Es difícil contabilizar los buques, escasez de relaciones generales, imprecisión y confusión de datos, etc.

En octubre de 1674 la Armada del Mar Océano ha llegado a Sicilia. Son veinte barcos, aunque en la carena de 1675 se alude a otro que llegó algo más tarde. Son galeones y fragatas, excepto dos brulotes y dos pataches. De hecho, era el resultado de la agrupación de la Armada del Mar Océano, la de Flandes y la de la Santísima Trinidad (10 barcos la del Mar Océano, 5 cada una de las siguientes).

Esta Armada llegó a Sicilia escasa de alimentos, pertrechos y municiones. La parte mandada por el almirante Centeno llevaban alimentos hasta el 25 de octubre, la de Melchor de la Cueva, hasta el 10 de diciembre. A pesar de las remesas llegadas en octubre y noviembre, provistas por el marqués de Bayona y que debían llegar para dos meses, y de otra remesa del virrey de Nápoles, las enfermedades carenciales, incluyendo el escorbuto, aumentaron sin tregua durante toda la guerra.

Los barcos, escasamente pertrechados a su partida de España, se vieron duramente probados por un temporal en el camino. Así pues, llegados a Sicilia, precisaban de aconchado, cuando no de carena. Pero desde un punto de vista militar, era imposible hacerlo sin dejar desprotegida Sicilia, cuando se trataba de bloquear la sublevada ciudad de Mesina, que podía sufrir la ayuda francesa, con la que España estaba en guerra.

En enero de 1675, el navío La Gallarda dio al través y se deshizo totalmente. Los dos brulotes se quemaron sin conseguir dañar a nadie al mismo tiempo. "No había problema", pues los 2 pataches no servían para nada, así que se convirtirían en brulotes. En febrero, la fragata Nuestra Señora del Pópulo fue apresada por los franceses. El resto de la escuadra tuvo que marchar a Nápoles, único puerto acondicionado con bastimentos y diques suficientes para carenar la flota.

La Armada del Mar Océano se componía, ya carenada, de los siguientes buques:

Santiago, galeón de 1250 tm (capitana real).

Santa Ana, galeón de 934 tm, almiranta.

Nuestra Señora de la Almudena, galeón de 823 tm.

San Francisco, galeón de 623 tm.

San José, galeón de 664 tm.

San Bernardo, galeón de 825 tm.

San Antonio de Nápoles, fragata de 600 tm.

Nuestra Señora de la Concepción, de Nápoles, fragata de 500 tm.

Nuestra Señora de la Concepción, de Barcelona, fragata de 600 tm.

San Felipe, fragata de 600 tm.

San Carlos, fragata capitana de Flandes, 550 tm.

Jesús María, fragata almiranta de Flandes, 400 tm.

San Salvador, fragata de 550 tm.

San Ignacio, fragata de 450 tm.

Nuestra Señora del Rosario de Flandes, fragata de 350 tm.

Pataches Nuestra Señora de Gracia y El Rosario de Vizcaya, ya convertidos en brulotes.
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La tempestad en el faro de Mesina, el 5 de noviembre de 1675, redujo drásticamente el número de buques: se perdieron el galeón San Francisco, la fragata Concepción de Barcelona, la Jesús María, el galeón San José, Nuestra Señora de la Almudena y el brulote Rosario de Vizcaya.

Algunos días después, el marqués de Orani, con nueve galeras, represó la fragata Pópulo, con lo que quedaron doce barcos.

En diciembre de 1675, con la escuadra holandesa de Ruyter, llegó la fragata Nuestra Señora del Rosario, de la Carrera de Indias, que para diferenciarla de la de la escuadra de Flandes, se llamó El Rosario de España. El 20 de enero de 1676 llegaron refuerzos: el galeón Nuestra Señora del Pilar y el patache San Gabriel.

En mayo de 1676 había en Palermo 10 barcos de guerra y 1 patache de fuego. 3 más estaban carenándose en Na´poles, y la Pópulo estaba en Siracusa, fuera de servicio: el conde de San Marco advertía el 1 de abril que podía irse a pique de un momento a otro, por lo que fue llevada a Palermo.

El ataque francés a Palermo del 2 de junio de 1676 costó la pérdida del galeón Nª Sª del Pilar y de las fragatas San Antonio, San Salvador y San Felipe.

En agosto la fragata Pópulo (o Pueblo como también es llamada), estaba recién carenada. Así pues, había doce unidades, pero con la excepción de la fragata mencionada, todas necesitaban reparaciones por lo duro del enfrentamiento del 2 de junio.

A comienzos de octubre de 1676, llegaron de Espña nuevos barcos:los galeones Nª Sª de las Mercedes, Nª Sª de la Aparición y San Pedro y la fragata Santa Catalina.

