Fecha actual 17 Jun 2025 19:42




Responder al tema  [ 7 mensajes ] 
 Desembarco de los ingleses en Rota en 1702 
Autor Mensaje
Teniente Coronel R. C. I. M.
Teniente Coronel R. C. I. M.

Registrado: 13 Mar 2007 23:58
Mensajes: 420
Ubicación: Isla de León
Nuevo mensaje Desembarco de los ingleses en Rota en 1702
Hola a todos. En temas anteriores nuestro estimado Intendente General abrió el tema del desastre de nuestra Armada en Rande (Vigo) 1702. En él se hace alusion a las operaciones de los británicos en Cádiz y al control de la zona de Finisterre por otra de sus Flotas.

Para el Almirante Rooke la "victoria" en Rande significó quitarse una espina que tenía clavada por esas operaciones que se habían realizado en la Bahía de Cádiz y de las cuales no pudo sacar practicamente nada.

Creo que sería interesante exponer el relato completo de las operaciones realizadas.

El día 23 de agosto de 1702 presentábase en son de guerra a la vista de Cádiz una poderosa armada angloholandesa formada por más de 200 velas, a cuyo bordo viajaba un cuerpo expedicionario de cerca de 14.000 hombres. Mandaba la flota el almirante británico Sir George Rooke; las fuerzas de tierra, Sir James Butler duque de Ormond, y era caudillo político de la expedición el príncipe Jorge Hesse-Darmstadt (el que fue Virrey de Cataluña). Su misión consistía en efectuar un desembarco en las playas cercanas, apoderarse de la ciudad de Cádiz y, tomando su puerto y bahía como base de operaciones, penetrar rápidamente hacia el interior de la región, ocupando Jerez y Sevilla y luego, aprovechando el supuesto descontento reinante en el país contra todo lo que oliese a francés, suscitar un alzamiento general contra el recién coronado Felipe V y, que volviese a instaurar en el trono de San Fernando a la Casa de Austria representada por el emperador Leopoldo I y su hijo el archiduque Carlos. Era el comienzo de la llamada Guerra de Sucesión.

La presencia de esta flota en nuestras aguas era, pues, la última cuenta de un rosario de acontecimientos que se habían venido sucediendo desde los años finales del reinado de Carlos II y el primer eslabón de una cadena de hechos desgraciados que habían de apesadumbrar a nuestra Patria durante las primeras décadas del siglo XVIII, hasta que los tratados de paz pusieron fin a ellos, no enmendando los yerros y remediando los males, sino consagrando como permanentes muchos de los desafueros e injusticias cometidos en los días de lucha.

No era ésta la primera vez que naves inglesas surcaban con belicosos propósitos las aguas de la bahía de Cádiz. Por el contrario, en tres ocasiones anteriores —Drake (1587), Essex (1596) y Wimbledon (1625) — supieron éstas de los desmanes y saqueos de los ingleses que, aunque con suerte diversa, causaron siempre enormes daños y pérdidas irreparables.

Proclamado rey de España el duque de Anjou con el nombre de Felipe V, fue inmediatamente reconocido como tal en los diversos estados y posesiones de la Corona española; pero, exceptuada Francia, no sucedió lo mismo con los demás reinos y países extranjeros, que se mostraron desde el primer momento recelosos y esquivos. Particularmente, Inglaterra y Holanda juntas con el imperio austriaco eran muy refractarias a aceptar la nueva situación creada con la entronización en España de la Casa de Borbón. La guerra se presentía y, en efecto, no tardó en estallar. El día 15 de mayo de 1702, la Dieta de Ratisbona declaraba la guerra a Luis XIV y a Felipe V como usurpadores del Trono de España, y el mismo día se hacía pública la declaración en Londres, Viena y La Haya.

La conflagración había comenzado y las luchas que seguirían habrían de ensangrentar por espacio de más de diez años el suelo de nuestra Patria. Tras la batalla de Luzzara, acaecida en suelo italiano, ya vimos que el 23 de agosto hacía su aparición en aguas de Cádiz una poderosa flota combinada angloholandesa mandada por el inquieto almirante británico Sir George Rooke, que luego se haría famoso por el afrentoso golpe de mano de Gibraltar. Integraban la flota más de 200 velas entre buques de combate, embarcaciones auxiliares y naves de transporte, que conducían a su bordo un contingente armado cifrado en unos 14.000 hombres, según datos de historiadores contemporáneos, aunque la reseña que figura en la memoria del general en jefe de estas tropas únicamente registra 5.116 soldados ingleses y 2.424 holandeses, dos cifras que manifiestamente sólo incluyen las tropas revistadas al embarque.

