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Las Cañoneras.



Suele ser habitual en las marinas de vocación oceánica, y la nuestra lo es aún, afortunadamente, el despreciar o hacer de menos a los que llaman Kipling <<flecos de la escuadra>>, esas unidades menores llamadas sutiles, que parecen no tener gran importancia, o que, de reconocérsela, quedan eclipsadas ante el prestigio y la imagen de las grandes unidades.



Pero bien se dice que no hay enemigo pequeño, y muchas veces, cuando los <<grandones>> no consiguen el éxito, tienen que acudir a estas modestas unidades a cubrir el hueco y cumplir unas misiones que no parecen estar en proporción con sus limitadas características .



Eso ha sucedido en la historia de todas las grandes marinas, y la nuestra no es una excepción.



Antes bien, y por el contrario, en la trágica época para nuestro poder naval que va de fines del XVIII a comienzos del XIX, las unidades menores fueron muchas veces las únicas, que supieron imponerse a un enemigo normalmente afortunado, exigiéndole no sólo respeto, sino cosechando éxitos que resultaron decisivos en nuestra historia.



A paliar ese injusto olvido se dedicará esta pequeña serie de nuestra sección.


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LA PESADILLA ARGELINA.



Desde hacía ya varios siglos, las costas españolas del sur y del levante debían soportar la constante agresión de los corsarios berberiscos basados en Argel y secundariamente en Marruecos, Túnez y Trípoli.



De poco había servido una tenaz lucha por suprimir esa piratería que no sólo apresaba buques, sino que desembarcaba en las playas y saqueaba pueblos, secuestrando a sus habitantes.



Pese a la constante vigilancia y éxitos sobre los corsarios, pese a la línea de torres de atalaya que aún hoy jalonan nuestro litoral, y pese a tener enclaves en la costa enemiga, como Orán y Mazalquivir, la amenaza y los daños persistían.



Justamente antes de la guerra con Gran Bretaña y del asedio de Gibraltar, en el verano de 1775, se decidió poner fin a tan enojosa situación de forma tajante: una poderosa escuadra al mando del teniente general Pedro Castejón, con siete navíos, doce fragatas y numerosas unidades menores, entre ellas los nueve jabeques de Barceló, escoltaron aun enorme convoy de 348 velas, que conducía un gran cuerpo de desembarco, casi 20.000 hombres al mando del general O’ Reilly, con las mejores unidades de nuestro Ejército.



No entraremos en detalles, sólo decir que el desorganizado desembarco y las definitivamente erróneas disposiciones posteriores, llevaron a un completo desastre en el que tuvimos no menos de cinco mil bajas, incluidos cinco generales muertos y quince heridos, dejando al enemigo nada menos que quince cañones abandonados y unos nueve mil fusiles. Y si el desastre no fue mayor, fue gracias a la decidida intervención de los buques de la escuadra que con sus fuegos impidieron que el enemigo envolviera a nuestro destrozado ejército.


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Finalizada la guerra con Gran Bretaña, en la que, por cierto y salvo en Gibraltar, el éxito nos acompañó, se tuvo que volver a encarar el problema argelino y, dada la frustración anterior, sobre bases completamente nuevas.



Uno de los jefes que más se había distinguido tanto en la desgraciada expedición a Argel, como en el asedio de Gibraltar era el propio Barceló, quien por otra parte había hecho su carrera gracias a una serie tan continuada como meritoria de los éxitos sobre los piratas argelinos. Además, allí se podrían utilizar por fin las cañoneras que había ideado y que llegaron demasiado tarde para someter Gibraltar.



LA EXPEDICIÓN DE 1783.



La escuadra al mando de Barceló zarpó el uno de julio de 1783 de Cartagena; la componían cuatro navíos (con insignia en el Terrible) de 70 cañones, cuatro fragatas, nueve jabeques, tres bergantines, unas quince unidades entre menores y mercantes y lo que va a ser decisivo, diecinueve cañoneras con cañones de a 24, veinte bombarderas con morteros y diez de abordaje, lanchas que servían de escolta a las anteriores por si eran abordadas por embarcaciones enemigas con superior dotación. A la escuadra se unieron dos fragatas de la Orden de Malta.



