Francisco Quiñones sufría por los 34.000 habitantes asentados en la pequeña y recoleta ciudad vieja de San Juan. Calles no muy anchas, edificios coloniales de una planta, plazas añejas, iglesias, conventos y cuarteles: eso era San Juan. También era rica, próspera y tranquila; aunque menos ostentosa y cosmopolita que la Habana. Lo de los espacios preparados al efecto para los civiles debía ser un eufemismo, ¡cuanto más lejos mejor!.

El General Ordóñez recibió la contestación a su solicitud por medio del 2º Jefe de EM, TCol Larrea. Las baterías de San Juan abrieron fuego a las 05:13 minutos de aquél doce de Mayo de 1898.


05:14 “USS Detroit”.

El Capitán Dayton había entendido mal las comunicaciones de Sampson y permanecía parado a 1000 metros del Morro. Como consecuencia fue marcado por unos cuantos proyectiles de 57 mm y a continuación alcanzado por un 150 mm. Los Nordenfelt empezaron a barrer continuamente su cubierta principal forrada en madera.

El pequeño crucero respondía valientemente al fuego sin moverse del sitio, pronto sería reforzado por su gemelo el “Montgomery”.

05:16 “USS Iowa”.

Detrás del “Detroit” y a la cabeza de la línea de combate venía el buque del Cap Ewans seguido por los “Indiana”, “New York” -insignia-, “Amphitrite”, “Terror” y “Montgomery”. Había otras naves -los cruceros auxiliares-, pero no intervenían directamente. El “Iowa” abrió fuego el primero, a continuación lo hizo toda la flota.

Entre las 05:16 y las 08:01 del 12 de Mayo 1898.

Hasta por tres veces Sampson realizó un circuito circular en el sentido contrario de las agujas del reloj, a una velocidad oscilante de 4 a 6 nudos y distancias comprendidas entre 1.000 y 3.000 yardas de la costa. En rumbo Oeste recorría -a menos de 1000 metros- la fachada de San Juan entre los castillos del Morro y San Cristóbal.

Además del muy dañado “Detroit”, “el New York” y “Amphitrite” habían recibido varios impactos; teniendo el monitor la torre de proa fuera de combate. Al “Montgomery”, empeñado en generoso apoyo del “Detroit”, le había sacudido un cañón de 240 mm en la flotación -sus coferdans rellenos de celulosa, estaban retrasado la entrada de agua-.

El fuego americano era cada vez más intenso, pero normalmente errado. El 80% de sus proyectiles no explosionan, el daño que causaban era el provocado normalmente por el golpe del impacto y muchos de ellos caían en zona civil. Sin embargo y dada la intensidad del bombardeo, los españoles habían perdido ya un par de 240 mm -un cañón y un obús- y dos 150 mm. El crucero auxiliar “Alfonso XIII” también había sido víctima dentro de la bahía del vicioso -por exagerado- fuego yanqui.

08:01 Baterías del Castillo de San Cristóbal.

Sampson dio la orden de cesar el fuego y procedió a retirarse rumbo NW. El “Detroit” con mucho humo a bordo -consecuencia de los incendios- y un escorado “Montgomery” salían de la escena del combate como buenamente podían.

En aquél preciso instante, el valiente Capitán Rivero -jefe de la batería de San Cristóbal- fijó su atención en un monitor. El lento y poco marinero buque propiedad del tío Sam se había detenido justo delante de su posición a una distancia de 1300 metros.

Rivero comunicó los datos al oficial de la pieza. El Teniente observaba al enemigo asomado por los muros de la barbeta y a través de unos prismáticos posicionados bajo la pequeña visera negra de su blanca gorra de plato. Los atareados artilleros -en uniforme de lienzo del mismo color que la prenda de cabeza de su oficial- ya habían introducido el proyectil perforante de 455 kg en el cierre. La mole del ingenio artillero se movió muy lentamente hacia su izquierda, después le dieron al tubo de la pieza un ángulo de depresión de -2º.

Un cabo accionó el tiraflictor y las 49 toneladas del cañón con el cierre retrocedieron por el marco en su montaje alto de barbeta; el cual, debido al tamaño propio y al de las ruedas sobre las que se apoyaba, más parecía vagón de ferrocarril que pieza de artillería. La cureña pesaba otras 45 toneladas, a las que habría que añadirles 45 más de la basa y carriles. Este conjunto era el alarde metalúrgico de 80.000 duros necesario para poder soportar la energía del acero que salía proyectado a 580 m/seg por la boca del cañón de 30.5 cm de ancho, después de haber recorrido los más de 10 metros del largo del tubo. El cañón Krupp de 305 mm constituía una formidable máquina de destrucción.

08.05 “USS Terror”.

El Capitán Nicol Ludlow se había retrasado con su buque, en teoría para proteger la retirada de sus camaradas, realmente muchos pensaron que para lucimiento propio.

El monitor era un buque de 3.990 toneladas con potente artillería y bien protegido en sus costados hasta por 7” de acero y 11” del mismo metal en las torres de los cañones, disfrutaba igualmente de cubierta protectriz. Su precio, que no era excesivamente caro, y las circunstancias políticas propiciaron su construcción a mediados de los 70 y su posterior modernización.

En su contra las grandes superestructuras, con un francobordo tan bajo que no le permitían disparar -aún ni con poca mar- y lo que es peor para un barco, ni tan siquiera navegar. Su reserva de flotabilidad era nula; para los estándares internacionales, los grandes monitores estaban considerados poco más que cañones con hélices adosadas.

El disparo español perforó con facilidad el costado del buque penetrando en sus entrañas y destrozándole las máquinas. A la inmovilidad provocada por el daño recibido, se le unió una gran vía de agua. Durante 40 minutos el “Terror” se convirtió en el blanco de todas las piezas de San Juan. La situación obligó regresar a Sampson al rescate, retomándose el combate que se alargó en una hora. Al final en “Wonpatuck” logró largarle un cable y sacar al monitor remolcado.

La Escuadra del Atlántico definitivamente se retiró. Si la travesía de ida se describió como penosa, la de vuelta fue una odisea. En mitad del Caribe se levantó un poco de mar, el “Terror” sin máquinas y con varias vías de agua se fue a pique. Aunque los daños que tenía eran de consideración, cualquier otro buque de ese tonelaje con aquellas olas de poco más de tres metros hubiese llegado a Key West para ser reparado. Lo único positivo para los americanos fue que toda la tripulación fue rescatada con vida. ¿A ver quién le explicaba al Presidente el hundimiento de un nuevo buque?, pensaron al mismo tiempo Sampson y Ludlov.

Los daños en San Juan debían ser muchos, pero sobre todo en infraestructuras. Para destrozar un cañón desde un barco debían acertar justo en el blanco; sin embargo, desde tierra si hundían la mole que representaba el buque acababan con toda su artillería al mismo tiempo.

La Flota del Atlántico había disparado hasta las 08:00 horas unos 1400 dispararos. 900 con calibres comprendidos entre los 100 mm y los 330, el resto de calibres ligeros. En la hora que duró el rescate del “Terror” abrieron fuego otro millar de veces, más de 500 de ellos con los calibres superiores a 4”. En San Juan hasta el primer ataque hubo cinco muertos -contado tres civiles-, después el número se elevó a los 15. Se perdió el Krupp de San Cristóbal, un Ordóñez de 240 mm, un obús del mismo calibre que el anterior, cuatro cañones de 150 mm y algunos calibres menores resultaron dañados.

Sobre los americanos se dispararon en total 1800 disparos en tres horas, de ellos unos 800 con municiones ligeras. Entre muertos y heridos los americanos sumaban una decena.

El balance se consideró, a pesar de las bajas, más rentable para los intereses nacionales que para los americanos. En San Juan había múltiples daños; pero en atención a las consideraciones estrictamente militares, los americanos con un buque hundido y otros dos tocados, no habían conseguido casi nada en la práctica.

Fin del Capítulo

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CAPÍTULO XLI
EL COMBATE DE MATANZAS
Punta Sabanilla, Matanzas. 13 de Mayo de 1898.

El último destino a flote del Capitán de Fragata don Enrique Ramos había sido el crucero de casco de madera “Navarra”, ahora asumía el mando de las baterías de costa de Matanzas por ser lugar de especial interés para la Armada. Su viejo buque descansaba como depósito de marinería en Cartagena cuando fue dado de baja. La artillería del mismo se desembarcó, acompañándole una parte de tripulación a nuevo emplazamiento en las Filipinas. El resto de la marinería con su antiguo comandante al frente partió hacia el Caribe.

Principiando el mes de Marzo, más de 200 hombres de blanco uniforme marinero llegaban a una tropical bahía de boca ancha que se adentraba en tierra varias millas -2 millas de ancho por tres de largo-, estaban en Matanzas. El trozo de mar penetraba en la isla de Cuba dirección Suroeste, enmarcado por dos orillas curvilíneas que tendían a unirse formando un pico al fondo de la Ensenada de Judio, donde se encontraba la ciudad. Allí, al comienzo de la ribera Oeste se asentaba el espléndido fondeadero de Matanzas, escogido por los españoles como muelles alternativos a los de La Habana, ciudad que distaba poco más de 50 millas.

El mayor inconveniente que presentaba era la amplitud de su abra, la cual si la tomábamos desde el punto más septentrional de la ribera Este -Punta Maya- hasta el otro lado enfrentado -Punta Sabanilla-, casi llegaba a las tres millas.

Las posiciones defensivas españolas se habían emplazado hacia el interior de la bahía en una serie de antiguas fortalezas construidas a base de nobles piedras, algunas estaban cercanas y dominadoras del fondeadero del Yumuri. Las más importantes eran los Castillos de San Severino sobre el mismo puerto y el Morrillo ubicado en el margen Este a la desembocadura del río Caminar. Por lo general la costa de la zona era naturaleza llana, baja y conformada por tierra color marrón, rodeándose de mar con aguas claras y verde matorral. Sobre el suelo de la misma era donde se asentaban muchas de las baterías -no mismamente en los baluartes militares-, extendiéndose aquellas al Norte de Severino y al Sur del Morrillo.

El nervio de las defensas lo constituían 3 Hontoria 160 mm mod. 1883 de la Armada. De San Juan se habían recibido tres piezas de hierro sunchado Ordoñez mod. 1878 de 150 mm. Desde España vinieron dos obuses modelo 1891 de 210 mm -que antes servían de pruebas en el polígono de la Academia de Artillería- y otros tres del mismo calibre de cobre comprimido y campaña -los cuales quizás alguna vez fueran parte del campo atrincherado de Oyarzún-. Las cinco pequeñas cañoneras puestas en segunda actividad en el puerto, contribuyeron desembarcando sus 11 piezas ligeras (1-57mm; 4-42mm; 4-37mm) y un centenar de marineros. Como residuo del pasado se añadieron seis cañones de 160 mm de bronce y avancarga que se retiraran de Guantánamo hace meses.

La defensa submarina se constituyó con 20 minas tomadas de la vecina Bahía de Cárdenas, 15 de Guantánamo, más otra docena y media propias.

El Ejército de Tierra por su parte aportó los hombres de una batería del 11º Batallón de Plaza de la Habana y otra de voluntarios de los mismos vecinos de Matanzas. De la División territorial, cuyo Cuartel General estaba en esa población, enviaron una sección de artillería de campaña con dos Krupp de 90 mm. Para completar el sistema defensivo se escogió al Batallón de Infantería María Cristina, cuyos soldados protegerían a la zona desde las trincheras o llegado el caso en el cuerpo a cuerpo frente a un posible desembarco enemigo.

El CF Ramos llevaba esperando al enemigo desde antes de ayer, cuando tuvo noticias que al mediodía aquél había entrado en la vecina Bahía de Cárdenas. Como sabía que allí no encontrarían oposición, por lo menos mientras no se adentraran varios kilómetros tierra dentro, pensaba que buscarían otro objetivo para mayor realce; siendo el más cercano el puerto de Matanzas, situado al Oeste en la contigua bahía del mismo nombre.

09:00 “USS Machias”. Una milla al Oeste de Punta Maya.

El Capitán de Fragata Merry consideró que había desperdiciado día y medio en la Bahía de Cárdenas. El 11 al mediodía entraba en la misma buscando enemigos, no encontrando a nadie susceptible de tal denominación en las 40 horas que permaneció en ella.

Desde que el día 22 de Abril, el Presidente McKinley ordenará el bloqueo de Cuba y se hiciera el primer apresamiento en el mercante “Buenaventura”, los americanos se afanaban -valga la redundancia- en aislar la isla, impidiendo la llegada de cualquier tipo de buques con refuerzos o provisiones.

