La nao Santa María es uno de los barcos más emblemáticos conocidos, representados y discutidos de todos los tiempos.


Capitana de Cristóbal Colón en su viaje del Descubrimiento, con el tiempo se convirtió en uno de los barcos más famosos de la historia, y ha ganado en popularidad a otros barcos carismáticos, como la nao Victoria de Magallanes y Elcano, o el navío Victory de Nelson.


Y si hay algún barco que puede ser más "famoso" que la Santa María, éste es el Arca de Noé.


La Santa María era propiedad del marino de Santoña Juan de la Cosa.


Posiblemente había sido construida en Galicia, motivo por el que también era conocida como la La Gallega, aunque este nombre podía venirle de un posible propietario anterior de origen gallego.


También pudo haber sido construida en Santander como mantienen algunas tradiciones orales.


Se dedicaba al transporte y comercio por el litoral español y de otros países europeos, y en uno de sus viajes, hacia finales de abril de 1492 se encontraba accidentalmente en el área del golfo de Cádiz, cuando fue fletada por Colón.


De acuerdo con una orden de los Reyes Católicos, había que poner a disposición de Colón "tres carabelas de Armada" para su viaje por el Atlántico hacia poniente, de las que el pueblo de Palos tenía que armar dos, que fueron la Niña y la Pinta. Y como Colón quería otro barco de mayor porte, fletó directamente la Santa María a Juan de la Cosa, que permaneció a bordo de su barco como maestre.

Características





Nao, (del griego naus), buque de bordo alto, perfectamente definido por tener un alto bordo, castillo a proa, aparejo redondo en trinquete y mayor, y latino en el mesana, bauprés, y hasta en algunas cofa. Así eran las Naos en el siglo XV, llegando a tener una capacidad para 600 toneladas.


Entre las fuentes para conocer las características de la Santa María y la cronología de su viaje con Colón, está la trascripción que el padre fray Bartolomé de las Casas realizó del diario que el almirante redactó durante el viaje, y las cartas que el propio Colón escribió a los Reyes Católicos, y a sus protectores y amigos.


La Santa María era una nao de mayor porte que una carabela.


No hay planos, ni dibujos de la época que permitan saber con exactitud su aspecto y dimensiones. Solo hay algunas referencias en el diario de Cristóbal Colón, algunos relieves y algún dibujo en cartas náuticas de la época.


Por estas razones, de las posibles características de la Santa María, solo se pueden citar las resultantes de estudios realizados por investigadores en tiempos más o menos recientes, de acuerdo con los cuales la nao debía de rondar los 25 m de eslora en cubierta, 17,5 m de quilla, 8 m de manga máxima, 4 m de puntal, y 2,5 m de calado a popa.


El número total de hombres que participaron en el primer viaje de Colón fue de unos 90 de capitán a paje, de los que alrededor de 40, almirante incluido, iban en la Santa María.


La manga máxima era en cubierta, ya que los extremos superiores de las cuadernas de la zona del combés no se torcían hacia dentro, como hicieron tiempo después. La forma de la popa era muy probablemente redonda.


El fondo era bastante plano, con un ancho que rondaba el tercio de la manga de la obra viva, para facilitar las varadas y reparar o limpiar el casco.


La cubierta principal era corrida.


En popa, sobre la principal iba otra cubierta formando la tolda, y sobre esta iba la toldilla.


A proa, sobre la cubierta principal iba una pequeña cubierta del castillo, cuya planta era muy posiblemente triangular con lados rectos.


En el combés, comprendido entre el palo trinquete y mayor, había una escotilla de carga con la anchura suficiente para que pasaran con holgura los toneles.


A popa, bajo la toldillada, iba otra escotilla para permitir el acceso a la bodega sin necesidad de abrir la de carga.


Contaba con bauprés y tres mástiles: trinquete a proa, mayor al centro y mesana a popa.


El mayor era el más largo, prácticamente vertical, y desde la quilla debía medir poco más de 26 m.


El trinquete estaba inclinado hacia proa, el mesana se inclinaba hacia popa, y ambos eran sensiblemente más cortos que el mayor.


Llevaba 7 velas, todas cuadras menos la mesana: cebadera en el bauprés; trinquete en el palo de su nombre; mayor o maestra en el palo mayor; gavia sobre la mayor; dos bonetas, o suplementos inferiores de la mayor; y mesana, triangular o latina en el palo mesana.


La gavia, mayor y trinquete, seguramente iban decoradas con cruces pintadas en rojo.


La Santa María contaba con dos embarcaciones auxiliares: barca y batel. La barca, de unos 8 m de eslora, era la mayor, y se empleaba para faenas de carga y descarga de víveres y material, aguada, lastrado y deslastrado, y otros transportes pesados.


