Las autoridades españolas se hicieron de otro poderoso enemigo cuando, en 1563 John Hawkins fue a vender negros de Guinea a las Antillas y se le decomisaron sus propiedades, a causa de las leyes monopolísticas hispanas, arruinándosele el negocio. Por supuesto que no defendemos el tráfico de esclavos pero, en ese momento existía y los españoles deseaban controlarlo ellos solos. Hawkins hizo cuatro viajes a América y casi cada uno de ellos, fue de consecuencias fatales para el gobierno español.
Durante el tercer viaje que empezó el 2 de octubre de 1567 cuando John Hawkins salió de Plymouth; contrabandeó en Tenerife el 23 de octubre, costeó Africa para cazar negros y llegó a Dominicana donde compró agua, carne y fruta. Forzó el comercio en Río Hacha amenazando a sus habitantes con cañonear la población si no le compraban sus negros, de los que vendió 200 a muy buen precio, pues nadie le regateó. También comercializó tejidos de algodón. Lo mismo sucedió en Santa Marta. En julio de 1568 quiso comerciar en Cartagena de Indias pero fue rechazado a cañonazos por la autoridades, aunque logró desembarcar lejos de la fortaleza y convocó a la población, gracias a lo cual logró vender cincuenta esclavos, algunos de ellos enfermos, y muchos textiles, a cambio compró agua, vino, miel y aceite.
Hawkins pretendió navegar hacia Cuba, pero una tempestad al oeste de la isla lo acercó demasiado a Veracruz, por lo que decidió comerciar en México, como había hecho antes en Sudamérica.
Las autoridades españolas lo dejaron entrar a la bahía porque esperaban la llegada del Virrey Martín Enríquez de Almanza para el quince de septiembre de 1568, Hawkins entró primero y se estacionó en la isla de Sacrificios donde se hizo fuerte y amenazó con atacar a la población si no se le daban agua y alimentos.
El Virrey estaba en una situación comprometida pues no podía empezar su gobierno dejándose vencer por un pirata, así que espero a que los ingleses bajaran la guardia y, el 22 de septiembre por la noche, los españoles atacaron los barcos y la isla con ciento treinta arcabuceros que los abordaron incendiando el Minon, apoderándose del barco de la reina Isabel I, el Jesus of Lübeck, además de hundir a la vista de toda la población que les aplaudía y estimulaba con silbidos y ruidos de trompetas y timbales desde la orilla, los buques Angel y Swallow (Santiago Cruz, 1962, p. 30 y ss.).
Ante la evidencia de la derrota y la humillación de los aplausos y silbidos jarochos, que nunca olvidarían, Francis Drake, de mucho renombre y fama de valiente adquirida después con gente menos combativa y experta que los marinos campechanos y veracruzanos que los acosaban, huyó en la madrugada del 22 de octubre en la goleta Judith, dejando abandonado a su tío (De Jarmy Chapa, 1983, p. 87).
Cuando Howkins observó que su sobrino había escapado sin previo aviso, comprendió que estaba perdido, por lo que huyó en el Minion aún en llamas con un patache de acompañamiento pero los novohispanos lo alcanzaron y lograron hundirlo.
La tripulación de Hawkins estaba desmoralizada y desconcertada, pues nunca habían encontrado tal resistencia en otras partes del imperio, ni la gente había luchado con tal determinación y con la actitud carnavalesca de estarse matando y hacer bromas, cánticos y bailes al mismo tiempo, bajo las llamas y explosiones de sus naves de guerra, que tomaban como fuegos de artificio en día de fiesta.
Se dice que hubo una fuerte discusión en el único barco inglés sobreviviente; posiblemente temerosos de ser alcanzados en el mar por estos aguerridos soldados novohispanos, ciento catorce hombres de su tripulación,”los que menos hacían falta” fueron desembarcados cerca de Tampico, mientras los demás le rogaron que regresara lo más pronto posible a Inglaterra (Lourdes de Ita, 2001, p. 153).
El 10 de octubre de 1568, Hawkins aceptó abandonar a sus hombres en la costa mexicana y salió apresuradamente a Plymouth, a donde llegó los primeros días de febrero de 1569. El 15 de octubre, las tropas coloniales capturaron a setenta y ocho fugitivos ingleses, quienes fueron entregados al Tribunal de la Santa Inquisición de México, donde se les juzgó como herejes, protestantes o luteranos, no como piratas, porque entonces era menos grave robar que desconocer el Padre Nuestro (De Jarmy Chapa, 1983, p. 87).
Los pocos que renegaron de sus creencias religiosas fueron solamente ahorcados, mientras que los obstinados supieron lo que era ser quemados en leña verde. Los treinta y seis que no llegaron a la Santa Inquisición fueron cazados como animales por los habitantes de la costa, asesinados con cuchillos, palos, piedras o sogas, mientras que una minoría murió tranquilamente de paludismo (De Jarmy Chapa, 1983, p. 87).
Según la investigación más actual sobre el tema, realizada por la doctora De Ita Rubio, no todos los ingleses murieron de inmediato, sino que algunos se integraron a la población local ya sea entre tribus indígenas o gente mestiza, incluso menciona que al menos dos de ellos: Miles Philips y Job Hortop, lograron llegar a Inglaterra después de muchas peripecias y años en el extranjero, por lo que pudieron narrar sus desventuras en un libro colectivo que contribuyó poderosamente a difundir la leyenda negra de los españoles (Lourdes de Ita, 2001).
Copiado de:
Los piratas caribeños y mediterráneos en la historia y el arte
Alvaro Marín Marín, Maestría en Historia de México, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM 2002.
https://www.tuobra.unam.mx/publicadas/04 ... 5-Los.html