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Pero Urdaneta no dejaba de vigilar, pues por lo escrito se demuestra que en muchas ocasiones, él mismo cogía la rueda del timón y se encarga de verificar que se mantenía lo por él indicado, por lo que los pilotos, ya no se mantienen en dudas sobre el rumbo marcado y parece, que adopten más una posición de mandados, a la que no estaban muy acostumbrados: <<Y así pareció al Padre Prior (como le llamaban a bordo) y a mí que fuésemos gobernando al Sueste>> y termina por explicar el piloto Rodrigo de Espinosa, que éste no estaba a veces de acuerdo con el rumbo marcado por Urdaneta, ya que era visible el que se acercará a las cartas de navegación y confrontara sus datos con los escritos por el fraile, pero que con estas pocas palabras, confirma que su parecer poco le importaba a Urdaneta, solo era una conformidad de aprendizaje del piloto y de ahí su aquiescencia a las opiniones de Urdaneta.


Algunos expedicionarios ya estaban en la certeza de estar muy cerca de las tierras de Nueva España, pero no fue hasta el día tres de septiembre, cuando se avista en la lejanía una tierra que Espinosa anota de esta forma: <<A esta isla la puse nombre la Deseada; estará en altura de 33 grados y tres cuartos>>.


El día nueve de julio anterior, por orden de Urdaneta, el piloto mayor Salcedo, había ordenado a su vez a los pilotos que llevaran cada uno la cuenta de las leguas que separaban a Cebú de su punto de llegada, por ello y con el escribano Asensio de Aguirre, se da testimonio en ese mismo día de las apreciaciones de todos ellos, por ello viene la siguiente anotación: << 39 grados y medio>>; que en esto coinciden todos pero en la distancia recorrida, hay diferencias notables, mientras Esteba Rodríguez, dice que 1.740 leguas, Espinosa y Astigarribia, dicen que 1.650.


A partir de este instante, se va siguiendo la línea de costa y no muy lejos de ella, pues es <<tierra de California>>, por ello no les cuesta mucho el estar a la altura de las de Cedros y Loreto, a los que les siguen los cabos de la Paz y San Lucas, prosiguiendo su rumbo pasan por las aguas de las islas Tres Marías y el siguiente punto a destacar es el cabo Corrientes, el cual ya quedaba muy cerca del puerto de partida de La Navidad.


Pero mientras tanto habían ido sufriendo pérdidas, entre ellas en la noche del veinticinco al veintiséis falleció el maestre de la nao, y al siguiente día su piloto mayor, Esteban Rodríguez, que fue una de las más notables perdidas de la expedición y cuando solo les faltaban horas por llegar, en el amanecer del día uno de octubre la nao se halla frente al puerto de La Navidad; Espinoso nos lo describe así: <<A esta hora me fui al capitán, y le dije que adónde mandaba que llevase el navío, porque estábamos sobre el puerto de La Navidad, y él me mandó que lo llevase al puerto de Acapulco, y obedecí a su mandato>>.
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Al parecer esta orden venía de Urdaneta, pues el sugirió en el momento de la salida, que se efectuara desde Acapulco, pero la Audiencia de Nueva España se negó, obligándole a zarpar del de La Navidad, que era un lugar más mal sano y además quedaba mucho más lejos de la capital, por ello decidió el que se llevara el retorno a Acapulco, el cual demostró a partir de ese momento, que era el más apropiado, pues se siguió utilizando durante siglos, como punto de partida y de retorno, pues este puerto con su bahía, permitía al mismo tiempo el dar capacidad a más de quinientas naves, por ello arriba al puerto de Acapulco el día ocho de octubre del año de 1565, la nao San Pedro, pero con solo dieciocho hombre con posibilidades de hacer el esfuerzo, ya que el resto que no ha sido arrojado a la mar por fallecimiento, permanecen a bordo pero enfermos.


