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Responder al tema  [ 17 mensajes ] 
 Hugo de Moncada. 
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Nuevo mensaje Hugo de Moncada.
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Biografía de don Hugo de Moncada.


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I Capitán General de la Mar.


Vino al mundo en la población de Chiva perteneciente al reino de Valencia a lo largo del año de 1478.


Era hijo de ilustre familia, según parece era descendiente de los duques de Baviera.
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Si ignoras lo que pasó antes de que nacieras, siempre serás un niño. Marco Tulio Cicerón.


Hay criterios cerrados, de ásperas molleras, con los cuales es inútil argumentar. Miguel de Cervantes Saavedra.


Cuando soplan vientos de cambio, unos construyen muros, otros, molinos.

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30 Jul 2006 10:41
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Ya en edad adolescente era caballero de la Soberana y Militar Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén de Rodas y de Malta.


Dicen las crónicas que en el año de 1495 servía en la península itálica bajo la bandera de Carlos VIII rey de Francia, pero esto no parece corresponder con la realidad pues siempre fue un enemigo de los franceses.


Abandonó su servicio que prestaba a Cesar Borja en el que estaba desde el fallecimiento del Papa Alejandro VI, se fue en el preciso instante en que César se puso de parte del rey de Francia y en contra de los Reyes Católicos.


Combatió contra los franceses en los condados de la corona de Aragón y en el Rosellón, en el año de 1496.


Formó parte después del ejército de don Gonzalo Fernández de Córdoba, en la conquista del reino de Nápoles distinguiéndose en la larga campaña que supuso aquella conquista.
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30 Jul 2006 10:42
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Nuevo mensaje Hugo Montcada
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Fue nombrado por Fernando V ‹ El Católico › Virrey de Sicilia en el año de 1509, siendo compañero de armas de don Pedro Navarro cuando éste pasó a atacar la plaza de Trípoli en el año de 1513, a quien apoyó con la escuadra de su virreinato.


Apoyó constantemente con su escuadra de galeras de Sicilia a la escuadra de galeras de Nápoles, en todos los enfrentamientos que tenían lugar contra las regencias norteafricanas, por sus extraordinarias dotes y brillantez en el mando se le nombró prior de Messina. Permaneciendo en el virreinato contra costumbre, hasta el año de 1517. (Hay que fijarse en las fechas en las que lo ejerció, ya que falleció don Fernando, le sucedió como Regente el cardenal don Francisco Jiménez de Cisneros y solo se le retiró de su responsabilidad a la llegada de don Carlos I. El mando de los virreinatos solían ser de un mínimo de tres años, pero en este caso y por lo explicado estuvo muchos más tiempo)


Ya en el trono el nuevo rey Carlos I y siendo Moncada general sitió la plaza de Tournai en el año de 1522, logrando hacer capitular al valiente Camperou, concediéndosele por esta acción la recompensa de nombrarlo virrey de Sicilia.
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21 May 2007 21:03
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Nuevo mensaje Re: Hugo de Moncada.
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En el año de 1524 se le otorgó el mando de una escuadra española de dieciséis galeras, que cruzaban y atacaban las costas de la Provenza consiguiendo apoderarse de las plazas de Tolón, Hyères y Frejus, con el apoyo de los provenzales.


Un tiempo después y sobre la desembocadura del Var en reñido combate fue vencido y hecho prisionero, por una escuadra al mando de Andrea Doria, que en esa época y como condotiero estaba a las órdenes del rey de Francia.


Logrando su libertad por el tratado de Madrid que se firmo en enero del año de 1526, pero pronto se reanudo la guerra tomando el mando de uno de los cuerpos del ejército del condestable de Borbón.


Se conquistaron Milán y Lombardía, poniendo en libertad al Papa Clemente VII que estaba sitiado en el castillo de Sant’Angelo por la familia de los Colonna.
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13 Jul 2011 19:18
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Nuevo mensaje Re: Hugo de Moncada.
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Consiguiendo en esta acción hacer recapacitar al Santo Padre, para que se apartase de la influencia de Francia y del duque de Milán.


Antes de partir de Roma, logró reconciliarse con la familia Colonna.


En el año de 1527 regreso a la ciudad, donde los soldados del ejército se dieron al pillaje no haciendo nada por evitarlo, reconociendo que este acto sucedía porque el Papa no había mantenido su palabra y continuaba estando aliado con Francia.


En el mismo año de 1527 se le nombró virrey de Nápoles, encontrándose en la ciudad ésta fue sitiada por tierra y bloqueada por las flotas de Génova y de Francia al mando de Joanetín Doria (sobrino de don Andrea) al mando de una escuadra compuesta por ocho galeras; Capitana, Pellegrina, Donzella, Sirena, Fortuna, Neptuno, Mora y Signora, más dos bergantines, con la que protegía el flanco de las tropas de ejército, se sabía que además estaba esperando la incorporación de otras veinte galeras.
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13 Jul 2011 19:20
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Nuevo mensaje Re: Hugo de Moncada.
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Se estuvo soportando el bloqueo, pero al empezar a faltar los víveres y comprobando Moncada que solo estaban las ocho galeras, decidió armas las disponibles en el puerto, pero el error estaba en que la gente hacía ya mucho tiempo que no navegaba en los vasos, viéndose obligado a dotarlos con todo tipo de hombres, prefiriendo siempre a los pescadores de la zona, pero que su vez no eran guerreros natos ni entrenados, así consiguió armar seis galeras las; Capitana, Gobba, Villamarina, Perpiñana, Calabresa y Sicama, en las que metió arcabuceros de los viejos escogidos de la compañía de capitán don Juan de Urbina; para aparentar tener más fuerza, añadió a la escuadra dos fustas, dos bergantines y algunos buques, pero sin tropas ni artillería ni nada, solo con la intención de aparentar ser mayor número de buques.