El batel era dos tercios de la barca, se usaba para el servicio normal de barqueo con tierra y otros barcos, y en las navegaciones se estibaba en cubierta.


El timón era una pala ancha tan gruesa como el codaste, con zunchos de hierro, y caña en forma de larga palanca, a la que se podían poner aparejos para facilitar el gobierno con mal tiempo.


La caña iba bajo la tolda, por lo que el timonel no podía ver las velas. Para achicar el agua de la sentina había dos bombas a proa de la cuaderna maestra, cada una con un vástago a lo largo de un tubo, y un émbolo de cuero en forma de paraguas.


Para mejorar la estabilidad, la nao llevaba lastre fijo consistente en unas 25 toneladas de argamasa. Dependiendo de la cantidad de carga, también se embarcaba lastre movible, consistente en piedras, grava o arena.


Seguramente contaba con cinco anclas y dos rezones.


Cuatro de las anclas, de unos 10 quintales (460 kilos), se utilizaban para fondear; iban a proa, dos en las amuras, trincadas y con una uña apoyada en la regala.


Los dos rezones debían de pesar entre 1 y 2 quintales y se usaban para llevar el barco contra el viento.


La quinta ancla, llamada de la "esperanza" o "salvación", se usaba en emergencias, era más pesada que las de fondeo e iba en la bodega.


Posiblemente la Santa María contó con 4 lombardas en la cubierta de la tolda, dos por banda. La lombarda era un pequeño cañón de hierro, ajustado sobre un canal de sección semicircular labrado en una pieza de madera que hacía de cureña, y afirmado con cabos. Se cargaba por la culata y disparaba bolardos de piedra a unos 100 m de distancia.


Colón también citó las espingardas como armas portátiles.


Otras armas de la época eran las ballestas, arcos, lanzas y espadas.


Para la defensa se usaban rodelas, capacetes y corazas.


Es posible que también llevara algún falconete, aunque Colón no lo citó en sus escritos.


Entre los instrumentos utilizados en las navegaciones se encontraban: aguja de marear, cuadrante, ampolleta y escandallo, además de cartas náuticas, compás de puntas, regla, transportador, y otros elementos de dibujo.

La aguja de marear era una versión primitiva de la que hoy se llama a bordo aguja magnética o compás. Consistía en una aguja de hierro imantada que llevaba pegado encima un círculo de cartulina con una rosa de los vientos.

Para las observaciones astronómicas, Colón utilizó el cuadrante, consistente en un cuarto de círculo graduado, con pínulas a un lado para enfilarlas a ojo con el astro a observar, y un péndulo para señalar las lecturas.

También llevó astrolabio, más preciso que el cuadrante, pero no lo utilizó porque desconocía su manejo.


Tampoco conocía la ballestilla o cruz de madera, que tenía más aceptación entre los pilotos, y que posiblemente también iba a bordo.


Para medir tiempos utilizó ampolletas, que eran simples relojes de arena.


Para conocer la profundidad del agua utilizó el escandallo, consistente en un peso firme a un cabo con marcas que indican la profundidad en el momento en que el peso tocaba fondo.


Colón hizo referencia en su diario a las cartas de navegación.


Seguramente conocía cartas famosas de la época, como un mapamundi editado por el benedictino alemán Nicolaus Germanus (1474), cuyo origen venía de Ptolomeo (siglo II de nuestra era).


Otro mapamundi muy parecido al ante¬rior era el de Henricus Martellus (1489), del que alguna copia podía haber llegado a manos del almirante.


Colón también supo que en 1474, el florentino Toscanelli había escrito sobre la posibilidad de hacer un viaje por el Atlántico hacia el oeste para llegar a las ricas tierras de Oriente, y tenía una carta "de esas que se hacen para navegar"; es muy posible que alguna de las cartas náuticas del almirante fuera este mapa de Toscanelli.


Por otra parte, durante las navegaciones, Colón trazó sus propias cartas a partir de sus observaciones.


Cada barco llevaba un fanal, consistente en un gran hachóte de cera dentro de una estructura cerrada por vidrios, colocada en la popa, que señalaba la posición del barco por la noche.


En cuanto a banderas, la Santa María llevaba el pabellón o bandera de Castilla y León, la insignia de la flota, y el pendón o estandarte real.


El pabellón con la bandera de Castilla y León tenía cuatro cuarteles, dos blancos con leones rojos coronados en amarillo, y dos rojos con castillos amarillos. Se izaba a popa, y también se solía izar en el tope del palo mayor.