Urdaneta hace una relación del histórico viaje, pero como se podrá apreciar, más lacónicamente es imposible, a parte de con una sencillez que casi es imposible describir, por la grandeza de lo que había descubierto, dice así: <<De la vuelta de Cebú para Nueva España, lo que hay que decir es que partimos desde quedaron los nuestros en primero de junio de 1565, y en 18 de septiembre vimos la primera tierra en la costa de la Nueva España, que fue una isla que se dice San Salvador, que está en 34 grados menos un sesmo, y a primero de octubre llegamos enfrente del puerto de La Navidad; y no queriendo entrar en él, pasamos al puerto de Acapulco por ser muy mejor puerto que este otro y estar más cerca de México que no el puerto de La Navidad con más de 45 leguas.


Pasamos mucho trabajo a la vuelta, con tiempo contrarios y enfermedades. Murieron veintiséis hombres hasta surgir en el puerto, y después de llegados a él otros cuatro, y más un indio de la islas de los Ladrones, que envió el General con otros tres indios que envió de la isla de Cebú. Vino por capitán de la nao Felipe de Salcedo, nieto del General, el cual se hubo cuerdamente en su cargo. No trato de cómo se apartó de nuestra compañía a la ida don Alonso de Arellano con el navío San Lucas, porque él mismo ha dado relación de lo que le sucedió en aquel viaje>>.


Hasta aquí su relación que como se verá, hace más hincapié en el tema del puerto y en lo bien que se ha conducido el capitán de la nao, que en todo el resto del viaje, que prácticamente lo resume en dos líneas, lo que da una aproximación a la personalidad de Urdaneta, que perdonaba pero no olvidaba y era de ideas muy fijas en lo tocante a lo de la navegación.
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También hay que hacer notar, la referencia al pequeño patache San Lucas y a su capitán Alonso de Arellano, pues se ve en el aprieto de que éste capitán había sido llevado por su propia iniciativa, a abandonar la expedición a los nueve días de su partida y que lo que pretendía era el dar él la noticia de su propio descubrimiento, del costoso viaje de retorno desde las islas Filipinas, para el bien de su persona.


Arellano, era un caballero, que contaba con grandes influencias en la Real Audiencia de Méjico, lo que casi le aseguraba, si conseguía el hacer el viaje en solitario, el que la demanda que presentará contra él Legazpi, no le serviría de nada, pues como se demostró después, la Real Audiencia de Nueva España, no hizo el menor caso a la denuncia de abandono de la escuadra y la desobediencia debida a su superior.


Ya que Arellano presentó un descripción de su viaje en una Relación de ello, que dice: <<En la Relación muy singular y circunstanciada hecha por don Alfonso (aquí hay una diferencia de nombre con la relación de Urdaneta, no se a que es debida) de Arellano, capitán del patache San Lucas, véanse por ejemplo, las líneas preliminares a la descripción del regreso: . . . hablé al Piloto y le dixe; que ya veía en la parte que estavamos, que era fuera de todas las islas: el me dixo, que lo que a mi me paresciese y mas en servicio de S. M. fuese, se hiciese; yo le dixe, que mirase bien lo que deviamos hacer en esta navegación, y que procurase tomar derrota y camino que fuese en servicio de Dios y de S. M. y del salvamiento de todos; y ansi estando pensando lo que haría, tomando la carta en las manos tanteándolo muy bien, y visto los inconvenientes desta navegación me dixo, que lo mejor dello era dar buelta a la Nueva España, pues venia el verano y metidos en el altura por la parte del Norte nos quadrarian los tiempos y harian nuestra navegación, y que ansi era mejor que no ir en poder de Isleños o de Portugueses, como las demás Armadas han hecho que a esta tierra han venido; e yo entendiendo esto, le dixe, que mi parecer era aquel, que más queria morir en la mar en servicio de S. M., que no perecer entre esta gente, y que pues el intento de S. M. era descubrir esta buelta, y nosotros no podiamos topar el Armada, que mi determinación era acavar este viaje o morir. . . . . .>>.


