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Éste es uno de los más grandes y decisivos combates navales de la historia de la navegación.


Teniendo lugar en el estrecho que separa la pequeña isla que le da el nombre de la costa occidental del Ática, entre los meses de septiembre y octubre del año 480 a. C., donde se enfrentaron las escuadras del rey de Persia, Jerjes y la escuadra ateniense al mando de Temístocles.


Jerjes, el rey de los aqueménidas, hijo de Darío I “El Grande”, encolerizado por las derrotas sufridas por su padre y después de unos grandes preparativos para la guerra final, se puso en camino con dirección a terminar con el poderío helénico y directamente a la invasión de la Hélade, en la primavera.


A finales del mes de abril y después de haber construido el famoso puente, pudo cruzar de Asía a Europa realizándolo por el Helesponto, mientras tanto su extraordinaria escuadra se fue concentrando en los puertos de Focea.


Herodoto, de quien se traduce la principal fuente sobre esta segunda guerra médica y considerado el Padre de la Historia (escrita), nos dice que la escuadra del Rey aqueménida, estaba compuesta por: la pequeña cantidad de mil doscientas noventa y siete trirremes de guerra a parte de las mercantes, que debían de ser más y con nada menos que doscientos cincuenta mil hombres, entre dotaciones y guerreros.


Los pueblos o naciones que habían contribuido a la formación de tan magna escuadra, se descomponía de esta forma: trescientas, fenicias que eran sin la menor duda las mejores, por sus dotaciones y sus construcciones; doscientas, de los egipcios; cien, de Cilicia; cien, de los Jonios; setenta de los Carios; a las que se añadían otras trescientas, aportadas por varias ciudades helénicas del Asia Menor y súbditos del imperio.
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En los primeros días del mes de junio, dio comienzo la invasión, por las temibles fuerzas persas, que con su arrojo y organización fueron conquistando a Tracia y Macedonia, por lo que ya se preparó para entrar en el propio territorio de Atenas, en su parte más septentrional.


Viendo el progreso imparable de los persas, la República de Atenas llamó a congreso a todos sus aliados, estos decidieron poner en defensa a ultranza, el paso entre sus territorios septentrional y central, y el lugar no era otro que el desfiladero de las Termópilas, cuyo combate ha pasado a la historia, como uno de los combates terrestres más decisivos de la antigüedad e inmortalizado por la defensa que de él hicieron los espartanos a las órdenes del inmortal Leonidas.


No sabemos si por error o por previsión, a este combate no se enviaron fuerzas suficientes para evitar su derrota desde el Peloponeso, por lo que se quedaron apostadas en el istmo de Corinto a la espera de nuevos acontecimientos.


Mientras tanto, sí que se daban las órdenes oportunas y se disponía de todo lo necesario, para intentar cerrar el paso a la formidable escuadra aqueménida, a la que se iba a enfrentar una nueva y recién construida y alistada escuadra ateniense.


Un poco de Historia: cuando terminó la primera guerra médica en el año 487 a. C., el político ateniense Temístocles, que era un gran previsor, se propuso convertir a Atenas en la primera potencia marítima Griega, por lo que se propuso construir una escuadra de doscientas trirremes, con una programación de veinte anuales.


Pero las agresiones Persas, pusieron en sobre aviso a los atenienses, que ordenaron de inmediato la aceleración de los trabajos de construcción de su escuadra, por lo que las que faltaba se fueron realizando rápidamente y a comienzos del año 480, su escuadra estaba completada.
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La trirreme de las guerras médicas (siempre según Herodoto), era un vaso largo y estrecho, con tres filas de remos, y que podía también navegar a vela; las que combatieron en Salamina tenían las siguientes características: su desplazamiento era de unas cincuenta toneladas, con treinta y cinco metros de eslora, por lo que forzando remos, podían llegar a navegar a unos diez nudos y su principal arma, era el espolón de bronce en la proa; su dotación se dividía de la siguiente forma: ciento setenta y cuatro remeros, que cada uno accionaba un remo, en tres filas de mayor a menor elevación; con ocho marineros y dieciocho <<epíbates>> o soldados embarcados, de los que catorce eran <<hoplitas>> lo que quiere decir que <<estaban equipados con armadura completa>> y cuatro arqueros.