La operación sin duda era exitosa, ya que estaba provocando el colapso general en las líneas de abastecimiento de la colonia. Muchos vapores españoles o de terceros países serían capturados o hundidos hasta el final de la guerra. Sin embargo, el coste del bloqueo era enorme, ya que se debían dedicar a vigilar muchas zonas portuarias por donde potencialmente podían entrar mercancías, pero que no tenían valor militar alguno -precisamente por no presentar resistencia-. En resumen, los yanquis estaban obligados a dispersar medios bélicos mientras los españoles los concentraban. A lo largo de los pocos meses que durarían las hostilidades, los buques de la Navy atacarían plazas menores sin encontrar apenas resistencia: Manzanillo, Cárdenas, Nipe, Nuevitas, Casilda etc… El avanzar hacia el interior, una vez en ellas, sin una fuerza poderosa que sustentara la acción era tontería; los rebeldes estaban prácticamente desaparecidos, todo lo que se podía comer había sido recogido o quemado y cuando se toparan con las fuerzas españolas estas estarían agrupadas en grandes unidades.

El Comandante Merry se encontraba al mandó de una pequeña división naval formada por cuatro buques: el suyo propio, cañonero de 1ª “Machias” 1; el también cañonero de 1ª “Wilmington” 2, comandado por el CF Todd; el torpedero “Winslow” 3, comandado por el Teniente John Bernadou; y el pequeño guarda costas “USCR Hudson” 4 del Teniente Newcome.

El primer día que penetró en Cárdenas, Merry ordenó al “Wislow” y al “Hudson” recorrer la extensa zona marítima comprendida dentro de la barra terrestre de la península de Varadero. Se valía de las dos pequeñas embarcaciones por lo escaso de su calado. En vista de no encontrar rival, optó por desembarcar con un pequeño destacamento de marines en la misma población de pescadores. Allí un puñado de insurgentes se atrevieron a establecer contacto para comunicarles que si querían encontrar a los españoles, tendrían que avanzar varios kilómetros tierra dentro y entonces se darían de bruces con los batallones del General Bernal.

En ese momento Merry decidió atacar Matanzas desde del mar. Sabía que el pasado día 25 el torpedero “Foote” -gemelo del “Wislow”- había efectuado una descubierta en la zona, saliendo seriamente dañado e inútil para los restos. Más tarde, el día 27 -una vez recibida la información del “Foote”-, el mismo Contralmirante Sampson con el crucero acorazado “New YorK”, el gran monitor “Puritan” y el crucero protegido “Cincinati”, atacó las baterías costeras al Sur de Punta Sabanilla con la finalidad de destruirlas. Merry estaba seguro que no lo había conseguido por falta de decisión. Se intercambiaron algunos disparos y los españoles hicieran alarde de sus torpedos fijos; ante lo último, Sampson se retiró al pensar que si a distancia y sin posibilidad de éxito estaban dispuestos a gastar las minas, es que el enemigo andaba sobrado de ellas. El Contralmirante no quería arriesgarse a perder un barco principal no siendo estrictamente necesario.

El Comandante del “Machias” estaba persuadido que el exceso en el uso de torpedos fijos era una fanfarronada española para asustar; con determinación y buques de menor calado, evolucionarían mejor y más seguros en la Bahía de Matanzas.

La agrupación naval navegó hacia el interior rumbo al fondeadero del Yumuri, dejando atrás por su aleta de babor Punta Maya y por la de estribor la de Sabanilla. Cuando se situó a tres mil metros al NE de San Severino y al través unos 2.200 del Morrillo, las baterías españolas rompieron fuego con estruendo.

Si alguno de aquellos proyectiles de 60 kilogramos les alcanzaba, podían hacerles pasar un mal rato, no debían acercarse más. Desde aquél punto, tampoco sus dos barcos mayores sabían navegar fuera de la canal sin prácticos y se suponían que aquella estaría minada. Su buque y el “Wilmington” se enfrentarían a las baterías costeras desde esa zona en movimiento y conservando las distancias, dando para ello pasadas circulares frente a aquellas. El “Winslow” y el “Hudson” aprovechándose su pequeño tamaño, velocidad y maniobrabilidad explorarían el interior de la bahía. Atacarían a cualquier mercante desarmado que localizarán, para eso nada mejor que los torpedos del “Wislow”.




1-1.177 ton; cañones 4-102mm, 4-57 mm; 4-37
2-1.571 ton; 8-102mm, 4-37mm
3-140 ton; 3-37 mm, torpedos aparte
4-130 ton.; 2-57 mm

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06 Ago 2010 10:04
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(Continuación Capítulo XLI)

08:30 Cañonero torpedero “Martín Alonso”. Puerto de Matanzas.

Al norte del puerto de Matanzas, bajo la protección de los cañones de San Severino y camuflada por los cascos de buques abandonados, calentaba motores la oculta y exigua escuadrilla española bajo el mando del TN 1ª don Manuel Cubells, Comandante del “Martín Alonso” 1 -Gemelo del “Temerario”-. El cañonero-torpedero había sido separado de sus iguales de La Habana para formar el núcleo naval de Matanzas. A la flotilla se unían el cañonero “Hernán Cortés” -gemelo en todo del “Balboa”- y el cañonero “Alsedo” 2.

La agrupación no tenía poderío suficiente para enfrentarse a la yanqui directamente, pero cuando el “Winslow” y el “Hudson” se adelantaron dictaron su propia sentencia.

El Teniente Matos permitió que el enemigo se introdujera a las entrañas de la bolsa de agua que formaba la Ensenada de Judio. Fue entonces, cuando pidió fuego de cobertura a las piezas ligeras de costa y salió con sus embarcaciones al encuentro del enemigo, cerrando el paso a sus espaldas.

Aunque torpedero yanqui daba los 24 nudos, el “Martí Alonso” llegaba a los 19. Cuando el “Winslow” quiso reaccionar, el segundo estaba a 800 metros de su estela cerrándole el paso para volver a salir a mar abierto. Su Comandante, el Teniente Bernadou, se vio obligado hacer una amplia ciaboga hacia el Este mientras el buque español le recortaba en línea recta distancias y abría fuego contra el con su muy superior artillería.

Por su parte, al “Hudson” -que no daba más de 12 nudos- le acertaron con las piezas ligeras de costa. El Teniente Newcome se vio en unos minutos con la mitad de su tripulación de 11 hombres fuera de combate y con los cañones del “Cortés” y del “Alsedo” apuntándole cada vez desde más cerca.

09:00 “USS Machias”. Través de Punta Sabanilla.

El Capitán Merry se percató de la crítica situación de sus compañeros menores, la cual reconocía era debida en gran medida a la imprudente operación ordenada por él. El Oficial americano que era hombre valiente y celoso de su fama, decidió entrar con su cañonero en la bahía al rescate. Mientras tanto el “Wilmington” se las entendería con los cañones Ordóñez modelo 1878 del Morrillo.

Nada más comenzar la progresión un gran surtidor de agua se levantó delante de su proa, después un segundo y un tercero. Debía rectificar la maniobra y navegar por otros parajes, aquellas columnas de agua era producto de los disparos de obuses de calibres grandes; si alguno golpeaba en picado la fina cubierta de su cañonero, lo taladraría como mantequilla de arriba abajo, las consecuencias podían ser funestas.

Tanto su buque como el “Wilmington” había recibido ya impactos directos de 57, 42 y 37 mm, pero aquello era otra cosa más seria. A su estribor, el barco del Capitán Todd pareció estremecerse, produciéndose en la banda opuesta una explosión considerable. Un proyectil de 160 mm de un Hontoria situado al Oeste de la Bahía, cerca de san Severino, le acaba de perforar el costado creándole un boquete importante. Los cañones españoles de esta clase tenían un pequeño, cómodo y moderno montaje naval de cuna tipo Vavasseur; el cual, les permitía girar sobre sí mismo como si el marco fuera un pivote, realizando las punterías con bastante facilidad.

09:15 Baterías de Punta Sabanilla.

El joven Oficial de Artillería del Ejército al mando de las baterías situadas al sur del Morrillo, manejaba con gran diligencia los tres dorados y resplandecientes obuses Plasencia de 210 mm montados en afustes Seraing. Estos últimos eran capaces de enviar proyectiles de 73 kilos a más de seis kilómetros, los dos OHS Ordóñez de 210 mm mod.1891 del Norte de San Severino competía en precisión con ellos. Resultaba obvio que unas piezas de tiro curvo no podían seguir con agilidad blancos en movimiento; ahora bien, sí eran aptos para barrer zonas preestablecidas al paso coincidente de los buques, realizado pequeñas correcciones relacionas con marcas conocidas de antemano.

El CF Ramos ya se sabía vencedor del combate, aunque por esto tenía que pagar un alto precio. Los nuestros sufrieron no pocas bajas relacionadas con la lluvia de proyectiles de 4 pulgadas con que les habían rociado los dos grandes cañoneros yanquis. La artillería norteamericana de calibre medio y tiro rápido había desbaratado además varios emplazamientos de todo tipo de piezas. La suerte también les jugó una mala pasada a los nuestros, al dañar con el fuego propio -de uno de los imprecisos cañones de avancarga- al “Alsedo”, que una vez sin movimiento fue apuntillado a distancia por el “Wilmington”.

09.30 Torpedero Wislow. 1.5 millas al Sur de Punta Sabanilla.

El Teniente Bernadou observó como el “Hudson” arriaba la bandera de norteamericana, entregándose con ese acto a uno de los cañoneros españoles. Sus camaradas mayores estaban atascados a la entrada de la bahía, enfrascados en combate directo con los cañones del adversario, si intentaban penetrar hacia el Oeste podían sufrir graves daños.

El Oficial empezaba a pensar que no recibiría refuerzos. Él no podía permitirse el mismo lujo que el “USCR Hudson”, “el remolcador tan sólo era un guarda costas del tesoro”. Si era necesario seguiría los pasos de su segundo el Subteniente Bangley, a quién un proyectil de 75 mm del “Cortés” le había partido en dos.

El “Winslow” con sus máquinas destrozadas estaba detenido. La blanca silueta del cañonero-torpedero español que le atacaba había guardado las distancias por temor a ser alcanzado por uno de sus torpedos. En un momento determinado, el enemigo tomó la iniciativa y le enfiló con su proa. Bernadou pudo observar nítidamente como desde las amuras de aquél salían proyectados dos cilindros brillantes de punta ojival, los cuales sin duda tenían mayor alcance que los propios. La suerte estaba echada, nada se podía hacer.

El joven Teniente ordenó a sus hombres abandonar la embarcación a toda prisa. Él, en soledad, personalmente agarró entre sus manos un cañón de 37 mm y ni tan siquiera perdió el tiempo apuntando a los torpedos que se dirigían a 26 nudos hacia él, prefirió gastar sus últimos segundos de vida disparando sobre el enemigo.

Con el “Winslow” esparcido en mil pedazos por la bahía, el “Hudson” apresado y con daños varios en los dos cañoneros restantes era suficiente. El Capitán Todd exigió a un humillado Merry la retirada; si no consentía, le dejaría sólo. Detrás de sí dejaban un reguero de bajas enemigas -sobre un centenar-, seis piezas de artillería destruidas y el “Alsedo” hundido, además los españoles gastaron otra docena de torpedos fijos.

Como experiencia se llevaban la sensación de que si querían obtener victorias deberían pagar un alto precio por ellas en hombres y material. Por otra parte, el CF Merry se fue convencido de que si Sampson hubiera tenido mayor voluntad de vencer cuando atacó aquella estación, habría triunfado y él no hubiera sufrido el presente fiasco.

Lo único positivo para los americanos era que las defensas españolas estaban mucho más debilitadas que hace tres horas, cuando había empezado el Combate de la Bahía de Matanzas.




1-571 tons. 6 Nordenfelt de 56 mm; 1 am 25 mm (originalmente una de 11 mm desembarcada y sustituida por la de 25 mm)
2-217 tons. Un cañón de 7 mm -el original era de 120 mm- y una ametralladora de 25 mm. De baja el año anterior y recuperado para la ocasión.

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CAPÍTULO XLII

INCIDENCIAS DEL ESTADO DE GUERRA (4)

Cañonero “Velasco”. Isla de Maui, Hawai. 16:00 horas del 17 de mayo de 1898.


El CF Eduardo Menacho ordenó replegar las velas de su aparejo de goleta y dar máquina a toda rumbo Este. De donde venía el viento, éste podía perjudicar más que beneficiar a su velocidad, además para intercambiar fuego artillero no era lo mejor tener el velamen expuesto.