Además en documentos se asegura tanto por Arellano como por su piloto Lope Martín, que habían llegado a la isla de Mindanao a fines de enero de 1565, insistiendo en que estuvieron un tiempo buscando a la Armada pero que no la hallaron, por lo que se vieron obligados a partir con rumbo a Nueva España, que el viaje de regreso lo comenzaron el día veintidós de abril y que el día nueve de agosto llegaron al puerto de La Navidad.
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Pero además en el transcurso de esta aventura, ocurrieron cosas que se describen que empañan de ser cierta el espectacular brillo de su efectividad, pues en un momento dado y por que dos hombres habían desobedecido, los arrojo vivos a la mar, pero al presentar los cargos Legazpi de toda esta maraña de mentiras, solo se consiguió el que la Real Audiencia, culpara de todo ello a Lope Martín quién al parecer estuvo preso, mientras que Arellano y por sus influencias resulto absuelto de todo cargo, aunque Lope de Martín, consiguió el pasar a la historia como una de las peores personas que han existido, pues en algún escrito se le tacha de “monstruo” del ser humano, por sus postreros crímenes cometidos en una expedición posterior.


Todo esto nos lleva a pensar que el viaje fue una farsa, montada por el interés personal de Arellano y sabiendo sus buenas raíces se aprovecho de ello, pues al repasar su diario, salen errores de bulto que desdicen lo explicado por ellos, como que cuando alcanzaron la latitud de los cuarenta grados, calcularon estaban a la altura de la China, a lo que se suma, la imprecisión y brevedad extremada del relato del viaje de vuelta, que contrasta con la amplitud del de la ida, por lo que esta supuesta hazaña, deja al descubierto demasiadas carencias como para hacerla creíble y de hecho nadie le ha hecho el menor caso, por eso ha quedado para la historia el glorioso regreso del Océano Pacifico por el Fraile Andrés de Urdaneta, con su famosa <<vuelta de poniente>>.


A pesar de producirse la enfermedad del escorbuto, se advierte en esta navegación que las muertes fueron muy pocas en comparación a otras expediciones anteriores, ya que solo fueron veintisiete los fallecidos, más cuatro al estar ya en tierra y conociendo lo que la produce, se aprecia con claridad que se debió a la gran cantidad de legumbres que se cargaron a bordo en Cebú


A su llegada al puerto de la Navidad, se volvieron a confrontar los datos de la distancia recorrida y mientras Esteban Rodríguez, sus notas le daban la de 1.850 leguas, pero que según su parecer era de 2.000; mientras que Espinosa, ateniéndose a sus notas le salían 2.030 leguas y a Astigarribia, sus notas le daban 1.850 leguas, pero que su estima le permitía asegurar que eran 2.010 leguas las recorridas.


Es de destacar aquí, que la influencia de Urdaneta en todo esto había sido definitiva, pues los datos extraídos por todos ellos podían darse por buenos, ya que las distancias en aquella época poco importaban diez leguas arriba o abajo, pues la imprecisión de los instrumentos poco más se podía hacer, pero es de notar como todos estos pilotos que en el viaje de ida se habían reído de él con la llega supuesta por ellos a las islas Filipinas, mientras que Urdaneta aseguraba que estaban en la de Las Marianas, ahora casi se habían puesto de acuerdo todos y sin risas.
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La verdad es que aunque la posteridad lo ha declarado el descubridor y navegante más experto quizás de todas las épocas, es de destacar que sus minuciosos trabajos de situación de astros, vientos, corrientes y posicionamiento, perduraron durante siglos en aquella derrota, siendo considerado como el fruto de la más paciente y experta atención a todos estos datos, y consiguiendo su propósito de convertir a Acapulco, en el más importante puerto de salida y arribada de toda América bañada por el océano Pacífico, de los buques provenientes de las islas Filipinas, sobre todo cuando en el siglo XVIII se centralizó en él todo el tráfico marítimo.


Ahora le esperaba la gran bienvenida en la ciudad de Méjico, como agradecimiento de todos a estos hombres que habían conseguido por fin, el trascendental rumbo y viaje de retorno desde aquellas islas, sin tener que dar la vuelta al mundo y con ello un gran adelanto para la humanidad.