Se le comunicó a Juanetín que la escuadra iba a salir a la mar, para ello reforzó su escuadra con seiscientos arcabuceros franceses, ya en la mar navegó hasta las proximidades de Amalfi a la vista del cabo del Oso (Urso), guardando siempre el barlovento manteniéndose de esta forma a la espera, al divisar las velas de Moncada pensó que era muchos mayor la escuadra española, para ello y a pesar de no tener mayor cantidad de buques, ordenó formar una reserva con tres galeras, la Mora, Neptuno y Signora.


Al ir acercándose la escuadra se dio cuenta de la treta del español, pero Mocada todavía creyó al ver retirarse a las tres galeras enemigas, que la victoria era suya ordenando la boga de combate, pero por la falta de práctica y orden no se conseguía ir todas juntas, lo que al parecer le puso algo nervioso, cometiendo el segundo error, que no fue otro que ordenar abrir fuego cuando las enemigas todavía no estaban al alcance efectivo de sus piezas teniendo un casi nulo efecto.
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13 Jul 2011 19:21
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Nuevo mensaje Re: Hugo de Moncada.
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Joanetín los dejo acercarse y al estar a unos metros sus galeras abrieron fuego, de hecho un proyectil de basilisco dio de lleno en la Capitana de Moncada, le destrozó el espolón saliendo algo alto continuó su camino matando o hiriendo a treinta hombres a lo largo de la cubierta y al llegar a popa aun le quedo fuerza para matar a dos caballeros, por ello no se desanimaron, de hecho y como respuesta lanzaron una tabla y sobre ella pasaron a bordo de la Capitana de Juanetín, entablándose un feroz combate.


Mientras, dos de la españolas había rendido a la Pellegrina y Donzella, a las que se unieron las dos rezagadas españolas, que en vez de mantener la distancia por si hacían falta, para terminar de arreglarlo por no ser gente de mar avezada, se dedicaron a saquear las dos galeras genovesas, momento en que las tres de la reserva de Juanetín atacaron por la misma banda a la Capitana de Moncada, la primera en llegar sobre la popa fue la Mora abriendo fuego a muy corta distancia, destrozando el timón y por lo tanto la dejó sin gobierno, le siguió por el centro la Neptuno, que del impacto derribó el palo mayor causando al caer sobre la cubierta con su entena una gran mortandad, aparte de obstruir posibles zonas de avance a las tropas, por la proa embistió la Signora, al mismo tiempo que desde su arrumbada barrió la de la Capitana de don Hugo anulando toda la artillería.


En el ataque don Hugo de Moncada recibió dos balas de arcabuz y una pierna se la destrozó el proyectil de un esmeril, al mismo tiempo que cayeron también muertos Jerónimo Trani, el artillero mayor y casi la totalidad de los capitanes y alféreces que con su Jefe estaban a bordo de la galera, por lo que ni siquiera tuvieron que abordarla, ya que se habían quedado solos algunos hombres al remo, pero nadie del personal de armas en condiciones de defender la galera.
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13 Jul 2011 19:23
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Nuevo mensaje Re: Hugo de Moncada.
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Por balas de arcabuz murieron don Cesar Fieramosca, los caballeros don Pedro de Córdoba y don Luis de Guzmán, los capitanes don Bernardo de Villaraín, Giustiniani, Barado, Espinosa, Zambron y Juan Vizcaino, heridos el marqués del Vasto con herida en el cuello, don Ascanio Colonna en un pie y una mano, el marqués de Corata, Mosen de Bauri o Ubairi, flamenco con herida de arcabuz en un hombro, don Francisco Icart, don Felipe Cervellón, Aníbal Genaro y don Camilo Colonna, con ellos entre muertos y ahogados de la Infantería, novecientos hombres. Los genoveses perdieron a un capitán y más de quinientos hombres, durando el combate algo más de cuatro horas.


De los buques, fueron solo capturadas por los genoveses las dos galeras que llegaron tarde y ni siquiera combatieron cuando fueron acometidas por las de la reserva de Juanetín, siendo la Perpiñana y la Calabresa, que reemplazaron a las dos enemigas hundidas por Moncada las Sirena y Fortuna, las Villamarina y Sicama, se fueron a pique como la Capitana, y solo la Gobba logró escapar, de los buques para hacer bulto, una fusta se fue a pique así como varias de las menores, salvándose solo una urca y muy pocas del resto.


Esto sucedía el día veintiocho de mayo del 1528.
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13 Jul 2011 19:25
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Nuevo mensaje Re: Hugo de Moncada.
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Su cuerpo fue sepultado por los mismos vencedores en la iglesia de San Andrés en la ciudad de Amalfi. Pero su hermano don Guillén Ramón de Moncada, a la sazón obispo de Tarazona y canciller del Reino de Valencia, pasados nueve años envío para recuperar los restos que fueron desembarcados en el Grao, siendo enterrado en el convento de Nuestra Señora del Remedio, junto al altar de la capilla del Evangelio, colocando una lápida con una inscripción que dice:


CHR. OPT. MAX.
EXAUCLATIS TERRA MA-
RIQ, LABORIBVS INNUMERIS
SVB FERD, CATH. ET CAR-
LO V, SICVLORVM PRO RE-
GIA DIGNITATE ET OMNI-
BVUS HONORIBVS IN SRA R.
P. FUNCTVS CONTRA SÆ-
VAM GALLORVM TIRANIDEM
PARTHENOPEN CVM REG-
NO SERVANS NAVALI PRE-
LIO INVICTO ANIMO DIMI-
CANS PRO P. LIBERTATE
PRO CÆSARE, PRO NOMI-
NE TAMDEM OCCVBRIT
GLORIOSE
DON HUGO A MONTE CA-
TINO D. GVILLEN FRA. PIEN-
LISSIMVS F. B. M. D.
S. P. F. C.
A PVERPERIO
1537•




Citar:
Bibliografía:

Cadenas y Vicent, Vicente de.: El Saco de Roma de 1527 por el ejército de Carlos V (I). Hidalguía. C. S. I. C. Madrid, 1974.