La gran escuadra Persa queda dividida por orden de Jerjes; el grueso fue contorneando las costas de la península calcídica y de Macedonia, poniendo rumbo al Sur, navegando a lo largo de la costa de Tesalia.


Mientras tanto la escuadra de las potencias helénicas, puso rumbo al Norte, llegando a cabo Artemisión, situado a la salida del canal de Euripus, que separa la estrecha y larga isla de Eubea del continente, don de fondeó.


Por las rencillas de antiguo, que sentían los corintios y eginetas, en contra de la supremacía naval de los atenienses, se negaron a combatir bajo el mando supremo de Temístocles, a pesar de ser la escuadra de entre los combinados la más numerosa de entre ellos y la mejor entrenada, por lo que éste permitió que fuera nombrado el espartano Euribíades como almirante en jefe.


En el fondeadero de Artemison, la escuadra combina se componía de doscientas ochenta trirremes en total, de ellas ciento cuarenta y siete, era ateniense y al mando de Temístocles, más otras ciento trece de los Peloponesios y del resto de la pequeñas islas y ciudades, que pertenecían a la Republica Helénica o eran sus aliados.
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La escuadra persa lanzaba las anclas en la costa de Magnesia, muy cerca del cabo de Sepias, en la primera decena del mes de agosto (siempre advierto que las fechas pueden estar algo equivocadas, por pertenecer al calendario antiguo). donde le sorprendió una fortísima tempestad, producida por los intensos vientos del nordeste, que les hizo garrearan sus anclas, lo terminó arrojando a centenares de sus trirremes contra las rocas y arrecifes donde muchas se hicieron astillas.


Al cabo de tres días en esta difícil situación, comenzó a calmar, entonces pudieron advertir los persas, que nada más y nada menos que cuatrocientas de sus trirremes se habían perdido irremediablemente, lo que significaba más de una tercera parte de su escuadra.


Pero aún no pudieron hacerse a la mar, ya que tuvieron que ponerse a reparar prácticamente al resto, pues todas habían sido dañadas, al cabo de unos días pudieron reunir una ochocientas, por lo que levaron anclas y se pusieron con rumbo al puerto de Afetes, al llegar se dispusieron a atacar a la escuadra de los aliados, que mantenían el bloqueo del paso del canal.


Trazaron un plan, que consistía en que unas seiscientas de sus naves atacaran de frente y con contundencia, con la intención de forzar el paso, que en este lugar tenía unas dos millas de anchura, mientras que el resto de sus trirremes, debería, contorneando la costa oriental de la isla de Eubea, y tras doblar su extremo meridional, penetrar en el canal y atacar a los aliados griegos por sus popas.


Pero una vez más en la historia el dios Eolo, dispuso otra cosa, por lo que la escuadra que debía atacar por detrás, fue sorprendida por un terrible temporal del es-sueste, que logró lo que las armas no podían, pues todos sus vasos naufragaron y con ellos cuarenta mil hombres de ahogaron, ocurriendo éste hecho estando a la altura de Koila, en la isla de Eubea.
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Mientras sucedían estos desafortunados hechos, lo griegos se hicieron a la mar desde su fondeadero del Euripos y siguiendo el consejo de Temístocles, de que se atacara en formación muy cerrada, esto se realizó a la perfección, lo que consiguió, que los persas no pudieran desplegar a toda su escuadra, pues el lugar como se ha dicho tenía dos millas de anchura y al producirse el encuentro, las mejor adiestradas tripulaciones de las aliados obligaron a retroceder a los asiáticos, no sin antes haber capturado a treinta de sus naves, estos pusieron rumbo a Afetes donde buscaron refugio para sus trirremes.


Al siguiente día los persas buscaron el desquite, por lo que se lanzan en una formación cóncava, con la intención de que sus alas rodearan a los griegos y así conseguir desbordarlos, pero estos ya vista la intención y aprovechando como siempre a sus mejor entrenadas tripulaciones, maniobran de forma, que una parte sujeta a una de las alas, mientras el grueso se lanza contra la otra, lo que impide el que sean sobrepasados; los persas aprovechan la debilidad del centro y arremeten contra él con todo lo disponible.