_________________
Comandante en Jefe del 2º Batallón del 1º Regimiento
"DESENVAINAME CON RAZON, ENVAINAME CON HONOR"


28 Sep 2009 21:05
Perfil Email
Teniente Coronel R. C. I. M.
Teniente Coronel R. C. I. M.

Registrado: 13 Mar 2007 23:58
Mensajes: 420
Ubicación: Isla de León
Nuevo mensaje Re: Desembarco de los ingleses en Rota en 1702
El mando de estas fuerzas lo ostentaba como hemos dicho el duque de Ormond, hombre de confianza del difunto rey Guillermo III, verdadero artífice de la empresa a cuyo lado combatió en las batallas libradas en los Países Bajos contra Luis XIV en años precedentes. A sus órdenes se hallaban el teniente general Sir Henry Bellasis y los generales Lord Portmore y Sir Charles Hara, estando el contingente holandés al mando del mariscal de campo barón Sparr, secundado por el brigadier Palant.

El almirante Rooke, de 52 años, era hombre combativo que se había distinguido en las luchas contra el destronado Jacobo II, venciendo en la batalla naval de La Flogue (1692), en la que se hundieron para siempre las esperanzas de este rey de recuperar el trono británico, arrebatado por su yerno Guillermo III. Intervino luego en política y, al ascender al trono la reina Ana, fue nombrado lugarteniente del Almirantazgo y de los mares y marinas de Inglaterra, a más del cargo de almirante de la Flota, que ya ostentaba.

Como Jefe de la Flota tenía bajo su mando directo los siguientes navíos:

ROYAL SOVEREIGN (buque insignia) con 110 cañones
KENT 70 cañones
BOYNE 80 cañones
BEDFORD 76 cañones
RANELAGH 80 cañones
PLYMOUTH 60 cañones
EAGLE 70 cañones
SOMERSET 80 cañones

También bajo su mando y designados según la división orgánica tradicional de la Marina británica se encontraban:

- Vicealmirante Thomas Hopsonn, vicealmirante de los «rojos»

PRINCE GEORGE (buque insignia) con 90 cañones
ASSOCIATION 90
MONMOUTH 70
ESSEX 70
CAMBRIDGE 80
OXFORD 70
YARMOUTH 70
GRAFTON 70

- Sir Stafford Fairborne, contralmirante de los «blancos»

ST. GEORGE (buque insignia) con 96 cañones
BARFLEUR 90
STIRLING CASTLE 70
BURFORD 70
EXPEDITION 70
CHICHESTER 80
SWIFTSURE 70

- Contralmirante John Graydon, contralmirante de los «azules»

TRIUMPH (buque insignia) 90 cañones
CUMBERLAND 80 cañones
LENNOX 70 cañones
BERWICK 70 cañones
TORBAY 80 cañones
PEMBROKE 60 cañones
NORTHUMBERLAND70 cañones

Otros buques de la Flota eran los siguientes:

Fragatas SORLING, DUNWICH, LOWESTOFT, LYNNE, ADVENTURE y POOLE
Corbetas NEWPORT y FLAMBOROUGH
Bombardas MORTAR, GRANADA, TERROR, FIREDRAKE y BASILISK
Brulotes VULTURE, PHOENIX, LIGHTNING, TERRIBLE, GRIFFIN, HAWKE, HUNTER, FUBBS YACHT y PARAMOUR PINK.

Por otra parte la jefatura de la flota holandesa la ostentaba el teniente almirante Philips van Almonde (según Fernández Duro “Allemond”), experto marino que en la batalla de La Hogue había mandado la vanguardia aliada o «escuadra blanca».