El virreinato de volcó en favorecer esta bienvenida, la noticia voló por todo el continente como si el viento la llevara, a su paso en dirección a la Real Audiencia resultó en olor de multitudes, arcos triunfales, gallardetes enarbolados a lo largo del recorrido, los cabildos ceremoniosos a sus bandas, después vinieron las misas y tedéums, el repicar de las campanas de las iglesias, las cabalgatas, a lo que se añadió suculentos festines, lidia de toros bravos, juegos de lanzas y de cañas, una expresión algo más cívica como representación de comedias y loas, más mascaradas, fuegos artificiales, danzas de los indios. . . . . ; sucediendo todo esto desde el puerto de Acapulco hasta la propia ciudad de Méjico, pero no acabó aquí si no que se repitió desde esta ciudad a la de Vera Cruz, hasta que los cañones con sus salvas del fuerte de San Juan de Ulúa le despidieron.


Por ello el virreinato se encargó de que pudiera realizar su viaje a España, ya que nadie mejor que él podía contar la gran hazaña al propio rey don Felipe II, y se le sitúa en la ciudad de Salamanca sobre el mes de abril del año de 1566, viene acompañado por un hijo de Legazpi, quién lo hace para presentar al Rey la demanda de los dispendios particulares de su padre, para el logro de tan gran jornada.


Ya en presencia se Su Magestad, Urdaneta le entrega los despachos que le había entregado Legazpi y los añadidos por la Real Audiencia de Nueva España, siendo uno de ellos el firmado en Cebú, por todos los capitanes estando la firma de Legazpi la primera, ponderando los méritos del fraile y que a su vez le encarecen que lo vuelva a enviar en cuanto le sea posible, pues lo necesitan para proseguir con la conquista de aquellas tierras.
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Pero Urdaneta fiel a si mismo, le plantea al Rey, que la donación de aquellas tierras por su padre don Carlos I, le hacen temer que el conflicto con los portugueses sea inacabable y por esta cuestión de límites, de la cual Urdaneta siempre la tuvo en cuenta, se decide por el Rey una reunión de cosmógrafos, para que puedan dictaminar el cargo de conciencia del fraile y así descargarlo de esta presión; pero después de unos días de estudio, estos expertos son incapaces de dirimir la pugna de límites, por lo que firman un documento en el que se asegura su incapacidad para demostrar una u otra razón.


Pero estos se encontraban en casi maniatados, pues el Rey muy ilusionado con este descubrimiento, que venía a dar redondez a su reinado y el mayor logro quizás de él, no era muy partidario de dar a torcer su voluntad, por lo que ellos dejaron la puerta abierta, para que en posteriores expediciones, se pudiera perfilar con mayor exactitud las distancias y que hasta ese momento daban por bueno el que era territorio de España. Pero aquí queda patente las altas miras de Urdaneta, pues no duda en plantear su cuestión de aceptación personal al propio Rey, lo que demuestra que ya no se callaba ante nada ni ante nadie, con tal de tener su conciencia tranquila.


Urdaneta ya no quiere más honores ni viajes, solo añora el regresar a su celda y descansar, pues se sabe que le queda poco tiempo, por ello demanda su regreso a su monasterio en ciudad de Méjico, pero nadie le quería dejar marchar, pues el propio Real Consejo de Indias, pretende que se quede como jefe de la escuela de pilotos y por tanto le negaba una y otra vez la posibilidad de embarcar, pero al final y ya muy cansado se dirige al Rey y éste se ve en la obligación de concederle el pase a las tierras de Nueva España.


Por fin logra su objetivo y embarca, atravesando el océano Atlántico, llegando un tiempo después a su monasterio, en la capital del virreinato de Nueva España, donde vuelve a encontrar la paz añorada después de tantas vivencias pasadas, ya anciano y cansado, se dedica a estar rodeado de sus rezos monacales, pues sus cuadernas ya no soportan más el peso de los hechos y los fuertes vientos le van arrancado sus últimos alientos.


Parece un contrasentido, que el luchador de tantos años, encuentre la paz en un lugar tan tranquilo, lo que dice mucho de su persona, por ello el glorioso marino recibe su último viento de su santa y postrer singladura, el día tres de junio del año de 1568, en su celda del Monasterio de los Agustinos de la capital, Méjico, del virreinato de Nueva España.
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El conocimiento de su fallecimiento, causo un gran pesar en todas las tierras de España, tanto en la vieja como en la nueva, aunque era esperada, pero la muerte de los héroes es siempre una doble pérdida, que produce siempre una gran tristeza.