Por lo que se entabla un encarnizado combate, en el que los griegos sufren grandes pérdidas, pero muchas menos que sus enemigos, ya que estos sin poder terminar de arroyar a los atenienses y echándoseles la noche encima, deciden retirarse del lugar del combate, por lo que los aliados quedan como vencedores de este combate, pero habiendo sufrido muchas pérdidas, pero a su vez a sus enemigos, el ala atacada ha sido totalmente destruida, que era la formada por los Cilicios.


Los navarcas griegos, estaban decididos a permanecer en Artemision, presentando combate a los persas; pero el mismo día de este segundo combate, se efectuó el enfrentamiento de la Termópilas, donde a pesar del inmortal gesto de Leónidas, la avalancha de los persas comenzaba a expansionarse por Focea, Beocia y Ática, de este contratiempo fueron informados dos días después Euribíades y Temístocles, por lo que la escuadra griega no podía permanece en su fondeadero, pues la costa de su izquierda estaba ocupada por sus enemigos, por lo que en pocos días, pasarían a ser dueños de la isla de Eubea.
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Por ello los dos navarcas Temístocles y Euribíades decidieron, poner rumbo al Sur, para ello aprovecharon la noche, que siguió al segundo combate de Artemision, que a pesar de estar cansados y medio derrotados, consiguieron descender por el canal de Euripus o Negroponto y doblando a la mañana siguiente el cabo de Sunium, después de cambiar el rumbo al Oeste, hasta lograr llegar al resguardado fondeadero, que constituía el estrecho canal de la isla de Salamina y la costa occidental del Ática.


Estos dos encuentros anteriores, son los antecedentes al gran combate de Salamina, en los que ya los atenienses habían demostrado una gran superioridad de planteamiento como, de una mayor moral en sus tripulaciones, quizás movidos por que eran la última reserva de su poderío y de su cultura, la cual si caían ellos, ya no tendrían salvación.


Al ser conocida la retirada de los atenienses de Artemision, la escuadra persa puso rumbo al Sur, penetra en el canal de Euripus y después de tres días llega a Falera, donde lanzan las anclas, siendo un magnífico abrigo para su gran escuadra.


Mientras tanto el ejército de Jerjes había conquistado toda la Ática, para lo que había arrasado Atenas. sus habitantes viéndose a merced de un bárbaro huyeron de la ciudad, buscando refugio en Salamina, Egina y Trecena, pero todos los hombres con posibilidad de combatir se pasaron a las tripulaciones de su escuadra, cuando ésta ya estaba en el canal de Salamina, donde además se le habían unido todos los vasos disponibles, por lo que la escuadra llegó a disponer de trescientas ochenta trirremes, con unas tripulaciones y combatiente de ochenta mil efectivos.
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Sólo las trirremes ateniense reunidas eran de doscientas, de las que ciento ochenta pertenecían al Ática y veinte a las cleruquías de Caldicia, con cuarenta mil hombres.


A muy poca distancia de su fondeadero, se encontraba la escuadra persa en Falera, que sólo distaba unos doce kilómetros.


Aquí viene una controversia, según unos historiadores la escuadra persa disponía de seiscientas trirremes, pero hay otros estudiosos de este combate que aseguran, que después de las pérdidas por el fuerte temporal y las sufridas en los combates de Artemision, sólo podrían tener entre cuatrocientas cincuenta y quinientas, de ser ciertas estas cifras, la diferencia ya no era tan notable como al principio, además de cómo ya se a dicho, los atenienses eran mucho más prácticos y defendían su tierra, dos motivos que de por sí son muy difíciles de combatir con éxito, sin una superioridad manifiesta.


Jerjes, en Falera convocó reunión de generales, para decidir que se hacía, por lo que se llegó al acuerdo de combatir a la escuadra ateniense sin tardanza, incluso hacerlo en su fondeadero sino salía a combatir, por que así el ejército persa podría cruzar el istmo de Corinto, sin tener que preocuparse de posibles enemigos a su espalda.


