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Vino al mundo en la ciudad de Zamora, a lo largo del año de gracia de 1686. Una fuente no muy creíble, sitúa el acontecimiento en la población de Sahagún (León) en 1689.


Descendiente de una noble familia, pero nada más se sabe, suponiendo que por su nobleza recibió una notable educación, pues ya lo encontramos en su estancia en la isla de Malta, siendo el año de 1717, cuando demandó la Real cédula para su ingreso en la Real Armada, siéndole concedida, pero con el grado de alférez de navío; lo que viene a ratificar que sus conocimientos y educación, ya estaban a la altura de los requeridos para otorgarle el segundo grado de oficial.


Su primer destino a bordo, fue en el navío San Luis, perteneciente a la escuadra del general don Antonio Gaztañeta, con la que zarpó del puerto de Barcelona en el año de 1718, que prestó el apoyo y protección de los transportes, en que viajaban los efectivos del ejército al mando del marqués de Lede, con rumbo a la isla de Sicilia.
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Tomando parte, en los desembarcos y toma, de las fortalezas y ciudades de Palermo y Messina, permaneciendo hasta que se dio por terminada la dominación de toda la isla.


Fue su navío, uno de los destacados a la isla de Malta, a las órdenes del general Guevara, pero él se quedó en Malta y por eso no pudo llegar a tiempo de combatir contra la escuadra británica del almirante Byng.


Regresando posteriormente con pliegos a la ciudad de Barcelona, misión encomendada por el Gran Maestre, para ser entregados al Gobierno español, llegando a Madrid en el mes de mayo del año de 1719.


Por esta misión que llevó a cabo, logrando evitar a la escuadra británica, en su viaje de retorno desde Malta, se encontró al llegar con el ascenso a teniente de navío pero con fecha del año anterior, pues fue dada en el año de 1718.


Fue de nuevo destinado al Departamento de Cádiz, donde embarcó y se dedicó a cruzar por el Mediterráneo, y en uno de los cruceros, arribaron a las isla Canarias, cambio de rumbo obligado por ser previsible unos intentos de desembarcos en ellas, al ser avistadas naves con pabellón británico.
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A su regreso se le dio orden de desembarcar, siendo destinado a Santander, a donde viajó por tierra y donde se le otorgó el mando de una compañía de tropas de marinería, teniendo lugar esto a finales del año de 1723.


Se le ordenó el embarcar en la fragata Atocha, con la que se mantuvo en el mar Cantábrico, hasta que por baja de su Comandante, se le encargó del mando de ella interinamente y trasladarse al Arsenal de Cádiz, a donde llegó el día veinte de agosto del año de 1726.


Por haber demostrado en su interinidad las dotes precisas para el mando, se le ascendió a capitán de fragata en el año de 1727.


Por ello se le confió el mando de la Concepción, con la que realizó un viaje en el año de 1728, para transportar pertrechos al astillero de Guarnizo.


En este apostadero, se le otorgó el mando del navío Santiago, con el que de nuevo puso rumbo al Arsenal de Cádiz, desde donde zarpó con rumbo a Tierra Firme, con la misión de dar escolta a un convoy con tropas, pasando posteriormente para terminar de cumplir las órdenes recibidas, a las Antillas Mayores, donde desembarcó al resto del ejército.
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Aprovechando su regreso, se le cargó con caudales, realizando el viaje de retorno a la Península, dejando atrás y esquivando a los típicos depredadores británicos que siempre estaban al acecho, consiguiendo arribar a la bahía de partida, sin mayores contratiempos.


Al llegar a este puerto, se le otorgó el mando del navío San Carlos, que pertenecía a la escuadra de don Blas de Lezo, por lo que participó en varios combates contra los berberiscos, consiguiendo apresar a varios de sus jabeques, a lo largo del año de 1732.


Por su extraordinario comportamiento en estas campañas, y por recomendación de su jefe, se le ascendió al grado de capitán de navío, a finales del año de 1732.


En el mes de enero del año de 1733, zarpó de la bahía de Cádiz estando al mando del navío Real Familia, que en conserva del navío Princesa, para cumplir la misión de enseñar bandera, por lo que visitaron los puertos de; Mazalquivir, Orán, Málaga, Alicante, Tolón, La Spezia y Nápoles, al salir de este último y terminada su comisión, pusieron rumbo a la bahía de Cádiz.


Al llegar, se le proporcionaron otros navíos, que fueron los Europa y África, con los que volvió al Mediterráneo, a cruzar sobre las costas de berbería, para seguir tratando de mantener a las regencias norteafricanas en sus justos lugares, aprovechando para visitar de nuevo algunos puertos de la península itálica.
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Ascendido a jefe de escuadra el día veintiocho de diciembre del año de 1736, entregándosele el mando de una escuadra, para permanecer cruzando sobre el Mediterráneo, en misión de contrarrestar a los constantes ataques al comercio, por parte de las regencias norteafricanas, permaneciendo en a su mando hasta el año de 1737.