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo Americana. Espasa-Calpe.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española, desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Museo Naval. Madrid. 1973.

VV. AA.: Colección de documentos inéditos para la historia de España. Facsímil. Kraus Reprint Ltd. Vaduz, 1964. 113 tomos. Esta obra es conocida como el CODOIN. Abreviatura de Colección de Documentos Inéditos de la Historia de España. Tomo utilizado el 23, en sus páginas 77 a 86, donde se trata de los Virreyes de Nápoles.

Compilada por Todoavante.

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13 Jul 2011 19:30
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Alférez de Fragata
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Nuevo mensaje Re: Hugo de Moncada.
Hugo Montcada, (1478-1528).

Militar y almirante. Victorioso en las campañas de Italia contra los franceses, les derrotó igualmente en los combates de Frejus y de Tolón, así como a la flota sarracena en Trípoli, Sicilia y Gerba. Fue virrey de Sicilia y de Nápoles. Hombre de confianza del emperador Carlos V en las guerras de Italia, murió al intentar romper el bloqueo que los franceses habían puesto al puerto de Nápoles.

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9/IV/2007


13 Jul 2011 19:31
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Nuevo mensaje Re: Hugo de Moncada.
Existe un artículo sobre don Hugo de Moncada que publicó la revista Ejército" en su número 81, de Octubre de 1946. Lo firma el general Bernúdez de Castro, y contiene datos interesantes sobre el personaje, incluyendo su participación junto al rey de Francia en su juventud, en un período en que no era enemigo de Fernando el Católico.

Es un poco largo, pero creo que tiene datos suficientes sobre el personaje, como para traerlo íntegro al foro.
En el caso de que el Sr Intendente general lo encuentre inconveniente para el foro (por lo que ocupa), por favor, retírelo.

A no ser por la puntualidad y esmero del Licenciado en Salamanca, Magistrado de la Audiencia de Granada, don Gaspar Baeza, la vida y hechos de don Hugo de Moncada continuarían esparcidos por varias crónica*s y relaciones de la época de Fernando el Católico y de Carlos V. La prolijidad del Licenciado produjo una obra demasiado extensa y detallista, como dedicada a los descendientes del admirable soldado, y con algunas equivocaciones, como la de que una escuadra española, durante furiosa tempestad, desde las costas de África fuese a parar a Suiza; descontando aquello que parece inverosímil o exagerado, la figura queda retratada y es tan gallarda que merece el recuerdo que en las cultas páginas de la Revista EJERCITO vamos a dedicarle.

Nunca fue caso raro que un marino acabase siendo soldado de tierra: son varios los que desde un navío saltaron sobre los lomos de un caballo para guerrear; lo contrario hizo don Hugo de Moncada, que, siendo magnífico soldado de Caballería y estupendo jinete; se arrojó a las aventuras marítimas, dando fin a su vida con heroica muerte a bordo de un bajel.

El mozo despuntaba ya a los catorce años de edad, sabiendo domar un potro, romper una lanza y blandir una espada con toda la soltura de un verdadero Capitán de caballos. Su padre envióle como doncel a la corte del Rey Fernando el Católico, donde otro hermano suyo se educaba.

Aquí me viene a los puntos de la pluma algo que no dice Baeza acerca de los Donceles, especie de Academia General Militar, porque de Palacio, donde se criaban a la vista de los Reyes desde muy pequeñitos, salían de capitanes de Infantería y Caballería a las Milicias Feudales o Concejiles, en cumpliendo cierta edad y los exámenes consiguientes de destreza en las cosas militares. En tiempos de Alfonso XI de Castilla se llamaban doncellos, a semejanza de las damas solteras que servían a la Reina; los muchachos hacían servicio de pajes cerca del Rey, de quien uno de ellos llevaba el caballo de refresco y otros la lanza y la rodela para entregárselos en mano cuando se los pidiese el Monarca. Habían de observar costumbres puras, ser hijosdalgo notorios o huérfanos de caballeros, y formaban un Escuadrón cuyo Jefe y Maestre llamábase Alcaide de los Donceles, cargo que estaba vinculado en la familia de los Fernández de Córdoba por un privilegio cuyo origen se ignora, pues no figura en la crónica del onceno Alfonso, por la cual se sabe que aquellos chicos adolescentes pelearon con brío en la campaña de Algeciras. Puede, pues, afirmarse que la primera Escuela Militar que hubo en el mundo estuvo en España.

