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Combate Naval de Patrás.



Este tuvo lugar, en el año 429 a. C. en la época del primer periodo de las guerras del Peloponeso, entre una escuadra ateniense al mando de Formión y otra peloponesia al mando de Macaon, en las aguas del puerto que le da nombre, situado en Acaya, en el estrecho brazo de mar que separa a ésta de Etolia.



Los peloponesios pretendían conseguir la superioridad hegemónica en el mar Jónico, que le era disputada por la armada de los griegos; el navarca lacedemonio Cnemos, ordenó el reagrupamiento de sus naves, al producirse el comienzo de la guerra, al estar ya reunidas todas sus fuerzas, mandó que cuarenta y siete de sus trirremes, pusieran rumbo al golfo de Corinto y que en este lugar se unieran a la escuadra, que a la sazón estaba reunida en Leucade.



Por su parte los griegos tenían a veinte de sus trirremes en el puerto de Naupactus, que estaba situado a la entrada del golfo y al mando del experimentado Formión, éste nada más ser avisado de la proximidad de la escuadra peloponesia, la cual le duplicaba en número de naves, esperó a que pasasen por el estrecho de Rhium, ya convencido de combatirla a pesar de la inferioridad en la que se encontraba.



Cnemos, estaba muy confiado con la superioridad de su escuadra sobre la ateniense, por lo que no pensaba en que ésta se atreviera a combatirla, con esta confianza, se dirige con sus naves a Patrás, para ello deja en franquicia el estrecho y barajando la costa de Acaya fondea en él.



Pero la táctica de Formión, fue el dejarlos pasar, salió del puerto de Naupactus y después forzando los remos, bordeando la costa norte del brazo de mar, lograr alcanzar el puerto de Calcis, donde ordena fondear a su armada compuesta de veinte trirremes, pero esto lo hizo para dar un descanso a los bogantes, pues sus intenciones eran llegar a mar abierto.



Pero su verdadera intención era la de seguir rumbo a la desembocadura del Evenus, movimiento que logra realizar sin que nadie que se lo impida, para presentarse en el combate en aguas abiertas, ya que los jefes marítimos atenienses en aquellos momentos se consideraban muy superiores a sus enemigos, si lograban colocarse donde sus naves pudieran maniobrar, por la gran instrucción de sus tripulaciones y las tácticas que estos empleaba.


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De esta forma quedaron las dos escuadra separadas unos quince kilómetros; los peloponesios fueron informados de la maniobra realizada por los griegos, por lo que decidieron salir y poner rumbo al puerto de Patrás, con el mayor sigilo posible, realizando la maniobra antes del amanecer, comenzaron a forzar remos para que los enemigos no se apercibieran del movimiento; pero Formicón ya había previsto esa posibilidad y había destacado a informadores, por lo que nada más aparecer la primera trirreme, se corrió para informarle de lo que ya estaba esperando, rápidamente se hace a la mar y comienza una persecución, en la que los atenienses una vez más demuestran estar mucho más diestros y entrenados, logrando darles alcance frente al puerto de Patrás, por lo que se entablo el combate.



Macaon el navarca al mando de la escuadra peloponesia, ordenó hacer frente al ataque, con una formación característica de la época; dispuso a cuarenta y dos de sus trirremes en círculo, con las proas y sus espolones hacía fuera, mandando colocarse dentro de él, además de las naves pequeñas y de apoyo, a cinco de sus más veloces naves, como si de una reserva se tratara, para acudir rápidamente al lugar por donde se pudiera romper el cerrado círculo.



El afamado navarca Formión, ordenó a sus trirremes el comenzar en formación de línea a dar vueltas y más vueltas, sobre la formación en círculo, haciendo navegar a sus naves a no menos de seis nudos, velocidad que se puede mantener, por estar la mar como una balsa de aceite, además de ir acercándose a la línea enemiga poco a poco, encerrando al propio círculo.



Además el viento acompañaba la acción ya que es inapreciable su presencia, pero el navarca Formión, que era un profundo conocedor de las aguas del mar Jónico, sabe muy bien lo que hace, por lo que mantiene a sus bogantes casi al límite, continuando con su navegar en círculo y acercándose cada vez más a las proas de sus enemigas.



Macaon, irresoluto, no se decide a abrir el círculo, por lo que cada vez que una ateniense, intenta atacar a una enemiga, ésta retrocede, poco, pero lo hace y esto es lo que persigue Formión, pues así llegara el momento en que estarán tan cerca una de las otras, que les será materialmente imposible el poder maniobrar, por estar los remos incluso ya fuera del agua.



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El navarca ateniense, es conocedor de que a más o menos a la misma hora todos los días del año, se levanta el viento y consigue poner a la mar en estado de marejada, por lo que la decisión de mantener el círculo por parte de Macaon, se demuestra una muy desacertada medida, que tendrá graves consecuencias.



Entonces ocurre lo previsto por Formión, que no es otra cosa que las trirremes peloponesias, llevadas por la marejada comienzan a tropezar unas con otras, incluso en algunos de los golpes a hacerse verdadero daño, a lo que acompaña, la confusión creada por esta situación entre las tripulaciones, que llegan incluso a no obedecer las órdenes de sus jefes.



Formión, viendo el desorden en la escuadra enemiga y la oportunidad esperada, dá la orden de atacar a sus veinte trirremes, y como si de una sola se tratara, todas al mismo tiempo inciden contra la línea enemiga, lo que todavía si cave hace aumentar el desconcierto de los peloponesios.



Este ataque, va produciendo su efecto y una tras otra de las trirremes peloponesias van siendo hundidas a golpe de espolón.



De las enemigas, algunas pudieron escapar a fuerza de remos y comenzaron a huir con rumbo a Dyme, Patrás y otros puertos de la costa de Acaya, que eran los que estaban más próximos al lugar del combate.



Pero no por ello los atenienses las dejaron marchar, sino que se pusieron en su persecución y como ya habían demostrado su gran entrenamiento, lograron dar alcance a algunas que fueron rendidas con toda su tripulación, siendo llevadas como trofeos y exponente máximo de su victoria, al puerto de Naupactus.



Este triunfo, que fue debido sobre todo, al ingenio, conocimiento y habilidad de Formión, así como a las bien instruidas tripulaciones de sus trirremes, que podían entrar en acción, como si de una sola nave se tratara, dada su gran capacidad de atención, esfuerzo y valor, se convirtió en la primera gran victoria de otras varias que sucedieron después y que afirmo el domino de la mar para los atenienses, por espacio de veinticinco años.









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