En el mesana se izaba la insignia que como distintivo especial había sido otorgada a la flota de Colón.


Era blanca con una cruz verde en el centro, flanqueada por las letras F e Y coronadas, que eran las iniciales de los Reyes Católicos.


Por último, como distintivo personal de Colón en grandes ceremonias, se izaba en estribor o se bajaba a tierra, para toma de posesión de tierras descubiertas, por ejemplo, el pendón o estandarte real, de damasco carmesí, que por una cara tenía pintada una imagen de la Virgen María y por la otra de Cristo crucificado.

Vida a bordo


Seguramente sobre el tercio popel de la tolda, cubierta por la toldilla, se preparó en la nao una cámara o chupeta para uso exclusivo del almirante; debía de ser muy pequeña y por ello amueblada con parquedad, ya que el sitio no daba para más.


Los oficiales dormían bajo la cubierta de la tolda, en colchonetas sobre esteras, cerca de la caña dejando despejada su maniobra.


Durante el día colchonetas y esteras se arrollaban y guardaban en sacos de esparto.


Posiblemente algunos de los hombres más importantes a bordo, como el maestre, alojaban en pequeños camarotes o celdas bajo la tolda.


Los marineros dormían donde podían, en la cubierta o en el castillo, y con tantos a bordo en un viaje tan largo, puede que algunos lo hicieran en la bodega.


Por la noche no se permitía ninguna luz a bordo más que el fanal de popa, y si acaso un farol para alumbrar la bitácora y la aguja de marear.


El resto de luces estaban totalmente prohibidas por el enorme peligro de incendio que representaban.


Normalmente, a los marineros de entonces se les representa con blusón de caperuza, calzas, y bonete de lana rojo, aunque la verdad es que debían de vestir con lo que habían llevado de sus casas o tenían a mano, ya que no había uniformidad.


Lo que si parece cierto es el uso de los bonetes rojos, con forma de barretina catalana, de los que los fabricados en Toledo tenían fama.


Los víveres comprendían agua, vino, aceite, vinagre, sal, azúcar, harina, manteca de cerdo, tocino, galleta o bizcocho, ajos, cebollas, habas, lentejas, garbanzos, arroz, aceitunas, queso, pescado en salazón, pescado seco, pasas, almendras y otros frutos secos. La dieta principal era a base de galleta, queso, tocino, garbanzos y salazón.


Posiblemente realizaban una sola comida caliente al día, hacia el mediodía, acompasada al cambio de guardia, siempre, claro está, que hiciera buen tiempo.


Con mal tiempo, además de la dificultad de preparar comida caliente, estaba el peligro del fogón, que con los bandazos podía prender fuego en la nao.


El fogón consistía en unos simples trébedes sobre una losa o una plancha metálica, con laterales más o menos altos para resguardarla del viento.


La plancha o losa iba sobre una cama de tierra para aislarla de la cubierta. Se apagaba antes de la guaria de noche, y el contramaestre era el responsable de llevar a cabo dicho apagado, asegurándose que no quedaba ni un rescoldo.


El almirante, maestro, piloto y escribano comían en la mesa, el resto comía donde podía.


Para el rancho, la tripulación contaba con gavetas, platos de madera, escudillas de barro, cuchillos y cuencos.


La marinería iba a dos guardias. Los francos de guardia, por la noche dormían, y durante el día se dedicaban a trabajos como baldear, achicar sentinas, hacer estopa, remendar velas, o realizar cualquier reparación que se presentase.


Los tiempos se medían con la ampolleta o reloj de arena. Cada treinta minutos, tiempo en el que la arena pasaba de un vaso al otro, la ampolleta era volteada por un grumete o paje de guardia, que con cantinelas anunciaba horas, actividades o momentos importantes de la vida a bordo.

Navegaciones

En la mañana del 3 de agosto de 1492, Colón zarpó del puerto de Palos con la nao Santa María y las carabelas Niña y Pinta, y puso proa a las Canrias.


Gran Canaria fue avistada el día 9, y mientras la Pinta se dirigió a Las Palmas para reparar el timón, la Santa María se dirigió con la Niña a la Gomera, donde entraron el día 12.


Más tarde, ambos barcos se dirigieron a Las Palmas, donde entraron el día 25 para cambiar el aparejo latino de la Niña por aparejo redondo en trinquete y mayor.


El 1 de septiembre los tres barcos salieron hacia la Gomera, donde permanecieron hasta el día 6, en que comenzaron su travesía hacia el oeste. Colón trató de mantener constante la latitud.