Tenía el Doncel Hugo de Moncada diecisiete años cuando, habiendo el Rey Católico hecho las paces con el rey Luis XI de Francia, mediante promesa de éste de devolver la ciudad de Perpiñán, tomada por el francés, como se cambiaran obsequios entre ambos Soberanos, envió el de España a París al Doncel Moncada, cuya apuesta figura y gentileza e ingenio natural hacían honor a la tierra española. De tal visita resultó que el nuevo Rey de Francia, Carlos VIII, se prendara de las cualidades del joven y le propusiera quedar a su servicio, él y el lucido séquito de españoles que le acompañaba; previa autorización del taimado aragonés, que, dado el talento y la perspicacia de Moncada, quizá proyectaba un atisbo de espionaje, el caso fué que le petit espagnol y los dos caballeros don Carlos de Arellano y don Juan Cerbellón, que les servían de continos o ayudantes, quedáronse en la Corte francesa y con su Monarca fueron en el Ejército francés y entraron en Roma, donde el Papa Alejandro y su hijo César Borja (en italiano Borgia) recibieron a los tres muchachos espléndidamente, porque, siendo el Papa y su hijo españoles y valencianos como Moncada (natural de Chiva) y aun algo parientes, establecióse cierta intimidad entre todos.


(continúa)

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A mí me parece, Señor, que no tengo otra cosa buena sino ser español (Catalina de Erauso, "la Monja Alférez", a un Cardenal)

16 Jul 2011 09:00
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Nuevo mensaje Re: Hugo de Moncada.
Por sport, como se dice ahora, Moncada tomó parte con el Ejército francés en varias operaciones y combates contra los florentinos, empezando ya a llamar la atención por su arrojo y buen juicio en operaciones y combates, hasta que, conociendo que la intención del Rey francés era dañosa para España, despidióse de él con muchas muestras de sentimiento por parte del Monarca, que lamentaba mucho desprenderse de un caballero de tanta cuenta. Los españoles de Nápoles supieron por noticias enviadas por Moncada, los proyectos de los franceses y tuvieron tiempo de prepararse. El Papa Alejandro VI, como español, avisó al embajador don Antonio de Fonseca –Capitán de Infantería tan ducho en la guerra como en los ardides de la diplomacia—para que exigiese del Rey de Francia que no entrase en territorio de Nápoles, cuyo Reino era protegido por el Rey de España, y su Soberano, pariente íntimo del Rey Católico.

Presentóse Moncada en el campo francés en momento en que se hallaban reunidos en consejo el Rey y los principales Cabos de su Ejército; expuso el embajador español sus advertencias y, antes de que acabase de hablar, los caballeros franceses interrumpiéronle, diciendo, sin que su Rey lo estorbase, que les importaba poco la guerra con los españoles y aun la deseaban, porque los hombres de armas franceses no eran pobres moros de Granada, sino fieros soldados que harían morder el polvo a los del Rey de España.

A esas desaforadas palabras, Fonseca, muy tranquilo, sacó de la escarcela el pliego firmado de las manos del Rey Católico y del Rey Carlos, en que se estipulaba la paz; hízolo cincuenta pedazos, que arrojó a la cara de los franceses y salió de la estancia con paso mesurado, mirando al rostro a los presentes, que, con la mano en el puño de las espadas, no se atrevían ni sabían qué actitud tomar.

Tampoco el Rey de Francia, porque esperase refuerzos o se entretuviese en hacer política con los Príncipes italianos, se mostraba muy activo, y este interregno lo aprovechó César Borgia, como General en Jefe del Ejército Pontificio, para ir reconquistando los Estados que habían sido sustraídos al poder temporal; don Hugo le acompañó en aquella campaña como su segundo o Jefe de Estado Mayor, distinguiéndose en los rebatos, sorpresas, asalto de ciudades, batallas de campo y demás menesteres de una guerra formal. Pero notó don Hugo que su amigo Borgia se inclinaba a los franceses, pues habíanle ganado con promesa de grandes títulos, señorías pingües y boda principesca, que al fin cumplieron, pero ya no había, cuando esto sucedió, ni un solo español en la hueste del hijo del Papa Alejandro, pues todos, desde don Hugo hasta el último de los mil soldados que militaban, se incorporaron a las filas del Gran Capitán, bien necesitado de gente como la que se le allegó.
Recibió a Moncada el excelso gran Capitán con los brazos abiertos, así como a los que le acompañaban, entre los cuales el antiguo amigo y subordinado suyo don Diego de Quiñones, que había sido uno de los once caballeros españoles que pelearon en liza cerrada con once caballeros franceses, y dióles importantes oficios con los que asistieron a la magnífica jornada del Garellano, en la que don Hugo se distinguió notablemente por su valor y esfuerzo y por su atuendo bien visible porque, montando un hermoso caballo y vistiendo unas armas doradas cubiertas de cruces blancas, que eran su mote, rompió contra los franceses y dió en ellos tan recio, que les hizo repasar el puente de barcas que habían hecho para envolver a las tropas españolas; el incidente fué terrible: los enemigos, apretados, caían de la puente abajo, al paso que les atropellaban los que venían a socorrerlos. En la “Vida del Gran Capitán”, escrita por Paulo Jovio, se relata este episodio con mucho elogio para don Hugo, el cual dijo siempre que, en todas las campañas a que había asistido, nunca estuvo en mayor peligro de muerte.

Las consecuencias de esta victoria española fueron quedar por don Fernando todo el Reino de Nápoles y sosegada Italia algún tiempo; pero no así don Hugo, porque, sabedor el Rey de las condiciones militares de su antiguo Doncel, dióle el mando de una flotilla encargada de limpiar el Mediterráneo de piratas argelinos, consiguiéndolo de modo tan eficaz, que el Papa premió los servicios del reciente Almirante concediéndole el ingreso en la Orden de San Juan, cuya profesión consistía en perseguir sin tregua a los enemigos de la fe cristiana. Aunque nunca había navegado, se adaptó pronto a la vida del mar y realizó tan victoriosamente sus empresas, que fueron muchos los cárabos apresados y los cautivos que libertó, infundiendo saludable temor en los infieles. Agradecido el Pontífice León X, concedióle el cargo de Bailío de Santa Eufemia, que era una riquísima encomienda en el Abruzzo; el retrato que ilustra estas páginas muestra al pecho la Cruz de San Juan, bajo la cadena de Comendador.