En el mes de junio del año de 1738, al mando de una escuadra, compuesta por los navíos Guipuzcoano, Europa, África, Victoria e Incendio, a más de cómo exploradora a la fragata Esperanza, con rumbo a la América septentrional, por lo que cruzó el océano y desembarcando los pertrechos en el puerto de La Habana, zarpando de esta apostadero con rumbo al puerto de Veracruz, donde al arribar se desembarcaron los azogues que transportaba, cumplida su misión inicial, se le reclamó para que regresara a La Habana, para volver a aprovechar el retorno, cargándosele de caudales, terminada la comisión levó anclas y zarpó con rumbo a la Península, donde arribó sin mayores complicaciones a la bahía de Cádiz.


A su llegada en el mes de diciembre del año de 1739, se le ordenó desembarcar, pues había sido nombrado Comandante General del Departamento de Ferrol, permaneciendo en este puesto, hasta que se le volvió a dar mando escuadra.


Esta escuadra estaba destinada a parar la depredaciones del comodoro Anson en los mares del Sur, pues siempre aprovechaban las ausencias de las escuadras españolas, para realizar estos actos vandálicos.
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Se le dio el mando el día nueve de abril del año de 1740 y la escuadra estaba compuesta, por los navíos Asía del porte de 64 cañones, Guipúzcoa, de 74, Hermione, de 54 y las fragatas Esperanza, de 50 y la San Esteban, de 40.


Mientras, llegaron noticias de haber sido capturado el galeón de Acapulco, que cargado con un rico botín, el británico había conseguido el interceptarlo, lo que decidió a Pizarro a ir en su búsqueda.


Esta fue la táctica utilizada por el Reino Unido, de atacar a los territorios de España, al mismo tiempo y por dos lados distintos, pues mientras el almirante Vernon, lo efectuaba sobre Cartagena de Indias, consiguiendo el mayor fracaso de la historia de este país, gracias a la indomable perseverancia y buen hacer de nuestro invicto general don Blas de Lezo; por el pacifico lo hacía el comodoro Anson, que desde luego tuvo mucha más suerte que su almirante.


Por lo que rápidamente se aprestó a los buques y zarparon con rumbo al estrecho de Magallanes, pero les fue imposible el atravesarlo, pero no desistió de ello y lo intentaron por el cabo de Hornos, pero se desató una gran tormenta, que no solo impidió el paso, sino que destruyó a la escuadra española, quedando la mayoría de los buques mochos como pontones; que si bien a la británica también le afecto no fue en la misma cuantiosa proporción.
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Siendo el día veintiocho de febrero del año de 1741, y encontrándose la escuadra algo al Oeste del cabo de Hornos, fue cuando se desataron los elementos, que produjeron graves daños en buques y arboladura, siendo a su vez arrojados por los vientos en dirección Este, lo que produjo la dispersión de todos los buques, pues cada comandante se esforzó en poder salvar a su buque.


Pero no contento con esto, el día siete de marzo el Dios Eolo, volvió a rolar y se produjo un nuevo temporal, siendo del noroeste, que los volvió a arrastrar y arrojar, pero está vez contra la costa y llegando a tener los buques sobre toda su estructura, media vara de nieve acumulada.


De tal suerte, que los que pudieron pusieron rumbo de nuevo al Río de la Plata.


La Hermione, no se logró encontrar, por lo que se supone que se fue a pique, en los mares glaciares del cabo de Hornos, por lo que se perdió tripulación y buque al completo.


El Guipúzcoa, se vió tan mal, que su comándate dio orden de arrojar al un ancla y parte de la artillería, a parte de pasarle seis tortones para tratar de evitar que el buque se abriese, a pesar de todo ello, el día cuatro de abril, perdió todos sus palos y mocho como un pontón, a lo que había que añadir, que ya doscientos cincuenta hombres de su dotación habían fallecido, de los cuales una treintena se encontraban en el combés.
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En estos costosos trabajos de intentar salvar al buque, participaron todos de grumete a comandante y la mayoría de los fallecidos, fue por no poder pararse a pesar de los turnos que se organizaron, por el agotador trabajo de estar bombeando agua de la que se embarcaba en el navío, donde caían muertos por agotamiento y eran sustituidos por otros compañeros, lo que no pudo evitar el que se fuera a pique el día veinticinco de abril, a unas diez leguas de la isla de Santa Catalina.


La San Esteban, varó en la costa del Río de la Plata, pero sólo se pudieron salvar unos cuantos de sus tripulantes, a pesar de ello se pusieron a trabajar para ponerlo a flote, al conseguirlo, se dieron cuenta que sus daños eran tales que resultaba casi imposible el repararlos, se llegó al acuerdo y se decidió el darla por inútil.


