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Nació en Mahón, se desconoce la fecha.


Comenzó su servicio, como guardiamarina en la Marina Real Británica en el año de 1809, la época en que la Armada española estaba, casi totalmente sin buques y en una guerra como la de la Independencia, luchando contra el mejor ejército del mundo.


Realizó sus primeras armas, estando embarcado en la escuadra del almirante Collingwood, que había sido enviada, para prestar auxilio a los españoles en su guerra contra los invasores napoleónicos.


Estuvo embarcado sucesivamente en los navíos Sultán, Hibern, Caledony y en la fragata Andaptown.


Estando cerca de las bocas del río Ródano, se enfrentó contra la escuadra francesa, resultando herido en dos ocasiones, siendo una de ellas de gravedad, al ser en la pierna y haberle rozado alguna artería, que le hacía sangrar mucho.


Al termino de la guerra de la Independencia, solicitó y se le concedió el pase a la Armada española, siendo el día dos de mayo del año de 1819, cuando se le admitió en ella, otorgándosele el grado de alférez de fragata.


Su incorporación la realizó en el arsenal de Cartagena, pero se le ordenó que se trasladase al de Cádiz, cosa que realizó embarcado de pasajero en el navío Soberano.

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A su llegada a este Departamento, se le destino a las fragatas, primero a la Perla y después a la Ligera, siendo las dos pertenecientes a la escuadra del general Maurelle, que había recibido la orden de ir de protección, de los transportes de la expedición de el conde de la Bisbal, para sofocar las rebeliones y alzamientos producidos en la América española, pero que no llegó a salir de puerto por los acontecimientos políticos que se produjeron en la península en el año de 1820.


Posteriormente se le ordenó trasbordar al bergantín Hércules, que pertenecía a la escuadra del general Laborde y que iba destinada a Costa Firme.


Estando embarcado en el bergantín Almirante, sufrió un temporal en el Canal Viejo de Bahama, que hizo zozobrar el buque, pero asido a los restos de él, se pudo poner a salvo hasta ir a parar a una playa de la isla de Cuba.


En el mes de mayo del año de 1823, participó en las operaciones, que dieron como resultado el levantamiento del bloqueo de Puerto Cabello, que ejercían las fuerzas comandadas por Danells, que eran colombianas.


En el año de 1824, estando embarcado en la goleta Cóndor, se destino a éste buque a que realizara un viaje, con destino a la Martinica para transportar al teniente de navío don Ignacio Mª Chacón, que por orden Real llevaba unos pliegos.


En el Canal Viejo de Bahama, de triste recuerdo para él, la goleta Cóndor, se vió de pronto atacada por otra de mucho mayor porte, la Juanita que pertenecía a los independentistas colombianos.


La goleta Cóndor maniobró para tomarla al abordaje, porque su artillería nada podía hacer, contra la superioridad del la goleta colombiana.
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Llanes era el segundo comandante y como tal, el jefe del trozo de abordaje, por lo que cuando las circunstancias lo permitieron, se lanzó el primero a la cubierta enemiga, dio muerte al primer adversario que se le interpuso, pero otro le descerrajó un pistoletazo a boca de jarro, que le destrozó la mandíbula inferior, pero aún y así, fue muerto por un sablazo de Llanes, pero al mismo tiempo otro enemigo le propinó un gran golpe en el costado, en ese momento el teniente de navío Chacón, abordó el buque enemigo en auxilio de su compañero, haciendo lo propio el comandante de la goleta don José Montojo, que le libraron de una muerte segura, pero aún pudo ver, antes de desmayarse, con la satisfacción del deber cumplido, como era arriada la bandera enemiga e izar y tremolar la española, señal de que el buque había sido apresado y rendido.


Por su bravo comportamiento en este combate, se le otorgó el ascenso a alférez de navío y la Cruz de San Fernando de segunda clase, pero al serle concedido el ascenso se dieron cuenta que le correspondía por rigurosa antigüedad, por lo que con fecha del día catorce de julio del año de 1825, se le volvió a ascender por méritos de guerra a teniente de navío.


