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Vino al mundo en la ciudad del Puerto de Santa María, en el año 1738, sus padres fueron don Francisco de Herrera Toledo y Navarro, caballero de Santiago y doña María Cruzat y Vela, su familia era de noble abolengo.


Se le concedió la Carta-orden sentando plaza de guardiamarina el día 1 de febrero del año 1752, en la Compañía del Departamento de Cádiz. Expediente N.º 571.


Embarcado en diferentes buques; navíos Firme, Eolo y Soberano, con los que realizó sus primeras prácticas de mar, al mismo tiempo que realizaba cruceros sobre los cabos de Santa María y San Vicente, en misión de protección de la recalada de los buques de transporte, provenientes de América.


Transbordó a las fragatas Juno y Astrea, realizando el corso, contra los buques musulmanes, tanto por el Mediterráneo, como por el océano Atlántico, realizando en ellos varias presas de buques.


Fue ascendido a alférez de fragata en el mes de diciembre del año de 1757.


Entre los años de 1758 y 1759, realizó cruceros por el norte de África, embarcado en el jabeque Cuervo, con el que tuvo varios encuentros con buques berberiscos y piratas, así como en la zona del Estrecho.


Se le ascendió alférez de navío en el mes de julio del año de 1759, siendo destinado a los batallones de marina, yendo de bandera a diferentes lugares.
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En el mes de abril del año de 1764, volvió a embarcar, pasando de un buque a otro; uno de estos embarques lo realizó en el navío Rayo, en el año de 1765, para transportar a personas Reales, estando en la escuadra del marqués de la Victoria, a su regreso a España, continuo con más comisiones y en otros tantos buques, hasta el mes de septiembre del año de 1767, en que fue ascendido al grado de teniente de fragata, siendo destinado de nuevo a los batallones de Marina.


En el mes de enero del año de 1771, se le ascendió a teniente de navío, ordenándosele embarcar en el navío España, siéndole encomendada la misión de pasar a América, donde estuvo realizando, servicios de transporte de tropas en las aguas de las Antillas, así mismo otros de transporte de azogues y de caudales, además de la protección del tráfico mercante.


Regresó a España y se le ordenó embarcar en la fragata Carmen, que se unía a la expedición contra Argel del año de 1775, en la que realizó el desembarco y el posterior embarque de las tropas.


Al regreso de esta expedición, paso a embarcar en el navío San Miguel y casi sin tocar su cubierta, se le ordeno trasbordar al navío San Agustín, éste estaba en la escuadra de don Juan de Lángara, por lo que participó en el combate del día dieciséis de enero del año de 1780, contra la escuadra británica del almirante Rodney, el encuentro se efectuó sobre las aguas del cabo de Santa María; fue tan bizarro y valeroso su comportamiento, que por iniciativa de sus superiores fue ascendido por méritos de guerra, al grado de capitán de fragata en febrero del mismo año.


Al poco tiempo fue nombrado segundo comandante, primero del navío San Pedro Apóstol y a continuación del San Juan Bautista, que pertenecía a la escuadra del general don Luis de Córdova.

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El día veinte de octubre del año de 1782, hallándose en la desembocadura del Estrecho, en aguas del cabo Espartel, sostuvo un combate contra la británica del almirante Howe.


En el año de 1783, se le dio el mando de la tropa embarcada, en la escuadra combinada franco-española, la primera al mando del conde D’Esteing y la española al mando del general don Juan de Lángara.


Un tiempo más tarde se le encomendó el mando de un batallón de Infantería de Marina.


El día catorce de enero del año de 1789, fue ascendido a capitán de navío.


En el año de 1790, fue nombrado ayudante mayor interino de la Real Armada.



En el mes de julio del año de 1793, se nombró inspector de la tropa embarcada en la escuadra del general don Juan de Lángara.


Al declararse la guerra contra la República francesa, junto a la escuadra británica del almirante Hood, que en unión a la española del general don Juan de Lángara, se desplazaron a la toma de Tolón, tomó parte en muchos combates, singularmente en la toma de las alturas del Faraón, estando a las órdenes directas del general don Federico Gravina, así como en la evacuación de la plaza a las órdenes del general don Ignacio María de Álava, en todas estas operaciones se condujo valerosamente.


En el año de 1794, como segundo comandante del navío Mejicano y después de un penoso transito por el golfo de León, participó en apoyo de las operaciones que llevaron a cabo en la defensa del Rosellón.

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Posteriormente se le otorgaron los mandos sucesivamente de los navíos San Felipe, San Pedro Alcántara y San Juan Bautista, con los que volvió a realizar, servicios de tornaviajes entre la península y las costas de América, transportando azogues y caudales, más algunas tropas.


Fue ascendido a brigadier en el mes de septiembre del año de 1795.


Se le otorgó el mando del navío Mejicano, que era el buque insignia de don Pedro de Cárdenas, que a su vez era el segundo comandante de la escuadra del general don José de Córdova.


Al comenzar el año de 1797, la escuadra del océano se encontraba en el puerto de Cartagena, al mando de su general don José de Córdova: la componían veintisiete navíos de línea y otros buques menores, pero todos ellos estaban a falta de un cuarto de su dotación y a algunos, también les faltaba algún cañón.


Sirvió de escolta a un convoy con derrota a Cádiz, además de algunas lanchas cañoneras y obuseras, que dejó en el apostadero de Algeciras, para defensa y ataque al peñón de Gibraltar, con éste entraron en la bahía tres de los navíos de 74 cañones de la escuadra.


Al estar a la altura de la bahía, se desató un temporal, duro de Levante, que arrastro a sus buques durante ocho días hasta la altura del cabo de San Vicente, por efecto del Dios Eolo los buques quedaron desordenados, dispersos y algunos sotaventados, por lo que quedó formada en tres líneas, sin conexión entre ellas, más otros cinco navíos desperdigados y otros sueltos, o sea en pleno desorden.

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El día catorce de febrero, se divisaron las fuerzas; la escuadra española al mando del general don José de Córdova, que en esos momentos contaba con veinticuatro navíos y varias fragatas, contra la británica del almirante Jervis, compuesta de diecisiete navíos y varias fragatas y en excelente estado de armamento, dotación e instrucción.


Éste aciago día, su buque fue el que sufrió el primer contacto y después el de toda la escuadra británica, siendo uno de los navíos que mejor se batió en este combate, experimentó averías y pérdidas de consideración, Herrera, fue gravemente herido y de resultas de ellas, falleció a bordo del buque de su mando, que había sido apresado por los enemigos, unos pocos días después.


A su muerte dejó para la posteridad un modelo a imitar, como valiente militar y honrado ciudadano.


El Estado mando colocar al lado de las memorias de sus compañeros muertos en el combate del cabo de San Vicente, en la tercera capilla del Este, donde reposan los restos del general Laborde y que dice así:







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