No había duda que se la estaba jugando. El buque que venía de frente a su encuentro era el “USS Bennington”, cañonero gemelo del “Concord y por lo tanto superior militarmente a su nave. Para empeorar la situación, el enemigo era también más rápido; su esperanza consistía en que después de ocho meses fuera de casa en aguas hawaianas, sus bajos estuviesen sucios y la maquinaria con mantenimiento deficiente. El “Velasco” era más antiguo y estaba muy trabajado, pero había salido del varadero de Olongapo como un niño con zapatos nuevos.

Hacía unos cuatro días que el buque del Capitán Menacho había llegado con el “León XIII” a la ensenada de Makena de la isla de Maui, poniéndose acto seguido a descargar material para los rebeldes hawaianos. Ayer de madrugada, un agente de Robert Wilcox les dio aviso urgente que el “Bennington” estaba alertado y que había zarpado del puerto de Honolulu en su búsqueda.

La descarga de material se estaba demorando por el mal tiempo, con lo cual estaban a la mitad la misma. El CF Menacho no podía consentir el apresamiento del “León XIII”, al menos hasta que hubiese completado su misión, así que la única solución fue ir al encuentro del gran cañonero yanqui para distraerlo.

El “Velasco” abrió fuego con su Hontoria de 120 mm de proa y acto seguido se introdujo en el Canal de Pailolo entre las islas de Molokai y Maui; más tarde, doblaría al Norte navegando a lo largo de la costa Este de la primera de ellas. Su misión era muy complicada, no podía enfrentarse al “Bennington”, dada su superioridad; ni tampoco escaparse, ya que lo que quería es que le siguiese.

Una salpicadura de un cañón de 6” se abrió a unas 50 yardas de su proa por su amura de babor, los yanquis venían decididamente a por ellos. A una velocidad de trece nudos, las distancias parecían mantenerse estables a tres millas.

Crucero Acorazado “Infanta María Teresa”, Bahía de Santiago de Cuba. 05:30 horas del 19 de Mayo de 1898.

El mismo día ocho dejaron Recife en Brasil y partieron fuertes de paso hacia su destino. Sin parar pasaron próximos a la de la Martinica, acercándose a Cuba sin mayores problemas por el Sur -entre Jamaica y La Española-.

Una vez atravesado el angosto canal, el buque del CN don Víctor Concas estaba ya dentro de la bahía. Si el “Colón” no tenía problemas con el Bajo del Diamante, todos se reunirían dentro de aquella ratonera en unos minutos.

Con el práctico del puerto había embarcado en el “María Teresa” el CN Vilaamil, quien estaba ansioso por contarle las nuevas a su Almirante. Hacía ya para tres semanas que don Fernando llegara a Santiago de Cuba con los tres destructores y el vapor “San Francisco” 1. Tras saludos y cortesías de rigor pasó a informar.

Vilaamil “Mi Almirante la escuadrilla bajo mi mando ha llegado sin más novedad que una avería en las máquinas del “Terror”, el cual hubo de ser remolcado por el “San Francisco”, esperando poder repararlo aquí. Del enemigo ni rastro.
>>Como puede deducir vuecencia el bloqueo no es muy estricto hasta la fecha. Gracias a esto último, a que se empezó acopiar carbón desde Marzo y con lo le queda al “San Francisco”, tenemos almacenado en el puerto algo más de 5.000 toneladas de Cardiff y 2.000 del de Asturias.”

La escuadrilla de “destroyers” había llegado -tras una trabajada travesía- en compañía del vapor “San Francisco” el día 25 de Abril a Santiago, donde permanecieron fondeados discretamente en un lugar preparado al efecto de pasar desapercibidos. A las tripulaciones no se les permitió desembarcar y la prensa no escribió nada acerca de la arribada de las pequeñas embarcaciones; es más, en los diarios españoles se anuncio su pronto regreso a la Carraca procedentes de Canarias. Bien fuera por las medidas tomadas, la ineptitud de los servicios de información americanos o una mezcla de ambas cosas, la Navy sólo tuvo conocimiento de la presencia de las rápidas naves cuando hizo lo propio con el resto de la escuadra de Cervera.

Por parte americana, Sampson y Schley habían empezado ya a tener sus primeras desavenencias; consecuencia éstas de la poca diligencia puesta por el segundo en seguir las instrucciones del primero, especialmente en lo referente a dirigirse a Santiago en búsqueda escuadra española, alegando el Comodoro la falta de carbón.

Cervera “¿Qué fuerzas navales hay en el puerto que nos puedan reforzar?”

Vilaamil “De importancia el cañonero de 1ª “Marqués de la Ensenada” y el cañonero-torpedero “Filipinas”, ambos en muy buen estado. Además están el cañonero “Pizarro” de 300 toneladas y los gemelos de 115 “Alvarado” y “Sandoval”. Hay otras pequeñas cañoneras como La “Estrella”, “Guantánamo”,”Delgado Parejo, Cetinela, “Guardián” y “Baracoa”; a todas ellas se les han desmontados los cañones 2 de tiro rápido y las ametralladoras, instalándolos en las baterías de costa de la Bahía de Santiago.
>>El Contralmirante Manterola ha concentrado las fuerzas navales del Apostadero en dos bases principales: La Habana y Santiago, y dos secundarias: Matanzas y Cienfuegos -aparte de San Juan de Puerto Rico-. El resto de la costa, siguiendo la estrategia del Protocolo del todo o nada, la ha abandonado a su suerte desde el punto de vista naval. Los americanos deben bloquearla por si llegaran refuerzos o provisiones, pero parece un esfuerzo estéril enfrentar fuerzas destinadas a labores policiales a otras muy superiores. Definitivamente es inútil intentar defender todo el frente marítimo.”

Concas “A propósito, me he fijado en la entrada de la bahía, ¿parece que esta muy reforzada defensivamente?”

Villaamil “En efecto, Weyler ha echado toda la carne en el asador con sus exigencias.
>> De la Península han traído ocho bocas de gran tamaño 3, de Puerto Rico 6 0rdoñez de 150 mm y 4 obuses de 240 mm; por su parte, el crucero “Reina Mercedes” dejó sus seis Hontoria de 160 mm antes de marcharse. El General Linares ha asignado a la defensa contra posibles acciones de fuerzas sutiles en la costa una batería de Nordenfelt de tr. de campaña -4 piezas- 4 y para finalizar en las baterías interiores de la canal están emplazados cuatro obuses de 210 mm de avancarga, a todo ello se le suman las piezas ligeras desembarcadas de las cañoneras.
>>Además hay fondeados medio centenar de torpedos fijos tipo Bustamante procedentes la mayor parte de Guantánamo y Nipe, incluyendo trece que ya teníamos aquí.”

Cervera “¿Quien manda la defensa de Santiago y donde está Weyler?”

Vilaamil “El General en Jefe del IV Cuerpo de Ejército de Oriente es el Teniente General Linares y el de la División de Santiago el General Toral.
>>Weyler se encuentra en La Habana dirigiéndolo todo. Esta procediendo a concentrar las reservas del Cuartel General en Puerto Príncipe, a 100 kilómetros de Ciego de Ávila y unos 250 de Santiago. Si los americanos desembarcaran en Occidente, el ferrocarril está a tres días de marcha forzada para volver rápido desde allí; si lo hacen en Oriente, donde esperamos, a unas quince jornadas.
>> Dos o tres días antes del desembarco, sabremos con seguridad donde será y empezarán los movimientos. En ese momento, el Marqués de Tenerife se pondrá al mando de las tropas.
>>Si es cerca de Santiago, tenemos preparadas columnas de refuerzo desde Manzanillo y Holguín”

Farragut “Por lo que dice Fernando parece que todo está preparado al detalle.”

Vilaamil “No sé sí al detalle, pero créanme que Weyler y su Estado Mayor no se ha dormido en los laureles.”

“USS Charleston”. Honolulu 30 de Mayo de 1898.

El “Charleston” era un crucero protegido de 3.700 toneladas, armado con dos cañones de 8” y seis de 6”. El buque comandado por el Capitán Henrry Glass acababa de arribar a la isla y debía esperar por el resto del convoy.

La expedición estaba formada por el buque de guerra mencionado y tres transportes de tropas con 2.500 hombres a bordo; los cuales, todavía no habían llegado. La Brigada del Ejército venía a las órdenes del General eventual Thomas M. Anderson.

Como quiera que a Dewey le habían hundido el carguero “Nanshan” y el cañonero Elcano apresara el 28 de Abril al “Sabanah” con 1.600 toneladas de carbón australiano para el escuadrón asiático, se decidió incluir en el convoy a última hora un par de carboneros contratados al efecto.

El Capitán Glass tenía dos objetivos precisos: conquistar Guam -no gastando en la empresa más de un par de días- y reforzar a Dewey con tropas, repuestos, munición, víveres, combustible y la propia nave de combate con sus cañones.

Sin embargo, cuando llegó a Honolulu se encontró con una difícil papeleta. El buque de resguardo en el archipiélago -el “USS Bennington”- estaba maltrecho, hace más de una semana había zarpado en busca de un cañonero enemigo que merodeaba las islas.

La mañana del día 28, el cañonero yanqui regresó con el deber cumplido a su estación. Su oficial ejecutivo, el CC Curtis, relató a Glass la costosa victoria frente al buque español, al cual habían dado caza hundiéndolo.

Después de perseguirlo durante siete días entre las islas, con constantes cambios de rumbos y lejanos duelos artilleros, algún proyectil de fortuna debió alcanzar al “Velasco” en la maquinaria, entonces el modesto cañonero enemigo plantó cara. Tras cuatro horas de combate, cosido a cañonazos y con los incendios propagándose abordo, los españoles se dirigieron a un lugar arenoso de la costa de la norteña isla de Kauai embarrancando su nave. Mientras el “Bennington” remataba la moribunda embarcación -ya que esta no se rindió-, sus tripulantes ganaron la costa a nado o en los botes que no fueron alcanzados por los proyectiles. Durante los dos días siguientes el C.C Curtis intentó que los nativos le ayudaran a capturar del enemigo sin conseguirlo, al final decidió regresar a la base.

Para obtener el amargo triunfo los americanos sufrieron una docena de bajas -entre ellas su comandante-, varías vías de agua, las calderas dañadas, estructuras debilitadas por los fuegos y un par de piezas de artillería hechas trizas.

El Cap. Glass, como se ha dicho, estaba esperando por los transportes en la capital del archipiélago; los vapores habían zarpado de San Francisco el pasado día 25, él se les unió en alta mar y más tarde los adelantó. En cuanto llegarán debían dirigirse al Oeste para cumplir su misión.

Cuando por fin arribó el resto del convoy el día dos, el General Anderson accedió -dado lo crítico de la situación- a dejar en el archipiélago parte del Primero de California en el transporte “Ciudad de Pekín”. Intentarían dar caza a los más de 100 marinos españoles que supuestamente deambulaban por la isla de Kauai con el apoyo de los realistas indígenas. Eran hechos seguros que otro barco español había descargado armamento para los rebeldes y que con un manifiesto público firmado por estos, se preparaba una insurrección generalizada contra la inminente anexión yanqui de Hawai.



1-Armado con cuatro cañones de 9 cm y un par de ametralladoras
2- 1-57 mm; 4-42 mm; 5-37 mm. Una ametralladora de 11 mm se había desembarcado a tierra.
3-2 cañones Ordoñez de 305 mm; 2 cañones Ordoñez de 254 mm, un inesperado Krupp de 260 mm de Ceuta; 3 obuses de 305 mm (1 Barcelona, 1 Canarias, 1 Cartagena)
4- Provenían de una Brigada montada que entre otros cañones tenía 13 Nordenfelt de 57 mm

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07 Ago 2010 10:29
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(Continuación Capítulo XLII)

Transporte “USS Merrimac”. Santiago de Cuba, Madrugada del 3 de Junio de 1898.

Al Teniente Hobson le deslumbraron las potentes luces de los proyectores Mangin situados en Socapa Alta, Socapa Baja y el Morro 1; segundos después, varios proyectiles de los Hontoria de 160 mm y Ordoñez de 150mm -acompañados por otros de los cañones ligeros de tiro rápido- barrían al mercante de la superficie del mar.

No hizo falta que las baterías interiores de la Estrella y Punta Gorda 2 entraran en acción, ni tan siquiera hubo de explosionarse algún torpedo fijo o hacer entrar en acción a los buques menores. El barco del valiente y joven Oficial enviado por Sampson, se fue a pique envuelto en llamas a unas 2000 yardas de distancia de la boca de la bahía abatido por la baterías de Socapa y el Faro. Su incumplido objetivo era hundirse en la canal impidiendo la salida de la escuadra de Cervera. En el ataque le acompañaba uno de los acorazados yanquis, el cual intercambió fuego con la artillería pesada española.