Una vez restablecido de sus heridas, que fue un proceso largo y doloroso, se le encomendó el mando de los guardacostas, comprendiendo las aguas desde la desembocadura del río Ebro, hasta la frontera con Francia.


Pasando un tiempo después, con la misma misión a las aguas del estrecho de Gibraltar, para reprimir el incesante contrabando, llevado a cabo por los habitantes de la roca.


En el año de 1832, se le otorgó el mando del bergantín Jacinta, para prestar el servicio de bloquear los accesos marítimos, en las costas noreste de la península, tratando de evitar los apoyos que eran ansiados por las fuerzas, que defendían al pretendiente a la corona de España, el archiduque Carlos.
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A finales del año de 1837, se le nombró segundo comandante de la fragata Esperanza, realizando un viaje al Apostadero de La Habana, al llegar a éste puerto, se le otorgó el mando del bergantín General Laborde, con el que realizó la misión de proteger las costas y procurando su vigilancia.


Prestó estos servicios hasta el día quince de marzo del año de 1839, en que fue ascendido a capitán de fragata.


Se le envió en comisión a los Estados Unidos, para verificar la compra de dos vapores, entonces buques de moderna tecnología, se dedicó afanosamente a la búsqueda de los más idóneos, consiguiendo comprar a los nombrados Congreso y Bazán.


Estos buques tenían un motor de 160 caballos de potencia nominal, siendo tan acertada su elección, que fueron durante muchos años la mejor adquisición realizada en aquel país.


Se le otorgó el mando de uno de ellos, participando en la guerra que tuvimos con la República de Méjico, siendo su comportamiento muy satisfactorio.


A principios del año de 1843, regreso a la península, después de acabada la guerra con Méjico.


Estaba en la ciudad de Barcelona, cuando se produjeron los sucesos políticos, que desembocaron en la sunción del poder, por un Gobierno provisional, del que era ministro de la guerra el general Serrano, en unión con él realizaron el viaje hasta la capital, Madrid.


Ya ascendido a capitán de navío, y con éste empleo, el día siete de octubre del año de 1843, fue nombrado capitán del puerto de La Habana.


Estando en éste apostadero, en el año de 1845, se le otorgó el mando de una división, que estaba compuesta por la fragata Cristina del porte de 50 cañones, más otros buques auxiliares, con la misión de dar protección al comercio español, que estaba siendo hostilizado por las fuerzas navales de la República Dominicana y Haití.
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Regreso a la península, siendo ascendido a brigadier, por sus buenos resultados obtenidos, en la protección del comercio naval de España, en las Antillas.


Se le nombró vocal de la Junta Directiva y Consultiva de la Armada, siéndole a su vez otorgado el cargo de segundo comandante del Departamento de Cartagena; pero no llegó a ocupar ninguno de los dos puestos, pues su salud comenzó a resentirse de las anteriores heridas.


Por lo que pidió licencia y se le otorgó, pasando a la ciudad de Barcelona, con su familia, para tratar de recuperar la salud perdida; siendo al poco tiempo designado comandante de marina en la ciudad y puerto de Valencia.


En el año de 1850, el ministro de Marina, marqués de Molins, le comisionó para gestionar e inspeccionar la construcción de cuatro vapores, para la Armada, que se habían encargado a un astillero de la ciudad de Londres, pero el rigor del clima, le hizo recaer en su debilitada salud, por lo que sólo pudo ver terminados a tres de ellos, a los que se les pusieron los nombres de Isabel la Católica, Fernando el Católico y Reina Isabel II.


En el Reina Isabel II, tuvo que regresar, pues ya las fuerzas le fallaban, realizándolo en el puerto de Cádiz, desde aquí pidió licencia, que le fue concedida, emprendiendo el viaje hasta la ciudad de Barcelona, para reunirse de nuevo con su familia, donde falleció, al año siguiente, siendo el día veintidós de octubre del año de 1851.