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Vino al mundo en la ciudad de Vitoria, siendo el día cinco de marzo del año de 1758; sus padres fueron don Francisco Antonio de Salazar y doña Ana Teresa de Salazar, por circunstancias familiares, fue criado en casa del marqués de Nárros, en la villa de Vergara, que era hermano de su madre, aquí recibió su primera educación, siendo alumno de la Sociedad vascongada.


Sentó plaza de guardiamarina, por virtud de una Real carta orden con fecha del día quince de enero del año de 1775, en la Real Compañía de Guardiamarinas del Departamento de Cádiz.


Al poco tiempo y como práctica de guerra y mar, se le ordenó embarcar a él y varios compañeros de la academia, en la expedición contra Argel, que al mando de don Pedro de Castejón se hizo a la mar, llegando a primeros del mes de julio del año de 1775 frente a esta ciudad, estando él embarcado en la bombarda Santa Úrsula, resultando ser una desafortunada acción, por lo que regresaron a Cádiz y a la academia.


En el mes de marzo del año de 1776, se le ascendió al primer grado de oficial, alférez de fragata, con este grado permaneció embarcado en la escuadra del general don Luis de Córdova, entre los años de 1779 a 1783, transbordando de un buque a otro, para ir familiarizándose con los distintos tipos.


En el año de 1783, de nuevo volvió al bombardeo de Argel, estando esta vez en la escuadra del general don Antonio Barceló, embarcado en la fragata Rufina, pasando en el bombardeo a una de las lanchas inventadas por éste general, siendo una bombardera con la que prestó distinguidos servicios.


Al regreso de esta expedición, continuó prestando sus servicios en distintos buques y siempre por el mar Mediterráneo, hasta el año de 1788, en este año se le ascendió al grado de teniente de navío.
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En el año de 1789, fue destinado a la escuadra del general don José de Mazarredo, quién le reclamó como ayudante personal, por lo que embarco en el navío de la insignia del general, el tres baterías Conde de Regla, participando en la campaña que por precaución de rompimiento de relaciones con el Reino Unido, se puso en marcha, pero al no suceder nada, regresaron en el mes de octubre a la bahía de Cádiz.


Estando en este fondeadero de la bahía de Cádiz, se le otorgó el mando de la urca Redentora, con la que debía de realizar un tornaviaje con destino a La Habana, viajes entonces muy codiciados por los oficiales, pues era raro no tener que demostrar en ellos su valía, al cual renunció, por no considerarse apto para tal misión, pero la razón verdadera era que no quería el dar de lado a ninguno de sus compañeros.


Por ello se embarcó en el navío Terrible, perteneciente a la escuadra del Mediterráneo, con el que regresó a la ciudad departamental de Cartagena en junio del año de 1793.


Estando en este departamento, fue llamado por el general Mazarredo para que le acompañara a la Villa y Corte, pues éste general estaba entonces redactando las futuras Reales Ordenanzas y pensaba que le sería de mucha ayuda sus puntos de vista, a tanto llegó la avenencia entre ellos, que lo dejó al cuidado de la impresión de ellas en Madrid.


En el año de 1793, al declararse la guerra contra la República de Francia, se le destinó al navío Triunfante, al incorporarse a su nuevo destino en la bahía de Cádiz, el general Borja comandante de la escuadra destinada a combatir a los franceses, lo reclamó, con la debida petición al Rey, para que fuera su ayudante y secretario, pero en cambio se recibió la orden de que regresará a Madrid, ya que había sido nombrado oficial agregado a la Secretaría de Estado del Despacho de Marina, pero desde que se recibió la orden hasta que llegó a la villa y Corte, que fue el día tres de octubre, ya se le había otorgado en propiedad.


Continuó en la Secretaria, en la que quedó demostrada su valía, pero le acometió una enfermedad que le debilitó, aun así y habiendo sido ascendido a oficial mayor, formó parte de la comitiva real en viaje de los reyes realizaron a Badajoz, en el mes de junio del año de 1801, para revistar al ejército destinado contra Portugal.
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En el año de 1802, volvió a viajar a la ciudad de Barcelona, para las bodas del Príncipe de Asturias, con la infante de Nápoles doña María Antonia y la del príncipe heredero de éste Reino, con nuestra infanta doña Isabel.