De igual manera que los británicos, el teniente almirante Philips van Almonde, tenía bajo su mando directo la Escuadra de Ámsterdam:

VRIJHEID (buque insignia) 94 cañones
HANDERBROEK 50 cañones
HET LOO 64 cañones
REIGERSBERG 72 cañones
UNIE 92 cañones
GOUDA 64 cañones
KATWIJK 72 cañones

A sus órdenes se encontraban marinos tan competentes y acreditados como:

- Teniente almirante Callenberg, jefe de la división del Norte ó Escuadra del Norte

BESCHERMER (buque insignia) 90 cañones
WULVERHORST 50 cañones
UTHRECHT 64 cañones
ENKHUIZEN 72 cañones
ARNHEM 64 cañones
ALKMAAR 72 cañones
SLOT VAN MUYDEN 72 cañones

- Vicealmirante Van der Goes, jefe de la división ó Escuadra del Mosa

ZEVEN PROVINCIEN (buque insignia) 90 cañones
HOLLAND 72 cañones
VELUWE 64 cañones
DORDRECHT 72 cañones
WASSENNER 64 cañones
AEMILIA 64 cañones

Otros buques de la Flota holandesa eran:

Fragatas GORKUM, BESCHUTTER y WOLF
Bombardas SALAMANDER, GEWELD y SCHRIK
Brulotes OLIJBOOM, EENDRACHT y SALAMANDER.

_________________
Comandante en Jefe del 2º Batallón del 1º Regimiento
"DESENVAINAME CON RAZON, ENVAINAME CON HONOR"


28 Sep 2009 21:06
Perfil Email
Teniente Coronel R. C. I. M.
Teniente Coronel R. C. I. M.

Registrado: 13 Mar 2007 23:58
Mensajes: 420
Ubicación: Isla de León
Nuevo mensaje Re: Desembarco de los ingleses en Rota en 1702
En total las fuerzas navales británicas las integraban unos 30 navíos, seis fragatas, dos corbetas, cinco bombardas y nueve brulotes, con 2.570 cañones y unos 16.400 hombres de tripulación. Las holandesas se componían de unos 20 navíos, tres fragatas, tres bombardas y tres brulotes, con 1.580 bocas de fuego y una dotación de 10.850 hombres. A estas fuerzas uníanse una serie de embarcaciones auxiliares y de transporte, muchas de ellas con su correspondiente artillería, hasta completar un total de 207 velas.

La flota combinada se había ido aprestando durante los últimos tiempos del reinado de Guillermo III, pero debido a las demoras en los preparativos y luego a los vientos contrarios, que la retuvieron largo tiempo en Spithead, no pudo zarpar hasta el 12 de julio, cuando el rey ya había muerto. Los vientos duros de proa la obligaron a dar fondo en Torbay y, por fin, el día 31 el almirante Rooke ordenaba poner rumbo a alta mar. El 10 de agosto avistaba cabo Finisterre, el 19 se hallaba a la altura de Lisboa y el 21, procedente de esta ciudad y a bordo de la fragata Adventure, se le unía el príncipe Jorge Hesse Darmstadt, que traía grandes esperanzas de amistad del rey de Portugal.

El príncipe Darmstadt, representante personal del emperador Leopoldo, fue, junto con el almirante de Castilla (D. Juan Tomás Enríquez de Cabrera), quien sugirió a Guillermo III la idea de un desembarco en las costas de Andalucía como la mejor fórmula para derrocar del trono a Felipe V. El príncipe, hijo del landgrave de Hesse, habíase distinguido desde muy joven en la lucha contra los turcos y luego contra los partidarios de Jacobo II de Inglaterra, entrando más tarde al servicio de nuestro rey Carlos II. Se distinguió en la campaña de Cataluña contra las tropas de Luis XIV y llegó a ser virrey del principado, gozando de gran predicamento entre sus habitantes; también ejerció gran influencia en la corte de Madrid, donde formó, con la reina María Ana de Neoburgo y el almirante de Castilla, el núcleo del partido austríaco durante los años postreros del reinado de Carlos II.

Una de las primeras medidas de Felipe y al ser nombrado rey de España fue destituir al príncipe de Darmstadt de todos sus cargos, marchando éste a Viena y reintegrándose al servicio del emperador. La defensa del país estaba a cargo de Francisco del Castillo, marqués de Villadarias, capitán general de Andalucía y de la costa del mar Océano, con residencia en El Puerto de Santa María.