Pero en el campo de los aliados griegos, las cosas no iban tan bien, pues la mayoría de los jefes entre ellos el jefe supremo Euribíades, pretendía que la escuadra abandonara las aguas de Salamina y dirigirse al istmo, para unir las fuerza del ejército y de la escuadra, pero Temístocles se mantuvo firme en su posición de no abandonar los estrechos, donde tenían todas las de ganar, además de no dejar abandonados a su suerte a los refugiados del Ática.
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El gran Euribíades, fue convencido por Temístocles quien logró su objetivo, al presentarle el problema planteado si se hacía lo que le pedían, pues su escuadra quedaría partida y con menos fuerza y que si era necesario él sólo con la escuadra ateniense se enfrentaría a sus enemigos, pero aún ayudó más si cave, la aproximación de la escuadra persa, que termino por determinar la autorización del gran caudillo griego.


Al anochecer del día anterior la escuadra egipcia, se hizo a la mar llegando al canal de entrada del estrecho de Salamina, que la pequeña isla de Psytaleia dividía en dos en dos bocas o salidas.


La occidental quedaba formada por la isla y el cabo de Kynosura, en la isla de Salamina y la oriental, por la misma isla y la punta de Kelamos, en la costa sudoccidental del Ática, a su llegada desembarca a un fuerte contingente de tropas, que ocupa la isla de Psytaleia, con lo que consiguen bloquear las dos salidas del estrecho de Salamina.


Al ver el movimiento de los persas, es el punto final a las discrepancias mantenidas entre los jefes de la alianza de los atenienses, por lo que todos ya sin discusión se ponen a trabajar, al igual que a sus hombres, para alistar al completo a sus trirremes y así poderse enfrentar con garantías, de poder obtener la victoria que era garantía de supervivencia.


Como en todo combate de la antigüedad hay discrepancias en su fecha exacta de su libramiento: después de varios estudios la más probable fue la del veintinueve de septiembre del 480 a. C. (siempre hay que aclarar que a pesar de esas certezas, el calendario anterior al Juliano o sea el antiguo, según Herodoto un año tenía doce meses de treinta días y el siguiente, era de trece meses de los mismos días, por lo tanto la salvedad es siempre la misma, no sabemos a que año se refieren en concreto, por lo que aún y a pesar de los estudios, puede ser un mes anterior u otro posterior), en cambio otros autores de mucha solvencia dan el día veinte y otros el día veintitrés. Pero digo yo qué más dá tres o cuatro días arriba o abajo, sino nos dicen a qué año de que meses corresponde.
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Lo que sí está más claro es el lugar del encuentro, pues fue en el estrecho de Salamina, de siete kilómetros de largo por uno y medio a dos de ancho, que se extiende desde Farmacousai, en el norte en la isla de Eleusis, hasta la isla de Psytaleia en el sur.


Otra cosa que todavía sigue en discusión, es el desarrollo del combate en sí, pues no queda muy claro, ya que según las fuentes también hay dos posibilidades, por ello expondremos las dos y que cada cual se quede con la que más le guste, así no hay más discusiones.


Los autores más jóvenes, interpretan a Herodoto y dice: que la mayor parte de escuadra persa, la noche anterior se había puesto al remo y al amanecer se encontraba en el interior del canal, desplegada a lo largo de la costa del Ática, entre el cabo de Munichia, llegando hasta el de Amfiale, por lo que si fue así el combate tuvo lugar dentro del canal y como parte de los persas, la escuadra de Caria y parte de su ala izquierda, se habían puesto a bordear la isla de Salamina, les impidió el llegar al combate.


Mientras que la escuadra griega se habría alineado, junto a la costa de la isla de Salamina.


La otra posibilidad apuntada, pero que a su vez es la menos aceptada sostiene que: los persas por la noche se habían posicionada para impedir el paso a los griegos, pero que estos se situaron en formación de línea con resguardo en la punta de Kynosura, saliendo al encuentro de los enemigos, por lo que el combate tuvo lugar fuera ya del estrecho.
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Pero mi parecer es y basándome en lo escrito, que los griegos no salieron del canal, como ya había indicado Temístocles, que buen marino y conocedor, de sus limitaciones no quiso en ningún momento abandonar el canal, pues sabía que si la escuadra persa lograba desplegarse, podría muy fácilmente doblarle las alas, por lo que tendría perdido el combate ante de comenzar, al ser inferior su número de naves, mientras que si se mantenía en él, sus enemigos no podrían poner todo sus vasos en combate al mismo tiempo, lo que ya le daba una cierta ventaja, pues era sabedor de que sus hombres combatirían hasta el final y su moral de combate era muy alta, por lo que de en uno en uno podía salir vencedor.