(cont)

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16 Jul 2011 09:01
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Nuevo mensaje Re: Hugo de Moncada.
Luego de la muerte del Rey Católico, el Regente de España, insigne Cardenal Cisneros, distinguió también al agraciado reforzando la Escuadra que mandaba, y era ya rey Carlos I y Emperador de Alemania cuando la fama de Moncada le daba uno de los primeros puestos entre los soldados de mar y tierra, decidiendo al Emperador a confiarle el encargo de batir al corsario Barbarroja, que, habiéndose apoderado de Argel, se proclamó Rey de aquel africano territorio y tenía muy apretado al presidio del Peñón, guarnecido por españoles. Este pirata, que unos historiadores dicen era hijo de un cristiano griego y otros afirman que había nacido español y, cautivado por moros, renegó de la fe cristiana, tenía amedrentadas las costas de España e Italia.
La expedición no pudo ser más desgraciada, no por mala suerte de las armas, sino por una de las tempestades que siempre acompañaron a las aventuras marítimas; don Hugo embarcó en 80 galeras 5.000 españoles soldados viejos que se habían concentrado en Sicilia para reprimir una sublevación de los naturales; acompañábanles 300 caballos ligeros y alguna artillería.

Copio a la letra la relación de la batalla según un testigo presencial:

"Don Hugo, habiendo desembarcado su gente, púsola cerrada en Ordenanza y comenzó a caminar con gran ánimo hacia los moros de Argel, y, viendo que su caballería era poca respecto a la de los alárabes llamados en socorro de los argelinos, púsola en ciertos espacios dentro de la infantería; esperábale Barbarroja con infinita gente, y los caballeros de ambos bandos comenzaron a escaramuzar; hicieron algunos buenos hechos don Manuel de Benavides y Rui Díaz de Rojas, siendo por ello alabados de don Hugo; no se veía en el campo cosa que no estuviese ordenada conforme a disciplina, porque don Hugo, con su ejemplo, incitaba a todos al deber y, para mostrar mayor ánimo no consentía en su campo se hiciese foso ni trinchera; a “curena rasa” (como dicen) peleaba esforzadamente y muy señalado por sus manos, armas y penachos, siempre delante en las partes más peligrosas, porque, verdaderamente, en prudencia, sagacidad, consejo y valor, ninguno de los excelentes Capitanes de nuestro tiempo puede ser antepuesto a don Hugo.

Tenía don Hugo consigo a un caballero alárabe que, viniendo de la corte del Emperador, se había tornado cristiano y dicho al Emperador que él haría que viniese gran caballería de alarbes en socorro de don Hugo. Esperaba don Hugo que viniesen, porque sin ellos era temeridad intentar combatir Argel ni aun pelear con Barbarroja, que en gente, lugar y comodidad de todas cosas le tenía gran ventaja; y visto que no venían y que había ganado alta honra en haber estado diez días peleando con tan grande gente, sin foso ni reparo, delante de los muros de Argel, hizo tocar alarma y, puesta su gente en Ordenanza, mandó ir la tierra adentro, y a buen espacio de Argel halláronse un largo foso, tan hondo y ancho, que era imposible pasarlo ni llegar a batir los muros; lo cual, visto por don Hugo, parecióle que no había que esperar victoria de cosa tan desigual, y que retirarse sin daño es tenido de los hombres prudentes por poco menos que vencer. Y habiendo hecho con grandísimo valor cara a los moros diez días, causándoles mucho estrago, embarcó toda su gente y artillería, el día de San Bartolomé, en la noche, para navegar a la segunda vela. Pero la fortuna, queriendo vencer a quien por la fuerza de tantos turcos, alárabes y moros no había podido ser vencido, levantó una tempestad tan horrible, con tanta fuerza de los vientos y altísimas olas del mar airado, que nuestras naos, haciéndose unas a otras pedazos, daban al través e iban al hondo. Oíanse voces y gemidos de los que, muriendo, imploraban la misercordia de Dios, y los españoles que estaban en el Peñón tenían gran lástima de que don Hugo, caballero tan señalado, pereciese sin remedio entre las ondas del mar. Amanecía cuando Barbarroja, vista la ruina de los nuestros, salió a su seguro con copia de gente y, llegando a la marina, mataba cruelísimamente a los que medio muertos salían a la ribera, donde los barcos se partían en pedazos; entre ellos fueron don Manuel de Benavides, el capitán Gavilanes, el Capitán Herrera el Viejo, a los cuales los turcos enterraron en la arena hasta la cintura, vivos, y los jugaron al arcabuz.


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16 Jul 2011 09:02
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Nuevo mensaje Re: Hugo de Moncada.
Don Hugo, aunque pudiera salvarse en el Peñón, como luego diremos estuvo intrépido contra los males de la fortuna. En esto, andando la nao de don Hugo peleando con las superbas olas del mar, llegaron treinta mancebos valerosos del Peñón y suplicáronle de parte del Alcaide que le llevarían por una parte más sosegada al abrigo de las olas y que quisiese salvar su vida y no perecer en aquella tempestad, a los cuales don Hugo, con rostro severo, dijo: "Nunca quisiera Dios que donde tanto caballero se ha perdido, escape yo vivo y sano", y con esto los despidió.