Dado el estado de desorganización de la defensa, las fuerzas, bajo el mando de Villadarias, según los testimonios más fehacientes, reducíanse a 150 infantes y 30 caballos, más la milicia del país. La defensa de la ciudad de Cádiz estaba encomendada a su gobernador militar Escipión Brancaccio, duque de Brancaccio, milanés de nacimiento y con muchos años al servicio de las armas. La guarnición bajo su mando no pasaba de 300 hombres, mal pertrechados y equipados. En suma, en vísperas de una guerra hallábanse la ciudad y toda la región tan desguarnecidas como cualquier provincia del interior en plena paz. Esta situación, por otra parte, era común a todo el país, ya que las pocas tropas con que se contaba estaban empeñadas en luchas en Flandes y en Italia, y el conjunto de las existentes en todos los territorios españoles no excedía de 20.000 hombres. Existía además una milicia urbana numerosa, pero sin instrucción ni disciplina militar alguna.

Contábase también para la defensa de Cádiz con una pequeña fuerza naval, formada por una escuadra de seis galeras a las órdenes del conde Fernán Núñez, Pedro José Gutiérrez de los Ríos, y otra de galeras francesas mandadas por el capitán de navío Valbelle, de la que asimismo formaban parte tres navíos de alto bordo.

Dada la experiencia suministrada por los anteriores ataques a Cádiz, las fortificaciones de San Felipe y Puntales hallábanse bien dispuestas y estudiadas, aunque algo faltas de recursos artilleros. Sin embargo, en 1702 el castillo de Matagorda contaba con 18 cañones, bien montados y aderezados. Por último, cerca de la desembocadura del Guadalete, el castillo de Santa Catalina del Puerto, de gran interés estratégico, constituía la llave de entrada en la bahía, pues con sus 20 piezas de artillería casi llegaba a cruzar sus fuegos con el fuerte de San Felipe en Cádiz. A pesar de ello, el castillo de Santa Catalina en sí era muy vulnerable, ya que, construido en una punta avanzada sobre el mar, era fácilmente batible desde los terrenos que tenía a su espalda, gradualmente más altos, por lo que, en caso de desembarco enemigo en sus cercanías, su pérdida era segura.

_________________
Comandante en Jefe del 2º Batallón del 1º Regimiento
"DESENVAINAME CON RAZON, ENVAINAME CON HONOR"


28 Sep 2009 21:08
Perfil Email
Teniente Coronel R. C. I. M.
Teniente Coronel R. C. I. M.

Registrado: 13 Mar 2007 23:58
Mensajes: 420
Ubicación: Isla de León
Nuevo mensaje Re: Desembarco de los ingleses en Rota en 1702
Indudablemente, fue la presencia de esta fortificación la que impidió que el almirante Rooke y el duque de Ormond pudieran aplicar en este caso el mismo plan estratégico seguido por Drake, el conde de Essex y Lord Wimbledon en sus respectivos ataques. En 1702 era evidente que los progresos artilleros hacían prácticamente imposible todo intento de penetrar en la bahía por sorpresa y pasearse por ella a capricho, atacando donde mejor conviniera. Tradicionalmente, el lugar elegido para los desembarcos había sido la proximidad del castillo de Puntales, tras castigar a este fuerte con intenso fuego desde los buques. Después de ocuparlo quedaban los atacantes en libertad para penetrar en el segundo seno de la bahía, donde solían permanecer fondeadas las flotas de Indias, y para desembarcar tranquilamente tropas con las que atacar a Cádiz; pero en esta ocasión era imposible llevar a la práctica tal plan sin vencer previamente el nuevo obstáculo surgido con la reforma del castillo de Santa Catalina y la mejora de su artillado. Se hacía preciso ocupar primero esta fortaleza, para lo cual debería hacerse previamente un desembarco en la playa de Santa Catalina, también llamada de Mediarena, y subiendo por la quebrada de los Cañuelos, junto a punta Bermeja, atacar el castillo por la espalda, punto en que ya se dijo era muy vulnerable. Una vez ganado el fuerte, y libre el paso de la bahía, había que vencer aún nuevos obstáculos, cuales eran los fuertes de Matagorda y de Puntales, a más de romper la cadena tendida entre ambos y salvar el escollo que formaban los barcos hundidos a propósito en el paso de Puntales para obstruir la entrada en el segundo seno de la bahía.

Evidentemente, este plan implicaba vencer una serie de puntos de resistencia notables, y era en sí una verdadera carrera de obstáculos, capaz de acabar con las energías del cuerpo expedicionario desembarcado, de forma tal que cuando llegase el momento del ataque frontal a Cádiz este ejército debía encontrarse totalmente agotado.