El mayor coste de la operación para nuestras fuerzas fue la desarticulación de la red de espionaje en Canadá, la cual había descubierto a tiempo las intenciones del “Merrimac”. Para ello, la Oficina hubo de arriesgarse demasiado con los telegramas, siendo desenmascarada su organización por el contraespionaje americano, quien provocó la expulsión de los componentes de aquella por parte de las autoridades británicas en aras de una pretendida y supuesta neutralidad.

El día 26 de Mayo y procedente de Cienfuegos había aparecido la Escuadra Volante del Comodoro Schley en las proximidades de Santiago, aunque no fue hasta el 29 cuando se percató de la presencia de los buques de Cervera dentro de la bahía. Con la Volante venían el acorazado “Massachussets” -gemelo del “Oregon”-, el crucero acorazado “Brooklyn” de más de 9.000 toneladas, el acorazado de segunda “Texas” de 6.300, el crucero protegido “Mineanapolis” y un par de cruceros auxiliares 3. A esta considerable fuerza se les unió días más tarde la escuadra del Almirante Sampson, tomando éste el mando de las operaciones y estableciendo definitivamente el bloqueo de Santiago de Cuba por mar. La flota de Cervera estaba encerrada, para salir debía combatir contra una fuerza muy superior.

Sampson trajo consigo a su buque insignia, el crucero acorazado “New York” de 8.150, y los acorazados “Indiana” 4 e “Iwoa” 5. Si bien multitud de buques auxiliares y menores se sumaron a la importante flota americana, cabe destacar la presencia del el monitor “Puritan” y la permanencia en la zona del crucero protegido “Mineanapolis”. Debido a un cambio de planes sobre los originales, el cual se produjo en parte por el internamiento del “Oregon” en Río, en parte por la pérdida del “New Orleáns” en Europa, Sampson creyó conveniente remplazar los cañones del acorazado por los del más poderoso de sus monitores: el “USS Puritan” -un a mole de 6.000 toneladas con cuatro cañones de 305 mm- y paliar la falta de movilidad de éste con la presencia en de uno de sus mejores cruceros protegidos: el “Mineanapolis”-de 7.300 toneladas-. Para completar el dispositivo de cierre se les unió otro crucero protegido más, el “Newark”. Claro que todo este despliegue implicaba debilitar demasiado las fuerzas que bloqueaban la Habana.

Antes de lo del “Merrimac”, el Comodoro Dewey decidió poner a prueba las defensas de Santiago; obteniendo cumplida respuesta el día 31 de Mayo, cuando los “Brooklyn”, “Massachusetts”, “Texas”, Mineanápolis y el crucero auxiliar “Saint Louis”, hicieron una ronda de 60 disparos sobre las defensas de Santiago. Estas bajo la sabía dirección del Coronel Ordóñez, contestaron contundentemente. El “Massachusetts” recibió tres impactos, dos sin importancia y otro de un cañón de 254 mm instalado en Socapa; el Krupp de 260 mm alcanzó al “Saint Louis”, viéndose obligado el crucero auxiliar a abandonar el lugar averiado de cierta gravedad; y por último, el “Mineanapolis” encajó algún proyectil de los calibres ligeros. Las defensas de Santiago perdieron un Hontoria de 160 mm, sufriendo media docena de bajas.

Informado Sampson al día siguiente del combate, en particular de que entre los proyectiles enemigo los había de hasta 12”, decidió mantenerse a distancias cercanas a los 10 km durante de día; acercándose por la noche a la boca de la bahía e intercambiando entonces fuego esporádicamente con las posiciones españolas.

Punta Pescador, Bahía de Guantánamo. 14:00 horas del 10 de Junio de 1898.

El Sol caía a plomo cuando el Cabo 1º Ángel Castro se secó con la manga de su descolorido uniforme de rayadillo el sudor que desde la frente le resbala hacia los ojos. Llevaba inmóvil ocho horas subido a un árbol, sus músculos estaban entumecidos.

Los barcos americanos hacía varios días que merodeaban por la bahía sin encontrar apenas oposición española. Posiblemente buscaban cables telegráficos para cortarlos y estudiaban la potencial situación de los torpedos fijos enemigos. Parecía que hoy, al fin, se iban a decidir por desembarcar en la Playa del Este.

Él era tan solo un humilde campesino gallego que no sabía de tácticas, pero que tenía una estupenda puntería; aún así, cuando se alistó como voluntario al Ejército en el 95, no se le pasaba por la imaginación que acabaría siendo un magnífico francotirador. En la parroquia de Láncara, su padre le había enseñado a cazar de furtivo y a escaparse después de los civiles o de la guardería rural. Lo de ahora era más o menos lo mismo, sólo que no había que cobrar la pieza, nada más abatirla.

Era mentira lo que le habían contado acerca de que los oficiales de los Ejércitos no querían que se tomase por objetivo a los de igual clase del bando contrario, o por lo menos el Tcol Patiño no estaba de acuerdo con aquello. En las aburridas e interminables teóricas de las tardes, les había enseñado dibujos con las divisas americanas, ordenándoles apuntar a quienes portaran las de mayor graduación. Otra recomendación fue que dispararán a la barriga, era un blanco mayor que la cabeza y le creaba un gran problema logístico al enemigo, al tenerse que hacerse cargo de un compañero desahuciado y angustiado por el dolor.

Hasta ese punto lo entendía casi todo. Lo que se le escapaba a su cabeza, era el por qué la Armada había abandonado totalmente la bahía al principio de la guerra y el General Pareja se replegaba con el resto de sus 7.000 hombres a la orilla Oeste, renunciando por tanto al combate directo contra los americanos. A los cinco batallones de Infantería, los dos escuadrones de Caballería del Rey, los cuatro Krupp de la batería del cuarto regimiento de Artillería montado y a parte de los prácticos cubanos que formaban la tercera Brigada de la División de Santiago; se les había asignado como misión principal, ser la reserva fuerzas de Santiago cuando se les necesitase. No considerando por el momento, la misma Bahía de Guantánamo objetivo fundamental a defender.

Gran parte de los efectivos encuadrados dentro de las tres guerrillas de la misma Brigada, tenían objetivos distintos. Ángel que formaba parte de esas guerrillas, observaba desde el amanecer la evolución de la escuadrilla yanqui. El crucero “Marblehead”, el cañonero “Dolphin” y tres grandes cruceros auxiliares potentemente armados -incluido el “Panther” con más de 650 marines abordo- eran la fuerza de apoyo a la invasión.

Bajó los prismáticos, los primeros americanos acababan de desembarcar a tierra desde varios botes, él ya había encontrado quien portaba la divisa de mayor rango.

Comprobó que el alza estaba graduada a 600 metros. Su brazo izquierdo se apoyó en una sólida rama, la mano del mismo costado sujetó por el guardamano de nogal los cuatro kilos de madera y acero que pesaban los 125 centímetros de su magnífico Maúser modelo 1893. El cerrojo, que era la única parte no pavonada del arma, permanecía cubierto por un trapo para no provocar destellos. Su dedo se deslizó dentro del guardamonte para acariciar el gatillo, tirando suave y progresivamente del mismo hacia atrás. El disparo sorprendió tanto al tirador como al Mayor Cochrane, quien caía de rodillas en la arena con las tripas taladradas; casi al mismo tiempo, para no darles oportunidad a protegerse, sonó otro seco “paca” procedente de un apostadero vecino. Un segundo oficial con más suerte que el primero se desplomaba en el acto, abatido por un proyectil que se le había alojado en la sien izquierda. Al día siguiente, causarían baja los primeros marines sin graduación.

Manila 12 de Junio de 1898. Castillo de Fuerza Santiago.

La vida en la sitiada Manila se había vuelto poco menos que monótona. Los militares ocupaban sus puestos por turnos, los más cercanos a la capital volvían a ella para descansar cuando estaban francos de servicio.

Los españoles y la colonia de extranjeros acudían a los casinos o clubes con más frecuencia de lo normal. De suministros sólo se andaba regular, la carne o el pan casi habían desaparecido por completo y la pesca de calidad escaseaba. Lo que sobraban eran la cerveza y otras bebidas alcohólicas.

Los militares se reunían en el Casino de Oficiales, el cual a las cinco de la tarde empezaba a llenarse hasta ponerse de bote en bote; todo eran rumores, noticias sin confirmar, ingeniosos planes de batalla etc….

Lucas Pena, que residía en el centro militar, estaba entretenido mirando por un catalejo hacia la bahía antes de que se pusiera el Sol. Desde los primeros días después del combate, las aguas próximas a Manila se habían convertido en el lugar de reunión para las flotas de las potencias de medio mundo. Estaban presentes buques de guerra alemanes, ingleses, franceses, rusos y japoneses. Todos hicieron caso omiso del bloqueo americano, las tripulaciones iban continuamente a tierra, los británicos incluso hasta habían jugado un partido de cricket en el Club Inglés.

Con todo, los más desafiantes eran los alemanes, quienes también eran los más potentes militarmente. Un viejo acorazado, un crucero acorazado, tres cruceros protegidos y un transporte de tropas con 1.400 hombres formaban su escuadra.

Tras muchos incidentes, el punto álgido de la tensión se alcanzó en este día. La llegada del Contralmirante Diederichs a bordo del acorazado “Kaiser” -similar a nuestras fragatas acorazadas, aunque algo más grande y moderno- estuvo a punto de provocar un incidente grave al colocarse desafiante al través del “Olympia” y mantener con el buque insignia americano un intercambio de mensajes no muy corteses. La intervención del comandante británico, Capitán Sir Edward Chichester, quien interpuso su crucero acorazado el “HMS Inmortalite” -un Vizcaya en pequeño- entre ambos bandos, tocando su pequeña banda de música a continuación el himno nacional americano, enfrió el ánimo de los alemanes.

La arrogancia de Otto von Diederichs no era un capricho, tenía órdenes directas del Kaiser y para refrendo entre los comandantes de sus naves contaba con el hermano del monarca Heinrich de Prusia -al mando del crucero acorazado “Kaiserin Augusta”-; pero entre las intenciones del marino teutón no entraba el enfrentarse abiertamente a los británicos.

Por lo demás, a las siete era el toque de queda fuera de intramuros. No se podía considerar Manila una ciudad sitiada en el estricto sentido de la palabra; eso sí, no era aconsejable salir fuera de murallas por la noche. El levantamiento rebelde no tenía la virulencia esperada por los americanos; posiblemente debido a que entre otras cosas, el pasado día 13 de mayo, el esperado Procopio Aguinaldo había aparecido ahorcado en su habitación de Hong-Kong. Las autoridades de la colonia británica dijeron que era suicidio; por contra, todo el mundo pensaba que había sido asesinado por un mafioso chino al servicio de España, llamado Wo. Era mucha casualidad que el líder filipino debiera al día siguiente salir en el “McCullock” rumbo Manila para coordinarse con Dewey.

El nuevo líder tagalo, General Luna, tenía algunas partidas moviéndose alrededor de la capital y en otros lugares distantes había pequeñas guarniciones españolas aisladas. La fortaleza de los nuestros residía en que no se habían repatriado -como algunos pretendían- a los batallones expedicionarios. De tal forma que con ellos, las tropas indígenas, la Guardia Civil, Carabineros y Marina había cerca de 50.000 hombres en el archipiélago. A los que había que sumar 40.000 colonos armados y dispuestos a ocupar la tierra prometida. El Presidente Rizal apoyaba a los españoles con sus nuevas Fuerzas de Orden Público y además cada día detestaba más a los katipuneros.

Las cañoneras internadas en el Pasig se rearmaron, patrullando por la noche la costa en combinación con fuerzas terrestres, para evitar así el contacto y suministro de víveres de los nativos a la flota yanqui. El objetivo sólo lo habían conseguido parcialmente, pues las embarcaciones locales -llamadas cascos- seguían acudiendo a los barcos americanos. Además en una de las patrullas el pasado día 29, el “McCullock” había hundido al cañonero “Leyte”.

Los americanos fracasaron en su intento de desembarco en la isla del Caballo, posiblemente por no poder dar suficiente apoyo con el fuego de sus buques, debido a la escasez de munición. En otro aspecto, con mucho esfuerzo habían conseguido recuperar algunos cañones y pertrechos del zozobrado “USS Boston”.

El ambiente del lado nacional era de moderado optimismo. Por los medios de enlace previstos tenían noticias de que la guerra no iba mal del todo para los intereses patrios y de que en España se estaba preparando la expedición de socorro a los defensores de las Filipinas.