El 26 de enero de 1677, el galeón Santa Ana y el patache San Gabriel, que volvían de recoger de Finale una remesa de soldados procedentes de Milán, naufragaron en aguas de Toscana, sólo pudiéndose recuperar 26 cañones de bronce y 30 de hierro. Para sustituirlos se unió a la armada un transporte ingles capturado junto al Faro de Mesina por las galeras y, al parecer, un buque fletado por el marqués de los Vélez.

A mediados de 1677, se enviaron desde España siete barcos, 3 de ellos viejos galeones de la Carrera de Indias:Santo Domingo, San Pedro Máritr y Nª Sª de Begoña. El 12 de noviembre se quemó la Concepción de Nápoles, que estaba carenándose. En junio de 1678 llegaron a Palermo tres fragatas y dos mercantes.

Aunque cada vez menos importantes en la guerra naval, las galeras tenían todavía su papel en ella: patrullas, transportes de tropas, pertrechos, etc y otras.

Fueron enviadas seis de las 10 galeras de España. Una de ellas fue desarmada por el marqués de Orani por su mal estado y la falta de gente: soldados, marineros y "chusma" (galeotes).

En abril de 1675, la escuadra de galeras de Nápoles contaba con otras 6:
San Genaro, capitana; San Fernando, patrona; la San José, la San Francisco,, la Santa Teresa que había perdido el buque, y otra.

La escuadra de galeras de Génova envió seis galeras, aunque una fue enviada a Génova a mudar de buque.

La escuadra de galeras de Sicilia estaba en mejores condiciones, como efecto de la conquista turca de Candía (1669), el príncipe de Ligné, virrey de Sicilia, había construido una escuadra totalmente nueva de 6 unidades. La Santa Clara, la San Alberto, 2 adquiridas en Génova y 2 construidas en Sicilia, la capitana y la galera Milicia, perdida el 17 de noviembre de 1675 a consecuencia de un rayo. La patrona (¿una de las construidas en Génova, quizá?) había naufragado en marzo, durante su viaje a Nápoles. La Milicia "mudó de buque" dos años después (setiembre de 1677).

La escuadra de Cerdeña se componía de tres galeras, una inservible en Cagliari durante toda la guerra, la San Francisco, quedando sólo la capitana real y la patrona.

La Monarquía ordenó que se mantuvieran todas juntas, algo que se incumplió: si no se aconchaban o carenaban periódicamente, no servirían para nada, al igual que si no escoltaban convoyes o transportaban tropas, nadie lo haría.

Falucas, galeotas, saetías y bergantines, apenas se encuentran referencias a ellas, por su nulo valor militar, si bien sus misiones de abstecimiento y vigilancia fueron fundamentales durante toda la guerra.

Las tripulaciones

Los buques que llegaron en 1674 a Sicilia lo hicieron "cortos de gente", mal alimentada y sin paga, Cuando se tocaba puerto, las fugas eran habituales. Recién llegados, centenares de soldados fueron desembarcados, pues el ejército también atravesaba horas bajas. Esa práctica se seguiría llevando a cabo durante toda la guerra. Pero más grave que las deserciones eran las muertes por enfermedad o inanición. El 21 de febrero de 1675 había 900 enfermos en la Armada del Mar Océano, en el mes de marzo pasaban de 1.500, sin contar conque no había medicinas para atenderlos, por lo que hubo que desembarcarlos y repartirlos por varios hospitales de Nápoles, que quedaron abarrotados, por lo que se ordenó la construcción de otros dos.

En el desastre naval del 5 de noviembre, perecieron 200 hombres. En mayo de 1676, Diego de Ibarra pedía 300 ó 400 marineros para poder gobernar los barcos. Las bajas del combate de Palermo (2 de junio de 1676) son difíciles de contabilizar, así como las del naufragio del patache San Gabriel y del galeón Santa Ana. En enero de 1676, las dos "Rosario" y un patache sumaban 150 hombres. La Nª Sª del PIlar llegó con 187 hombres: haciendo escalas en Cádiz, Gibraltar y Cartagena había perdido más de cien hombres, sobre todo marineros.

A mediados de 1676, el rey autorizó a los virreyes de Nápoles y Sicilia a que reclutasen gente en sus reinos y en Ragusa. Reclutaron allí, curiosamente, flamencos holandeses e ingleses en gran número (el marqués de los Vélez, unos 200 de esas procedencias). En varios de los barcos que llegaron a mediados de 1677 y en todos los llegados en junio de 1678, eran mayoría los ingleses y holandeses. En octubre de 1677 faltaban en la Armada 834 plazas de mar por cubrir.