La Esperanza, sufrió una gran pérdida de hombres, pues de los cuatrocientos cincuenta de su dotación, solo quedaron cien a bordo y la mayoría casi muertos por el agotamiento, pero a pesar de ello consiguió el arribar a los mares del Sur, lo malo fue que a donde llegaron no se podía reparar por la falta de casi todo, así que permaneció en aquellos lares, a la espera de mejor ocasión, o fortuna.


Del Asía, se salvaron solo cincuenta y ocho hombres de su tripulación, pero fue el único que consiguió el arribar al Río de la Plata, donde el día doce de noviembre del año de 1742, desembarcó Pizarro, para sin pararse pasar a Chile, siendo acompañado por los pocos oficiales que se habían salvado.
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Es muy posible, que en los anales de la Historia Naval, hallan habido otras tragedias parecidas, pero ésta por sus proporciones con respecto al total de buques, puede estar entre las primeras de ellas, pues pocos quedaron para contarla y una vez más, queda demostrado, que no solo se combatía contra los múltiples enemigos, sino que los elementos de vez en cuando, parecían aliarse con la pérfida Albión.


Su viaje al vecino virreinato, no fue con otra intención que el volver a poner en servicio al único buque que había conseguido cruzar el cabo de Hornos y por ello se encontraba en los mares del Sur, era la fragata Esperanza, que a su llegada estaba como ya se ha comentado, pero por su influjo y recurriendo a todo lo que estaba disponible, se consiguió el habilitarla para efectuar misiones en aquellos mares.


A ella se unieron otros buques, que al mando de Pizarro y sus oficiales, intentaron el dar caza al británico, que también había sufrido el temporal, pero por estar unos días adelantado, no salió tan mal parado como la escuadra española que le perseguía.


A pesar de ello, la británica era más fuerte y estaba en mejores condiciones, pero a pesar de ello Pizarro intentó el darle alcance, acción que no pudo llevar a efecto por el mal estado de sus buques, por lo que decidió el regresar a Valparaíso, desembarcando el día dos de enero del año de 1745.
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Poniéndose inmediatamente junto a sus oficiales, en camino por tierra para alcanzar de nuevo el Río de la Plata, donde mientras tanto se había ido reparando el navío Asía, por lo que nada más llegar, se embarcó y se hizo a la mar, regresando al puerto de Corcubión el día veinte de enero del año de 1746.


Trasladándose por tierra al Arsenal de Ferrol, donde permaneció unos días para recuperar fuerzas, pues había permanecido durante casi seis años, al mando de la escuadra, más todos sus desplazamientos y nuevos embarcos y vuelta al puerto de partida, para volver a embarcar y regresar a la Península.


Estando aquí, recibió la buena nueva de haber sido ascendido, con fecha del día diecisiete de febrero a teniente general, recibiendo al mismo tiempo la orden de hacerse llegar a la Villa y Corte.


Aquí sufrió un consejo de guerra, pues era preceptivo por la perdida de su escuadra, donde por espacio de cinco días, permaneció dando explicaciones de todo lo sucedido, e informando a su vez, del mal estado en que se encontraban los puertos y sus defensas, de todas aquellas costas y posiciones.


Por lo que en realidad y aunque se denominó como he dicho, fue más una conversación entre altos mandos con el Rey, pues éste ya le había ascendido por su buen comportamiento, lo que dejaba bien claro, que no iba contra él sino el querer saber la verdad de la situación, lo que aprovecho Pizarro, para dejar patente la ignominiosa situación en que se encontraban aquellos territorios.
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El día uno de noviembre del año de 1749, se acordaron de él y de su experiencia en los virreinatos, por eso se le nombró Virrey, Gobernador y Capitán General, del de Nueva Granada, por lo que embarcó de transporte y desembarcó en La Guaira y posteriormente en San Fe, donde tomó el mando.


Allí paso cuatro años, pues ya cansado y algo mayor, demandó de Su Majestad le concediera la dimisión, cosa que fue autorizada por la real mano, regresado a la Península en el año de 1753.


Al hacer dejación de todos sus mandos, no se conoce la fecha de su fallecimiento; aunque se supone que regresó a su tierra natal, donde debió de ocurrir el óbito en torno al año de 1762. De ser exacto contaría con setenta y seis años de edad.


Perteneció casi toda su vida a la Orden de San Juan de Jerusalén, en la que llegó a ser su caballero de Justicia.


Y también dejó un manuscrito, que al parecer escribió junto al marqués de Casinas y cuyo título es: <<Reglamento general de inventarios para los navíos desde 28 codos de manga hasta 20 inclusive, que se deberán practicar en los Reales arsenales de los departamentos de S. M., Cádiz>>.


Que se conserva en la Biblioteca del Ministerio de Marina. (Que ésta es la otra; la cantidad de estos manuscritos, que nunca han sido publicados y permanecen olvidados u escondidos, para su consulta y mejor conocimiento de la Historia Naval de España. Y luego hay algún atrevido que dice que somos diferentes.)



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