Lucas Pena encendió un cigarrillo, movió mecánicamente el vaso de whisky sin hielo -se había prohibido gastar energía en la máquina que lo fabricaba- y se quedó mirando ensimismado la espectacular puesta de Sol. Al fondo algunos oficiales, con no poco alcohol en sus venas, brindaban por la lejana España. Tal y como estaban las cosas, parecían más bloqueados los barcos de Dewey que las tropas españolas.



1-Socapa Alto: 2 Cañones Ordoñez 305 mm, 4 OHS 240 mm, 4 Hontoria 160 mm mod.1883. -Socapa bajo: 1 Nordenfelt de 57 mm, 2 de 42 mm, 2 Hotchkiss de 37 mm.
El Morro y baterías del Faro: 1 Krupp 260 mm; 2 ordoñez de 254 mm; 4 Ordoñez 152 mm.
En las estribaciones rocosas que dan a la bahía desde el mismo castillo del Morro: 2 Nordenfelt de 42 mm; 3 Hotchkiss de 37mm.
2-La Estrella: 3 Obuses de 305 mm; 2 OHS 210 mm mod.1870; 2 Nordenfelt 57 mm de Campaña.
-Punta Gorda: 2 Hontoria 160 mm mod.1883; 2 Ordoñez 152 mm mod. 1885; 2 OHS 210 mm mod.1870; 2 Nordenfelt de 57 mm campaña.
3-Los tres últimos llevaban varios días en la zona; lastima que Cervera no se diera cuenta de ello y los hundiera.

4-El otro gemelo del “Oregon”
5-11.000 toneladas de desplazamiento y más marinero que los del tipo “Oregon”

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(Continuación capítulo XLII)

“USS Bennington”. Honolulu 15 de Junio de 1898.

El Capitán del aviso de guerra “USS Mohican” traía instrucciones para que el C.C Curtis regresara urgentemente con su nave a San Francisco.

Al parecer, un gran crucero auxiliar español estaba atacando el tráfico marítimo Norteamericano en la costa Oeste. Los monitores no le podían dar caza por lentos, el crucero Philadelphia no estaba todavía preparado y el pequeño cañonero Wheeling permanecía ocupado en la costa de Alaska buscando otro supuesto vapor español armado -además por sí sólo, no sería capaz de enfrentarse al corsario español-.

El problema era el estado de su barco tras el combate con el “Velasco”. Pero las órdenes eran las órdenes y por desgracia en Hawai no había telégrafo para comunicarse con Washington, cargaría carbón y mañana zarparía temprano.

El “Charleston” ya había hecho lo propio hacía las Filipinas el pasado día cuatro, acompañado de dos de los transportes y los carboneros. Sería el débil y viejo “Mohican” -artillado tan sólo con armamento ligero- el encargado de dar protección a la isla. Antes de fin de mes, debía recalar en Honolulu una segunda expedición que incluiría el monitor “Monterrey”, varios transportes y carboneros; esto último, podría aliviar parcialmente lo precario de la situación americana en Hawai.

Crucero protegido “Emperador Carlos V”, buque Insignia de la Escuadra de Reserva. Estrecho de Gibraltar. 05:30 horas del 16 de junio de 1898.

Mientras en la soledad de su cámara privada y antes del desayuno, el Contralmirante don Manuel de la Cámara y Livermoore repasaba unas notas con los últimos detalles de la travesía; afuera, las escasas y tenues luces de la costa se iban quedando atrás.

No muy alto y un poco sobrado de peso, el Contralmirante Cámara -veterano de la campaña del Pacífico- era un malagueño perteneciente a distinguida familia de comerciantes. Su pelo casi blanco y el grueso bigote le daban un aire distinguido.

Don Manuel que había sido designado Comandante en Jefe de la Escuadra de Reserva, después de múltiples preparativos y no pocos retrasos, se aprestaba a devorar las 8.000 millas que le separaban de las Filipinas.

La División naval la componían los cruceros protegidos “Carlos V” con el CN Jiménez Franco al mando, el “Alfonso XIII” del CN don Luís Pavía, el “Lepanto” del CN don Guillermo Camargo y el “Reina Regente” 2º con Alonso Pita da Veiga al frente; como refuerzo se les unieron los cañoneros torpederos de 823 toneladas “María de Molina” , “Álvaro de Bazán” y “Marqués de la Victoria” -nuestro viejo conocido de las acciones de Portugal e Irlanda- comandados por un TN de 1ª cada uno de ellos. El Jefe de Estado Mayor de la Escuadra de Reserva era el CN Hediger y el encargado de coordinar la flotilla de buques auxiliares el CN Barrasa y Fernández de Castro.

El Vapor “Colón” les esperaría antes de la entrada al Canal de Suez para que repostaran los cañoneros, después continuaría con ellos. Aunque la escuadra podría tomar carbón en la Somalia francesa y en las posesiones italianas del Mar Rojo, a cada barco sólo le permitirían recalar 24 horas en los puertos, por lo cual dividirían la flota para terminar antes.

Entre Adén y Colombo es de suponer que rebasarían al dique flotante de Cartagena tirado por tres remolcadores y escoltado por el aviso de guerra -en realidad pequeño vapor de pasaje- “Joaquín del Piélago”, con este grupo debería ir el carbonero “San Agustín” 1.

El gobierno de Siam les facilitaría la última escala y carbón, en la parte de ese país que da al estrecho de Malaca. El carbonero “Covadonga” les estaría esperando allí desde un par de días antes de su llegada, escoltado por los cruceros auxiliares “Patriota” y “Rápido”. Todos juntos continuarían camino a Manila.

Los barcos españoles adelantados a la Escuadra de Reserva ya habían tenido problemas para atravesar el Canal, incluso se sabía que Hearst intentara comprar un buque para hundirlo en el mismo e impedir el paso de nuestra flota. Para acabar con las acciones insidiosas del magnate yanqui se decidió su ejecución. Hacía una semana, el millonario había aparecido con el gaznate degollado por una navaja de barbero en Nueva YorK; según dicen, un italiano había sustituido al que le afeitaba habitualmente. Muerto el perro se acabo la rabia y no se preveían más contratiempos que ciertos retrasos burocráticos creados artificialmente por las autoridades locales, provocadas a su vez por los ingleses para contentar a los americanos.

La medida con Hearst había sido drástica era cierto, pero su ambición estaba costando la vida a muchos españoles; mejor él que los nuestros, había discurrido la Oficina.

Crucero auxiliar “Buenos Aires”, 200 millas náuticas al Oeste de San Francisco. 07:30 horas del 17 de Junio de 1898.

El CF Bayo había estado al acecho del convoy naval yanqui desde que éste, el pasado día 15 saliera por Golden Gate de San Francisco.

Se trataba de la segunda expedición militar con destino a las Filipinas, aunque debido al estado de las cosas en Hawai llevaba instrucciones para quedarse en el archipiélago en caso de necesidad. La agrupación la componían cuatro transportes con 3.800 hombres abordo, el General Grene iba al frente de la misma.

El Capitán de Fragata Bayó recibía información fresca desde Méjico, bien a través del mercante “Isla de Luzón” -que ejercía de buque de apoyo y carbonero al tiempo- o directamente de los agentes españoles en ese país, quienes a la sazón habían comprado y armado ligeramente un pequeño buque ruso de nombre “Amur” a modo de aviso corsario.

Nuestro Capitán -el pasado día diez- había decidido no atacar a un gran monitor y su barco nodriza, por temor a ser destruido por los enormes cañones del primero. Lo de ahora era diferente, los buques eran indefensos mercantes sin escolta y con tropas en su interior.

El “Buenos Aires” había seguido a la formación enemiga por dos noches y un día entero. Al amanecer del segundo día, se acercó camuflado entre la bruma mañanera a los descuidados vapores, desencadenando a continuación un violento ataque.

La única defensa americana fue la dispersión. El bien armado crucero auxiliar español señaló una presa y ya no la soltó. Dos horas después de iniciada la persecución rendía al transporte “Zelandía” con 800 soldados en sus cubiertas -tripulación aparte-. Toda la tripulación y pasaje yanqui fue trasbordado al “Buenos Aires”, el buque norteamericano con los grifos de fondo abiertos se hundió rápidamente. Una semana más tarde, los supervivientes eran depositados sanos y a salvo en una pequeña población de la baja California mejicana.

Los otros tres barcos de la segunda expedición llegarían Honolulu casi dos semanas más tarde.

Palacio de la Marina, despacho del Jefe de Estado Mayor del Almirantazgo, Madrid. 18 de Junio de 1898.

Galindo se sirvió un vaso de agua de la jarra de cristal que había encima del aparador, sus frecuentes visitas al Vicealmirante Buttler le habían permitido cierto grado de confianza. El marino por su parte leía concentrado sobre su desordenada mesa de despacho los documentos que don Francisco le había entregado.

Vicealmirante Buttler “Don Francisco espero que las informaciones sean fiables, porque en unos minutos voy a intentar convencer al Comité que dé la orden para que salga hacia el Caribe lo que nos queda de escuadra.”

Galindo “Antes de nada quiero felicitarle por su merecido ascenso a Vicealmirante.
>>En cuanto a la fiabilidad de las noticias, andando entre espías nunca se sabe; ahora bien, las informaciones obtenidas y el análisis de la situación concuerdan. Por otra parte, he de reconocer que hemos quemado dos cartuchos muy importantes para obtenerlas, así que confío en que sean ciertas.
>>Con todo esto, nuestro hombre en Chicago ha sido detenido y el infante de marina yanqui comprado, quien se nos ha entregado en Guantánamo, sólo puede hacer lo que hizo por una vez.
>>Además los ingleses van expulsar a nuestros diplomáticos del Canadá, al relacionarlos con lo de Chicago por lo del “Merrimac”

Buttler “Vamos a resumir, antes de exponer el plan dentro de un rato quiero tener las ideas claras.
>> Datos objetivos son que Sampson y Schley bloquean Santiago desde el 29 de Mayo y que un batallón de Infantería de Marina yanqui ha desembarcado en Guantánamo los días 10 y 11.
>>Las informaciones más o menos contrastadas de sus agentes nos dicen: por una parte, que entre el día catorce y el quince, el V Cuerpo de Ejército americano ha embarcado en Key West destino al oriente de Cuba; y por la otra, que la Navy piensa establecer su base logística en la Bahía de Guantánamo.
¿Es exacto esto?”

Galindo “Así es Almirante, el número de hombres de la fuerza expedicionaria y los buques de bloqueo ya los conoce. ¿Qué piensa hacer el Comité?, debemos poner sobre aviso a las fuerzas que defienden la isla. Estas conocen las intenciones del enemigo por mi agente especial en Santiago, pero es necesario que sepan las propias.”

Buttler “Mi propuesta será que los tres cruceros acorazados que tenemos en Cádiz y otros tantos destroyers salgan hacia el Caribe atacando Guantánamo cuando lleguen.
>>Sabemos que no nos podemos enfrentar a los acorazados yanquis de forma directa estando todos reunidos. Ahora bien, una vez conseguido el objetivo de que los americanos desembarquen en Oriente, toca retirarles el apoyo de su flota; para eso, atacaremos su base logística con las fuerzas que podamos. Ellos se verán obligados a dividir su escuadra principal, en ese momento Cervera deberá salir de Santiago y enfrentarse al enemigo causando cuanto daño sea posible. Los buques que ataquen Guantánamo una vez hayan conseguido llamar la atención de Sampson, escaparán a la Habana o lo que más convenga en ese instante a tiro forzado, renunciando al combate directo con la fuerza que les persiga.”

Galindo “Comprendo, aprovecharemos la sorpresa; entre las naves que pueda dañar Cervera y las que vayan en la búsqueda de la División de Matta, conseguiremos que la fuerza naval que apoya el desembarco sea mínima. Ese será el momento adecuado para que Weyler contraataque por tierra. ¿Es más o menos así?”

Buttler. “Más o menos no, es exacto. Lo que ocurre que se ofrecen demasiadas variables y puede acabar en un descalabro.
>>Lo primero que necesitamos es que desembarquen donde queremos y que su base naval la establezcan en Guantánamo.”

Galindo “¿Por qué no va el “Pelayo”?”

Buttler “No está totalmente recuperado de su combate con el “Oregon”. Además su autonomía y velocidad son demasiado limitadas, podría ser un estorbo más que una ayuda. En la península puede hacer un buen servicio de disuasión con en compañía de los acorazados guarda costas.”

Galindo “Los destructores tampoco tienen capacidad para llegar por sí solos y los cruceros si van rápido pueden quedarse un poco escasos para cruzar el Atlántico, combatir en Guantánamo y escapar a tiro forzado hacia la Habana todo seguido.”