El príncipe Darmstadt, caudillo político de la expedición, como representante personal que era del emperador, pondría especial interés en recomendar al duque de Ormond y al almirante Rooke que no se molestara inútilmente a la población civil y que se garantizase el ejercicio de sus costumbres y religión, con vistas a asegurarse las simpatías de los naturales del país hacia su causa, medida altamente política que, como veremos por el desarrollo de los acontecimientos, no se puso luego en práctica.

Llegada a la vista de Cádiz, la flota angloholandesa dio fondo en 22 brazas de agua a cinco millas de la ciudad, formando un amplio arco, que iba desde las proximidades de Rota hasta cerca de Sancti-Petri, con lo que quedaba bloqueada la entrada de la bahía, extendiéndose algunos buques sueltos en dirección a la barra de Sanlúcar.

Después de fondear la flota angloholandesa, tres embarcaciones de pequeño porte se destacaron de ella con objeto de sondar durante la noche la boca de la bahía y lo mismo hicieron luego en aguas de Sancti Petri.

Los ingleses, por otra parte, conocían perfectamente nuestras aguas, como lo habían puesto de manifiesto en ocasiones anteriores y como lo revelaban las cartas náuticas de la época, donde señalaban con todo detalle los bajos y arrecifes de nuestra bahía, pero esta comprobación in situ, escandallo en mano, era obligada en casos como el presente.

El gobernador de Rota dio aviso al marqués de Villadarias del número de buques que componían la armada enemiga y del desamparo en que se hallaba la plaza, rogándole el envío de fuerzas y armas con las que hacer frente a la invasión que amenazaba.

Villadarias pasó a Cádiz con objeto de conocer el estado de sus defensas y concertar con el gobernador Escipión Brancaccio y con el conde Fernán Núñez, almirante de las galeras surtas en la bahía, lo más conveniente para conjurar el peligro, intentando al mismo tiempo sacar de la ciudad algunas tropas con las que reforzar su menguado ejército. Más tarde recibiría ayuda del asistente de Sevilla y de los regidores de otras poblaciones.

Dos días permaneció la armada angloholandesa en la más completa inacción, contentándose solo con ir sondando las aguas desde Sancti-Petri hasta Rota, con el fin de encontrar sitio a propósito para desembarcar y sopesando las ventajas e inconvenientes de decidirse por uno u otro lugar.

Finalmente, en cumplimiento de acuerdo adoptado en consejo de guerra, celebrado a bordo del navío Royal Sovereign el día 24, y ante el temor de que las fuerzas defensoras de Cádiz fueran más numerosas de lo que realmente eran se juzgó impracticable un ataque frontal a Cádiz y se decidió que la toma del fuerte de Santa Catalina del Puerto, facilitando el acceso a la bahía, permitiría el bombardeo de la ciudad y estimularía a los partidarios de la Casa de Austria a declararse por la causa del archiduque. Se resolvió entonces desembarcar el grueso del ejército angloholandés en la ensenada de Rota, con objeto de reducir el citado fuerte, y después enviar un ultimátum al gobernador de Cádiz pidiendo la rendición de la plaza.

Las fuerzas angloholandesas, mientras tanto, aprestábanse a desembarcar. Previamente, el almirante Rooke había ordenado que todas las lanchas y botes disponibles concurrieran al rayar el alba al costado de los buques de transporte y de los navíos con tropas para tomarlas a su bordo, y siguiendo las instrucciones del duque de Ormond se dirigieran a tierra.

Al mismo tiempo dispuso el almirante que todas las fragatas de la flota (como buques más maniobreros y de menos calado) se aproximaran a la costa e hicieran fuego contra los fuertes, reductos y destacamentos de las fuerzas defensoras, con objeto de apoyar y facilitar el desembarco. A tal efecto encargó Rooke al contralmirante Fairborne hacerse cargo directo de las operaciones de desembarco, teniendo a sus órdenes, además de las 300 lanchas utilizadas en esta operación, a las fragatas y bombardas de la flota, que seguidamente llevaron a cabo un intenso cañoneo sobre el castillo de Santa Catalina y los fuertes de La Puntilla y punta Bermeja.