Tras una penosa travesía, dificultada por vientos y mares contrarios, la escuadra fondea frente a Argel el día 26; esperando una mejora del tiempo y haciendo los preparativos llega el 1 de agosto, día en que a las 1430 horas, se rompe el fuego contra la plaza.



Las diecinueve bombarderas forman en línea avanzada junto con la falúa en la que embarca Barceló; a los costados están las cañoneras y las de abordaje, por si las embarcaciones enemigas intentan un contraataque, más atrás dos jabeques y dos balandra; el resto de la escuadra no toma parte en el bombardeo.

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Al poco salen del muelle veintidós pequeños buques enemigos, entre ellos nueve galeotas y dos cañoneras, que no tardan en ser rechazadas por el fuego de los españoles.



Hacía las 1630 horas las lanchas españolas han consumido todas sus municiones y se ordena el alto el fuego.



Los atacantes han disparado unas 375 granadas y 390 balas de cañón (éstas sobre todo contra los buques de la defensa), provocando dos grandes incendios en la ciudad, de los que uno se prolonga toda la noche.



Los argelinos han disparado unas 1.436 balas y 80 granadas, que no han causado sino dos heridos leves en las cañonera españolas.



El balance no puede ser mejor, pues aunque no se ha optado por un bombardeo nocturno, como en los ensayos de Gibraltar, la fuerza atacante apenas ha sufrido daños del fuego enemigo y desde luego, los ha causado muy serios.



Y así, con pocas variaciones se producen otros ocho ataques, uno el día 4, dos el 6, dos el 7 y dos más el día 8, lanzándose un total de 3.752 granadas y 3.833 balas contra la ciudad y sus defensas.



Según fuentes neutrales, entre las que se hallaba el cónsul francés, el pánico se apoderó de parte de la guarnición y de toda la población, quedando destruidas no menos del diez por ciento de las viviendas y muchas más afectadas, numerosas fortificaciones, buques y cañones, más fuertes pérdidas humanas.
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En cuanto al fuego de la defensa, no menos de 11.280 balazos y 399 bombas sólo han causado veinticuatro muertos y veinte heridos entre las dotaciones atacantes, y aún esas pérdidas de deben casi por entero a un golpe afortunado, cuando el día 7 por la tarde una bomba hizo volar a la cañonera número uno, con veinte muertos, incluido su segundo, el alférez de navío Villavicencio, y once heridos, entre ellos su comandante, el teniente de navío Irisarri.



En España la alegría por el resultado es enorme y el rey confirma el ascenso de Barceló a teniente general y le señala ese sueldo como pensión vitalicia.



Desde el primer momento se ha contado con que un solo bombardeo no doblegaría a un enemigo de siglos, por lo que se prepara otro para el año siguiente y se declara rotundamente que se seguirá así hasta que el enemigo ceda.



No faltan voces críticas, que afirman que el bombardeo ha causado poco daño al enemigo; lo que parece olvidar es que, como hemos dicho y según informes de todo crédito, se había obtenido a un coste casi simbólico.



¡Tan pronto de había olvidado el desastre anterior!.



Y como para quitar la razón a tanto agorero (o envidioso), Trípoli, vista la situación, se avino a firmar la paz con España y a renunciar al corso.



LA EXPEDICIÓN DE 1784.



Como en un gesto de desafío, cinco corsarios argelinos apresaron cerca de Palamos, en septiembre de 1783, a dos polacras mercantes.
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Pero no es más que un gesto, los preparativos son incesante: se apresta una nueva fortaleza con cincuenta cañones, se reclutan cuatro mil soldados turcos voluntarios que arriban en buques neutrales, llegan <<asesores>> europeos (todos contra España. ¿alguien dá más?) para ayudar en las fortificaciones y baterías, se han preparado no menos de setenta embarcaciones entre goletas y cañoneras para rechazar a las españolas, etc. etc., incluso el dey ha ofrecido una recompensa de mil cequíes al que aprese una embarcación de la escuadra atacante.



Barceló activa sus preparativos en Cartagena, ahora su escuadra constará de cuatro navíos <<con insignia en el Rayo>>, de 80 cañones, cuatro fragatas <<dos de ellas desarmadas y utilizadas como almacén de pólvora y municiones>>, doce jabeques, tres bergantines, nueve más pequeños, y la fuerza atacante: veinticuatro cañoneras con piezas de a 24, ocho más con una de a 18, siete con calibres menores para abordaje, veinticuatro con morteros y ocho obuseras, con piezas de a 8.