Buttler “Es verdad, por eso les acompañaran los últimos carboneros de los que disponemos. El “Ciudad de Alicante” y el “San Ignacio de Loyola” se encuentran en las Azores, en menos de una hora les mandaré un cable para que salgan de inmediato hacia un punto determinado en donde se encontrarán con la escuadra para repostar. Les escoltarán los auxiliares “Meteoro”, “María Cristina” y el aviso “Giralda”. El avituallamiento, aunque se tarde más tiempo, debe ser en alta mar con la finalidad de no perder el factor sorpresa.
>>Lo que debe organizar la Oficina es un sistema para que cuando estén repostando ya en el Caribe, alguien les informe de cómo está la situación lo más cercana a tiempo real en Guantánamo”

Galindo rebuscó una carta náutica de las Antillas, Buttler se levantó de su asiento y se acercó a donde estaba el Director de la Oficina.

Galindo “Se me ocurre que este es un buen punto para el trasbordo de carbón -señaló la carta náutica con el dedo índice-, no está a más de 90 millas de Puerto de Plata en Santo Domingo.
>>Yo tengo algún enlace en ese país. Si envía al “Giralda” a buscarlo, en cuatro o cinco horas podría llevarles las noticias de Cuba a la División de Matta, las cuales previamente habría recibido por telégrafo.”

Buttler “Me parece bien, pero eso es jugárselo todo a una carta”

Galindo “Sí pone a mi disposición algún otro buque rápido en Cuba, a mayores mandaría un agente con las mismas noticias.”

Buttler “No sé como saldrá, pero vamos a intentarlo.
>>Un par de cosas más. Sí con esta operación ha quemado dos de sus principales agentes y los yanquis han desarticulado su red en el Canadá, ¿tiene algo en la recámara para sustituirlos?
>>Personalmente me preocupa sobre manera que el “Buenos Aires” pueda seguir operando en la costa Oeste de los EEUU. Sus tres ataques a mercantes han resultado demoledores sicológicamente para los americanos.

Galindo “Repercutir en las operaciones, va a repercutir negativamente no me cabe duda. En respuesta a su pregunta, sí tengo un par de cartuchos en la recámara.
>>Por el “Buenos Aires” no debe preocuparse hasta que el crucero “Filadelfia” este listo, entonces debemos retirarlo. Tengo a Álvarez del Sobral trabajando en Méjico para darle información a nuestro barco y el “Isla de Luzón” puede seguir tomando carbón en Colombia para trasbordarlo posteriormente al “Buenos Aires”.
>>En cuanto a los agentes importantes infiltrados me quedan los mejores. Les llamamos “Helena” y “Héctor”, el segundo está virgen todavía.”

Buttler “Una curiosidad, tengo la sensación de que Colombia nos ayuda en todo este conflicto.”

Galindo “Extraoficialmente nos echan una mano. Alguien en su momento les hizo ver que como los americanos se hagan los amos del Caribe, su soberanía en Panamá estará más que en peligro.”

Buttler “Sólo nos queda rezar y tener suerte”

Galindo “Si Dios existe, cosa que ignoro pero deseo fervientemente, no creo que tenga nada que ver con esta u otra guerra; eso será más cosa del diablo. En cuanto a la suerte es importante siempre y tiene razón, como en este caso no nos favorezca perderemos la guerra.”



1-Armado dos de Armstrong de 75 mm y un par de ametralladoras pesadas.

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CAPÍTULO XLIII
LA BATALLA POR GUAM.

Bahía de San Luís de Apra, Guam. 08:00 horas del 20 de Junio de 1898.

El Estado Mayor General de las Filipinas pensó que si debía defender algún sitio en Oriente además de Manila, este era Guam. Las informaciones de la Oficina concluían que el Buró de Navegación de la Navy lo consideraba como un lugar de gran interés estratégico y logístico para su expansión en Asia; y que por lo tanto, merecía la pena un esfuerzo extra para conquistar la mencionada isla.

A pesar de conocer las intenciones yanquis, las fuerzas españolas estaban al límite de su capacidad en Asia. En consecuencia a lo anterior, a la paradisíaca isla -en cuanto a material se refiere- se envió lo que sobraba de Manila; siendo parte de ello, ya antes de llegar a las Filipinas, despojos procedentes de la Península.

Lo mejor: 4 cañones Hontoria de 160 mm transformado del nº2 y 3 revólveres multitubo Hotchkiss de 37 mm; los primeros del “Aragón” cuando se entregó a la Armada (después fueron sustituidos), los segundos del “Castilla”.

En los transportes “Cebú” y “Manila” -fondeados ahora al final de bahía, cerca de Punta Piti- habían traido como carga dos Parrot de 120 mm -avancarga-, una ametralladora de 25 mm y otra de 11 mm, todo armamento dotación del “Marqués del Duero”. También desembarcaron el Krupp de 8 cm que montaba el “Cebú”.

El Ejército aportó dos antiguos Elorza de 240 mm y cuatro obuses de avancarga de 210 mm, anulando su instalación en las pequeñas islas Chafarinas al Norte de Marruecos.

De las Filipinas y con el último desembarco de tropas del día uno de Mayo, llegaron otras dos ametralladoras Maxim-Nordenfelt de 11 mm y seis Hontoria de 7 cm pertenecientes a los cañoneros “Ulloa” , “Austria” y “Velasco” para ser operados por personal de artillería de campaña.

En lo referente a soldados, la propia dotación de la isla era de 4 oficiales -médico incluido-, 54 soldados españoles y 54 chamorros 1. La Armada reforzó la guarnición con una compañía de 125 hombres de Infantería de Marina y los 150 marineros de los transportes fondeados, empleando los últimos principalmente para el servicio de la artillería de costa.

Antes de esto, en la segunda semana de Abril, del “Isla de Luzón” desembarcaron dos secciones de ingenieros, los artilleros de una batería de Plaza de Manila y una compañía de un batallón expedicionario. Cuando el trasatlántico regresó dos días más tarde a las Filipinas, se llevó consigo las familias de los militares de la Guarnición y los funcionarios civiles. El mercante era un viejo conocido de las Marianas, ya que desde principio de año venía trasportando regularmente a Guam las piezas de artillería de porte pesado.

El primero de Mayo con el “Cebú”, “Manila” y “Lezo” llegaron unos 100 artilleros del 6º Regimiento de montaña para servir los Hontoria de desembarco, la ya mencionada Infantería de Marina y una sección de guardias civiles. Con este convoy iban también el crucero auxiliar “Buenos Aires” y de nuevo el transporte “Isla de Luzón”, aunque sólo estuvieron fondeados unos días y continuaron travesía hacia un destino desconocido para casi todos.

Alrededor de 650 hombres, 15 minas, una docena de antiguas piezas de artillería costa, seis cañones de desembarco y tres ametralladoras Maxim fueron en resumen las defensas destinadas a la distante y solitaria isla de Guam.

Imagen


08:15 En una playa de la costa Norte de la Península de Orote.

La hermosa yegua de color prieto dio un respingo al sentir el bocado sobre su sensible lengua, quizás el Capitán don Pedro Duarte había tirado demasiado bruscamente de las riendas. El Oficial se frotó los ojos con sus puños, a lo mejor la vista le estaba jugando una mala pasada aquella borrascosa mañana. No había duda, desde la playa de la península de Orote se distinguían los contornos borrosos de las siluetas de varios buques en el horizonte. Al menos uno era de guerra y estaba procediendo con estudiada parsimonia a enfilar la boca de la bahía desde unas cuatro millas de distancia. Duarte debía regresar al galope al Fuerte Santiago y desde allí comunicarse con el Gobernador de la isla. El Coronel Marina había cambiado su residencia hacía más de un mes de la capital Agana al Fuerte de Santa Cruz, situado éste sobre unos arrecifes en la Bahía de Apra.

El cañonero “Lezo” -que había partido del mismo puerto de Apra la semana pasada- se dedicaba a navegar de ida y vuelta entre Guam y la Bahía de Lamon desde que empezará la guerra. El enclave marítimo filipino estaba situado al Este de Luzón y se comunicaba por medio un diminuto vapor armado a través de Laguna Bay con Manila. Por medio del Comandante del “Lezo”, Teniente Benavente, en las Marianas tenían noticias del resto del mundo. La última novedad participada fue la salida el 25 de Mayo desde San Francisco de un contingente destinado a conquistar su isla. Lo que estaba aconteciendo no les cogía de sorpresa, pero una cosa era saberlo y otra estarlo viviendo con sus propios ojos.

El Capitán llegó sudoroso al baluarte defensivo, dirigiéndose a continuación rápidamente a su despacho. Pidió un café negro al ordenanza chamorro y tomó uno de los tres teléfonos militares de Guam. Al otro lado de la línea contestó el mismo Coronel don Juan Marina, quien todavía se estaba abotonando la guerrera.

Capitán Duarte. “A la orden de usía mi Coronel. ¿No se si esta viendo lo mismo que yo?”

Coronel Marina “Pienso que si Pedro, ya he alertado al Teniente García en la Comandancia de Marina de Piti.
>>Le he dado instrucciones para que las baterías de la isla de Cabras abran fuego en cuando estén a tiro los objetivos. Usted haga lo propio con las suyas, si es necesario explosione alguna mina. Bajo ningún motivo deben entrar en la bahía.”

08:40 “USS Charleston”. Milla y media al Oeste de Punta Orote, Guam.

El Capitan Henry Glass no se esperaba una respuesta tan contundente por parte española. Después de abrir fuego con sus cañones de tres libras varias veces sobre el Fuerte Santa Cruz, una densa andanada de proyectiles enemigos cayeron alrededor de la nave y un torpedo fijo acababa de estallar delante de su proa. Era suficiente para replantearse la acción.

Los informes que poseía decían que los españoles estaban prácticamente indefensos, siendo dudoso que ni tan siquiera tuvieran conocimiento de que se hubieran roto las hostilidades.

El sorprendido Cap. Henry Glass decidió retirarse a una posición más lejana y desde allí comprobar la capacidad artillera de la plaza. A unas tres millas comenzó a machacar las posiciones españolas con sus cañones de ocho y seis pulgadas.

08:50 Batería de Punta Orote.

El TN Ozamir pudo ver como varios disparos impactaban en el Fuerte de Santa Cruz, desmoronando parte de sus antiguas piedras; más al Norte, en el fondeadero cercano a Punta Piti, unas llamaradas salían del casco de su buque el “Manila”.

Segundos más tarde, el Elorza de 240 mm de la batería era hecho añicos por el fuego sostenido del crucero americano, provocando al mismo tiempo una escabechina entre los sirvientes.

Apenas si habían tenido tiempo para emplazar las piezas, así que la protección era en extremo liviana.

09:00 Batería de la Isla de Cabras.

Al TN Barreras le encolerizó ver como su indefensa nave, el “Cebú”, era pasto de los cañonazos del “Charleston”, por lo que ordenó arreciar el fuego artillero en contra del adversario.

El cañón Elorza de 240 mm era tremendamente impreciso, se conoce que los tetones de los proyectiles habían desgastado en exceso el rayado de las desfasadas piezas. Los obuses de 210 mm no llegaban tan siquiera a la distancia a la que se encontraba el enemigo. La esperanza descasaba en los viejos Hontoria de 160 mm.

09:15 “USS Charleston”. 2 millas al Oeste de Punta Orote.

Al principio, cuando se estaba acercando, lo habían alcanzado con munición menuda -posiblemente de 37 mm o 25 mm-, a partir de ahí el fuego español no había cesado. La mayoría de los proyectiles se quedaban cortos, pero sin destruir antes la artillería enemiga no podía exponerse a entrar en la bahía.

Al Capitán americano, el acertar a la distancia que se encontraba se le antojaba complicado. Había hecho ya fuego eficaz sobre blancos algo mayores -como los buques fondeados-, los cañones eran objetivos más difíciles.

Un proyectil de tamaño medio cayó en la cubierta principal del “Charleston”, el impacto fue lo suficiente importante para retirarse a mayor distancia todavía y cambiar de táctica. No podía permitirse el lujo que dañaran su nave, ya que la misión principal era reforzar a Dewey en Manila.

El Cap. Glass le pidió cortésmente al General Anderson que le acompañase a su cámara privada, debían de tomar urgentemente una determinación.

Cap Glass. “General, yo no puedo emprender una batalla para desembarcar aquí. Debo llegar con el buque más o menos intacto a Manila.”

Gnral. Anderson. “Lo entiendo, pero me niego a seguir hasta las Filipinas quedando el enemigo casi intacto a nuestras espaldas en Guam. Los buques corsarios enemigos pueden utilizar esta isla como base de operaciones sobre las Hawai o incluso la costa Oeste de nuestro país. Debemos tener en cuenta igualmente que desconocemos cuando concluirá la guerra y no se debe dejar pasar la oportunidad de conquistar un territorio que resultará útil para posteriores negociaciones.
>>Ayúdeme a desembarcar en otra parte de la isla y continúe viaje con los carboneros.”