Navegando al oeste calculaba que a unas 750 leguas encontraría tierra. De todas formas, llevó dos derrotas, una "verdadera", con sus cálculos de lo navegado, que guardaba en secreto, y otra pública y "falsa", en la que ponía distancias navegadas más cortas "porque si el viaje fuera luengo no se espantase ni desmayase la gente".


El día 13 de septiembre, Colón vio que al anochecer las agujas "nuruesteaban", y en cambio al amanecer del día siguiente "nordesteaban".


Observó el fenómeno y tomó nota de él; se aproximaba a la línea de declinación magnética 0° y descubría los cambios de dicha declinación.


El 16 de septiembre llegaron al mar de los Sargazos.


Hasta entonces, la Santa María y las dos carabelas habían navegado con los vientos alisios, de componente este y favorables para navegar hacia el oeste, pero contrarios a la navegación de retorno, lo que empezó a preocupar a la gente.


Por eso no es de extrañar que cuando el sábado 22 de septiembre saltó viento del sudoeste, Colón dejara escrito "mucho me fue necesario este viento contrario, porque mi gente andaban muy estimulados, que pensaban que no ventaban estos mares vientos para volver a España".


A principios de octubre aún no habían visto tierra y Colón empezó a preocuparse; calculaba que las tierras que debían de haber estado a unas 750 leguas de Canarias, tenían que haber quedado por la popa. El 6 de octubre las dotaciones comenzaron a alarmarse ante tan larga navegación sin ver tierra. Reunido Colón con sus capitanes, Martín Alonso Pinzón propuso cambiar el rumbo a suroeste cuarta al oeste, pero Colón no aceptó y decidió continuar hacia el oeste.


Pero en la noche del 6 al 7, marineros de la Santa María organizaron una primera revuelta. Colón solicitó y obtuvo la ayuda de los Pinzones que calmaron la tensión, aunque el Almirante tuvo que aceptar el cambio de rumbo al suroeste cuarta al oeste que le había propuesto Martín Alonso.


En la noche del 9 al 10 volvieron los problemas, el malestar se hizo general en los tres barcos, hermanos Pinzones incluidos, y Colón recibió y aceptó el ultimátum de que si al cabo de los 3 días no aparecía tierra, darían la vuelta de regreso a España.


Afortunadamente, las señales de que había tierra cerca fueron cada vez más frecuentes, y en la noche del 11 al 12, Rodrigo de Triana, marinero y serviola de la Pinta, que iba en cabeza, lanzó el esperado grito: "¡Tierra!".


Al amanecer del día 12, Colón, acompañado de los capitanes de las naves, el escribano y otros, desembarcó en una playa de la isla que llamó San Salvador y los aborígenes llamaban Guanahani, y tomó de posesión de aquellas tierras en nombre de los reyes de España.


Acto seguido, Colón comenzó a navegar entre las islas a toda prisa, bautizando las tierras que descubría y tratando de encontrar Cipango y sus riquezas.


De Guanahani navegó a Santa María de la Concepción, pasó a la Fernandina, el 19 llegó a la isla que bautizó Isabela, y el 21 de octubre, descubrió la isla de Cuba, a la que los indios llamaban Colba y el almirante identificó como Cipango.


El 21 de noviembre, la Pinta se separó de la flota, y no volvió a aparecer hasta el 6 de enero.


El 5 de diciembre, la Santa María llegó al extremo oriental de Cuba.


El día 6 divisó otra isla que bautizó La Española, actual Haití, y llegó a un puerto de su extremo oeste que llamó San Nicolás.


Colón continuó a bordo de la Santa María, acompañada de la Niña, explorando la zona y buscando oro, mientras lo anotaba todo en su diario: puntos notables, vegetación, corrientes, aves, gentes, costumbres, etc.

En la exploración de La Española, entró en contacto con aborígenes, hizo cierta amistad con el reyezuelo o cacique Guacanagari, que recibió al almirante con mucha cortesía, y Colón le dedicó e él, a su gente y a sus tierras grandes elogios.


Con tan buenas relaciones, la Santa María continuó sus exploraciones de la isla, hasta que en la noche del 24 al 25 de diciembre, día de Nochebuena, encalló en arrecifes de la costa norte.


Colón narró en su diario con detalle lo ocurrido, que en síntesis fue lo siguiente.


Sobre las once de la noche del día 24, el almirante se fue a dormir porque hacía dos días y una noche que no pegaba ojo.


Como hacía calma, el marinero que gobernaba la nao también se fue a dormir y dejó el gobierno a un grumete, a pesar de que Colón había prohibido terminantemente que los grumetes gobernaran el barco por muy buen tiempo que hiciera.