Como era costumbre al celebrarse estos eventos, los Reyes se sentían muy satisfechos, por lo que se repartían ascensos y prebendas entre los allegados a la Real Familia, por ello a el señor Salazar, se le ascendió a capitán de navío.


Al poco tiempo se le confirió el cargo de Intendente del Departamento de Ferrol, por lo que comenzó su viaje hacía aquél en el mes de marzo del año de 1803, donde permaneció hasta el año de 1807.


Al ser creado de nuevo el Almirantazgo, en este mismo año, se le nombró ministro de él, además de Intendente General de Marina, por lo que viajó hasta la Villa y Corte.


El día veinticuatro de noviembre del año de 1808, se le encargó por la junta la inspección administrativa de los distintos departamentos de marina, pero a punto estuvo de perder la vida, pues el pueblo recientemente levantado en armas contra el invasor napoleónico, tachaba de traidores a todos aquellos que intentaban abandonar la capital, por ello su coche fue rodeado por la muchedumbre, que le cortó las riendas del carruaje, por lo que como pudo regresó; para conseguir salir de Madrid nueve meses después, reuniéndose en la ciudad de Córdoba con sus compañeros, los cuales iban llegando como podían al encuentro.


Pero él no contento con poder haber escapado, quería que su causa se viera en la ciudad de Cádiz, a donde llegó después de muchos sufrimientos, pero al llegar la Junta ya estaba enterada de su no complacencia con el Rey intruso, pues fuerzas del marqués de la Romana, habían interceptado a un correo francés, en el que se hacía saber la oposición y resistencia, al nuevo monarca, por parte de los señores don Luis de Salazar y don José de Espinosa Tello. Por lo que no se conoce si tan siquiera se formó causa contra él.


Pero a los pocos días, recibió la orden de la Junta, para que se incorporara a su trabajo de Consejero, a parte de confiarle otros, que por sus conocimientos le eran propicios.
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En el mes de noviembre del año de 1811, se le dio un permiso para viajar embarcado hasta Galicia, al término del cual, que era de cuatro meses y ya preparado para regresar a la ciudad de Cádiz, el general Castaños le llamó a Santiago, donde le propuso quedarse en estos territorios, donde en esos momentos estaban los ejércitos 5º y 6º, con su cuartel general.


La misión encomendada era la vigilancia y control de la hacienda civil y militar, pues se estaban cometiendo abusos, que causaban un grave daño al mantenimiento de los ejércitos, sobre todo en el de la manutención y esto bajaba la moral de la tropa, al no poder ni siquiera comer todos los días.


Se realizó una consulta al Gobierno de la Junta, pero por el camino se cruzaron las misivas, pues antes de llegar la contestación a Galicia, lo que sí llegó con fecha del día veinticuatro de mayo del año de 1812, fue la orden de la Junta de que Salazar se reincorporará lo antes posible, ya preparando su viaje por mar de vuelta a Cádiz le llegó la noticia de que se le había nombrado Ministro de Hacienda, con fecha del día veintitrés de junio del mismo año.


Pero él veía más necesaria su permanencia en Galicia, por lo que remitió en varias ocasiones la renuncia a su cargo en la Junta, pero ésta no se la admitía, por lo que al final tuvo que ceder momentáneamente, pero de nuevo volvió a presentar su dimisión, la cual por fin le fue aceptada con fecha del día uno de octubre.


Pero no le dejaban descansar a pesar de su débil salud, pues se le invito a que aceptase ser el jefe político de la ciudad de Sevilla, puesto que sí acepto, por no corresponderle un sillón ministerial, por lo que llegó a ésta ciudad el día veintidós de noviembre, a ocupar el lugar que se le había designado.


Permaneciendo en este puesto, la Junta siguió insistiendo en que formara parte del Gobierno, ofreciéndole reiteradamente el ministerio de Hacienda e incluso el de Estado, pero continuó negándose, aún así el día veintisiete de diciembre del año de 1813, se enviaron a su sustituto a la ciudad de Sevilla, pero él no abandonó el cargo, hasta el día dieciocho de marzo del año de 1814.
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Pues el día uno de febrero del año de 1814, había sido nombrado por las Cortes, miembro de la Junta de Crédito Público, por ello se presento en la capital, Madrid, el día tres de abril.