Lo cierto es que al amanecer del día ¿?, las dos escuadras estaban preparadas para sufrir el enfrentamiento, en el que se iba a dirimir si Atenas seguía siendo la metrópoli o pasaría a ser una provincia del imperio persa y por lo tanto, pasar de ser una ciudad libre a una subyugada.


La escuadra de los persas ocupaba unos seis kilómetros de longitud, en el que se alineaban unas quinientas trirremes, faltando por entrar las de la escuadra de Caria, que aún no les había dado tiempo a ocupar sus puestos.


El ala derecha, era la más introducida en el estrecho canal y estaba formada exclusivamente por las ciento cincuenta trirremes fenicias, que eran como ya se a dicho las mejores de la escuadra persa. estando al mando de los reyes de Tiro y Sidón y de los jefes navales persas Prexaspes y Megabazo.


El centro, lo conformaban las cien trirremes cilicias y licias, más las cien o ciento cincuenta egipcias, estando al mando el hermano del rey Jerjes, Aquemenes, que a su vez era el jefe de toda la escuadra persa.
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Mientras que el ala izquierda la componían: las cien trirremes de las ciudades de Jonia y las setenta u ochenta de las de carias, que todavía no se habían incorporado a su puesto, estando al mando de ellas Ariabigne, que era otro de los hermanos del rey Jerjes.


Por parte de los griegos su escuadra en total estaba compuesta por trescientas ochenta trirremes y su distribución era: el ala derecha compuesta por ciento veinte naves de ellas dieciséis era lacedemonias, treinta y tres de las ciudades del Peloponesias, treinta de Egina y cuarenta de Corinto, todas al mando de Euribíades.


En el centro se encontraban sesenta trirremes de los atenienses, veinte de Megara, otras veinte de Calcidia y treinta de Grecia continental, estando todas ellas al mando de Adimanto.


Mientras en el ala izquierda y como oposición a las escuadra fenicia, se encontraban ciento veinte trirremes atenienses al mando de el magnifico Temístocles.


Al amanecer, Euribíades dio la señal de aparejar los remos, de inmediato suena el solemne himno griego <<pean>> y la larga fila de trirremes griegas se lanzan acortando las distancias, caen sobre los persas, a los cuales sin explicación alguna, los coge completamente preparados y se produce un momento de incertidumbre por parte de estos.


Prácticamente en unos minutos el combate está generalizado, gracias a las excelentes tripulaciones griegas que llegan casi al mismo tiempo todas a la línea enemiga, el comienzo en un poco confuso y el combate de nave contra nave, pero viendo un momento de claridad el habilidoso Temístocles, con mucha audacia, que era su principal característica, ordena a varias de sus naves que envuelvan por el extremo derecho de la escuadra fenicia a estos, por lo que al verse atacados de flanco y tan furiosamente, que se ven obligados a ir cediendo poco a poco el mar a los atenienses.
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Temístocles, viendo lo que está sucediendo, ordena sus naves que se estrechen entre ellas y en forma de una inmensa cuña, que a su vez va girando gradualmente hacia su derecha, consigue ir empujando a los ya desorganizados fenicios, logrando comprimirlos tanto, que entre ellos mismo se van aplastando unos contra los otros.


A partir de aquí, se van produciendo intensos abordajes, en el que los <<epíbates>> atenienses que , van equipados con un pesado armamento defensivo y sin dar cuartel, comienzan a adquirir una gran ventaja sobre los persas, que estaban embarcados como guarnición.


Mientras en el centro los persas, a penas podían mantener la presión de los atenienses al mando de Adimanto, a su vez en el ala izquierda los jonios (persas), se batían desesperadamente, por lo que estaban poniendo en un aprieto a los peoloponesios y eginetas, del ala derecha de los griegos, que al mando de Euribídes, comenzaban a perder aguas e iban siendo empujados sobre la costa.


Pero la cuña abierta por Temístocles en el ala derecha de los persas (fenicios), continuaba su presión incontenible, por lo que se iban abriendo claros, que permitían embestir al espolón, con lo que irremediablemente sus naves se estaban yendo a pique, por lo que al verse superados, comienzan a ponerse en franca huída todos los que pueden, con rumbo a la salida del canal, para ello van pasando por detrás de sus propias fuerzas, primero por los del centro y después por los del ala izquierda, de su escuadra.