A esta obra, bien entrado el día, y como Dios tiene particular cuidado de los varones insignes, levantóse un viento de tierra, y las naos que quedaban salieron de la playa de Argel; perdióse en esta tempestad mucha gente y Armada.

Luego de reponer la Escuadra y dar al cuerpo algún descanso, salió don Hugo a la mar con los ocho barcos que habían quedado, cruzando por las costas de Italia, España, Córcega, Cerdeña y Baleares, y, habiéndose el Emperador congratulado no poco de que no muriese en la jornada de Argel, le llamó a Barcelona para tratar de la expedición a los Gelves, donde hacía poco había muerto bravamente don García de Toledo (mejor soldado que Capitán). En la conversación, díjole el Emperador: "Hanme dicho, don Hugo, que sois desgraciado", y él respondió: "Os han dicho, señor, la verdad, y harto lo soy, pues habiendo servido a vuestro abuelo y a vos tantos años, hoy no poseo un mísero ducado de renta que de vos me venga, pues lo que tengo se lo debo al Papa." Sonrió Don Carlos y, poniéndole una mano sobre el hombro, dióle unas palmaditas por toda contestación, pero confióle el mando de la expedición a los Gelves, para la que había dispuesto 10.000 soldados españoles.

Cerca de Cerdeña encontró una armada turquesca con la que, peleando, la destrozó completamente, a costa de perder él dos galeras y recibir un flechazo en el rostro debajo de un ojo, que en nada estuvo de perderlo.

Al llegar a Sicilia, de donde había de partir la expedición y estaban concentrados los expedicionarios, encontróse con la sorpresa de que el Emperador le había nombrado Virrey de aquella hermosa isla, cargo de mucha importancia y autoridad; vista la merced que su Príncipe le hacía y la nueva obligación de servirle, apresuró los preparativos de marcha y embarcó 3.000 soldados viejos españoles, 500 alemanes y 1.000 caballos entre hombres de armas y ligeros, partiendo con rumbo hacia Faviana, en el continente italiano, donde se le incorporó el veterano y muy práctico en la guerra don Diego de Vera, que acababa de llegar de España con los referidos 10.000 infantes de aquellos Tercios, cuyo solo aspecto hacía temblar a los enemigos; este don Diego de Vera fué también uno de los once españoles que envió el Gran Capitán a la pelea con otros tantos franceses.

Maravilláronse los moros al ver aproximarse cien velas, y mucho más contemplando el desembarco de hueste tan lucida y numerosa, mas no se acobardaron; iba la infantería bien compacta en escuadrones, los hombres de armas a la mano siniestra y los caballos a la derecha; don Hugo delante, armado de punta en blanco, sobre poderoso caballo rufio, cubiertos jinete y cabalgadura de rica tela carmesí semb*rada de blancas cruces. Entráronse tierra adentro, hasta que de unos palmares salieron infinitos caballos moros. "Ea, señores –gritó el caudillo-; de ruin a ruin, el que da primero da dos veces; de caballero a caballero, debe dar cuatro. ¡Santiago y España!". Cerró tan fuerte con los enemigos, que éstos volvieron las espaldas, y, ejecutando la victoria, se apercibió de que muchísimos más moros que habían cerrado contra el ala izquierda no la dejaban avanzar, con lo que hubo de dejar la persecución y acudir al sitio de ataque, e hízose tan esforzadamente, que se rechazó la embestida; mas los moros parecían brotar de la tierra, y a cada instante eran más numerosos, y fuéronse a cercar a los españoles que todavía estaban desembarcando para formar la segunda linea, sin que don Hugo, con la polvareda y el humo de las armas de fuego, pudiese divisar dónde se hallaba este resto del ejército; entonces, el Alférez Luis Valenciano, de la Compañía del Capitán Mercado, ofrecióse a romper con los moros e ir en busca de los compañeros, lo cual consiguió a fuerza de combatir y correr sin que lograran alcanzarle los ágiles caballos árabes; halló a don Diego de Vera, que mandaba aquella gente, y que, habiéndola combatido con victoria, venía a reunirse a don Hugo. Reunido todo el Ejército, ya no hubo interrupción en la marcha, llevándose por delante a la morisma con tal carnicería, que el Jeque enarboló bandera blanca y solicitó la paz, concediéndosela don Hugo a cuenta de que se declarara vasallo y tributario perpetuamente del Emperador. Entregáronse mutuos rehenes, yendo por los españoles el Capitán Herrera el mozo y el Alférez Hernán Pérez Holguín y de los moros dos caballeros muy principales.


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16 Jul 2011 09:04
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Nuevo mensaje Re: Hugo de Moncada.
Hugo comió con el Jeque en su casa, y como a mitad de la comida oyese tiros e infernal gritería, desenvainó la espada y fue a salir, aunque se encontraba completamente solo, pero dispuesto a morir peleando; su huésped le convenció de que aquella algarabía y los disparos era fiesta que los moros celebraban en si honor.

Moro y español hiciéronse grandes amigos; juntos y de la mano marcharon a la playa a presenciar el embarque del ejército. Los moros principales y sus gentes despidieron a los españoles corriendo la pólvora y con mucha reverencia.