_________________
Comandante en Jefe del 2º Batallón del 1º Regimiento
"DESENVAINAME CON RAZON, ENVAINAME CON HONOR"


28 Sep 2009 21:08
Perfil Email
Teniente Coronel R. C. I. M.
Teniente Coronel R. C. I. M.

Registrado: 13 Mar 2007 23:58
Mensajes: 420
Ubicación: Isla de León
Nuevo mensaje Re: Desembarco de los ingleses en Rota en 1702
Por fin, al amanecer del día 26 de agosto los buques enemigos se acercaron más a la costa, entre Rota y El Puerto de Santa María, ensenándose en lo que los marinos ingleses conocían por bahía de los Toros, y aunque el inmediato fuerte de Santa Catalina hizo intenso fuego de cañón, no fue capaz de impedir el desembarco.

Durante la noche había entrado viento fresco del SO, con lo que la marejada se hizo muy notable y en la orilla la resaca producida por la rompiente era muy fuerte, por cuya causa las lanchas no pudieron aproximarse hasta el mismo borde de la orilla, y la mayoría de la gente hubo de desembarcar con agua hasta el cuello, mojando con ello las provisiones y las municiones. Más de una veintena de hombres pereció ahogada y otras tantas lanchas se perdieron por la fuerza del oleaje. Estas primeras fuerzas desembarcaron en la playa de Santa Catalina, frente a la actual finca de los padres jesuitas, muy cerca de los Cañuelos, entre las 10 y 11 de la mañana.

El príncipe Darmstadt, que desembarcó con las primeras fuerzas, dijo con arrogancia al pisar tierra: «Había ofrecido ir a Madrid pasando por Cataluña. Ahora veo que será preciso ir a Cataluña pasando por Madrid».
Con objeto de completar el desembarco con los efectivos de artillería y caballería que se hallaban a bordo de los buques de transporte y para hacer la operación con relativa comodidad, en vez de marchar con sus fuerzas sobre El Puerto de Santa María dispuso Ormond que éstas se dirigieran hacia Rota, a fin de ocupar la población y utilizar su muelle en la maniobra citada. A tal efecto, encaminose con sus hombres a Rota y ya oscurecido acampó en la margen izquierda del río Salado —a la puerta de la actual base naval—, montando su cuartel general en un viejo molino que allí había. Seguidamente, por medio de un tambor, envió una proclama al gobernador de Rota, explicando los propósitos de las fuerzas por él acaudilladas en defensa de los intereses de la Casa de Austria, agregando una nota manuscrita conminando la rendición de la plaza, so pena de incendiarla.

En la mañana del día 27 entraba en Rota el ejército angloholandés. El grueso del mismo acampó en las afueras de la población, pero los generales y sus planas mayores se alojaron en las casas más notables de la villa, eligiendo el príncipe Darmstadt para sí el castillo de la citada población.

Al día siguiente se procedió a desembarcar la caballería y la artillería en el muelle de Rota, así como las municiones y bastimentos de la tropa. Al mismo tiempo, el duque de Ormond envió al marqués de Villadarias una carta redactada en términos mesurados y paternalistas, comunicándole la necesidad en que se veía de marchar sobre El Puerto de Santa María en defensa de los derechos de la Casa de Austria e interesando la adhesión de los habitantes de la ciudad. A esta carta, contestó dignamente en forma seca y tajante: «Los españoles no mudamos de religión ni de rey».

Durante cuatro días permaneció en Rota el ejército angloholandés completando sus efectivos y preparándose para proseguir las operaciones, y el 31 de agosto el duque de Ormond dio orden de iniciar la marcha hacia El Puerto de Santa María, tras dejar en Rota una pequeña guarnición de 300 hombres al mando del coronel Newton.

Al llegar las tropas a las cercanías del fuerte de Santa Catalina, el duque de Ormond envió un ultimátum al comandante del fuerte interesando la rendición y, aunque al principio éste rehusó rendirse, después de hacer frente al ejército enemigo y de soportar los ataques de cinco bombardas, que le hicieron más de 120 disparos, hubo de capitular. Las fuerzas defensoras habían quedado reducidas a 30 hombres encerrados en el torreón o reducto central del fuerte. El grueso de las tropas angloholandesas, entretanto, se dirigió a El Puerto de Santa María que, evacuado por las escasas fuerzas de Villadarias y por muchos de sus moradores, fue ocupado por una columna inglesa mandada por el capitán Stanhope el día 2.