Pero Temístocles, siempre atento a lo que estaba sucediendo, ordena a sus naves formar una nueva línea de frente, pero ésta en posición trasversal al estrecho y con la proa al sudeste, ordenando atacar por el flanco derecho del centro persa, al ver esta ayuda Adimanto jefe del centro de los griegos, a su vez ordena poner más bríos a los suyos, que ya estaban consiguiendo ir venciendo al centro persa.
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En el transcurso del feroz combate caen muertos, el jefe de la escuadra persa, Aquemenes y Sienesis, que era el jefe de la escuadra cilicia, ante esto los suyos comienzan a desbandarse, pero como estaban siendo atacados por las dos alas, los egipcios y los ciclicios, se ven acorralados por lo que no pueden evitar el ser ellos solos los que empiezan a amontonarse, con la intención de alcanzar la salida del estrecho, esto lleva consigo que muchas de sus trirremes se destruyan entre sí, a lo que se sumaba que las griegas, que iban persiguiéndolos de cerca lograran hacerse con muchas y otras fueran hundidas.


En esos momentos comenzaban a entrar en el canal, las trirremes carias, con la intención de reforzar a los persas, pero se encuentran a sus compañeros, fenicios, cilicios y egipcios, en franca huida de frente, por lo que otra vez entre ellos se vuelven a embestir, lo vuelve a confundir a los persas, aprovechando esta gran confusión el siempre atento Euribíades, jefe de la escuadra griega, ordena el cargar definitivamente sobre la maltrecha desorganización de los persas, por lo que los jonios que tenía enfrente fueron prácticamente deshechos.


Mientras todo esto ocurría, los valientes eginetas con sus trirremes, que estaban en el extremo derecho del ala derecha de la escuadra griega, mueven sus naves prolongando la línea en dirección al sudeste, cogiendo de través a una gran parte de las trirremes persas, que ya se batían en franca retirada.


Por lo que otra vez Temístocles, que parecía estar en todas partes, al ver que ya la línea persa ha dejado de existir y que los eginetas están prolongando la línea de los griegos y batiendo a todos en su huída, se pone a fuerza de remos a perseguir a los persas y estos se encuentran con los eginetas y los atenienses, así ya unidos, terminan por hacer desaparecer de las aguas a los restos de la gran escuadra de los persas, consiguiendo una de las mayores victorias jamás conseguida, por la cantidad de naves y hombres que en ella participaban.
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Aún así lograron escapar muchas naves persas, que fueron perseguidas por las griegas hasta que comenzó a anochecer, pues sólo la noche pudo para a los vencedores; los persas de dirigieron al fondeadero de Falera.


En el combate los griegos habían perdido unas cuarenta trirremes y diez mil hombres, pero los persas no tuvieron menos de doscientas naves hundidas o apresadas y se calcula que las bajas no fueron inferiores a los cincuenta mil hombres, pues como se dijo desde el principio los atenienses, en ningún momento bajaron su intensidad y casi ferocidad en los enfrentamientos, pues eran sabedores, de que si ellos caían, después sería todo su pueblo quien lo hiciese y eso produce unas sensaciones muy vengativas, las cuales fueron aumentando, desde el momento en que las trirremes fenicias, que eran las mejores comenzaron a ceder, pues la sensación de victoria, aún si cave dá más ardor al combatiente vencedor.


Por lo que este combate naval, es considerado uno de los más sangrientos de la historia, además de que su resultado convenció al propio rey Jerjes, en dejar tranquila a Europa y no volver a intentar su conquistarla, lo que también lo convierte en uno de los más decisivos jamás librado.


Para concluir diciendo que; el verdadero genio del combate y el que estuvo en todo momento atento a su misión de controlar el desarrollo de él, dadas sus grandes facultades y visión, sumadas al valor, conocimiento y organización, tanto por ser el padre de la escuadra ateniense, que hasta su llegada prácticamente no existía y su organizador, como su decisión de atacar en grupos cerrados, así como la de mantenerse en el estrecho, donde le impedía a los persas utilizar su gran masa de fuerzas y sus decisiones, en cuanto vislumbraba una posibilidad de explotar el éxito, que no fue otro que el gran triunfador de este combate; Temístocles.



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