El día cuatro de mayo, por Real Orden dictada personalmente por el Rey, que no era de las que le daban a firmar, sino que fue él el que lo decidió, que contiene una sutil diferencia, por eso lo recalco, se le nombró ministro de Hacienda y un tiempo después, se le añadió el de Marina, pero como ya era normal en él, los grandes sillones no eran de su tamaño, se perdía en ellos y eso de no controlar no era de su gusto, por lo que de nuevo, casi desde el mismo instante en fue nombrado, comenzó a escribir renuncias, que lógicamente no le eran aceptadas; hasta que el día veinticuatro de enero del año de 1816, ya algo enfadado el Rey, le envío al capitán general del distrito, para que se preparara a salir de viaje a Vitoria con toda su familia.


Pero aún así se le conservo el cargo de Consejero efectivo de Estado, lo que aminoró su caída, que más bien era lo que él quería. Por eso a veces es tan difícil distinguir unas cuestiones de otras y hay que estudiar al personaje, para saber o tratar de hacerlo, para sacar a la luz la verdad de las acciones y decisiones.


Pero un tiempo después, se le autorizó a establecer su casa en al ciudad de Bilbao, petición que él había realizado. Estando en ella se dedicó a realizar trabajos literarios y a contestar a consultas que desde el Gobierno se le hacían, con referencia tanto a cuestiones de la marina, como ajenas a ella. O sea que se le echaba de menos.


Como era tan conocido, por sus buenos trabajos en casi todos los ámbitos de la administración, en el año de 1819, la ciudad de Bilbao pidió al Rey que fuera autorizado plena y exclusivamente al señor Salazar, para que controlase la construcción de una plaza muy necesaria para la ciudad, pero que por intereses encontrados entre las diversas administraciones llevaba más de treinta años parada.
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Esta petición fue atendida, por S. M. quién la autorizó; pero en esas fechas fue restablecido el sistema constitucional, por lo que otra vez se le llamó desde el Gobierno, siendo nombrado ministro de Marina, pero de nuevo presentó su renuncia, pues comprendió que la nueva Junta Provisional de Gobierno, no era de su agrado.


Su personalidad, le permitió comprender a los caídos, pero tampoco eran de su parecer los nuevos gobernantes, por lo exaltado de sus respectivos partidos, por ello y a pesar de ser reclamado por los dos bandos, estos siempre recibían la misma respuesta, que no era otra, que la constante negativa a ocupar cargos de sillón.


Por todo ello abandono la capital y retornó a su casa en la ciudad de Bilbao, donde volvió a dedicarse a la literatura, aprovechando el tiempo en realizar muy buenos trabajos.


Al ser invadida España por el duque de Angulema y después de las capitulaciones de los generales Mina, Ballesteros y Morillo, la Regencia que se formo lo nombró ministro de Marina, pero insistió tanto en su ya conocida negativa, que consiguió de la propia Junta, el que su cargo lo ocupaba como <interino>, como a tal figura en un documento. Aunque de poco le sirvió, pues al poco tiempo con la misma interinidad y por enfermedad de los respectivos ministros, se le amplió el trabajo, entregándosele las secretarias de Hacienda y Estado.


Se desvivió por intentar recuperar a nuestra maltrecha Armada, por ello cuando la Hacienda lo permitía, se volvieron a construir buques, reparar a los que se podían salvar, reformó diques de protección de puertos y bases, restaurando edificios en los Arsenales, en fin que no decayó un ápice su labor constructora, siempre que el erario público se lo permitiera.


Permaneció en el cargo (y eso que era interino) hasta el día uno de octubre del año de 1832. En el largo tiempo que estuvo al frente de tanta responsabilidad, se realizaron reformas y reglamentos útiles, que permitieron disponer de una mejor información a sus ministerios, pero sobre todo al de Marina, como la mejora efectuada en los llamados <Estados Generales de la Armada>, dejó su puesto, por los movimientos políticos acaecidos durante la segunda enfermedad del monarca Fernando VII.
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Al dejar el cargo, se instaló en Madrid, donde falleció estando en su casa en la calle del Lobo, feligresía de la parroquia de San Sebastián, sucediendo el óbito, el día veintinueve de abril del año de 1838, contando con 80 años, un mes y quince días de edad.