Al ver la población desierta y las bodegas repletas de vino, las tropas invasoras, contraviniendo las órdenes expresas del duque de Ormond tras embriagarse a conciencia, se dedicaron a toda clase de excesos y atropellos contra la población civil, saqueando toda la ciudad. El marqués de Villadarias, entre tanto, retirose con los suyos a la hacienda de Buena Vista, entre El Puerto de Santa María y Jerez, desde donde podía observar los movimientos del enemigo.

Ya en estos momentos, amargando las mieles del triunfo inicial, empiezan a aparecer signos de desacuerdo entre los jefes del ejército invasor, traducidos en vacilaciones en los planes de campaña.

_________________
Comandante en Jefe del 2º Batallón del 1º Regimiento
"DESENVAINAME CON RAZON, ENVAINAME CON HONOR"


28 Sep 2009 21:10
Perfil Email
Teniente Coronel R. C. I. M.
Teniente Coronel R. C. I. M.

Registrado: 13 Mar 2007 23:58
Mensajes: 420
Ubicación: Isla de León
Nuevo mensaje Re: Desembarco de los ingleses en Rota en 1702
En vista de que la rendición del fuerte de Santa Catalina y la toma de El Puerto de Santa María, aunque habían abierto las puertas de la bahía a las naves aliadas, no facilitaba en modo alguno el acceso al segundo seno de la misma ni, por otra parte, la población de Cádiz daba muestras de simpatía por la causa austriaca, el duque de Ormond insistió en su proyecto de desembarcar a espaldas de Cádiz, en la playa de Santa María, cerca de la almadraba de Hércules. Sin embargo, en un consejo de guerra celebrado en el castillo de Santa Catalina el día 7, el jefe de las tropas holandesas, mariscal de campo barón Sparr, pareciéndole que este nuevo proyecto era excusa muy apropiada para una grave demora en la marcha de las operaciones, se brindó a atacar por tierra el fuerte de Matagorda para que, una vez expugnado, pudieran entrar hasta el fondo de la bahía los buques de la flota combinada y, tras destruir las galeras y los navíos franceses allí refugiados, practicaran las fuerzas angloholandesas un nuevo desembarco que, agravando la situación militar de Cádiz, sirviera para estimular el descontento de la población y acelerara el presunto deseo de sus habitantes de declararse por la Casa de Austria.

El mismo día 7, después de cruzar el Guadalete con ayuda de las lanchas de los buques de la flota y pasar a lo largo de La Isleta —hoy pinar de Valdelagrana—, las tropas del barón Sparr cruzaron el río San Pedro, ocupando Puerto Real el día 8 por la noche. Hallaron la población casi abandonada por sus habitantes, si bien su alcalde se declaró por la Casa de Austria y se unió a los nuevos dueños de la situación.

La toma de Matagorda habría de resultar para el barón Sparr una empresa erizada de dificultades y que, en última instancia, como ya pusieran de manifiesto los marinos ingleses en algunos consejos de guerra, no conducía directamente a conseguir el objetivo fundamental propuesto: la conquista de Cádiz.

La lengua de tierra sobre la que se asienta Matagorda hallábase flanqueada por su lado de poniente por el bajo de La Cabezuela, que impedía que ningún buque de la flota combinada se acercara a la orilla para apoyar con sus fuegos los objetivos de la columna de operaciones y para batir a las galeras que ayudaban a los defensores del citado fuerte, y, por la parte de levante, discurría el caño del Trocadero —que iba desde cerca de Matagorda hasta Puerto Real— que facilitaba el medio de que las galeras del conde Fernán Núñez y los buques franceses que le apoyaban atacaran de flanco con su artillería a las fuerzas del barón Sparr, destruyendo durante el día los trabajos de atrincheramiento y las obras que éstas habían ejecutado durante la noche y causando numerosas bajas a los atacantes. El barón Sparr se convenció pronto de las dificultades de la empresa y, aunque pidió refuerzos al duque de Ormond y el contingente inicial de 2.400 hombres fue incrementado en 800 soldados más, no pudo conseguir su propósito de expugnar el fuerte. El día 16, tras una semana de infructuoso asedio, emprendió la retirada.