De vuelta a Sicilia encontró don Hugo la isla algo revuelta y pronta a una rebelión, cuyo jefe era el Conde de Camerata; descubierta la trama y el propósito de asesinar a todos los españoles que en la isla habían quedado, el promotor perdió la cabeza en el patíbulo y se aquietó la población. Tenía don Hugo las dotes suficientes de buen gobernante: Consejo para tratar, prudencia para proveer, genio para entender y valor para ejecutar; sin embargo, los nobles sicilianos no le perdonaban la justicia hecha en uno de ellos, y fuéronse en comisión a Flandes a quejarse al Emperador, acusando a Moncada de ser muy lujurioso y desordenado en seguir a las mujeres, y que pretendía alzarse por Rey de Sicilia. Indudablemente, el Virrey, que era de arrogante figura, rostro hermosamente varonil, carácter alegre, vivo talento y muy galante, además de soltero, debía tener gran partido con las mujeres, pero no tan exageradamente quizá como afirmaban sus acusadores.

Tantos y tales capítulos expuso la Comisión de nobles al Emperador, que éste llamó a don Hugo para que respondiese a sólo dos de los cargos que se le hacían; una vez en presencia de su Soberano, "Señor -dijo don Hugo-, acúsanme de que quiero hacerme Rey; ved Vuestra Majestad si merece servirle un hombre que tiene ánimos de Rey y no piensa siquiera en serlo. A lo segundo que dicen que he corrompido a mil y quinientas doncellas, pluguiera a Dios que yo tuviese tanta fortaleza de cuerpo como de ánimo". Rió mucho el Emperador las dos respuestas y, dándole por libre, don Hugo se volvió a Sicilia muy honrado, dejando afrentados a sus enemigos.

Seguía la guerra con Francia; don Hugo tomó el mando de la Escuadra que había de enfrentarse con la muy superior de Andrea Doria, mucho más marino que soldado, así como Moncada era mucho más soldado que marino. Caminaba el Emperador con su Ejército para invadir a Francia y poner sitio a Marsella, y don Hugo navegaba a su altura para mantener las comunicaciones del Ejército de tierra; al llegar a la desembocadura del río Varo tropezaron las dos Escuadras, aproximándose a la costa la española, vista su inferioridad y la conveniencia de no exponerla a pérdidas, pero dos galeras quedaron rezagadas y, encontrándolas Doria, apoderóse de ellas, llevándolas a remolque; acudieron los soldados españoles, metiéndose en el agua hasta la cintura, y mientras unos arcabuceaban a la tripulación, otros cortaron las maromas del remolque, batiéndose como ellos sabían hacerlo. Doria nos e atrevió a echar al agua sus botes y su gente, y en sus mismas narices la infantería española recuperó las dos naves, ante el aplauso y vítores del Ejército, que desde la orilla había presenciado tan atrevida hazaña.

Un acto de arrojo completamente impropio de un Almirante costó a Hugo caer prisionero de los franceses; bordeando la costa, recibió la confidencia de hallarse en el puertecillo de Baregio dos compañías enemigas muy alejadas de su núcleo principal; sin medir las consecuencias, don Hugo metió gente de la Escuadra en algunos botes y, de noche y por sorpresa, atacó el pueblo, mas en lo recio de la lucha se levantó de pronto fuerte viento que empujaba los barcos de la Escuadra, quedando sin apoyo el almirante y los cien hombres que habían desembarcado; luego de portarse como quienes eran, con más de la mitad muertos y heridos, entre ellos el temerario Almirante, hubieron de rendirse habiendo hecho cosas muy señaladas y maldiciendo su mala fortuna. Cuando el Jefe enemigo se enteró de quién fuese su prisionero, hízole finos acatamientos y le acompañó a presencia del Rey Francisco I, que recibióle con intenso placer, dándole en Francia prisión y asistencia de Príncipe.

Muchos españoles condenaron ásperamente la aventura de don Hugo, porque un Capitán de Mar jamás debe dejar sus barcos; la envidia que acompaña siempre a los grandes hombres se desató, pero sin lograr otro resultado que el Emperador admirase la travesura, disculpándola, porque decía que sólo con varones dispuestos siempre a tales hechos y del temple de Moncada se podía alcanzar la gloria de un Imperio.

Prisionero el Rey de Francia tras su derrota en Pavía, ordenó a los franceses que soltasen a don Hugo para que viniese a España y suplicara al Emperador le soltasen a él.

Tanta complacencia sintió el Emperador al volver a ver a su fiel Capitán, que, inmediatamente de soltar a Francisco I, envió a don Hugo a Italia a hacer la guerra al Papa, que traía revuelta toda Italia; incorporóse enseguida, compartiendo con el ínclito Antonio de Leiva las victorias y trabajos de las batallas.

Don Hugo, al frente de las tropas, entró en Roma, cercó el castillo de Sant Ángelo, donde el Papa Clemente se había refugiado, abandonando su palacio, que fué enteramente saqueado por el pueblo, que le aborrecía.


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16 Jul 2011 09:05
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Nuevo mensaje Re: Hugo de Moncada.
El Papa, abandonado de todos, se rindió a don Hugo, a condición de que saliera de Roma y gestionase le fueran devueltas las riquezas robadas; no consiguió el Capitán español más que recuperar una tiara cuajada de perlas y un báculo de oro esmaltado de piedras finas; pero accedió a salir de la ciudad papal, con grandes muestras de respeto y veneración al Pontífice.

No obraba de buena fe el Papa, pues apenas libre de soldados españoles armó otra guerra, motivando el enojo del Emperador, que ordenó fuese otra vez tomada Roma, y así ocurrió el asalto en que perdió la vida el Condestable de Borbón. Ninguno de los Capitanes, incluso don Hugo, a quien adoraban sus soldados, pudo evitar los horrores del saqueo, que ha pasado a la historia con todas las negruras atroces de aquél espantoso episodio.