Pero esto no es todo: la expedición adquiere un cierto aire de cruzada, por lo que cuenta con el apoyo de la Armada de Nápoles <<entonces tan íntimamente unida a la española>>, que bajo el almirante Bologna aporta dos navíos, tres fragatas, dos jabeques y dos bergantines; la de Malta, con un navío, dos fragatas y cinco galeras y la de Portugal, al mando del almirante Ramírez de Esquivel, con dos navíos y dos fragatas, si bien ésta llega tarde y ya en plenos bombardeos.



Tras una solemne advocación de la empresa a la Virgen del Carmen, la escuadra zarpa de Cartagena el 28 de junio de 1784, llegando a Argel el 10 de julio.



El día 12 a las 0830 horas se rompió el fuego, sosteniéndolo hasta las 1620, intervalo en el que se lanzaron una 600 bombas, 1.440 balas y 260 granadas, contra 202 bombas y 1.164 balas del enemigo.
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Se observaron grandes destrozos y un gran incendio en la ciudad y fortificaciones, y se rechazó a la flotilla enemiga, de 67 unidades, causando la voladura de cuatro de ellas.



Las bajas atacantes se redujeron a seis muertos y nueve heridos, más por accidentes con las espoletas a bordo que por fuego enemigo, aumentadas tristemente y de forma accidental con la voladura de la cañonera número 27, mandada por el alférez de navío napolitano don José Rodríguez (muy italiano el apellido ¿no?).



Y así durante siete ataques más, sin incidencias dignas de mención, salvo que en uno de ellos un disparo de la defensa alcanzó la flotación a la falúa desde la que Barceló dirigía el bombardeo, no sufriendo herida alguna y transbordándose inmediatamente a otro bote, desde el que continuó dando órdenes sin dar mayor importancia al incidente.



Al fin, el 21 de julio se decidió poner fin al ataque, tras haber disparado más de 20.000 balas y granadas sobre el enemigo, y tras haber perdido unos cincuenta y tres hombres y resultado heridos otros sesenta y cuatro, en los ocho ataques, buena parte de ellos, como sabemos, debidos más a accidentes que al fuego enemigo, aunque resultó evidente que esta ocasión las defensa eran más fuertes.



Para dar una idea del castigo que recibió Argel y sus defensas, cabe recordar que en el épico asedio de Cartagena de Indias, entre el 15 de marzo y el 20 de mayo de 1741, la ciudad y sus fuertes soportaron 6.000 bombas y 18.000 balas <<sólo 4.000 más que Argel y en periodo mucho más largo>> y aunque la plaza americana resistió, bueno es recordar que había perdido todas sus importantes fortificaciones exteriores.



De nuevo en España se produjeron manifestaciones de alegría algo atenuadas por las renovadas críticas de los que sólo se conformaban con un triunfo total y absoluto.
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Era bien cierto que no se había borrado a Argel del mapa, pero no menos cierta era la victoria; al poco se iniciaron las conversaciones de paz, que tras muchos tiras y aflojas, culminó Mazarredo con la visita a la baqueteada ciudad al mando de una escuadra de dos navíos y dos fragatas, firmándose el tratado el 14 de junio de 1786, al que pronto se unió Túnez.



UNA VALORACIÓN



Lo que no entendieron esos críticos, es que la estrategia adoptada era la más realista y económica: a costa de poco menos de 200 bajas y de unos pocos lanchones de remo, se había castigado severamente a un enemigo muy peligroso, contra el que otros ataques más ambiciosos habrían sido, incluso de ser victoriosos, mucho más caros en términos de dinero, material y vidas.



Pero, además, se había llegado a un tipo de enfrentamiento que la república corsaria no podía ganar: para el dey poco o nada suponía perder a manos de nuestros buques un puñado de jabeques y galeotas todos los años, incluso un navío o fragata de cuando en cuando, pues el corso y la redención de cautivos continuaban dando sus beneficios.



Lo que desequilibraba profundamente su estado era no ya sólo los daños causados por los bombardeos españoles, sino el tener que concentrar sus gastos y esfuerzos en una defensa totalmente improductiva, a parte de no muy eficaz.