Así terminó una vida, que lo había dado todo por su país y por su Rey, abriendo una nueva ruta por el océano Pacífico, que daba alas a los que le siguieron y por ello precisamente, fue uno de nuestros últimos territorios perdidos.


Vinieron halagos posteriores, como el del maestro Grijalva, en lo que hace referencia a la elección por parte de don Felipe II del Padre Urdaneta y en su obra <<Conquista de Filipinas>> nos dice: <<Era el P. Urdaneta persona tan cabal para el efecto, que ni para la navegación, ni para la guerra, ni para la predicación y fundación de aquellas iglesias, no se pudiera hallar ni desear otro que le igualase>>.


En cuanto a las obras escritas por el Padre Urdaneta se conocen: la que entregó el día cuatro de septiembre de 1536 a don Macías del Poyo, en la ciudad de Valladolid: <<Relación sumaria del viaje y sucesos del comendador Loaisa desde 24 de julio 1525>>.


A la que se añade la entregada el día veintiséis de febrero de 1537: <<Relación escrita y presentada al emperador por Andrés de Urdaneta de los sucesos de la armada del comendador Loaisa, desde 24 de julio 1525 hasta el año de 1535>>.


La descripción del Derrotero que escribió al Rey en el año de 1561: <<Derrotero de la navegación que había de hacer desde el puerto de Acapulco para las islas de poniente el armada que S. M. mandó aprestar para su descubrimiento en las costas del mar del Sur de Nueva-España, con la descripción de dicho puerto y el de Navidad, y las propiedades y ventajas de cada uno de ellos; y al fin una Memoria de lo que convenía proveerse para el apresto y buen éxito de esta expedición>>.


Y por último la demostración ante el Rey, de su forma de ver el tema de las islas Filipinas, que obligó a S. M. a concertar aquella reunión de expertos, por lo que existe una documentación que contienen todas aquellas opiniones y pareceres, que queda denominada: <<Ocho pareceres dados por este y otros cosmógrafos en 1566 y 1567, sobre si las islas Filipinas estaban comprendidas en el empeño que el emperador había hecho al rey de Portugal, y si las del maluco y otras estaban en la demarcación de Castilla>>.
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Pero dejamos para el final la definitoria situación de la islas Filipinas, por aquel instrumento de mediano tamaño, que el compañero de Urdaneta llevó al viaje, por el que se supo la verdad y dice así:


<<En uno de estos pareceres, que es de 8 de octubre 1566, dijo el P. Urdaneta que á su persuasión, el P. fray Martín de Rada, natural de Pamplona, sacerdote y teólogo, buen matemático, astrólogo, cosmógrafo y gran aritmético, llevó consigo en la armada del general Miguel Lopez de Legazpi, desde Nueva-España á Filipinas un instrumento de mediana grandeza, para poder verificar la longitud que habia desde el meridiano de Toledo hasta el de la tierra adonde llegase, y efectivamente lo verificó en el pueblo de Zubiú (que está en 10º lat N.), hallando 216º 15’ por las tablas Alfonsinas, y 215º 15’ por Copérnico, de que deducidos 43º 8’, restaban 172º 7’, y resultaba por último que aun restaban 7º 53’ hasta los 180º que pertenecían á la corona de Castilla>>.


Aclarar, que por ser escritura del siglo XVIII o anteriores, se cometen muchas faltas de la ortografía actual, pero lo he intentado poner lo más claro posible para su buen entendimiento, aunque respetando en muchos casos la falta de acentos, que su época no existían como ahora y pido disculpas por las seguras faltas cometidas por mi.





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La Madre del Amor Hermoso...

Menudo trabajo.

Deberíamos entre todos publicar nosotros mismos una enciclopeida. Aunque, como cada uno tenemos nuestros trabajos y aficciones, lo veo difícil. Pero sería muy enriquecedor, francamente.

Saludos.

