Está acabando este año 2012, y también el del centenario de un barco pequeño de tamaño pero grande en su significado para el archipiélago canario. Se trata del popularmente conocido como “correillo La Palma”. Me gustaría aportar este modesto granito de arena de la Historia a este foro con la sana intención de dejar, aunque solo sea, un resquicio en el recuerdo.
La necesidad de comunicación entre las islas consiguió, no sin esfuerzo, que en virtud del Real Decreto de 22 de septiembre de 1887, se le confiriera la concesión de las líneas marítimas señaladas a tal efecto a la Compañía de Vapores Correos Interinsulares Canarios, filial en el archipiélago de la británica Elder & Dempster. En 1911 se renovó esa concesión por otro Real Decreto. Ordenaron la construcción de seis barcos. Tres pequeños y los otros tres, algo más grandes; es en este grupo donde encontraremos al protagonista de nuestra historia.
El “La Palma” fue construido en los astilleros británicos W. Harkess & Son LTD. Fue botado a mediados de febrero de 1912 y el 10 de abril de ese mismo año fue acabado.
Doble casco de acero remachado, 67 m. de eslora, 9,15 m. de manga y un puntal de 5,95 m. Máquina alternativa de triple expansión MacColl & Pollock Ltd. alimentada con carbón. Su velocidad máxima, 11 nudos. Capacidad para 190 pasajeros y 33 tripulantes. Su calado de 3,68 m. le haría difícil atracar en alguno de los muelles isleños, así que llevaba a bordo dos lanchas que serían utilizadas para transportar personas y mercancías en los lugares en los que se viese obligado a fondear.
El día 24 de abril llegó al puerto de Las Palmas. Su color negro y chimenea mostaza no llamó tanto la atención como una peculiaridad que fue, quizá, lo que hizo que se le tomara más cariño que a sus trillizos el “Viera y Clavijo” y el “León y Castillo”: presentaba una ligera escora a estribor que le daba un aspecto renqueante, nunca pudo ser corregida.
Una vez tramitada su prueba de mar satisfactoriamente, comenzó su incesante ir y venir por las islas, no solo transportando pasaje, carga y correo, también historias, anécdotas, noticias… a fin de cuentas era un “correo”. Así al poco de comenzar su función, la tripulación tuvo que atender a una señora que, sin saber por qué y a punto de atracar el “La Palma” en el puerto de Santa Cruz, cayó al agua, provocando que el capitán tuviera que demostrar su pericia para no dañarla. Llevada a bordo, fue atendida con tal esmero, que causó la admiración de todos, perfectamente informados por los testigos.
La Compañía de Vapores estaba atenta a las necesidades, por lo que fletaba viajes extraordinarios si se precisaba. Así el “La Palma” trasladó a centenares de aficionados a, por ejemplo, corridas de toros. Qué cosas, hoy están prohibidas en Canarias, y a nadie le ha parecido mal.
Los pasajeros que viajaban entre sus cuadernas, al bajar a tierra comentaban las novedades del lugar de procedencia, así se conocía de primera mano (un ja ja para las redes sociales de hoy) noticias sobre temporales, epidemias, bodas, funerales, erupciones volcánicas…
Uno de los lugares donde con más alegría se recibió a este “correillo” fue en la Restinga al sur de El Hierro. La primera vez que llegó, el pueblo en peso se volcó en su recibimiento celebrándose una fiesta con cohetes y todo.
Fue víctima de algunos accidentes; en 1925, en Lanzarote un temporal de viento lo hizo encallar a un centenar de metros del muelle, por un momento se pensó que estaba perdido, pero tenía vida para rato, cuatro meses después volvió a su trabajo para contento de todos. En 1951, una entrada demasiado rápida en muelle de Santa Catalina, Las Palmas, lo llevó derechito a su atracadero, pero a diferencia de lo habitual, esta vez no atracó, se estrelló directamente. La proa destrozada. Pero aún así, la reparación se realizó en muy poco tiempo, e inmediatamente retomó el servicio. En 1956, también en el muelle de Santa Catalina, cuando llegaba, chocó con un velero produciéndose averías en ambos barcos. En 1960, en aguas cercanas a Lanzarote, una ola arrastró un cabo de la cubierta, yendo este a para a su hélice. La mala mar lo hizo derivar hacia el sur empujado por fuertes vientos, la ayuda tardó en llegar, precisamente por el mal tiempo, pero salvo por la avería de la hélice, llegó a su destino sin más novedad. Siempre tuvo arreglo, hasta 1976 en que su veteranía hacía inviable la reparación de su última avería.