En los referidos espacios de tiempo, en que se dedicó a la escritura, se le publicaron todas las siguientes obras: Un opúsculo <<de la venta libre del vino en la ciudad de Vitoria>>, bajo el seudónimo de Patricio Victoriano, que fue impreso en Vitoria y después reimpreso en Madrid en 1798, con 300 páginas.


Y con referencia a la Armada: <<Carta a D. Antonio Company, editor de las ordenanzas navales de la corona de Aragón formadas el año de 1354>>, ésta fue escrita para combatir un libelo, que se había publicado, expresando que en la Armada no habían penas contra la cobardía e indolencia y de dicterios a los marinos; fue escrita a bordo del navío Terrible en tránsito desde Cádiz a Cartagena y no se publicó a pesar de los esfuerzos realizados por el entonces capitán de navío don Antonio de Escaño.


<<Examen critico e imparcial sobre el combate naval de la escuadra española con la inglesa del almirante Jervis, en 14 de febrero de 1797>>; se imprimió a escondidas en Madrid, pero pareciendo que fue en Barcelona, fue tan grande el aprecio a ésta obra, que se reimprimió en Cádiz, por que la oficialidad de la Armada la consumió en muy poco tiempo.


<<Análisis de la ordenanza económica de marina de 1799>>, en la que ponía de manifiesto las incongruencias contenidas en ellas; la escribió por orden del ministro de la Guerra, que a su vez lo era interino del de Marina.


<<Plan sobre nuevo arreglo de las matriculas de marinería>>; encargada por el ministro de Marina, siendo aprobada por la junta de consejeros de guerra.


<<Ordenanza de matricula>>, que fue una traslación de su anterior Plan, la cual entregó en el mes de mayo del año de 1801.


<<Reglamento para el resguardo marítimo de las costas de la península>>, por encargo y de acuerdo de los ministros de Hacienda y Marina, que entraron en vigor en el año de 1801.


<<Instrucciones de algunos puntos del régimen económico de arsenales>>, que también entró en vigor en el año de 1801.
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<<Discurso sobre los progresos y estado actual de la hidrografía en España>>. Imprenta Real. Madrid. 1809, en 4º.


<<Juicio crítico sobre la marina militar de España, dispuesto en forma de cartas de un amigo a otro>>; publicada en Madrid en los años de 1814 y 1815, con una reimpresión aumentada en 1821. Esta obra consta de cuatro volúmenes en 8º, incluye cuarenta cartas, de las cincuenta y cuatro que fueron escritas, por lo que quedaron catorce inéditas hasta hoy.


Ésta es una clara muestra de lo que cuesta escribir de Historia Naval de España, pues ni siquiera a los propios autores, totalmente autorizados en la materia, se les consentía ciertas licencias, pero en fin es nuestro sino.


<<Hallar el modo de restablecer la marina de guerra, o cuando menos la esperanza de que se restablezca>>, esta obra también tiene su enjundia, pues le fue solicitada por el ministro, cuando se encontraba en su retiro forzado de Bilbao, siéndole confidencialmente propuesta en el año de 1818, pero al entregarla ya había cambiado el ministro, por lo que tampoco se publico y ha quedado en el anonimato más absoluto; se conserva el manuscrito que consta de 610 folios, dividida en dieciséis prolijos estados.


Y por último <<Manifiesto del conde de Salazar, a consecuencia de la exposición leída a las cortes generales del reino por el Excmo. señor secretario de Estado y del despacho de Marina en los días 11 y 13 de agosto de 1834>>; publicada en Madrid en octubre de 1834, en 4º y con 44 páginas, en la imprenta de Don Miguel de Búrgos.


Como se podrá apreciar, era duro a pesar de su débil salud, constante y excelente trabajador, un impenitente negado a ocupar cargos políticos y un escritor muy ávido, a juzgar por la cantidad de trabajos realizados, por lo que no le importaba (como a tantos otros) cambiar la pluma por la espada o viceversa, debió de ser una excelente persona, tanto de trato como de conocimientos, pues todos reclamaban sus servicios y al igual que tantos otros, un desconocido para la gran mayoría de los historiadores españoles, pero aquí está para ser recordado y que sus desvelos, puedan ver la luz del conocimiento que él poseía. Pero pregunto yo ¿por qué todas las personas inteligentes, se niegan a ser políticos?, es una incógnita que aún está por descubrir, ¡bueno como tantas otras!.




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