A la vista de que la mar estaba "como una escudilla", sobre la medianoche también se fueron a dormir otros marineros, y el gobierno del barco quedó totalmente en manos de aquel grumete, que no se dio cuenta de que el barco se iba mansamente hacia la playa empujado por el viento, hasta que oyó el ruido de la mar y empezó a gritar.


Acudieron inmediatamente Colón y otros, pero ya era tarde. La nao acababa de varar.


La gente de abordo reaccionó inmediatamente.


Acercaron el bote que llevaban a remolque, para embarcar un ancla y echarla por la popa, con la intención de cobrar de su cabo y sacar a la nao del arrecife.


Saltó gente al bote y se alejó inmediatamente de la nao, pero en lugar de hacer lo que esperaba el Almirante, huyó hacia la Niña que estaba a barlovento y media legua.


La carabela no lo quiso recibir y lo mandó de vuelta a la nao.


Colón mientras tanto mandó cortar mástiles y aligerar la nao de pesos todo lo que pudo, para tratar de darle flotabilidad y sacarla de la playa. Pero todo fue en vano.


El viento siguió empujando y la profundidad disminuyó rápidamente, hasta que la nao se atravesó a la mar en muy poco fondo y empezó a romperse.

La Santa María acababa de morir como barco.



Fuentes: Enciclopedia General del Mar, 50 Barcos Españoles del C.N. Marcelino González, edita Fundación Alvargonzález

Complemento con una ilustración de R. Estrada:

Me permito hacer un pequeño inciso a la magnífica exposición de nuestro entrañable Sotacomitre:
En las denominaciones que tuvo la Santa María, no he leido la de "Marigalana", también "Marigalante", que fué de las utilizadas en su tiempo y que se refleja en el monumento que en Cádiz, se erigió al Marques de Comillas, del que adjunto imagen y me he permitido la libertad de tomar como abatar.



Saludos.

. Varias reproducciones de la nao "Santa María" se han hecho a lo largo del tiempo pero tal vez la correspondiente al cuarto centenario haya sido la más lograda.

. De momento para celebrar el centenario el gobierno de España destinó 2.500.000 pts para los fastos entre los que se encontraba la construcción de una reproducción de la nao capitana con una cierta solidez y permanencia para, con el tiempo, se conservara fondeada frente a la Rábida.

. 125.073 pts destinó el Ministerio de Marina para hacerlo y por Ley 24 de marzo de 1892 se aplicaron los efectos en Arsenales y jornales de Maestranza de modo que al final su coste fué de 42.359,36 pts.

. Puesta al mando del entonces capitán de fragata D. Victor Concas y Palau efectuó el viaje en 1893 a vela y sin ayuda tardando en la etapa desde Canarias a las Antillas, por casualidad, los mismos treinta y seis días que Colón.

. Una de las condiciones puestas por Concas, que era entonces el comandante de la "Nautilus", fue que la nao se diese de alta en las listas de la Armada, evitando que como buque de guerra tuviese intromisiones indeseables.



"Páginas, por consiguiente, para biblioteca, en espera de otras generaciones, justo es que á ellas se las dedique, y así dedico este libro á aquellos de mis descendientes que vivan en 1992, sobre todo, si alguno fuese oficial de la Armada, ya que en la ocasión me cupo la honra de representar las grandes glorias de España en el siglo xv. Y también las dedico á los oficiales de la Armada, legítimos sucesores de aquellos grandes navegantes y descubridores, pues como no es probable que cambien las circunstancias del país, es seguro que algo útil encontrarán en estas líneas, si para entonces continúa el entusiasmo de las celebraciones de centenarios, como en los tiempos que hoy corremos."

Madrid 1.° de Enero de 1914.

Adjunto:

NaoConcas.JPG

Con estas palabras termina Concas la introducción de su libro "La Nao Histórica Santa María en la celebración del IV Centenario del Descubrimiento de América" publicado en 1914

Entrada por sus medios en Hampton Road



Saludos

.
Para completar y procedentes del libro citado, las dos reproducciones de las carabelas "Pinta" y "Niña"







Y un plano del velamen de la "Santa María"



(Los planos del casco están ilegibles, una lástima)

Saludos

Excelente y magnifica ampliación mi entrañable "sensei" Orfebre, desconocida por un servidor.

Un abrazo

Esta última foto de la réplica de 1892, da la sensación como si fuera la mismísima con que se descubrió América. Una joya esa fotografía.

Morales Padrón, catedrático de Historia de América en la Universidad de Sevilla, siempre nos comentaba al alumnado que en esa época era mejor cambiar el nombre original de la "Marigalante" por el de "Santa María", acertado eufemismo, decía...