España podía seguir indefinidamente enviando expediciones que, aunque no arrasaran por completo la ciudad, sus astilleros y fuertes, terminarían provocando, y a no muy largo plazo, su completa ruina.



Y como hemos visto, y dados los recursos técnicos de la época, la única posibilidad de llevar a cabo esa estrategia era utilizando las cañoneras.
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De hecho, los navíos y fragatas no intervienen en los bombardeos, salvo cuando sus tripulaciones sirven para dotar a las lanchas, y casi lo mismo pasa con las unidades ligeras, como los jabeques, utilizados para apoyar a las cañoneras, frente al intento de ataque de unidades enemigos.



LA SIGNIFICACIÓN DE UNA VICTORIA.



La pesadilla secular del corso argelino y berberisco en general, pese a algún rebote posterior de mucha menor importancia, había terminado para las costas españolas.



Por fin puede repoblarse una amplia faja de litoral antes desierta por el miedo a las incursiones, visible hoy todavía en los nombres repetidos de las localidades levantinas: uno, el viejo, en el interior, como Altea la vieja, y el nuevo, ya en la costa, sobrando los ejemplos como los dos Premiá, los dos Arenys, etc. etc.



No sólo volvieron al vida, la agricultura y la pesca a aquellas antes olvidadas costas, que desde entonces iniciaron un rápido despegue económico como pocos paralelos en España, sino que la navegación mercantil, especialmente de catalanes y mallorquines, cobrará un nuevo impulso que se continuará durante todo el siglo XIX.



Y como el lector habrá podido comprobar, buena parte de ese mérito corresponde a la Armada española <<aunque tan pocas veces se recuerde y reconozca>> y, dentro de ella, a las cañoneras.



Pero, y como veremos, no fue ese el único servicio trascendental que prestaron al país que las creó y que mejor las utilizó en el cuarto de siglo siguiente.










Los (..) son míos.
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Gracias por el completo informe sobre el asunto que nos ocupa.

Creo que, efectivamente, las dos operaciones comtra Argel, fueron muy importantes tanto por el exito de la operación en sí como por sus consecuencias en el litoral valenciano y andaluz en referencia a la relativa tranquilidad alcanzada.

Me gustaría conocer la composición de las flotas atacantes (unidades y sus comandantes), en especial la que actuó en el segundo ataque en el año 1784.

Creo que sería mas conveniente entrar en otro foro pero al ver este tema abierto me atrevo a plantear aquí el tema

Gerardo

El nombre de las unidades y comandantes argelinos no los se, pero si te puedo decir algo referente a las dos fragatas de la Orden de Malta que participaron en el ataque y que quedaron encuadradras en la escuadra casi a finales de junio del 83, notificandolo asi Barcelo desde cartagena en una carta fechada el 24 de junio (Museo Naval). Los comandantes de dichas fragatas eran el caballero Saint Troppe y el caballero Subiras, habian venido a españa concretamente al puerto de Cadiz para recoger el dinero depositado por el Rey de MArruecos para el pago de rescates, pero ante la imposibilidad de ello se ofrecieron a servir al Rey, pero bueno eso otra larga historia..........

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Amigo Gerardo


Pido disculpas por que esto se me había pasado.


No se si has leído la biografía de don Antonio Barcelo y Pont de la Terra, me parece recordar que si no todo parte de lo que buscas seguro que está.


Un abrazo.
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Querido amigo ENSENADA:
Gracias por el recordatorio. Para este asunto de Argel y para todo lo marino del siglo XVIII creo que BARCELÓ, un hombre humilde, gran navegante, experto militar e imaginativo es absolutamente una pieza fundamental.
Creo que Jorge Juan y Barceló son la pareja que yo seleccionaria para representar a nuestra Armada.
Por ello tu aportación, a mí, me ha servido. Si no la he usado anteriormente es por falta de "habilidad informática" que ha sido resulelta por tu amable indecación.
NOTA:
Supongo que recuerdas que Churruca dijo algo así como: "Si te dicen que mi navío se ha rendido di que he muerto". Bueno estoy pensando que como gran jefe de este AGORA tienes que tener en cuenta estas palabras:
"Si te dicen que Gerardo HOY no nos ha incordiado con sus mensajes es que ha muerto". Te pido perdón por ello
Gerardo

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Amigo Gerardo


Nada de morirse, aquí está prohibido eso, ya que nuestras "guerras" son verbales o sea, como las de los zorroclocos, que sí son capaces de ordenar enviar tropas o comenzar una guerra de las de verdad, pero ellos como mucho emigran a otro país "bien cargaditos" pero nada más les ocurre.