Las requisas de soldados embarcados, que ya de hecho no debían tener importancia a bordo de los buques, fueron muy elevadas, desembarcando hasta más de dos mil hombres, quedando apenas 500 de guarnición. Si bien la COrona siempre obligó a devolver la mayoría a los buques, en cuanto finalizaran su servicio en tierra. Con ello los soldados estaban agotados y serían de poca o ninguna utilidad en un abordaje, pues al agotamiento del servicio sumaban las enfermdades y privaciones de a bordo.

En las escuadras de galeras, es prolijo en detalles paraciales, así que lo resumiré diciendo que, si bien en algunos recuentos parece haber un número de gente aceptable, siempre hubo un número de enfermos demasiado elevado, escaseando la chusma o estando enferma, se recurrió a reclutas "buenas boyas" que huían en masa en cuanto escaseaba la paga, o sea, casi siempre.

Capacidad ofensiva

Laloy afirma que la calidad de la pólvora española era mejor que la francesa, sin embargo, los franceses tenían buqes artillados con piezas de grueso calibre y guardando el orden. Los buques españoles tenían piezas de artillería, pero de calibre escaso, pocas municiones y pólvora, y totalmente arbitraria y desigual su colocación en batería.

Nuestra Señora del Pilar, 64 cañones: de bronce 4 de 6 libras, 12 de 10 libras, 28 de 18 libras y 20 de 25 libras.
Santa Ana, 60 cañones: de bronce 2 de 4 libras, 10 de 10 libras, 26 de 18 libras y 16 de 24 libras, junto a 6 cañones de hierro de 16 libras.
Santiago, 68 cañones: de bronce 2 de 5 libras, 20 de 10 libras 4 de 18 libras y 6 de 36 libras. De hierro contaba con 12 de 12 libras y 24 de 16 libras.
San Bernardo 52 cañones: de bronce 4 de 10 libras y 16 de 16 libras. De hierro 2 de 6 libras, 14 de 10 libras y 16 de 12 libras.
San Felipe, 44 cañones: 2 de bronce de 10 libras y 12 de 16 libras; de hyerro 4 de 5 libras, 18 de 10 libras y 8 de 16 libras.
San Antonio de Nápoles, 46 cañones: de bronce 2 de 3 libras, 2 de 4 libras, 6 de 10 libras, y 6 de 16 libras. De hierro 2 de 6 libras, 12 de 8 libras, 4 de 10 y 12 de 12 libras.
Concepción de Nápoles, 34 cañones: 4 de bronce de 6 libras, 4 de 8 libras y 18 de 10, junto con 8 de hierro de 6 libras.
San Carlos, 48 cañones: de bronce 6 de 6 libras, 20 de 10 libras, 2 de 12 y 4 de 16 libras, de hierro 16 de 12 libras.
San Ignacio, 38 cañones: de bronce 1 de 6 libras, 6 de 12 libras, 2 de 18 libras; de hierro 2 de 3 libras, 2 de 4 libras, 11 de 6 libras 2 de 8 libras y 12 de 12 libras.
San Salvador, 40 cañones: de bronce 2 de 3 libras, 4 de 6 libras, 14 de 10 libras,. 4 de 16 libras. De hierro 4 de 6 libras, 6 de 8 libras y 6 de 10 libras.

En libras gruesas venecianas: 477 gramos.

En cuanto a los pertrechos para la guerra, en mayo de 1676, para 10 barcos de guerra:

Pólvora: 568 quintales y 26 libras de buena calidad, necesitaban asolearse 387 quintales y 56 libras. Faltaban 1213 quintales y 48 libras, Lienzo para cartuchos: 2.909, faltando 19.531.
Balas de plomo de mosquete y arcabuz: 104 quintales, 50 libras. Faltaban 129 quintales, 50 libras.
Balas de hierro (para cañón): 11.810 faltando 10.630.
Cuerda de mecha: 85 quintales, 50 libras, faltando 164 quintales.
Los quintales y libras, según la medida de Castilla.
En julio, después por tanto de la batalla de Palermo, reciberon 300 quintales de pólovora y 11.000 balas de hierro.

El abasteciemiento de bizcocho y alimentos fue deficente y escaso, las pagas se retrasaron durante toda la campaña. La conservación y carena de los buques tuvo que afrontar:
El mal estado de los buques antes de partir.
Las inclemencias atmosféricas y los daños en el combate.
El hecho de que desde la Corte y desde tierra, se exigía que los barcos estuvieran en el mar, y muchas veces consideraron cobardía el hecho de que los barcos no salieran a la mar.
Cuando los barcos se carenaban, los marineros y soldados (que en teoría debían evitar las deserciones) desertaban en masa, así, cuando los barcos se encontraban en condiciones de navegar, faltaban marineros.
La armada francesa contaba con buques mayores, de artillería de mayor calibre y mejores condiciones, de forma que la moral de la Armada estaba por los suelos.