Por tierras de América

Posiblemente no salió de España hasta el año 1538, en que su amistad con Pedro de Alvarado, el capitán de las tropas de Cortéz, le brindó una nueva aventura.
Alvarado, en 1538, estaba en España de regreso de su viaje al Perú. Inquieto y ambicioso como siempre, no bien hubo conocido a Urdaneta, cuando le propuso que lo acompañara a Guatemala, tierra de la cual era gobernador, para preparar allí una armada con que navegar por la mar del sur, hasta las islas de la Especiería. Urdaneta no tardó en aceptar la proposición, dado que deseaba recorrer una vez más las islas de las Molucas y las Filipinas.
La flota salió de Sevilla en el último día del mes de octubre de 1538, para arribar después a Puerto Caballos, en Honduras. Don Pedro y Urdaneta tomaron entonces camino a Guatemala. Alvarado supo que también era deseo de don Antonio de Mendoza, por entonces virrey de la Nueva España, enviar por el mar del sur una armada a las islas del Oriente. Comprendiendo que tales deseos favorecían sus proyectos, salió de Guatemala para el puerto de La Navidad, en la costa de Nueva Galicia (Hoy estado de Jalisco). Su arribo no pudo ser más oportuno, pues coincidió con una insurrección de los indios, que amenazaba no tan solo con terminar el gobierno de Cristóbal de Oñate, sino también con todo el dominio español en la Nueva España. Alvarado tomó por su cuenta la pacificación de la Nueva Galicia. Conocido es el fin don Pedro tuvo en aquella campaña, llevada hasta la temeridad. Una noche en que llovía, al resbalar un caballo, cayó sobre Alvarado despeñándolo a una barranca. Tres días después de este incidente moría uno de los hombres más recios y discutidos que acompañaron a Cortéz. Urdaneta estuvo con su jefe y amigo en la pacificación de la Nueva Galicia “donde sirvió hasta que se acabó con armas e caballos”.
Urdaneta quedó entonces en la Nueva España. La muerte de Alvarado cambió su proyecto de navegar al Poniente. La pacificación completa de la Nueva Galicia acabó a mediados de 1542, cuando Cristóbal de Oñate escribió al virrey diciéndole que los rebeldes eran ganados a la paz. Don Antonio de Mendoza no tardó en comprender lo útil que eran para el reino los servicios del marino de Guipúzcoa. A su valor, a sus conocimientos se unían un fino tacto para llevar los asuntos que se le encomendaban. Fue así como el virrey lo invitó a que permaneciera en la Nueva España. Dióle después el honroso cargo de corregidor en la mitad de los pueblos de Avalos, extensa región comprendida al sur de los actuales estados de Jalisco y Colima y noroeste de Michoacán. El honroso cargo fue tan bien cumplido, que tiempo después el virrey le pidió a Urdaneta que fuese en calidad de visitador a los pueblos de Zapotlán, Jiquilpan, Ameca, Amula y los valles de los pueblos de Autlán, Milpa, Ispuchimilla y el puerto de Navidad.
En 1547 figuró con el “cargo, atributos e indumentaria de almirante” de la flota que el virrey Mendoza preparaba para la pacificación del Perú. Cuando la flota disponíase a salir al mando de don Francisco de Mendoza y seiscientos hombres, llegó a México la noticia de la derrota y muerte de Gonzalo Pizarro y Francisco de Carvajal que encabezaban el ejército rebelde en el Perú, por lo cuál no hubo necesidad de que la flota mexicana se hiciera a la mar.
Después el cargo de almirante tuvo el de justicia y otros de no menor importancia durante cuatro años.

Copiado de :
Santiago Cruz, Francisco. La Nao de la China, 2da. Ed., 1962, Editorial Jus, México

Al parecer Urdaneta pasó por Valladolid cuando escapó de los portugueses en 1536, pero el motivo de este mensaje es anunciar que el Museo de Arte Oriental de Valladolid acoge hasta el próximo 21 de marzo de 2009 la exposición "La ruta de Urdaneta"

Este museo tiene más de mil piezas procedentes de Filipinas (la colección más importante de Europa) además de otras de China y Japón y está regentado por los Padres Agustinos.

https://www.museo-oriental.es/

un saludo