Y en cuanto a lo de don Antonio Barceló y Pont de la Terra y Jorge Juan Santacilia lo comparto, pero como una mesa con dos patas no se tiene bien, en mi humilde opinión faltan dos, que para mi si son las cuatro grandes figuras del XVIII, a la sazón don Blas de Lezo y Olavarrieta, y don Antonio de Escaño y García de Cáceres.


Así que sigue incordiando, ¡Es una orden!


Un abrazo.
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A tus ordenes mi Intendente ENSENADA
Creo que efectivamente faltaban las otras dos patas a la mesa.
Un abrazo y gracias por tu paciencia
Gerardo

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Gerardo, ya he puesto el orden de batalla de la escuadra de Barceló en el bombardeo de Argel de 1784, en su lugar correspondiente, Órdenes de Batalla de 1701 a 1833.


Faltan muchos datos y es posible que haya algunos errores, pero es el más completo.


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Datos sobre el bombardeo de Argel de 1783
Fuente: gaceta de Madrid del 12 de agosto de 1783 y 19 de agosto de 1783

El comandante general de la expedición destinada contra la plaza de Argel D Antonio Barceló, en carta escrita desde aquella bahía, ha noticiado que la constancia de los vientos contrarios del E precisaron a que dicha expedición, que había salido de Cartagena el 1 de julio ultimo, y tocado en varios parajes de nuestra costa, recalase a 15 leguas hacia el E de Oran el día 26, en el que tubo calma, y remediadas varias averías, ase puso derrota para la bahía de Argel el 27 con vientos que se entablaron por el 3º y 4º cuadrante aunque con gruesa mar del N y NE, logrando fondear en la bahía el 29 con 4 navíos, 6 fragatas, de ellas dos de la Religión de San Juan, 10 jabeques, 3 bergantines, una balandra 15 lanchas bombarderas, 10 cañoneras, 9 de abordaje, 4 brulotes, 4 embarcaciones con pólvora, y para correos un jabeque y un falucho, inclusos en estos buques el navío, fragata y balandra que anticipadamente había apostado en la boca de la bahía para asegurar la recalada de las demás embarcaciones.

La gruesa mar del E, que duro hasta el día 2 de agosto y los continuos aguaceros impidieron emprender desde luego los ataques a la plaza por tener que atender el General a la seguridad de las embarcaciones, y se reunieron un jabeque, 2 balandras, 3 cañoneras y 3 bombarderas que durante la navegación se habían separado.

El día 1 de este mes de agosto, abandonando el tiempo, aunque no la mar del E, y dispuesta la formación de la línea de fuegos, situadas la 18 bombarderas en línea de frente avanzadas, y a su cabeza el comandante general en la falúa, y en la alas para sostenerlas las 13 cañoneras, 10 lanchas de abordaje, los jabeques San Blas y San Lino, 3 balandras y otros buques de guerra acoderados a proporcionada distancia ( todos para en caso de salida de los enemigos) rompió fuego la línea sobre las 2 y media de la tarde, y duro casi hasta ponerse el sol, en que se retiraron por haber consumido sus municiones.

Dispararon nuestras lanchas 380 bombas; y aunque no todas se pudieron aprovechar, así por la marejada como por alguna humedad que pareció había percibido la pólvora de repuesto de estas lanchas, lo que hizo notar alguna falta en su alcance, no obstante que el vivísimo fuego de las baterías enemigas y e 2 cañoneras que avanzaron a la inmediación de su muelle, sobrepasan al de nuestras líneas, se advirtió sin embargo el efecto de nuestras bombas en la plaza, la cual disparo 1075 balas y 30 bombas sin causar mas desgracias que 2 hombres muertos, y a 2 heridos de una cañonera.