Cap Glass “No creo que tengamos oposición para hacerlo al Sur, entre las Puntas Aga y Jalaibai.
>> De lo que estoy seguro es que al Comodoro Dewey no le gustará que llegue sin fuerzas de tierra a Manila”.

Gnral Anderson “Ese es el problema de Dewey, el mío será progresar por el interior de la isla hasta Agana y Apra.
>>Según nos ha dicho el mercante japonés que nos encontramos hace un rato fondeado al través de la bahía, puede haber más de 500 soldados españoles esperándonos en Guam. La orografía del terreno les permitirá hacer frente a mis 1.500 hombres en los montes Lamlam. Pronóstico que va a ser una campaña muy dura y más larga de lo que esperábamos.”

Cap. Glass. “Señor hay otra cuestión, puede haber algún cañonero español sin controlar en aguas próximas. No creo que sea gran cosa, pero los transportes están desarmados.”

Gnral Anderson “Me arriesgaré, le ruego me deje su pieza de desembarco y una Gatling para armar uno de los vapores, al otro lo enviaré de vuelta a Hawai para comunicar nuestra situación a la segunda expedición.
>>De todas formas, si antes enlazan ustedes con casa, particípenles nuestras necesidades.”

Cap. Glass “Se me ocurre, ante lo complicada que se está poniendo la situación, que una vez en Manila intentaré que Dewey autorice al “USS Monocacy” para que se dirija a Guam al encuentro de usted.
>>Su última posición conocida era en China y aunque no es gran cosa -la propulsión es de rueda, el casco de madera y su artillería liviana-, como el enemigo tampoco se promete muy importante, ese viejo cañonero con el apoyo de uno de sus mercantes armados a lo mejor pueden hacerle frente.”

Gnral Anderson “Estupenda idea, cualquier ayuda será bienvenida. Ahora deseémonos suerte mutua y manos a la obra, cuanto antes empecemos mejor.”



1-Los soldados españoles estaban dotados de Mauser los chamorros con Remington

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CAPÍTULO XLIV
LA DEFENSIVA. Campaña de Santiago de Cuba.

Las Guasimas, unos 10 km al Este de Santiago de Cuba. 08:00 del 23 de Junio de 1898.

El Brigadier Rubín de Celis terminó de desplegar dos de sus tres batallones de Infantería -San Fernando y Puerto Rico- y una batería de artillería de tiro acelerado Krupp 75 mm en las alturas situadas al Sur de la pequeña villa de Sevilla. En la reserva permanecerían el Batallón de Talavera y un escuadrón de Caballería del Rey.

El Teniente General Linares le había encomendado la misión de retrasar el avance americano. Con ello pretendía ganar tiempo para permitir el despliegue de las unidades defensoras de Santiago y la llegada de las columnas de refuerzo procedentes de las Divisiones de Manzanillo y Holguín, así como de la Brigada de Reserva del Cuartel General del Ejército de Operaciones de Cuba desde Puerto Príncipe.

Los yanquis apoyados por rebeldes cubanos, después de hacer varios amagos de desembarco en diferentes puntos de la costa durante el día 22, se decidieron al día siguiente por las playas de Daiquiri -situadas a más de 20 kilómetros al Este de Santiago- para el asalto definitivo.

El V Cuerpo de Ejército de los Estados Unidos, bajo el mando del Mayor General William “Pecos Bill” Shafter, estaba constituido por el Cuartel General 1 y varias unidades: dos divisiones de Infantería de a tres brigadas cada una, dos brigadas independientes del mismo Arma, una división de Caballería formada por dos brigadas y un batallón de Artillería con seis baterías 2 . En total cerca de 18.000 hombres, reforzados por los más de cuatro mil irregulares cubanos de Calixto García.

El día 23 llegó desmontada -la mayoría de los caballos se habían ahogado en el desastroso desembarco- la punta de lanza de la División de Caballería del Mayor General Wheeler a Siboney; desde allí , desobedeciendo las órdenes Shafter, se precipitó con dos escuadrones de la Brigada Young y los Ruogh Riders a la conquista de Sevilla.

Las tropas del General de Brigada Rubín de Celis permanecieron impertérritas mientras los puntos azules y caquis de la lejanía se iban haciendo cada vez mayores, hasta llegar a tomar forma humana.

Cuando estaban a dos mil metros de distancia dio la orden de fuego a los cuatro Krupp de 75 mm -los cuales dispararon con granadas Shrapnel-; a los mil, lo hicieron las dos ametralladoras Maxims de 7 milímetros; y al bajar de los seiscientos, un millar de fusiles Maúser realizaron un par de descargas de fusilería. Las unidades atacantes se clavaron al terreno con las primeras bajas, media hora después retrocedían al punto de partida.

Los americanos respondieron al fuego con los cuatro cañones ligeros Hotchkiss de 1.65 pulgadas del destacamento artillero del 10º de Caballería -muy inferiores a los Krupp, pero de fácil manejo-, con sus carabinas Krag-Jorgensen -casi tan buenas como los Maúser y menos usadas que las armas españolas, aunque con un cerrojo endeble- y con dos ametralladoras Colt de 7 mm. Wheeler tuvo que emplear el resto de la Brigada Young, la Summer al completo y recurrir a 500 refuerzos cubanos del General Castillo para no caer en un desastre.

Los nuestros cumplirían su deber hasta que días después se retiraban hacia sus posiciones en Santiago empujados por la Divisiones de Infantería Kent y Lawton, una vez que el desembarco en Daiquiri estaba ya consolidado.

En las tres primeras y decisivas horas de lucha los españoles tuvimos 9 muertos y 27 heridos, los americanos 16 y 46 respectivamente. Durante tres jornadas se prolongó la defensa de las Guasimas a una media de 12 horas de combates diarios, aunque no todos con la misma intensidad que el primero. Al final, las bajas se multiplicaron por 6 en ambos bandos.

Crucero Acorazado “USS New York”, proximidades de la costa de Santiago de Cuba. 26 de Junio de 1898.

Las altas temperaturas eran más llevaderas sobre la cubierta del buque -donde corría la brisa marina- que en su interior; por eso mismo, William T. Sampson había ordenado motar una mesa bajo una lona en la toldilla de su nave Capitana.

El Almirante dio un sorbo a su limonada y se dirigió al Oficial Ejecutivo del crucero, quien esperaba a pie firme después entregarle un mensaje que previamente había traído un ayudante en un bote desde Siboney.

Almirante Sampson “Potter puede retirarse, no le necesito”

El Capitán de Corbeta William Potter estaba indignado con el desprecio que le demostraba abiertamente el Almirante.

C.C Potter “Si me lo permite Señor, quisiera participarle algunas ideas que tengo. Al fin y al cabo soy parte de su Staff.”

Sampson “Gracias seguro que serán muy interesantes, más tarde se las expone al Capitán Chadwick. Él como mi Jefe de Estado Mayor es la persona adecuada para ello. Ahora retírese, es una orden.”

“Si Señor, a sus órdenes Señor” Potter se cuadró y con una marcial media vuelta se fue por donde había venido.

Capitán de Navío French Ensor Chadwick, Comandante del crucero acorazado “USS New York” y Jefe del Staff de Sampson.
“William no sé por qué tratas tan mal al pobre Potter.”

Sampson “Porque él era el hombre de T.Roosevelt en la Comisión Maine y le filtraba continuamente información de manera desleal. Como tú personalmente sabrás al igual que yo, ya que eras mi vicepresidente en el Mangrove 3.
>>Siendo así y sabiendo que el cabrón del Comodoro Schley -que es otro hombre de Tedy- me la tiene jurada, no quiero confianzas con Potter. Con toda seguridad está en el bando contrario, y no me refiero a los españoles.”

Chadwick “Con el mayor de los respetos y sabes el aprecio personal que te tengo, ¿no estarás viendo fantasmas en donde no los hay?”

Sampson “Tú piensas lo mismo que yo, únicamente quieres tirarme de la lengua. Mira Schley no me perdona que le saltase en el escalafón y hará cualquier cosa para que me cesen, recuerda la poca diligencia que puso en cumplir mis órdenes de dirigirse a Santiago rápidamente para buscar a Cervera.
>>A eso únele que esa vaca gorga de Shafter me presiona para que ataque las defensas de Santiago directamente por mar. Dice que es demasiado duro para sus tropas desde tierra.
>> ¿Y sabes que le ha dicho el muy desleal Schley? : Que él lo haría fácilmente, pero que yo no me atrevo.
>>Esto último, me lo ha contado el otro día el Mayor Wagner del MDI. De paso, me dijo que Shafter está postrado en una cama la mayor parte de tiempo, muy desmoralizado después del traspiés de las Guasimas y porque algunos de sus generales como Wheeler o Lawton no le hacen mucho caso.”

Chadwick “No te fíes de Wagner, es un trepa que sólo busca el propio lucimiento personal y creo que es afín al General Miles. Ya sabes el enfado que tiene éste último con Shafter, al no ser elegido él como jefe del V Cuerpo de Ejército a pesar de su rango. Tengo entendido que anda por Washington enredando todo lo que puede.
>>Lo que sí es cierto, es que el Secretario Roosevelt prefería antes a una vedette mediática como Schley al frente de la escuadra que a un marino de perfil técnico y aséptico como tú”

Sampson “Lo ves, tu mismo lo reconoces. Esto se está poniendo muy complicado y para colmo este mensaje, que con la panda de incompetentes que tenemos en la inteligencia naval, vete tú a saber si no es un nuevo error. Te cuento:
>>Dice que el día 19 de Junio salieron de Cádiz al mando del Comodoro Matta, tres cruceros acorazados y tres destroyers. Que el día 23, alguien se reportó al semáforo de Canarias en nombre de la escuadra de Matta con destino a Cabo Verde; ¡pero pásmate! un infiltrado comunica que por allí realmente no pasó ningún barco de guerra español. El día 24 sin embargo, un agente nuestro en las Azores recibe información de un marino de guerra portugués acerca de que una escuadrilla española con seis barcos ha pasado próximo a ese archipiélago.
>>Inteligencia naval deduce: sabiendo los españoles como saben, que tenemos agentes vigilando permanente los semáforos marítimos, han ordenado navegar por la noche a unos buques cualesquiera por las aguas de Canarias, reportándose como la División Naval de Matta para que nosotros pensáramos que viene hacia Santiago. La conclusión final es que realmente van atacar al bloqueo de La Habana o la costa Este y por eso han tomado la ruta de las Azores.”

Chadwick “A mi me parece muy precipitada la conclusión, ellos sabrán. Por lo menos aquí con los cuatro acorazados y dos cruceros acorazados estamos seguros.
>>Hay un detalle curioso, del mensaje también se deduce -Sampson se lo había entregado previamente- que no traen el acorazado “Pelayo”, si quisieran atacar al grueso de la flota vendrían con él por Cabo Verde, quizás repostando en Puerto Rico. Puede ser verdad que vayan al Norte.”

Sampson “Si es cierto, en La Habana lo tendrán crudo. Pienso que por eso nos ordenan que el “Mineanápolis” y el “Puritan” vayan a toda maquina a reforzar el bloqueo sobre la capital.”

Chadwick “¿Qué me dices, nos dejan sin esos dos buques? Lo mejor que podrían hacer es refugiar a los monitores en un puerto y reunir toda la flota aquí a tus órdenes.”

Sampson “Eso es imposible, los cruceros españoles podrían atacar la Costa Este impunemente. ¿Te imaginas lo que dirían los periódicos y la opinión pública? Además no podemos mantener una guerra con España en Cuba, sin tener bloqueada La Habana.
>>Lo absurdo es no haber atacado La Habana por tierra y mar como yo propuse en su momento. Schley y Shafter me critican ahora por no atreverme a bombardear Santiago; sin embargo, se olvidan que estaba dispuesto a hacerlo con La Habana que está más potentemente artillada 4. Allí, podía tener reunida toda la flota con una enorme potencia de fuego y sin problemas para consumir munición, carbón o regresar a base en caso de daños serios. Ellos son los que se empeñaron en desembarcar en Santiago porque Cervera estaba en su bahía. A nosotros no nos debía haber importado eso, si hubiésemos tenido toda la Escuadra del Atlántico agrupada al Sur de Florida. Ojalá nos hubiesen atacado entonces los españoles.
>>Tengo la terrible sensación que desde empezó esta maldita guerra, o incluso ya antes, estamos haciendo lo que quiere el enemigo.”