El país no respondió a las esperanzas que en él habían depositado los defensores de la causa del emperador y, como suele suceder siempre que injerencias extrañas tratan de dictar la política nacional, la intervención extranjera sólo sirvió para aglutinar alrededor de la Corona todas las tendencias y banderías existentes en el interior del reino para oponerse como un sólo hombre al enemigo común. Los escasos entusiastas de la Casa de Austria no se atrevieron a manifestarse y, aunque dentro de los muros de Cádiz los franceses no gozaban de muchas simpatías, no fue esto suficiente para inclinar la opinión de la ciudad por la causa austriaca.

El mismo día 16, las fuerzas del barón Sparr abandonaron Puerto Real, después de incendiar los almacenes de pertrechos navales existentes en la población y de levantar el campamento instalado a orillas del río San Pedro.

El 24 se retiró el ejército angloholandés de El Puerto de Santa María, que ya había quedado suficientemente saqueado y vejado durante los días de ocupación.

En este día, el duque de Ormond levantó su campamento instalado en la Victoria y, después de volar el castillo de Santa Catalina, se encaminó hacia Rota, seguido de cerca por las tropas del marqués de Villadarias, que le iban picando la retaguardia, pues si bien hasta entonces el marqués se había limitado a vivaquear, amagar contra los ingleses y a levantar polvo con la caballería para aparentar unos recursos y una fuerza que no poseía, a partir de este momento tomó en serio su papel, atacando en firme. El día 26 se llevó a cabo el reembarque de la mayor parte de las tropas del duque de Ormond desde el muelle de Rota, completándose el embarque de las que aún quedaban el tierra al día siguiente.

Un último intento del duque de Ormond de atacar a Cádiz por algún otro punto o de invernar en otro lugar de España fue desechado en un consejo de guerra celebrado a bordo del navío Ranelagh, donde iba embarcado el duque el día 28.

El día 30, finalmente, la flota combinada levaba anclas rumbo a Inglaterra, permaneciendo aún a la vista de la costa un par de días en espera de vientos favorables. En su viaje de retorno a Inglaterra, lograría Rooke sacarse la espina de la derrota en Cádiz, como hemos comentado al principio.

_________________
Comandante en Jefe del 2º Batallón del 1º Regimiento
"DESENVAINAME CON RAZON, ENVAINAME CON HONOR"


28 Sep 2009 21:11
Perfil Email
Teniente Coronel R. C. I. M.
Teniente Coronel R. C. I. M.

Registrado: 13 Mar 2007 23:58
Mensajes: 420
Ubicación: Isla de León
Nuevo mensaje Re: Desembarco de los ingleses en Rota en 1702
Hay una anecdota a contar sobre estos hechos.

Antiguamente en los pueblos y aldeas, a falta de libros de actas, se utilizaban los registros parroquiales, por lo que no era extraño que junto a las inscripciones reglamentarias se hiciesen anotaciones de tipo miitar.

Esto ocurrió en el pueblo de Rota, precisamente con los hechos que hemos relatado. En el libro de bautismo número 16-17 de la Iglesia parroquial de Nuestra Señora de la O, en los folios 114 y 115 se detalla un relato de lo sucedido en la parte de Rota, Puerto real, Puerto Santa María, Castillos de Santa Catalina y Matagorda. Esta firmado por el Vicario Joseph Silvestre Delgado

Datos extraidos de:

- Cesareo Fernández Duro "Armada Española desde la unión de los Reinos de Castilla y de Aragón"

- Revista General de Marina

_________________
Comandante en Jefe del 2º Batallón del 1º Regimiento
"DESENVAINAME CON RAZON, ENVAINAME CON HONOR"


28 Sep 2009 21:22
Perfil Email
Mostrar mensajes previos:  Ordenar por  
Responder al tema   [ 7 mensajes ] 

¿Quién está conectado?

Usuarios navegando por este Foro: No hay usuarios registrados visitando el Foro y 3 invitados


No puede abrir nuevos temas en este Foro
No puede responder a temas en este Foro
No puede editar sus mensajes en este Foro
No puede borrar sus mensajes en este Foro
No puede enviar adjuntos en este Foro

Saltar a:  
Powered by phpBB © 2000, 2002, 2005, 2007 phpBB Group.
Designed by STSoftware for PTF.
Licencia de Creative Commons
foro.todoavante.es by Todoavante is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 3.0 Unported License.
Based on a work at foro.todoavante.es.
Permissions beyond the scope of this license may be available at creativecommons.org.

Traducción al español por Huan Manwë para phpbb-es.com