Nunca negó ayuda al necesitado. En 1934 ayudó a reflotar al pesquero “Pedro” varado en la costa del Sahara. En 1952 rescató a los siete supervivientes del naufragado pesquero portugués “Santa Teresinha” que había zozobrado entre las islas de Lanzarote y Fuerteventura. Al año siguiente el Gobierno portugués lo condecoró con la medalla al salvamento de náufragos. En 1960 la rápida reacción de su tripulación consiguió sofocar un incipiente incendio en el pesquero “Villa de Alicante” atracado muy cerca, y que, había sido víctima de la “típica” chispa de soldadura. Incluso cuando ya estaba a punto de ser jubilado, en la década de los setenta, aún pudo remolcar al “Felipe” que se hallaba sin gobierno cerca de Fuerteventura.
También vivió innovaciones. En 1950 le fue cambiada su maquinaria para sustituir el carbón por carburante líquido, amén de instalación de baños con ducha. Dos años después volvió a entrar en astilleros para vivir una nueva transformación y en 1963 nuevamente en el varadero de Asvasa de Las Palmas a la tercera clase se le instalaron literas, se cerró la cubierta y se le colocaron butacas, y también se le instalaron nuevos botes salvavidas.
Dos guerras mundiales y una Civil también pasaron por su historia, pero sin hacer mella. Siguió de puerto en puerto dejando su penachito de humo, mucho más inocente que el que salía incesantemente de los campos de batalla.
En 1930 la Compañía Trasmediterránea absorbió la Compañía de Vapores Correos Interinsulares Canarios, y con ella a los “correillos” a los que respetó el color negro, y solo les cambió la chimenea que empezarían a lucir el color amarillo con un aro rojo.
Su estampa era familiar ya en los puertos canarios, prioritariamente en la provincia oriental, por eso disgustó mucho la decisión de la Trasmediterránea de enviar al “La Palma” a hacer “la ruta del piojo”, es decir Ceuta-Melilla. Dos años después recuperó la ruta Fuerteventura-Lanzarote con visitas ocasionales a otros puertos.
Llegó el momento fatal, la Compañía decidió darlo de baja y lo subastó. Lo adquirió la familia Flick, con la intención de transformarlo en un espacio dedicado al ocio. Corría el año 1976, y en 1977, ya sin hélice, fue amarrado en uno de los muelles deportivos de Las Palmas. Nueve años estuvieron sus propietarios luchando contra la administración y terminaron arrojando la toalla. Se lo vendieron al Cabildo Insular de Tenerife, la única institución que no les cerró las puertas a sus intenciones; algunos meses después llegó a Santa Cruz de Tenerife arrastrado por un remolcador.
De inmediato entró en astilleros, y en seco, comenzaron unos trabajos de restauración, que poco después fueron paralizados por una sola razón, las elecciones locales recién celebradas le dieron la victoria a la que había sido oposición, y, no falla, lo que deciden los anteriores es malo y hay que suspenderlo. Y pasaron diez años. Fue cuando un grupo de personas sensibles con la historia de este barquito organizó una asociación con el ánimo de conseguir fondos y restaurarlo. Los trabajos se fueron desarrollando lentamente. Pero nuevamente aparecieron problemas, y el “La Palma” se convirtió en rehén en medio de los dimes y diretes de astillero y Autoridad Portuaria. Finalmente, el viejo “Correillo” fue devuelto al mar. A medio día del 14 de junio de 2008, entre las sirenas de bienvenida de los barcos que se hallaban allí, incluido el “Queen Elisabeth 2” en su viaje de despedida, entró majestuoso, aunque amarrado a un remolcador, al puerto de Santa Cruz donde, en el Muelle Norte, quedó atracado.
En la actualidad se está trabajando en él con más entusiasmo que medios, porque estos siempre han sido escasos, pero hoy, en el epicentro de la terrible crisis económica que nos azota, las cosas cada vez son más difíciles.
Y esta es, en resumen, la historia de un barquito, que ojalá tenga un final feliz, se lo merece.
Los datos empleados para este artículo han sido extraídos de la revista Escobén con la autorización de sus responsables, quienes les invitan a visitarla. En este enlace podrán saber más y ver algunas fotografías.
http://escoben.blogspot.com.es/2012/04/cien-anos-de-correillo-la-palma.html Maresía