Chadwick “Pues debemos resolver un gran dilema: si la Marina se va de aquí, el V Cuerpo de Ejército se viene con nosotros o se desmorona -eso en todo caso sería una humillante retirada-; y si nos quedamos, la costa Este y la Escuadra de Bloqueo estará en peligro.”

Sampson “Supongo que el Consejo de Guerra Naval, con Sicard y Crowninshield al frente, confían en que los españoles no quieran dañar sus cruceros combatiendo contra una fuerza secundaría.
>> Con el “Mineanapolis” y el “Puritan”, el Comodoro Howell tendrá en los alrededores de La Habana cuatro cruceros protegidos 5, dos grandes monitores 6, algunos cruceros auxiliares bien armados, varios cañoneros, torpederos y bastantes yates artillados. Incluso puede ser que el “Detroit” o el “Montgomery” se hayan recuperado de lo de San Juan y se les unan”

Chadwick “A lo mejor tienen razón. Aunque los cruceros españoles son superiores a cualquiera de los buques del bloqueo por separado, en un combate directo con todos a la vez sufrirían daños muy severos. Posiblemente dejaríamos a más de uno fuera de servicio una larga temporada o lo que es mejor lo hundiríamos. No se pueden permitir ese lujo.
>>Los tres destructores que acompañan a los cruceros, sumados a los dos cañoneros de 1ª, otro se segunda y el par de cañoneros-torpederos de La Habana no son suficientes como fuerza de apoyo.”

Sampson “De acuerdo, ¿entonces para que van a ir a La Habana, si no deben combatir?”

Chadwick “Siguiendo con tu razonamiento posiblemente no irán a La Habana, si no que atacaran el tráfico marítimo de la Costa Este y regresarán a España. Por ello hay presumiblemente dos carboneros en navegación a su encuentro, al menos eso pone en el mensaje que me has pasado.
>>En definitiva y según las teorías de Ecole para ese fin están concebidos los buques españoles: atacar el tráfico marítimo a gran distancia de sus bases. Los veloces cruceros protegidos enemigos no tienen potencia para enfrentarse a ellos y los acorazados no los pueden alcanzar.
>>No obstante, no hay que descartar que den un aguijonazo en La Habana, pescando a algún incauto despistado lejos de la protección del conjunto de la Flota.”

Sampson “Yo no descarto nada. Hay algo que no me cuadra en todo esto. Transmite a Schley la orden de mantener sus barcos reunidos y próximos a los nuestros. Salvo cuestión máxima necesidad que no se dispersen y en ese caso que tomen precauciones avisándome de antemano. Haz lo propio con el resto de la flota.
>>Al Comodoro no es necesario que le cuentes los detalles, ya lo hará Potter sin mi permiso.”



1-Un bon. de Zapadores, una compañía de Comunicaciones, un regimiento de Caballería, un destacamento de ametralladoras Gatling y Sanidad Militar.
2-4 de campaña de a cuatro piezas cada una y dos de sitio
3-Buque donde se reunió la Comisión americana del “Maine” en Santiago de Cuba.
4-Artillería de costa de La Habana: 2 Krupp 305 mm; 2 Ordóñez 305 mm; 6 Krupp 280 mm mod.1870; 2 Ordóñez 240 mm mod.1891; 12 Ordóñez 150 mm; 8 obuses 210 mm mod. 1891; un buen número de obuses 210 mm de avancarga mod. 1870. 10 caponeras Nordenfelt de 57 mm y gran cantidad de piezas antiguas.
5-Los otros tres eran “Columbia”, “San Francisco” y “Cincinati”.
6-con el “Miantonomoth”

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08 Ago 2010 09:28
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(Continuación Capítulo XLIV)

Plaza de Armas, Santiago de Cuba. 30 de Junio de 1898.

Los casi 40.000 habitantes de la ciudad más caribeña de Cuba, después de tres largos años guerra y más de dos meses de bloqueo marítimo, se habían convertido en personajes tristes, asustados y pesimistas.

Al aplastante calor se unía la escasez de casi todo, especialmente de alimentos, los cuales racionados desde hace un par meses eran repartidos por soldados y bomberos voluntarios.

Tras haber ayudado a los ingenieros militares españoles trabajando en las fortificaciones, la mayoría de la población civil no movilizada permanecía ociosa gran parte del tiempo. Los que no habían abandonado la ciudad 1 se entretenían sentados a las puertas de sus pequeñas casas pintadas en vivos colores contemplando como por las empinadas, largas y rectilíneas calles -algunas empedradas, las más de tierra- desfilaban levantando el polvo las interminables columnas de cansinos soldados uniformados de rayadillo y cubiertos con el típico jipijapa. Las tropas se dirigían hacia sus puestos de combate a las afueras de la ciudad.

Los Generales Weyler y Linares habían planeado la campaña contra los americanos aprovechado el operativo dispuestos contra los rebeldes cubanos, reforzando a éste en lo que se pudiera.

En Oriente, para la campaña colonial propiamente dicha, se había completado una trocha y levantado otra una nueva. En la antigua del Este 2 fueron acantonados guarneciéndola seis batallones 3 de infantería con alguna artillería y unos cuantos ingenieros. La finalidad de esta trocha, entre Bagá y Zanja, era la de evitar filtraciones a Occidente; y que en su momento, si alguien pretendía huir del acoso a que iban a ser sometidos desde la costa los rebeldes, se estrellasen contra ella. Una supuesta segunda trocha era la que iba de Nipe a Aserradero; ésta en realidad, no consistía más que en una sencilla sucesión de fuertes y empalizadas sin continuidad alguna, pero ubicados en lugares geográficamente estratégicos. Allí desplegó la División de Santiago compuesta por tres Brigadas, la cuales impedirían el paso a la zona comprendida dentro de sus limites, pudiendo desarrollarse de esta manera con cierta normalidad la actividad humana habitual dentro de ella. Partiendo de la misma avanzarían hacia el exterior las dos nuevas Brigadas Especiales 4 constituidas al efecto, la cuales serían las encargadas de acosar a los mambises entre las dos trochas y para lo cual tendrían del apoyo añadido de las Divisiones de Holguín y Manzanillo que quedaban fuera de la línea defensiva Nipe-Aserradero. Con el despliegue anterior, los rebeldes que no estaban acorralados contra la costa, se tropezaban en su huída con la trocha Bagá. Claro que la teoría tuvo sus fallos, y dentro de la zona de Santiago quedaron partidas de insurrectos, sobre todo en los Montes de Cristal y en el cauce del Yateras cerca de Guantánamo.

La Unidades regulares de maniobra contaban en la manigua con la impagable colaboración de prácticos y guerrilleros cubanos; ya dentro de las poblaciones, los voluntarios nativos de las mismas ayudaban eficazmente a su defensa.


Lo hasta aquí descrito era el IV Cuerpo de Ejército de Oriente, con su Cuartel General en Santiago y bajo mando del Teniente General don Arsenio Linares y Pombo. Formaban parte de la menciona Gran Unidad Superior: las tres divisiones territoriales -Santiago, Holguín y Manzanillo; las dos primeras de tres brigadas cada una, la tercera con dos-, las dos Brigadas Especiales y las unidades desplegadas en la trocha Bagá.

Una vez se empezaron a precipitar los acontecimientos con los norteamericanos, a todas las fuerzas se les dio la orden de agruparse en sus Divisiones o Brigadas orgánicas.

Declarado el nuevo estado de guerra, las unidades territoriales habían vuelto a sus cuarteles, concentrándose en las ciudades más importantes; por el contrario, a las Brigadas Especiales se les había asignado la misión de seguir hostigando a los rebeldes sobre el terreno -principalmente en las proximidades de las vías de comunicación- para que no se pudieran mover libremente.

Las unidades de Oriente ni que decir tiene que se habían cubierto casi al completo de armamento y material, teniendo unas condiciones sanitarias que sin ser óptimas eran aceptables. El número de muertes por fiebre amarilla había disminuido al pequeño porcentaje de quienes no podían superar el tratamiento con el suero del doctor Finlay.

Al dispositivo de castigo se les unían habitualmente dos batallones de Infantería de Marina, los cuales hacían incursiones desde la costa a tierra en coordinación con fuerzas del Ejército.

A estas alturas de la guerra, el Ejército español tenía arrinconados en Sierra Maestra contra la costa caribeña a parte de los rebeldes, otra porción de los mismos permanecían emboscados en las la montañas de Cristal y Nipe -situadas al Este de Santiago- y los que quedaban estaban estampados contra la trocha del Este.

Una de las decisiones más importantes -adoptadas desde el Marzo- fue la de intentar respetar las estructuras orgánicas de las unidades, tendiendo a convertir las clásicas columnas en brigadas más o menos estables y procediéndose en consecuencia al reagrupamiento de los pequeños destacamentos dispersos por todo el territorio. En todo caso, se evitó que las unidades a la hora de combatir se dividieran en otras de menor entidad a batallón para la Infantería, baterías para la Artillería y escuadrones para la Caballería.

La Artillería de campaña-montaña del IV Cuerpo la componían: 12 Krupp del 4º Regimiento de Artillería de montaña -estas modernas piezas se concentraron entorno a Santiago de Cuba-; los 12 Plasencia de montaña que habían sido sustituidos por los anteriores se distribuyeron de dos en dos entre las unidades de la Divisiones, formando 6 baterías independientes de a cuatro piezas con otros tantos Kupp de 90 mm; y por último, los cuatro Nordenfelt tr. de campaña asignados en principio a las baterías de costa. A esto había que añadirles las piezas de las Brigadas especiales.

El Regimiento de Caballería Hernán Cortes había dividido sus cuatro escuadrones entre la 2ª y 3ª División -Manzanillo y Holguín-, y el Primero de Lanceros del Rey estaba al completo con sus cuatro escuadrones a disposición del Cuartel General del IV CE en Santiago.

Weyler creó tres destacamentos con las 10 ametralladoras Maxims de siete milímetros adquiridas en el 96. Uno en la Habana, el segundo a las órdenes del Teniente General Linares en Santiago, las dos máquinas restantes fueron asignadas a la reserva del Cuartel General. Además, adjudicó la media docena de ametralladoras de 11 mm desembarcadas de los guarda costas a los mismos destacamentos que las de 7 mm -dos a cada uno de ellos-.

Por supuesto que las unidades de Ingenieros, Intendencia, Guardia Civil y los Cuerpos no combatientes daban soporte al dispositivo con las fuerzas propias.

En Occidente el despliegue incluso era algo superior en cuanto a hombres, 26.000 sólo en la misma Habana. El centro de país, salvo las poblaciones importantes y el ferrocarril, estaba en la práctica abandonado por el Ejército. Los yanquis podían haber desembarcado en esa zona casi sin esfuerzo, pero tendrían unos cuantos inconvenientes: entraban en tierra quemada sin provisiones, en esos territorios apenas quedaban rebeldes para ayudarles, las líneas de aprovisionamiento se irían haciendo cada vez más largas y si desplegaban en las provincias de Las Villas o Camaguey, las fuerzas españolas podían cerrarse sobre ellos como una prensa cuando ya estuviesen cansados de caminar y diezmados por las enfermedades tropicales.

Al atardecer de 30 de Junio de 1898, las hileras de los últimos soldados que partían de Santiago hacia el frente se apartaron presurosas para dejar paso a un destacamento de la Guardia Civil a Caballo que al galope sostenido venía escoltando alguna importante autoridad. El Teniente General D. Valeriano Weyler y Nicolau, quien con evidente riesgo para su propia vida se había adelantado en varias jornadas -acompañado de su EM- a las fuerzas de la Reserva del Cuartel General del Brigadier Tejeda, penetró cabalgando sobre su negra montura en la Plaza de Armas de Santiago de Cuba.




1-sólo una minoría de extranjeros lo había hecho en barcos
2-Trocha Bagá-Zanja
3-Aprox: 3 Batallones del Alfonso XIII, Reus, Princesa y Almansa. 4 viejas ametralladoras y 2 cañones Krupp 9 cm, 2 Plasencia 80 mm. La trocha Júcaro-Morón se había dejado en cuadro, con sólo personal para su mantenimiento.
4-Aprox.10.200 hombres. Batallones del Ejército: Chiclana, Llerena, Tarifa y Albuera; 4 batallones de guerrilleros (ex- insurgentes); 2 escuadrones de los cazadores de Treviño y 2 de las guerrillas Iberia; 4 krupp de 75 mm, 4 Nordenfelt de 57 mm y 4 Plasencia montaña de 80 mm. Unos 500 Ingenieros, 1000 Intendentes y dos compañías de la Guardia Civil.

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08 Ago 2010 09:44
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Traducción al español por Huan Manwë para phpbb-es.com