El día 2 a las 2 y media de la tarde emprendió el General D Antonio Barceló nuevo ataque cuyo fuego duro hasta las 4 y media consumido el regular repuesto de municiones: durante el fuego salieron del muelle de Argel 22 embarcaciones de remo, entre ellas 9 galeotas y las 2 citadas cañoneras, con el objeto de hacer alguna tentativa a nuestras líneas, pero fueron obligadas a retirarse por el fuego de nuestras cañoneras destacas por el General al intento, en cuyo ataque dispararon casi 390 tiros.

Nuestras bombarderas arrojaron 375 bombas, de las que muy pocas se malograron; y el excesivo fuego de los argelinos , que disminuyo en lo mas vivió nuestro, dio bastante a conocer el estrago que experimentaban, habiéndoseles prendido fuego en la plaza por dos partes, una al E de ella en la inmediación el muelle que duro una hora y la otra mas al centro de la ciudad al S de la Linterna, que se extendió toda la tarde con exceso, y continuo después de anochecido con bastante fomento, sin embargo de que destruyeron otros edificios contiguos.

Los enemigos dispararon 1436 balas y 80 bombas de las que resulto contuso el TN D Antonio Mondragón, y herido levemente un marinero, sin otro daño de consideración.

Elogia el comandante general el espíritu, valor y contento que han manifestado en ambos ataques no solo toda la oficialidad sino también las guarniciones y tripulaciones de todos los buques; y concluye diciendo, que si mejoraban los tiempos hasta entonces malos, logrando algunos días de viento del SO ú O, esperaba completar sus deseos de gloria de la nación y escarmiento de los argelinos.

El comandante del bergantín Fincaster D Joaquín Moscoso, que ha conducido el pliego del mencionado general, añade desde Alicante, que aunque fue destacado en la noche del 2 no podo montar la Punta del Pescado hasta cerca de las 8 del día 3, con cuyo motivo observo el tercer ataque hecho aquella mañana, situada la línea frente de la linterna, habiendo durado el bombardeo desde las 6 y media hasta las 7 y media que se retiró a tiempo ya que refrescaba el viento; y vio que tres tiros que disparo la primera bombardera reventaron dos bombas en medio de la ciudad, y continuaron las demás manteniendo siempre en el aire 8 o 9 bombas, de suerte que conceptúa que fue el denso humo que produce el fuego de los enemigos mucho mas vivo que en los días anteriores.

EL TENIENTE GENERAL DE LA REAL ARMADA D. ANTONIO BARCELO EN CARTA FECHA EN LA BAHIA DE ARGEL A 12 DEL PRESENTE MES ( Jun 84), ESCRIBE AL SR MINISTRO DE MARINA LO SIGUIENTE:

Excmo. Sr. = Muy Señor Mio: desde que avise a V. E. mi salida de Cartagena con los buques mayores el 28 ultimo, me mantuve con ellos sobre aquella costa, experimentando siempre los vientos del 2º cuadrante bastantes frescos ( por cuyo motivo dispuse se averiguasen del fondeadero de la subida los xabeques y otras embarcaciones de menos resistencia, habiendo enviado al Departamento la galeota Concepción, que había partido sobre un balance su entena mayor) hasta el 30, que declarado el viento por el SO, y habiendo incorporado estos buques y los menores, que quedaron en Cartagena, excepto 3 brulotes, que no pudieron montar el cabo de la subida, emprendí mi derrota en la misma noche para la travesía a esta costa, la que reconocí en la tarde del día siguiente sin embargo de haberse cambiado el viento al NE bien que bonancible.

Continuaron estos del mismo modo por el 2º cuadrante hasta el 4º que refresco el E en demasía con mucha mar, de cuyas resultas tuvo avería en su entena mayor la galera capitana de Malta, y no queriendo yo exponer estos buques ni los menores de la escuadra a los incidentes, que pudieran originarse de mantenerse ciñendo el viento, determine arribar en vuelta del O. en la misma noche, hallándome a distancia de 10 leguas de Arceo, hizo el tiempo una total variación, clamo enteramente aquel viento con apariencias de contraste, y con efecto lo hubo, declarándose por el NO con mayor fuerza, que había reinado el E por el día, y aunque en el resto de la noche quedo casi clama, continuo bonancible todo el inmediato día, en que hice rumbo para esta bahía.