Poco tiempo después, empeoró la situación de los españoles en Italia, siendo Nápoles cercada de franceses y de italianos traicioneros a sus tratados y al Emperador; en Nápoles reinaba el hambre, y sólo podía mejorar la situación saliendo la Escuadra de don Hugo a despejar el bloqueo que la Escuadra genovesa del Conde Filipin Doria (sobrino de Andrea) tenía puesto con 20 galeras genovesas; los barcos españoles eran seis. El Virrey de Nápoles, que ya no era don Hugo, siempre arrojado y confiado en el valor de los españoles, metió los que pudo en las naves y, con ellos, el heroico Ascanio Colonna y el Gran Condestable del Reino napolitano, valerosísimo Marqués del Basto.

Cerca del cabo del Oso encontráronse las dos Escuadras; el combate fue durísimo, tomábanse y perdíanse las naves y se volvían a recobrar, dejando las cubiertas anegadas en sangre y derribados los aparejos. La Gila, que era Capitana de don Hugo y en la que iban Ascanio y Del Basto, se vió rodeada de cuatro galeras. Don Hugo, en cuyo ánimo nunca entrara el miedo, con la espada tendida y el escudo al brazo, esperaba el abordaje; pero el enemigo no lo intentaba siquiera porque, con sus numerosos cañones, falconetes, arcabuces y ballestas, tenía bastante para acabar con la tripulación y los soldados de la capitana española, incapaz de moverse, pues hacía agua por todas partes. Por el suelo estaban ya el Marqués del Basto, herido de bala en la cabeza, abollado el yelmo a tiros y pedradas, y sin sentido; Ascanio se hallaba inerte, desangrándose por un pie y un brazo; muertos estaban los Capitaes de Infantería Machín Daga, Barredo, Zambrón, Vizcaína, y 700 hombres entre marinos y soldados. A don Hugo asestóle una pelota de arcabuz en el brazo diestro, otra de falconete en el muslo izquierdo y una bala de cañón en los pechos que le dejó muerto.

De este modo, el soldado indomable cayó, volando su alma á más bienaventurada vida, que en el reino de Dios se acoge a quienes alcanzan la gloria de morir por su Patria y su Bandera.

El cuerpo de don Hugo fué sepultado en la iglesia de San Andrés, de la ciudad de Amalfi, de donde después lo trajeron a Valencia del Cid, enterrándole en el templo de Nuestra Señora del Remedio; había muerto al cumplir los 50 años de edad.
Tenía don Hugo de Moncada los ojos leonados, era blanco de color, más que de mediana estatura, muy proporcionados los miembros, airoso en el andar, naturalmente facundo, elocuente en el habla, ingenioso en el decir, cortés con los hombres, gracioso y galante con las damas, inmenso de corazón, espléndido en gastar y admirable por su valor. Arquetipo de los soldados españoles de su época, vivió y murió como los héroes más preclaros.


(fin)

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16 Jul 2011 09:06
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Nuevo mensaje Re: Hugo de Moncada.
Algunos datos más sobre su entorno familiar

Los Montcada pertenecen a un linaje aristocrático catalán, vinculado inicialmente (s. XII) al cargo de senescal del Condado de Barcelona. Su origen está en el castillo de Montcada, en el municipio de Montcada i Reixac (Barcelona).

Se bifurcó en diferentes ramas, extendidas por todos los territorios de la Corona de Aragón, por Malta, y por la Italia que fue aragonesa, primero, y española, después: Cataluña (Montcada, Aitona); Aragón (Fraga, Mequinenza, Albalate de Cinca, el marquesado de La Puebla de Castro); reino de Valencia (baronías de Chiva, Gandía y Callosa d’en Sarrià); Malta; Sicilia, Nápoles, y Milanesado.

Los padres de Hugo de Moncada fueron:
- D. Pedro (-Ramón) de Moncada y Vilaragut, X Señor de Aitona, VIllamarchante, Chiva, entre otros títulos (?-1510). Hijo de Juan (-Florimón) de Moncada, Sr de Chiva y Castellnou (?-1489) y de la marquesa de Vilaragut (sin más datos).
- Dª Beatriz Folch de Cardona. Hija de don Hugo Folch de Cardona (Sr. de Guadaleste), y de ?.
Casados en 1467.

Tuvieron, al menos, los siguientes hijos:

- Juan, XI Sr de Aitona y Gran Senescal de los Reinos de la Corona de Aragón (¿-1523). Casó dos veces. Con descendencia
- Gastón (¿-1523). Casó una vez, con descendencia
- Guillén Ramón, Sr de la baronía de Villamarchante. Casó una vez, con sucesión.
- Hugo, virrey de Sicilia y Nápoles (1478-1528). No consta matrimonio ni sucesión.
- Juana. (¿-1488). Casó una vez, con sucesión.
- Blanca. Casó una vez, con sucesión
- Ana
- Marquesa (?). Con sucesión

Bibliografía:

- La casa de Montcada; https://www.grupoenciclo.com/granenciclo ... ntcada.htm

- "Retrato de los españoles ilustres”. Anónimo. Imprenta Real, Madrid, 1791

- Fundación Medinaceli (https://www.fundacionmedinaceli.org/casa ... px?id=2847). Es muy fiable, porque este linaje se extinguió en el s.XVIII, absorbido por el Ducado de Medinaceli.

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16 Jul 2011 13:36
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Traducción al español por Huan Manwë para phpbb-es.com